Dominación en Valencia (1)

Ana (24 años) decide probar la sumisión conmigo. Hombre de 50 años, gordo, feo y sin dientes. Ella quiere probar sus límites; yo probarla a ella.

Dominación en Valencia.

Relato mitad ficticio, mitad real.

Capitulo I, Ana, aprendiza de sumisa.

Nos conocimos por un contacto mío en internet, en el que buscaba a una mujer joven, delgada y sumisa para pasar 24 horas juntos.

Ella quería saber que se siente al ser, por un día, el juguete de un hombre mayor, gordo, feo y sin dientes. Un hombre, que cualquier otro día, solo le habría despertado indiferencia. Quería saber hasta donde podía llegar; conocer sus límites.

Yo, por mi parte, quería tener por un día una joven obediente a mis caprichos.

Después de intercambiarnos de 15 a 20 emails, ya teníamos las cosas claras cada uno. Los limites estaban claros y la palabra que detenía todo el juego establecida.

Todo empezó a las 12 de la mañana de un sábado de 2006. Ana estaba en su coche, estacionado en el lugar que yo le había indicado. Llevaba falda y blusa; sin ropa interior ni medias o pantys. A las 12 en punto, me acerque al coche por el lado donde estaba Ana; tal como convenimos. Al llamarla por el nombre que le asigne, Ana, se desabrocho la blusa mostrándome sus pechos con unos preciosos pezones endurecidos por la excitación; y se subió la falda para mostrarme su monte de venus. Esos dos actos preestablecidos, eran la confirmación de que Ana daba por iniciado el juego.

Yo.- El carnet y carta de tu última donación de sangre.

Me entrego lo que le pedí. El DNI para ver su edad, no quiero rollos con menores. Y la carta de su última donación de sangre, por que en ella pone si tienes o no: SIDA, hepatitis y Lues. Vamos a intercambiar muchos fluidos y no hay por que arriesgarse. Le devolví todos los papeles.

Como no había gente donde estábamos, me arrime al coche y me saque la polla tiesa por el morbo. Solo dije "mámala". Ana con decisión se la metió en la boca y empezó a darme una lenta pero profunda mamada. Todavía no nos habíamos visto las caras, debido a que el coche era algo bajo; pero eso aumentaba el morbo de la situación.

Ana seguía chupándome la polla sin utilizar las manos. Es excitante que una desconocida te muestre sus tetas, coño y te haga una mamada sin mediar palabra. Pero no quería acabar en su boca, todavía. Así que, guarde mi pene y me subí al coche por el lado del copiloto. En ese momento nos vimos las caras; le di mi carta de donación de sangre, ella la ojeo y me la devolvió. Maria era morena, con media melenita ondulada, no tenía una cara bonita, pero si que tenía un algo especial que me llamaba la atención. Le dije que se abotonara la blusa y separara las piernas; acaricie su vello púbico, notando la suavidad y el calorcito tan suave que desprendía su vagina.

Introduje un dedo y comprobé que estaba totalmente mojada, Ana emitió un suave suspiro, abriendo más las piernas; con el dedo mojado le di un suave masaje en el clítoris y después le puse el dedo delante de su boca, pero a unos 20 centímetros.

Yo.-Límpialo.

Ana acerco la cara y se introdujo el dedo, cerrando los ojos para disfrutar más el momento. Después de unos segundos, saque el dedo de su boca y me lo seque en su pelo.

Yo.- Ponte bien la falda. ¿Recuerdas la palabra clave?

Ana.- Sí, amo.

Yo.- Dila.

Ana.- Pirineos.

Eran las dos primeras palabras que le oía a Ana, tenía una voz suave y melodiosa.

Yo.- Vamos al hotel.

Llegamos al hotel de 4 estrellas en el que había reservado habitación; quería disfrutar de todo en esas 24 horas.

En el ascensor, le acaricie el culo a Ana sobre la sedosa falda; era firme, estrecho y apetecible. Ya en la habitación, la hice situarse en el centro del salón y la deje allí de pie sin hacerle caso, mientras deshacía mi maleta.

Yo.- Desnúdate.

Ana se quitó la falda y la blusa pero las mantenía en la mano; ya que, no alcanzaba a ningún mueble desde donde estaba. Le temblaban las piernas y yo quería alargar esa situación, un poco más. Abrí las cortinas para que entrara el sol y poder ver la playa de Valencia. El día era primaveral y la mar en calma siempre me ha relajado.

