Dominación en los vestuarios. Segunda parte.

Continúa la evolución de sumisa de Sara y da un paso más al presentarle su novia a su Amo.

Llegamos al ascensor y bajamos hacia el garaje, donde tenía Andrés el coche. Una vez que las puertas del ascensor se cerraron le miré y dije:

-          Lo siento, Amo, nunca…

-          Silencio, no quiero escucharte hasta que lleguemos al coche- me cortó tajantemente. Yo, avergonzado por haber desobedecido a mi amo y haberle hecho enfadar, bajé la cabeza y callé. Tenía gracia que me sintiera culpable solo por haberme corrido mientras le chupaba la polla a dos señores, por orden suya, pero así me sentía. Era increíble cómo me había sometido a la autoridad de Andrés en tan poco tiempo.

Llegamos al coche y yo me senté en el asiento copiloto. Una vez dentro dijo:

-          Ya estás tardando Sara.

Yo dudé un segundo pero inmediatamente empecé a desvestirme dentro del coche mientras el arrancaba y se dirigía a la salida del gimnasio. Ya estaba completamente desnudo cuando nos encontramos en la puerta de la salida y rezaba para que nadie me viera así y menos alguien conocido, pero no me tapé para no contrariar a Andrés. Él tomó el mismo camino que el día anterior así que supuse que es lo que íbamos a hacer a continuación.

-          Hoy te has portado muy bien pero lo has estropeado al final. Pero tranquila, es normal que te suceda porque te falta mucho entrenamiento. De todas formas, vamos a tener que hacer algo con esa cosita que tienes entre las piernas Sara, porque siempre estás cachonda como una perra.- me dijo mientras me miraba. Efectivamente yo volvía a notar que se me ponía dura así que le di la razón.

-          Sí amo, algo tendremos que hacer. Siento mucho lo que ha ocurrido, le prometo que no volverá a pasar,- le respondí. Dudaba si añadir algo más pero al final lo hice.- Es que nunca había estado así de cachonda, no sé qué me sucede.

-          Pues que eres una guarra Sara, ¿qué te va a pasar?,- se rio él.- Y no me mires a mí, siempre has sido una sumisa solo que no habías encontrado a la persona adecuada.

La verdad es que tenía toda la razón o, por lo menos, yo lo sentía así. Andrés conducía muy despacio por las calles. No quiero imaginar si alguien me vio en esa situación pero evidentemente alguien tuvo que hacerlo. Llama la atención ver a una persona completamente desnuda en el asiento del copiloto. Llegamos a un paso de cebra donde se encontraban un grupo de jóvenes, de entre 18 y 19 años, sentados en un banco. Andrés, se paró porque había un stop y pasaban muchos coches. Yo deseaba que no se dieran cuenta pero uno de ellos hizo un gesto al resto de sus compañeros y todos se giraron. Era tres chicos y dos chicas y se empezaron a reír todos mientras me señalaban. Yo estaba muerto de vergüenza viendo a ver si los coches dejaban de pasar. Mientras Andrés, bajo la ventanilla de mi lado y me dijo:

-          ¿Por qué no saludas Sara?

Yo levanté la mano tímidamente y les dije: “Hola”. Ellos devolvieron el saludo mientras se reían. Las dos chicas se acercaron hacia el coche y me preguntaron cómo me llamaba. Mire a Andrés y contesté: “Sara”. Ellas, entre sorprendidas y divertidas siguieron el juego.

-          Pues parece que Sara está muy cachonda, algo tendremos que hacer, ¿no?,- dijo una de ellas. Su compañera acercó su mano a mi polla y con dos dedos empezó a masturbarme lentamente. Yo gemí un poco y ellas se rieron.

-          Chicas, tened cuidado que no se puede correr porque se ha portado mal y no se lo merece- comentó Andrés.

-          Ohh qué pena,- dijo la que me estaba tocando,- ¿qué ha hecho?

-          Explícaselo Sara- me ordenó Andrés.

-          Pues me he corrido sin permiso mientras le comía la polla a dos señores en los vestuarios del gimnasio porque estaba muy cachonda y no pude controlarme,- ellas se rieron.

-          Eso está muy pero que muy mal Sara. No te mereces que te toquen,- y detuvo la paja mientras lo decía.

-          Bueno chicas, nos tenemos que ir. Ya nos veremos.

-          Sii nos encantaría jugar con Sara algún día, solemos estar por aquí.- respondieron ellas. A modo de despedida me apretó los huevos con la mano y me dijo: “y no vuelvas a correrte sin permiso”.

-          Perfecto, ¿te gustaría quedar un día con tus amigas Sara?

-          Me encartaría amo,- le contesté.

-          Venga, eso está hecho, un placer chicas.

-          Hasta luego,- se despidieron ellas entre risas mientras volvían con sus compañeros.

