Dominada (2)

Sigue la historia de Ana, cada vez más dependiente del técnico del Cable. Lean la primera parte pare refrescar la memoria, porque hace ya tiempo desde la primera parte

Lamento la tardanza, pero he tenido unos diítas de vacaciones. Como la primera parte, este relato es mío sólo al 50%. El otro 50% es de una amiga. Es una fantasía compartida en agradables chateos.


Ese hombre sabía donde vivía. Tenía su número de teléfono. Pero eso no era lo peor. Lo peor es que cuando estaba con él se quedaba sin voluntad. Cuando estaba con él su cuerpo parecía enloquecer. De deseo. De puro deseo. Se convertía en una zorra cuando estaba con él. Su puta.

Y cuando no estaba con él, pensaba en él. Deseaba no volver a verlo jamás. Que la dejara en paz. Que su vida volviera a ser como antes. Normal. Casarse con su novio. Tener hijos.

Pero en el fondo de su alma, lo que deseaba era que viniera, le arrancara la ropa y se la follara como la zorra que era. Como a la zorra que él había hecho aparecer dentro de ella.

Ana se atormentaba por esos deseos. No entendía de donde venían. Nunca había sido así. Siempre fue una chica normal. Lucharía contra esos sentimientos. Lucharía por volver a ser la Ana de antes.

Al día siguiente esperaba que el teléfono sonara. Esperaba oír esa voz que la hacía estremecer. Para decirle que la dejara en paz. Pero sabía que se engañaba así misma. Sabía que no podría negarse a nada de lo que él quisiera.

Pero el teléfono no sonó. Llegó la noche y seguía sin sonar. Llegó incluso a esconder nuevamente los cigarrillos como una excusa para volver a salir. Pero no sonó.

Maldito! Maldito maldito maldito.

Tenía ganas de llorar. ¿Por qué la trataba así? Había hecho todo lo que le había pedido. Había sido una verdadera zorra para él. Y no la llamaba. La ignoraba.

Maldito!!

A la mañana siguiente, se duchó y después se puso a trabajar en su tesis. Se concentró y se olvidó, al fin de todo.

Sonó el timbre. Se acercó a la puerta. No abrió.

-¿Quién es?

-Soy yo, zorrita.

Fue como una bofetada de calor que recorrió su cuerpo. Aquel hombre estaba al otro lado de la puerta. Ahora venía. Había pasado de ella y ahora venía. Ahora que se jodiera el tipejo ese.

-Lárgate. No quiero volver a verte jamás. Hablo en serio.

-Jajaja. ¿Y entonces por qué tienes el coño mojado?

¿Cómo lo sabía? Porque era una zorra. Por que él era su dueño. Pero no, no iba a ganar él. Sería fuerte.

-Te he dicho que te largues. Vete.

-¿No me vas a abrir la puerta?

-No.

Oyó el sonido de una llave. Oyó la cerradura. Y la puerta se abrió. Comprendió que no había perdido sus llaves. Él las había cogido. Su teléfono. Sus llaves. Su alma. Lo tenía todo.

-Pues mira, no me hace falta que me abras. Ya abro yo.

Entró y cerró la puerta tras de sí. La miró con esos ojos que la desarmaron. Con esa mirada que la traspasaba.

-¿Qué quieres? -le preguntó con un hilo de voz.

-Follarte.

Ana no dijo nada. Se quedó en pie, mirando al suelo.

-¿A qué esperas para desnudarte?

-No...Vete..Déjame

-O te desnudas tú o te rompo la ropa yo.

No tenía escapatoria. Era muy capaz de hacerlo. Miró al suelo y se empezó a desnudar. Tenía ganas de llorar. Se sentía humillada por aquel hombre. Una marioneta en sus manos. ¿Entonces por qué su coño estaba tan mojado? ¿Por qué sentía mariposas en el estómago? "Porque sólo eres una zorra que desea que ese bestia se la folle como a una puta", pensó, "porque nadie te ha follado como él. Porque es un macho de verdad".

