Dominada (1)

Ana es una chica normal, a punto de casarse. En su vida entrará un hombre que la trastocará para siempre. ¿Hasta dónde es capaz de llegar una mujer cuando es dominada por un hombre?

Este relato no es mío. Bueno sí, sólo el 50%. La otra mitad es de una amiga muy especial. He cogido ( con su permiso, por supuesto) una 'conversación' que mantuvimos y le he dado forma de relato.


Pleno agosto. Un calor que raja las piedras. Ana intenta trabajar en su tesis, pero apenas puede concentrarse. Siente como el sudor hace que la ropa se pegue a su cuerpo. Su novio le ha prometido que después de la boda instalaran el aire acondicionado.

Suena el timbre. Se levanta y va a abrir la puerta. Es un hombre.

-Buenas tardes. ¿El señor Ramírez?

El hombre debe de tener sobre los 35 años. Viste un uniforme azul. Sombra de barba. Sudado. Se veían algunas manchas de sudor en la camisa. Y manchas de suciedad en los pantalones.

Ramírez es su novio.

-No está.

-Soy técnico de Ono. Vengo a ponerles el cable.

-Ah sí. Pero creí que era mañana cuando vendría.

-Así es, Srta. Pero el cliente de esta tarde ha cancelado la cita y estaba cerca de aquí. Pero si lo desea puedo volver mañana.

-No, no. Pase. Cuantos antes mejor.

Así tendría Internet y sus canales favoritos. Acompañó al técnico al salón, en donde estaban las tomas de antena y de cable.

"Pedazo de hembra", pensaba el técnico mientras iban al salón. Miraba el precioso culito de Ana menearse. La mujer llevaba unos pantaloncitos negros, cortos y ajustados, y un short blanco, sin mangas. Y juraría que no llevaba sujetador. Las tetas no se las pudo mirar con atención. Pero le parecieron un buen par de tetas. Pelo claro, recogido en una cola de caballo que dejaba su grácil cuello a la vista. Y cara guapa. En fin, un 'peazo jembra'.

Ella le indicó en donde estaban las tomas y el técnico empezó a trabajar. Ana se sentó en la mesa, en donde tenía un montón de papeles y se puso a leer su tesis.

Por el rabillo del ojo vio como el técnico se secaba el sudor de la frente con un pañuelo. Pero tenía que trabajar. Tenía que concentrarse. Con ese insoportable calor cualquier cosa la distraía, hasta un sudoroso técnico.

Él también la miraba. Miradas furtivas. Ahora le pudo mirar las tetas. Preciosas, grandes. Y sin sujetador. Aquella chica era un bomboncito. Su polla se empezó a poner dura. Hacía tiempo que no mojaba y aquella preciosidad hacía que su perversa mente imaginara toda clase de cosas.

Ana se dio cuenta de que el hombre la miraba de vez en cuando. Se sintió un poco incómoda. Era un descarado. Un tipejo sucio, sudoroso. Pero era por el dichoso calor. Ella misma estaba empapada.

-¿Quiere vd. agua, un refresco?

-Agua por favor.

La visión del culito de la chica desapareciendo en la cocina le terminó de poner la polla como una roca. Le dolía en esa posición, así que se la colocó de manera que estuviera más cómodo. Pero así el bulto era bien visible. Cuando la chica le trajo el vaso de agua, le dio la gracias, y miró descaradamente sus tetas.

Ana volvió, nerviosa, a la mesa. Aquella mirada la traspasó. ¿Pero quién se creía ese tipejo que era?. Empezó a leer, pero no asimilaba lo que leía. Entonces, por el rabillo del ojo vio como el técnico se tocaba entre las piernas, como acomodándose. Descarado. Era un descarado. No pudo evitar mirarlo. Y entonces vio el enorme bulto.

Clavó la vista en sus papeles, pero en su cabeza sólo podía pensar en que el sucio patán ese tenía la polla dura y que se colocaba delante de ella. Qué descaro.

No se dio cuenta de que sus pezones se habían puesto duros, y se notaban claramente bajo la fina tela de su short. El sudor no hacía más resaltarlos, pegando la tela a su piel. Pero el técnico sí se dio cuenta.

"Joder, se le están poniendo los pitones tiesos. Y por el frío no es", pensaba el técnico, que miraba ahora con descaro a la chica. Su polla le seguía molestando, así que se la volvió a colocar. Y ella miró como lo hacía. Lo hizo con disimulo, pero él se dio cuenta.

