Dominadas por un vibrador remoto
Cómo un sencillo juego casero se convierte en la dominación más exquisita de Valeria.
Esto fue lo que Valeria, una chica que conocí e intimé, me contó
"Estábamos en primer semestre de universidad, en donde por la relativamente baja carga de estudio, teníamos tiempo de salir, bailar, y a veces, reunirse y jugar algún juego en la casa de alguno de nuestros amigos (especialmente los que venían de lejos, y vivían solos). Pues lo que cuento ahora me ocurrió, y solo pensarlo ya me pone caliente a más no poder.
Resulta que en una ocasión nos reunimos seis personas, entre las cuales éramos tres mujeres y tres hombres. Todo empezó normalmente, bebíamos unas cervezas, contábamos chistes, hasta que uno de ellos propuso jugar uno de esos juegos de penitencias a la suerte. Jugábamos al comienzo con penitencias sencillas: beber un trago completo sin detenerse, besar a alguien, incluso quitar alguna prenda cuando ya todos nos habíamos puesto algo calientes por el alcohol en la cabeza, perdí yo
El dueño de la casa donde estábamos, al que le gustaba bastante, dijo que era el momento de subir el tono del juego, y que quería verme realmente caliente. Creí que se refería al trago, pero en realidad su comentario era con otros propósitos. Me dijo que tendría que ponerme una prenda de ropa interior, y que no me la podría quitar durante toda la noche. Me pareció una sencilla penitencia, así que le dije que no había problema, y que dónde tenía la prenda. Me llevó a su cuarto, entre los chistes de nuestros compañeros, y en la oscuridad me entregó un panty, y me dijo que me tendría que quitar los que tuviera y ponerme éstos, pero que él se aseguraría que así fuera, aunque prometió que no miraría. Se dio la vuelta, y cuando me los estaba poniendo, sentí que la parte frontal tenía algo duro, que se me metía en la vagina. Le dije que cómo se quitaba esa parte, y el sin voltearse respondió que así era la prenda, que tendría que usarla porque había dicho que "era una penitencia muy sencilla". Me la puse, sintiendo una leve incomodidad que al rato pude ignorar (la prenda se sentía con algo duro en el frente, que se metía dentro de mi vagina). Me terminé de vestir, y le dije que había terminado, y volvimos al juego. Me preguntaron qué prenda nueva tenía, así que mostré la ropa interior que me había quitado; todos se rieron, y continuamos el juego.
Seguimos jugando, y las otras dos chicas perdieron, y el dueño de casa les hizo la misma penitencia. Notamos que los chicos reían con algo de malicia en cada una de esas penitencias, pero ninguna entendía muy bien qué tenían de especial esas prendas. Luego de un rato de juego, uno de ellos dijo que era hora de que cumpliéramos la promesa de no quitarnos la ropa interior, tal como decía la penitencia, y trajo tres controles remotos muy curiosos: solo tenían una especie de volumen en la mitad, y el botón de encendido. Les dijimos que no se preocuparan, que cumpliríamos la penitencia. Nos invitaron a salir un momento, a tomar un café en frente de la casa. Cuando ya habíamos salido, uno de ellos les dijo a los otros que era el momento de que conociéramos qué eran esas prendas tan curiosas, y encendieron al tiempo cada uno su control remoto. Cuál no sería la sorpresa de las tres, cuando sentimos que el objeto duro que estaba en el frente del panty ¡empezaba a vibrar!. Al principio, sentí un leve cosquilleo, que pronto empezó a convertirse en placer difícil de ocultar.
Observé a mis compañeras, las cuales se miraban entre asombradas y apenadas, y miraban ahora con cierta lascivia a los chicos. Ellos dijeron que fuéramos a tomar algo, apagaron los controles y todas las tres soltamos un suspiro, aunque ahora sí empezábamos a sentirnos calientes.
