Dominación en Valencia, a oscuras 1

Una lectora me pregunta, que le haría si viniera 8 horas conmigo a un hotel. Yo le escribo un relato con lo que podría pasar. Dedicado a María.

Capítulo I

Una lectora, María de 29 años, me mando un email para felicitarme por los 3 primeros capítulos de "Dominación en Valencia" y me pregunto, que le haría a ella, si pudiera escaparse 8 horas de una tarde, a un hotel conmigo. También me comento, que lo que más le había puesto caliente de los relatos, eran los castigos y humillaciones.

Ya tenía la contestación escrita, cuando se me ocurrió algo más morboso. Escribir un relato imaginándome lo que le haría a ella. Se lo propuse, y le encanto la idea. Mantuvimos diversos emails, donde iba recopilando datos útiles para el relato. Quería hacerlo, lo más real posible y por tanto, necesitaba datos personales de Maria; también le pedí fotografías suyas, quería conocer su cuerpo; su cara no me importaba. En cuatro días tuve los datos necesarios y le pedí una semana para escribirlo y publicarlo en Todo Relatos.

Y como ya está escrito, aquí sale publicado.

Hotel de la ciudad de Valencia (España), 13,00 horas de un día laborable cualquiera.

Cargado con mi maleta de cabina, me instale en una habitación doble de este hotel. Deshice el equipaje, yo iba a estar hasta el día siguiente, y deje sobre la cama una máscara de cuero. Dicha máscara, solo tiene aberturas para ojos y boca; pero todas se pueden tapar, si el amo así lo desea. Yo deje abierta, solo, la abertura de la boca. Salí de la habitación y del hotel; no sin antes, haberle comunicado al recepcionista que mi mujer llegaría sobre las 14,00 y que le facilitaran una llave para instalarse en la habitación.

Yo me fui a una cafetería cercana a comer algo muy ligero y tomarme una cerveza. A las 14,10 volví al hotel, informándome el recepcionista, que mi mujer había subido a la habitación hacía unos minutos. Sonreí. Le di las gracias.

Eran las 14,15 en punto.

Abrí la puerta de la habitación y desde el pasillo pude verla: de espaldas a mí, desnuda y únicamente llevaba puesta la máscara. Me acerque a ella respirando fuerte, para que me situara en la habitación. Desde su espalda, le sople en la nuca; un débil escalofrió recorrió su cuerpo. Fui observando sus tersas nalgas mientras la rodeaba sin tocarla, los pechos eran abundantes, quizás demasiado grandes para mi gusto, pero perfectos para hacerme una cubanita. Coño depilado, excepto una débil línea. Pequeñita barriguita acogedora; muslos potentes y pies pequeños y bien cuidados.

En todo momento, María me estaba oyendo la fuerte respiración por que yo así lo quería. Pero en un momento dado, dejé de forzar mi respiración y note como intentaba, sin éxito, localizarme por el ruido. Me acerque y le lancé mi cálido aliento a uno de sus pechos. Dio un respingo al situarme tan cerca de ella y en zona tan delicada. Ahora era a ella, a la que se le oía respirar más velozmente.

De un tubito de lubricante, que llevaba en el bolsillo, me unté el dedo índice de mi mano derecha. Lo acerqué a su coño y abriendo sus labios mayores accedí al clítoris. Llego el primer suspiro. El dedo lubricado, favorecido por los iniciales flujos de María, se movía con extrema suavidad y golpeaba muy débilmente al botoncito de placer de la mujer. El clítoris iba aumentando de tamaño, al mismo tiempo que la excitación era más evidente en María.

Cogí los brazos de María y se los puse en cruz. Seguí masturbando su clítoris, suavemente, pero sin pausa. La respiración aumento de ritmo igual que sus jadeos, empezó a bajar los brazos por el cansancio. Le di un bofetón no muy fuerte y le volví a poner los brazos en cruz. Ahora ella, ya sabía lo que debía hacer y el castigo por no realizar mi orden; si bajaba los brazos, recibiría un bofetón. Pero mi masturbación sobre ella no cesaba, y eso le hacía olvidar mis ordenes. Otro bofetón y María elevo los brazos. El cansancio empezaba a hacer mella en sus brazos y para mantenerlos horizontales tendía a echar el cuerpo hacía atrás. Pero al estarla masturbando, su tendencia era irse doblando hacía adelante. Empezó a temblar, por la fuerza que debía hacer para mantener los brazos horizontales.