Andrés aceleró y siguió conduciendo. Poco después nos encontramos en el descampado donde volvía a haber unos cuantos coches más. Me hizo ponerme en el asiento de atrás y él si situó a mi lado.

-          Sara, siempre que me desobedezcas voy a tener que castigarte, ¿lo entiendes?

-          Sí, amo, lo entiendo.- contesté.

-          Bien, ponte sobre mis rodillas.- evidentemente me iba a azotar así que me puse como me había ordenado y saqué un poco el culo.- Pídeme que te castigue.

-          Por favor, Amo, castígueme. Soy su perra y me he portado muy mal.

Empezó a azotarme. El primero fue ya muy fuerte y solté un pequeño grito, más femenino de lo que me gustaría reconocer.

-          “Muy mal, volvemos a empezar. Quiero que los cuentes desde el principio. Y nada de gritos”.

Volvió a empezar y yo a contar con cada azote que me daba. “Uno, “dos”, “tres”… Cuando iba por el número 15 a mí me empezó a doler bastante cada nuevo golpe que me daba pero seguía contando obedientemente. Él se tomaba su tiempo y  repartía los golpes en cada nalga. Lo debía tener rojo pero en el numero 20 me costaba seguir contando.

-          Venga Sara, lo estás haciendo muy bien, ya vamos por la mitad.

Por un lado, me alegré porque lo estaba haciendo bien pero por otro me asusté por el dolor que me tocaba a continuación. Pese a ello, aguanté los siguientes como pude y seguí contando. Cuando quedaban los dos últimos, me dijo:

-          Muy bien, así me gusta. Ya solo te quedan dos.- Esos dos últimos fueron más fuentes que los anteriores. Cuando salió de mi boca la palabra “cuarenta” sentí un alivio enorme. Además, añadí: “muchas gracias, Amo”, lo que a Andrés le gustó.

Me volví a colocar a su lado y me senté. Ahí me di cuenta de las consecuencias del castigo porque me dolió muchísimo al sentarme pero no dije anda. Estuvimos unos segundos en silencio y entendí que quería que le comiera la polla así que me incliné y fui a desabrocharle el pantalón.

-          ¿Pero qué cojones haces?,- exclamó al tiempo que me volvía a coger y poner sobre sus rodillas.

-          Pero Amo, yo pensé que…

-          No estás para pensar, estás para obedecer, a ver si lo comprendes de una vez. Parece que solo puedes aprender a golpes.

Empezó a azotarme de nuevo. Yo sabía que toda protesta iba a ser inútil y me resigné a contar otra vez. Esta vez fueron solo diez pero cada uno dolía casi como los dos últimos. Cuando hubo terminado me colocó otra vez a su lado pero esta vez me callé y permanecí totalmente quieto.

-          Bueno Sara, espero que no vuelvas a cometer los errores de hoy.

-          No, Amo, no lo haré,- contesté rápidamente.

-          Eso espero. Por hoy hemos acabado tu adiestramiento,- eso me dolió porque significaba que no iba a chupársela ni a haber ningún tipo de sexo aunque, por otro lado, no me vendría mal descansar un poco después del castigo.- Cuando llegues a tu casa quiero que quedes con tu novia y le hables de mí, ¿de acuerdo?

-          Sí amo, lo haré.

-          Creo que es hora para que me conozca y de paso conozca también a Sara, ¿te gustaría?

A mí la situación me daba mucho miedo y temía perder a mi novia si se enteraba de esto pero le contesté que me encantaría que nos conociera a los dos.

-          Perfecto, pues mañana no hagáis planes y nos vemos los tres. Ahora vístete pero con la ropa que te he dado, la tuya la llevas en una bolsa.

Mientras él salía del coche y se sentaba en el asiento delantero, yo me vestí con la ropa del gimnasio: los leggins y la camiseta blanca.

-          ¿Me pongo el plugg amo?

-          Jaja, como quieras Sara.- yo dudé un segundo pero en seguida me lo llevé a la boca para humedecerlo y me lo puse mientras él me miraba sonriendo por el retrovisor.

-          Venga, sal y siéntate aquí.

Yo salí y cuando iba a abrir la puerta, Andrés puso el cerrojo. Bajó un poco la ventanilla y dijo:

-          Toma tus cosas, yo me tengo que ir. Nos vemos mañana.

-          Pero amo…- no pude acabar la frase porque él aceleró y se marchó. Mientras veía el coche alejarse, barajaba rápidamente las opciones que tenía. Siempre podía ir a casa andando pero con esas pintas me daba mucha vergüenza. Otra opción era pedir que me llevaran en alguno de los coches del descampado pero la descarté rápidamente. Otra, era pedir un taxi, claramente la mejor opción. Me subiría y me dejaría en la puerta de mi coche. Solo me vería así el portero de casa y algún vecino, si tenía mala suerte.