Cuando quedó desnuda, físicamente y moralmente ante él, se acercó. No hizo falta que el se lo dijera. Quedó en pie frente al hombre. Mirando al suelo. Sintiendo su coñito palpitar. Deseando que se lanzara sobre ella y se la follara, por donde él deseara.

Él, con su mano, tiró de su barbilla y le hizo levantar la cabeza. Aquella penetrante mirada la traspasó.

-Eres la mujer más bella que he visto.

Le gustó que la halagara. La hizo sentir bien. Necesitaba gustarle. Necesitaba agradarlo.

-Y la más zorra - le dijo él, sonriendo.

Se estremeció. Tenía razón. Era la más zorra. Era su zorra.

-Cómeme la polla, putita,

Ana miró al suelo, arrodillándose delante de él, avergonzada de sí misma. Cada vez más mojada, más excitada.

-No mires al suelo. Mírame a los ojos.

Levantó la mirada. Esos ojos la hipnotizaban.

-Así me gusta. Quiero ver tu preciosa boca con mi polla dentro. ¿A qué esperas? No va a salir sola.

Sin dejar de mirarlo, llevó sus manos a su bragueta y la bajo. El sonido de la cremallera la hizo temblar. Metió la mano y sacó la polla. Le costó por lo dura que ya estaba. Quería mirarla, admirarla, pero él le había dicho que lo mirara a los ojos, así que la recorrió con la mano, sintiendo su dureza, sintiendo su calor, sintiendo su grosor. Su coñito rezumaba jugos que caían por sus muslos.

Abrió la boca y la dura polla empezó a entrar en su boca. Él entornó los ojos. La cálida boca de Ana le daba mucho placer. Pero sobre todo, su preciosa cara, ofrecida, totalmente suya. Se la metió hasta la mitad y se paró. La visión de aquella preciosidad, arrodillada, con la boca llena de polla y mirándolo era muy excitante, llena de morbo.

-Mama, zorrita. Mama.

Ana empezó a chupar y a mover lentamente su cabeza, haciendo que la polla entrara y saliera de su boca. Su mirada fija en sus ojos. Ojos que se entornaron de placer.

-Ummm, al final vas a aprender a chupar pollas....que gustito...

Le puso una mano en su cabeza y dirigió la mamada, haciéndola ir a veces rápido, y a veces despacio. Los gemidos de él la hacían temblar. Darle placer la hacía sentir bien. Su papel era satisfacerlo. Ser completamente suya.

-Méteme un dedo, zorra

No lo entendió. Sus ojos reflejaban estupefacción. No sabía lo que él quería.

-Que metas un dedo en mi culo.

¿En su culo? ¿Cómo era posible que ese macho que la dominaba por completo quisiese eso? Eso no era de machos. Eso era de maricas. Su macho no podía pedirle eso. Se sacó la polla de la boca.

-No.

-Jajaja ¿Cómo que no? Ven aquí.

La arrastró a la fuerza a su cuarto. Se desnudó. Ana lo miraba. Miraba su polla, su enorme polla. Deseaba que se la metiera ya. Que se la follara como una buena zorra. No deseaba meterle un dedo en el culo.

Él se sentó al borde de la cama.

-Ven aquí. Arrodíllate entre mis piernas.

Obedeció. Otra vez su imponente polla quedó frente a su cara.

-¿Así que no quieres meterme un dedo en el culito? Pues entonces, bésamelo.

Abrió sus piernas y se echó un poco hacia atrás. Su apretado y peludo esfínter quedó a la vista. Ana se quedó mirándolo. No entendía que pasaba. Era su macho. Aquello no podía ser.

-Joder! pareces tonta.

La cogió por el pelo y acercó su cara.

-Saca la lengua y chúpame el culo, zorra. Ya!

Con asco, lo hizo. Sacó la lengua y empezó a lamer. La piel era suave. Sólo olía a sudor. Él se cogió la polla y empezó a hacerse una paja mirándola.

