Dominada (4)

Ana cumple su palabra y manda la fotos. A su regreso tendrá que sufrir una nueva afrenta de su amo

Llegaron al hotel. Ere un precioso hotel, a la orilla de la playa. Se instalaron y fueron a dar una vuelta por los alrededores.

Los dos estaban agotados por el viaje. Además, era por la tarde, y por la diferencia horaria con España, para ellos era de madrugada.

Ana estaba nerviosa. Tenía que hacer una cosa antes de irse a dormir. Tenía que mandarle una foto a... ¿Cómo lo llamaría?¿El técnico? ¿El otro? No sabía su nombre, pero sabía quien era. Era su amo. Tenía que mandarle una foto a su amo.

-Cariño, estoy agotada. Vayamos al hotel a dormir un poco antes de salir a cenar.

-Yo también estoy que me caigo. Vamos.

De regreso, Ana miraba a todos los hombres. Tenía que encontrar a uno y pedirle que se corriera en su cara, para luego hacerle una foto.  Cuando se dio cuenta, estaba empapada.

"Zorra. Te pones cachonda sólo de pensarlo"

Cuando llegaron a la habitación, fueron directos al dormitorio. Se acostaron vestidos y abrazados. Al poco rato, Miguel dormía. Con cuidado, Ana se bajó de la cama. Se aseguró que él siguiera durmiendo. Cogió el móvil, las llaves y salió.

El corazón le latía con fuerza. El coño le palpitaba. Tenía que buscar su primera polla. No tenía ni idea de como hacerlo. Sólo sabía que tenía que hacerlo deprisa, antes de que su marido se despertara. Entró en al ascensor y bajó al hall del hotel.

Se empezó a desesperar. El tiempo pasaba y no sabía que hacer. Y era sólo la primera. Miró a la recepción. Había un recepcionista hombre y dos chicas. Él no era mal parecido. Probaría. ¿Pero cómo coño le entraría?

Decidió ser directa. Se acercó a la recepción cuando las chicas estaban separadas del hombre. Él se acercó, complaciente con la nueva clienta.

-¿Todo en orden, Sra. Almeida? - le preguntó con el típico acento mexicano.

-Sí, todo perfecto.

-¿Le puedo servir en algo?

-Pues...sí..

-Vd. dirá.

-¿Le gustaría...correrse en mi cara?

-¿Perdón?

El chico parecía sorprendido, pero no mucho. Entonces Ana se percató de que quizás él no la había entendido por las diferencias del idioma

-Que si le gustaría venirse en mi cara.

Ahora sí la entendió. Si ojos se abrieron como platos.

-¿Es alguna clase de broma?

-No. Estoy dispuesta a arrodillarme delante de ti y mamarte la ..verga hasta que te vengas sobre mi cara.

El hombre la miró fijamente. Ella le aguantó la mirada.

-¿Y su marido?

-Durmiendo.

-En el segundo piso, al fondo, hay un almacén. Espéreme allí en 5 minutos.

-De acuerdo.

Ya estaba hecho. Tenía la primera polla. Cogió el ascensor y subió al segundo piso. Fue hacia el almacén. La puerta estaba cerrada.

Esperó, y al poco tiempo apareció el recepcionista. Sacó una llave y abrió la puerta. Entraron. Se quedaron los dos mirándose. Ninguno daba el primer paso. Al final, Ana se puso de rodillas. Él se acercó.

Ana miró su entrepierna. Ya tenía un buen bulto formado. Llevó una mano y empezó a acariciarlo, mirándolo a los ojos. Notó la dura polla y la recorrió con sus dedos. Él no decía nada, sólo la miraba. Miraba a aquella guapa mujer que le acariciaba la polla.

Le bajó la bragueta de los negros pantalones, sonriéndole. Metió la mamo y le sacó la polla. Normalita, pero mona. De todas maneras, era el contenido lo que ella deseaba. Acercó la boca, la abrió y se tragó la polla. No le costó nada metérsela hasta los huevos.

Llevó sus manos al culo del hombre y lo apretó contra ella. Entonces empezó la mamada. Profunda, con fuerza. Tenía que hacerlo correr con rapidez.

Él gemía cada vez más fuerte. Aquella chamaquita sabía como mamar verga. Y quería su leche en la cara. Pues en la cara la tendría.

Ana no se la sacó de la boca ni dejó de mamar hasta que sintió como el hombre empezaba a temblar, como la polla empezaba a tener espasmos en su garganta. Entonces, se la sacó de la boca y lo pajeó con la mano.

