Dominación en los vestuarios. Tercera parte.

Continúa la evolución de sumisa y feminización de Sara.

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue a María agachándose hacia mí hasta colocar su coño en mi cara. Sin decir nada, empecé a chupar y lamerlo rápidamente mientras ella se frotaba. Me apretaba con las piernas y no dejaba moverme, tan solo podía utilizar la lengua que era lo que ella necesitaba en aquel momento. Estuvo así un tiempo hasta que empezó a acelerar el movimiento y a frotarse con más fuerza contra mi cara. Se corrió y me dejó lleno de sus jugos. Cuando se hubo recuperado del orgasmo se separó y me miró sonriendo.

-          Buenos días, cariño, ¿Cómo has dormido?,- me preguntó.

-          Muy bien, ama,- respondí.

-          Me alegro. Ahora ve a hacerme el desayuno,- me ordenó.

-          Sí, ama.

Yo me levanté y me dirigí, sin limpiarme la cara, hacia la cocina.

-          Sara, ya sabes cómo tienes que caminar.

Sin decir nada, me puse a cuatro patas y continué mi camino. Mientras preparaba el desayuno pensaba en la nueva situación de nuestra relación. Desde el día que conoció a Andrés, María se había convertido en mi ama. De puertas para fuera seguíamos siendo una pareja normal y nos comportábamos de la misma manera con nuestros padres, amigos y compañeros. Es cierto que, por lo general, ella me ordenaba las cosas con tono imperativo casi en cualquier conversación pero tampoco era nada llamativo para que la gente, que no conociera nuestros nuevos roles, sospechara algo. Habían pasado, más o menos, dos semanas desde aquel día y siempre me había levantado de la misma manera: con una comida de coño a María. Por supuesto, yo me había corrido solo una vez por semana y casi siempre tenía puesto mi aparato de castidad. María controlaba mis orgasmos, lo que me tenía que poner y todo lo relacionado con el plano sexual. Evidentemente, sobre los dos se situaba la figura de Andrés, nuestro amo, al que obedecíamos en todo lo que nos ordenaba. Siempre que quería quedar, quedábamos e íbamos donde él quería. Los encuentros eran distintos cada vez pero solo en detalles porque Andrés se follaba a María de todas las formas posibles mientras yo miraba, les comía el culo o hacía lo que me ordenaban. Siempre estaba en castidad, estimulando mi culo y, por supuesto, limpiaba todas sus corridas.

Terminé el desayuno y se lo llevé a la cama a María que estaba con el móvil. Le di la bandeja y me quedé arrodillado junto a la cama. Ella me revolvió el cabello como un perrillo y se dispuso a desayunar. Cuando terminó, dijo:

-          Venga, vamos al baño que es hora de ordeñarte. Luego recoges eso y haces la habitación.

Entramos en el baño y sacó la llave de un cajón. Me obligó a separar las piernas para tener acceso a la jaula. Abrió el candado y me liberó. Inmediatamente, se me puso dura. Sabía que tocaba correrme como en las dos veces pasadas. María se había reído las dos últimas veces pero esta vez se enfadó.

-          Siempre estás igual Sara, no puedes seguir así, siempre cachonda,- dijo mientras me golpeaba el rabo. Bueno, el “pito” o la “cosita” porque Andrés dijo que me refiriera de esa manera a partir de ahora.

-          Lo siento ama,- me disculpé.

Empezó a masturbarme de manera brusca, tanto que me hacía daño. Las veces anteriores también había sido así, una mezcla de placer y dolor pero era mejor que no tener nada. Llegados hasta ese punto prefería una paja de esas que seguir sin correrme. Pese al dolor, no iba a tardar en correrme. Cuando María notó que me iba a correr, apartó la mano y me dio un puñetazo en los huevos. Yo me corrí igualmente soltando grandes cantidades de leche sobre el suelo. Me dolía tanto que hice el amago de echarme sobre el suelo pero María me dio un azote y me dijo que ni se me ocurriera hacerlo, que tenía que permanecer a cuatro patas. Cuando pasó el dolor, María me dijo:

-          A partir de ahora, si no te portas bien, tus orgasmos serán así, orgasmos frustrados,- me dijo algo divertida. Parecía que el enfado se le había pasado con esa técnica.

Yo me resigné y, sin que me dijera nada, empecé a lamer el suelo para limpiar todo. Ella me dijo que lo hacía muy bien y empezó a tocarme el pito más suave que antes. Yo gemí y volví a empalmarme de nuevo. De hecho, seguí más cachondo porque el orgasmo frustrado me había hecho correrme pero no había disfrutado anda, era como si no me hubiera corrido.

-          Lo ves, Sara, siempre estás cachonda,- y detuvo los tocamientos.

