Dominación en Valencia (3)
Me despierto con la polla en la boca de Ana. Al mediodía aparece Pilar, hermana de Ana.
Capítulo III, despertando junto a Ana.
Noté algo raro en mi pene, está mojado y caliente; abro los ojos y veo a Ana mirándome y con mi polla tiesa en su boca. Ahora lo recuerdo todo.
Yo.- Buenos días perrita.
Ana.- Buenos días mi señor (sonriéndome)
Yo.- Sigue chupándola princesa.
Me encendí un cigarro y puse en marcha la televisión para ver las noticias. Eran las 6,40 de la mañana. Me incorpore un poco y me puse las almohadas a la espalda, quería ver a esta jovencita mamando mi polla.
Yo.- Métetela en el coñito guarra.
Ana sonrío y me cabalgo, metiéndosela poco a poco. Jadeaba a cada movimiento de su cadera y sus jugos ya salían de su vagina, pero yo no quería que se corriera.
Yo.- Métetela en tu sucio culo guarra.
Ana sin dudarlo cambio de sitio mi polla. Entro fácilmente. Su recto no estaba tan calentito como su vagina ni, evidentemente, tan mojado. Sus tetas se movían poco debido a su firmeza juvenil. Pellizqué sus pezones y amase sus pechos. Me estaba gustando pero no quería acabar todavía. Cogiéndola del pelo con ambas manos la atraje hacía mi para besarla.
Yo.- Quieta perra, quédate completamente quieta. No te has ganado mi leche por ahora. Ana sorprendida, paro de moverse y me miraba incrédula.
Yo.- Límpiamela.
Se saco mi polla de su culo y me la mamo con delicadeza.
Yo.- Dúchate, estás sudando; y ponte el vestido estampado de ayer.
Ana.- Enseguida, amo.
Cuando ella acabó, me duche yo, terminando con agua fría para despertarme bien.
Ya vestidos bajamos a dar un paseo por la playa notando la frescura de la mañana y ver la calma de la mar. También aproveche para sobarle el culo, metiéndole un dedo en el ano, mientras andábamos. A las 8 pasamos a desayunar al buffet.
Yo.- Nos quedan 3 horas y media hasta que finalice tu contrato conmigo. Vámonos.
Al entrar a la habitación le señale a Ana el centro del lugar. Me situé frente a ella y bajándole los tirantes del vestido lo deje caer al suelo.
Yo.- Las manos a la espalda. Voy a atarte putita.
Ya maniatada ella, me desnude yo. Tenía la polla morcillona, pero eso iba a cambiar rápidamente.
Yo.- De rodillas y abre la boca.
Me fui a mear y a media meada pare; salí y le metí el pene en la boca.
Yo.- Bébete mis orines guarra.
Empecé a mear poco a poco, no quería que se atragantase y echará algo fuera de su boca. Ana estaba toda roja, bebía el liquido que le depositaba en la garganta. Cuando me vacié le restregué el pene por toda su cara.
Yo.- ¿Qué se dice después de que te hayan dado de beber?
Ana.- Gracias, amo.
Sus ojos parecían que se estaban llenando de lagrimas. Pero sus pezones estaban erguidos, algo no cuadraba. Ya me enteraría más tarde.
Yo.- Límpiamela.
Hice que tuviera que acercarse hacia mi para meterse mi polla en su boca. La limpió a conciencia lamiéndome también los cojones.
Le desate una mano y la hice tumbar en la cama boca arriba; la volví a atar a las patas de la cama con los brazos en cruz. Era una visión muy sexy. Ahora había que hacerla disfrutar a ella y me centre exclusivamente en su clítoris. La abrí de piernas y ya me dio el olor a hembra caliente. Con los dedos abrí sus labios mayores y ahí estaba mi objetivo; brillante y escondido por su caperuzón. Moje un dedo en sus jugos vaginales y lo rodeé pero sin tocarlo. Ana aumento la velocidad de su respiración; parece que sabía lo que iba a pasar. Pase mi lengua por sus ingles ya sudorosas, no tenía prisa. Metí un dedo en su coñito, quería que se mojara; pasé el dedo por encima del caperuzón del clítoris haciendo círculos. El clítoris aumentaba de tamaño y Ana ya jadeaba de forma débil.