Entonces empezó un juego. Él seguía trabajando, a lo suyo, pero se tocaba la polla, acomodándola, constantemente. Y Ana no podía dejar de mirar.

"Dios mío. Pero si tengo lo pezones duros. Joder..si se ven a la legua". No sólo eran los pezones. Su coño se estaba mojando. No podía se podía creer que se estuviera excitando por las descaradas miradas de aquel hombre. Pero si estaba sucio, sudado. Dejó de mirarlo. Trató de leer sus papeles.

El juego divertía al hombre, y cuando ella dejó de mirarlo, se acabó. Pero su polla estaba dura. Y la chica estaba para comérsela. Se levantó y se acercó a ella. Cuando estuvo a su lado, Ana lo miró. Y lo que el hombre hizo, la dejó paralizada.

La cogió con fuera por la cola del pelo.

-Llevas todo el rato mirándome la polla. Si quieres verla no tienes más que sacármela, zorrita.

Durante unos segundos ella no entendía lo que pasaba. No podía ser que ese hombre la estuviera agarrando por el pelo y diciéndole que le sacara la polla. Eso era imposible. Pero allí estaba, con una sonrisa en la boca.

Se llenó de rabia. Levantó su mano para golpear a aquel imbécil, pero antes de darle él la detuvo. Era mucho más fuerte que ella.

-Hey, zorrita..es aquí.

Llevó su mano a su polla. La restregó a lo largo de todo el paquete. Ana lo notó dura, grande. Tenía que huir, salir corriendo. Pero no podía. Sintió el dominio que aquel bruto tenía sobre ella.

Sin soltarle el pelo, le soltó la mano. Ana siguió con la suya sobre la polla unos segundos. La mirada de él la traspasaba. Era una mirada profunda. Animal.

El técnico llevó su mano libre a las tetas y las sobó con fuerza, amasándolas, apretándolas. Eran duras, grandes, perfectas.

-Joder, vaya par de tetas que tienes, putita.

-¿Pero qué coño haces? ¿Estás loco? -gritó Ana al fin.

Ana aún intentaba luchar. Intentaba librarse de aquel hombre, que la trataba como a una cualquiera, como a una cosa. Su cabeza le decía que luchara, pero su cuerpo no le hacía caso. Su cuerpo respondía a aquel asalto mojando aún más su coño. Casi lo sentía palpitar entre sus piernas.

¿Cómo era posible que un hombre como aquel la pusiera tan cachonda? No estaba acostumbrada a que la trataran de esa manera tan brutal. Su novio, el único hombre con el que había estado, no la trataba así. Él era tierno, considerado. Este otro era bruto, descarado. Olía a sudor. Y sin embargo, su coño estaba mojado. Sus pezones duros como piedras. Y no gritaba. No pedía auxilio.

Tiró con fuerza de su coleta, haciéndola levantar. La miró a los ojos. Y esa sonrisa..inquietante. Seguro de sí mismo.

Le soltó el pelo. Ahora podría salir corriendo. Huir de él. Su cabeza corría hacia la puerta, pero u cuerpo se quedó allí, en pie, mirando como el hombre metía sus manos por debajo de su short y atrapaba sus desnudas tetas. Las apretó con fuerza, hasta hacerle daño. De su garganta se escapó un gemido. Pero no fue sólo un gemido de dolor. Fue también un gemido de placer.

-Son sin duda las mejores tetas que he tenido en mis manos, zorrita. Sácate la blusa.

-No! Déjame ya..bestia

-¿No?

Sacó las manos, agarró la tela y rompió el short como si fuera de papel. Lo hizo jirones y lo tiró al suelo. Sus preciosas tetas saltaron libres. Ana se tapó con las manos.

-Quita las manos, zorra

Miguel, su novio, siempre le decía que tenía las tetas más bonitas del mundo. Y ahora aquel patán le exigía que quitara sus manos. Su voz era tan...autoritaria. Llena de vergüenza y de asco consigo misma, quitó las manos. Sus claros pezones, casi rosas, quedaron a la vista.

-Ummm, lo que yo decía...preciosas.

Las volvió a manosear. Las volvía a magrear a su antojo. Acercó su asquerosa boca y chupó uno de los pezones. Ana lo intentó. Intentó no mostrar excitación, no mostrar el placer que sentía, pero aquellos labios..su lengua..sus dientes..la hicieron gemir, cerrar sus ojos y gemir.

-Ummmm

-¿Te gusta, verdad zorrita? Seguro que tienes el coño empapado. ¿No?

