Dominado por maduro (Parte II: Pensamientos)

Mi primera experiencia me hace querer disfrutar más del sexo con hombres y quiero estar listo para que me meta la verga.

Hola soy Moisés. Hace poco conté la historia de cómo tuve mi primer encuentro sexual con un maduro dominante desconocido. Fue un encuentro espontáneo en el que me hizo convertirme en su putita por unas horas y que incremento mis ganas de seguir disfrutando con hombres y someterme a ellos. Lamentablemente, el miedo me hizo no darle mi número real a mi hombre, y la verdad me da vergüenza regresar y pedirselo.

Después de lo que me pasó con él, no he dejado de pensar en ello. Recuerdo todo lo que me hizo, las cosas que me dijo,b que me hizo sentir y no puedo evitar masturbarme pensando en todo aquello.

Aveces estoy en el bus, o en el trabajo y me vienen unas ganas incontrolables de jalarmela y meterme dedos en mi anito goloso. Y sé que no voy a estar tranquilo hasta que vuelva a verlo, mamarle la verga y lograr que por fin me meta esa enorme verga. Pero aún no me siento preparado para verlo y afrontar su reacción a lo que hice. Temo que se ponga violento porque pese a lo que hicimos, no lo conozco y no sé que podría hacerme.

Todo sigue como siempre en mi trabajo, y por la vergüenza, estuve algunos días evitando pasar por el parque y prefiero dar la vuelta en las caminatas que hago hacia el trabajo.

Sin embargo, ayer en la noche decidí que si quiero seguir explorando las maravillas que me hizo sentir aquel hombre, debo perder el miedo y apostarlo todo. Hoy en la mañana que es el único día que tengo libre fui a la farmacia y compré una buena cantidad de condones y un frasco de lubricante. Me dio algo de nervios, pero me mentalicé en que muchas parejas heterosexuales también las compran y así me sentí más seguro. Regresé a casa y me encerré en mi habitación, me eché en mi cama y aliste un cepillo de dientes que conservo por su peculiar forma. Es de tamaño normal, pero tiene un grosor considerable y con la forma en la punta ideal para lo que pensaba hacer. Me baje los pantalones, le puse el condón al cepillo y empecé a untarme el ano con el lubricante y a introducirme los dedos lentamente. Cuando estaba preparado, empecé a meter el cepillo entre mi ano mientras imaginaba a mi hombre rozarme la punta de su verga en mi culo estrecho culo. En mi imaginación mi hombre estaba nuevamente con el torso descubierto, mostrándome un abdomen peludo con vellos grises y blancos adornando la belleza masculina que irradiaba. Podía ver nuevamente esa barba de candado con vellos grises y blancos que le daban un tono mucho más sexi y que me hacía retorcer el culo de excitación. Podía ver su cabello algo desaliñado con algunas gotas de sudor chorrear por sus mejillas. Mientras empujaba más su gorda verga dentro mío, yo emitía pequeños gemidos y cerraba mis ojos dejándome llevar por esa sensación de placer y realización. Él me agarraba la cara con una mano y me pedía que lo mire a los ojos. Yo me perdía entre el placer y la firmeza de su mirada, el deseo que emitían sus ojos cafés y su piel trigueña que me decían que él era mi dueño y yo tenía la obligación de hacérselo saber. En mis fantasías el me metía su verga entera y yo solo gritaba de placer dejándome derrumbar por ese mástil que deseaba dentro mío a cualquier precio. El dolor se convertía en placer con su firmeza, su verga me desarmaba, me dejaba indefenso, me sometía, pero esa sensación era la que me hacía sentir deseado y con ganas de ser suyo por siempre, de tenerlo dentro mío por toda la vida y de ser suyo en cuerpo y alma. Él me llenaba el culo con toda su leche y yo solo gemía, feliz de recibir aquel manjar en mi anito y de ser premiado con su semen. Él agarraba un poco de su leche con sus dedos y me los daba de probar. Yo me metía todos sus dedos a la boca y los chupaba hasta no dejar ningún rastro de ese delicioso manjar. Y mientras lo hacía me corría como nunca antes lo había hecho, chorros de mi semen caían sobre mi vientre, pecho e incluso sobre mi cara. Estaba en el paraíso. Eso era lo que quería. Lo necesitaba y estaba dispuesto a hacer lo que sea por conseguirlo.

Me termino de correr y estoy agotado. Mi culo ha explotado del placer junto con mi pene y no dejo en pensar en lo tonto que fui por no darle mi número real a mi hombre. Debí haber sido menos miedoso y someterme por completo. Esos pensamientos solo me hacen calentarme más y busco otra cosa para meterme por el culo, algo más grueso. Y así seguiré hasta acostumbrar mi culo a las cosas gruesas. Así por fin disfrutaré de mi hombre en todo su esplendor. Encuentro un pequeño martillo entre las herramientas de mi papá. El grosor es perfecto y la forma es la de un dildo, me pongo más caliente y vuelvo a recordarme allí ,one en su habitacion. Ensostén y tanguita, sometido completamente a sus deseos. Fui su putita, tuve toda su leche en mi cara y eso me hacía sentir muy feliz. Todos estos recuerdos me excitan demasiado y vuelvo a masturbarme con esa imagen.  Nuevamente, siento que mi culo cobra vida y me pide a gritos que me arrastre a ese desconocido que ha cambiado mi vida completamente y entonces lo comprendo. El placer está tomando control sobre mí y sigo masturbándome. El mango del martillo dolió al inicio pero cada vez lo gozo más y más. Ahora me queda claro al 100%. Entro al baño, me ducho y salgo de la casa. Tomo el bus. Llegó al centro comercial. Entro a aquella tienda y busco algo sexy. Me encanta el rojo, es un conjunto y calculo que sí me quedará. Es atrevido pero a la vez se ve elegante. Cuesta un montón pero valdrá la pena. Pago en caja y pido papel de regalo para que piensen que no es para mí. Me pongo muy nervioso, pero realizado. Tomo el bus de regreso. Durante todo el camino solo pienso en lo que acabo de comprar, me imagino siendo cogido en él, me excita la idea. Estoy decidido a dar el paso. ¿A él le gustará?