Dominando a Carlota 3.1
Sábado por la mañana. Incidente con las tazas de café y sus consecuencias.
Recomiendo leer los capítulos anteriores de la historia para poder entender este capítulo; próximamente iré subiendo más partes de la historia, estad atentos.
A las 05:30, el sonido del timbre de la puerta, me despertó, miré el reloj del techo, y me sorprendió que, a esas horas, hubiera alguien llamando, así que, bajé las escaleras y fui a abrir la puerta, pues no esperaba a nadie hasta 30 minutos después (Pilar a las 06:00 con los cafés, tal y como, Sara, le había ordenado).
Abrí la puerta de mi casa y me encontré a Almudena, que llevaba una chaqueta de cuero negro, por encima de la ropa de médico (El uniforme del hospital), y traía consigo la maleta con material médico.
Almudena, sin sonreír, me pidió pasar al interior de mi casa, yo dejé que pasara, aunque lo primero que hice, fue preguntarle por el motivo de haberse presentado en mi casa, mucho antes de la hora pactada, casi más de una hora de adelanto.
Almudena, con una media sonrisa, me dijo, claramente, que lo había hecho para putearme, para ella era una molestia tener que pasar por mi casa de camino al hospital, así que, de algún modo, se tenía que cobrar todos los favores que me estaba haciendo.
A los pocos minutos, y mientras Almudena y yo, hablábamos de lo que le iba a hacer a Alejandra cuando llegara a mi casa, Carlota apareció en el salón, le había parecido oír la voz de Almudena, y quería comprobarlo, aunque no pudiera verla.
Almudena sí sonrió al ver a Carlota, se dieron un beso en los labios, y, Almudena, le preguntó por cómo llevaba el hecho de no poder ver; Carlota, le respondió que, muy bien, solo lamentaba no haber podido dar conmigo antes.
Carlota y Almudena, fueron a uno de los baños de la planta baja de mi casa, para cambiarle allí el vendaje de los ojos a Carlota, de manera que, Carlota, no pudiera tener mucha luz, que podía molestarle en los ojos, tras algo de tiempo a oscuras.
Yo regresé a mi habitación, y me encontré a Sara y a Lara, follando en mi cama, decidí quedarme mirando, pues no se dieron cuenta de mi presencia, o, si se dieron cuenta, les dio igual y prefirieron seguir follando.
Cuando acabaron de follar, yo les di a cada un beso en los labios, a modo de beso de buenos días, y les dije, tras darles sendos azotes en el culo, que era hora de darse una ducha y de ponerse en marcha.
Le pedí a Lara que me acompañara a Marbella, la idea era regresar al día siguiente por la mañana, y pasar en mi apartamento de allí, la noche del sábado al domingo.
Sara se quedaría en Madrid, cuidando de Carlota, y vigilando para que, Pilar, no tuviera actividad sexual con Carlota.
Los 3 nos íbamos a ir a la ducha, cuando sonó el timbre, Sara bajó para abrir la puerta, pero, Carlota ya se le había adelantado, y estaba a punto de subir los cafés junto con Pilar.
Sara iba un poco distraída, lo que supuso que chocara con Carlota, el sonido de las tazas cayendo al suelo, y rompiéndose, nos hizo, a Lara y a mí, tener que correr para ver lo que pasaba.
El suelo estaba lleno de trozos de tazas, las 3 se habían hecho añicos, había mucho café también, Sara tenía una pequeña herida, y, Carlota, estaba un poco en shock, pero sin heridas aparentes.
Me llevé a Sara a un lado, donde no hubiera trozos de taza, para evitar que los pisara, teniendo en cuenta que iba descalza, vi su herida, que sangraba un poco, pero parecía cosa de poco, le pedí a Sara que me esperase aquí, porque, Almudena, iba a subir para que la examinara y para que curase su herida.
Por su parte, Lara, agarró a Carlota, le dio dos bofetadas, y, casi gritando, le ordenó que bajara a la cocina, agarrase una escoba y un recogedor, para recoger los restos de las tazas rotas, y, después, hiciera lo mismo con una fregona, para limpiar los restos de café del suelo.
Yo bajé al salón, donde se encontraba Almudena leyendo una revista mientras esperaba a que llegara Alejandra o pasara algo emocionante, le expliqué lo que había pasado, y, Almudena, con algo de parsimonia, agarró la maleta con material médico, y subió la escalera para ir a ver a Sara, que ya se había ido a mi habitación, y esperaba sentada sobre la cama, la visita de Almudena.
Almudena curó la herida de Sara, que no era demasiado profunda, por suerte, le colocó un apósito, y, antes de volver a bajar al salón, le dio un beso en los labios a Sara, y dijo que, todo, estaba ya solucionado, con una media sonrisa.
Acompañé a Almudena al salón, me encontré con Lara, que le estaba echando la bronca a Carlota, mientras recogía las tazas, algo que le estaba costando, al no poder ver donde se encontraban los trozos de taza.
