Dominado a distancia. Parte II

Temática BDSM, femdom, con escenas de sexo, humillación, feminización y dolor.

JUEVES

Cansado de la semana Zander se despereza lentamente, sin muchas energías. La experiencia del día anterior le ronda por la cabeza, en parte avergonzado por lo que hizo, en parte orgulloso y feliz de haberlo hecho. El día será diferente pues hoy no puede jugar ya que debe terminar de preparar la reunión de mañana. Es extraño, se alegra del descanso porque lo necesita, pero a la vez le invade un sentimiento de nostalgia y tristeza por aquello que se está perdiendo. Sale de casa aún enfrascado en esas cavilaciones, distraído y meditabundo, no se da cuenta hasta que llega a la oficina de que ella le ha escrito. Soprendido mira lo que le ha enviado, esta vez no hay ningún mensaje, solo fotos. Excitado tiene que obligarse a dejar de verlas y centrarse en el trabajo, aunque no resulta fácil olvidar las imágenes en las que su Ama aparece masturbándose.

Durante toda la jornada recibe cinco imágenes cada dos horas, sin falta, sus favoritas son las más fectichistas. El día pasa rápido, de nuevo ha conseguido tenerle pensando en ella y alerta, aunque esta vez no haya tenido que hacer nada. Se deleita con las fotos cuando sale del trabajo, no tiene prisa por verlas y las devora. Le empieza a resultar duro llevar la jaula, no solo por las molestias que le ocasiona al excitarse sino por la imposibilidad de dar salida al deseo acumulado. Casi como si meditara intenta quitarse las imágenes de la cabeza y calmarse, al menos lo hace hasta que vuelve a recibir un mensaje. Esta vez es solo una foto, ella aparece vestida con una falda de cuero negro; un corsé morado, del que parece que sus tetas van a desbordarse en cualquier momento; medias de rejilla; tacones infinitos y un largo y pesado flogger de cuero negro. Elegante a la par que lascivo, el conjunto mezcla regalos que él la ha hecho.

Mascota, hoy tienes que ir a hacer la compra, coge lo que te mando en este lista y lo que necesites.

Cuando vuelvas repasa la presentación de mañana con calma y avísame.

—¿Seguro que has acabado? Porque has acabado muy rápido.

—Sí, Ama, he tardado poco en comprar y he dedicado una hora a la presentación.

—Me alegra que lo hayas hecho, así tenemos tiempo de jugar un ratito. Prepara un baño caliente, desnúdate, quítate la jaula y métete, quiero ver cómo lo haces.

A través de videollamada Jade observa cómo Zander se va desnudando, despacio frente a la cámara, exhibiéndose para ella. A los pocos segundas de retirar la jaula, su polla empieza a endurecerse, preparando su propio móvil Jade le sigue a la bañera, una vez se mete él ella activa su cámara. Mientras se relaja en el agua caliente ve a Jade desnudándose para él, revela su cuerpo mientras lo toca, dándose placer a sí misma. Suspira aliviado al tener una erección por primera vez en días, libre y sin dolor. Atento observa agarrándose a los laterales de la bañera, teme no poder controlarse si los acerca más a su cuerpo. Gimiendo Jade toca sus pechos, pellizcando sus pezones con fuerza, como a cámara lenta acerca uno a su boca y lame su propio pezón. Conteniendo la respiración Zander la mira, deseando hundir la cara entre sus pechos y lamerlos hasta hacerla gritar de placer. Obnubilado se acerca más a la pantalla, para poder ver de cerca cómo baja las bragas por sus piernas, acariciándose por el camino mientras le mira directamente a los ojos. Con las piernas abiertas empieza a tocarse despacio al principio, abriendo sus pliegues, exponiendo su coño ante sus ojos. Con los dedos mojados vuelve a tocarse los pezones, los chupa antes de meterlos de nuevo en su interior, gimiendo cada vez más alto. Escucha el chapoteo de sus fluidos más fuerte, se machaca el coño amuentando el ritmo más y más. Conteniendo la respiración aguarda a que termine, conteniendo a duras penas sus impulsos.

