Dominación en los vestuarios. Primera parte.
Historia de cómo mi vida cambió y me convertí en sumiso de mi Amo.
Fui al gimnasio temprano como todos los días. Era la mejor hora porque no solía haber mucha gente y se estaba más cómodo que por las tardes. Cuando terminé de hacer mis ejercicios me dirigí a los vestuarios para ducharme y cambiarme de ropa. Aunque había poca gente, compartí las duchas con otros tres chicos, que tendrían mi misma edad (22). Los tres estaban en buena forma pero uno de ellos especialmente. Era realmente guapo. Tenía un cuerpo alucinante, fuerte y fibrado, y mediría 1,80 metros por lo que me sacaba una cabeza. Estuve mirándole mientras nos duchábamos pero yo ya había terminado y tampoco quise ser muy llamativo. Fui donde estaba mi ropa para secarme y cambiarme. Cuando estaba en calzoncillos los tres chicos regresaron de la ducha y se sentaron en frente de donde yo estaba. Mientras me cambiaba seguí mirando al que me había gustado antes. Cuando se quitó la toalla pude ver el rabo que tenía. Era muy grande y bastante grueso así que me quedé un buen rato mirándolo. Quizá demasiado porque cuando me di cuenta el chico me estaba mirando mientras sonreía. Yo inmediatamente baje la mirada avergonzado y continúe caminándome lo más rápido posible. Cuando había terminado, los otros dos chicos se despidieron de su amigo.
Andrés, nos vemos después que tenemos el coche abajo.
De acuerdo, luego os llamo y quedamos,- contestó Andrés.
Cuando se fueron sus amigos nos quedamos él y yo solos en los vestuarios. Él se acercó hacia mí sonriendo y me dijo:
- Hola, ¿te ha gustado lo que has visto?
- Hola, no… perdona…estaba pensando en mis cosas.
- Ya imagino jaja, pero no me has contestado a la pregunta.
- Ehh, ¿qué pregunta perdona?.
- Si te ha gustado mi rabo, que no has dejado de mirármelo desde que me viste en las duchas,- me dijo seriamente.
- no, yo no te lo…
- ¡No me mientas! Te ha gustado mucho, ¿verdad?,- me cortó.
Yo estaba bastante avergonzado y nervioso porque no sabía qué quería con toda la conversación por lo que le respondí sinceramente para ver si con eso se conformaba:
- Sí, es muy bonita. Es bastante grande,- le contesté.
- Sí, ya sabía yo que te había gustado. ¿Sabes qué? Te dejo verla otra vez.
De repente se quitó la toalla que le cubría y dejo su rabo a pocos centímetros de mi cara porque yo estaba sentado en el banco del vestuario. No sé por qué razón pero me quedé hipnotizado otra vez con su polla. Nunca antes había tenido relaciones con otros hombres pero por alguna razón me sentía muy atraído por este.
- Tócala, -me dijo con un tono imperativo.
Yo miré hacia los lados por si había alguien porque me daba mucha vergüenza pero la verdad es que lo estaba deseando. Acerqué poco a poco mi mano y le agarré la polla tímidamente. Cuando lo hice miré hacia arriba y me encontré con su mirada aprobatoria.
- Muy bien. Ahora lo justo es que tú me enseñes la tuya, para que estemos en paz.
Esto no me lo esperaba y volví a titubear y excusarme diciéndole que estaba ya vestido. Me contestó que no le importaba y que quería verme el rabo a mí. El tono de su voz, segura y fuerte, me intimidaba y hacía que le quisiera obedecer, así que, todavía sentado, me quité los pantalones y los calzoncillos.
- ¡Vaya, es bastante pequeñita!,- dijo riéndose en mi cara.
Yo no sabía que decir así que miré al suelo y me callé.
- Bueno, ya estamos en paz. Te toca despedirte.
- Hasta luego, -le contesté mirándole.
- No, a mí no, despídete de ella,- dijo mirándose el rabo.
Siguiéndole el juego, miré hacia su polla y me despedí de ella, casi de forma inaudible por la vergüenza que me daba la situación.
- “¿Qué pasa, no te sueles despedir con dos besos”, me dijo en tono divertido.
- “Sí sí pero no sé, podría verme alguien”, le dije.
Lo cierto es que me estaba dando bastante morbo la situación, entre excitado y avergonzado por todo lo que estaba ocurriendo.
- Me da igual, despídete como Dios manda ahora mismo.
Cuando dijo esto, no tarde ni un segundo en agarrarla con las dos manos y plantarle dos besos a su polla. Lo hice con cuidado, casi con veneración, e incluso llegué a decir “encantado de conocerte”.
El chico se rió y se puso la toalla otra vez, con gran disgusto por mi parte. Como él regresó a su sitio para continuar vistiéndose y no decía nada, yo también guardé silencio. Él termino antes y cuando iba a irse se giró y me dijo:
- En cinco minutos, en la puerta del gimnasio, putita,- y se marchó.
Me quedé totalmente descolocado con esa despedida pero me di cuenta que me había excitado mucho toda la escena anterior porque me estaba empezando a empalmar así que me vestí rápidamente decidido a esperar a ese chico en la salida del garaje.
Mientras bajaba hacia la salida del gimnasio iba pensando en lo que podía suceder a continuación y qué idea tendría en mente aquel chico, aunque no era muy difícil de adivinar, sobre todo con lo receptivo que había estado yo en los vestuarios. Lógicamente pensaría que podría hacer lo que quisiera conmigo. Aprovecho ahora para contar brevemente cómo soy. Mido 1,70, soy moreno y delgado. Nunca antes había tocado una polla ni había tenido relaciones con otros hombres aunque siempre había fantaseado con ello por lo que siempre me había considerado bisexual. Sobre todo, sentirme dominado y ser sumiso siempre me había atraído de alguna forma. También tengo que decir que tengo novia de la universidad, desde hace año y medio. Mientras pensaba en ella me quedé en la puerta de la salida esperando a Andrés.