Ana se sentía degradada, haciéndole eso a ese maldito hombre. Pero se tuvo que llevar una mano a su coñito y frotarse. Él empezó a gemir de placer. Y eso hizo que ella lamiese más fuerte, con más ganas. Que se frotase el clítoris con dos dedos. Que intentase meter su lengua dentro de su ano.

-Ummmm, ¿Ves? No es tan malo...que rico....que lengüita tienes..ahora...méteme un dedo.

Esta vez obedeció. Lentamente empezó a meter su dedo índice en aquel lubricado culito. Y se sintió extraña. Lo estaba follando. Ella a él. La sensación le gustaba. Empezó a mover el dedo, dentro y fuera. Él la cogió por el pelo y la hizo agacharse, metiéndole la polla en la boca.

-Agggg así putita...eso es...

Tirándole del pelo, la hizo subir y bajar la cabeza a lo largo de su dura polla, cada vez metiéndola más adentro. Ana luchaba contra las arcadas que le entraban cuando la polla entraba en su garganta. Salivaba mucho y el exceso de saliva caía por la polla hasta los huevos.

-Joder...que gusto...aggggg otro...méteme otro dedo..

Introdujo su dedo corazón, que hizo compañía al índice. Le folló el culito al ritmo con que él movía su cabeza arriba y abajo.

Ella no podía más. Aquello era tan caliente que notó que se iba a correr. Se frotó con frenesí el coño con su mano libre y cuando su orgasmo empezaba a estallar dentro de ella, sintió como el esfínter del él tenía espasmos y luego como su boca se llenó de semen, que era lanzado a presión por la dura polla. Mientras se corría, trató de tragar, pero le fue imposible. Su cuerpo no le respondía y la cantidad que aquella polla disparaba era increíble. La leche empezó a salir por su boca. Incluso un poco salió por su nariz. La corrida de aquel hombre fue espectacular. Empujaba su cabeza contra su polla, queriendo clavársela en la garganta.

Parte del semen bajó por su esófago hasta su barriga. El resto cayó por la polla hasta su pubis y sus huevos.

Él aflojó la presión de su mano, permitiéndole sacarse la polla de la boca. Por la comisura de sus labios se escapaban hilillos de semen. La miró. Los dos respiraban agitadamente. Ella seguía con sus dedos dentro de él.

-Ya puedes sacarlos, zorrita. No ha estado mal. Ha sido una buena manada, sí señor. Pero aún no has terminado. Ya sabes lo que tienes que hacer.

Lo sabía. Tenía que dejarlo limpio. Primero lamió toda la polla, dejándola sin restos de semen. Luego el pubis, dejando las pelotas para el final. Él se levantó un poco. No tuvo que pedirlo. Ana lamió su ano una vez más, notando la mirada de él clavada en ella. La polla, que se había aflojado un poco tras la corrida, se puso de nuevo dura. Ana la miraba. Ahora el se la iba a follar. Le iba a meter esa enorme polla y se la iba a follar como a una zorra.

-Bueno, zorrita. Dame la ropa, que me tengo que ir ya.

Aquello fue como un mazazo para Ana. Se iba a ir y no la iba a follar. Le dio la ropa y miró como se levantó y se empezó a poner la camisa. Su polla la señalaba, dura como una roca. ¿Por qué no la follaba? Había hecho todo lo que le pidió. ¿Sería por haberle dicho que no al principio?. No pudo más. Empezó a llorar.

-Lo siento..perdóname...por favor, perdóneme.

Él la miró, abrochándose los botones de la camisa. No sabía por qué le pedía perdón, pero no dijo nada. Miraba las lágrimas bajar por sus mejillas, con una sonrisa en los labios.

Ana se acercó, de rodillas, y empezó a chuparle la polla. Lo miraba con ojos llenos de lágrimas.

-Perdóneme...no te diré que no nunca más....pero....fóllame..por favor...fóllame.

