Dominación en los vestuarios. Cuarta parte.

Continúa la historia de Sara y la sumisión hacia sus Amos.

Habían pasado cinco semanas desde que María había roto la llave dentro de la jaula. Si antes mi transformación había ido muy rápida, durante estas semanas había aumentado mi sumisión. Mis amos habían ido ampliando los mecanismos y técnicas para que la transformación fuera completa. Ya no utilizaba ropa interior de hombre en ningún momento, ni cuando iba a la universidad ni con mis amigos ni a ningún lado. Solo llevaba braguitas y sujetadores, siempre que no se me notaran debajo de la ropa. Por supuesto, cuando estaba en casa con María iba desnuda, en ropa interior o vestida con faldas o blusas. Para masturbarme, María me dejaba de vez en cuando si me había portado bien o lo merecía. Evidentemente, me refiero a masturbarme con un consolador y follarme el “coño”. Cada día que pasaba, me interesaba menos sentir placer y me centraba en el de María. Además, insistían en que viera diariamente fotos de rabos con la idea de que vinculara el sexo y el placer únicamente con los tíos. María decía que así no podría empalmarme si no había una polla delante. Yo no sabía se eso funcionaría pero poco a poco estas ideas las iba interiorizando.

Sin embargo, lo que más ayudó a mi educación fue el dispositivo que me pusieron en los testículos. Era una especie de aro que se ajustaba a la jaula y que desprendía una descarga eléctrica a través de un control remoto. María lo activaba cuando hacía algo mal. Por ejemplo, cuando tardaba  mucho en hacerla caso, cuando andaba de manera poco femenina, en fin, cuando ella consideraba. En el plano sexual, yo siempre le daba placer a ella de una u otra manera, si no era sexo oral follábamos con el arnés. Además, Andrés seguía follando cuando quería con María y, en ocasiones, me dejaba chupársela, pero normalmente yo limpiaba los restos de ambos. Esa era mi posición en la relación.

Estaba dando vueltas a la cabeza estas cosas mientras me preparaba en el bañó. Me había duchado y estaba con la toalla, cubriéndome el pecho como las mujeres, cuando entró María en el baño.

-          Hola cariño, ¿qué tal has dormido?

-          Muy bien, ama, gracias.- Yo sabía que hoy era el día que me tocaba salir de la jaula porque habían pasado justo cinco semanas así que esperaba que me liberara para poder hacerme una paja o tocarme un poco.

-          Debes estar nerviosa hoy, es el día que te toca salir.

-          Sí, ama, si te parece bien claro.

-          Justo te quería comentar que te has portado fenomenal durante estas semanas Sara.

-          Gracias ama.

-          Pero sería una pena estropearlo por una pajilla de esas que te gustan. ¿No crees que podríamos continuar así?- me preguntó. Yo sabía qué respuesta quería que diera. De todas formas me lo pensé porque me apetecía mucho correrme, por lo menos una vez, pero no quería decepcionarla.

-          Sí ama, yo creo que un poco más podemos esperar.

-          ¡Sabía que te parecería una buena idea! Eres la mejor,- dijo mientras me daba un pico.

-          Gracias… ¿cuánto tiempo más o menos, ama?-, me atreví a preguntar.

-          No sé… yo creo que podemos ir ampliando de mes a mes. Así que otro mes y luego vamos viendo.

Tras decirlo salió del baño y me dejó ahí. Yo no me esperaba que fuera tanto tiempo, ¡otro mes entero! Pero estaba claro que iba a aceptar así que no protesté ni dije nada. Seguí a lo mío y me puse las braguitas y el sujetador que había escogido para ese día que habíamos quedado con Andrés. Luego, me sequé el pelo, me peiné y empecé a maquillarme. Andrés iba a venir a casa y luego pasaríamos el día juntos los tres. Me puse un pintalabios rojo pero tampoco muy llamativo y me eché polvos en la cara. Cuando terminé me miré al espejo, me encantaba como me veía cuando me vestía.

Cuando María terminó el desayuno que le había preparado también se preparó para la cita. Sobre las doce, Andrés nos dijo que estaría en casa en un rato y que fuéramos preparándonos. Fuimos las dos a escoger la ropa que nos íbamos a poner. Ella cogió una blusa blanca y unos shorts vaqueros muy cortos con los que se veía prácticamente medio culo. Yo cogí una falda minúscula que me había comprado el otro día y una camiseta de tirantes. Cuando terminamos, le pasamos una foto a Andrés como hacíamos siempre.

