Dominada por primera vez

Que no es mío, que es de la guerrera.

Oí un grito proveniente de la sala de al lado que me hizo preocuparme al instante, en cuanto llegué vi café derramado por el suelo, inconscientemente pregunté - ¿estás bien? - a lo que una suave voz respondió – se ha roto el vaso... – en mi interior irrazonadamente sentía una ira incontrolada que no hacía más que aumentar y en mi mente no surgía otra palabra que ¡¡ tonto !!.Inmediatamente fui hacia al botiquín al ver un poco de sangre en el dedo pero una mano decidida me agarró de la chaqueta y me paró, a continuación, esa suave voz hizo callar mis pensamientos al decir – lámelo – yo, ignorándolo completamente me aparté y seguí mi camino hasta el armario de la cocina, pero cogiéndome desprevenida, él me agarró de la muñeca y me giró, de tal forma q acabé empotrada entre él y la pared. Indefensa y un tanto excitada, por la brusquedad y el calor que desprendía su cuerpo, intenté apartarlo con las dos manos pero rápidamente y casi sin darme cuenta las tenía cogidas por la suya. Volvió a repetirlo con un tono más seductor – lámelo – a lo que yo, con una mirada llena de furia, repliqué – no - ¿Por qué iba hacerlo? Él no me daba órdenes, orgullosa de mí, no pensé en la situación. Había replicado a alguien que me tenía sujeta por las muñecas, con su pierna entre las mías, sin poder moverme, por lo que me excitaba más y lo que me llevaba a no poder pensar con claridad. Él dominaba la situación cosa que me enfurecía. A continuación esbozó una de sus encantadoras sonrisas y acercó el dedo a mis labios acariciándolos hasta que poco a poco los fui abriendo, sumiéndome a su voluntad, al placer que suponía lamer con mi lengua su sangre y chupar lentamente su dedo. Al mismo tiempo levantó un poco la pierna que tenía entre las mías, lo que me hizo balbucear un gemido, no quería darle el placer, vaga la redundancia, de oír lo que sus acciones producían en mí. Era inútil. Se había dado cuenta, quizá por la expresión de mi rostro o porque mis manos habían dejado de resistirse a estar sujetas por la suya. Abrí los ojos y vi que seguía teniendo esa encantadora sonrisa pero aún más pronunciada. Como muestra de mi enfado dado su conocimiento sobre mis pensamientos, giré mi rostro y me cogió de la barbilla hacia arriba, era más alto que yo. Se disponía a besarme cuando susurró – abre los ojos – yo, inocente de mí, los abrí. Él se encontraba a menos de 1 cm de distancia. Verle tan de cerca me hizo volver a quitar la cara pero su mano sujetaba fuertemente mi barbilla. Él se acercaba más y más pero muy lentamente, ¿a qué esperaba? ¿Por qué no besaba de una puta vez? que estaba intentando hacer.

En ese instante se paró, podía sentir su respiración en mi cara y como ardía la mía al tenerle tan cerca, eso me ponía aún más. Y ya cuando pienso que me va a besar, me susurra – ¿quieres que te bese? Pues gánatelo - ¡¡¡ ¿pero qué?!! En ese momento ardía no por el placer si no por la ira, si pensaba que me iba a dejar así, estaba muy equivocado. Así que cuando se disponía a soltarme y quitar la pierna, le cogí con las dos piernas, y en su asombro, le cogí por la camisa y le comí la boca literalmente. Y después de haberme satisfecho con su boca le dije – ahora si puedes irte – y me bajé de su cadera toda orgullosa y me dispuse a irme, cuando en mi sorpresa me cogió de la cintura con los dos brazos y me cogió en volandas¡¡¡ intenté soltarme por todos los modos que supe, además tenía la ventaja de estar un poco gordita pero fue imposible, es demasiado fuerte. Abrió la puerta de una habitación y me soltó bruscamente sobre la cama. Rápidamente antes de que pudiera escapar me volvió a pillar las muñecas y las amarró a la cama, una con la corbata y la otra con su cinturón. De modo que no pudiera huir. Yo intentaba soltarme pero todo esfuerzo mío lo único que hacía era divertirle más y su sonrisa se ensanchaba más y más al ver que me rendía pues era imposible romper cualquiera de las ataduras, no me explicaba como la tela de una corbata fuera tan resistente, y me dijo – tú te lo has buscado – a lo que yo repliqué con un –¡ ja ¡- en ese momento no se me ocurría nada. Sólo sabía que como no me soltara en cuestión de segundos iba hacer lo que quisiese conmigo y eso no podía permitirlo.