Yo.- ¿Porqué tenias los ojos llorosos cuando te he meado en la boca?
Ana.- (Cogiendo aire para hablar) Me cayo una gotita de su delicioso orín en un ojo, amo.
Yo.- Si es por eso estas perdonada, por que te recuerdo que en un email ya te advertí que te lo haría. ¿Recuerdas puta guarra?
Ana.- Sí mi amo, estaba dentro de los límites.
Le di un lengüetazo largo al clítoris de Ana y ella emitió un fuerte jadeo, al mismo tiempo que elevaba las caderas para que yo continuara con las lamidas. Me levante y del minibar cogí 2 cubitos de hielo; Ana no se había dado cuenta. Volví rápidamente a pasar mi lengua por su botoncito un par de veces y cuando Ana estaba en medio de un jadeo le puse el hielo en una de sus tetas. Se quedo sin aire; por unos segundos no le entraba aire en los pulmones de la impresión. Después un grito ahogado; yo seguía haciendo un circulo alrededor de su pezón que ya no podía estar más erguido. Atrape el clítoris entre mis labios y lo succione, seguidamente le di golpecitos con la punta de la lengua y conforme aumentaba la frecuencia de los toques las caderas de Ana se iban moviendo más y más. Cambie el hielo hacía el otro pezón, otro gripo pero más flojo que el anterior. Seguía mi masaje a su terminal sexual; pronto llegaría su orgasmo, los jugos salían de su vagina y se mezclaban con mi saliva llegando hasta su ano. Me acorde del plumero. Me levante y la deje abandonada.
Ana.- Por favor no pares, por favor sigue; amo méteme tu polla, tu linda y gorda polla. Soy tu puta métemela por favor, amo. Fóllame amo. No me dejes así. Amo.
Yo.- Cállate o me voy y te dejo atada a la cama y con la puerta de la habitación abierta.
Ana ya solo jadeaba y se movía presa de una gran excitación. Quizás la deje a punto de su orgasmo que no llego. Le pase el plumero entre las piernas, por las tetas y conseguí que Ana aumentara los movimientos de su cadera. Dos lengüetazos más al clítoris y le metí el rabo del plumero por el ano. Debido a la abundante lubricación, entro muy fácilmente. Ana no esperaba eso.
Ana.- No amo, tu polla por favor, dame tu polla; haré lo que quieras pero fóllame.
La penetré con el mango del plumero varias veces, lo saque de su culo y a continuación le metí mi polla en su encharcadísimo coño. Entro hasta el fondo con dos acometidas mías. Inmediatamente su vagina me recibió con los espasmos vaginales que me apretaban la polla maravillosamente. Ana se corrió. Sus jadeos fueron gritos que yo atenué besándola y metiendo mi lengua en su boca. Se relajo y mientras recuperaba una respiración normal, me di cuenta que una de sus manos estaba blanca; la sangre no le llegaba a la mano izquierda. Salí de Ana para desatarla y protesto por abandonar su ardiente coñito. Le quite las cuerdas y frote sus manos dejándola descansar un momento; ella se incorporo y buscaba mi boca para besarme. Nos besamos.
Busque el pulso cardiaco en sus dos muñecas y al encontrarlo me tranquilice. Me deje besar por Ana, que en un estado de semiinconsciencia se colgaba de mi cuello. Al haberla desatado debía cambiar mis planes y se me antojo su culito una vez más. Me puse sus piernas en los hombros y le acerque el glande; entro como un cuchillo caliente en la mantequilla. Quería que Ana se enterara de su nuevo enculamiento; así que, las penetraciones las hacía muy lentamente esperando a que recobrara parte de la conciencia. Me acorde de las pinzas, pero no sabía donde las había dejado. Que suerte tuvo Ana en ese momento. Ella se frotaba la vulva suavemente con una mano y con la otra se metía dos dedos en la boca. Le pellizque un pezón con fuerza y recupero parte de la realidad, quejándose con un sonido gutural. Me miro y me sonrió. Yo seguía disfrutando de su culo; pero esta iba a ser mi última corrida de esta aventura y quería alárgala lo más posible. Me salí de ella y me tumbe a su lado.