Unos minutos después, sonó el timbre y fui a abrir. Era Andrés pero cuando abrí la puerta, vi que estaba acompañado por tres personas más. Me quedé paralizado, sujetando la puerta y sin decir nada.

-          ¿No vas a presentarte Sara?, preguntó Andrés.

-          Sí, perdón… amo. Hola chicos soy Sara, encantada de conoceros, pasad.

Ellos fueron pasando y presentándose mientras me agarraban de la cintura y alguno me tocó el culo por debajo de la falda. “Sí que la has educado bien, tío”, dijo uno de ellos mientras se reían todos. Por la cara de María supuse que tampoco ella se esperaba la visita de Andrés con tres amigos suyos. Igualmente, tardó muy poco en reaccionar y dar un morreo a Andrés. Luego se presentó a los demás. Andrés me ordenó que preparara unas cervezas y algo para picar. Yo fui inmediatamente a la cocina a hacerlo. No tardé ni cinco minutos pero cuando volví con todo, ya estaba María bailando para ellos, que estaban sentados en el sofá. Les ofrecí las bebidas mientras ellos disfrutaban del baile. Me quedé de pie, a un lado del salón hasta que uno de ellos dijo:

-          Sara, ¿por qué no acompañas a tu amiga a bailar?

Miré a Andrés que asintió con la cabeza y fui junto a María. Empezamos a bailar sensualmente para ellos mientras me quitaba la ropa. Al final, nos quedamos las dos en ropa interior mientras ellos vitoreaban y bebían. Por último, nos quitamos los sujetadores y, de espaladas, nos bajamos las braguitas. Cuando nos dimos la vuelta, se empezaron a partir de risa mientras señalaban mi jaula. Imagino que, aunque Andrés les habría contado la situación, nunca habían visto algo parecido. Seguimos  bailando desnudas y ellos ya se empezaron a tocar mientras lo hacíamos. Estuvimos así unos minutos hasta que fui a por más cervezas para ellos. Al volver, estaba María de rodillas y rodeada por los cuatro. Estaban empalmados y María iba comiéndosela alterativamente a cada uno. Dejé las cervezas y me quedé al lado, también de rodillas.

-          ¿Esta también la chupa Andrés?- preguntó uno al verme.

-          Sara es la más guarra de las dos, pídele lo que quieras.

-          Venga cómeme el culo.- Estaba claro que iba a aprovechar para hacernos todo lo que quisieran y yo me llevaría las partes más desagradables. Por supuesto, lo hice y le comí el culo mientras María hacia lo mismo con su polla. Fuimos cambiando las dos: María hacia la mamada y yo les comía el culo.

Cuando se cansaron de esa posición, pusieron a María en el sofá y empezaron a follársela. Poco a poco, fueron adaptándose al sofá y participando todos. Iban cambiando de postura pero María siempre tenía una polla en cada mano, una en la boca y otra penetrándola. Uno de ellos, propuso, evidentemente, follarla por el culo para lo que Andrés dio su consentimiento. Yo lo preparé, es decir, lo dilaté durante unos minutos para que ellos se lo follaran. Cuando estuvo listo empezaron a penetrarla por turnos y en todas las posiciones posibles. Yo pedí permiso a Andrés para tocarme porque la situación me excitaba mucho. Me abrí de piernas y empecé a masturbarme, primero con un dedo y luego con dos. Tras varias semanas acostumbrado a la estimulación anal, ya me encantaba y disfrutaba mucho haciéndolo.

No sé cuántas veces se pudo correr María pero fueron bastantes. Al final, ellos querían correrse también y Andrés les dijo que lo hicieran en la cara. María se puso de rodillas con la boca abierta y sonriente, esperando su premio y yo mientras me masturbaba viéndolo. Fueron corriéndose uno tras otro sobre su cara hasta cubrirla por completo de leche.

-          Besa a tu novia, Sara.- ordenó Andrés.

Sus amigos se giraron y me vieron despatarrada masturbándome en el suelo mientras veía la escena y se empezaron a partir de risa, llamándome maricona, zorra y cosas así. Me acerqué a María y empecé a limpiar toda su cara y a tragar todos los restos que habían dejado. Mientras lo hacía y María y yo nos empezamos a liar, uno de ellos me toco los huevos con un pie. Yo gemí, lo que desató las risas de todos otra vez. Seguimos así hasta que otro comentó que tenía un buen culo.