-Vente en mi carita...llénamela de leche mexicana.

El chico dio un bufido y su polla empezó a disparar, lanzándole su caliente carga al sonriente rostro. No fue abundante, pero eso tampoco importaba. Fueron tres o cuatro buenos y espesitos chorros.

Entonces, con la polla aún babeante delante de su cara, Ana le dio el teléfono.

-Hazme una foto.

No se podía creer lo caliente que era aquella clienta. Apuntó y sacó la foto. Luego se la enseño.

-Ummm, no está mal. Gracias.

-Gracias a ti, preciosa. Es lo más caliente que me ha pasado en la vida.

-De nada.

-¿Te puedo coger?

-¿Cogerme el qué?

-Que si te puedo...follar.

-No, lo siento, sólo la mamada.

-Por favor...estás muy rica.

-Soy una mujer recién casada.

Era bastante ridículo que dijera eso, arrodillada delante del hombre con su corrida en la cara. Miró la polla. Seguía dura, palpitando sola en el aire.

-Si quieres te hago otra mamada.

-Esta vez quiero que te lo tragues todo.

Ahora el no fue tan pasivo. Miraba a la mujer, que tenía la cara llena de semen, como se tragaba su polla. La cogió por la cabeza y empezó él a follarla por la boca. Ana se quedó quieta, dejándose follar.

Se corrió sin avisarla, como temiendo que se sacara la polla de la boca. Ana se lo tragó todo. La polla estaba en su garganta y el semen bajaba directamente por su esófago. No lo saboreó.

Se levantó. Sacó un clinex del bolsillo y se limpió la cara.

-Gracias por todo - le dijo, saliendo del almacén.

El hombre se quedó allí, en pie, con la polla menguando fuera de su pantalón, aún sin creerse lo que la había pasado.

Ana cogió el ascensor y subió a su habitación. Antes de entrar, envió la foto, y luego la borró.

Entró sin hacer ruido y fue al baño a lavarse la cara y la boca. Oyó el bip-bip de su móvil. Era un mensaje de él.

"ZORRA! Lo has hecho. Pensé que no lo harías, pero ya veo que te subestimé. Cuando vuelvas te vas a hartar de polla".

¿Qué no lo haría? Pero si él se lo había pedido. Tenía que hacerlo. Haría lo que él le pidiese.

Bip-bip. - Otro mensaje

"Estás preciosa en la foto, putita. Espero con ansias las demás".

Fue al dormitorio. Miguel aún dormía. Su coño le palpitaba. Le hubiese gustado despertarlo y pedirle que se la follara. Que era una zorra y que se la follara como a una puta. Pero Miguel no era él. Además, estaría agotado.

Se acostó a su lado y trató de descansar. A pesar del cansancio, le costó dormirse. Sentía las ingles mojadas. Pensó en hacerse una paja, pero estaba agotada.

Sólo él podría satisfacerla en ese momento. Sólo él la follaría como ella lo necesitaba. Fuerte, diciéndole lo zorra que era. Le metería su enorme polla en la garganta haciendo que no pudiese respirar. Quizás se correría en su boca, o en su cara. O se la follaría para terminar dándole por el culo.

Pero él estaba a miles de kilómetros. No lo vería en muchos días. Se sintió triste. Muy triste. Y empezó a llorar. Las lagrimas caían por sus mejillas, mojando la almohada.

Maldito. Maldito. Maldito. Ya la había convertido en una zorra. Ahora estaba consiguiendo que no pudiese vivir sin él. La estaba haciendo dependiente de él. ¿Hasta dónde iba a llegar todo esto?

Al rato, se durmió.

La despertaron unos cálidos besos. Miguel la besaba con amor.

-Ummm buenas noches, mi vida.

-Buenas noches, marido mío.

Le empezó a besar con pasión. La desnudó. Y luego hicieron el amor. La primera vez como marido y mujer. Y fue maravilloso. La hizo gozar...pero..Pero no la llenó. Le dio placer, sí, pero no era completo. Fue agradable. Tuvo dos orgasmos, pero echó en falta la fuerza del otro.

Fueron a cenar y después a bailar. El no dejaba de besarla, de decirlo cuanto la amaba. Ella se sentía muy bien. También lo amaba, con locura. ¿Por qué no era eso suficiente? ¿Por qué no tenía bastante con Miguel, que la amaba y respetaba? ¿Por qué pensaba ahora en el otro?