Yo.- Putita, mámame la polla.
Me miro y vi que ya estaba de vuelta en este mundo. Me chupo los pezones, ya duros a más no poder. Me paso la lengua por el estómago y llego a la polla erecta, viscosa de sus flujos y ansiosa de una boca amiga.
Ana.- Mi polla querida.
Y sin más, se la metió en la boca. Fue una mamada lenta, que me sirvió para que se me bajase la calentura. Me había dejado su culo al alcance de mi mano; así que, le metí dos dedos en su ano y con ellos la enculaba al ritmo que ella me mamaba.
Yo.- Esta corrida que va ha salir ahora, te dejo que escojas donde la quieres.
Ana.- En el coño.
Yo.- En el coño ¿y que más puta de mierda?
Ana.- Mi amo, por favor no se enfade con esta sucia puta. Déjeme sacarle esta leche que tanto me gusta, por favor amo.
Yo.- Súbete y métetela.
Ana me monto y empezó unos movimientos de pelvis dignos de una puta vieja.
Yo.- Esta va a ser mi última leche para ti; así que, lúcete putita.
Ana.- Si mi amo, la deseo dentro de mi.
Ana estaba muy excitada y yo iba camino de no resistirme por mucho tiempo. Le pellizcaba suavemente los pezones y de vez en cuando le daba algún pequeño azote a su lindo culito. Los jadeos de Ana iban en aumento; se abalanzo hacía mi y me beso con desesperación. Estuvimos besándonos un buen rato y mientras tanto Ana me deleito con unos movimientos pélvicos, sin mover la espalda, que me ponían en un aprieto; ya que, quería que durase este polvo. Afortunadamente la vagina de Ana me indico que el final estaba cercano y se lo dije.
Yo.- Te voy a llenar de leche mala puta.
Ana.- Ya llego también papa, dámela. Lléname.
Yo.- Me corro, me corro.
Quedamos relajados y yo todavía notaba alguna contracción en la vagina de Ana. Nos besamos tiernamente durante unos minutos y cuando salió mi pene de su coñito noté la gran cantidad de líquidos que me bañaban los testículos. Después de un rato de arrumacos y un cigarro, nos levantamos pues eran las 11 de la mañana y nos quedaba una hora para abandonar la habitación.
Me entraron ganas de mear; así que, hice entrar en la bañera a Ana y le ordene que se arrodillara. A continuación la meé por todo el cuerpo recreándome en sus tetas; fue una meada larga y copiosa.
Yo.- Levántate y embadúrnate el cuerpo con mis orines.
Cuando lo hizo le mande que se saliera de la bañera y esperara allí de pie. Yo me duche sin prisas recreándome con el agua. Cuando salí, le deje que se duchara ella.
Yo.- Venga guarra, lávate que hueles a perra muerta.
Ya duchados, nos vestimos, recogimos nuestras maletas y salimos del hotel; eran las 11,40
Yo.- Vamos a tu coche.
En el parking del hotel y mientras Ana metía las maletas en el coche, empecé a sobarle el culo por debajo de la falda. Había alguna gente que nos veía perfectamente; Ana se puso completamente roja por la vergüenza. Entramos al coche.
Yo.- Quedan 10 minutos para que suene mi alarma de las 12 horas y termine este juego. Acércame a aquellos restaurantes perrita. Al llegar le hice desabotonarse la blusa y subirse la falda. Le metí un dedo en el coñito y lo chupe. Sobé sus tetas y cuando faltaban 20 segundos le di un morreo relajado pero con profundos lengüetazos que Ana supo devolverme. Y, sonó la alarma.
Yo.- Bueno Ana, se acabo el juego que establecimos. Yo voy a tomar una cerveza en esta terraza. Si quieres que hablemos algo sobre las últimas 24 horas, ven. Si te quieres ir, que tengas muchas suerte (alargando mi mano para estrechar la suya)
Ana.- Sí que quiero hablar sobre todo esto. Y tengo sed.