Yo.- Suelta la ropa. Las manos a la nuca. Separa las piernas.

Era una imagen deliciosa.

Sus pezones volvían a estar duros. Amasé sus tetas con firmeza pero sin causarle dolor. Eran de un tamaño mediano y gracias a sus 24 años se mantenían erguidos y firmes. Los pezones eran claritos. Me quite la dentadura postiza delante de Ana, quería ver su expresión. Tragó saliva y abrió mucho los ojos, pero ninguna otra expresión detecte en su cara.

Cogí una cerveza del minibar y me senté en un sillón.

Yo.- De rodillas. Ven gateando. Sácame la polla y chúpala despacito. Todavía no te has ganado mi leche, putita.

Yo, mientras, le acariciaba su sedosa melena.

Yo.- Síguela chupando, así despacito como una buena gatita. Ana ¿cómo se llama tu novio?

Quería que se acordara de su novio, mientras tenía mi polla en su boca. Levanto los ojos molesta, aunque rápidamente los bajo.

Ana.- Se llama Andrés, amo.

Yo.- Me has mirado mal Ana, esos arranques de dignidad se deben acabar.

Le acariciaba la nuca y su pequeña oreja.

Yo.- ¿Qué castigo crees que te mereces?

Ana.- El que mi amo desee, dentro de los límites preestablecidos.

Yo.- Muy bien, así me gusta. He dado mi palabra y pienso cumplirla. Y hasta te doy a elegir ¿pezones, culo o ataduras? Sabes que en estas 24 horas vas a padecer los 3, pero te dejo elegir el orden.

Ana.- Culo.

Yo.- Bien, sécame la polla y métela en el pantalón.

Yo.- Túmbate sobre mis rodillas con las piernas abiertas.

Ana tragó saliva y me obedeció, poniendo su plano vientre sobre mis rodillas; pude notar su calor a través de mis pantalones. La visión de ese cuerpo joven, sometido a mi voluntad, me causo una gran erección que me imagino, Ana podía notar. Acaricie su terso y duro culo; sin necesidad de abrir sus nalgas se veía su ano y vagina, a ambas zonas les dedique un rápido roce.

Yo.- ¿Cuantos azotes crees que te has ganado por tu altanería?

Ana.- (Dudo un instante) 5 azotes.

Yo.- Bien, por ser tu primera falta te haré caso, pero serán 5 en cada nalga como tu has sugerido. ¿No es eso lo que querías?

Ana.- Si, amo.

Yo.- Abre la boca y chúpame estos dedos mientras te doy tu "ligero" castigo.

Ana abrió la boca, al ver dos de mis dedos, delante de su cara; los introduje y deje que los envolviera con su lengua cálida y húmeda. Yo empecé un movimiento con la mano como si me estuviera follando su boca, y Ana cada vez iba emocionándose más con su seudomamada. Cuando habían pasado unos 2 minutos y Ana estaba totalmente centrada en chuparme mis dedos, le di el primer azote que resonó en la habitación. Cogida por sorpresa por el golpe, abrió al máximo su boca y quedo sin respirar unos segundo que se hicieron eternos.

Yo.- Sigue chupando mis dedos o duplico los azotes, zorra Y cuenta en voz alta su número.

Ana respiró un par de veces para coger aplomo y siguió chupándome los dedos.

Yo.- Como este azote no lo has contado, no ha valido. Vuelvo a empezar.

Abrí los dedos de mi mano para que el azote hiciera menos ruido, el impacto fuera mayor y la superficie dolorosa más extensa. El segundo azote ya lo esperaba y solo causo el enrojecimiento de su otra nalga. Empezó a contar las 10 nalgadas. Fui alternando los palmetazos en las dos nalgas y cuando acabe me ardía la mano; Ana se relajo y aproveche ese momento para acariciarle la vagina, estaba ardiendo igual que mi mano. Introduje un dedo entre sus labios mayores y aprecie su espesa humedad, el clítoris estaba para comérselo, pero no quería cambiarla de posición hasta que disfrutara.