Su coño chorreaba. Lo sentía mojado entre sus piernas, pero no se lo iba a decir a ese sucio tipejo.

-¿No contestas? No importa, ya lo miro yo

Sus pantaloncitos eran ajustados pero elásticos, y la mano grande del aquel hombre se metió por dentro con facilidad. Y como un bruto, la llevó hasta los labios de su coño, sin miramiento alguno.

-Joder! De verdad que eres una zorrita. No llevas bragas y tu coño está empapado. Me encantan los coñitos así...calientes, babositos.

Ana lucho con todas sus fuerzas para no gemir, pero el placer era demasiado grande.

La miró a los ojos. Esa mirada la hacía estremecer. Era una mirada segura de sí misma. La mirada del macho dueño de su hembra.

-Llevo todo el día trabajando, sudando como un cerdo con este calor. Seguro que mi polla está bien saladita. Me la vas a limpiar con la boca.

-¿Quéeee? Estás loco. Jamás te..

La agarró por la coleta y la obligó a arrodillarse. Era demasiado fuerte para ella. Se bajó la cremallera y sacó su polla. Una polla enorme. La más grande que Ana había visto en su vida. Dura, llena de venas. Hasta su nariz llegó un fuerte olor. Olor a sudor. Olor a orines. Volvió a meter la mano y se sacó también las pelotas.

La polla casi le rozaba la nariz..Ese olor..ese asqueroso olor..¿Por qué no le repugnaba? Tirando de su cola, le pasó la polla por la cara. Estaba pegajosa. Su cara olería como esa polla. A sudor..a orines...quien sabe a que más.

Ella trató de insultarlo, de maldecirlo. Él aprovechó que abría la boca para meterle la polla. Ana abrió los ojos. Era un sabor asqueroso, pero estuvo a punto de correrse.

-Si me muerdes, te mato...Ahora chúpame la polla como una buena putita.

Casi no la dejó chupar. Dirigiéndola por la coleta se la empezó a follar por la boca. La visión de aquella preciosa chica, arrodillada a sus pies, con su polla en la boca lo estaba llevando al límite. Veía sus tetas moverse al compás de la mamada.

-¿Está rica, verdad? ¿Te gusta mi polla?

Con la boca llena de polla Ana no podía contestar. Pero sus gemidos de placer lo decían todo.

-Hasta el fondo, putita

Tiró del cabello hacia él y la polla entro en su garganta, hasta que su pubis chocó con la nariz de Ana. Fue Tan rápido que su reflejo no tuvo tiempo de actuar. Los ojos de Ana abrieron. No podía respirar. Le puso las manos en los muslos y tiró con fuerza de él, pero no podía. Era más fuerte. Y si le mordía, él le haría daño.

Cuando aflojó la presión y le sacó la polla de la boca, tragó aire y tosió. De su boca salían espesos hilillos de saliva, que caían por su barbilla hasta sus tetas. Tragaba aire. Sus manos en los muslos de él. Frente a su boca, aquella inmensa polla. No se explicaba como se la había metido toda en la boca. Pero lo volvió a hacer. Se la volvió a enterrar hasta la garganta.

-Ummmm que bien lo haces. Eres una comepollas de primera. Ninguna putita se había tragado toda mi polla hasta ahora.

La cogió con las dos manos por la cabeza y la siguió follando. El placer que sentía era maravilloso. Aquella preciosidad. Aquella cálida boca. Hacía varios días que no se corría y tenía lo huevos repletos. Su corrida iba a ser antológica. Empezó a notar la llegada de su orgasmo.

-Ahhh...espero que te guste la leche de macho, porque te voy a dar...ahhhhh un poquito...

Ana pensó que cuando se corriera todo acabaría. Que se iría y la dejaría en paz. Que así podría olvidarse de todo esto como si nunca hubiese pasado. Aquel asqueroso hombre se iba a correr en su boca. Nunca se lo había permitido a su novio. Y ahora esta bestia lo iba a hacer. Cuanto antes lo hiciera, antes se iría.

Lo sintió tensarse. Sintió su cuerpo temblar. Se iba a correr. Le iba a llenar la boca...Se preparó.

Pero estaba equivocada. Aquel condenado hombre quería humillarla lo máximo posible. A punto de correrse, sacó su polla de la boca y se corrió sobre su cara. Cerró los ojos y empezó a sentir los calientes chorros de semen estrellarse contra ella. Lo oyó gemir de placer mientras iba manchando su cara con su espesa esencia. Sintió golpear su frente. Sus mejillas, su nariz, sus párpados. No había zona de su cara que no recibiera un latigazo de semen. Los dos últimos se los tiró en la boca, metiéndole media polla dentro.