Me apretó los huevos intensamente para bajar la empalmada, lo que no tardó en ocurrir. Luego volvió a colocar la jaula de castidad pero le costó bastante porque yo me volvía a empalmar por la situación. María mostraba claros signos de fastidio por aquello y me decía que era una guarra que solo pensaba en correrme y que se estaba pensando en volver a dejarme salir de nuevo. Yo me disculpaba aunque la realidad era que solo me había corrido tres veces en dos semanas y solo con pajas. Cuando la hubo colocado de nuevo, se colgó la llave en el cuello y me ordenó a continuar con mis tareas.

-          Por la tarde, vamos a casa de Andrés. Después de comer, nos vestimos las dos y vamos para allá.

María se fue a clase mientras yo ordenaba y limpiaba todo su apartamento. Ella vivía con una amiga de la universidad pero como tenía novio pasaba la mayor parte del tiempo en su piso. Lo mismo sucedía conmigo que durante las dos últimas semanas había dormido muchos días aquí. Cuando terminé de recoger todo fui al baño a darme una ducha. Mientras me enjabonaba, empecé a estimular el culo con los dedos. Últimamente era la única forma de sentir algo de placer así que siempre lo hacía al ducharme. Me metí un dedo y empecé e penetrarme. Me metí el segundo al cabo de unos minutos y seguí con la penetración. Aunque nadie me veía, siempre gemía como si fuera una tía y la estuvieran follando. Era una forma de autohumillarme que me encantaba. Me puse a cuatro patas sobre la ducha y mientras me follaba el culo, con la otra mano intentaba hacerme una paja aunque sabía que era imposible que se empalmara. Tras un tiempo en esa posición, paré y me saqué lo dedos. Ya estaba acostumbrado a la frustración de estar totalmente excitado pero no poder correrme. Cuando salí de la ducha me puse un tanguita blanco que me había comprado Andrés el orto día y unos tacones. Me habían ordenado que tenía que aprender a caminar como una señorita con tacones, así que siempre practicaba un rato cada día. Era bastante complicado pero cada vez lo hacía mejor y con más naturalidad. Si hace un mes me hubieran descrito esta situación no me la creería. Vestido con un tanga y con una jaula de castidad, caminando por la casa para practicar con tacones.

Cuando hube terminado me vestí y me puse a hacer nos trabajos que tenía que entregar esta semana. Cuando llegó María, comimos tranquilamente mientras veíamos una peli y nos echamos una siesta. Cuando despertamos, teníamos un mensaje de Andrés en el grupo de whatssap: “os quiero aquí en una hora perritas”. Íbamos algo mal de tiempo pero llegaríamos a la hora para no enfadar a nuestro amo. María cogió unos shorts y una camiseta para la ocasión. A mí me dio unos pitillos blancos y una camiseta de pico. Cuando estaba vestido me miré al espejo y me di la vuelta para ver si me quedaban bien. Ella me miró y se rio.

-          Te quedan fenomenal Sarita, ya verás como a Andrés le encanta.

-          ¿Tú crees? ¿me hace buen culo?- le dije siguiendo el juego, que nos encantaba a los dos.

-          Estás preciosa. Casi tienes más culo que yo,- dijo poniéndose a mi lado y comparando.

Los dos nos reímos y salimos hacia la casa de Andrés. Durante el camino, íbamos agarrados de la mano como una pareja normal pero siempre había gente que nos miraba algo extrañada, sobre todo porque María me solía dar su bolso para que lo llevara yo. Llegamos al edificio justo a la hora que nos había dicho Andrés y nos abrió el portal de abajo. Cuando subimos a su piso y nos abrió la puerta, nos encontró a los dos arrodillados. Él sonrió y dijo que pasáramos. Fuimos a gatas los dos dentro del piso. Cuando estuvimos dentro, levantó a María y empezaron a enrollarse mientras yo permanecía arrodillado.

-          Sara desvístete- me ordenó mientras agarraba a María del culo.

Yo lo hice rápidamente mientras les veía tocarse entre ellos. Me quedé solo con el tanga que me cubría la jaula.

-          Cada día estás más guapa, Sara.

-          Gracias amo,- dije sonriendo y muy contento por el cumplido.

-          Te has portado muy bien estas dos semanas así que creo que te has ganado perder la virginidad,- dijo mirándome a los ojos.

Muchas gracias amo,- dije. Por un lado estaba excitado porque llevaba desenado que me follara desde el primer día que le conocí pero por otro tenía algo de miedo porque nunca me habían follado el culo. María se dio cuenta y se acercó a mí.

-          Tranquila Sara, ya verás cómo te encanta.

Andrés nos ordenó que pasáramos al baño a prepararnos. Al entrar, vimos dos conjuntos de lencería sobre una mesa. Uno era blanco y otro negro y ambos eran de cuerpo entero. Es decir, tenían medias y parte de arriba. Eran preciosos. Yo me excité muchísimo y vi que María me miraba divertida por mi reacción.

-          Te gustan mucho eh Sara.

-          Sí, ama, me encantan.- le respondí.

-          ¿Cuál prefieres?

-          Son los dos muy bonitos pero creo que el blanco,- dije mientras cogía el conjunto.

-          Sí, yo creo que ese te va a quedar espectacular.