Llamé con el móvil a un taxi y me dijo que en cinco minutos estaría ahí pero tardó algo menos. Cuando me vio, parecía algo sorprendido pero no dijo nada. Le di la dirección y se puso en marcha. El trayecto no era muy largo y serían unos 8 euros. Cuando estábamos a una calle saqué la cartera para pagarle. Vi que no tenía dinero ni tarjetas, Andrés me las había quitado al dármelas. Pensé en salir corriendo pero quizá me viera entrar en el portal y no me convenció la idea así que opté por decírselo directamente.

-          Perdone señor, he salido sin dinero y sin tarjetas… ¿tiene bizum?,- se me ocurrió preguntarle.

-          Yo no tengo eso chaval. ¿cómo me vas a pagar?- respondió bastante seco.

-          Pues… puedo subir a casa y ahora le bajo el dinero.

-          Ni hablar, ya me la han colado alguna vez así. Piensa otra cosa.- Yo sabía a donde quería llevar la situación pero no se me ocurría otra cosa.- Además, chaval, te he recogido en el picadero del barrio así que seguro que tienes una buena idea de cómo pagarme.

-          No… es que pasaba por ahí,- intenté disimular.- Bueno, si quiere le hago una paja y estamos en paz.

-          De acuerdo, me parece bien, pues cuando quieras.- me contestó.

-          ¿Aquí? Si está lleno de gente.

-          Pues tú dirás, no tengo todo el día.

-          ¿Y si me lleva al picadero y se la hago ahí?

El taxista sonrió y dio la vuelta hacia el lugar. Pasó todo el trayecto mirándome y tocándose por encima del pantalón. Cuando llegamos me dijo que me pusiera en el lado del copiloto. Esta vez pase directamente sin salir del coche y el taxista aprovechó para tocarme el culo cuando pasaba. Cuando estuve sentado sin pensármelo dos veces llevé mi mano al pantalón y le saque la polla que ya estaba a media asta. Le empecé a hacer una paja rápida para ver si acababa rápido y me llevaba a casa. De repente, me agarró la cabeza y me la llevo hacia su rabo.

-          Pero ¿qué hace?- protesté.

-          Pues tú que crees. Me debías una paja por una carrera y voy a hacer el trayecto tres veces. Da gracias que no te folle jaja.

Ni siquiera le contradije. Primero porque tenía razón y, segundo, porque una polla más tampoco suponía mucha diferencia… esta sería mi cuarta en prácticamente 24 horas. Me la metí en la boca. Era un sabor algo desagradable, del sudor propio de alguien que lleva trabajando todo el día. Pese a ello, no pude evitar excitarme algo por la situación y se me empezó a poner dura. El señor se dio cuenta y, sin decir nada, me puso de rodillas en el asiento trasero pero sin sacar su polla de la boca. Me bajó los leggins hasta la mitad del muslo y dijo:

-          Como te gusta comer rabos eh. Parece que alguien se ha portado mal porque tienes el culo hecho un cristo,- comentó.

-          Sí me ha castigado mi amo,- le contesté, totalmente metido en mi papel.

-          Jajaja ha hecho bien,- dijo mientras me azotaba un poco en el culo.

Cuando se dio cuenta del plugg que llevaba no dudó en empezó a jugar con él. Yo me estaba calentando mucho pero evité llevarme la mano para masturbarme. Después de un tiempo así, el taxista comentó que se iba a correr y me avisó de que no quería que saliera nada por no manchar el coche. Si ocurría, dijo, me dejaría ahí otra vez como la guarra que era. Tras decirlo y mientras me azotaba el culo con golpes rápido y me decía lo furcia que era, se corrió en mi boca. Yo apreté mis labios a su tronco para que no saliera nada y todo lo que iba saliendo lo tragaba rápidamente. Me quedé en esa posición hasta que él me lo dijo y, apartándome violentamente dijo:

-          Quita guarra, que tengo que trabajar.

Yo me recoloqué en el asiento y me subí los leggins totalmente humillado por lo que acababa de ocurrir y cómo me trataba pero excitado al mismo tiempo. Durante el viaje de vuelta no dijo nada y yo, por supuesto, tampoco. Cuando llegamos dijo:

-          Venga, bájate ya puta.

-          Sí, señor, gracias por el servicio.

-          De nada,- se rio-. Por cierto, este es mi número. Si necesitas ir a cualquier lado me avisas y no hace falta que traigas dinero.

Yo cogí la tarjeta y entré rápidamente en el portal. Tuve suerte y el portero no estaba así que me dirigí al ascensor. Cuando la puerta se estaba cerrando, alguien la detuvo y la volvió abrir. Era mi vecino.

-          Perdona, entro si no te importa,- me comentó. Al verme así se sorprendió y me dijo: “joder, de dónde vienes así vestido ¿de carnaval? Jaja”.