No quería, pero saboreó el semen. Era algo indescriptible. Salado, amargo, espeso, caliente. Con los ojos cerrados, la polla dentro de la boca llena de semen...tragó. Y cuando el espeso néctar bajaba por su garganta, se corrió. En silencio. Tratando de que él no lo notara. Apenas se movió. Pero jamás había sentido un placer así. Tan animal. Se volvió a maldecir a si misma, pero no dejaba de sentir los espasmos de su coño al correrse.

Abrió los ojos y miro hacia arriba. Él la miraba, con una perversa sonrisa en los labios. La hizo levantar. Goterones de semen caían de su cara sobre sus tetas.

-Estás preciosa. No hay nada que resalte más la belleza de una zorrita que una buena corrida en la cara.

Él no se pudo resistir. La atrajo hacia él y la besó, con pasión, invadiendo su boca con su poderosa lengua. Llevó sus manos a sus nalgas y las estrujó, apretándola contra él. Su cara también se llenó se su propio semen. Pero no le importó. Sólo le importaba aquella boca, aquella lengua, aquel culito que tenía entre las manos.

-Vamos a la cama, preciosa. Vas a saber lo que es que te coman el coño como es debido.

Nada había terminado. Sus esperanzas se esfumaron. Como una corderita al matadero, fue seguida por aquel tipo hasta su dormitorio. Hasta donde dormía con su novio. Con su futuro marido.

Se quedó de pie, tirando al suelo.

-Venga zorrita. Desnúdate. Quítate esos pantaloncitos tan monos.

Se lo quitó sin mirarle. Lo odiaba. Era asqueroso. ¿Entonces por qué seguía con el coño mojado? ¿Por qué se estremeció cuando le dijo que se lo iba a comer?

-Joder...pareces una diosa. Túmbate en la cama y abre bien tus piernas.

Obedeció. Miró hacia un lado. No podía mirarlo a la cara .Oyó como se acercaba. Sintió como se subía en la cama, como se acostaba entre sus piernas. Y todo su cuerpo se estremeció cuando su lengua lamió la rajita de su coño.

Llevó una mano a su boca y la mordió. No podía permitir que él supiera que le estaba dando tanto placer. No podía permitir que aquel animal supiera que la estaba haciendo sentir como una perra...y que le gustaba. No tenía voluntad propia. Estaba totalmente sometida a aquel hombre. Y eso la hacía sentirse..como una...zorra.

-Aggggggggggg

A pesar de la mano en la boca, cuando él atrapó su clítoris entre sus labios y le dio golpecitos con la lengua, no pudo evitar gemir de placer. No pudo evitar arquear su espalda sobre la cama. Y no pudo evitar llevar sus manos a la cabeza de aquel horrible hombre y apretarla contra su coño, mover sus caderas y restregarse contra él.

-Ummmm que rico sabe tu coño, preciosa. Tu también has sudado..pero me encanta. No me gustan los coños limpitos. Me gustan así...que huelan a coño.. a sudor..que sepan...ummmmmm saladitos.

Aquella lengua fuerte y suave a la vez la estaba volviendo loca. Su coño no dejaba de manar jugos que él se bebía, que se restregaba por la cara.

De repente, Ana sintió que algo entraba en su culito. Aquel hombre le había metido un dedo en el culito.

-Ummm que apretadito tienes el culito, preciosa. ¿Es que tu novio no te lo folla?

-Aggggg no...nadie..nunca...no....

-Pues tendremos que poner remedio a eso, putita. Un culazo como el tuyo se merece que le metan polla a diario..

Aquello ya era demasiado. Ahora la amenazaba con darle por el culo. En vez de huir, de salir corriendo, apretó con fuerza su cabeza contra su coño y se corrió en su cara, con todo el cuerpo atravesado por intensas oleadas de placer.

-Aggggggggggg hijo de...putaaaaaaaaaaaaaaa

Él no dejó de lamerle y de follarle el culito con el dedo mientras se corría. Su boca llenó de jugos. Parecía que la chica se hubiese orinado en su boca. Le pareció riquísimo y los saboreó antes de beberlos.

Ana se quedó agotada sobre la cama. Su respiración agitada. Los ojos cerrados. Entonces lo oyó hablar.

-¿Por donde quieres que te meta la polla, preciosa?