Nos pusimos los dos conjuntos. No pude evitar girarme y besarla. Ella se apartó inmediatamente diciendo que no podía hacerlo sin permiso de su amo. Además, añadió que ella era hetero y que le gustaban los hombres así que no quería liarse con una chica. Yo baje la cabeza y pedí disculpas.

-          Sara, ¿tú eres hetero, verdad?,- me preguntó.

-          Sí, ama, me gustan los hombres,- le contesté.

Ella me dio un pico muy suave en los labios y luego me cogió de la cintura para salir del baño. Yo también la cogí y fuimos hacia el salón en esa postura. Andrés nos estaba esperando de pie. Nos acercamos a él y dijo:

-          Estáis preciosas.

Me agarró a mí y me besó. Yo le correspondí el beso y me acerqué más a él hasta pegar mi cuerpo al suyo. El bajó la mano hasta mi culo y yo hice lo mismo pero para agarrar su polla. La empecé a acariciar por encima del pantalón y empezó a crecer. Él puso a un lado el hilo del tanga y empezó a jugar con mi culo. Yo gemí.

-          ¿Te gusta Sara?

-          Me encanta amo, me encanta,- le respondí entre susurros.

Siguió así un rato hasta que me hizo arrodillarme. María se puso a mi lado y juntos le quitamos los zapatos y el pantalón. Se notaba que estaba  totalmente empalmado y no pude resistirme más y le baje los calzoncillos. Su polla salió disparada directa hacia nuestras caras. Era preciosa y muy grande, nunca me cansaba de admirarla y eso que la veía muy a menudo. Suavemente le besé la punta y mientras le miraba a los ojos me la metí en la punta. Empecé a hacer una mamada suave y despacio para que disfrutara. Me la metía en la boca y la sacaba, lamiendo su tronco y disfrutando de cada centímetro. María, que estaba arrodillada a mi lado, empezó a chupársela también. Nos íbamos turnando y cuando ella se la comía yo aprovechaba para lamerle los huevos. Después, nos pusimos cada una en un lado del tronco y empezamos a chupársela las dos a la vez mientras Andrés nos acariciaba la cabeza. De su polla ya salía líquido preseminal y nos peleábamos para ver quien se lo comía antes. Luego nos besábamos y lo compartíamos entre nosotras.

-          María, por qué no le comes el culo a tu novia para prepararlo,- le dijo Andrés.

Tanto María como yo no nos esperábamos esta orden porque solía ser yo quien preparaba a María y ella nunca me había comido el culo pero lo hizo de todas formas. Estuvimos un rato así, yo comiéndole la polla a Andrés mientras María me comía el culo. Me encantaba la sensación y estaba disfrutando como nunca. De repente, Andrés me alzó y me tumbó en la cama. Me quitó las medias y el tanga. Yo abrí instintivamente las piernas para que me follara. Acerco su polla a la entrada de mi culo y la dejó así.

-          Pídemelo, Sara.

-          Por favor, amo, folla el coño a tu perra,- le dije totalmente excitado.

En ese momento, me la metió de golpe. Gracias a la preparación de María entró parte de la polla pero no entera. Yo grité de dolor pero ni se me ocurrió quejarme ni decir nada. Andrés mantuvo metida su polla un rato y empezó a follarme. Al principio, me dolía pero tras un tiempo empecé a acostumbrarme a las embestidas y le entraba mejor. Cuando él lo noto, me la metió hasta el fondo de una embestida. Yo grité pero esta vez era de placer. La situación de estas siendo follado por mi amo me encantaba, por fin lo estaba haciendo. Yo empecé a gemir mucho y con las manos le cogía el culo para que me follara más fuerte. Mientras, Andrés me hacía cometarios como “estás disfrutando zorra”, “te gusta cómo te reviento” y cosas así. Yo le contestaba que sí y seguía gimiendo. María se había puesto en la cama y se estaba tocando disfrutando con la escena. De repente, se puso encima y me acercó el coño a mi cara. Yo empecé a comérselo mientras Andrés seguía con sus embestidas.

Cuando estuvimos así un rato, Andrés nos puso a las dos a cuatro patas al borde de la cama y nos empezó a follar a las dos de manera alternativa. María y yo nos liábamos mientras nos la metía. María se corrió rapidísimo. Me hubiera encantado tocarme mientras me follaba pero la jaula me lo impedía. De todas formas, me llevé la mano y empecé a frotar la jaula por ver si conseguía estimular algo. Al verlo, Andrés empezó a follarme muy fuerte y a azotarme. Yo quité la mano inmediatamente y Andrés preguntó:

-          ¿Quieres tocarte el pito, Sara?

-          Sí, amo, por favor, déjame.

Entonces, sacó el rabo de mi culo y dijo algo que no me esperaba.

-          María, dame la llave.