Yo.- Me puedes llamar Vicente, ¿puedo seguir llamándote Ana?
Ana.- Si, me gusta ese nombre.
Ana puso en marcha su móvil. Nos sentamos en un extremo de la terraza, para estar más tranquilos, pedimos un par de cervezas. Ana estaba pensativa y la deje un momento que se centrara. Su móvil pitaba la llegada de todos los mensajes y llamadas perdidas. Ella miraba la pantalla de su teléfono, pero parecía estar abstraída en otros pensamientos. Pedí otra cerveza, estaba seco. Ana no la había ni probado.
Yo.- Pues empezare yo. Para mi ha sido sorprendente ver como te has adaptado a tu condición de sumisa en estas 24 horas. Lo he pasado muy bien y te lo agradezco. Gracias.
Ana.- Yo también lo he disfrutado (con la voz entrecortada y sin mirarme a la cara)
Yo.- Ana, habla sin miedos, ahora somos dos personas adultas y espero que sinceras. Si quieres recriminarme algo de lo que he hecho, dímelo. Yo creo que no me he excedido en lo que teníamos pactado, pero si tú crees lo contrario, dímelo. Es más, si te he ofendido en algo, te pido mis más sinceras disculpas; no era mi intención.
Ana estaba a punto de llorar. Y yo no sabía que demonios pasaba.
Ana.- Si el problema es que me lo he pasado muy bien y ahora tengo miedo de que yo sea, así.
Yo.- Ana, levanta la cabeza y mira al frente (cuando me miro, seguí hablando) ¿Tú te crees que yo soy siempre como he actuado en estas últimas 24 horas? Con mi compañera, con la que llevo conviviendo 15 años sin casarnos, soy de lo más dulce. Yo no podría querer a una mujer con baja autoestima o sumisa permanente. Venga Ana, esto ha sido un juego, un paréntesis en nuestras vidas que sabíamos cuando empezaba y cuando acababa. Hemos llevado a cavo nuestra fantasía, somos adultos y debemos saber lo que queremos. Intenta no ser una persona sumisa toda tu vida. ¿Me dejas que te coja la mano? Vive tu vida por ti misma, intenta ser feliz; y si de vez en cuando quieres realizar alguna fantasía, llévala a termino, pero teniendo en cuenta que es eso, una fantasía.
La bese en la mano, apretándosela con delicadeza. Me miro y sonrío. Sonó su móvil. Miro quien era y se levanto, alejándose para hablar sin ser oída.
Dudas de juventud, ¿quién no las ha tenido? Sería una lástima que a esta chica la cogiera algún maltratador. A quien piense que yo lo he sido con ella, tiene razón; pero con una diferencia muy importante. Todos mis excesos ya estaban consensuados entre los dos por los emails previos a vernos; y eran durante un periodo de tiempo preestablecido.
Ana seguía hablando por teléfono a unos 30 metros de mi. Me pedí otra cerveza. La miraba y viéndole ese culito tan guapo que tiene, por cierto sigue sin bragas, se me puso morcillona recordando lo bien que me lo he pasado con él. A colgado el móvil, viene hacía mi. Me sonríe y se sienta.
Ana.- Perdona, era mi hermana. (estuvo un momento callada, como queriendo poner orden a sus pensamientos) Yo siempre he sido bastante independiente; ya que, mis padres no nos han prestado mucha atención, por los horarios de sus trabajos. Y contigo, cuando estabas cariñoso, era como tener los mimos de mi padre que no he tenido.
Vaya mimos, pensé yo. Había que dejarla que se desahogara hablando. Y no quise interrumpirla.
Ana.- Pero cuando te ponías en plan "malo" lo primero que pensaba era ¿qué he hecho mal yo? A veces me has dado miedo, pero lo he disfrutado todo. Tenía muchas dudas antes de venir y alguna vez he pensado en decir la palabra que ponía fin al juego. Es que a partir de ahora, tener sexo con mi novio va a ser muy aburrido.