Lo miró. Estaba de rodillas. Se su bragueta salían aquella enorme polla y sus pelotas. Su culito no. Le haría daño. Era una polla muy grande y su culito era virgen. Llevó sus manos a su coño y se lo abrió. Ya no podía caer más bajo. Abriendo su coño para que aquel asqueroso tipejo la follara. Él la entendió.

-Bien, pues por el coño, zorrita.

Se la enterró de una estocada, hasta el fondo, de golpe. Se sintió llena de repente, como nunca lo había estado. Y empezó a follarla salvajemente, metiéndole la polla hasta el fondo, sacándola más de la mitad y volviendo a metérsela hasta el fondo.

Ana jamás había gozado con su novio mientras la follaba tanto como con ese hombre, que la trataba con dureza, como a una perra. Ladeó su cabeza. No quería mirarlo.

-No huyas, putita. Sé que te gusta que te folle así. Mírame

Ana lo miró. Con los ojos entornados por el placer.

-¿Te gusta verdad? Te gusta como te follo. ¿Verdad zorrita?

-Agggggggggg

-Dímelo. Dime lo que ya sé.

-Agggggggggg

-Dímelooooo

-Síiiiiiii...cabrón!! Me estás volviendo loca de placer....agggggggggg me estás matando con esa enorme polla......fóllame..fóllameeeeeeeeeee.

No pudo seguir gritando porque le tapó la boca con la suya, follándola aún más fuerte, más rápido, más duro, haciéndola correr una y otra vez.

Cuando de repente le sacó la polla, se sintió vacía. La quería otra vez dentro de ella. La necesitaba. Lo miró, suplicante.

-Date la vuelta, putita. Ponte como la perrita que eres.

Obedeció enseguida. Quería otra vez esa polla dentro de ella. Pero con terror la sintió apoyarse contra su ano.

-No....por favor..eso no....me harás daño...no....

-Calla. Te he follado la boca. Te he follado el coño. Y ahora te voy a follar el culo.

-Noooooo

PLAS!!!

Le había dado una torta con la mano abierta en al nalga. No fue dolorosa. Fue la humillación de ser castigada por aquella bestia lo que más le dolió.

-Estate quieta y relájate. Así te dolerá menos.

Sintió aumentar la presión. No entraba. Más presión y la punta de la polla venció la resistencia de su ano y se coló. Sintió una punzada de dolor.

-Aggggggg

-Ya se te pasará. Verás como te gusta.

Enterró su cara contra el colchón para no darle el gusto de escuchar sus gritos. Él siguió empujando y enterrándole la polla hasta que chocó contra su culito.

-Ummmm ya está, zorrita. ¿Ves? No es tan malo. Tienes toda mi polla dentro de tu precioso culito.

Ana supo lo que era estar llena. Parecía que la polla había crecido más. De repente se dio cuenta de que no sentía dolor. Sólo un delicioso placer. Pero él no se movía. Él no la follaba. Él no le daba por culo como la perra que era.

-Fóllame ,cabrón...fóllame ya...venga..dame polla de una puta vez.

-Así me gusta, zorra. Que pidas lo que sabes que deseas.

Se agarró a sus caderas y empezó una salvaje enculada. A pesar de tener la cara contra el colchón, los gritos de Ana llenaron la habitación. Pero eran gritos de placer. Gritos de hembra follada por su macho, a fondo, con fuerza.

La cogió por la coleta y la hizo levantar la cabeza, doblando su cuello hacia atrás. Y entonces le agarró las dos tetas, se las apretó con fuerza y empezó a llenarle el culo con su hirviente lava, lanzada como fuertes cañonazos en lo más profundo de su culo. Fue demasiado para Ana. Su respiración se cortó. Todo su cuerpo quedó tenso y se corrió con él. Cada cañonazo de semen era una bomba de placer que estallaba dentro de ella, y que seguían estallando cuando la polla dejó de correrse.

El aire volvió a sus pulmones y las fuerzas la abandonaron. Cayó sobre la cama, con los ojos cerrados, respirando agitadamente. Oía como él también respiraba igual.

-Zorrita.. este es sin duda el mejor polvo de mi vida. Eres la mejor perrita que me he follado, de lejos.

Perra. Zorra. Puta. Ella no era nada de eso. Pero se había comportado como tal. Aquel hombre la había tratado así. Y a ella le había encantado. Estaba avergonzada, pero jamás en su vida había gozado tanto como esa tarde. Ahora, deseaba que ese bárbaro desapareciera para siempre. Deseaba que todo volviera a la normalidad.