Cuando habían pasado 5 minutos, pasó con un coche por delante de la puerta, paró el coche y bajó la ventanilla.
- ¿Qué haces ahí parada? ¡Sube!.
Que empleara el femenino sorprendió a las personas que estaban cerca de la puerta que me miraron. Yo entré rápidamente por vergüenza aunque que me tratara de esa manera me excitaba mucho. En cuanto me hube sentado, arrancó el coche.
- ¿A qué esperas?,- me dijo.
- ¿esperar a qué.
- Desvístete.
- ¿Aquí? Pero la gente me puede ver perfectamente.
Paró el coche inmediatamente y dijo.
- Cuando te de una orden, me obedeces. ¿Entendido? Si no, te bajas del coche y fuera.
Un segundo después, empecé a quitarme la camiseta.
- Ya sabía yo lo guarra que eras por cómo te has comportado en el vestuario. ¿Te gustan mucho las pollas?
- Bueno, la tuya es la primera que toco. Nunca lo había hecho.
- Tranquila, que yo te enseñaré como tienes que tratarlas, con lo puta que eres no vas a parar de comerte rabos.
Yo ya me había quitado toda la ropa y estaba completamente desnudo en el asiento del copiloto. Por suerte, habíamos salido ya de la zona de calles estrechas donde la gente podía verme en esa situación.
- A ver cómo lo haces, hazme una paja.
Le desabroché el botón y le bajé la cremallera. Metí la mano bajo sus calzoncillos para sacarla mejor. La agarré con mi mano izquierda y la saqué completamente. Era muy grande, no llegaba a cerrar la mano al cogerla. Empecé a pajearle lentamente con las dos manos hasta dejarla totalmente dura y empalmada. Me di cuenta que yo también estaba empalmado.
- Mira cómo te gusta guarrilla, que te has puesto cachonda. Estas desenado probarla eh.
- Sí, ¿puedo?”
- Venga, a ver si lo hacer bien que la paja ha sido bastante mala.
No sé por qué pero ese comentario me dolió y quería satisfacerle y que se quedara contento conmigo. Me metí la punta del rabo en la boca mientras continuaba pajeándole con la mano derecha. Yo intentaba metérmela más pero era bastante grande y no me cabía. De repente, me agarró la cabeza y me la hundió en su polla durante unos segundos. Cuando dejó de sujetarme me aparté para poder respirar mientras me seguían dando arcadas.
- No ha estado mal, pero te queda mucho qué practicar zorra.
- Sí, lo siento.
- Tranquila, ya he dicho que te enseñaré. Vamos a parar en una zona que no pasa mucha gente para que continuar tu lección.
Paró en una especie de explanada donde había dos o tres coches más, supuse que para lo mismo que íbamos a hacer nosotros. Andrés se sentó en el asiento central de atrás y adelantó los de delante para tener más espacio.
- Así estarás más cómoda.
Me arrodille y continué la mamada. Como sabía que le gustaba la garganta profunda, agarré sus piernas y me la metí todo lo que pude. Cuando no podía más me sujetó otra vez la cabeza y me tuvo un rato apretando contra su rabo.
- Venga, las putas como tú tienen que aguantar más.
Me cogió otra vez la cabeza y empezó a follarme la boca a lo bestia. Yo estaba echando un montón de babas por todo su rabo y tenía los ojos llorosos. Me agarró la cabeza, la estampó contra sus huevos y los frotó contra ellos. Olían a macho, muy fuerte. Me encantó el olor así que aspiré todo lo que pude y empecé a comérselos con muchas ganas.
- Joder, que puta eres, sigue así que lo estás haciendo muy bien.
- Grrraaciaahh,- acerté a decir.
- A ver ese culo.
Me puso a cuatro patas sobre los asientos y empezó a azotarme el culo. Yo me estaba poniendo muy cachondo con toda la situación y estaba totalmente empalmado.
- Fóllame, fóllame por favor.
- Quieres que te folle el culo, eh zorra.
- Si sii, reviéntame el culo.
- ¿Quién te ha dicho que dejes de chupar?
Me volví a meter el rabo en la boca rápidamente. Me metió un dedo en el culo y no pude evitar gemir con su polla en la boca.
- Te gusta ¿verdad?
- Mmmmm.- Estaba tan excitado que me agarré la polla y empecé a masturbarme. De repente, él me azotó muy fuerte, me quitó la mano de mi rabo y dijo, mientras me seguía azotando:
- Cuando estés conmigo, o te corres cuando juegue con tu culo o no te corres ¿entendido? Aunque con lo que te gusta no creo que resulte un problema para ti. ¿quieres correrte?
- Sí, por favor, no lo volveré a hacer.
- Lo sé, pero como castigo hoy no te voy a follar ni te vas a correr. Cuando las perritas se portan mal hay que castigarlas que si no, no aprenden nunca.
En la misma posición en la que estábamos me siguió azotando pero sin meterme ningún dedo por el culo. A mí me estaba empezando a doler pero no dije nada porque sabía que no le iba a gustar mi comentario. Al rato, paró y me preguntó si tenía móvil. Yo le contesté que sí y se lo acerqué. Al ver la foto con mi novia en la pantalla se rió y dijo:
- ¡Pero si la maricona tiene novia! Y está bastante buena además. No sé cómo una puta como tú puede haberla conseguido jaja. Desbloquéame el teléfono,- me ordenó.