-¿Estás bien?

-Sí mi amor. Sólo un poco cansada.

-Vamos a dormir. Mañana tenemos todo el día por delante.

Cuando entraron en el hotel, no pudo evitar mirar al recepcionista. Éste actuó como si nada hubiese pasado. Sin duda, era un profesional.

Se dieron una ducha juntos. Sólo hubo besos, caricias. Estaban los dos cansados. Se durmieron casi enseguida.

Cuando se despertaron lucía un espléndido día. Fueron a desayunar y luego a la playa. Se tumbaron y disfrutaron del sol.

Mientras Miguel le ponía crema, Ana se dio cuenta que un hombre la miraba. Con descaro. Estaba tumbado un poco más allá de ellos. Tendría sobre los 40 años.

En otras circunstancias, Ana se habría dado la vuelta y mirado para otro sitio, pero necesitaba otra foto, y ese tipo podía ser un candidato. Así que aguantó su mirada mientras las manos de Miguel extendían la crema.

Miguel se tumbó y empezó a leer un libro. Ana se intercambiaba miradas con el hombre. El muy descarado llevó una mano a su paquete y se lo sobó, mirándola. Ana le correspondió llevándose un dedo a la boca y chupándolo como si fuera una polla. El mensaje estaba claro.

-Cariño, voy un momento a la habitación. Tengo que ir al baño.

-Te acompaño.

-No hace falta, mi amor. Vuelvo enseguida.

Se levantó, se puso el pareo y cogió el bolso, donde tenía el móvil. Empezó a caminar hacia el hotel. A los pocos pasos, de dio la vuelta y miró a su marido. Estaba absorto en su libro. Miró al hombre y le sonrió. Se pasó la lengua por los labios de manera sexy.

"Pero que zorra eres", pensó. "El coño encharcado, los pezones duros, y tu marido, leyendo".

Siguió caminando. Estaba segura de que el hombre la seguiría. No se equivocó. Entró en el hotel y llamó al ascensor. Entró y él la siguió, junto con una pareja de abueletes.

Pulsó su piso. Los abuelos el suyo. El hombre, ninguno.

Se bajó en su piso, seguida por el hombre. Mientras se dirigía a su habitación podía oír sus pasos detrás de ella.

Entró y él la siguió, cerrando la puerta tras de si.

Ana se dio la vuelta y lo miró. Él sonreía.

-¿Quieres que te haga una mamada?

-What?

"Mierda. Un puto guiri". El inglés de Ana no era muy bueno. Pero no hacían falta la palabras. Se arrodilló delante del hombre y le restregó la cara por el paquete. Notó contra sus mejillas como la polla se ponía dura. Le bajó el bañador y la polla le golpeó la cara. Una buena polla.

El hombre no decía nada. Sólo gemía, mirándola. Ana sacó la lengua y lamió el tronco, desde los huevos hasta el capullo, y luego se la metió en la boca. Llevó su mano derecha a los huevos, acariciándolos. Con la izquierda pajeaba la polla al ritmo con ésta entraba y salía se su boca.

No tenía que ser una mamada sexy. No tenía que hacerlo llegar poco a poco al orgasmo. Tenía que hacerlo correr lo más rápido posible.

El hombre casi babeaba de placer. Tenía la boca abierta y gemía, cada vez más fuerte, sin decir nada. De todas maneras, no lo hubiese entendido. La mano la movía cada vez más rápido.

Él cerró los ojos. El primer chorro la cogió por sorpresa, estrellándose contra el fondo de su garganta, casi haciéndola atragantar. Rápidamente, sacó la polla de la boca, cerró los ojos y la pajeó, dirigiendo el resto de la corrida a su bello rostro.

Antes de poder abrir nuevamente los ojos, se quitó con los dedos parte de semen que le había caído sobre un párpado. El hombre la miraba como si no se creyese lo que le había pasado. Ana sacó el teléfono y se lo dio.

-Photo, please.

-Ok

Sonrió a la cámara. Luego le subió el pantalón al 'donante' y lo acompañó a la puerta. El tío quería más, pero Ana lo despachó. Mandó la segunda foto y la borró.

Sonó el timbre de la puerta. Iba a abrir cuando se dio cuenta de que tenía la cara aún cubierta de semen. Fue corriendo al baño y se limpió.

Abrió la puerta. Era el recepcionista. Su mirada era distinta a la de ayer.