Espero que hayas disfrutado de tu relajante baño, sin demasiado relajo… Vuelve a ponerte la jaula en cuanto se te baje y cena lo que te he pedido que compres.

Por cierto, te sugiero que aproveches para ver mientras la serie que te dije el otro día, te resultará divertida auqnue no sea muy realista…

VIERNES

Cuando Zander se despierta ya tiene el primer mensaje de Jade ahí, esperando por él, le desea suerte con la presentación y le avisa de que hasta que no acabe no podrán hablar. Agradecido se dispone a empezar el día pensando que la compensará por ser tan comprensiva y cuidarle tan bien.

Cuando termina a mediodía la avisa y de nuevo empieza a mandarle tareas. Aprovechan parte de la tarde pues él ha quedado a cenar. Como el resto de la semana se esfuerza por complacerla y dar lo mejor de sí, esta vez no le tortura con ejercicio ni le hace bailar, juega con él estimulando su imaginación, haciendo que suplique por quitarse la jaula para desfogarse.

Tenemos que dejarlo aquí, mascota, debes descansar un poco y arreglarte para tu cena. Quiero un mensaje tuyo cada hora, a ser posible acompañado con foto, con una peticion o deseo para la proxima vez que estemos juntos.

A las 21:30 Zander aparece en el restaurante en el que ha quedado, lo primero que hace es escribir a Jade para avisarla y la manda una de sus peticiones: que le torture con dolor y sexo hasta volverle loco. Mientras charla tranquilamente con sus amigos escucha una voz que el resulta muy familiar, se gira y busca a la dueña con la mirada, temiendo lo que pueda encontrar. Tac, tac, tac. El sonido de sus tacones retumba en su cabeza, la siente antes de verla, caminando hacia una mesa enfrente de la suya. Está espléndida, vestida con una falda de cuero muy ajustada, un corsé underbust también negro, una camisa blanca escotada, medias negras con raya atrás y los tacones más altos que la ha visto ponerse jamás. Atrayendo muchas miradas se sienta a la mesa, allí le espera otra mujer, va con unos pantalones de cuero ceñido, un body de encaje negro sobre tela color crema, con el que parece estar semidesnuda y al cuello un colgante con dos esposas, de pequeño tamaño, unidas al centro. Dios mío, piensa, rezuman poder y sensualidad por todas partes. No tiene duda de que ella también es dómina.Cuando Jade se sienta, de cara hacia su mesa, sus miradas se encuentran y, al hacerlo, ella le guiña un ojo y se gira para hablar con su amiga.

No es tan tonto como para pensar que es casualidad que ella esté justo ahí, pero se pregunta cuál es la finalidad. Pasa la velada azorado, temiendo que una mirada le delate y sin poder quitarle los ojos de encima durante mucho tiempo. Por suerte para él no es el único, sus amigos tampoco pueden evitar mirar. Le resulta extraño verla con una actitud tan agresiva, buscando llamar la atención, ni siquiera en un ambiente BDSM la ha visto actuar así y, sin embargo, aquí está, coqueteando con él a distancia de forma más que evidente.

Dime una cosa, mascota, has bebido demasiado o ha sido vernos lo que te ha hecho olvidar tus obligaciones?Como premio vas a ir al baño, te quitarás los calzoncillos y los guardarás en el bolsillo de tu abrigo

Date prisa.

Como un resorte se levanta al baño tras leer el mensaje, más avergonzado por haber olvidado su tarea que por el pequeño castigo. Algo nervioso por si se le nota, vuelve a la mesa, procura no mirarla mientras lo hace, lo que es difícil ya que por el rabillo del ojo ve cómo ella no le quita el ojo de encima mientras sonríe mordiéndose ligeramente el labio inferior. De inmediato se excita, esa es la misma cara que pone cuando disfruta provocándole dolor. Durante un rato la observa a escondidas e imagina que, agarróndole de la ropa, le obliga a seguirla hasta la barra, donde le sube y azota delante de todo el mundo. Antes de que vuelva a pasar el tiempo y se olvide, le manda un mensaje con esa última fantasía apartando la vista en cuanto ve que ella coge el móvil.