"Así que es eso", pensó él. Se dio cuenta de que podría hacer con ella lo que quisiera. Era completamente suya. Se sintió poderoso.

-Levántate, zorra

Obedeció en el acto. Él le dio la vuelta y la hizo arrodillar en el borde de la cama, se puso detrás de ella, abrió sus nalgas con una mano, con la otra apoyó su polla y de un empujón se la clavó en el culo.

Ana sintió un dolor terrible. No la había preparado. Pero se lo merecía, pensó. Por ser una zorra.

-¿Es esto lo que querías?

-Aggggggg...sí...gracias...gracias...por...follarme...

-No hay de que, putita.

A pesar del dolor, Ana se sentía bien. Se sentía llena de su polla, su maravillosa polla. Cuando él se empezó a mover, el dolor fue dando paso al placer. Cuanto más fuerte la enculaba, más placer sentía.

La cogió por el pelo y le levantó la cabeza. Acercó su boca a su oreja.

-¿Eres mi puta, verdad?

-Sí..

-Para siempre.

-Siiiiiiiiiiiii

El orgasmo la hizo estremecer. Se había confesado. Le había dicho que sería su puta para siempre. Sintió el placer recorrer su cuerpo por completo, mientras él seguía taladrándole el culito, duro, con fuerza...haciéndola correr una y otra vez.

Le estuvo dando por el culo más de 5 maravillosos minutos, en los cuales perdió la cuenta de las veces que se corrió. La última, la más fuerte, la que casi le hace perder el sentido fue cuando con un gruñido y tirando con fuerza de su pelo, su polla estalló llenándole el culo de calor, en forma de latigazos de hirviente lava.

En cuando él le sacó la polla del culo, Ana con rapidez se arrodilló delante de él y se la limpió con la boca, mirándolo a los ojos. La sonrisa de él la hacía feliz.

Lo ayudó a ponerse los pantalones y lo acompañó hasta la puerta. Él no se despidió. No la besó. Sólo se marchó.

Más tarde, Ana, sentada en el salón, empezó a pensar en lo que estaba pasando. Se odió a si misma. Amaba a su novio y sin embargo no podía dejar de pensar en el otro. Sentirse dominada a tal extremo, en vez de hacerla sentir mal, la hacía sentir viva. Saber que le pertenecía. Que era suya. Una parte de su mente quería ser su esclava para siempre. Otra parte no quería volver a verlo. Quería ser libre, como antes. Esa contradicción la desesperaba. No podía vivir así.

Ojalá él se muriera. Ojalá desapareciera para siempre de su vida.....Ojalá viniese esta noche a vaciarse en su boca, a darle su cálida lechita antes de dormir.

Pero no vino. Ni al día siguiente. Se pasaba el tiempo pendiente de la puerta. Que se abriera y apareciese. Y del teléfono. Ver su número.

Al tercer día, por fin, recibió un mensaje. Era de noche. Estaba viendo la tele con Miguel cuando sonó el bip-bip de su teléfono. Con el corazón a mil, leyó el mensaje:

"Hola zorrita linda. Estoy a la puerta de tu casa. Ven a vaciarme".

Se puso nerviosa. Nerviosa y cachonda. Pensó con rapidez. No podía hacerlo esperar.

-Mi amor..voy al baño.

-Límpiate bien eh! jajaja.

Se levantó y salió del salón, pero en vez de al baño fue a la entrada. Estaba oscuro. Abrió la puerta con cuidado de no hacer ruido. La escalera también estaba a oscuras, pero sintió su presencia. Notó su mano en su hombro y se arrodilló. Oyó el sonido de la cremallera bajar. Y luego ese olor que la encendía. El olor de su polla.

Abrió la boca y la polla entró. No tuvo que hacer nada. Él lo hizo todo. Puso sus manos en su cabeza y le folló la boca. Lo hizo lentamente, pero enterrándole la polla a fondo. Ana era feliz. Su novio, su futuro marido estaba en el salón, viendo la tele, y ella estaba en la oscuridad, arrodillada y chupándole la polla a otro hombre, deseando que le diera todo su caliente semen para beberlo, para tener algo de él dentro de ella.