-          Sí jaja,- intenté disimular. El vecino era un señor de unos cuarenta años que vivía con su mujer y su hijo a nuestro lado. No teníamos muy buena relación por temas de la comunidad y yo con su hijo nunca me había llevado muy bien tampoco.

-          Ya te digo que mi hijo al gimnasio así no va vestido. Si tuviera una hija quizá se pondría eso,- se cachondeó de mí.

El ascensor llegó a nuestro piso e hice amago de dejarle salir primero. Él se detuvo y dijo: “no, no, las señoritas primero”. Yo acepté el cumplido y salí. Cuando nos despedimos me dio un azote en el culo y yo salté dando un gritito.

-          Hasta luego guapa.- se despidió

-          Hasta luego,- le contesté bajando la cabeza.

Él se metió en su piso mientras se reía y yo en el mío. No había nadie en casa e inmediatamente fui a  ducharme. Mientras me caía el agua por el cuerpo recordé todas las cosas que habían sucedido y lo que había hecho. El gimnasio, los dos señores, el castigo y, por último, el taxista. Pero sobre todo, pensé en mi amo. No pude evitar excitarme de nuevo y es curioso que lo primero que hice fue llevarme la mano a donde tenía el plugg y lo empecé a mover lentamente. Estaba totalmente excitado y pensaba en mi amo y en todo lo que había ocurrido. Después de un rato así paré porque no quería correrme sin permiso aunque me costó mucho hacerlo. La verdad es que era todavía más excitante cumplir las órdenes de mi amo a distancia que llegar al orgasmo. Terminé de ducharme y salí.

Lo primero que hice cuando estaba ya vestido fue escribir a mi amo y a mi novia. A mi amo le dije que ya había llegado a casa y a mi novia que si nos veíamos hoy para tomar algo. A Andrés le encantó la historia de cómo había vuelto a casa y el encuentro con el vecino. Me dijo que lo había hecho muy bien y la verdad es que me sentí muy orgulloso por el cumplido. Con mi novia quedé por la tarde a tomar algo y cenar juntos en un restaurante. Aprovecho para describirla brevemente ahora. Se llama María y tiene un año menos que yo. Nos conocimos en la universidad y empezamos a salir hace unos dos años. Ella mide 165 cm, es delgada y, aunque no tiene mucho pecho tiene unas tetas muy bonitas, para mí el tamaño perfecto. Además tiene buenas piernas y un culazo. En cuento al sexo, ella siempre ha sido quien llevaba la iniciativa para probar cosas nuevas, experimentar y cosas así. Era muy lanzada en ese sentido aunque no sabía si lo suficiente como para explicarle mi nueva situación.

La cena fue genial, como siempre. Hablamos y nos reímos mucho. Es cierto que yo le estaba dando vueltas al tema de Andrés y en el plan de mañana. Se lo propuse directamente.

-          Por cierto, María, mañana he quedado con un amigo del gimnasio, Andrés, que es muy majo y quiero presentártelo.

-          ¿Andrés?, nunca me has hablado de él,- me contestó.

-          Ya… es que le conocí hace poco,- le dije. Si ella supiera…

-          Vale, por mí genial.

Salimos del restaurante y nos dirigimos a mi casa. Todos los fines de semana mis padres se iban al pueblo y María y yo solíamos aprovechar para quedarnos ahí. Cuando entramos, fuimos al sofá y pusimos una peli en el salón. No tardamos ni quince minutos en dejar de prestar atención a la televisión y empezar a besarnos. Unos minutos después me dijo que fuéramos a la cama para estar más cómodos. Fuimos para allá y continuamos. Cuando me quedé completamente desnudo, exclamó:

-          ¡Pero si te has depilado! No me habías dicho nada.

-          Sí, sí, me depilé el otro día,- le contesté rápidamente.

-          Pareces un bebé jaja, - se rio- tienes menos pelos que yo. Madre mía, las piernas, las axilas y… ¿el culo también?,- me preguntó.

-          Sí, también, me depilé entero. Andrés dice que me queda mejor.

-          A ver si le vas a gustar al final,- dijo mientras me miraba divertida y me agarraba la polla. A mí eso me excitó muchísimo y ella lo notó.

-          Ya veo… te has depilado para Andrés,- siguió burlándose.

-          No seas tonta, me apetecía y ya está,- dije para disimular. La situación me estaba poniendo muy cachondo y ella lo notaba así que seguramente seguiría con el juego.

-          Ya claro, claro. O sea que te gusta ponerte así para Andrés, ¿no?- continuó mientras aceleraba el ritmo de la paja y notaba que yo cerraba los ojos disfrutando. Me dejé llevar definitivamente y le contesté.

-          Sí, le gusta verme totalmente depilado, dice que me queda muy bien.