Debe haber algo en el ambiente porque no eres el único que esta fantaseando con eso ahora mismo, te espero en el baño en 10 min.

Sin quitarla el ojo de encima la observa mientras se levanta y avanza hasta la barra justo antes de que expiren los diez minutos. Impaciente va hacia el baño y espera unos segundos hasta que ella aparece. Se acerca a él y sin tocarle se acerca a su oído izquierdo, respirando sobre su cuello. Al instante su piel cobra vida erizándose, su aliento cálido parece penetrar por cada poro de su piel. Embriagado por su olor cierra los ojos y disfruta la sensación, ella mueve la mano, como si la bajara desde el cuello hasta la entrepierna, tal es su concentración que la siente aunque no le toque. Tan rápido como ha llegado desaprece engullida por el bullicio del local.

Casi temblando por la excitación regresa a su mesa intentando aparentar normalidad. No puede quitarsela de la cabeza ni dejar de mirarla sin preocuparle lo que pueda pensar nadie. Pero antes de tener la oportunidad de escribirla de nuevo, ella paga y se prepara para irse. Con cierta nostalgia por no irse con ella respira en parte aliviado cuando la tensión de la noche empieza a abandonarle, hasta que ve cómo se acerca a su mesa.

—Un placer conocerte, guapetón —le dice mientras le pasa una nota doblada por la mesa antes de irse.

Tienes el resto de la noche libre, Disfrútala..

Estoy deseando que llegue el domingo.

—¿Eso que llevaba en la mano era un minilátigo? —pregunta con los ojos abiertos uno de los amigos de Zander.

SÁBADO

Tras despertarse Zander se queda holgazaneando en la cama un rato, no puede creerse que su Ama apareciera ayer en el restaurante. Relee la nota que le dio anoche, está ansioso por que el tiempo de descanso acabe, aún no tiene noticias de ella. Después de la semana que han pasado ya no puede sorprenderle, no duda de que acabará el día cansado y dolorido, piensa que quizá ella aparezca hoy en vez de mañana. Convencido de que no le va a pillar desprevenido por fin se levanta y se pone a hacer cosas.

Preséntate a las 18:00 en esta dirección, no llegues tarde. Dúchate antes y ve bien aseado, no te pongas cualquier cosa, y deja en casa la ropa interior. Te sugiero que vayas descansado. No olvides a quién perteneces. Espero que me dejes en buen lugar.

Un escalofrío le recorre el cuerpo erizándole la piel, con la boca seca por la impresión lee el mensaje una segunda vez. Las preguntas se amontonan en su cabeza: ¿dónde va a ir? ¿Qué va a hacer allí? ¿Estará ella allí? ¿Será una prueba? ¿Y si ella no está? No vuelve a saber más de ella en todo el día.

De nuevo está como el primer día, con dudas, con miedo, ansioso por descubrir lo que va a ocurrir, excitado ante la idea de no saber qué ocurrirá. Se va poniendo más nervioso a lo largo del día, nada comparado con lo que siente al llegar a su destino y tener que llamar a la puerta. El morbo y la excitación se apoderan de él en esos últimos segundos en los que todo es posible. «Pasa», es todo lo que escucha antes de que se abra la puerta. Con el corazón disparado por los nervios, mirando hacia todos lados, se da cuenta de que está en una mazmorra. Es un piso diáfano y luminoso, decorado en tonos grises y verdes, nada que ver con los típicos rojos y negros de otras mazmorras. Ante él se encuentra la dómina que estaba con Jade en el restaurante, ya no le cabe duda de lo que es por la forma en que le mira. Lleva un catsuit negro de látex, realmente brillante, con un gran escote a la espalda en forma de lágrima con tiras negras entrelazadas.