Sus deseos fueron recompensados. La dura polla palpitó en su boca y entró en erupción. Él gruñía con cada chorro que estallaba dentro de su boca. Chorros espesos, abundantes, que Ana tragaba para no atragantarse con tanto semen.

Cuando él terminó de correrse, quitó sus manos de la cabeza de Ana. Ella siguió chupando un poco más, limpiando todo rastro de semen. Era una buena zorra. Tenía la barriguita llena de leche.

La polla se salió de la boca. Oyó la cremallera volver a subirse. Él no dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y desapareció en la oscuridad. Ana se levantó y cerró la puerta. En su boca llevaba el sabor de la leche de su macho. Tenía que lavarse la boca. Pero deseaba seguir notando ese sabor.

Volvió al salón. Miguel continuaba viendo la tele. Se acostó a su lado. apoyando su cabeza en su regazo. Él le acarició el pelo.

Ana se sintió fatal. En su barriga llevaba el semen de ese hombre. Y su novio, su amado novio, le acariciaba el pelo con ternura. Su coño estaba empapado, y no era por Miguel. Era por el otro. Y en su boca seguía su sabor. Le hubiese gustado poder seguir chupándole le polla y conseguir más lechita, una segunda ración de su sabroso esperma.

Empezó a pensar. Quizás el de Miguel fuera igual de rico. Nunca lo había probado. Quizás fuese un buen sustituto.

Le puso la mano en el muslo, acariciándolo. Lentamente la fue subiendo hasta llegar a su polla. Estaba floja, pero con sus caricias consiguió ponerla dura. En comparación con la del otro era pequeñita, pero ahora el tamaño no importaba. Quería su contenido. Abrió los botones del pantalón del pijama de su novio y sacó la polla. Abrió su boca y se la tragó.

Se la podía meter toda en la boca sin problemas. Miguel empezó a gemir. Estaba sorprendido por la actitud de Ana. Generalmente no era tan fogosa.

-Agggg mi amor...que rico....que boquita más caliente tienes.

Empezó a subir y bajar su cabeza, tragándose la polla de su novio, chupando, mamando.

-Ummmm te quiero ángel mío...que placer me das....

Miguel siempre tan amable. ¿Por qué no le apretaba su cabeza contra la polla? ¿Por que no la llamaba zorra mamona? Eso es lo que era. Tenía la barriga llena de semen de otro hombre y quería mezclarlo con el de su novio.

Miguel se iba a correr. Ana siempre terminaba con su mano. Así que la avisó.

-Aggg mi vida..me..voy a correr...Cuidado..que me... corro...aggggg

Para su asombro, Ana no sólo no se quitó sino que aumentó el ritmo de la mamada. Miguel no pudo más y empezó a correrse. Ana se tragó la polla a fondo y los chorros le golpeaban la garganta antes de ser engullidos. A media corrida llevó la polla más hacia afuera para recibir la leche en la boca. La saboreó. Estaba rica, pero no era la leche de él. Miguel bufaba de placer, vaciándose en la boca de su novia y oyendo como ella se tragaba toda su leche.

Cuando la polla dejó de manar, Ana siguió chupando, para dejarla limpia. Era una buena zorrita que sabía cual era su obligación.

Una vez bien limpita, la volvió a meter dentro del pijama. Miguel le acariciaba el cabello.

-Ana...ha sido...increíble....

-¿Te ha gustado?

-Mucho....

-Te quiero, Miguel.

-Y yo a ti, Ana.

Ello lo miró y le sonrió. Esperaba que él la besara. Que le agradeciera la estupenda mamada que le había hecho. Que se la comiera a besos. Pero él se limitó a besarle la frente, como a una niña.

"Le da asco besarme", pensó Ana, con rabia. A él no le da asco nada de mí. Apoyó su cabeza en su regazo y siguieron viendo la tele.