Ella también se sorprendió porque tardó en reaccionar pero se la dio. Andrés abrió la jaula y el pito se me empalmó en unos segundos de lo excitado que estaba. Sin embargo, no hice amago de tocarme. Lo que hizo Andrés fue tumbarse en la cama y decir que le empezara a follar. Eso me excitó bastante porque era yo el que hacía los movimientos, lo que era algo más humillante.

-          Sara, va a depender de ti si te corres o no,- dijo Andrés.

Ordenó a María que me pusiera un condón. Cuando lo hizo me senté en su rabo. Me la metí hasta el fondo y empecé a moverme lentamente, sintiéndola dentro. Me encantaba. María, siguiendo las órdenes de Andrés, puso su mano a cierta distancia de mi pollita, de tal forma que solo me tocaba cuando yo ascendía. En esa posición, mientras cabalgaba la polla de Andrés, cuando me la sacaba podía disfrutar del tacto de la mano de María. Aunque fuera con condón, esos pocos instantes suponían un placer infinito. Evidentemente, yo intentaba llegar cada vez más rápido a la mano para correrme. Mientras lo hacía, Andrés, me azotaba y me llamaba guarra, lo que aumentaba mi excitación. Cuando llevamos así un tiempo, yo notaba que me iba a correr. Antes de hacerlo se lo pregunté a me amo.

-          Amo, ¿puedo correrme, por favor?

-          Todavía no, Sara, 10 cabalgadas más y puedes correrte.

Yo estaba a punto de correrme en ese momento pero aguanté como pude hasta llegar a la nueve. Cuando me levante por décima vez y noté la mano de María en mi pollita, me dejé caer en la polla de Andrés y tras hacerlo, me corrí como un loco. Apretaba mis piernas y me tumbé sobre Andrés, disfrutando el orgasmo. Jamás había disfrutado con un orgasmo como esta vez. Cuando me recuperé, me incorporé otra vez.

-          Ya sabes lo que tienes que hacer Sara.

Sin pensarlo dos veces, yo me quite el condón y tragué toda mi lefa. Cuando terminé y dejé limpio el condón, Andrés me dio un azote para que me levantara. Me saqué la polla del culo, que seguía totalmente erecta. Me la llevé a la boca para limpiarla mientras Andrés me acariciaba la cabeza.

-          Ahora me toca a mí chicas.

Nos hizo poneros de rodillas en el suelo y con la boca abierta. El de pie, se masturbaba mientras nos miraba. De vez en cuando, nosotras lamíamos un poco su rabo o los huevos para que disfrutara más. Tras un par de minutos, acercó su polla a nuestras caras y se empezó a correr. Fue una corrida enorme y la fue repartiendo por nuestras caras. Quedamos las dos cubiertas de leche y nos empezamos a liar. María me limpiaba toda la cara y yo hacía lo mismo. Parecíamos dos perras en celo. Cuando terminamos, yo me metí la polla en la boca otra vez para limpiarla totalmente.

-          Muy buena perra, Sara,- me felicitó Andrés.

-          Muchas gracias,- dije sonriendo y habiendo terminado mi trabajo.

Cuando nos levantamos estuvimos hablando un rato los tres en el salón. María y Andrés estábamos en el sofá agarrados mientras yo me quedé en el suelo de rodillas. La conversación era normal pero la situación era esa. Ellos se fueron calentando y empezaron a liarse. Yo me quede sin decir nada. María me dijo:

-          Perra, si quieres tócate en el baño pero con condón y los limpias aquí.

-          Y no te olvides de tu nuevo juguete,- me dijo Andrés, dándome un consolador.

Yo se lo agradecí y me fui a gatas hasta el baño. Me puse un condón y puse el consolador, que tenía una ventosa en la base, en la taza del retrete. Tenía el culo abierto todavía de la follada de antes así que me senté sin problemas y empecé a follarme el culo y a tocarme. No tardé mucho en correrme. Me quité el condón y me puse otro inmediatamente porque todavía la tenía dura. Yo sabía que tenía que aprovechar para correrme todas las veces que pudiera ahora que podía y eso hice. La segunda, fue mejor porque empecé a escuchar los gemidos de María en el salón. Gritaba alto para que la pudiera escuchar y decía comentarios como “sí, Andrés, fóllame duro, reviéntame”, “esto sí es un a polla no como el mariquita de mi novio”, “me encanta tu polla Andrés”. Me corrí otra vez. La tenía semidura y me puse otro condón. La situación era patética: a mi novia se la estaban follando en el salón mientras yo me hacía pajas con condón mientras tenía una polla de goma en el culo. Con esos pensamientos empecé a tocarme frenéticamente y cuando escuche a María decir:

-          Córrete dentro que lo limpia la putita de Sara.

En ese momento me corrí otra vez aunque no solté nada de semen. Cuando terminé me puse a cuatro patas, cogí los condones con la boca y me puse el consolador en el culo. Me dirigí en esa postura al salón y cuando me vieron los dos, se empezaron a partir de risa. María seguía con la polla metida en el coño. La imagen debía ser ridícula. Yo a cuatro patas, con el consolador en el culo mientras se balanceaban en mi boca los tres condones que había usado.