María.- Amo, por favor.

Otro bofetón sonó en la habitación, María elevo mínimamente los brazos sin llegar a ponerlos en cruz. Aceleré la masturbación del clítoris y cuando sus jadeos ya eran fuertes y seguidos y sus brazos se mostraban sin fuerza y a punto de tocar sus caderas. Retire el dedo de su sexo. Me aleje en silencio para que no pudiera detectarme.

María.- Amo, por favor no me deje así. Se lo suplico, continúe. Amo.

Abrí el minibar y cogí una cerveza mientras la respiración de María se normalizaba. Me desnude. Ella podía oírme, no le ocultaba que me estaba desvistiendo. Mi dedo mojado de sus flujos se lo puse en los labios, introduciéndolo en su boca y moviéndolo para que su lengua jugará con él. Al minuto, hice presión con mi dedo hacía abajo y en principio ella abrió la boca, pero como yo seguía presionando hacia abajo ella se fue agachando hasta arrodillarse con la boca abierta. Saque el dedo, ella esperaba mi polla. No llegaba ese momento. Como no hacía intención de meter nada en su boca, ella la cerro. Recibió un bofetón, ella solita dejo su boca abierta; iba aprendiendo.

Al rato, me acerque y metí mi polla en su boca. Ella cerró los labios rodeándola con firmeza. Si le pudiera ver la cara, creo que la ha recibido con alegría. Por lo menos, ahora, María sabe lo que se espera de ella, que me la mame. Su lengua me rodeaba la polla con viveza y rapidez; la chupa bien esta puta. Con sus manos me sobaba los huevos, a los que, de vez en cuando, regalaba alguna lamida. A los pocos minutos le retire mi polla de su boca y empujando su cabeza hacía el suelo la deje arrodillada y con el culo en pompa. ¿Qué pensaría ella? Que la iba a azotar o a follarla por el culo, ya.

Un azote resonó en la habitación, María se quejo. Otro azote para la otra nalga. La deje así y me acerque a beber un trago de cerveza.

Yo.- Buena postura para una perra en celo; arrodillada y con el culo en pompa.

Me senté en el único sillón de la habitación, encendí un cigarro y bebí otro trago de cerveza. Estire una de mis piernas en dirección a María.

Yo.- Acércate perrita. Con mi pierna extendida, que te encontraras ahora, tienes que hacer como las perritas golfas; restregarse en él para darse gustito en el coño. Venga, móntate en mi pierna.

María me obedeció y empezó a rozarse su chocho con mi pierna; los pezones los seguía teniendo erectos y la humedad de su sexo ya la empezaba a notar sobre mi pierna. Al rato los jadeos ya eran evidentes y frecuentes.

Yo.- ¿Quién eres?

María.- Soy la más puta y golfa de las reses de mi amo.

Yo.- ¿Qué haces aquí?

María.- Darle placer a mi amo y señor.

Yo.- Bien, te has aprendido las respuestas que te mande; parece que no seas tan gilipollas como parecías. Solo eres imbécil y estúpida.

María.- Sí, amo. Soy imbécil y estúpida.

María iba acercándose a su orgasmo. Le cogí un pezón y lo retorcí.

Yo.- Venga puta, serás golfa y guarra que te vas a correr, solo con rozarte con mi pierna. Ganas me están entrando de quitarte la pierna y que te quedes con las ganas de terminar.

María.- No, amo. Se lo suplico déjeme correrme.

Yo.- Pues ladra bajito. Si paras de ladrar te quito la pierna.

María empezó a ladrar despacio; mi pierna ya estaba totalmente mojada de los flujos de María la perra.

Yo.- Perra, cuando te corras debes decírmelo. ¿Lo has entendido?

María.- (Entre jadeos y ladridos) Sí, mi amo.