Lentamente vi como se quitaba la camisa, se bajaba el pantalón y se acercaba a mí con una mirada ansiosa de hacer morir de placer a la otra persona, osease yo. A continuación dijo – toda esta ropa que llevas no la necesitas para lo que vamos hacer ahora – a lo que yo respondí - dirás que tú vas hacer ahora porque como verás yo difícilmente puedo hacer algo – a lo que él explicó – tal y como yo lo veo, tú no necesitas las manos para nada y lo que yo necesito, ya lo tengo como deseo... además si te suelto quien me asegura que no saldrás huyendo como has hecho otras veces – a lo que yo no respondí nada, tenía razón, en cuanto me soltara saldría por patas de allí sin dudarlo, tenía demasiado miedo a lo que me hacía sentir ese hombre. Todas las anteriores veces que habíamos quedado habían salido genial hasta que llegaba ese momento de la noche del cual me escabullía o con tengo la regla o me duele el estómago etc. pero esa noche no tenía elección, después de ir a cenar me llevó a su apartamento con la excusa de que hacía frío para estar por ahí (era a principios de enero y la nieve no es que guardara el calor) y justo después de que entrara cerró la puerta con llave. Me di cuenta cuando al estar ya en el salón intentó complacerme y yo salí corriendo hacia la puerta y vi q no había escapatoria. Mientras él se reía detrás de mí y me decía – hoy no tienes excusas – a lo que yo respondí - vale, pero si quieres que no me quede dormida prepárame un café – así mientras él lo preparaba yo podía, con la excusa de ir al baño, intentar buscar las llaves pero justo cuando había encontrado su abrigo, oí un grito procedente de la cocina y, evidentemente, fui para ver q pasaba, dejando mi única oportunidad de escapar detrás de mí.

Después de soltarle una mirada de ira debido a la impotencia, poco a poco el placer fue recorriendo todo mi cuerpo. De mis labios pasó a mi cuello y no precisamente con un rastro de besos si no con algo que me sumía más en el placer, mordiéndome sin dejar ni un solo chupón justo como me gustaba. Eso hacía querer tocarle, querer poder tocar esa espalda, brazos, cara, pelo, barbilla,…, en definitiva, su cuerpo pero mis ataduras me lo impedían, era una mezcla de odio, ira, impotencia, deseo, pasión, placer desproporcionado lo que hacía que mis sentidos se expandieran y mi cabeza se volviera loca sin poder hacer nada. La cosa empeoró con su jugueteo de acercarse y rozar, pero sin tocar mis zonas erógenas. Dios¡ iba a volverme loca y sólo acababa de empezar.