Cualquier hombre, después de que su novia le hubiese hecho aquella mamada, después de haberse tragado por primera vez todo su semen, habría saltado sobre ella. Se la habría follado. Le habría comido el coño. Al menos le hubiese hecho una buena paja. Miguel sólo la acarició y siguió viendo la tele.

Pero ella lo amaba. Su coño le hervía entre las piernas. No le pidió nada. Se quedó allí, hasta que al rato se dio cuenta de que Miguel dormía.

Se levantó y se fue al baño. Se puso frente al espejo y metió su mano por debajo de las bragas. Se empezó a masturbar, mirándose en el espejo.

-Eres una zorra..una puta..- se decía.

Gimió de placer. Le otra mano la llevó a su culito y se penetró con dos dedos. Y así se corrió, sola en el baño, mirándose en el espejo, pensando en él. En como se la follaba, en como la trataba.

Después se fue a la cama. No despertó a Miguel, que seguía dormido en el sofá. Se abrazó a una almohada y se durmió.

Los días fueron pasando. Él venía a su casa cuando le daba la gana, sin avisar. Ella anhelaba esas visitas. Esas visitas en donde era follada tan salvajemente y que la llenaban de placer. Ya nunca más le volvió a decir que no a nada.

Varias noches le mandaba un mensajito para que fuera a la puerta a vaciarlo. Después siempre le hacía una mamada a su novio. El muy imbécil creía que era porque a ella le gustaba. Ana lo hacía para poder retener el sabor del semen más tiempo. Nunca se lo agradecía. Nunca la follaba después. Sólo le acariciaba el pelo.

Pero lo amaba. Lo quería. Iba a ser su marido.

El día de la boda se acercaba. Ana estaba atareada con los preparativos. A él no le dijo nada. Esa parte de su vida no le incumbía.

Algunas mañanas tenía que salir a hacer compras, a hacer preparativos. Temía que una de esas mañanas él viniese y no la encontrase.

Y pasó. Estaba probándose el vestido de novia cuando su móvil sonó.

-¿Dónde estás, zorra?

-Estoy...de compras.

-Pues si no estás aquí en diez minutos me iré a follarme a otra zorra.

Él colgó. Ana sintió pánico. No podía follarse a otra. Ella era su zorra. Sólo ella.

-Lo siento - le dijo a la modista - volveré por la tarde. A surgido una urgencia.

-Espero que no sea nada grave, Ana.

-No...no.

Se quitó el vestido, se puso su ropa y salió corriendo. Cuando llegó  a su casa lo buscó con ansiedad, pero no estaba. Se había ido. Había llegado tarde. Estaba lejos y tardó casi media hora en volver.

Ella nunca lo había llamado. Jamás marcó su número. Pero esta vez lo hizo. Con manos temblorosas cogió su móvil y lo llamó.

-¿Sí?

-Soy..yo..Ya estoy en casa. Lo siento. Pero estaba lejos y no pude llegar antes.

-Ummmm, lo siento, zorrita, me cansé de esperar.

Ana empezó a llorar.

-Lo siento, lo siento. Ven por favor...ven.

-¿Por qué?

-Por que...te...necesito.

-Ummmm ..¿De verdad?

-Sí.

-¿Qué necesitas?

-A ti...te necesito a ti...

-¿Para qué?

¿Por qué la atormentaba así? Él ya sabía para que lo necesitaba.

-Para...para que me folles...como a una zorra....Soy tu zorra....ya lo sabes...necesito que me folles...por favor...veeeeeeeen

-Zorra

La palabra la oyó con eco. Por el teléfono y..... Alzó la vista y allí estaba él. Con su móvil en la oreja, sonriendo.

Ana tiró su móvil y salió corriendo hacia él. Por primera vez lo abrazó y lo besó, antes de caer de rodillas, sacarle la polla y hacerle una lenta mamada sin utilizar las manos. En ese momento, Ana era una mujer feliz.

CONTINUARÁ.