-Oye...¿No te da vergüenza? Límpiame la polla.

Él tenía que irse. Tenía que dejarla en paz. Cuanto antes lo hiciera, antes se iría. Así que sin pensarlo se acercó a la sucia polla y se la metió en la boca. No pensó en nada. Sólo la chupó, la lamió. La limpió. Él le acariciaba el pelo.

-Muy bien, perrita. La higiene es lo primero. Jajajaja

Sonó su teléfono móvil. Reconoció el número. Era Miguel, su novio. No podía contestar, con aquel hombre allí.

-Contesta.

Con odio en la mirada, respondió.

-Diga

-Hola mi amor. ¿Cómo estás?

-Bien.

-¿Qué está haciendo  mi niña?

-Nada. Estaba viendo la tele

-Estoy llegando. Tardaré como media horita en llegar.

El hombre le susurró.

-¿Es tu novio?

Ana asintió.

-Dile que te acabo de follar. Que te he follado la boca, el coño y el culo. Y que te lo he dejado lleno de leche calentita.

Por primera vez, Ana se asustó. No podía decirle eso a Miguel. Se quedó mirando a aquel hombre con el terror reflejado en su rostro.

-Ana..¿Estás ahí?

-S..sí...

-¿Qué te pasa?  Te noto rara...

-Es que....

No podía decírselo. Pero los ojos de aquel hombre clavados en los de ella la dejaban sin voluntad. En sus ojos aparecieron dos lágrimas que cayeron por sus mejillas.

-Es que me...

El hombre se apiadó de ella. No pensó que se lo fuera a decir, pero estaba visto que la dominaba totalmente. Antes de que hablara, le quitó el teléfono de las manos y colgó.

-Bueno, zorrita. No le diremos nada a tu novio. Por ahora. Jajajaja. Casi se lo dices, ¿eh?

-Por favor...déjame ya. Ya te has divertido bastante conmigo. Me has tratado como a una..

-¿Perra?

-Sí...Vete por favor...no quiero volver a verte..jamás...vete..veteeeeeeeee

El móvil volvió a sonar. Era otra vez Miguel.

-Hola..se cortó la llamada.

-¿Estás bien?

-Sí. Date prisa por favor..Te..necesito.... mi amor

-Voy volando.

Colgó. El técnico por fin parecía que se iba. Se guardó su polla. Se libraría para siempre de él.

-Bueno, preciosa. Ha sido un verdadero placer conocerte. Ya tienes el cable puesto. Por zorrita te he puesto algunos canales gratis.

Ella se quedó en la cama. Cuando oyó como la puerta de la calle se cerraba, se echó a llorar sobre la cama. Ella no era una zorra, pero jamás había gozado tanto como con ese hombre. Y ni siquiera sabía su nombre.

Su novio estaría a punto de llegar. Tenía que lavarse. Tenía que quitarse ese repugnante olor de su cuerpo. Tenía la cara pegajosa. Tenía el culo lleno de semen. Su fue al baño y se dio una ducha purificadora.

Cuando llegó Miguel, fue corriendo a recibirlo. Se abrazó con fuerza a él. Casi se echa a llorar otra vez. Con Miguel se sentía segura.

-Hey, preciosa. ¿Qué te pasa?

-Nada mi amor, que te echaba de menos.

Se besaron. Besos limpios. Miguel olía a colonia.

Durante la cena, Ana trataba de olvidar esa horrible tarde. Dejarla atrás para siempre. Más tarde, ya en la cama, Miguel se puso cariñoso. Le notó la polla dura. Quería sexo. Ana estaba cansada. Deseaba dormirse y que terminara ese día tan horrible. Pero su novio no tenía la culpa. Sólo ella era culpable. Sólo ella podría haberlo detenido todo y no lo hizo. Se dejó amar. Se dejó acariciar. Sin excitación.

Por primera vez en su vida, fingió placer. Y cuando su vagina se llenó del cálido semen de Miguel, fingió su orgasmo. Con los ojos cerrados. Odiándose a si misma.

Le costó dormirse. El calor era insoportable. Pero no era sólo por el calor.

Amaneció sola en la cama. Miguel ya se había ido. Se duchó y se dispuso a salir a comprar. Tuvo que coger las llaves de repuesto. Siempre las estaba perdiendo. Las dejaba en cualquier sitio y después olvidaba en donde las dejaba. Luego aparecían en los lugares más inesperados. Una vez, incluso dentro de la nevera.