Yo.- Alto ahí Ana, ten en cuenta que tú tendrás unos sentimientos hacía tu novio que no los puedes tener hacía mi o hacía cualquier otra persona. Supongo que tu amas a tu novio y ese sentimiento engrandece el sexo a límites muy superiores a cuando practicas sexo sin amor. No confundas el cariño o los mimos con el amor. Si el sexo con tu novio es aburrido, déjalo. Busca otro chaval de tu edad que te quiera y al que quieras. Y hasta que llegue ese amor, disfruta del sexo con quien te apetezca. Pero con respeto hacía la otra persona. Lo que hemos hecho nosotros entre nosotros ha sido respetándonos; ahora bien, esa actitud todos los días, es de no respeto hacía el sumiso. Y yo creo que no es bueno ni para el amo ni para el sumiso. Yo no querría ser amo todos los días, ya te lo he dicho. La violencia es una espiral que se le puede coger el gusto fácilmente.
Ana.- Andrés y yo no nos amamos, salimos de fiesta, follamos y poco más.
Yo.- Y ¿en este momento de tu vida quieres algo más serio con un chico? ¿o chica? (dije sonriendo)
Ana.- No lo sé.
Sonó el móvil de Ana. Se levanto y se alejo, pero esta vez solamente unos 5 metros. La brisa marina movía la falda de Ana, creo que no se daba cuenta que iba sin bragas. Eran las 13,30 y ya llegaba tarde para comer en mi casa; así que pensé en comer por donde estaba. Ana se reía con el teléfono en la mano, mirándome de reojo. Me imagine que sería su hermana y estaban bromeando. A los 10 minutos volvió a sentarse.
Yo.- Se me ha hecho tarde para llegar a mi casa a comer, y me quedare por alguno de estos restaurantes. ¿Quieres comer conmigo?
Ana.- (Lo pensó unos instantes) Sí, pero espera que llame a mi hermana que me esperaba para comer.
Yo.- ¿Pero no vivías a 100 km de aquí?
Ana.- Pero el piso que compartimos de estudiantes está a 20 minutos más o menos.
Yo.- Vaya, vaya.
Ana llamó a su hermana sin levantarse de la silla. Entre risas le dijo que no iba a ir, que se quedaba a comer conmigo. Algo le dijo su hermana que Ana no hacía más que decir que no. Y que no. Y que no. Ana colgó con la cara roja. Temí que su hermana mayor la estuviera riñendo por quedarse conmigo a comer.
Yo.- ¿Qué pasa? ¿Se ha enfadado contigo tu hermana?
Ana.- No que va, ¡que quería venir aquí!
Me quede sorprendido.
Yo.- Venir ¿a qué?
Ana.- A conocerte. A ella también le dio morbo esto que hemos hecho y ya quería acompañarme a distancia ayer para que no me pasara nada.
Yo.- Está bien que entre las hermanas os cuidéis. A mí, me da lo mismo que venga o no, salvo que venga a pegarme por haber deshonrado a su hermanita (reímos los dos); eres tú la que decides.
Ana.- No sé. Es muy guapa y ya me ha quitado algunos novietes.
Yo.- Ana, tu y yo no somos nada; excepto dos adultos que han delimitado un periodo de tiempo corto para tener una relación anómala. Que quieres decir ¿qué tu hermana querría hacer lo mismo que has hecho tú?
Ana.- Sí, seguro que sí.
Yo.- Vaya par de hermanitas, nunca he tenido sexo con dos hermanas a la vez; tiene morbo la situación y más sabiendo que os enrollasteis anteriormente. Pero tu siempre serás mi princesa.
A Ana se le iluminaron los ojos al oír mi respuesta. Poniéndose a reír alegremente.
Ana.- ¿Entonces le digo que venga?
Yo.- Ya te he dicho que tu decides.
Sonriendo llamó a su hermana y le dio el nombre del restaurante donde estábamos.
Ana.- Ya viene.
Yo.- Vamos dentro del restaurante y la esperaremos allí.
Busque una mesa con vistas al mar, pero un poco escondida. Ana y yo teníamos el mar a la vista; si llegaba la otra se tendría que conformar con estar de espaldas a la playa. El escalafón es importante. Pedimos dos martinis y seguimos charlando amigablemente.
Ana.- En estos momentos te chuparía la polla otra vez. Posó su mano sobre mi pene apretándolo sobre el pantalón.