Fue descendiendo hacia el centro de mis pechos besándome con pasión, bajando dulcemente por las costillas, el ombligo y rozar la zona de mis bragas. De vez en cuando subía y me rozaba la comisura de los labios sin proporcionarme ni un solo beso. Antes de pasar a las piernas, prefirió los brazos, en cuyas intersecciones lamía y después soplaba, lo que me provocaba sensaciones nuevas para mí, calor y frío al mismo tiempo y no contento con eso, pasó a las piernas. Cuando de golpe, cogió una de mis piernas hacia arriba, abriéndome más de piernas acercando mi braga ya empapada a su calzoncillo, de modo que pude notar su prominente instrumento lo que me hizo soltar un gemido y girar la cabeza hacia un lado. ¿Ese sonido lo había hecho yo? ¿Pero qué demonios me estaba pasando? Cuando empezó a saborear la zona interior de mis piernas, sentí que me mareaba, ya no sabía que era techo o suelo, cielo o infierno. Y repito todavía no había empezado a tocar nada. ¿Quién se creía que era al hacerme sentir así? En ese instante se puso en frente mía, me miró y susurró con una sonrisa en sus apetitosos labios – ¿preparada para saber lo que te has perdido en estos 20 años de tu vida? - no sabía si estaba preparada o no, lo único que sabía es que no iba a ser la misma después de aquella noche. Así q me quedé mirando esos ojos negros sin decir palabra, ya no mostraban diversión, estaba serio, se inclinó y me besó apasionadamente, como no lo había hecho antes. A partir de ese instante ya no era mía, era suya y yo lo sabía y aunque no comprendía lo q estaba sintiendo, no me negaba a pertenecerle a él, supongo que me rendí al placer. Dejó el juego en absoluto, mientras arrastraba una de sus manos por mi cuerpo hasta atravesar mis bragas y llegar a mi vagina e introducirme un dedo fácilmente pues estaba realmente húmeda mientras la otra acariciaba, apretaba y sujetaba entre los dedos uno de mis senos al mismo tiempo que lamía en círculos el otro con su húmeda y resbaladiza lengua. Creí tener fiebre pues mi cuerpo ardía como si en vez de estar en su habitación estuviéramos en pleno infierno rodeados de llamas, la sábana se me pegaba al cuerpo con cualquier movimiento. De introducirme un dedo, pasó a dos y con el segundo, aumentó el ritmo. Introdujo el pulgar un poco más arriba tocando el clítoris lo que me hizo estremecerme, mi espalda se arqueó y experimenté un sentimiento por todo el cuerpo que como una droga quería volver a experimentar en cuanto lo noté.

Me había corrido Poco después los sacó y los separó mostrándome mi líquido vaginal, diciéndome así cual iba a ser su próximo paso. Me quitó las bragas de un tirón, a lo que yo cerré las piernas involuntariamente, se puso encima mío abierto de piernas podía notar todo su cuerpo, incluso su largo y duro instrumento tocando mi zona húmeda. Subió y me besó y me dijo con esa voz suave – ábrelas – y con sus manos las apartó lentamente. No se cómo ni cuándo, mi cuerpo reaccionaba al suyo de forma natural. A continuación avisó – voy – y sentí como su pene duro y caliente, penetraba lentamente y se deslizaba poco a poco dentro de mí, al principio me dolió un poco, él paró al ver que me estaba haciendo daño, la sacó y volvió cuando vio que me había relajado un poco más que antes. Esta vez entró un poco más pero no del todo. Según me habían explicado anteriormente en la primera penetración podía surgir que no entrara pero pensé para mi misma si ya habíamos llegado hasta allí, que más daba un poco más, entonces le dije – vuélvelo a intentar – él atónito ante mi decidida reacción sonrió e hizo lo que le dije. Esta vez lo intentó con más fuerza y cual fue mi sorpresa, lo bien que se sentía cuando se llenaba el espacio entre un hombre y una mujer. Sus manos en mis caderas llevando el ritmo de la penetración empezó a ir más rápido, la cama empezó a sonar como queja por moverse tanto. Yo lo único que deseaba es que no parara, más y más rápido que le dieran por culo a la cama, estaba a punto de llegar a lo que llamaban orgasmo, esa cúmulo de sensaciones que parecía que iba a salirme de mí, a explotar en mil pedazos hasta que de repente, el éxtasis, fui al paraíso y volví, todo en un instante, como era eso posible. Me sujeté a las barras de la cama y esperé hasta que ya no pude más y me corrí. Él sacó su pene y en ese instante se corrió en la cama. Y después de eso cayó rendido al igual que yo encima de mí. Intentando recuperar el aliento. Me soltó las manos. Me dio un dulce beso y se puso a mi lado. La próxima vez me toca atarle yo a él pensaba mientras reía para mis adentros. En ese momento me quedé dormida en su pecho debido a la cantidad de placer experimentado.