Cuando regresó de la compra y había guardado todas las cosas, fue al salón. vio el receptor del cable y a su cabeza acudieron todos los recuerdos del día anterior. El asco, sí. Y el placer. El inmenso placer que sintió. Otra vez se le pusieron los pezones duros. Y otra vez su coñito se mojó. Tenía ganas de ir a su cama y masturbarse una y otra vez, pero no lo hizo. No iba a permitir que su cuerpo volviera a gozar gracias a aquel terrible hombre que la había sometido al punto de dejarla sin voluntad.

Se fue a trabajar en su tesis.

Esa noche, cuando Miguel le hizo el amor, ya no tuvo que fingir. Sintió placer. Y su orgasmo fue verdadero. Suave, pero verdadero. El técnico del cable ya no la atormentaría más.

Al día siguiente incluso pudo poner la tele, ver los nuevos canales, sin acordarse del maldito que se los puso. Volvía la normalidad. Al fin todo era como antes.

Sobre las 10 de la noche, estaba en el salón, apoyando su cabeza en el hombro de Miguel, mirando la tele. Su móvil sonó. Se levantó a buscarlo. No reconoció el número.

-¿Diga?

-Hola zorrita.

Casi se le cae el teléfono al suelo. Reconoció su voz. Era él. ¿Cómo sabía su teléfono?

-¿Quién es, Ana?

-Es...mi...madre

-Ah.

Se fue a la cocina.

-¿Cómo sabes mi teléfono? ¿Por qué me llamas?

-Jajaja. Me lo dio tu novio.

-¿Mi novio?

-Sip. Lo puso en el parte como teléfono de contacto. Que amable.

-Déjame en paz.

-Tengo la polla dura.

Ana colgó. No podía ser. Ya se había librado de él. El teléfono volvió a sonar.

-Si cuelgas te vas a enterar.

-Por favor..déjame...por favor.

-Estoy aparcado enfrente de tu casa. Quiero que bajes ya.

-¿Cómo? Estás majara.

-Si no bajas tú, subo yo a buscarte.

-Está mi novio.

-Me importa un carajo. Seguro que con un buen sopapo lo dejo durmiendo un rato.

-No serás capaz!

-Ponme a prueba y verás de lo que soy capaz.

Ana pensaba con rapidez. Ese tipo era más grande que Miguel. Le podría hacer daño. Mucho daño.

-Pero...está él..no puedo..no puedo salir.

-Eso es cosa tuya. Si en cinco minutos no estás aquí, subo yo.

Él colgó. Ana daba vueltas en la cocina. No sabía que hacer. Cómo salir sin que Miguel sospechara nada. A esas horas. Sólo se le ocurrió una cosa. Escondió el paquete de tabaco y fue al salón.

-¿Mi amor, te quedan cigarrillos?

-No. El último paquete es el tuyo.

-Pues..no lo encuentro. Voy al bar a comprar. Me apetece un cigarrito.

-Ya voy yo.

-No..así me da un poco el aire.

-Vale.

Salió y se dirigió con rapidez al ascensor. Mientras bajaba pensaba en todas las cosas que le iba a decir a ese tipejo. Que la dejara en paz para siempre, que la olvidara. Cuando llegó a la calle, se dio cuenta que tenía el coño mojado. Sus pezones le dolían de lo duros que los tenía.

La calle estaba oscura, casi desierta. Un coche oscuro aparcado en la acera de enfrente picó sus luces. Ana se dirige hacia allí. Cuando miró dentro, sonriente, al volante, está el técnico. Está oscuro, pero su enorme polla asoma por su abierta bragueta. Ana no puede evitar mirarla. Se siente como una polilla atraída por la luz.

-Sabía que vendrías, zorra. No puedes vivir sin mi polla. Entra.

Como una autómata, Ana abrió la puerta del acompañante y entró en el coche. Se sentó al lado del hombre, mirando hacia adelante.

-¿Qué quieres?

-Sé que no eres tonta. Sabes lo que quiero.

La cogió con fuerza de la cabeza y la obligó a acercarse a su polla. La dejó con la polla rozándole la cara.

-Desde el otro día no me he vuelto a correr. Tengo los huevos llenos de leche a rebosar. La he estado guardando toda para ti. Sácamela toda. Ya verás que bien duermes con la barriguita llena de leche caliente.

-No..no..puedo. Mi novio..me espera arriba. Tengo que volver.

-Cuanto antes empieces, antes podrás volver con tu novio.