-          Ya imagino, a saber lo que hacéis en los vestuarios,- dijo en tono divertido a ver cómo reaccionaba. Llegados a ese punto yo quería seguir para ver donde acababa todo esto y le comenté directamente.

-          La tiene enorme.

-          ¿Andrés tiene un pollón? ¿Cómo el tuyo?- comentó mientras se reía con la situación.

-          Es el doble que el mío y mucho más grueso.

Cuando le dije eso tiró de mí y me tumbó en la cama. Ella se puso encima para hacer un 69. Ella se había puesto bastante cachonda porque estaba empapada. Le empecé a comer el coño mientras ella lo movía en mi cara y seguía con la paja.

-          O sea que es mucho más grande que esta pollita. ¿Tú crees que mañana me lo enseñará?- yo asentí como pude pero más bien mi polla habló por mí porque con cada comentario daba un pequeño salto, lo que animaba a María a continuar.

-          Pues mañana se lo pediré. ¿te gustaría que me follara?,- me preguntó directamente.

Yo no pude más y me corrí como un loco de la excitación. Mientras ella se seguía moviendo recogió con la mano los restos de semen que me había caído en el cuerpo. Después se dio la vuelta y sin que me diera cuenta me los restregó por la cara y dijo: “Toma, esto por guarro”. Cuando lo dijo se volvió a sentar en mi cara y empezó a follármela rápidamente. No me dejaba respirar y gritaba muy fuerte: “¡¡Sí, Andrés, sí. Fóllame, reviéntame Andrés!!”. Cuando lo dijo se corrió en mi cara de manera brutal mientras seguía repitiendo el nombre de Andrés. Cuando hubo terminado, se separó y se tumbó a mi lado.

-          Como tienes la cara,- dijo mientras se reía. Yo notaba toda la cara llena de jugos suyos y restos de mi propio semen.

-          Culpa tuya,- le reproché en tono de broma y nos fundimos en un beso. Se separó y me dijo: “te quiero”. Yo le contesté que también y nos quedamos dormidos en esa posición.

A la mañana siguiente le conté a Andrés lo que había ocurrido y le gustó mucho la historia. Me ordenó que a la reunión de por la tarde llevara puesto una de los tangas de María, los pitillos más ajustados que tuviera y una camiseta de manga corta también ajustada. Solo de pensarlo se me puso dura otra vez. “Seguro que se está poniendo dura la pollita” comentó Andrés. Cuando le respondí que sí se rio y dijo que estaba como una perra en celo pero que no me podía tocar. Además, me prometió que si hoy salía bien su plan, me follaría un día de estos. Le dije que haría todo lo posible para que saliera bien y que me moría de ganas de que me follara. “Lo sé Sara, pero tienes que ganártelo”, contestó. Dijo que se tenía que ir, que fuéramos puntuales y me envió la ubicación del bar. La reserva estaba a nombre de Sara.

María había quedado con unas amigas a comer y me dijo que se reuniría con nosotros directamente en el bar.

-          Se puntual, que a Andrés no le gusta esperar mucho,- le dije.

-          Jaja mi pequeñín no quiera hacer enfadar a Andrés,- comentó en tono burlón.- Tranquilo que estaré a la hora. ¿Me ayudas a elegir el conjunto?

Fuimos a la habitación y se desnudó completamente.

-          A ver elígeme el tanguita que voy a llevar hoy.

Me acerqué al cajón y descarté los que cubrían más. Le ofrecí uno negro de hilo que apenas tapaba nada. Ella se rio un poco y se lo puso. Luego le entregué una falda pequeña que no le llegaba a medio muslo. No pudo evitar hacer un comentario y dijo:

-          Joder, cariño, quieres que Andrés me vea todo eh.

Por último le di una blusa con bastante escote que siempre me había gustado. “Sí que quieres impresionarle”, comentó divertida. Por último, le di unos tacones que le realzaban el culo. Estaba impresionante. Ese conjunto le encantaría Andrés así que me quedé conforme. Nos despedimos y ella se fue con sus amigas. Yo hice unas tareas y comí en casa. Por la tarde, dos horas antes de la cita me fui a vestir. Cogí exactamente lo que me había ordenado Andrés: un tanga rosa y una camiseta que me quedaba muy ajustada y, como pantalones, cogí unos de María. Me miré al espejo y me encantó cómo me quedaban. Además, tampoco se notaba mucho que eran de chica aunque me iba muy apretados. Por supuesto, me había puesto el plugg.

Salí del apartamento y cogí un taxi para dirigirme al bar. Pensé en llamar al taxista de antes pero me guardé la tarjeta en el bolsillo y pedí otro distinto. Cuando llegué al bar, María estaba ya en la puerta esperándome. Lo primero que comentó fue el vestuario que llevaba:

-          ¡Pero si son mis pantalones!