-          Mira, la muy guarra se ha corrido tres veces,- dijo riéndose Andrés.

-          Te lo dije, no tenemos que dejarla salir, está muy salida ¿a que sí, Sara?

-          Sí, ama, estoy muy salida y soy una guarra,- contesté mientras ellos se reían.

Para aumentar mi humillación, empecé a sacar los condones de mi boca y a extraer la lefa que había. Me los fui comiendo mientras ellos miraban y me insultaban. Cuando llegué al tercer condón apenas salieron unas gotas lo que aumentó su risa.

-          Mira, se ha quedado seca,- comentó María,- anda, ven a limpiar una corrida de verdad puta.

Yo me acerqué y empecé a lamer los huevos a Andrés. “Qué zorra es” dijo Andrés mientras María acercaba su culo a mi cara. Me estaba volviendo a excitar y se me puso dura otra vez. María se sacó la polla del coño y se sentó en mi cara. Yo abrí la boca obedientemente y empecé a tragar toda la corrida, no dejé ni una gota. Cuando acabé les di las gracias y limpié el rabo a Andrés y me comí los restos que le quedaban a María de lefa. Cuando terminé, ella se levantó y vio que la tenía dura.

-          Mira amo, se ha puesto cachonda otra vez,- comentó al tiempo que me tocaba el pito con el pie. Yo gemí y me apoyé en el rabo de Andrés. Le besé la punta con devoción. María, al verlo, me dio una patada en los huevos que dejó totalmente paralizado.

-          ¡Quién te ha dicho que le beses la polla guarra! Eso solo lo haces si te lo ganas.

-          Lo siento ama,- dije como podía mientras me retorcía en el suelo.

-          Bien hecho, María,- dijo Andrés mientras reía.- Bueno chicas, me tengo que ir, ya nos vemos otro día.

Se levantó para ir al baño y ducharse pero antes me dio otra patada en los huevos cuando yo ya me estaba recuperando. Otra vez me empecé a retorcer en el suelo mientras ellos me miraban satisfechos.

-          Perra, recoge todo esto que nosotros nos vamos a duchar.

Entraron en el baño mientras yo seguía en el suelo. Cuando me recuperé empecé a recoger la cama y doblé toda la ropa que estaba por el suelo mientras escuchaba los gemidos de María. Me puse otra vez el conjunto blanco y esperé a que salieran. De repente, Andrés me llamó desde el baño. Me dirigí hacia ellos gateando y me quedé de rodillas esperando alguna orden. María le estaba enjabonando todo el cuerpo con la esponja. Yo sabía que iba a ser de mis últimas oportunidades para correrme hasta la semana que viene así que dije:

-          Amo, puedo tocarme la pollita, por favor.

-          Que guarra eres Sara. Venga, la última vez.

Inmediatamente me agarré el pito con los dos dedos y empecé a masturbarme. No tardé ni un minuto en correrme otra vez. Con la otra mano, recogí la poca lefa que salió y me la llevé a la boca mientras ellos se reían. Ellos mientras se habían duchado ya y me ordenaron que me duchara con agua fría para limpiarme. Yo me metí en la ducha pero antes de que abriera el grifo me dijo Andrés.

-          De rodillas Sara. Abre la boca.

Lo hice y me quedé esperando en esa posición. De repente, Andrés empezó a mear sobre mi boca. Nunca lo había hecho pero era muy humillante, sobre todo porque María sonreía mientras lo veía.

-          Creo que a partir de ahora vas a ser mi retrete personal Sarita,- dijo María.

Andrés seguía meando sobre mi boca y estaba prácticamente llena. Yo intenté tragar rápido y volver a abrir la boca pero al tragar, él empezó a mearme por la cara y por todo el cuerpo, cubriéndome totalmente. Al terminar, salieron los dos y me dieron dos minutos para ducharme con agua fría y quitarme la meada. Yo obedecí rápidamente. Al salir, ellos estaban ya vestidos y esperándome en el salón. Me puse la jaula, me vestí otra vez y salimos del edificio.

Durante el camino, María permaneció callada y con rostro serio, parecía enfadada así que yo me callé. Cuando llegamos a casa me ordenó ponerme a cuatro patas sobre la cama. Yo no sabía muy bien a qué venía esto y supuse que sería para inspeccionar la jaula y comprobar que estaba todo bien. Me quedé en esa posición mientras María cogía algo del armario pero solo escuchaba ruidos y no quería girarme para mirar ni preguntarle nada. Cuando hubo preparado me dijo:

-          Ábrete el culo, zorra.

Yo inmediatamente me expuse y abrí lo que pude las nalgas. María se puso detrás y colocó algo en la entrada de mi culo. Me giré un poco y descubrí que se había puesto un arnés con un dildo bastante grande. Sin darme tiempo a prepararme me lo metió de golpe y sin cuidado. Yo grité porque, aunque seguía dilatado de la casa de Andrés, no me esperaba que fuera tan brusca.