-          ¿Me la puedo follar Andrés?

Me encantó escuchar esa pregunta y empecé a mover el culo, solícita.

-          Creo que ella te está respondiendo que sí,- comentó en tono de broma.

Me cogió por detrás y me colocó a cuatro patas en el sofá, apoyado en el respaldo. Colocó la punta de la polla en la entrada de mi culo y de un golpe me la metió entera. Yo estaba algo dilatado porque me había masturbado peró lancé un pequeño gritó que provocó las risas de los otros dos. Empezó a embestirme de manera salvaje y dijo:

-          Joder, hay que aprovechar para hacer estas cosas a las guarras como esta.

Poco a poco, yo empecé a disfrutar de la follada y a gemir mientras me follaba. Estaba excitadísima. Él me empezó a azotar muy fuerte mientras yo gemía y le decía que me follara más duro y que me reventara. Luego, me cogió con los dos brazos y me acercó hacia él. Mi espalda estaba completamente pegada a su torso mientras me embestía por detrás. Giré la cabeza para besarle pero él me escupió en la cara.

-          No pienso besar esa boca de furcia que tienes.- me dijo mientras me penetraba más fuerte.

Ese tipo de humillaciones, lejos de molestarme, me encantaban y me ponían a cien. Yo sentía su polla entrar y salir continuamente y, de repente, entre gritos de placer, me empecé a correr.

-          ¡Se está corriendo!, - exclamó María mientras me señalaba.

-          Joder, que guarra es,- dijo uno de ellos.

El que me estaba follando, se corrió mientras me la clavaba hasta el fondo y me empujaba contra el sofá. Yo me quedé con las piernas temblando todavía soltando corrida, que tras cinco semanas fue abundante. Me quedé en el suelo, con la jaula llena de mi leche y soltando por el culo la del amigo de Andrés.

-          Sara, recoge todo eso inmediatamente,- me ordenó serio Andrés.

Yo me agaché y empecé a lamer los restos de la corrida. Comentó a sus amigos que fueran bajando hacia el bar donde iban a comer que él les seguiría ahora. Dieron dos besos a María y a mí solo me dieron unos pollazos a modo de despedida. Cuando se fueron, yo había terminado de limpiar el suelo y estaba arrodillado ante Andrés.

-          María, vete preparando que nos vamos a comer. Tú no Sara.

-          ¿Por qué, amo?- le pregunté.

-          No puedes correrte sin permiso. Pero claro como eres una guarra no haces caso de las instrucciones.

Mientras María se preparaba otra vez para salir porque tenía todo el rímel corrido y quiso ducharse rápidamente, Andrés me ató a una silla y me puso frente al ordenador. Busco en internet un video sobre cornudos y transformismo muy largo en reproducción automática. En la silla puso un consolador, lo que me permitía bajar y subir un poco para masturbarme. Me dejó así y me dijo:

-          Mientras estemos fuera, puedes correrte todas las veces que quieras.

María salió de la ducha y sonrió al verme en esa posición. Se acercó por detrás y me dijo que estaba muy orgullosa por mi primer orgasmo y que así ya no tendríamos que quitar la jaula nunca. Me dio un beso en la mejilla y se fue con Andrés. Me dejaron ahí viendo porno, sin poder moverme más que haciendo movimientos para follarme el culo. Seguía cachondo, y las imágenes del video me excitaban un montón porque contaban la historia de alguien que podría ser perfectamente yo. Empecé a moverme en círculos sobre el consolador. Lo estaba disfrutando un montón mientras veía el video y aumenté la velocidad para ver si llegaba al orgasmo. Aunque me apetecía mucho, no lo logré. Parecía que era más difícil de lo que parecía y supuse que sería una cuestión de práctica. No me había dado cuenta y ya había empezado el vídeo por lo que habían pasado unos 40 minutos. De repente, escuché la puerta de la casa abrirse. Me quedé quieto sin decir nada. Era muy extraño que fueran Andrés o María porque había pasado muy poco tiempo desde que se fueron.

-          Hola, ¿hay alguien?,- dijo una voz que reconocí.