Fuimos a un sencillo bar en frente de la casa, y cada uno invitó a una de nosotras a bailar. Cuando estábamos en la pista, volvieron a encender el vibrador primero lento, pero a medida que bailábamos, aumentaban y disminuían la potencia, lo que hacía que sintiéramos oleadas de placer que al rato no podíamos disimular. Escuché a una de mis amigas lanzar un pequeño grito de placer, que se opacó gracias a la música, pero que igual no se ocultaba. Cuando ya no podía aguantar más el primer orgasmo, decidí besar al chico (el dueño de la casa) con quien bailaba, para así disimular más con la gente que nos rodeaba. Me pegué por completo a él, y aumentó la potencia del aparatico ese, de forma tal que el placer era explosivo, y sentía venir un orgasmo tras otro.
El morbo de la situación, estar rodeado por gente desconocida, sumado al placer que sentía a cada momento, me hicieron perder la cabeza, así que me besaba con furia con el chico, y parecía que mis dos amigas también habían perdido la cabeza. Luego de un rato de estar en este plan, apagaron los vibradores y caímos como rendidas, las tres, en las sillas del bar. Nuestros amigos trajeron bebidas, y nos dieron un profundo beso a cada una, y nos dijeron que aún no había acabado, pero que descansáramos un momento. Nos miramos las tres y nos reímos con algo de nerviosismo: ante la situación, todas estábamos dispuestas a todo. Cuando volvieron los chicos, hablaban entre sí, y el chico que tenía ahora "mi control", me propuso que fuera a pedir una bebida, que se les había olvidado. Cuando me acerqué al dependiente, sentí que encendían al máximo el vibrador, y mi cuerpo pasó de la relativa tranquilidad a un ardiente orgasmo, en menos de un minuto. El dependiente me observaba y sonreía, viendo como no podía controlar el placer y mis gestos me delataban. Me dieron como cinco minutos de "martirio", y cuando se detuvo, y levanté la mirada, el dependiente me observó y me dijo: "vaya, que buena noche tiene hoy, señorita.". Me di cuenta que otros tres hombres me observaban con lujuria; tomé la bebida rápidamente y volví a la mesa. Los chicos reían, mientras las chicas estaban con la mirada perdida, y claramente disfrutando el momento. Sin saber lo que hacían, las dos se miraron y se dieron un beso, para opacar el grito que las dos dieron, casi al tiempo, cuando llegaron nuevamente al clímax. Me di cuenta que lo habían apagado, porque se separaron y se miraron las dos con mucha vergüenza, pero muy calientes ambas. La situación era de control total: control que daba el placer. Nunca creí que el deseo de placer pudiera dar tanto control, como el que ahora tenían los tres chicos sobre nosotras.
Nos dijeron que saliéramos nuevamente, y accedimos sin hacer ningún comentario. En la calle lo encendieron varias veces: una de ellas al lado de un policía, al que tuvimos que besar las tres al tiempo, para que no nos denunciara a sus compañeros.
Finalmente volvimos a la casa de ellos, lo encendieron y nos pidieron que les hiciéramos sexo oral. Nunca lo había hecho, y creo que tampoco ninguna de mis amigas, pero estábamos tan calientes que todo lo que nos pedían era una orden que cumplíamos sin chistar. Varias veces me detuve, porque estaba sintiendo mucho placer, entonces sentía que le bajaban la velocidad (nunca lo detenían) y podía recuperar el ritmo. Al final, tuve un orgasmo al mismo tiempo que sentía que se me llenaba la boca de leche, la cual bebí toda, porque no podía controlarme a mí misma. Caí rendida, tal como estaba, acompañado de mi "verdugo" de toda la noche.
Al despertar, mi nuevo amo me dijo al oído: "lo repetiremos mañana, en clase. Lávalo con cuidado, y póntelo cuando vayas a clase". Prometí que lo haría
Y la aventura, continúa "
Gracias por cualquier comentario. Valeria se sonroja mucho al contarlo, pero a mí me parece fascinante