Dominado

Os cuento seis experiencias reales con seis chicas en las que me sentí dominado por ellas.

DOMINADO

Buenas. Me llamo Rodolfo. Quiero contarles todas mis experiencias que como verán son todas reales o casi reales.

Para empezar he escogido seis historias que según mi opinión están ligadas entre sí porque me sentí dominado por seis mujeres.

Tenía 22 años y me invitaron a un cumpleaños que era una fiesta de disfraces. Había una chica llamada Montse de cabello castaño oscuro, minifaldera y muy maciza. Iba disfrazada de novia, es decir arrastrando el vestido por el suelo y llevándose por delante las huellas de los pies y los restos de las bebidas. La chica tenía fama de ser muy fresca por la forma en que te miraba y esas faldas tan cortas que llevaba. No me acuerdo como pero el caso es que bailé con ella y terminamos sentados juntos charlando en un rincón. De pronto vino un amigo muy bromista que nos hizo levantarnos y nos casó ahí mismo y para finalizar dijo:

Bueno y para finalizar que los novios se besen pero primero el beso del cura...

Cuando llego la hora de irse Montse me pidió que la acompañara hasta su casa que estaba a unos doscientos metros de allí. Durante el trayecto la ayudaba sujetando la pesada falda. Cuando ya estábamos en su portal me dijo:

Espera no entremos todavía.

Estaba claro que quería guerra.

Se puso a chuparme el dedo índice. Pero ella no podía más me arrastro a un lugar muy oscuro. Se levantó un poco ese faldón y me dijo:

Fóllame.

Me bajé los pantalones y los calzoncillos y lo hice a pesar del bastante frío que hacía. Estaba empapada y jadeaba como una bestia. Noté sus contracciones. Yo pretendía esmerarme y creo que lo hice demasiado.

Ay vale basta. Ha estado muy bien pero ya estoy cansada – me dijo.

Así ella creo que se había corrido y yo no. Al llegar a casa lógicamente me hice una paja monumental. Pero aquello me molestó mucho.

Tenía 26 años y una de las cosas que más me gustaba era tener sexo un día con resaca pero la verdadera oportunidad la tenía mientras bebía esa misma noche puesto que entonces vivía con mi padre y no podía llevármelas a mi casa. Recuerdo a una chica llamada Laura yendo los dos por la calle Huertas. Los dos habíamos bebido mucho y estábamos lo que se dice borrachos. Ella se me declaró. Terminamos en una esquina solitaria. Le desabroché los botones de la camisa y le metí mi mano por allí. No llevaba sujetador y sus tetas carnosas y heladas me provocaron una erección. Terminamos metiéndonos en el coche de un amigo y se volvió a repetir la historia de Montse. Laura se levanto la falda, se bajo las bragas y se sentó sobre mí.

Necesito una buena polla- me dijo.

Pegué mi aliento a su nuca y le metí mi polla dura.

No te me corras eh. No me jodas cariño que sino voy a pensar que eres maricón- me dijo.

Y así estuve hasta que se corrió ella. Y no me dejo a mí. ¡Vaya jodienda!

Tenía 27 años cuando conocí a una chica llamada María que debía ser la reina de las calientapollas. Una de esas noche iba como siempre bebido y ella se me insinuó pero no me di cuenta. A la semana siguiente cuando lo quise intentar ya me tenía atrapado. Pasé así dos horribles meses yendo detrás de ellas hasta que una noche que la acompañe a su casa me dejó acariciar sus pezones y lamer sus tetas. ¡Estaba completamente loco por ella!

Ahora puedes desabrocharme la bragueta y acariciarme con suavidad ahí dentro- me dijo.

Llevaba unos pantalones vaqueros. Le bajé la cremallera y le desbotoné un botón y como un perrito faldero metí la mano por sus bragas empapadísimas. Le acaricié el clítoris. La chica eyaculaba. No me dejó hacerle más. Y me marché reprimido.

Como nos gusta a las mujeres tener a un tío detrás- me dijo con ruindad.

Cuando tenía 28 años salí con una chica llamada Natalia. El caso es que no conseguía hacer nada con ella. Ni siquiera un mal beso. Y lo único que hacía era repetirme que estaba enamorada de un amigo mío.