Yo.- Pues no tardes mucho, que tengo otras cosas que hacer contigo, puta de mierda.

Los jadeos se imponían a los ladridos, la perra estaba cerca de su orgasmo. Se abrazaba a mi pierna con fuerza, no quería que se le retirara este inesperado objeto de placer.

María.- Amo, me voy a correr pronto.

Yo.- Pues si que eres fácil para correrte, a partir de ahora que harás, te iras restregando con las farolas por la calle. No te oigo ladrar y te tendré que quitar la pierna.

Entonces le llego el orgasmo a María. Me clavo las uñas en la pierna, arqueo su espalda, el aire parecía que le faltase por lo que abría la boca. Le escupí dentro de la boca. Un pequeño ronquido gutural marco el declive de su placer y su relajación la hizo cogerse a mi pierna o se caía. Le di palmaditas a la cabeza y dejé que recuperara sus fuerzas.

Yo.- Muy bien perrita, has obedecido a tu amo y mereces un premio. Ponte de pie y con las manos a la espalda. Con lentitud, con descoordinación, María intentaba ponerse en pie; su orgasmo la había dejado mareada. Fui a buscar las cuerdas, le puse los antebrazos a la espalda, horizontales y juntos; los ate. Después una cuerda entre los brazos y ya tenemos a María inmovilizada.

Yo.- ¿Ya te has recuperado de tu anterior corrida?

María.- Sí, amo. Gracias amo por atarme.

Yo.- Es que necesito tenerte atada para reventarte el culo, cosa que voy a hacer inmediatamente.

María.- Recuerde amo, que lo he hecho pocas veces por el ano, amo.

Yo.- Lo recuerdo cariño; y por eso precisamente, te lo quiero romper, para que me recuerdes mucho tiempo, cariñito.

María.- Me prometió que no me dolería.

Yo.- Te lo voy a ensanchar un poco para que no hayan desgarros, pero dolerte algo te va a doler. Y deja de hablar ya, prepárate.

La cogí de la nuca y la empuje sobre la cama. María, al no ver la cama y tropezar con ella, creyó que iba a caer al suelo sin posibilidad de poner las manos para protegerse. Grito y se puso a sollozar sobre el lecho. Me puse lubricante en mi pene y sin dejar que se recuperara del susto la hice ponerse a cuatro patas; su culo era bonito de verdad, sin granos o manchas que lo afearan. Escupí sobre él y metí un dedo, entro demasiado fácil; metí un segundo dedo, también entro fácil. Le di un fuerte azote a una de sus nalgas.

Yo.- ¿Te has dilatado el ano antes de venir aquí? Verdad.

María.- Solo un poquito, amo.

Yo.- Como te has atrevido (Otro azote) Mala puta de los cojones (sin gritarle, hablando lentamente)

Apunte mi glande a su ano y apreté fuerte. Entro hasta la mitad. Ella grito, pero estaba fingiendo.

Yo.- (Otro azote más) No me tomes el pelo de que te duele mal puta; te has ensanchado el culo lo suficiente como para que entre un camión por él. Pero me debes una, esto es una gran decepción para mí. Quizás te saque a mitad del pasillo y que los que pasen se te beneficien, por puta y mentirosa. ¿Qué coño te has metido?

María.- 3 ó 4 dedos, amo.

Yo.- Y una mierda, aquí ha entrado toda la mano, pedazo de guarra(otro azote)

María ya tenía todo el culo enrojecido por los azotes y lloraba abiertamente.

María.- Amo, no me pegue más, disculpe a esta sucia perra que ha tenido miedo al dolor.

Yo.- Pues eso es lo que vas a tener, dolor (otro azote) A mi no me gusta pegarles a mis sumisas, pero a quien se porta mal, hay que disciplinarla. Y para tu información, les azoto con la mano y no con paletas, varas o látigos; para que a mí también me duelan los azotes que doy, por respeto hacía ellas; pero a ti, en este momento, no te doy con una tabla, por que no la tengo aquí, mala puta.

Yo.- Me voy a duchar, me vestiré y te desataré. Después saldré de la habitación; entonces te quitaras la máscara, te vestirás sin ducharte y te iras. No quiero volver a verte, no me vales como puta; como mucho llegas a guarra.