-          Sí… es que no tenía otros y me puse estos,- dije yo disimulando.

-          Te quedan muy bien, te hacen muy buen culo- y me dio un azote mientras entrabamos al bar. Le dije al camarero que teníamos una mesa reservada a nombre de Sara. Nos hizo pasar a una de las mesas del fondo, donde había menos gente. Mientras íbamos para allá, María me preguntó si iba a venir Sara con nosotros. Le contesté que no que Andrés había hecho la reserva así. No pareció muy convencida pero no añadió nada.

Andrés ya estaba ahí sentado. Cuando nos vio se levantó para saludarnos. Cuando le presenté a María, él le agarró por la cintura, la acercó y le dio dos besos.

-          Que novia más guapa tienes, tío, no sé cómo puede estar contigo,- comentó de forma amistosa.

-          Tú no estás nada mal tampoco, Andrés,- le respondió María.

Cuando nos sentamos, Andrés se puso en el medio. Llamó al camarero y pidió tres copas de vino para los tres, sin que María y yo dijésemos nada. La conversación fue fluida y divertida. Andrés sobre todo hablaba con María y le preguntaba sobre los estudios, su vida y cosas así. Estuvimos bastante tiempo en el local y Andrés pedía al camarero más vino cuando lo consideraba oportuno. En un momento dado, yo me fui hacia el baño. Cuando estaba en uno de los retretes recibí un mensaje de Andrés: “Desnúdate, quédate en tanga y envíame dos fotos, una por delante y otra por detrás”. Yo me excité muchísimo y le obedecí inmediatamente. Me quedé solo con el tanga y le envié la primera foto en la que se me veía empalmado dentro del tanga. Para la otra, saqué un poco el culo y me lo abrí para que se viera el plugg. Se la envié también. Cuando las recibió, me felicito por la elección del tanga y me dijo que a partir de ahora tenía que hacer pis sentado, como las chicas. Me encantaba como me humillaba con esas órdenes. Me senté e hice pis sentado. Cuando salí del baño, vi a Andrés y María partiéndose de risa y pensé asustado que le habría enseñado las fotos. Cuando llegue, me senté y les pregunté de qué se reían.

-          Le has dicho a María que tengo un rabo enorme ehh,- dijo mientras se reían los dos.

-          Bueno… le comenté que era bastante grande sí,- musité.

-          Pues la has dejado muy intrigada, ¿a que sí, María?

-          Muchísimo cariño, ¿por qué no me la describes?- comentó ella siguiendo el juego a Andrés. Ya llevábamos bastantes copas de vino y se notaba el efecto. Además, a María le encantaban este tipo de situaciones morbosas.

-          Pues no sé… es gruesa, se le marca mucho una vena y tiene un tamaño como este,- y separé mis manos reflejando el tamaño, y ellos dos se partieron de risa.

-          Ya te he dicho que tu novio no me la deja de mirar en los vestuarios,- comentó Andrés.

En ese momento ellos dos estaban muy juntos y María se reía con cada comentario de Andrés tocándole mucho el pecho y los brazos. Andrés aprovechaba esos momentos para acercarse a ella e incluso rodearla con el brazo. A mí la situación me estaba excitando mucho, verles tan juntos y yo describiendo el rabo de Andrés mientras se reían, así que continué.

-          Tiene los huevos muy grandes. La verdad es que es muy bonita- dejé que se rieran un poco más y añadí: “es mucho más grande que la mía”.

La conversación siguió por esos derroteros y un rato después Andrés propuso que fuéramos a otro lado a tomar unas copas. De repente María tuvo la idea de ir a mi casa y tomarlas ahí, que estaríamos más cómodos.

-          Y así, quizá pueda ver esa maravilla que has descrito,- dijo mirándome a los ojos. Los dos esperaron a que yo dijera algo.

-          Vale, me parece perfecto.

Cuando lo dije, María se fue al baño y nos quedamos Andrés y yo solos. Me dijo que lo estaba haciendo muy bien y me ordenó que llamara a un taxi. Cuando fui a sacar el móvil, me detuvo y dijo:

-          ¿No tenías tú un taxi particular?

-          Sí, ¿quiere que llame a ese amo?

-          Creo que es muy buena idea Sara,- dijo mientras llamaba al camarero y pagaba las copas.

Yo llamé al taxista que me reconoció al instante y dijo: “hombre, la putilla jaja”. Le dije que si podía venir al bar y recogernos. Me confirmó que estaría en unos minutos. Cuando salió María del baño, salimos los tres a esperar al taxi. Al llegar, Andrés con la mirada me ordenó que me pusiera de copiloto y María y él se pusieron en la parte de atrás.

