Dominado por Maurice
Maurice me domina poco a poco, os cuento como (Gay,fetichismo pies)
Este relato es una secuela de una serie de relatos que están en la categoría fetichismo, Fantasías cumplidas. Podéis leerlo como un relato independiente o leerlo después de los anteriores.
Primera parte Fantasías cumplidas: https://www.todorelatos.com/relato/151584/
Segunda parte Fantasías cumplidas: https://www.todorelatos.com/relato/151663/
Tercera parte Fantasías cumplidas: https://www.todorelatos.com/relato/151883/
Maurice es un chico francés que conocí durante mis últimas vacaciones en el levante español. Ahí descubrí lo que disfruto siendo sometido y humillado bajo unos pies y desde entonces mi vida nunca ha vuelto a ser la misma. Maurice volvió a Francia pero estábamos en contacto por whatsapp, al principio solo me enviaba fotos de su polla y me recordaba que era un cerdo, su putita, como él me llamaba.
Poco a poco la relación iba evolucionando, me pedía que dijera cuándo me masturbaba y en qué había pensado, a veces me daba pequeñas órdenes como salir a la calle sin ropa interior, que me masturbara oliendo mis propios calcetines sucios. A las semanas estaba controlando cómo y cuándo me masturbaba, al principio solo me limitaba a una vez a la semana y me pasaba algún video gay con un poco de dominación o de fetichismo de pies. Siempre estaba la amenaza de que si no cumplía sus peticiones colgaría fotos y vídeos míos que había grabado cuando nos conocimos en los que me follaba y me utilizaba.
Con el tiempo las pajas se distanciaban hasta un mes, que culminaba en una sesión de skype en la que él me humillaba insultándome y obligándome a hacer lo que pedía. Él me tentaba enviándome fotos suyas sugerentes, o recordándome las cosas que me había hecho y como me tenía babeando por sus pies sudados y apestosos, me obligaba a llevar los mismos calcetines durante semanas y que le describiera el olor cada noche.
Recuerdo una sesión en especial. Yo no podía más, la última semana había estado con la polla dura a todas horas y Maurice lo sabía, por eso no hacía más que enviarme fotos de sus pies que sabía que era mi perdición. Cada noche tenía sueños en los que rememoraba lo que hicimos cuando nos conocimos, Maurice me follaba la boca, me insultaba, me rompía el culo y con sus pies sudados en mi cara me hacía morir de placer, siempre me despertaba a punto de explotar. Por fin iba a poder liberar todo lo que había acumulado, me conecté a la hora que habíamos quedado. Tenía preparado lo que me había pedido: Bolas chinas, un cinturón, pinzas y el par de calcetines usados del último mes sin lavar. Comenzó la videollamada.
—Hola —saludé.
—¿Tienes todo lo que te pedí?
—Sí —contesté mostrando las bolas chinas a la cámara.
—Así me gusta putita, si te portas bien hoy tendrás tu recompensa. Lo primero que vas a hacer a desnudarte y enseñarme el culo.
No llevábamos ni un minuto y ya tenía la polla dura con presemen goteando. Me quité lo ropa, la dejé amontonada en un rincón y me tumbé sobre la cama con las piernas abiertas, de forma que la cámara grabara mi ano.
—Mmmm, veo que ya estás chorreando. Bien, lo primero vas a llenarte el culo de tu saliva.
Me llené la mano de saliva y empecé a masajearme el culo, poco a poco iba introduciendo los dedos.
—Qué cerdo eres, mira a la cámara, mirá la cara que estás poniendo, puta.
En la pantalla podía ver como entraban los dedos en mi culo, de mi polla caían gotas de presemen y mi cara era de absoluto placer. Empecé a gemir.
—No vayas tan rápido que aun nos quedan muchas cosas por hacer. Esta vez quiero que te corras solo cuando yo te lo diga si no cumples dejaré de enviarte mensajes, no sabrás nunca nada más de mí.
—¡No! Por favor —grité entre gemidos—. Haré lo que me digas.
—Cómo me gusta verte suplicar. Te doy mi palabra de que como no cumplas se acabó. Mete las bolas chinas en tu culo y calla —dijo en un tono serio.
Era la primera vez que usábamos bolas chinas, las apreté contra mi culo hasta que cedió y entró la primera. Aguanté un gemido mientras entraba el resto y quedaba el tirador fuera. Notaba mi culo lleno y apretado, no era como que te follaran el culo pero no estaba mal.
—Ahora busca el cinturón, te vas a golpear el culo hasta que yo te diga.
Esto si lo habíamos hecho otras veces. La primera vez me hizo golpearme tanto que no pude sentarme en una semana. Comencé a darme con el cinturón en el culo, con cada golpe me recorría una descarga de dolor, y de placer. Por encima de los golpes se oía lo voz de Maurice.
—Si estuviese ahí te daría pero con ganas, que es lo que te mereces. Cómo te gusta que te dejen el culo rojo, ¿Eh?