Le di un empujón y salió mi polla de su ano; María lloraba. Me duche y vestí y la joven seguía llorando. La desaté y ella intento abrazarme, pero al no verme le fue imposible.

María.- Por favor amo, no me deje esta tarde; haré lo que me pida sin protestar, seré su puta más obediente.

Abrí la puerta de la habitación y sin decir nada, me fui. Realmente estaba cabreado, muy cabreado. María no valía para ser mi sumisa. Me metí en la cafetería del hotel y pedí una cerveza bien fría, y que no fuera Heineken. El camarero me trajo el botellín y un vaso helado.

Yo.- No quiero vaso.

Camarero.- Es que la botella no está muy fría.

Yo.- Pues eso es lo que yo quiero, que la botella esté muy fría, ¿es posible?

Camarero.- Si no le importa la marca, veré si hay otras más frías.

Y se retiro a explorar por la cámara frigorífica. He sido demasiado rudo con el camarero, la mala leche que me ha generado María se la hago pagar a este, que encima, me tiene que aguantar a la fuerza. Volvió el camarero con otra botella.

Camarero.- Esta sí que está fría, señor.

Yo.- Disculpe por lo de antes, no llevo una buena tarde.

Camarero.- No se preocupe el señor.

Que buena está la cerveza, cogí un periódico para distraerme un rato. Cuando terminé la cerveza, pagué y salí del hotel a que me diera el aire. Llovía débilmente. No me gusta que mis planes se vayan al garete y me quede, como ahora, con una tarde entera sin saber que hacer.

Vuelvo al hotel y el recepcionista no me dice nada de que "mi mujer" ha salido, mosqueo. Miro el reloj y hace una hora que salí de la habitación. Llego ante la puerta y me tranquilizo, no quiero hacer o decir nada de lo que más tarde me pueda arrepentir. Abrí la puerta, María estaba arrodillada en medio de la habitación; desnuda y con la máscara puesta.

María.- Amo, le suplico que me perdone; he cometido un grave error y desearía que me disciplinase por lo guarra y cerda que he sido. Mi mente y cuerpo le pertenecen. Le compensaré con lo que quiera, amo. Pero no me abandone esta tarde (sollozando) Se lo suplico.

Sin decir nada la rodee varias veces, haciendo ruido para que me oyera. Me había desilusionado y no me apetecía seguir con la sesión. Apoye mi pie sobre sus costillas y la empuje; cayo de lado y se quedo quieta, esperando mi reacción. Le puse el pie sobre su cuello, sin apretar, solo haciendo una ligera presión para que notara mi zapato en su cuello.

María.- Gracias, amo.

Le puse el zapato en su boca.

Yo.- Lame mi zapato.

Saco la lengua y no escatimo lengüetazos para demostrarme obediencia.

Yo.- A cuatro patas. Gatea hacia tu derecha; ahora recto. Entra en la bañera y túmbate boca arriba.

Me saque la polla y empecé a mearle todo el cuerpo. Ella abrió la boca y algunas gotas conseguí introducirle. Vacié mi vejiga.

Yo.- En pie. Quítate la mascara.

Le costo aflojar la cuerda que cierra y tensa la máscara. Cuando consiguió retirársela mantuvo la cara baja y sumisa.

Yo.- Levanta la cara.

Cuando por fin le vi la cara, ésta era un amasijo de coloretes corridos, lagrimas a medio secar y unos ojos enrojecidos de llorar.

Yo.- Estás hecha un asco. Dúchate, péinate y vístete; te espero en la cafetería del hotel.

María.- Amo, muchas gracias.

Yo.- No tardes y nada de maquillaje.

Salí de la habitación. Eran las 17,00 horas.

Pedí una cerveza en la cafetería. Escogí una mesa apartada del paso habitual de la gente. A ver cuanto tiempo tarda en bajar esta.

A la media hora exacta la vi entrar en la cafetería y buscarme con la mirada. Sonrió al localizarme y conforme se me acercaba, fue agachando la cabeza y desapareció su sonrisa.