Cuando lo hice sin poner ningún inconveniente, me dijo que continuara comiéndole el rabo y añadió:
-¿cuál es el Instagram de tu novia?
- Por qué quieres saber eso-, le pregunté, deteniéndome en la mamada.
-“Primero, no te he dicho que dejes de chupármela, así que continúa. Y, segundo, quiero correrme en tu cara viendo fotos de tu novia, ¿algún problema?”.
-nnnoggoo,- fue lo mejor que pude responder.
Continuamos en esa posición: yo comiéndole la polla y él viendo fotos de mi novia. La situación era bastante humillante pero me excitaba enormemente y tenía muchas ganas de tocarme otra vez, pero no lo hice. Además, Andrés aumentaba la humillación comentando el cuerpo de mi novia, las ganas que tenia de follársela y lo guarra que debía ser con un hombre de verdad y no con un pichacorta como yo. Tras unos minutos más de mamada, me agarró la cabeza y se empezó a masturbar para correrse en mi cara. Cuando lo hizo, me prácticamente toda la cara de su corrida, con lo que no podía abrir los ojos.
- Ni se te ocurra limpiarte, que así estás muy guapa.
- Gracias,- le dije sonriendo.
Mientras yo seguía en esa posición y con toda mi cara llena de corrida él, por lo que descubrí después, me hizo una serie de fotos en esa posición. Poco después, cogió mis calzoncillos que había dejado en el asiento del copiloto y me los lanzó a la cara diciendo:
- Vamos, límpiate que me tengo que ir.
Me limpié la corrida con mis propios calzoncillos que se quedaron totalmente manchados por lo que fui a tirarlos por la ventanilla del coche para seguir vistiéndome. Él me paró y me ordenó que me los pusiera:
- Así, recordarás al llegar a casa lo guarra que eres y lo que has disfrutado con esto.
Le obedecí y, mientras él conducía hacia el gimnasio, yo me vestí otra vez. Cuando llegamos a la puerta del gimnasio, aparcó en la puerta y me dijo:
- Bueno, pues nos vemos mañana a la misma hora ¿de acuerdo? Si me vas a decir que tenías planes, los cancelas que tengo una idea con la que vas a disfrutar mucho. Si lo haces bien, mañana te follaré el culo.
Al decir esto, yo me volví a excitar y le contesté que ahí estaría. Al bajarme del coche, me dirigí hacia casa rápidamente. Por un lado, nervioso por si alguien se daba cuenta de la cara que tenía y los restos de corrida que seguramente llevaba en la cara, y, por otro, por lo excitado que estaba y las ganas que tenía de hacerme una paja en casa. Por suerte no me crucé con nadie que conociera y cuando abrí la puerta de casa fui directo al baño. Una vez ahí, me quité toda la ropa y empecé a tocarme. Con lo excitado que estaba cogí los calzoncillos y me los lleve a la cara para oler los restos de la corrida y recordar el episodio del coche. Cuando estaba a punto de correrme, el móvil empezó a sonar. Al ver que la llamada pertenecía a mi novia, me corrí como nunca lo había hecho pensando en todo lo que había pasado y en lo que sucedería en la cita de mañana, a la que, por supuesto, tenía pensado acudir.
Pasé el resto del día excitado con la mente en el episodio del gimnasio y en lo que me esperaría a la mañana siguiente. Seguía con estos pensamientos cuando vibró mi móvil al recibir unos whatssap de un número desconocido. Eran dos. En el primero ponía: “hola perrita, ¿cómo estás?”. Nada más leerlo ya empecé a excitarme bastante. En el segundo, escribía lo siguiente: “tengo dos fotos para ti, una tuya y una mía. ¿Cuál quieres que te envíe primero?”. Yo no sabía que me había hecho fotos en el coche así que pensé que habría encontrado alguna de fb o alguna red social. Le escribí inmediatamente.
- Hola, Andrés. Muy bien ¿y tú?. Pues… primero la tuya.
- ¡Como que Andrés! A partir de ahora me llamaras de usted o Amo para que recuerdes tu rol en esta relación. Bien, ahí la tienes.”
Era una foto de su rabo empalmado. Me quedé mirándolo y empecé a tocarme lentamente porque la tenía durísima. Comparé nuestros rabos y no tenían nada que ver. El suyo era grande, grueso y lleno de venas. Era un rabo de hombre. El mío, en cambio, era un rabo de media normal pero tirando a pequeño, sobre todo era bastante delgado. Era un rabo de chico. No había color entre uno y otro. Estos pensamientos me excitaban todavía más de lo que ya estaba. Hasta ese momento no sabía que la humillación me excitara tanto.
- Te estás tocando la pollita, ¿verdad?, preguntó Andrés.
- Sí, Amo, estoy totalmente cachonda. Tiene una polla preciosa, es enorme en comparación con la mía.
- Jaja, claro que sí perrita aunque lo tuyo no se puede considerar ni siquiera un pene de verdad.
- No, es muy pequeñita
- ¿Te has olvidado ya de tu foto? ¿No quieres verla?
- Sí, Amo, quiero verla
Al ver la foto, me quedé muerto. Era yo, con la cara llena de corrida y sonriendo como una puta. Se notaba que estaba en el coche en los asientos traseros y, además, se me veía la polla completamente empalmada. No supe qué decirle pero la verdad es que me asusté un poco por el miedo a que pudiera enviarla o subirla a las redes.
- Veo que te has quedado sin palabras perrita. Tranquila, esta foto es para mi colección personal, no la subiré a ningún lado siempre que te portes bien, como lo has hecho hoy.