Recuerdo que fui a la boda de su hermana Aída, que se casaba con un chico mulato, creo que brasileño.

Un día fui a casa de Natalia y daba la casualidad de que estaba Aída. Su marido estaba de viaje. No recuerdo como fue pero Natalia se marchaba una hora para devolverle un libro a una amiga y Aída y yo nos quedamos solos.

La hermana empezó a hacerme preguntas embarazosas.

¿Te has acostado con mi hermana?- me preguntó.

No – le dije-

¿No haces nada verdad, ni siquiera la tocas?

No.

¿Y quieres tocarme a mí?.

Me quedé cortado sin decir nada.

Me cogió de la mano y me llevó a la cama de su hermana. Nos desnudamos y me la follé. Esta vez si que echamos un buen polvo. Me corrí dentro y temí pues...

No te preocupes- me dijo sonriente.

Cuando me iba a marchar me dijo:

Oye no le cuentes esto a nadie no la vayamos a joder.

Me di cuenta de que yo no había follado con ella sino ella conmigo.

Con 37 años, hace poco, un amigo mío llamado Pedro me contó que le habían invitado a una fiesta y que iban a ir dos chicas que estaban muy bien. Me dijo que desde que estaba casado jamás antes había vivido una sensación tan erótica como cuando accidentalmente le paso el brazo por la cintura de una de las chicas. Fue por esta razón por la que ella le invitó y de paso le pidió que viniese acompañado de un amigo para la otra chica.

Ambas chicas tendrían unos 30 años y estaban muy bien. De cabellos largos y vestidos sexys.

Nos fuimos los cuatro a una habitación. Vi como mi amigo se follaba alocadamente a su "accidentada" amiga. Pero me parece que yo no tuve tanta suerte. La chica se llamaba Ana y me dijo:

No me toques sin que yo te lo digo.

Me volvieron las paranoias de hace 10 años.

Ahora me dejo que me metas dos dedos por el chocho.

Era una perfecta ama.

Yo no soy un sumiso – le dije silenciosamente.

Tú a callar y a hacer lo que yo te diga.

Me fije en el polvazo que se estaba pegando mi amigo. Ana se levantó el traje de noche y le metí los dedos que ella quería. Al mismo tiempo saqué mi miembro y me puse a pajearmela.

Hasta ahí y no hagas nada más- me dijo.

Ella se puso a menearse y a respirar agitadamente hasta que se corrió. Vi como la otra pareja terminaba agotada. No conseguí eyacular.

¿Qué tal lo has pasado?- me dijo mi amigo.

Bien- le contesté.

Tenía 25 años cuando estuve en el hospital. No era demasiado grave. Había una enfermera alta. Delgada y rubia teñida que se ocupaba de mí. Recuerdo el sorpresón que me llevé. La vida siempre es imprevisible. Creo que se llamaba Ruth. No había hecho nunca nada que me pareciera excitante como rozarse contra mí o así. El caso es que estando yo en la cama va y me dice:

Méteme mano.

Dicho esto cerró la puerta. Por supuesto lo hizo cuando ya estaba muy recuperado.

Fue hacia mí y esta vez si que se me echó encima como si estuviera auscultándome o algo así. Estaba tan salido que le metí el dedo en el culo. Sentí esa viscosidad que me encantó. Ella me cogió uno de mis pies que estaba helado, se quito la bata, se quitó el sujetador y salieron dos senos de locura que nunca olvidaré y se los metió entre ellos haciéndose una cubana.

Y ahora te levantas me bajo las bragas y me la metes por el culo y si tienes fuerzas me das una paliza cosa que dudo porque estás hecho un cacho maricón- me dijo.

No salía de mi asombro de lo que me decía aquella ninfómana loca.

Hice lo que me decía y era la primera vez que hacía aquello. Ella ya venía preparada y me parece que lo practicaba diariamente porque entraba fácilmente pero a mí me dolía. Al mismo tiempo ella se masturbaba y se metía dedos. El caso es que yo no llegué a correrme.

A esta mujer me parece que la terminaron echando oí decir. Tenía fama.

Bueno estas son las historias que tuve y que como ya dije me sentí dominado y sin poder disfrutar de verdad.

Próximamente os contaré más pero eso sí algo diferentes.