Era la compañera de piso de María. Supuestamente, estaba en un viaje con su novio e iban a llegar tres días más tarde. Pensé rápidamente en qué hacer para que no me pillara en esa situación tan incómoda porque no tardaría mucho en pasar al salón donde me encontraba. Intenté desatarme pero era imposible así que empecé a moverme junto con la silla para llegar a nuestra habitación y cerrar. Cuando me había desplazado como un metro perdí el equilibrio con la silla y me caí. “Ya está”, pensé, era imposible que no me viera por lo que empecé a pensar en qué demonios le iba a decir para explicar eso. Escuchaba los pasos cada vez más cerca, iba a verme así en cuestión de segundos.

-          ¿María?,- preguntó al verme así. Sería lo primero que pensaría al ver a alguien con sujetador en su casa. Además, desde su posición, seguramente podía ver el consolador metido en mi culo.

-          Alberto… ¿¿¿eres tú, pero que haces así???,- dijo al reconocer que era yo. No sabía que responder, estaba super cortado.

-          Hola, Ale, puedo explicártelo, es todo un juego que tenemos María y yo.

-          ¿Pero qué juego, qué haces vestido de mujer con un consolador en el culo?,- eran preguntas totalmente comprensibles.

-          Te lo explico ahora,- dije mientras ella se giraba para ver el video que seguía reproduciéndose en el ordenador. Justo en ese momento estaba un “tío” en lencería siendo follado por dos negros.

-          Ale, es todo un malentendido, te lo puedo expli….

-          Que me vas a explicar,- me cortó bruscamente-, lo que pasa es que eres una maricona y ya está. ¿lo sabe María?

-          Sí, sí, lo sabe,- me limité a contestar.

-          ¿Cuánto tiempo lleváis así?,- me preguntó mientras se acercaba más a mí y me veía la jaula de castidad.

-          Pues unos meses.

-          Ya veo… joder era lo último que me esperaba al entrar en casa- No respondí nada.

-          Escucha… voy a llamar inmediatamente a María para que me explique todo esto. ¿Quieres algo?

-          Pues si me puedes desatar y te explico todo tranquilamente, te lo agradecería.

-          De eso nada, cariño,- dijo mientras levantaba la silla y la volvía a colocar frente al ordenador.- Tú te quedas aquí hasta que haya hablado con mi amiga.

Me dejó en esa posición mientras llamaba a María. Se fue a su habitación y tras unos minutos volvió al salón.

-          Bueno, Sara, creo que te han castigado por guarra, ¿verdad?- comentó con una sonrisa en la cara.

-          Sí, me he corrido sin permiso.

-          Eso está muy mal, Sarita.- me dijo mientras me agarraba los huevos con una mano y los apretaba.- María me ha contado todo, me ha dicho que te deje así hasta que vuelvan. ¿Te importa si me cambio aquí y me pongo algo más cómodo?

-          No no… tranquila, no hay problema.

Se empezó a desvestir mientras me miraba divertida. Cuando se quitó los pantalones pude ver una braguitas blancas que le quedaban genial. La verdad es que estaba bastante buena. De repente se las quitó y me las acercó a la cara. Yo inspiré fuerte mientras cerraba los ojos, olía a coño. Ale se rio mientras yo seguía oliendo.

-          Parece que a la putita le ha gustado el olor de mi coño.

-          Sí, está delicioso.

En cuanto lo dije, me las puso en la cara y se fue a su habitación a cambiarse. No tardó mucho en volver y decirme que se iba con María y sus amigos. Me dejó en la misma posición en la que me había encontrado pero con sus bragas en la cara.

Pasaron unas dos horas hasta que alguien entró otra vez en el piso. Reconocí a María y Alejandra por sus risas aunque no sabía se vendría alguien más.

-          ¡Hola cariño!,- me saludó María.

Entraron hasta donde yo estaba. Venían solas y estaban bastante borrachas. La imagen de María era increíble. Venía con la blusa con manchas que seguro eran de semen de los amigos de Andrés, el pelo completamente despeinado y la cara desmaquillada. Se la habían follado de todas las maneras posibles. Ale venia borracha pero parecía que no había hecho nada, supuse que por su novio.

-          ¿Nos has echado de menos, Sara?

-          Sí, ama, me alegro mucho de veros a las dos.- respondí.

-          Nos lo hemos pasado genial, te habría encantado Sara.

-          Sí, ha sido muy divertido, además, gracias a María las copas nos han salido gratis,- dijo Ale mientras se rieron las dos.

Claramente, María se había follado al encargado.

-          Me alegro chicas.

-          Debes estar agotada Sara, espera que te desato,- dijo María.