- Gracias Amo, me portaré muy bien y obedeceré en todo lo que me diga-. Aunque sabía que podía hacer lo que quisiera con esa foto e incluso chantajearme, su comentario me dejo más tranquilo.
- Muy bien, así me gusta. Nos vemos mañana a la misma hora en la entrada. Se puntual.
- Muy bien Amo, lo seré.
- Por cierto, no se tu nombre, mañana me lo dirás. Además quiero que te busques un nombre de tía que te guste para poder llamarte así en alguna ocasión.
- Vale, Amo.
- Una última cosa, nada de correrse sin mí permiso y quiero que estés completamente depilada-, y se desconectó sin darme tiempo a contestar.
En cuanto dejé de hablar con Andrés pensé en correrme como había hecho por la mañana. Lo cierto es que me costó mucho hacerle caso y no tocarme, pero lo hice. No solo por la autohumillación de obedecerle sino también porque quería mantener la excitación hasta el encuentro de mañana. Así que, paré de tocarme e intenté pensar en otra cosa para distraerme. Serían las 9 de la tarde, por lo que mis padres no tardarían en llegar para cenar. En cuanto a lo de depilarme, nunca he tenido mucho vello pero procedí a quitármelo todo y depilarme con cuchilla porque no tenía otro modo de hacerlo. Aunque costó más de los que pensaba, en una media hora estaba totalmente sin vello. Un rato después, llegaron mis padres y cenamos. Yo me fui rápidamente a la cama para pensar en todo lo que había ocurrido hoy y para pensar en mi nuevo nombre para Andrés. Siempre me habían gustado nombres como Sara, Rocío o Raquel, así que decidí elegir uno de esos tres. Al final, me decanté por Sara, porque seguramente a Andrés le gustaría también utilizar el diminutivo. Satisfecho con la decisión, me puse la alarma a las 8 para llegar pronto a la cita.
Cuando sonó la alarma, me levanté totalmente excitado. A esa hora mis padres ya se habían ido a trabajar por lo que me desnudé, me puse la ropa del gimnasio y me lavé la cara y los dientes. Salí hacia el gimnasio sin desayunar, como siempre hacía. Llegué al gimnasio a las 8:20. Me distraje con el móvil unos minutos hasta que llegara Andrés. Pasaron 10 minutos y me asusté pensando en que hubiera llegado tarde y él ya hubiera subido a los vestuarios. El sonido del claxon de un coche interrumpió mis pensamientos. Me di la vuelta y era Andrés que me hizo señas para que me acercara.
- Hola preciosa, como estás.
- Muy bien, Amo.
- Abre la puerta y siéntate.
Cuando lo hice, Andrés arrancó de nuevo para meterse en el garaje del gimnasio. Aparcó sin dificultad porque a esa hora, como comenté antes, apenas había gente. Cuando quitó las llaves del coche, me acercó una bolsa y me dijo:
- Toma, esto es para tí, tu nueva ropa de gimnasio.
Cuando descubrí lo que había me quedé sin palabras. Eran unos leggins negros, una camiseta muy estrecha blanca y pequeña, que me quedaría algo más abajo que el ombligo. Pero además había un pequeño objeto negro que no distinguí al principio. Cuando lo cogí, me di cuenta que era un plugg negro, de pequeñas dimensiones. Me quedé quieto sin decir nada así que fue Andrés quien habló.
- ¿Qué pasa, no me vas a dar las gracias?.
- Bueno, sí… muchas gracias… pero no sé si yo…,- no me dejó terminar la frase porque me interrumpió diciendo.
- Mira, te voy a dejar muy clara la situación. Esta va ser la primera y última vez que tengamos esta conversación. Yo no te voy insistir en hacer algo que no quieres hacer así que decide si quieres continuar con esto o dejarlo. Si te preocupa pasar vergüenza en alguna situación, no te sientes cómodo o no estás seguro de continuar, perfecto, yo no tengo ningún problema, lo dejamos y ya está. No voy a chantajearte con las fotos de ayer, si quieres las borro ahora mismo. No quiero sacar nada de ti ni aprovecharme. Si hago esto es con alguien que también quiera hacerlo voluntariamente. Yo voy a subir ahora al gimnasio. Si al subir, decides que no quieres continuar, me buscas y me devuelves la ropa y cada uno por su camino. Pero si decides continuar y te pones esta ropa, te convertirás en mi sumisa y yo te ayudaré a descubrir tu lado más pasivo, que por lo que hiciste el día de ayer es muy grande.
Al acabar su discurso, me dejó con la palabra en la boca, salió del coche y cerró la puerta. Unos segundos después también lo hacía yo. Subimos casi al mismo tiempo pero separados. Cuando llegamos a los vestuarios, Andrés se vistió con su ropa de gimnasio y salió. Yo esperé un poco para tener más tiempo para pensar en la situación. Pasaron por mi cabeza muchas cosas porque sabía que mi vida cambiaría bastante si decidía continuar con la situación: me convertiría en “su” sumisa. También pensé en mi novia y de qué manera esto podía afectar a nuestra relación, que no veía cómo no podía hacerlo. Por otra parte, nunca había estado tan excitado como estos dos días. Todo esto pasaba por mi cabeza cuando me levanté y me metí en uno de los cubículos privados que había disponibles. Me desvestí por completo y saqué la ropa de la bolsa. Al verla me volví a excitar, ¿cómo iba a dejar pasar esta oportunidad, cuando una parte de mí sabía que lo deseaba profundamente?. Me puse la camiseta, que me llegaba justo hasta el ombligo. Cuando fui a ponerme los leggins, me acordé del plugg anal que debía ponerme. Como era pequeño pensé que me entraría a la primera pero no fue así. Me lo lleve a la boca y lo lubriqué con mi saliva apara que entrara mejor. Levante un pierna y lo coloqué en la entrada del culo y apreté un poco. Esta vez sí que entró. La sensación era rara pero muy excitante al mismo tiempo. Por último me puse los leggins y las zapatillas. Me mire en el pequeño espejo que había y contemplé la imagen. Estaba igual que muchas tías del gimnasio que había visto a lo largo de mi vida, con la diferencia de que yo llevaba metido un plugg en el culo. Me giré para ver si se notaba mucho que lo llevaba pero parecía que no.