María.- Amo, como usted ordeno, se presenta su esclava ante usted. Disponga de mi persona.

Yo.- Siéntate. Ya no eres mi sumisa; dejaste de serlo, cuando para evitarte un dolor, me privaste a mi de un placer y además engañándome.

María.- Subamos ....

Yo.- Cállate, no he terminado. ¿Te crees que soy tonto y no distingo un ano cerrado de uno distendido en las últimas horas? Quizás tu marido o "tus amiguitos" no lo reconozcan. Pero yo, lo detecto con solo meter el primer dedo. Levanta la cara, coño.

María levanto la cara, pero seguía manteniendo la mirada baja. Lágrimas silenciosas recorrían su cara.

María.- Amo, subamos a la habitación y azóteme hasta que se canse. Me siento muy mal por haberlo defraudado.

Yo.- Buena frase, la última. Así que, te sientes mal por haberme defraudado; perfecto. Si creyera que lo dices de corazón, tendrías una oportunidad de volver a ser mi sumisa.

Camarero.- ¿Desea tomar la señora alguna cosa?

María.- No, nada, gracias.

Yo.- Tráigame otra cerveza, por favor.

Camarero.- Enseguida caballero.

María.- Puede confiar en mí, no volveré a defraudarlo; puede poner a prueba mi obediencia, que encantada y servicial cumpliré su voluntad sin rechistar.

Yo.- Como discurso, muy bonito; sirves para político.

Camarero.- Señor, su cerveza (y se retiro)

Yo.- Bien, voy a poner a prueba tu maravilloso discurso; en 15 minutos voy a saber si eres una perra obediente y digna de llamarme amo. Atenta a lo que voy a decir, solo lo diré una vez. Si cumples lo que te ordeno, cuando acabes iras al baño te lavaras las manos y podrás venir a sentarte a mi lado y recibir mis caricias por ser buena puta. Si no cumples lo que te ordeno, no volveremos a hablar, te levantaras, recogerás tus cosas del hotel y te iras a tu casa sin ni siquiera dirigirme la palabra. ¿Estás de acuerdo?

María.- Ordene y cumpliré, amo.

Yo.- Como has alterado tu ano, yo ya no lo quiero. Pero alguien podrá disfrutar de él. Toma este preservativo.

María me miraba extrañada. Sabía que no me gustan los condones.

Yo.- Bien, vas a ir a esa barra de ahí y le vas a decir al camarero lo siguiente: "Mi amo me ha ordenado venir aquí y suplicarle a usted (al camarero) que me folle por el culo hasta que se corra. Con las siguientes condiciones:

Usted (el camarero) usará este condón. No habrá ni magreos previos ni besos.

Yo (por María) me comprometo a permanecer con el culo abierto hasta que se corra; tiempo máximo de 15 minutos.

Le ruego acepte esta oferta, dado que es, para reparar una afrenta que le he hecho a mi amo. Y, quizás, así, me perdone.

En caso de no aceptar usted esta propuesta, me veré obligada a apoyarme en una de las mesas de esta cafetería, subirme yo misma la falda y pedirle a mi amo que por favor me azote públicamente el culo.

Maria me miraba asombrada, conforme iba oyendo lo que debía decirle y dejarle hacer al camarero.

Yo.- Evidentemente no espero que se lo digas palabra por palabra. Pero para ser medico, tonta no debes ser y habrás captado la idea. ¿No?

María tragó saliva, para aclararse la voz. Su cara estaba roja a más no poder.

María.- ¿Se lo digo ahora?

Yo.- No, pasado mañana si te parece. Pues claro que ahora. Venga.

María se levanto de la silla. Yo mire mi reloj

Yo.- 15 minutos y hacerlo detrás de la barra que yo os vea las caras.

María salió hacía la barra, andando con determinación, el camarero la recibió con una sonrisa interesado en que deseaba. Rápidamente se difumino su sonrisa, se le abrieron los ojos como platos y me miraba a mí y a María. Permaneció callado mientras María le explicaba mi propuesta; aunque me miraba a mi de reojo.