Durante el viaje yo iba en silencio y notaba la mirada del taxista constantemente. De vez en cuando, se tocaba el paquete, se lo recolocaba y me miraba sonriendo. Andrés y María iban juntos atrás y bastante pegados. Andrés le ponía la mano en la pierna mientras seguían hablando. De repente, María me preguntó:

-          Cariño, ¿te importa que le coma la boca a tu amigo?

Yo no dije nada pero evidentemente estaba deseándolo. Empezaron a liarse y a tocarse entre los dos. El taxista miraba por el retrovisor mientras se tocaba, ya de manera menos disimulada. Cuando llegamos a la puerta de casa dijo Andrés.

-          Ve pagando tú, te esperamos arriba,- los dos salieron del taxi y se dirigieron al portal.

Yo me quedé callado hasta que el taxista aceleró y aparcó en una calle pequeña donde no pasaba mucha gente. Se sacó el rabo ahí mismo y me llevó la cabeza hasta ella. Yo abrí la boca obedientemente y se la chupé. Yo también estaba bastante cachondo pero evité llevarme la mano al rabo. El taxista me sobaba el culo como la última vez y le encantó que llevara un tanga. Mientras se la comía hacia comentarios para humillarme: “la tienes tas pequeñita que tienes que llamar a un amigo para que se folle a tu novia”, “eres una puta come pollas”. Yo asentía como podía a cada comentario que me hacía. El taxista aceleró el ritmo y, con una mano en la cabeza y la otra en el culo, se corrió abundantemente en mi boca. Yo hice lo mismo que la vez anterior, apreté mis labios en torno a su tronco para que no saliera nada y tragué todo. No me quitó la mano de la cabeza hasta que empezó a bajarle la empalmada. Cuando lo hizo añadió:

-          Ahora págame, zorra, que no puedo vivir de mamadas. La próxima vez solo acepto polvo.

Me encantaba como me humillaba así que saqué la tarjeta y le pagué el viaje sin contradecirle. Él se rio y me empujó para que saliera del coche. Salí y me dirigí hacia el portal de mi casa. No me encontré con nadie durante el trayecto y en el ascensor tampoco. Lo que me faltaba era encontrarme otra vez con el vecino. Tuve suerte y no apareció nadie. Entré rápidamente en la casa. Lo primero que vi fue a Andrés y María en el sofá del salón liándose. Ella estaba encima, en sujetador y tanga. Andrés tenía las dos manos en el culo. Cuando escucharon la puerta, María levantó la cabeza y sonrió. Me dijo que me acercara y que me uniera. Yo me senté a su lado pero no hice nada. Estaba totalmente empalmado bajo el pantalón. Andrés detuvo a María y la puso a su lado.

-          Le he contado un par de cosas a María sobre nuestra relación. ¿Por qué no te presentas como es debido?

Yo dudé por un instante. Tenía la oportunidad de parar aquello o seguir adelante. Lo que estaba claro es que la relación con María no volvería a ser igual si aceptaba esta situación. De hecho, podía perderla tras esta noche. Tras unos segundos, me decidí y me levanté dispuesto a presentarme.

-          Me llamo Sara, soy la sumisa de mi amo y soy una perra que debe ser adiestrada.

Me quedé parado con la cabeza gacha hasta que María se levantó y se puso a mi lado.

-          Encantado de conocerte Sara,- y me besó.

-          Desvístete Sara,- ordenó mi amo.

-          Sí, amo.

Me quité la camiseta lentamente, luego los zapatos y los calcetines. Cuando me quede con el pantalón, mire a María y me los bajé. Me quedé solamente con su tanga rosa. Estaba totalmente excitado.

-          La tiene tan pequeñita que no sale del tanga,- se rio María.

-          Sara, quítame le pantalón para que tu novia vea una polla de verdad,- dijo Andrés.

Yo me arrodillé y le quiete los zapatos y el pantalón. Cuando se quedó en calzoncillos, ya se podía ver el tamaño del rabo. Se los quité y apareció su polla totalmente empalada. María dio un grito de asombro. “Es tan cual me la habías descrito, Sara.”

-          A comer, chicas.

María se arrodilló a mi lado y los dos empezamos a hacerle una mamada a Andrés, que nos cogía de la cabeza y nos dirigía. De vez en cuando, hacía que nos besáramos y metía su rabo entre los dos. Estuvimos así un buen rato, besándonos y comiéndole la polla. Tras un tiempo me ordenó que le comiera el coño a María para “preparárselo”. Me puse detrás y le quité el tanga. Cuando acerqué mi boca me di cuenta que lo tenía empapado, nunca la había visto así. Empecé a comérselo con pasión mientras ella continuaba con la mamada. María gemía mientras se la estaba comiendo y, a veces dejaba de hacerlo para disfrutar de la comida de coño que le estaba haciendo pero Andrés la obligaba a hundir su boca de nuevo en su polla.