Salí del cubículo algo avergonzado por si había gente que me viera así. Nada más salir me encontré con dos señores que estaban hablando e interrumpieron su conversación al verme con esas pintas. A esas horas, la mayor parte de la gente era jubilados o personas que trabajaban/estudiaban por las tardes. Estos dos señores eran jubilados y por su mirada entendí que les gustaba lo que veían. Uno de ellos me miraba especialmente y me dijo sonriendo:
- Qué guapa vas.
- Muchas gracias,- le contesté y les guiñe un ojo. Cualquiera diría que quería tema con esos dos señores si me viera actuar así pero me gustaba la sensación de excitar a otros hombres con mi cuerpo. No comprendía lo rápido que habia aceptado mi rol de sumiso en apenas 24 horas pero lo cierto es que me encantaba, como si siempre hubiera deseado una relación así. Salí del vestuario, sabiendo que aquellos señores me seguían con la vista puesta en mi culo. Lo que ellos no sabían es que ese culo ya tenía dueño y estaba esperando arriba en la sala del gimnasio.
Al subir las escaleras del gimnasio me crucé con unas cuentas personas más que sí me miraron bastante pero no hicieron comentarios como los señores. Al llegar a la sala de ejercicios intenté localizar a Andrés pero no le ví, así que me puse a calentar. Empecé a calentar y a los pocos minutos apareció Andrés. Me pregunto que qué hacía calentando así y que me pusiera a hacer sentadillas, lo que hice inmediatamente.
- Tu plan de entrenamiento va a cambiar a partir de ahora, ¿de acuerdo?.
- Sí, amo,- contesté rápidamente.
- Así me gusta. Mira, vas a acercarte al grupo de monitores y les vas a pedir que te hagan un plan de entrenamiento especial para piernas, glúteos y abdomen. Olvídate de hombros, pecho, brazo… vas a entrenar como lo que eres. En cuento te lo expliquen me vienes a buscar.
- De acuerdo, amo.
Yo me dirigí hacia el grupo de monitores, despacio y muerto de vergüenza. Eran un grupo de tres chicos y una chica. Los cuatro con cuerpos increíbles como todos los monitores de gimnasio. Se estaban riendo y hablando entre ellos. Interrumpieron la conversación cuando me acerqué.
- Buenos días, ¿Te podemos ayudar?- me preguntó uno de los hombres.
- Hola, sí, por favor. Venía a preguntaros por si me podíais dar un plan de entrenamiento semanal- estaba cortadísimo y muy nervioso por cómo iba vestido. Omití lo de las zonas de glúteos, pierna y abdomen porque me daba bastante vergüenza.
Cuando les dije esto, los chicos se miraron entre ellos y con una ligera sonrisa dijeron:
- Bueno, te lo dejamos a ti Marta. ¿O te lo hacemos nosotros?
- No, gracias, con Marta está bien,- dije bajando la cabeza. Los chicos se retiraron y creo que de no haber trabajado ahí se hubieran partido de risa delante de mí. Es lo que hicieron porque se fueron los tres al cuarto que tenían directamente entre risas. Mientras les seguía con la mirada, Marta llamó mi atención:
- Bueno, cariño, sígueme y te explico- me dijo con una sonrisa. Yo me relajé algo y la acompañé. Durante unos minutos me estuvo explicando el plan de ejercicios que ella hacía. Me preguntó si era ese el que quería saber y le dije que sí. Terminó de explicármelo y me dijo que si necesitaba algo más la buscara a ella o a alguna de sus compañeras. “Vas a tener un cuerpo fantástico, preciosa”- me comentó con complicidad al despedirnos. Se lo agradecí y me fui a buscar a Andrés.
Cuando le encontré, fui directo hacia él a explicarme lo que me había comentado Marta. Le gustó mucho el plan de entrenamiento que me había proporcionado y me ordenó que comenzara hoy. Estuve unos 20 minutos haciendo ejercicios de glúteo y pierna. La verdad es que mientras los hacía estaba muy excitado por la situación y por la ropa que llevaba. Notaba las miradas de algunos señores y eso, lejos de desagradarme, me encantaba. Además, notaba el plugg mientras hacía los ejercicios. Tuve que concentrarme mucho para no empalmarme ahí mismo.
- Si sigues así de cachonda se te va a notar,- me comentó alguien por la espalda. Era Andrés- “¿Ves a esos dos señores que están al fondo?”,- cuando me fije y le dije que sí, me dí cuenta que eran los dos señores del vestuario. “Pues no han dejado de mirarte durante toda tu sesión, los estás poniendo cachondísimos. Vas a acercarte a ellos y les vas a calentar, pero nada más. Cuando termines, quiero que te dirijas a los vestuarios inmediatamente y entres en el cubículo del fondo de las duchas. Te vas a desnudar y a ponerte de rodillas con los ojos cerrados. No los abras hasta que llegue yo, ¿me has entendido?”
- Sí, amo, lo haré.
- Muy bien, preciosa. Por cierto, no me has dicho tu nombre.
- Ah... he escogido Sara, amo. ¿Le gusta?.
- Es muy bonito, te pega mucho. Ahora, a guarrear.