Estuve así casi 15 minutos hasta que me dijo que parara. Notaba todo el culo al rojo vivo, cualquier roce me hacía dar un respingo. Mi respiración se entrecortaba por el placer que estaba sintiendo.
—Vas a coger toda esa mierda que te sale de la polla y te la vas a restregar por los pezones.
Sabía que eso me volvía loco, me estaba poniendo a límite para verme sufrir. Llené los dedos del presemen que salía chorros de mi polla y me los restregué por los pezones que estaban duros por la excitación. Ya no podía acallar mis gemidos, estaba muy cerca de terminar, comencé a llorar de desesperación, si me corría se acabaría todo.
—¿Qué pasa putita, ya no puedes más? Me decepcionas. Aun nos quedaba lo mejor.
—Te lo ruego, déjame terminar —dije entre gemidos.
—Sé que esto te gusta, a mí no me engañas —gritó—. Vas a coger las pinzas y te las a poner en los pezones, cerda.
Busqué las pinzas y me las puse, mi polla palpitaba mientras las pinzas apretaban los pezones que ya estaban sensibles del majase anterior. Cada mínimo movimiento hacía que las pinzas pellizcaran mis pezones con fuerza, caía un hilillo de presemen de mi polla haciendo un charquito en la cama.
—Viene lo mejor —dijo—. Saca los calcetines que has estado usando este mes. Quiero ver esa cara de guarra que se te pone cuando hueles unos pies apestosos.
Al moverme para buscar los calcetines la presión en los pezones aumentó y las bolas chinas que tenía en el culo se me salieron un poco y una oleada de placer me hizo caerme en la cama. Me arrastraba buscando los calcetines.
—Por favor —gemía mientras buscaba.
—Me pone muy cachondo verte así, suplica todo lo que quieras putita, hasta que yo no te lo diga no te vas a correr.
En la pantalla se veía a Maurice con la polla en la mano, se estaba pajeando viéndome suplicar. Al fin encontré los calcetines, un mes sin lavarlos y estaban húmedos de sudor porque Maurice me había hecho salir a correr una hora antes de la llamada. Se me empezó a caer la baba, solo con la idea de oler esos calcetines se me hacía la boca agua. Fui a olerlos.
—¡NO! Aun no. Si los quieres me vas a suplicar?
—Sí, los quiero, haré lo que me digas, pero déjame olerlos.
—No me parece suficiente, creo que te vas a quedar sin terminar.
Comencé a temblar de desesperación. Entre sollozos babeaba, apenas me podía levantar, me fallaban las fuerzas.
—Qué cerda, como te tengo. ¿Esto es lo que te gusta? ¿Que te tenga así? —gritó.
—Por favor déjame terminar, soy una cerda, déjame estar a tus pies, escúpeme, fóllame.
—Voy a hacer una cuenta atrás, desde cinco. Cuando llegue a cero te corres. Pero con las manos en la espalda, como ayuda te dejo oler los calcetines.
—Gracias, gracias, gracias…
—¡Cinco! —gritó.
Hundí la cabeza en los calcetines, el olor era realmente fuerte. Ese olor me volvía loco, me llenaba, me ahogaba de placer. Puse las manos en la espalda y aspiré profundamente.
—¡Cuatro!
Notaba la humedad al aspirar los calcetines, y con cada respiración notaba un apretón de las pinzas en los pezones. El hilo de presemen aumentaba.
—¡Tres!
Las bolas chinas se me salían del culo poco a poco por la posición en la que estaba provocándome más placer.
—¡Dos! ¡Uno! ¡Mírame cerda!
Levanté la mirada sin quitar la cara de los calcetines, en la pantalla se veían los pies de Maurice en todo su esplendor. Estaba sentado de forma que sus pies estaban en primer plano mientras él se masturbaba con la polla fuera.
—Te aplastaría la cara con los pies apestosos si estuviera allí y te escupiría después de reventarte el culo. ¡Ahora! Córrete guarra.
No pude evitarlo, la imagen de sus pies y las palabras que me decía, junto con el olor de los calcetines, las pinzas, las bolas chinas… Mi polla explotó, liberando toda la leche de un mes, no paraba de salir. Yo gritaba entre gemidos mientras las bolas chinas escapaban de mi culo. Con cada oleada de placer, un temblor y un chorrazo de semen. Maurice estuvo insultándome durante minutos mientras me corría.
—Mira lo que has conseguido —él también se había corrido, tenía la mano llena de semen — Ya que lo has hecho tan bien tengo una recompensa para ti. Dentro de un mes mis padres se van de viaje y tú vas a venir a Francia, para que te pueda poner los pies en tu cara, pisarte y escupirte mientras te follo. ¿Qué te parece?
Mientras recuperaba las respiración se me caían las lágrimas, era un sueño hecho realidad.
—Tendrás noticias mías putita.
Y se desconectó.
Ahí estaba yo, desnudo, tirado en mi cama lleno de semen por todos lados, con la cara babeada, los pezones hinchados, el culo rojo y abierto y el olor de esos calcetines que no se me quitaba de la nariz, llorando de felicidad.
CONTINUARÁ.