Cuando lo hizo me levanté y lo primero que hice fue estirar los brazos y las piernas que los tenía totalmente agarrotados de estar en aquella posición casi tres horas. Tenía el culo abierto del consolador y seguía con las bragas de Ale en la cara. María me agarró la cara y me besó. Pude notar el sabor a leche que tenía en la boca, seguramente de más de una persona.

-          Son cinco cariño,- dijo María adivinando mis pensamientos.

-          Oye chicas, estoy agotada del viaje, me voy a la cama a descansar. Encantada de conocerte, Sara.

-          Un placer, Ale, mañana nos vemos.- la contesté.

María y yo seguimos besándonos en esa posición hasta que se levantó y me ordenó que fuéramos a la cama, que también quería descansar. Me puse a cuatro patas y me dirigí hacia ella. Cuando llegamos, María se tumbó en la cama con las piernas abiertas. Inmediatamente, le quité los zapatos de tacón que llevaba y los shorts. Me acerqué a su coño y lo olí por encima del tanga. Olía a sexo muchísimo, lo que me excitó. Se lo quité y empecé a lamer todos los restos que quedaban mientras María me acariciaba la cabeza como un perro. Pasaron un par de minutos hasta que no deje rastro de las corridas. María se levantó y su puso el arnés con el dildo más grande que teníamos.

-          Ponte a cuatro patas, Sara, que me parece injusto que con todo lo que he follado yo hoy tú te quedes sin anda.

Me puse en esa posición rápidamente y María me la clavó de un golpe. Yo gemí y apoyé la cara contra la cama con el culo hacia arriba y la espalda arqueada. Me encantaba estar en esa posición de sumisión. María empezó a follarme muy duro mientras me azotaba yo gritaba entre el dolor y placer. Seguimos un rato así hasta que sonó el móvil de María, que había recibido un whattsap. Lo abrió y se empezó a partir de risa.

-          Por los visto, no dejas dormir a Ale con tus gemidos de puta.- me comentó.- tenemos que poner un remedio rápido a eso, ¿no crees?

Sin esperar respuesta, sacó la polla de mi culo y se dirigió hacia el armario. Volvió a los pocos segundos y me colocó en la boca la típica bola que se ata a la nuca y forma una mordaza. No podía hablar y los gemidos se escuchaban mucho menos. Una vez que me lo hubo colocado, empezó otra vez a follarme. Estaba siendo una follada brutal, se notaba que estaba borracha porque nunca había sido tan brusca.

-          ¿Te gusta zorra?,- me preguntó mientras me azotaba.

-          Mmmm,- era lo único que podía acertar a decir.

-          Pues toma, maricona. Disfruta de la follada que te mereces maricón de mierda.

Con esta última frase, me la clavó hasta el fondo y la dejó ahí mientras me seguía azotando. Aguanté el castigo sin decir anda, hasta que María se cansó. Me había dejado el culo rojo de tanto golpe y el ano totalmente abierto.

En cuanto me desató la mordaza dije:

-          Gracias, ama, me ha encantado.

-          Pues claro que te ha encantado, comepollas.

Yo me tumbé en la cama mientras María se quitaba el arnés. Se tumbó junto a mí y nos quedamos mirándonos hasta que empezamos a reírnos los dos.

-          Te quiero, María.

-          Yo también te quiero… Sara. Ahora a descansar, que mañana tenemos un viaje con Andrés.

Se dio la vuelta y la abracé por detrás y en esa posición nos quedamos dormidos.

A la mañana siguiente, me levanté antes que María y me fui a preparar el desayuno. Me puse uno de sus camisones de tirantes que me quedaban a medio muslo, me encantaba el tacto de la seda sobre mi cuerpo. En cuanto di los primeros pasos, empecé a notar las consecuencias de la noche anterior. Me dolía mucho el culo de la follada y lo notaba muy irritado de los azotes, así que fui primero al baño a echarme un poco de crema para ver si se me pasaba el escozor. Cuando terminé, ya fui hacia la cocina.

-          Hola guapa, ¿qué tal has dormido?,- me preguntó Alejandra.

-          Muy bien, Ale, ¿Tú qué tal?- la respondí.

-          Bueno… no me dejasteis dormir mucho al principio entre tanto grito,- se cachondeó de mí.

-          Lo siento. Por cierto, Ale, el tema este si pudieras no decírselo a Juan, te lo agradecería mucho.