Yo.- Ana, que ya soy mayor, que no tengo la vitalidad de un jovencito.
Ana.- Después de comer me tomare un postre especial, ¿si me dejas? (sonrojándose por su atrevimiento)
Yo.- Y, a tu hermana, la dejamos aparte o participará.
Ana.- (Sacando pecho) Ese postre es mío y solo mío.
Entre bromas y risas, paso cerca de media hora, y como estábamos de espaldas a la puerta no nos enteramos que llegó Pilar, la hermana de Ana. Con las presentaciones me levante y le tendí la mano, pero ella se me acercó y me beso muy cerca de la boca.
Ana tenía razón, Pilar era muy guapa. De la misma estatura que Ana, melena lisa y morena; caderas y pechos un poco más grandes que su hermana, lucía un suave bronceado y una cara muy bonita.
Ana.- Vicente me dejo a mí escoger si venías o no. Y como ves, le dije que sí.
Pilar.- ¿Vicente? No es amo o señor o algo así.
Yo.- Amo o señor es el tratamiento que me debe dar mientras estamos en el periodo que hemos establecido de dominación. Fue, de ayer a las 12 del mediodía hasta las 12 del mediodía de hoy. Ahora, solo somos dos adultos que comen amigablemente (No me gustó el tono con que Pilar hablaba)
Pilar.- Ana me ha dicho que se lo ha pasado muy bien.
Yo.- Ya me lo ha dicho y me alegro; Ana es una putita que tiene voluntad para aprender.
Ana.- Gracias.
Se hizo un breve silencio y aproveche para llamar al camarero y pedir la comanda. A continuación me excuse y me levante para ir a lavarme las manos al baño. No era cierto, quería dejarlas que hablarán entre ellas un rato; salí a la calle y me fume un cigarro tranquilamente. Aun siendo Pilar más guapa que Ana, no me atraía tanto como su hermana.
Cuando volvía hacía la mesa, pude verlas hablando una cerca de la otra y con gestos serios. Pilar sujetaba la muñeca de Ana con fuerza. Callaron al verme llegar.
Yo.- ¿Qué os ocurre que estáis tan serias?
Ana.- Nada, no es nada (tartamudeando)
Yo.- Estamos aquí para pasarlo bien, venga no os enfadéis.
Hubo un silencio.
Yo.- Vamos a ver Pilar, tú estás aquí para verme y si lo crees oportuno echarme un polvo para demostrarle a Ana que eres más lanzada que ella, en otras palabras, más puta. Pero has llegado tarde, el periodo de sumisión a terminado. No te he aceptado como mi zorrita y por tanto hoy no vas a tener mis atenciones. Y no consiento que vengas a amargarle el buen día, que Ana me ha dicho que ha tenido. Está claro, zorra de mierda. Lástima que no seas una de mis putas, por que te iba a dar una somanta de correazos en ese gordo culo que ibas a alucinar. Y ahora, pídenos perdón a los dos por tu asqueroso comportamiento.
Pilar me miraba con los ojos muy abiertos, asombrada por mis palabras, abrió la boca para decir algo, pero no salió sonido alguno de su boca.
Ana.- Ya has oído al amo, pídenos perdón.
Hubo un silencio en todo el restaurante, pues todos me habían oído.
Pilar.- Per dón (casi inaudible)
Ana.- Más fuerte, que no se ha oído.
Pilar.- Perdón.
Pilar hizo mención de levantarse para irse.
Yo.- Siéntate ahí, mala puta, que la comida ya esta pedida; y me es lo mismo que te la comas tú o que la tiren a la basura.
Acerqué a Ana hacía mi y le di un beso en la boca. El camarero trajo el vino blanco fresquito y nos sirvió a los tres. A Pilar le caían unas pocas lágrimas por las mejillas.
Yo.- Ves a limpiarte la cara de tanto maquillaje y tráela bien limpia. Por cierto, cuando vuelvas ven sin nada de ropa interior.
Pilar seguía en una especie de trance, pero se levanto y fue a los aseos.
Ana.- Gracias amo, por defenderme.