—Jade ya me ha puesto al día sobre tus límites, usarás «rendición» como palabra de seguridad, ¿estás conforme con ella?

—Sí, Señora —contesta firme con un deje de miedo en la voz.

—Muy bien, sé bueno y lo pasaremos bien, pero ten en cuenta que cualquier insubordinación recibirá un castigo. A mí me gusta el protocolo, no hablarás sin mi  permiso, mirarás al suelo salvo que te diga lo contrario y sobre todo no me tutearás. ¿Entendido?

»Ahora sígueme, me han dicho que llevas un cinturón de castidad, deberás dejártelo puesto. Desnúdate y deja aquí la ropa —dice señalando un perchero—, cuando estés listo ve hasta la cruz. Por supuesto mientras dure la sesión caminarás a cuatro patas y esperarás siempre de rodillas, nada de ponerte en pie.

Con dudas Zander se desviste lentamente, Jade siempre ha dicho que nunca le cedería a pesar de las insistencias de él. Siempre ha tenido esta fantasía, someterse tanto a ella como para disfrutar sirviendo a otra persona por orden suya. Pese al miedo, cuando se queda desnudo y se arrodilla, un subidón de adrenalina le invade. Respira hondo y comienza a moverse, se dice a sí mismo que puede hacerlo y no deja de pensar en ella, en la mirada de orgullo que tendría de estar aquí delante. Su aprobación y felicidad son lo más importante así que decidido espera ante la cruz de San Andrés, de rodillas, con las manos tras la nuca y la mirada baja.

—Buena postura, se nota que tu Ama te ha enseñado bien. Soy sádica y me gusta la humillación, no va a ser una sesión fácil, deberías irte ya si crees que no vas a estar a la altura. Si te quedas lo pasarás mal, te llevaré hasta el límite, tu Ama me ha dado plena libertad contigo, a excepción de la jaula. Si decides quedarte levántate y ven.

Sin pensárselo, se levanta y se coloca de pie ante la cruz, con la convicción de que si su Ama lo desea, él podrá hacerlo. Empieza a azotarle con una pala, va subiendo la intensidad, como si le calentara. Pasa a la fusta y el dolor aumenta, no le da tregua, exige cada vez más. La vara desde el principio se le hace dura, gritando aguanta cada golpe, pero ella sigue implacable. Es tan dura como Jade, pero a la vez peor, no hace más que aumentar su agonía sin darle respiro, llevándole tan alto y rápido como pueda. Con el flogger se retuerce, es un dolor distinto al de la vara, más excitante, lo aguanta mejor. No tarda en retorcerse y volver a gritar, extenuado respira hondo cuando ella parece parar. No lo hace, vuelve a azotarle, aún más fuerte, con un flogger distinto, tras el quinto golpe él suplica clemencia.

Cuando le libera le obliga a subir a una camilla metálica, parecida a la de los veterinarios, pero más larga, allí juegan durante un rato. En los extremos hay dos cuencos grandes de plástico, uno vacío y otro con pinzas, debe trasladar todas las pinzas, una a una, con la boca. Por supuesto no resulta fácil hacerlo, no con ella azotándole o friéndole con la varita de la TENS e instándole a ir más rápido. Hace lo que puede, pero continuamente escucha el sonido de las pinzas chocando contra el suelo. Ha perdido ya la cuenta de lasa pinzas que ha cogido cuando ella le agarra desde detrás por los testículos y tira, un quejido escapa de su boca antes de recordar que debe sujetar la pinza. Suena una alarma indicando el fin del juego, para ese momento solo ha sido capaz de trasladar 10 pinzas, el resto siguen en el cuenco o tiradas por el suelo.

—Veamos, se te han caído ocho pinzas y en el cuenco quedan otras siete. Como te dije antes, el precio por perder serán ocho latigazos y las siete pinzas que se quedaron en el cuenco te las pondré en los testículos  y ya veré cuándo te las quito.