-          Cállate, puta. Esto te pasa por no respetar a tu ama,- me dijo mientras me penetraba muy fuerte.

-          Lo siento, ama, pero ¿qué he hecho?,- pude decir mientras aguantaba las embestidas.

-          ¿Y lo preguntas, Sara? Recuerda bien estas palabras: que sea la última vez que aceptas que te coma el culo o que antepones tu placer al mío ¿lo entiendes?

Cada una de las silabas que pronunció fue acompañada de una embestida tremenda y hasta el fondo. Yo no me atreví a decir que había sido orden de Andrés sino que me disculpé y le prometí que jamás volvería a ocurrir. Cuando lo dije, ella sacó el arnés y me ordenó que lo limpiara y que preparara algo para cenar mientras ella se duchaba. Mientras se iba hacia el baño, se volvió y me pregunto cuántas veces me había corrido. Cuando le dije que habían sido cinco, simuló que contaba y dijo:

-          Pues hasta dentro de cinco semanas no te toca otra vez, espero que lo hayas disfrutado. Así aprenderás a respetarme, Sara, lo hago por ti.

-          Lo sé ama, muchas gracias,- tuve que decir mientras me metía el dildo en la boca para limpiarlo.

Cuando lo terminé de limpiar fui hacia el baño para hablar con María y ver si seguía enfadada. Llamé a la puerta y me acerqué a la ducha, donde estaba ella, y me detuve unos segundos a disfrutar de la vista. Ella estaba de pie, con la cabeza ligeramente inclinada hacia detrás por lo que el pelo le caía por la espalda y el agua corría por su cuerpo enjabonado. Estaba guapísima. María me miró a los ojos y dijo:

-          Pasa cariño.

Nos pusimos los dos bajo el agua, abrazados y disfrutando de la ducha.

-          Hace un mes seguro que me habrías follado,- me susurró al oído para provocarme. Estaba totalmente en lo cierto pero la situación había cambiado radicalmente, aunque quisiera hacerlo no podía ni por la jaula y porque María no creo que me dejara follarla nunca más, o al menos como lo hacíamos antes.

-          Te hubiera destrozado, si quieres….

-          Jajaja, con esta cosita qué me ibas a destrozar tu cariño,- me interrumpió divertida. No dije nada porque tenía razón.

-          Ya… pero si quieres podemos follar ahora cariño, si me quitas esto.- Sabía que tenía pocas posibilidades de que aceptara pero lo intenté de todas maneras.

Ella se dio la vuelta, se puso de espaldas y pegó el culo contra mi jaula. Empezó a moverlo lentamente. La sensación era súper excitante pero, como siempre, muy frustrante. La agarré de las acederas y empecé a simular que la penetraba por detrás.

-          ¿Qué me dices, te apetece?- le pregunté.

-          Mmm, me estás poniendo muy caliente, me encantaría… venga trae la llave.

Salí como un rayo hacia la mesilla de noche donde había dejado la llave y regresé igual de rápido. Me metí en la ducha y se la entregué. María se dio la vuelta lentamente y me agarró los huevos suavemente. Yo estaba con los ojos cerrados, disfrutando de la sensación y del momento. Metió la llave en el cerrojo de la jaula y, de repente escuche un “clack”. Abrí los ojos y vi que me estaba mirando mientras sonreía y con la mitad de la llave en la mano.

-          Pero… ¿Qué has hecho?,- dije mientras miraba hacia la jaula. Efectivamente, había roto la llave dentro del cerrojo por lo que era imposible abrirla.

-          ¿Tú qué crees que he hecho? Seguir educándote Sara. No puede ser que pretendas follarme. Recuerda que tú ya no follas como un hombre porque no lo eres. ¿A qué no?

-          No, ama, soy una chica.

-          Jajaja claro que sí y te encanta. A mí también me encanta tener novia. En cinco semanas ya solucionaremos esto de la jaula. Ahora vamos a terminar de ducharnos.

-          Me parece bien, ama.

Nos duchamos tranquilamente mientras nos liábamos. Ella seguía muy caliente y me hizo comerle el coño otra vez. Yo lo hice encantado ya que era casi la única manera que tenía ahora de tener algo de sexo. Cuando terminamos y nos estábamos secando me dijo:

-          Por cierto, Sara, ahora te apetece si nos vestimos y pasamos la tarde juntas.

-          ¡Me encantaría!,- esto sí que lo dije de verdad porque me apetecía mucho probarme lencería y algún vestido que me diera María.

-          Ya sabía yo,- dijo riéndose,- pues ahora nos preparamos.

María se acercó con dos tanguitas y un par de sujetadores. Yo estaba muy excitado. Estuvimos unos minutos mientras me enseñaba como debía ponerme el sujetador y engancharlo por detrás. Sorprendentemente se me daba bastante bien y ella comentó:

-          Antes no sabías quitarme el sujetador a mí pero mira que bien te lo sabes poner Sara.

-          Sí, ama, así se me da mucho mejor.