Me dirigí hacia los señores que ya me seguían con la mirada. Me puse a su lado a hacer sentadillas y sacando mucho el culo para que lo vieran bien. Supuse que a Andrés le gustaría que les calentara más así que me acerqué a ellos y les dije:
- Hola, ¿me podéis ayudar un momento, porfi?- les pregunté.
- Por supuesto, guapa- me dijo el mismo que me había piropeado en el vestuario.
- Es que al hacer la sentadilla, creo que inclino mucho y cuerpo y me desestabilizo. ¿Me podríais sujetar y decirme cómo hacerlo mejor?
- Claro, yo te ayudo que para eso estamos. A ver cómo lo haces.
Se puso a mi espalda y me agarró por los hombros. Yo hice mi primera sentadilla y al sacar el culo le rocé un poco en la entrepierna. Lo hice dos veces más pero él no se movía así que me acerqué yo hacia él. Me gire y le dije sonriendo:
- ¿Cómo lo estoy haciendo?
- Muy bien pero pierdes estabilidad por la cadera. Mira así mejor.- y me agarró de la cadera y me empujó hacia él. Estábamos completamente pegados y yo aplastaba mi culo contra su entrepierna. En ese momento empecé a frotarme un poco contra ella y noté como crecía el bulto que tenía ahí. Continué haciendo sentadillas y apretando mucho cada vez que pasaba por su rabo. Al señor le estaba gustando porque a la segunda sentadilla ya estaba totalmente duro. Mientras lo hacía, me paré a pensar en lo que estaba ocurriendo. Estaba restregando el culo contra la polla de un desconocido de 60 años en un lugar público. Parecía una zorra de discoteca y el problema es que estaba totalmente empalmado por la situación. El señor estaba disfrutando una barbaridad y empezó a hacer movimientos pélvicos contra mí. En ese momento me hubiera gustado acompañarle pero recordé las ordenes de Andrés que me impedían hacer nada más. Así que conseguí soltarme, cosa que el señor, evidentemente no se esperaba por mi comportamiento anterior y le dije:
- Muchas gracias, señor, me ha ayudado mucho.
- ¿Me vas a dejar así, guarra?- comentó algo molesto.
- Lo siento… es que me tengo que ir ya. ¡Pero muchas gracias!
- Buenos espera que te toque el culo para la paja de después, por lo menos.
Como eso no incumplía las órdenes y me sentía algo mal por el señor me di la vuelta y dejé mi culo expuesto. Me agarró como un poseso el culo con las dos manos y me empezó a sobar mientras me decía guarradas: “qué culo de zorra tienes”, “te lo reventaría aquí mismo” y cosas por el estilo. Yo me di cuenta que cualquiera que nos viera se daría cuenta de lo que estaba sucediendo pero, por suerte, estábamos en un rincón del gimnasio. De todas formas, me separé algo pese a la resistencia del señor que insistía en seguir frotándose. Me di la vuelta y le agarré la polla, que estaba totalmente tiesa y le dije mientras se la acariciaba a través del pantalón:
- Me encantaría que me follaras pero me tengo que ir.
Dejé al señor totalmente empalmado y con los ojos semicerrados. Me di cuenta que su compañero, más discreto, se había quedando observando la escena pero también se estaba tocando el rabo. Me fui satisfecho hacia los vestuarios, convencido de que había cumplido perfectamente las órdenes de mi amo.
Baje rápidamente mientras me cubría la erección con la toalla y me dirigí a los vestuarios. No vi a Andrés pero sabía lo que tenía que hacer a continuación. Vi que la ducha que me había dicho estaba libre y me precipité sobre ella. Me metí rápidamente y me desvestí. Mi primer impulso fue tocarme y aliviar toda la excitación que tenía pero me contuve. Guardé la ropa en el pequeño armario que tenían las duchas y me puse de rodillas, mirando hacia la perta y con los ojos cerrados, tal y como me había ordenado Andrés. En esa posición, volví a pensar en lo que estaba sucediendo y como me había comportado en la sala de ejercicios. Por un lado, me extrañaba que hubiera asumido este rol tan rápido, por otro me avergonzaba un poco y me sentía culpable por mi novia, pero, por encima de todo, sabía que me encantaba por lo excitado que estaba. Jamás había estado así, era como si parte de mí siempre hubiera deseado esta situación. Todo esto lo meditaba mientras estaba arrodillado y cualquier persona podía abrir la puerta y verme en esa posición. De repente, la puerta se abrió. Nadie entró en la ducha pero no se cerraba la puerta. Mantuve los ojos cerrados deseando que fuera Andrés. Los segundos se hicieron interminables y justo cuando iba a abrir los ojos y salir de ahí corriendo, la puerta se cerró y entró alguien.
Puso el cerrojo y se quedó parado. Unos segundos después, se acercó y me puso la mano en la cabeza, acariciándomela.
- Te has portado muy bien Sara, estoy orgulloso.
- Gracias Amo- dije sonriente.
- Cuando las perras se portan bien, hay que compensárselo. Abre la boca.
Se acercó un poco, puso la punta de su polla en mi boca y la dejo así. Ya estaba completamente empalmada. El sabor era diferente al que había probado ayer. Esta vez estaba sudorosa por el trabajo que había realizado en el gimnasio. Lejos de asquearme el sabor, me gustó todavía más. Yo estaba totalmente empalmado con la situación.
- Abre los ojos y chúpamela.- me ordenó.