Coge aire y espera, preparado para el último azote, un susurro le hace creer que ya viene y se tensa, falsa alarma. Cuando se relaja ahí está, un dolor insoportable atraviesa su cuerpo. Nunca le habían azotado con un látigo y no está seguro de que quiera repetir, es extremadamente doloroso, sin duda tendrá marcas durante días. Nunca hubiera imaginado que estaría tan cerca de rendirse en tan poco tiempo.

—Bien hecho, no pensé que aguantarías tanto, tu Ama tiene mucha suerte de tenerte. Vas a tener que esperar un rato, está a punto de llegar una visita, quédate quieto y no hables —dice soltándole de la cruz y llevándole hasta un rincón donde le esperan un cojín y un collar atado a la pared.

Horrorizado abre los ojos al darse cuenta de que no es un cojín normal, el relleno tiene algo duro, como si fueran pequeñas piedras, que se clavan en sus rodillas. La cadena que sujeta el collar tintinea con cualquier movimiento, alertando a quien lo oiga. Cuando escucha la puerta abrirse se queda muy quieto, por el rabillo del ojo distingue los zapatos de un hombre y siente a la vez decepción y vergüenza. La esperanza de que la visita fuera de su Ama se desvanece y se encuentra desnudo y encadenado ante un desconocido que no puede ni mirar.

—Vaya, qué perro más obediente tienes aquí —dice el desconocido dándole una palmadita en la cabeza.

Azorado y humillado cierra los ojos, imaginando que es su Ama quien le habla, se concentra tanto que no escucha ni la conversación que están teniendo ante él. Segundos o minutos después, no lo sabe,  abre los ojos y ante él ve un comedero de perro lleno de agua. Tenso se queda mirándolo, está muerto de sed, pero ni en broma quiere beber de ahí, sabe que si lo hace le oirán y no puede soportar que le vean. Inquieto se remueve un poco, el cojín resulta doloroso, el dolor de las pinzas ha empeorado mucho al no pdoer abrir las piernas para relajar la presión, y no ve el momento de poder moverse. Apretando los dientes se dedica a contar, como forma de evadirse del dolor, setenta y ocho, setenta y nueve, ochenta…

—Tienes pinta de tener sed, perro, deberías beber —la voz del hombre interrumpe su recuento—. ¡Te estoy hablando! —brama, agarrándole del pelo y obligándole a echar hacia atrás la cabeza, para que le mire.

—Nn… ¿Puedo hablar, Señora? —recuerda preguntar antes de terminar la frase.

—Adelante.

—Gracias, Señora. Estoy bien, no tengo sed, pero gracias por el agua —contesta mirando al hombre a los ojos.

—Bebe. —Con la mano aún agarrándole por la cabeza le obliga a doblar el cuerpo y agacharse, poniendo su boca a escasos centímetros del agua.

Inútilmente se resiste durante unos segundos, pero el hombre mantiene el agarre firme, humillado y sediento cede y empieza a beber, tarda un rato en saciarse. Cuando se incorpora de nuevo el hombre se ha ido, un reguero de agua resbala por su pecho y barbilla aumentando su humillación.

Semitumbado sobre un columpio sexual de cuero, atado al techo, está totalmente inmovilizado: con las piernas abiertas y completamentes extendidas y los brazos sobre su cabeza. La cabeza envuelta en una capucha de cuero, que incluye mordaza, también está sujeta, impidiéndole desviar la vista de la mesa auxiliar que tiene delante. Sobre ella hay varias hileras de agujas envueltas, a cada cual más grande, algodones y alcohol. Empieza a removerse y decir «no» a través de la mordaza, pero es inútil, apenas consigue articular un sonido entendible. El miedo se apodera de él, siempre ha tenido fobia a las agujas, ha sido su límite durante años, hasta que decidió dejar que Jade lo hiciera, si quería, pero nunca lo ha hecho. Procura respirar y calmarse, si ella lo quiere así, lo hará, no la decepcionará.