Luego seguimos con la preparación y nos empezamos a maquillar. Yo esto nunca lo había hecho. Alguna vez me había pintado estos últimos días para ver cómo me quedaba pero nunca con María delante. Nos hicimos la línea de los ojos, nos pusimos algunos polvos y pintalabios. Me enseñó a hacerlo y me dijo que tenía que practicar más por si algún día quedaba con algún chico, así que tenía que aprender a hacerlo sola y bien. Más tarde, propuso que me planchara el pelo para tener un aspecto más femenino. A mí me aprecio una idea estupenda y lo hicimos. Me estaba dejando el pelo largo así que al plancharlo, el pelo me caía por uno de los ojos. Cuando terminamos, ella estaba guapísima, como siempre, pero lo que me sorprendió es cuando me miré al espejo. Me quedé impresionado de lo bien que me quedaba. Me acerqué al reflejo para apreciarlo mejor.

-          Estás guapísima, tía.

-          Muchas gracias,- le respondí sonriendo.

-          Si fuéramos a una discoteca estarías rodeada de tíos.

-          ¿Tú crees?,- dije mientras me recolocaba el tanga.

-          Claro que sí, además con lo guarra que eres seguro que comías unas cuantas pollas en los baños,- se rio.

-          Pues sí, me encantaría hacerlo.

Nos reímos las dos y nos acercamos al armario para vestirnos. María puso música mientras nos probábamos diferentes vestidos. La situación era parecida a lo que harían dos compañeras de piso antes de salir de fiesta. Yo me probé unos cuantos y paseaba con unos tacones para María que me decía que me daba consejos para parecer más femenina, como mover las caderas, los brazos, los gestos y cosas así. Yo le obedecía en todo y me iba probando diferentes prendas que me daba ella. Al final, me dio un vestido negro ajustado que me quedaba a medio muslo. Me encantaba. Ella se puso uno morado con mucho escote y también a medio muslo. Por último, cogimos un par de bolsos y yo opté por uno pequeño también de color negro.

-          ¿Cómo te ves?,- me preguntó.

-          Me veo genial, la verdad,- le dije. Y era verdad, me sentía muy sexy.

-          Estás fenomenal. Vamos a enviarle unas cuantas fotos a Andrés, que seguro que le gusta.

María sacó el móvil e hizo unas cuantas fotos de las dos juntas. Las dos posábamos para la foto y luego comentábamos la foto. Yo hice que borrara dos porque “no salía muy guapa” a lo que ella se reía y lo hacía. Al final, le enviamos tres fotos que salíamos las dos muy bien.

Después, nos sacamos un par de copas de vino y nos sentamos en el sofá. Al cabo de unos minutos, María recibió un mensaje de Andrés. Simplemente puso: “subidlo a Instagram”. Nos quedamos las dos un poco calladas sin saber si lo decía en broma o no. Como no puso nada más entendimos que iba en serio pero una cosa era hacerlo en privado entre nosotras y otra muy distinta era publicarlo en redes sociales. A mí la situación me dan bastante miedo pero el morbo era increíble y María pensaba lo mismo. Al final nos decidimos a hacerlo pero con otras fotos para que se me viera menos. Yo me puse de perfil tapándome parte de la cara con el pelo. Cuando lo iba a hacer la detuve, me levanté y fui hacia el baño corriendo.

-          Cariño, que te prometo que nadie se va a dar…,-se calló cunado me vio llegar con la bolsa de algodón.

Cogí un poco y me lo puse de relleno.

-          Que calientapollas eres Sara, creo que eres la amiga más guarra que tengo,- y nos reímos las dos.

Me puse en la misma posición de antes y María hizo unas cuentas fotos. Las fotos quedaron muy bien y las subimos. Además, ella puso “noche de chicas” como título de la story. Cuando lo hicimos, las dos estábamos nerviosísimas por saber qué respondían o qué reacciones iba a haber. Dejamos el móvil unos minutos y seguimos hablando de nuestras cosas, es decir, de tíos. Yo le conté el primer día que conocí a Andrés y  qué habíamos hecho. Ella se rio bastante con la historia porque no la conocía y me preguntaba sobre qué había sentido, que si me gustaba comerla y demás cosas. Para divertirnos más, trajimos el consolador y “comparábamos” técnicas de mamada. María me dio unos cuantos trucos que apunté para futuras ocasiones, que seguramente serían muy pronto. Cuando nos dimos cuanta llevábamos casi una hora hablando y cogimos el móvil para ver lo de Instagram. Tenía decenas de mensajes y la mayoría eran de tíos y fueguitos.

-          Mira cómo les hemos puesto Sara.

-          Si es que los tíos son unos guarros,- le contesté yo.

-          Jajaja ¿quieres que escribamos a alguno para calentarle?

-          Sí, sí, vamos a hacerlo.

Vimos a los que nos habían respondido y me dio a elegir el que más me gustaba. Yo escogí a uno que era muy guapo, con buen cuerpo y que había enviado un fueguito y había preguntado que quién era su amiga. A María le pareció una buena opción y añadió: “además, este folla muy bien”.