-¿Qué quiere?

-Lo que no me diste ayer. Quiero cogerte.

-Está loco. Mi marido está en el baño. Lárguese.

Él la empujó y entró en la habitación.

-¿Te crees que soy idiota? Tu marido sigue en la playa. He visto como subías con el tipo ese.

-Váyase o...

-¿O qué? Pero si todavía tienes semen en el pareo.

Ana se miró. Tenía un goterón de  la corrida del guiri.

-¿También se vino en tu cara? ¿Te hizo la foto?

-Sí.

-Joder. Pero si eres una zorra.

Cuando el recepcionista le dijo que era una zorra, su coño se mojó en el acto. Sí que era una zorra. Y de las grandes.

-Mi..mi marido podría volver en cualquier momento.

La cogió por el brazo y la arrastró hasta el dormitorio. Allí había un gran ventanal que daba a la playa. La hizo asomarse. Él se puso detrás.

-Míralo. Sigue tumbado leyendo su libro.

Ana lo vio. Allí seguía, leyendo tranquilamente. Notó como el recepcionista le subía el pareo. Oyó el sonido de su bragueta. Le bajó el bikini hasta las rodillas. Y le clavó la polla en el coño.

Se la folló a lo bestia, haciendo que su cara chocara contra el cristal. Cada arremetida sonaba como un golpe cuando las pieles chocan. Ana, mirando a su marido, gemía de placer. Empezó a menear el culo, buscando la polla, empujándolo contra él para que se la metiera hasta el fondo. Sentía como sus jugos corrían por sus muslos.

-Agggggg dime...dime lo que soy....

Él llevó sus manos a sus Tetis y las apretó con fuerza, sin dejar de follarla.

-Eres una zorra. Una puta.

-Ummmm sí...lo soy. Mi marido leyendo en la playa y yo dejándome follar...Más....más fuerte, cabrón....

Le dio una nalgada. Le iba a dejar el culo rojo.

-No me llames eso, zorra.

Ana iba a volver a insultarlo. Quería que le volviese a pegar en el culo. Era una zorra y se lo merecía. Pero si lo hacía le dejaría marcas difíciles de disimular con su pequeño bikini. Así que se mordió la lengua.

-Agggggggggggg..Aggggg Follameeeeeeee.

Se empezó a correr, sintiendo como la polla del hombre no dejaba de taladrarla. Cerró los ojos y llevó una de sus manos a su coño y se frotó con fuerza el clítoris, haciendo que su orgasmo se intensificara.

El recepcionista empezaba a gemir con fuerza. Estaba a punto de correrse. Cuando Ana abrió los ojos casi se le para el corazón. Miguel ya no estaba en la playa. Si venía a buscarla, sólo le quedaban pocos minutos antes de que apareciera.

-Mi marido..No está...Seguro que está viniendo.

-Pues no te voy a dejar hasta que me vacíe, zorrita. Ya me falta..poco...

Ana empezó a hacer fuerza con los músculos de su vagina. Tenía que hacer correr a ese hombre lo antes posible. La iba a pillar. Miguel iba a entrar por la puerta y la iba a pillar siendo follada por ese hombre. Eso la asustaba. Pero al mismo tiempo la excitaba.

Lo sintió bufar. Follarla entrecortadamente y estallar dentro de ella. Le llenó el coño con una abundante corrida.

Se sacó la polla, aún babeante.

-Rápido. Vete. Está a punto de llegar.

-Ha sido estupendo, putita. Me falta tu culito.

-Otro día. Por favor...vete ya.

El hombre se metió la morcillona polla en la bragueta y se la subió. Salió de la habitación y se dirigió al ascensor. Cuando se abrió la puerta, Miguel salió.

-Buenos días, señor. ¿Todo bien en el hotel?

-Oh, buenos días. Sí. Perfecto gracias.

-No dude en llamar a recepción para cualquier cosa. Estamos para complacerle.

-Muy amable.

El recepcionista miró como Miguel se dirigía a su habitación. En su cara había una maliciosa sonrisilla.

-¿Ana?

-Estoy aquí. Ya salgo.

-Estaba preocupado. Tardabas mucho.

-Lo siento mi amor. Estoy algo floja del estómago. Algo me habrá sentado mal.

-¿Estás bien?

-Sí sí. Muy bien.

-Me acabo de encontrar con el recepcionista. Un tipo muy amable. ¿Lo llamo para que nos mande un médico?