El camarero, de unos 40 años, debió de aceptar; ya que, intento llevarse a María hacía el almacén. Ella le indico que debía hacerse tras la barra y no en otro lugar oculto. El camarero miro a los dos clientes que mientras tomaban un café en las mesas leían algún periódico. Acepto las condiciones y María pasó tras la barra.

El camarero se situó detrás de María. Parece que se le resistía ponerse el condón; cuando lo consiguió María guió su polla a su ano y aquel empujando la metió. Se iniciaron las penetraciones. María me miraba fijamente a mí; mientras yo, tranquilamente, fumaba y me bebía mi fría cerveza. Estaba lejos, pero diría que estaba llorando en silencio.

Antes de los 10 minutos, el camarero se corrió; María salió de la barra, dirigiéndose a los aseos a lavarse las manos. A los pocos minutos, mi puta se acercaba a mí, permaneciendo de pie esperando ordenes.

Yo.- Magnífico María, puedes sentarte.

Lagrimas silenciosas volvieron a aparecer en sus ojos.

María.- Lo he hecho por usted, amo. No quiero enfadarlo nunca más. Perdóneme por favor.

La cogí de la mano y acercándomela hice que se sentara en mis rodillas. La abracé; ella empezó a llorar más intensamente. Deje que desahogara la tensión acumulada durante unos minutos. Le acariciaba las mejillas, limpiándole las lágrimas que caían.

Cuando se calmo, nos dimos el primer beso en los labios, tierno, suave y salado por sus lágrimas. Me miro a los ojos y sonrió. Le devolví la sonrisa con otro pequeño beso.

Yo.- Venga perrita, ve a lavarte la cara a los aseos. Te quiero, bien guapa.

La sonrisa de María ilumino toda la cafetería; todos los enfados y malos momentos, se habían esfumado de su semblante. Encendí un cigarro complacido. Cuando María salió de los aseos la cogí de la mano y nos acercamos a la barra a pagar. El camarero no sabía si sonreír o escapar. A María le sudaba la mano de los nervios.

Yo.- Me dice cuanto es por favor.

Camarero.- No se preocupe, están invitados.

Yo.- No he preguntado si nos invita a las consumiciones. He preguntado ¿cuanto es?

Cogido por sorpresa no supo reaccionar. Saque un billete de 20€ y lo deje delante de él.

Yo.- Cóbrese; y de esto que ha ocurrido, ni una palabra a nadie.

Camarero.- Pero si un día quisiera repetir o algo así, aunque fuera pagando. ¿Dónde puedo localizarles?

Yo.- Ni vendiendo a tus hijas, mujer y madre. Tendrías el suficiente dinero para que pudieras pasar 5 minutos con una de mis perritas. Te he utilizado para que mi chica pasara una prueba de obediencia. Y nada más. Cuando veas pasar delante de ti, a esta mujer, la tratarás como si fuera la mismísima virgen María ¿Entiendes?

Camarero.- Sí, señor. Lo siento, señor.

Cogí a María de la cintura y salimos de la cafetería.

María.- Gracias, amo.

Le sonreí y le di una palmada al culo, mientras íbamos hacía la habitación.

Eran las 19,00 horas y María a las 22,00 debía irse a su casa.

Entramos en nuestra habitación.

Yo.- Desnúdate. Mientras te desnudas, te informo que lo que has hecho con el camarero, ha sido para que te vuelva a readmitir como sumisa mía. Pero el castigo, por lo que has hecho, todavía no te lo he impuesto.

María.- (Agachando la cabeza y ya desnuda) Como guste mi amo. ¿Cómo debo ponerme para que pueda disciplinar a esta puta tramposa?

Yo.- De ninguna manera, no he dicho que lo vaya a hacer ahora. Es más, te quedan 3 horas escasas de estar aquí. Yo con ese tiempo no reinicio una sesión; cuando empezase a estar a gusto, te tendrás que ir. Vuelve otra tarde.

Pero antes de irte dúchate, para quitarte las babas del camarero. Después te follaré el coño y me correré en tu boca. De esa manera, por lo menos, me servirás de puta. Y te advierto que tú no te vas a correr más, no te lo has ganado.

Fin del 1º capítulo.

Dedicado a María

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