-          ¿Te gusta, Carlos? Es una amiga de la uni.

-          Está muy bien María… bueno las dos.

-          Ayy que tonto eres… pues estamos solteras.

Está*, perdón, el corrector.

-          Ya ya… pues si quieres quedamos los tres que hace tiempo que nos vemos y así me la presentas.

-          ¡Venga, me parece buena idea! Quizá tenga que llevar a mi novio.

-          Uff un poco de pereza María jaja

Pero como quieras, mientras traigas a tu amiga por mí perfecto.

-          Valeee, un besín.

Dejó el móvil y me dijo:

-          Ya está, tu primera cita, ya veremos cómo lo hacemos.

-          Vale, podríamos quedar mañana si nos deja Andrés.

-          Se lo pregunto luego pero no creo que tenga problemas en que te encuentres un novio.

-          Podríamos salir los cuatro juntos, si le gusto.

-          No seas tota claro que le vas a gustar,- me contestó mientras me daba un beso.

Continuamos besándonos en el sofá y María se fue calentando porque se puso encima y empezó a hacer movimientos sobre mí. Yo me atreví a ponerle las manos en el culo y aprovechar para tocarle un poco. Era patético que tuviera que “aprovechar” estos momentos para tocar a mi novia pero esas humillaciones me excitaban mucho. Tras un tiempo así, la puse sobre el sofá tumbada y yo encima. Le bajé el vestido por los hombros para verle las tetas y, al mismo tiempo, baje una mano hacia su coño para tocarlo. A ella le estaba encantado porque estaba con los ojos cerrados y dando pequeños gemidos. Hacía mucho tiempo que no estábamos en esa posición porque lo normal era ella apretándome los huevos, corriéndose en mi cara o cosas así. La única diferencia es que yo estaba con mi jaula y no me podía empalmar así que todo era para darle placer a ella.

Poco a poco fui bajando hacia abajo hasta que puse mi cara en se coño. Estuve unos segundos sin tocarlo hasta que ella lo acercó, estaba muy excitada. Lo comí despacio, disfrutando cada centímetro y cada momento. Tras varios minutos ella se iba a correr y me cogió la cara con ambas manos y la aplastó hacia ella. En ningún momento dejé de chupar aunque mis movimientos eran más reducidos. Finalmente se corrió entre gemidos y mientras movía la cadera contra mi cara. Tardó en recuperarse del orgasmo unos segundos y lo primero que dijo fue:

-          Cada día comes mejor el coño Sara.

Yo no dije nada y me puse de rodillas en el suelo por si quería que hiciera algo más. Sabía que ella seguía excitada y que seguramente querría continuar. Así fue porque se levantó y me ordenó que la siguiera. Lo hice a cuatro patas, por supuesto. Cuando llegamos a la cama, me lanzó el arnés.

-          Desvístete y póntelo.

Lo hice inmediatamente y me quedé desnudo con el arnés puesto. María se arrodilló ante mí y empezó a hacer una mamada a la polla del arnés mientras me cogía los huevos suavemente. De vez en cuando, se metía en la boca la jaula y me miraba a los ojos provocándome. La sensación era increíble: por un lado, era súper excitante verla en esa posición y recordar lo que se disfrutaba con una mamada; por otro, muy frustrante porque no sentía absolutamente nada.

-          ¿No te gusta la mamada, cariño?

-          Sí, ama. Muchas gracias.

-          Ahora me toca a mí, que eres una egoísta y solo piensas en ti,- dijo para vacilarme.

-          Lo siento, ama, es que soy una guarra,- dije para aumentar la humillación.

Me puso boca arriba en la cama y ella se sentó encima. Empezamos a besarnos hasta que ella cogió la polla del arnés y se la metió de golpe. Estaba cachondísima porque le entró entera. Empezó a moverse sobre el arnés ya a gemir como una loca. Mientras tanto yo aprovechaba para tocarle las tetas y el culo. Era bastante ridículo. Además, yo  intentaba recordar alguna ocasión en la que María hubiera disfrutando tanto del sexo como en estas dos semanas y no podía. Disfrutaba más ahora con mis comidas de coño y mi nueva polla de goma que con todos los polvos que habíamos tenido anteriormente. Sin contar el sexo con Andrés, que era incluso insultante compararme con eso. Yo seguía pensado estas cosas y tocándole las tetas como un adolescente hasta que ella se corrió sobre el arnés. Tras hacerlo, se tumbó sobre mí mientras jadeaba y se recuperaba del orgasmo.

-          ¿Te has corrido Sara?,- me provocó.

Como no yo dije nada, continuó.

-          Qué tonta he sido, la próxima vez te pondré un consolador en el coño y así te podrás correr seguro.

-          Sí, ama, así seguro que me corro. Gracias.

Seguimos tumbados en la cama hasta que María se durmió. Yo no quise despertarla así que me dormí al cabo de unos minutos con el arnés puesto.