Cuando yo avisé a Andrés que ya estaba preparado para él, nos hizo levantarnos y nos ordenó que fuéramos a la habitación. Nos levantamos y fuimos para allá. A mí me detuvo al principio y dijo:

-          Sara, tu eres una perra y tienes que andar como tal. Ponte delante.

Yo me arrodillé y me puse delante de ellos. De esa manera se podía ver perfectamente el plugg que llevaba, lo que no pasó desapercibido por María. Se partió de risa y le dijo a Andrés: “has convertido a mi novio en una completa puta, Andrés”. Yo, para aumentar mi humillación, ladré un poco como asintiendo, lo que hizo que se rieran los dos.

-          Sara siempre ha sido una puta, como tú,- y azotó a María.- Desde hoy sois mis dos putas personales.

Cuando llegamos a la cama puso a María a cuatro patas y a mí me ordenó que me quedara arrodillado junto a ellos. María estaba tan cachonda que movía el culo hacia la polla de Andrés y le suplicaba que se la metiera. Él la puso en la entrada de su coño y de un empujón la metió hasta el fondo. El gemido que dio María lo debieron escuchar en todo el edificio. Después, Andrés empezó a follarla a lo bestia y a azotarla. María no tardó ni cinco embestidas en correrse como una loca. A mí, que seguía arrodillado, me agarró del pelo y me hizo comerle el culo y me permitió masturbarme. Evidentemente, yo empecé a sacarme y meterme el plugg sin tocarme la polla. No dejó descansar a María del orgasmo anterior y empezó a penetrarla de nuevo y volvieron los gemidos: “Dios, Andrés, fóllame, no pares”.

Tras un tiempo en esa posición, me hizo tumbarme boca arriba en cama como si estuviéramos haciendo un 69 María y yo, de tal manera que veía a escasos centímetro de la cara como Andrés se follaba a María. A veces, me colocaba los huevos en la cara y yo aprovechaba para lamerlos. Andrés la susurró algo y yo confié en que le hubiera ordenado que me la comiera pero lo que hizo fue agarrarme los huevos y apretarlos. Yo grité del dolor pero aguanté y no dije nada. Estuvimos un rato así, Andrés follando a mi novia y ella jugando con mi plugg y apretándome los huevos. Cuando las embestidas de Andrés empezaron a ser más fuertes, María apretaba más mis huevos y yo acercaba mi cara para comerle el coño y aumentar su excitación. En esa posición Andrés se corrió dentro de María mientras la azotaba y cuando ella notó la corrida dentro, también llegó al orgasmo. Nos quedamos en esa posición unos segundos, disfrutando del momento, aunque el único que no se había corrido era yo. Cuando Andrés sacó su rabo del coño, lo primero que hizo fue llevarlo a mi boca y ordenarme que lo limpiara. Yo la devoré encantado, aprovechando el momento. Cuando la dejé limpia, la sacó y puso a María sentada sobre mi cara.

-          Ahora limpia a tu novia, Sarita.

Yo empecé a chupar y a tragarme toda la corrida de Andrés que iba saliendo. María se movía en círculos sobre mi boca facilitando la operación. De repente, empezó a masturbarme poco a poco mientras me metía y sacaba el plugg. Yo gemía como loco mientras seguí comiéndole el coño. Tras un tiempo así, se levantó y puso la entrada de su coño en mi polla. Se sentó encima de golpe y casi muero del gusto.

-          Casi ni la siento, Sara, tras esa polla no creo que vuelva a sentir esta cosita nuca más.

No tardé ni 5 segundos en correrme como nunca lo había hecho. Tras mi orgasmo no me dio tiempo a nada porque otra vez se puso encima de mi cara. Yo sabía lo que tenía que hacer y no protesté. Fui comiendo mi corrida a medida que iba saliendo mientras María se reía y decía que cada vez que me corriera iba a tener que comérmela.

Cuando acabamos nos arrodillamos en la cama y empezamos a besarnos. Andrés, que había estado viendo todo se acercó y nos acarició la cabeza a los dos.

-          Muy bien perritas, mañana nos vemos.

-          Gracias amo,- respondimos los dos a la vez.

-          Por cierto, anda de correrse ni tocarse sin mi permiso. Ninguna de las dos,- dijo muy serio.

-          Entendido amo,- volvimos a decir.

Cuando se marchó nosotros seguimos en la cama y nos dormimos. Al levantarme, María no estaba en la cama. Me desperecé y me levanté. Lo primero que hice fue llevarme la mano al paquete y note un aparato de plástico que rodeaba mi polla. Era un cinturón de castidad de color rosa. En ese mismo momento, entró María al dormitorio.

-          ¿Te gusta, Sara? Me ordenó Andrés que te la pusiera. Creo que te vas a correr muy pocas veces de ahora en adelante,- se rio María.

-          Sí, ama, me encanta. Muchas gracias,- le contesté.