-No hace falta mi amor. Sólo es una...cagalera! jajaja

-¿Seguro?

-Seguro. Volvamos a la playa.

-Vale.

Volvieron a la misma zona. El guiri ya no estaba. Ana se fue a dar un chapuzón. No sólo por el calor. Se bajó un poco el bikini y se lavó el coño bajo el agua, para quitarse todo resto del semen del 'amable' recepcionista.

Se le ocurrió una idea. Después de comer, cuando Miguel se echó la siesta, bajó a la recepción. El recepcionista estaba solo.

-Hola zorrita.

-Hola.

-¿Qué deseas?

-Necesito hacerme una foto cada día con la cara llena de semen.

-Órale! ¿Y eso?

-No te importa. Pero si me ayudas podrás follarme todos los días.

-Será un placer venirme en tu cara cada día.

-No puedo repetir el hombre. Tendrás que traerme un chico distinto cada vez.

-ÓRALE!

-¿Lo harás?

-¿Tú qué crees?

-Podemos quedar a esta hora más o menos todos los días en el almacén de ayer. Mi marido duerme la siesta.

-Lo tienes todo planeado.

Ana sonrió. No tendría que buscar las cinco pollas que le quedaban. Se las traerían. Se dio la vuelta para marcharse.

-¿Dónde vas?

-A mi habitación.

-De eso nada. Tengo la verga dura.

-¿Vamos al almacén?

-Ahora no puedo. Estoy sólo en la recepción. A estas horas no viene casi nadie a la recepción. Pasa a este lado.

Ana entró por detrás del mostrador. Había un hueco debajo. Supo lo que tenía que hacer. Se agachó y se metió debajo. El recepcionista se puso delante, con las manos encima del mostrador, como esperando a algún cliente.

Le bajó la cremallera y le sacó la polla. Se la metió enseguida en la boca y empezó una profunda mamada.

El recepcionista contestó un par de llamadas sin que Ana dejara de chuparle la polla, intentando disimular el placer que sentía.

Ana oyó pasos. El hombre se puso tenso. Lo oyó hablar con alguien. Por la voz parecía una señora mayor.

Ana sonrió. Ahora se iba a enterar. Aumentó el ritmo de la mamada. Notó como el hombre trataba de parecer calmado ante la anciana, pero su respiración era agitada. La polla empezó a palpitar y estalló en la boca de Ana, que se tragó la lechita a medida que iba saliendo. Oyó hablar a la anciana.

-¿Se encuentra bien, hijo?

-Sí...sí..señora.

-Es que ha puesto los ojos en blanco.

-Un...un ligero mareo. Es que aún no he comido.

-Ah...pues será mejor que se eche algo en el estómago, hijo.

-Lo haré señora.

Mientras la mujer no dejaba de hablar con el hombre, Ana le limpiaba la polla, que menguaba. Luego la metió en los pantalones y le subió la cremallera. Tendría que esperar a que la jodida vieja dejara de parlotear para poder salir.

Pero la señora hablaba y hablaba. Tenía que volver con su marido. Podrían volver las compañeras del recepcionista. Así que se levantó, apareciendo de detrás del mostrador.

La vieja se cayó al instante, mirándola con cara asombrada.

-Pues tenía vd. razón, caballero. Mis llaves no están ahí debajo.

Se dio la vuelta y se dirigió al ascensor. Luchó por no partirse de risa. La cara que había puesto la viejecita era todo un poema. Y la del recepcionista no se quedó atrás.

Su marido seguía durmiendo. Se acostó a su lado. Lo abrazó y se durmió.

El recepcionista cumplió. Llevó cada día a un chico diferente para que descargara sobre su cara. Ella le chupaba la polla al nuevo mientras el recepcionista se la follaba, generalmente por el culo. Le dijo que tenía un culo precioso.

Empezaba arrodillada entre los dos hombres con sus pollas frotando su cara. Las mamaba por turnos hasta que el recepcionista la ponía a 4 patas y se la follaba mientras el otro de pie, babeaba de placer hasta llenarle la cara con su ración diaria de leche de macho. Luego le sacaban la foto.

Por fin mandó la foto número 7. Había cumplido su parte. Esa noche regresaban a casa. Pronto lo volvería a ver. Pronto volvería a ser suya.

Bip-Bip.

Un mensaje de él. Con el corazón latiéndole, lo abrió.