Lo hice inmediatamente y empecé a hacerle una mamada. No tenía ninguna experiencia pero la hice como me gustaba a mí que me las hiciera mi novia. Lo hice despacio, disfrutando cada centímetro de su rabo. A él parecía complacerle cómo lo estaba haciendo porque su polla creció mientras se la chupaba. Bajó sus manos y me acarició los pezones y me los pellizcó. Lo hizo unas cuantas veces y, tras un tiempo, me ordenó que pusiera las manos en mi espalda y me avisó de que iba a follarme la boca. Nada más decirlo, mi rabo dio un respingo de la excitación. Él me agarró la cabeza y empezó a hacerlo despacio pero subía el ritmo progresivamente. Cuando llevaba un tiempo entró alguien en la ducha de al lado, pero, en vez de parar aumentó el ritmo y me penetró la boca como el día anterior. Yo, a duras penas aguataba las embestidas pero no decía nada ni hice amago de retirar la boca, aunque tampoco hubiera podido por cómo me tenía agarrado. En ese momento, me sacó la polla de la boca y empezó a masturbarse hasta que se corrió en mi cara. Fueron cuatro potentes chorros los que me llenaron el rostro de semen, cubriéndome toda la cara.
Justo cuando ocurrió eso, la persona que había entrado en la ducha de al lado, salió y se marchó. Yo aproveché para jadear un poco y relamer la lefa que tenía en los labios. Andrés me dio un par de pollazos en la cara y recogía los restos de corrida y me los llevaba a la boca. Yo los tragaba obedientemente mientras le miraba. Tras el proceso y con la cara, más o menos limpia, me dijo:
- Muy bien Sara, ahora quédate ahí mientras me ducho. Luego te duchas tú.
Empezó a ducharse mientras yo estaba arrodillado y empalmado totalmente. Me lanzó la esponja y me ordeno que le lavara los pies, las piernas y el culo. Yo empecé por los pies y fui subiendo poco a poco. Le pasé la esponja por los huevos y el rabo, que estaba semiempalmado, y los dejé bien enjabonados. Cuando acabé me cogió la esponja y se enjabonó el resto del cuerpo.
- ¿No crees que te falta algo?- me pregunto mientras me miraba. Yo no entendí a qué se refería hasta que me di cuenta que me faltaba por limpiarle el culo. Como sabía que no me iba a dar la esponja, acerqué la cara a su culo.
- Que perrita más lista tengo,- dijo riéndose en mi cara- “Vamos, limpia”.
Yo metí la lengua en su culo y empecé a lamerlo.
- ¿Quieres tocarte, Sara?- Yo asentí como pude pero no hice nada,- vale, puedes hacerlo.
Nada más decirlo, me llevé la mano a la polla y empecé a hacerme una paja de manera frenética. Él se dio cuenta y me empujó hacia atrás.
- ¿Qué cojones haces?
- Pero amo… me ha dicho que podía tocarme…
- Pues claro, perra estúpida pero no así. ¿Cómo te llamas?
- Dudé por un momento pero dije: “Sara, amo”.
- Eso es. Y Sara es un nombre de chica. ¿Cómo se tocan las chicas?- como no dije nada, contestó por mí,- “por sus agujeritos, ¿a qué sí?. Te vuelvo a repetir, ¿Quieres tocarte?.
- Sí, amo. -Yo sabía lo que significaba pero estaba tan cachondo que pensé que así me dejaría correrme.
- ¿Qué se dice?
- Gracias, amo,- entonces, me llevé la mano al culo y empecé a jugar con mi dedo en la entrada. Cerré los ojos y disfruté de la sensación. No era la primera vez que lo hacía pero siempre había ido acompañado de una paja. Esta sensación era diferente pero también placentera aunque sabía que así difícilmente iba a llegar al orgasmo. Aun así, seguí “masturbándome”. Aproveché el agua que corría para facilitar la entrada de mi dedo y lo introduje. Empecé a meterlo y sacarlo rápidamente. La verdad es que me estaba encantando.
- ¿Te gusta eh zorrita?
- Sí… me encantaaa
- Métete otro.- No me costó mucho que se introdujera y continué el movimiento.
En ese momento, Andrés se agachó y me susurró al odio.
- Hoy te has portado muy bien y voy a dejar que te toques esa pollita que tienes. No te acostumbres.
Casi no había terminado de decirlo cuando yo me llevé la otra mano y me empecé a masturbar. No tarde ni cinco segundos en correrme como nunca lo había hecho. Me quedé así unos segundos, con la mano en la polla y dos dedos de la otra metidos en el culo. Había tenido un orgasmo brutal, nunca había tenido una semejante. Andrés, había puesto la esponja para que recogiera toda la leche que había salido. Cuando abrí los ojos y le miré, estaba sonriendo.
- Eres una zorra de primera, me encanta. Toma, enjabónate con esto y luego sales.- Me entregó al esponja llena de leche y salió de la ducha. Yo, todavía excitado, me enjaboné y me tomé mi tiempo en hacerlo. Me extendí mi propia leche por todo el cuerpo mientras me caía el agua. Pensé otra vez en lo que acababa de ocurrir con sentimientos contradictorios pero, ¿a quién podía engañar? Había tenido el mejor orgasmo de mi vida en esta situación tan humillante y seguía cachondo, desenado cumplir las próximas órdenes de Andrés, mi amo. Nada más pensarlo, mi polla volvió a ponerse dura.
Como no bajaba mi excitación, puse el agua fría y estuve un minuto hasta que se me bajó la empalmada. Una vez que lo hice, cogí mi ropa y me dispuse a salir de la ducha. Antes de hacerlo, me volví a poner el plugg porque pensé que a Andrés le gustaría. Cuando salí, vi que Andrés estaba hablando con el señor del antes, con quien había estado guarreando en el gimnasio. Tímidamente, me acerqué hacia ellos. Cuando llegué, Andrés me regañó por maleducada, explicándome que no me había presentado como debía al señor. Me ordenó que me presentara ahora. Mire al señor a los ojos y le dije: “Hola, señor, me llamo Sara y soy la perra de mi amo Andrés, encantada de conocerle.” Incluso hice el gesto de inclinarme como su tuviera una falda, lo que hizo que los dos se rieran bastante.