Quite mis 2 dedos de su boca y puse el dedo pulgar. Por su otro extremo, introduje el otro pulgar en su vagina. Los deje quietos unos segundos y después inicie el movimiento de meter y sacar al unísono por sus dos orificios. Pronto se advirtieron en Ana los primeros síntomas de excitación y lo note en como me atrapaba mi dedo con su boca. El olor a hembra envolvió toda la habitación. Las caderas de Ana empezaron a moverse de manera rítmica, sus piernas apretaban mi mano. Con el paso de los minutos era gracioso ver formarse gotas de sudor en la espalda de Ana, sus jadeos iban aumentando en intensidad y ya su boca estaba casi siempre abierta, por lo que cambie de lugar mi mano izquierda y la lleve a sus endurecidos pezones, que pellizque y retorcí hasta donde notaba que le dolía; quería que mezclara el placer y el dolor ligero. Con sus manos sujetaba mi pierna, como si fuera su única tabla de salvación.

Yo.- ¿Dónde le has dicho a tu novio que estarás estas 24 horas?

Ana no contestó; quizás ni siquiera me oyó. Detuve mis manos y repetí la pregunta. Ana balbuceó y tragó saliva para hablar mejor.

Ana.- A una despedida de soltera de una amiga en Madrid.

Reanude las caricias en pezones y vagina. A los 3 minutos Ana llego al orgasmo, sus espasmos vaginales me indicaron la intensidad y duración de su clímax. Me arrepentí de no tener en ese momento mi polla incrustada en su vagina, pero ya tendré otras oportunidades.

Ana se relajo completamente; cuando su respiración se normalizó la cogí del pelo y tirando para atrás la obligue a ponerse de rodillas.

Yo.- Ves como eres una puta cerda que se corre con un viejo y con solo el dedito.

Su mirada relajada reflejaba una tranquilidad absoluta. Me puse en pie y asiéndola del pelo, la hice levantarse junto a mí. Cara a cara, me metí en la boca el dedo con el que le había estado penetrando la vagina, saboreándolo en mi boca sin dientes. Ana no perdía detalle. Como todavía la tenía cogida por el pelo, tire su cabeza hacía atrás forzándole a abrir la boca y entonces le di un morreo metiéndole la lengua a tope. Ella no participó en el beso; no sé si por la sorpresa o por que estaba esperando ordenes. Me despegue de ella y cogiéndole un pezón se lo retorcí.

Yo.- (Alzando la voz) ¿No sabes hacer nada mejor que abrir la boca? Como no note esa lengua recorrerme todo el interior de mi boca, te muelo a palos ahora mismo.

Ana quedo sorprendida por la forma en que la amenace; ya que, hasta ahora, había tenido un tono muy suave cuando me dirigía a ella.

La volví a besar y esta vez si que fue un beso en condiciones, donde nuestras lenguas rebuscaron en cada hueco del otro. Me separe de ella, le abrí la boca y le escupí dentro; le dije que me trajera una cerveza del minibar. Salí al balcón de la habitación para ver el mar y me senté en la silla que allí había. Ana, con la cerveza en la mano, se quedo parada en el umbral de la puerta, sin atreverse a salir por si alguien la veía desnuda.

Yo.- Ven y deja la cerveza sobre la mesa.

Ana dudó, mirando de reojo a ambos lados, pero enseguida salió con decisión y depositó el botellín donde le había indicado.

Yo.- Deshaz tu maleta y no se te ocurra lavarte ese coño chorroso.

Mientras se alejaba, destacaba el culo, todavía enrojecido por mis azotes.

Cuando me terminé la cerveza, me dirigí a supervisar la ropa que se había traído Ana.

Yo.- Me gusta este vestido, póntelo que nos vamos a comer. Y esas sandalias son muy bonitas; enhorabuena por tu buen gusto.

Le acaricie levemente la cara, y ella acercó su mejilla más a mi mano para sentir mejor mi contacto. Le faltaba ronronear para ser mi gatita. Ya vestida, la dejé que se peinara y le hice una fotografía; estaba radiante. El vestido era tal y como yo se lo había pedido, de primavera con tirantes y por encima de las rodillas pero sin ser demasiado corto. Y dado que no llevaba ropa interior, tenía a mi disposición su cuerpo desnudo con un ligero gesto. En el ascensor la volví a acariciar el culo y al apretárselo note un respingo suyo.

Yo.- ¿Cómo llevas el culo por los azotes?

Ana.- Me duele un poco, amo.

Le aparte el pelo del flequillo y le di un ligero beso en la frente. Ella sonrió acercándose a mí y rozándome levemente. Ya en el restaurante del hotel, cuando fue a sentarse, la hice levantarse la falda, para que su piel estuviera en contacto con la tela del silloncito. Y salvo, algún que otro pellizco a sus pezones, la excelente comida trascurrió sin más novedades. Después de un corto paseo por la playa, regresamos a la habitación.