"Has sido una buena zorra. Has cumplido a la perfección lo que te mandé. Pero tus fotos me pusieron tan cachondo que yo no pude cumplir mi parte."

El mensaje tenía siete fotos adjuntas. Empezó a descargarlas. El corazón le latía con fuerza.

Cuando abrió la primera, se le aflojaron las piernas y quedó sentada en el suelo. Era la foto de una chica rubia, sonriendo y con la cara llena de semen. En su boca tenía la punta de una polla. La reconoció. Era la polla de su amo.

La segunda foto mostraba a otra chica distinta, pero como la anterior, con una buena corrida en la cara y la polla de él sobre la cara.

Para ver la tercera se tuvo que enjuagar las lágrimas de los ojos. Una chica de color cubierta de leche y sonriendo a la cámara.

Las siete fotos eran iguales. Siete chichas diferentes con las corridas de él en la cara.

-Hijo de puta!!! Hijo de...

Se echó al suelo, llorando desconsoladamente. Ese maldito la había engañado. Nunca fue su intención esperarla. No dejaba de llorar.

"NO!!", se dijo "No lo tenía planeado. Mis..mis fotos lo excitaron. Pero no se las folló. Sólo se corrió en sus caras. No se las folló. Sólo me folla a mí. Yo soy su única zorra"

Bip-Bip.

Otro mensaje de él. Seguro que se lo diría. Le diría que a pesar de haberse corrido sobre esas chicas ella era su única zorra. Que no se las había follado. A ninguna. Llena de esperanzas, abrió el mensaje.

"Ah, se me olvidó decirte que a las siete putitas me las follé. Que a las siete, además de la cara, les llené de leche el coño y el culo. Han sido 21 corridas. Me han dejado los huevos vacíos. No sé si me quedará leche para ti".

El teléfono se le cayó de las manos y se golpeó contra el suelo. Ana quedó con la mirada ida, casi en estado de shock. En su cabeza sólo repetía. "Es mentira. Es mentira".

Ana no sabía que el técnico sabía usar muy bien el photoshop. Las fotos eran un montaje. Era su polla y fotos de Internet. Ana en su pequeño teléfono no descubriría el engaño. Se sintió muy bien al mandárselas. Seguro que a ella la atormentarían. Como a él le habían atormentado las fotos que ella le mandó.

Mientras mirabas las fotos que ella le mandaba se preguntaba por qué coño le había pedido a ella que lo hiciera. Nunca creyó que lo haría. Cuando recibió la primera foto comprendió hasta que punto la tenía dominada. Haría lo que él le pidiera. Y el muy tonto se la había ofrecido en bandeja de plata a siete desconocidos. Era su zorra. Sólo suya. Sintió celos.

Pero había sido por su culpa. Ella sólo lo había obedecido. Aún así, la castigaría. Hizo los montajes y los mandó cuando recibió la última foto.

Al recibir aquella primera foto, pensó en decirle que no siguiera. Pero eso sería rebajarse. Se tragó su orgullo y la dejó continuar. Cuando ella creyera que se había follado a siete zorritas sufriría como él sufrió por los siete desconocidos que se habían corrido en la cara de su putita.

Minutos después Ana consiguió levantarse. Se limpió las lágrimas. Borró las fotos. Se dijo que ya era suficiente. No sería humillada por ese hijo de puta jamás. No la volvería a tocar. En cuanto volviesen a casa, cambiaría la cerradura, cambiaría de teléfono. Se libraría para siempre de ese hombre. De ese maldito hombre que la había llevado a ese estado de dependencia.

El viaje de regreso fue largo y cansado. Llegaron el domingo por la tarde. Al día siguiente Miguel ya trabajaba.

Por la noche, a pesar del cansancio, Ana le pidió que le hiciera el amor. Lo hicieron suavemente, acariciándose. Besándose con ternura. Su orgasmo fue placentero. Abrazada a su  marido, se durmió.

Por la mañana, se despertaron los dos. Ana le preparó el desayuno y lo fue a despedir a la puerta. Se dieron un gran beso.

Ana volvió a la cocina a limpiar los platos cuando oyó la puerta. Salió al salón.

-Miguel mi amor..¿Has olvidado ...?

Se quedó petrificada. Era él. Con su traje azul. Mirándola con aquellos ojos que la traspasaban. Sonriendo de aquella manera que la hacía estremecer.

-Hola zorrita.