—Se te ve asustado, ya me dijo Jade que tendrías ese problema. Aunque también sé lo mucho que disfrutas de esta práctica, especialmente cuando te ponen muchas juntas y ves la sangre gotear al retirarlas.

Aterrado ve cómo esteriliza la piel del interior de su muslo derecho y cómo empieza a desempaquetar la primera aguja. Empieza a negar con la cabeza desesperado, casi en pánico.

—Empezaré por el muslo e iré subiendo, pondré cuatro de estas en los testículos, quedarán estupendas con la jaula. Sé que estás deseando probarlas también en los pezones, dado que te has portado tan bien te daré el gusto de perforártelos, cuando lo pruebes querrás que lo haga de nuevo.

Paralizado ve con horror cómo ella se acerca aguja en mano, no puede entender cómo Jade ha dejado que pase esto, no puede creer que ella deje que alguien que no le conoce le haga esto. Reacciona y recuerda que al atarle ella le puso un pequeño interruptor en la mano que soltaba un pitido al apretarla, para acabar con esto solo tiene que pulsar un botón. Decepcionado consigo mismo por no haber llegado hasta el final, decepcionado con Jade por haberle puesto en peligro, lo aprieta desesperadamente una y otra vez. Al momento ella deja la aguja y se acerca a soltarle, le habla y toca con cariño, aunque no atina a entender las palabras que salen de su boca.

—Has tardado mucho en pararme, ya era hora de que lo hicieras —le repite sonriendo.

Aún aturdido no es capaz de comprender lo que quiere decir con esa frase, jugueteando con su cuerpo ella le va calmando y le hace volver a la realidad. Cuando cree que ya está listo deja que se vista y que se vaya.

Nada más cerrar la puerta a sus espaldas, Jade le llama y le pregunta cómo está. Oír su voz le alegra y le calma, la necesita. Hablan durante unos minutos, ella no da ninguna explicación, ni hace preguntas sobre la sesión, tan solo quiere saber cómo se encuentra.

—Te acabo de pedir un cabify, te recogerá en un par de minutos y te llevará a casa, date una ducha y descansa, te veré mañana —dice ella antes de colgar.

DOMINGO

Zander se despierta sobresaltado preguntándose qué le ha desvelado, se siente cansado y dolorido y se da la vuelta para seguir durmiendo. Sintiéndose a gusto, calentito y reconfortado vuelve a despertarse, con la bruma aún disipándose de su mente, la siente. El peso sobre la cama, su olor, el calor que desprende su cuerpo, lentamente abre los ojos y ve a Jade recostada a su lado, mirándole. Feliz, como no lo ha estado en toda la semana, se acerca a ella y deja que sus brazos le envuelvan. Es curioso cómo ambos llegan a necesitar esa intimidad, su apetito se complementa en una perfecta simbiosis.

—No ha sido la semana que esperaba, pero ha sido maravillosa. Gracias por estar aquí, Ama, ahora me doy cuenta de lo duro que habría sido esperarte durante horas.

—No vine ayer porque necesitabas tiempo para recuperarte y asimilar lo que había pasado, pero yo tampoco podía esperar más. Quiero que sepas que estoy increíblemente orgullosa de ti, te has esforzado como nunca en servirme esta semana y lo que hiciste ayer es más de lo que esperaba de ti.

—¿Sabes todo lo que hice ayer? —pregunta Zander tenso, aún luchando ante los sentimientos que le provoca lo ocurrido con las agujas.

—Vi todo lo que hiciste ayer, pequeño, te dije en su día que no te iba a ceder si no estaba contigo, ¿acaso crees que había cambiado de opinión?

—¿Qué? —pregunta Zander con los ojos abiertos como platos—. ¿Cómo que me viste? No lo entiendo, allí no había nadie… solo un hombre… y estoy seguro de que no eras tú.

—No, no estaba allí porque tú debías pensar que estabas solo, pero lo vi todo en streaming, por mucho que quisiera darte tu fantasía no iba a consentir en hacerlo sin estar presente de alguna forma. Y ten por seguro que no lo haré.