Almudena me dijo que, una acción así, no podía quedar sin castigo, y que, a ella, se le había ocurrido el mejor castigo para Carlota, y que, si me dejaba a mí, ella se encargaría de todo, con la condición, eso sí, de que, hasta el día siguiente a mi vuelta de Marbella, no podría comunicarme ni ver a Carlota, pues se trataba de pasar 24 horas en una mazmorra que ella conocía.
Yo acepté la propuesta de Almudena, así que, quedamos en que, cuando Alejandra ya estuviera de camino a Marbella, entre Almudena y yo, llevaríamos a Carlota a la mazmorra, y, a la vuelta, pasaría a recoger a Lara por su casa, para irnos en mi Audi A8 a Marbella.
Dejé a Almudena en el salón, le pedí que, si llegaba Alejandra, la atendiera y comenzara con el vendaje que me había dicho, y yo, regresé a mi habitación.
Le dije a Lara las novedades que había, así que, ella, se empezó a vestir, con la idea de irse a su casa con el coche, aparcarlo en su garaje, darse una ducha y cambiarse de ropa, y esperar a que llegara yo con mi coche para recogerla e irnos a Marbella, al club de alterne de Javier.
Sara me dijo que prefería ducharse más tarde, y que ella se encargaría de castigar a Pilar, porque, por permitir que fuera Carlota quien llevara la bandeja, y no ella, también se merecía su castigo (Al fin y al cabo, y parafraseando a algún jugador de fútbol, con ella empezó todo); a Sara le parecía genial la idea de castigo de Almudena para Carlota, además, sería una preocupación menos para ella, el tener que cuidar de Carlota y de Pilar a la vez, le parecía difícil.
Me fui a la ducha, me duché en apenas 10 minutos, hice también un pis, porque llevaba tiempo ya sin hacerlo y tenía ganas, y, al regresar a la habitación, no había nadie, de todas formas, me vestí, de nuevo con chándal, para viajar con comodidad, y bajé al salón, para ver cómo estaban las cosas.
En el salón, me encontré con Sara, que estaba mirando el proceso de vendaje de la cara de Alejandra, a la que, Almudena, estaba dejando casi sin cara, tal y como me había dicho que iba a hacer.
Primero le había colocado varios apósitos y esparadrapos en los ojos y en varias zonas de la cara de Alejandra, después, unos tapones en los oídos, para que no pudiera escuchar nada, luego, una especie de red, que tapaba toda la cara, y sobre la que fue colocando una capa de venda de crepé, dejando solo la boca libre, para que pudiera respirar a través de ella, y, finalmente, colocó más esparadrapo para asegurar bien la venda, y cortó con tijeras la zona de los agujeros de la nariz, para que, Alejandra, también pudiera respirar por ella con normalidad.
Carlota, mientras tanto, estaba de rodillas sobre el suelo, amordazada, y supuse que pensando en lo que le iba a pasar, con el coño chorreando, deseando ser castigada.
Fui a la cocina, a prepararme algo de desayuno, me preparé un café, y me comí también un bollo de crema, mientras veía el proceso de vendaje de la cara de Alejandra que ya os he descrito.
Justo al acabar el vendaje, me sonó el móvil, era el conductor del camión en el que se iba a ir Alejandra a Marbella, ella estaba desnuda, así que, aparte de que no pude ver cómo había llegado a mi casa (Cómo iba vestida cuando llegó, aunque, eso sí, iba con botas de bastante tacón), me tocó dejarle el mismo abrigo con el que, Isabel, había hecho el trayecto desde mi casa hasta el camión, el día de su traslado a Marbella.
Almudena y yo, bajamos en el ascensor, junto con Alejandra, que iba algo nerviosa, pero deseando empezar la aventura, se notaba la sonrisa en la boca; antes de salir, nos pidió que le esposáramos ya las manos, para hacerlo
aún
más excitante.
Ya en la calle, apenas tuvimos que caminar 10 metros, hasta subir a Alejandra al camión donde nos esperaba una enfermera, llamada Aroa, muy joven, apenas 23 años, con la carrera recién terminada, era uno de sus primeros trabajos serios como enfermera, pero nos aseguró que, Alejandra, iba a tener un viaje muy tranquilo hasta Marbella, Almudena le inyectó un sedante, y dijo que, hasta dentro de 5 horas, no se iba a despertar, con suerte, ya lo haría en el club de Javier.
Almudena y yo, regresamos a mi casa, con el abrigo de cuero puesto por Almudena, que lo quería, al menos, probar, le quedaba demasiado largo, dada su escasa altura.
Regresamos para recoger a Carlota, a la que, Almudena, le puso el abrigo, ella misma agarró su chaqueta, le colocó también otro juego de esposas a Carlota en las manos, y me pidió que esperase a que fuera ella a recoger su coche, con la idea de acercarlo lo más posible a la puerta de mi casa, y poder ir a la mazmorra en la que, Carlota, pasaría, en principio, no mucho tiempo. (Las 24 horas del castigo por las tazas rotas).