Yo.- Tú eres mi princesa, ella no es nada. ¿Sabes que continuas sin ropa interior?
Ana.- Si amo, tengo esperanzas.
Yo.- Ana, ahora soy Vicente.
Le di un beso en la frente y le puse la mano en el cuello para hacerle una caricia. Ella ladeó la cabeza para sujetarme la mano y sentirla mejor. Yo sonreí. Brindamos por nosotros.
Al rato llego Pilar con la cara desmaquillada y se sentó.
Yo.- Acércate a mí, que vea que no traes bragas; si las llevas, ya te puedes ir.
Pilar acercó su silla hacía mi y se subió ligeramente la falda.
Yo.- No veo nada.
Pilar miró a las mesas contiguas por si la estaban mirando y se subió más la falda. Llevaba el coño totalmente depilado.
Yo.- Que no te importe el resto de la gente; yo soy el que debe preocuparte. No pienso tocarte; arréglate la falda.
Pilar estaba roja como un tomate; tanto, que llamo la atención del camarero cuando vino a traernos los platos. A Pilar tuve que amenazarla para que se terminara su plato de arroz negro; por cierto, estaba muy bueno.
Terminamos de comer sin más sobresaltos, Ana y yo conversábamos amigablemente. Pilar no habló en toda la comida, excepto cuando yo le preguntaba algo.
A los cafés le pregunte a Ana.
Yo.- Ana, ¿qué haremos con tu hermana?
Ana.- Pilar no ha aceptado ningún contrato con usted, amo; yo soy su única puta.
Yo.- Cierto, Pilar no ha aceptado mis condiciones; por lo tanto no debo someterla. Pilar, mírame; a partir de este momento puedes marcharte o quedarte, eres libre de hacer lo que te plazca.
Pilar.- ¿Puedo quedarme? No molestare, por favor.
Ana.- Si que molestará amo.
Yo.- Ya está bien Ana, Pilar se queda. Además el amo se acabó a las 12 del mediodía, ahora soy Vicente. Y por tanto, no tenéis la obligación de obedecerme. ¿De acuerdo las dos?
Ana.- Sí, Vicente.
Pilar.- Si, Vicente.
Yo.- Voy a dar un paseo por la playa, ¿os venís?
Las dos al unísono aceptaron; pagué y nos fuimos hacia la orilla del Mediterráneo.
Ana me cogió de la cintura y yo le pase un brazo por la espalda; así, de vez en cuando, podía acariciarle ese culo que me encantaba. Hablamos durante un rato de cosas intrascendentes y Pilar iba conversando cada vez más. Durante el paseo vi cerca de la carretera un lugar tranquilo donde pasar desapercibidos; memorice como llegar a él.
Pilar.- Quiero volver a pediros perdón por lo de antes de comer; no debí intentar meterme en vuestra relación.
Yo.- ¿Pero, por que demonios discutíais cuando yo salí?
Ana.- Pilar quería pedirte hacer con ella lo mismo que hiciste conmigo.
Pilar agacho la cabeza humillada o avergonzada no sé. Ya estaba claro, tenía yo razón cuando abronque a Pilar; esta disputa se resume en una pelea entre hermanas a ver cual de la dos se queda con la muñeca de turno. Celos, envidias y demás historias entre hermanos.
Yo.- Ana, Pilar puede pedir lo que guste; ahora falta que yo se lo conceda.
Le di un beso en la frente a Ana.
Yo.- Pilar ¿cómo pretendías pedirme eso? Sabes que ibas a molestar a Ana y aun así lo ibas a hacer. Comprenderás que yo le tenga mucho más aprecio a Ana que a ti. Ella ha sido mi compañera en esta fantasía de 24 horas y no me ha defraudado. Te has portado mal y gracias a que no eres mi sumisa te libras de un buen castigo.
Pilar estaba a punto de llorar. Con mi mano derecha acaricie su mejilla izquierda y le di un suave beso en su mejilla derecha. Ahora empezó a llorar Pilar.
Yo.- Lloras por que tu conciencia te dice que has actuado mal; así que, para que te apacigües te voy a imponer un castigo.
Pilar y Ana me miraban expectantes.