Lo odiaba. Odiaba a ese hombre con todas sus fuerzas. Tenía ganas de..no sabía de qué. Pero en vez de irse, de gritarle, de golpearle, abrió la boca y se tragó la polla. Otra vez su boca se llenó del asqueroso sabor de ese polla, sudada. Pero....deliciosa...gimió de placer mientras empezó a subir y bajar la cabeza.

El técnico se recostó en el asiento, disfrutando de la estupenda mamada que aquella preciosa putita le estaba haciendo. Se encendió un cigarrillo y tranquilamente se puso a fumar.

El coño de Ana echaba fuego. Aquella polla que le llenaba la boca la tenía al borde del paroxismo. Llevó una mano a su entrepierna y empezó a frotarse. Él la vio.

-Hey, no he dicho que te puedas tocar, zorra. Quita la mano.

Obedeció. Siguió mamando, chupando. Una de las manos de él se apoyó en su cabeza y dirigió la mamada, imponiéndole el ritmo que él deseaba.

Una de las veces, apretó con fuerza su cabeza hacia abajo, clavándole la polla en la garganta, pero por la postura, en vez de deslizarse garganta abajo se le clavó contra la parte de atrás. Casi la hace vomitar. Casi la hace correr.

-Aggggg que rico, putita.. Tienes la boca más caliente que me he follado. Prepárate, porque te voy a soltar leche para alimentar a un regimiento...Agggg.

Ana notó que la polla se ponía más dura. Que el hombre se estremecía, que se tensaba. Y el primer chorro le llenó la boca. Un chorro potente, largo, abundante, caliente, que se estrelló contra su paladar antes de cubrirle la lengua. Había sido un solo chorro, pero Ana sintió que le llenaba la boca. Tenía que tragar, o si no la ahogaría con los siguientes.

Con los ojos cerrados, tragó. Aquel semen le quemaba la garganta a medida que bajaba hacia su estómago. Y fue acompañado de 5 tragos más. Cado una largo, espeso. Y cada uno engullido con ansias por ella.

La polla tuvo un par de espasmos más, pero sin expulsar más semen.

-Wow..zorrita...casi me desmayo de gusto..Vaya mamada...

Ana se incorporó, dispuesta a irse, a volver con su novio.

-¿Dónde crees que vas, putita? Antes de irte déjame la polla limpia

Lo miró con odio. Si las miradas matasen, lo habría fulminado en el acto. Volvió a agacharse y lamió la polla hasta dejarla libre de todo rastro de semen. Levantó su cabeza. Lo miró. El sonreía. Puso la mano en la manilla de la puerta y abrió.

-¿Es que te lo tengo que decir todo? No puedes dejarme con la polla fuera.

Le costó meterla. Aún estaba dura. Luego le subió la cremallera.

Abrió la puerta y se dispuso a salir.

-Antes de irte, dame un beso, guapa.

-Malditooo

Salió corriendo. Oyó su horrible risa mientras corría hacia su portal. No miró atrás. Ni siquiera se acordó de comprar el tabaco.

Mientras subía a su casa, en la boca notaba el sabor de su semen. Y en su estómago reposaba toda su corrida. Su coño no dejaba de palpitar. Su pezones la atormentaban.

Cuando entró en su casa, Miguel la llamó.

-Nena, ¿Por qué has tardado tanto?

-Había mucha gente, cariño...

-Ah..

-Coño, y además me estoy meando.

Ana fue corriendo al baño. Tenía que lavarse la boca. Quitarse ese sabor. Abrió el grifo y se llenó la boca de agua. La escupió en el lavamanos.

Se miró en el espejo. Vio como sus pezones se notaban contra la tela. Y más abajo su coño hervía. Estaba cachonda. Muy cachonda. Metió su mando por dentro de sus pantalones y la llevó a su coño. Se frotó el clítoris con fuerza. Necesitaba correrse. Necesitaba liberar toda la tensión que sentía en su cuerpo.

Cerró los ojos. Recordó la enorme polla clavada en su garganta. Recordó lo que sintió cuando aquel hirviente semen bajaba por su garganta. Y se corrió. Cerrando con fuerza sus muslos, apretando su clítoris con dos dedos, se corrió.

Abrió los ojos. Vio su reflejo en el espejo.

-Eres una zorra - le dijo a su imagen .- Una zorra asquerosa.

Se lavó las manos y volvió con su novio.

Ana no lo sabía aún, pero no se iba a librar del técnico. Del hombre sin nombre.

CONTINUARÁ