Ana lo miró. Allí estaba. Ahora le diría que se largase. Que la olvidara para siempre. Pero no podía moverse. El se empezó a acercar hacia ella. Ana no podía moverse.

Quedaron frente a frente.

-¿Me has echado de menos, putita?

Ana no podía hablar. Su mente le decía que lo echase. Pero no le salían las palabras. Él metió la mano en su bolsillo, sacando su móvil.

-La octava foto será mi corrida de bienvenida sobre tu cara.

"Échalo. Mándalo a la mierda", se decía Ana mientras se arrodillaba delante de él.

"Es un hijo de puta. Un cabrón", se repetía mientras le bajaba la bragueta.

"No soy más que una zorra. Su zorra. Hará conmigo lo que quiera. Siempre", se dijo, finalmente, abriendo la boca y empezando una lenta mamada.

-Ummm, como he echado de menos tu boquita.

Le cogió el pelo con la mano y apretó la cabeza contra él. La polla se clavó en su garganta. Ana se sentía tan bien, sin poder respirar, con los ojos de él clavados en los suyos.

-¿Sabes? Ninguna de las siete zorras se podía tragar mi polla como tú lo haces. Sin dura eres la mejor.

Aquellas 'cariñosas' palabras le llegaron al alma. Era su mejor zorra. Pero sería aún mejor. Tenía que ser la única. Puso sus manos en el culo de él y lo atrajo más hacia ella. Aguantó la respiración mientras chupaba con fuerza. Nadie le comía la polla como ella. Era la mejor. La más puta.

La agarró por la cabeza y empezó a follarle la boca. Ana simplemente se quedó arrodillada mirándolo mientras él utilizaba su boca para su placer. Simplemente se quedó arrodillada, gozando del placer de ser utilizada por él. De ver la cara de placer que él tenía al enterrarle la polla en la boca. De sentir como su saliva salía por la comisura de sus labios y bajaba por su barbilla.

Él no aguantó mucho. Por fin tenía otra vez a su zorra otra vez con él. Rugiendo de placer, le sacó la polla de la boca y la dejó sobre su cara. La seguía agarrando con fuerza por la cabeza con sus manos. Ella sonreía, con los ojos abiertos.

La polla tuvo un espasmo y un espeso chorro salió de la punta, cayendo sobre la cara de ella. Fue seguido de varios más. Blancos, espesos, calientes, que caían sobre la sonriente cara de Ana.

Ana estaba tan excitada al tener a su amo otra vez con ella, al volver a ser bañada por su cálido semen, que estalló en un fuerte orgasmo cuando recibía las últimas calientes descargas.

Quedaron en silencio. Él mirándola. Preciosa cubierta de su leche. Ella mirándolo a él, orgullosa, feliz. Suya,

Las cosas volvieron a ser como antes. Él venía a verla cuando le daba la gana. La follaba cuando le daba la gana. Y Ana era feliz.

Un par de noches por semana se le chupaba en la entrada de su casa mientras Miguel veía la tele. Luego, para 'compensar', se la chupaba a Miguel. Le encantaba dormir así, con la barriguita llena de leche caliente.

Unos meses después, después de hacer el amor con su marido, estando abrazados, empezaron a hablar.

-Cariño...ya lo habíamos hablado antes...pero..¿Te gustaría tener un hijo?

-Miguel, mi amor, sabes que sí. Que lo deseo con locura. Pero no llevamos ni un año de casados.

-Lo sé, pero llevamos viviendo juntos varios años. La boda no fue más que un papel firmado.

-¿Tú lo deseas ya?

-Sí. Un bambino. Un hijo tuyo. Y mío. Nuestro. ¿Tú no?

-Claro que sí. Tengamos nuestro hijo.

Se besaron y volvieron a hacer el amor.

Al día siguiente, Ana dejó de tomar las pastillas. Ese día el otro no apareció.

Al medio día, hizo el amor con su marido. Y por la noche, otra vez. Él se corría en su vagina y se quedaba dentro un rato, para 'impregnarla bien'.

A la mañana siguiente si que apareció su amo. Venía muy caliente, porque allí mismo, en el salón, la puso en el suelo a 4 patas y le dio por el culo hasta llenárselo de abundante semen. Luego la obligó a dejarle la polla bien limpia. Se sentó en el sofá, la hizo arrodillar delante de él y gozó de una lenta y profunda mamada.