»Llevaba mucho tiempo preparando ese encuentro con Roxy, el viernes te estuvo estudiando, aprendiendo de tus reacciones. Fue muy divertido la verdad. Por supuesto ella no hizo nada que no hubiéramos pactado antes, tardaste mucho más de lo que pensaba en negarte con las agujas, realmente me sorprendiste. Roxy estaba a punto de parar ya… reamente lamenté no estar allí en aquel momento, estabas temblando.

De inmediato Zander se sienta, mirando con cara mitad sorpresa mitad enfado a Jade. Farfulla boquiabierto como si no supiera qué decir.

—Serás cabrona —exclama al fin.

—Sí, lo soy, ¿acaso no es eso lo que tanto te gusta de mí?

»No, no hables. Necesitabas eso, ver que no pasa nada por decir que no, por mucho que queramos hay cosas que siempre nos van a superar, puede ser un día malo o una práctica o mil razones más. Y llevas mucho tiempo pidiéndome que te ceda o que use las agujas porque te mueres por demostrar tu sumisión cada vez con más ahínco, casi sintiéndote rechazado cuando no lo hago. Debías aprender que no necesito ponerte agujas para verlo ni necesito llevarte más allí del límite, lo creas o no, lo que haces es suficiente. No usaré las agujas contigo, aunque pueda, hasta que no vea que estas preparado para ello. Sé que puedes afrontar tus miedos por someterte a mí y lo valoro por encima de todo y es precisamente por eso por lo que no lo hago, tu disposición sincera es tan fuerte como el hecho de hacerlo.

Zander se queda meditabundo mientras Jade se levanta a preparar el desayuno, reflexiona sobre sus palabras. Se siente aún ligeramente enfadado por haber pasado tan mal trago «para nada», pero comprende el porqué y lo comparte. Dejando atrás esas sensaciones, va al salón siguiendo el olor del dulce.

—Tengo que preguntarlo, me puede la curiosidad, ¿cómo narices has entrado en mi casa?

A carcajadas Jade confiesa cómo el día que él le dijo durante una de sus visitas que podía coger cualquier cosa de su casa, en aquel momento refiriéndose a otra cosa, ella lo tomó de forma literal y discretamente se llevó el juego de llaves de repuesto para sorprenderle algún día.

—Bueno, vale, me alegra que lo hicieras, ¡pero eso fue hace semanas! ¿Cuánto llevas planeando esto? Y ya que estamos… Entiendo que el viernes fuiste para que ¿Roxy has dicho que se llama? me viera, pero…

—¿Quieres saber a qué vino la puesta en escena? Está claro, quería que se notara o, al menos, intuyera, que éramos dóminas. Y, por si te lo preguntas, sí, quería que lo notaran expresamente tus amigos. Estabas indeciso acerca de contarles sobre tus gustos porque no estabas seguro de lo que opinaban del BDSM y cuál iba a ser su reacción. Bien, estoy segura de que ahora, más o menos, te haces una idea de lo que opinan, ¿me equivoco? Por curiosidad, ¿se lo contaste?

—Pues sí, al final se lo dije. Tardé un poco y no di muchas explicaciones, que me gustaba y lo había probado, aunque no dije que eres mi Ama. Bueno di más explicaciones de las que habría querido porque me frieron a preguntas, pero me alegra haberlo hecho, no deja de ser una parte de mí que, sin necesidad de proclamarlo, sí quería dejar de ocultar. En aquel mometo agradecí la escenita por la oportunidad que me dio, porque se lo tomaron con total tranquilidad, mucho mejor de lo que creía, pero no se me ocurrió que lo hubieras calculado tanto, a veces das un poco de miedo…

—¿Miedo yo? —dice Jade relamiéndose la nata de los labios—. Come, que quiero quitarte ya la jaula y darte muuucho miedo. Desde la foto que me mandaste estoy deseando follarte el culo durante horas hasta dejarte seco.