- Lo ve caballero, es una señorita muy educada.
- Ya lo veo, da gusto, aunque en el gimnasio se ha portado fatal.
- Sí, necesita entrenamiento. Sara vas a acompañar a este señor a tu ducha y le vas a pedir disculpas como tú sabes. Y nada de tocarse que ya te he dejado antes.
- Sí amo, como ordene.- le contesté.
- Jajaja,- se rio el señor- madre mía que zorrita tienes.- Mira, tengo un amigo con el que también fue muy maleducada antes, ¿le podría pedir disculpas a él también?- Cuando dijo esto apareció su compañero que se presentó a Andrés e intercambiaron unas palabras. Acordaron que también debía pedirle disculpas a él.
Yo dejé la ropa en la taquilla y acompañé a los dos señores hacia las duchas. Ambos me seguían con una sonrisa en los labios sabiendo lo que les tocaba. Yo pensaba que una cosa era chupársela a Andrés que me encantaba y me excitaba cómo me trataba y otra diferente chupársela a estos dos señores mayores, pero lo iba a hacer de todas formas porque me lo había ordenado mi amo. Realmente me estaba convirtiendo en su puta y solo le conocía de un día. Me metí en la ducha de antes y, como era espaciosa entraron los dos a la vez explicando que tenían confianza entre ellos. Yo, por supuesto no me opuse y me arrodille antes ellos. Les quité los calzoncillos que llevaban y se los bajé. Asomaron inmediatamente sus dos pollas semi erectas, a la altura de mi cara. No eran extremadamente grandes pero tampoco pequeñas. Una de ellas era bastante gruesa. Empecé a masturbarles a los dos a la vez, con las dos manos mientras ellos se reían.
- Joder que maravilla, eh tío.
- Jaja, sí, la tenemos a la putita del gimnasio.
A mí, eso me encantó y apreté sus pollas a la vez, lo que hizo que se rieran. Uno de ellos, me cogió la cara y me la acercó hacia su polla. Me hizo abrir la boca y a hacerle una mamada mientras seguía masturbando al otro. Cuando pasó un tiempo se intercambiaron de posición. Ahora me tuve que meter la que era más gruesa lo que hizo que me lloraran un poco los ojos pero aguanté, no quería que se quejaran ante Andrés después. Cuando llevaba un tiempo, empezó a llevar él el ritmo y a metérmela de manera más brusca. Yo noté que estaba llegando al orgasmo así que me preparé para recibir la corrida. Se separó un poco y se corrió en mi cara. La gran mayoría se me metió en la boca y trague obedientemente. Otra parte, me cayó en la cara y la dejé ahí, ya la limpiaría junto con la otra de su compañero. Este, antes de acercarse a mí me dijo:
- Sarita, ya sé que tu amo no te deja correrte pero si lo haces no le vamos a decir nada. Me está dando pena así de empalmada,- dijo mirando a su compañero.
- Es verdad, tócate que no decimos nada y otro día nos lo compensas,- dijo siguiendo el juego a su amigo.
Yo dudaba si hacerlo por no desobedecer a Andrés pero estaba totalmente cachondo y me apetecía muchísimo así que acepté. El otro amigo, que ya se había corrido, se agachó y empezó a jugar con mi culo. Cuando se dio cuenta que tenía el plugg exclamó:
- Mira tío, que puta es, lleva un plugg anal de esos jaja.
- Madre mía, menuda puta,- dijo su compañero mientras me metía la polla en la boca.
Yo estaba tocándome la polla, con una en la boca y con las manos del otro señor jugando con mi culo, lo que aumentaba mi excitación. Cuando el señor empezó a aumentar las embestidas, su compañero también aceleró y me metía y sacaba el plugg más rápido. Yo aumenté también la velocidad y cuando vi que se iba a correr, me preparé también. La corrida fue similar a la anterior. Me cubrió toda la cara de leche y yo seguí parado disfrutando de mi propio orgasmo que continuaba. Cuando paré, los dos señores ya estaban de pie y se disponían a salir. Se despidieron y se fueron. Yo cerré la puerta rápidamente para que nadie me viera así y me limpié la cara rápidamente. Quería llegar cuanto antes a donde estaba Andrés y no hacerle esperar.
Tarde un minuto en prepararme y salir hacia los vestuarios. Allí me estaba esperando Andrés, que miraba el móvil. “Vístete”, me ordenó. Yo lo hice rápidamente y me puse la ropa con la que había venido. Cuando estuve listo, salimos los dos por la puerta. Antes de salir, se acercó un uno de los señores y dijo:
- Perdona, gracias por prestarnos a tu perrita, disculpas aceptadas.
- Me alegro, hasta otro día,- contestó Andrés.
- Por cierto, la muy guarra se ha corrido en la ducha, hemos pensado que debías saberlo.- Andrés me miró inmediatamente y comprobó que era cierto porque yo bajé la mirada de manera culpable. Se le veía bastante enfadado.
- Gracias, señor, ya la castigaré ahora.
- Sí, se lo merece,- dijo en tono reprobatorio el muy hipócrita.
Andrés me empujó hacia adelante y me dijo: “vamos, al coche Sara, tengo que hablar contigo”.
Agradecería que hicierais comentarios o críticas sobre este relato. Es el primero que escribo y me gustaría saber en qué puedo mejorar. Espero que os guste. Si queréis poneros en contacto, escribidme al correo. Gracias!