Ana no tenía que mezclar su vida con Miguel con su vida con el otro. Pero estaba muy feliz por lo de su futuro hijo. Bueno, de la búsqueda de su futuro hijo. Y cometió el error de comentárselo mientras le pasaba la lengua a lo largo de la polla.

-Mi marido y yo estamos buscando un hijo. He dejado de tomar las pastillas.

Él entornó los ojos.

-Un pequeñín. Una pequeña Ana o un pequeño...Miguel. Los hijos son la alegría del matrimonio.

-¿Tú tienes hijos?

-Pues..no. Pero quizás me gustaría tener uno...contigo.

Ana sintió escalofríos. Sintió pánico.

-No...eso no.

-¿No?

La cogió por el pelo y la arrastró al dormitorio. La tiró en la cama y se lanzó sobre ella. Le metió la polla en el coño y se le empezó a follar, duro, con fuerza.

"¿Por qué se lo has dicho?. ¿Por qué", se decía Ana. El nunca se corría en su coño. Siempre lo hacía en su boca y en su culo. Menos la noche de su boda. Y ahora, ahora que ella no tomaba anticonceptivos, ahora que buscaba un hijo de Miguel seguro que se correría dentro de ella.

-No....no....por favor...aggggggggg en mi coño no....ahhhhhhhh

-Calla zorra. Me correré donde quiera. Eres mía, sólo mía. Y el hijo que tengas será mioooo

Cuando Ana sintió con su polla estallaba dentro de ella, lágrimas de odio corrieron por sus mejillas. Pero se corrió. Se corrió con él. Gozó al sentir aquella lava ardiente derramándose dentro de ella.

Le sacó la polla, llena de semen y sus jugos y se la metió en la bragueta.

-Me voy, zorrita.

La dejó sobre la cama, llorando. Él se fue muy satisfecho.

Ana fue corriendo a la ducha y se lavó, tratando de limpiarse todo aquel maldito semen. Esperó nerviosa a que Miguel viniese a comer.

Se abalanzó sobre su marido y lo besó.

-Hazme el amor, mi vida. Lléname de tu semilla.

Su hijo tenía que ser de Miguel. De su marido. No podía ser del otro.

Pero el otro no pensaba así. A partir de ese día vino todas las mañanas. Todas las mañanas la llevaba al dormitorio y se la follaba por el coño, llenándoselo de su simiente. Y cada vez que se lo llenaba, Ana gozaba. Ana se corría como una zorra.

Al final, pasó Ana quedó embarazada. Lo que tendría que haber sido una dicha completa no lo fue para ella.

Pero se dijo que el hijo que esperaba era de Miguel. Sólo de Miguel. Aunque el padre biológico fuese el otro, el hijo sería de Miguel. Él sería su padre. Él lo criaría. Junto a ella.

Cuando se lo contó a Miguel, él saltó de alegría. La abrazó, la besó. Estaba feliz. Y ella, también. Aunque en el fondo de su cabeza seguía aquella idea.."Puede ser del otro. Pero su padre será Miguel".

Se lo contó también al otro.

-Que bien. Voy a ser papá.

-NO!!!!!! Es hijo de Miguel.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé y punto. No es tu hijo. Nunca lo será. ¿Entendido?

Por primera vez, él comprendió que ella hablaba en serio. Al final siempre hacía lo que él quería, pero en esto la vio firme.

-Jajajajajaja

Ana estaba perpleja. Ahora se ponía a reírse como un loco

-¿De qué te ríes?

-Jajajaja. Pues que si es de él, perfecto. Pero si es mío, perfecto. No me costará un céntimo. No tendré que cambiarle los pañales, ni darle de comer. Tu estúpido maridito me lo criará! Jajajaja.

-Maldito

Ana se lanzó sobre él, dispuesta a golpearlo, a arañarle la cara y arrancarle esa estúpida sonrisa. Pero era muy fuerte y la paró con facilidad.

-Tranquila, mujer. Está bien. Es hijo de tu...maridito.

Ana se calmó y él la soltó.

-¿Sabes? Nunca me he follado a una embarazada.

Cuando se fue, bajando en el ascensor, él volvió a reírse con ganas. Sabía que el hijo no podía ser suyo. Era estéril. Pero no se lo iba a decir. La atormentaría con la duda.

Dejó de reírse. Se preguntó el por qué era así con ella. Siempre hacía lo que él decía, lo que él deseaba. Se dijo que para controlarla. Para dominarla. Era su zorra. Él mandaba y él decidía.

CONTINUARÁ.