-          Tranquila Sara, ya he hablado con María y lo llevaré con discreción, aunque en algún momento se lo tendremos que decir, para que todo sea más sencillo, ¿no crees?

-          Sí, será lo mejor, se lo comentamos más adelante.

-          Eso es Sara, cuando te sientas cómoda, cariño.

-          Gracias Ale.

Me tranquilizó bastante la conversación. Me encantaba mi nueva etapa en todos los sentidos porque seguía teniendo mi vida anterior ya que salía con mis amigos, iba a la universidad como antes, mis relaciones no habían cambiado, etc., y además, se añadía todo el morbo y los cambios de mi nueva “personalidad”. Realmente no quería que se supiera más allá de un círculo muy amplio porque si no sabía que todo cambiaría para siempre y no habría vuelta atrás.

Estuve haciendo tareas de la universidad hasta que María se levantó. Se acercó por detrás y me dio un beso en la mejilla, comentando que estaba muy guapa esa mañana. Yo se lo agradecí y fui con ella a la cocina para acompañarla en el desayuno. Evidentemente se lo prepararé mientras ella hablaba por teléfono. Nuestra compañera de piso se había marchado mientras yo trabajaba, así que teníamos el piso para nosotros.

-          Sara, hoy por la tarde tenemos un viaje que ha organizado Andrés.- Yo me quedé sin decir nada, esperando que dijera algo más.- Vamos a ir unos días a su casa de Valencia para descansar un poco los tres. ¿Te apetece?

-          Me parece una idea estupenda,- contesté inmediatamente. Era verdad, el plan de irnos a otro lugar donde no nos conociera nadie me atraía mucho.

-          Sabía que te iba a gustar,- comentó sonriendo.- Luego tenemos que hacer la maleta las dos.

El resto de la mañana fue muy tranquila. Las dos terminamos alguna cosa de la universidad y pasamos la mañana hablando de nuestras cosas. Me encantaba que la relación entre nosotros no se había deteriorado sino que habíamos ganado confianza y nos entendíamos mejor. Cuando estábamos solos yo me comportaba como una amiga más, en los gestos, en las conservaciones, en la manera de sentarme. Éramos como dos compañeras de piso normales.

Recibimos un mensaje de Andrés por el grupo de whatssap que teníamos. Era bastante escueto: “buenos días perritas, os recojo en taxi a las 9. Preparad bien la maleta”. Inmediatamente nos miramos y empezamos a elegir lo que nos queríamos llevar. Nos llevamos todos los bikinis de María, la lencería y la ropa de verano. Ni siquiera planteamos llevar algo de ropa de hombre. Yo lo pensé pero sabía cuál sería la respuesta y que Andrés no me dejaría llevar nada de tío. El día pasó rapidísimo y, casi sin darnos cuenta, ya era la hora fijada por Andrés. Nos tiramos en el sofá hasta que nos avisó que bajáramos, que en cinco minutos pasaría por el taxi. Hicimos una última revisión de todo lo que llevábamos y salimos. Las dos llevábamos ropa cómoda: leggins negros y camiseta ancha, ropa típica para un viaje. Por supuesto yo llevaba mi plugg bien metido en el culo.

Cuando bajamos y vimos el taxi, ninguna de las dos se sorprendió. Era nuestro taxi particular de otras veces. Andrés iba en la parte de atrás y María le acompañó. Yo abrí el maletero para subir la maleta. El taxista, para mi sorpresa, se bajó a ayudarme. Se puso detrás de mí apretando su paquete en mi culo mientras me ayudaba con la maleta. Ya estaba acostumbrada a ese tipo de cosas, sobre todo con este tipo que sabía la clase de zorra que era.

-          Muchas gracias señor,- le dije mientras giraba la cabeza para saludarle.

-          No es nada guapa.

Me puse de copiloto y el taxista se dirigió directamente al aeropuerto. Nada más arrancar, me puso una mano en el muslo.

-          Bueno preciosa, ¿adónde vais?

-          Vamos a Valencia, a descansar unos días,- respondió simpática María.

-          ¿Pero tú no te vas a aburrir mientras estos dos se lo montan todo el día?,- dijo mientras me apretaba y sobaba el muslo.

-          Ya se nos ocurrirá algo,- comentó ahora Andrés. Era tal la sumisión que había adoptado que a menos que me lo ordenaran, no contestaba yo.

-          Ya imagino,- se rio el taxista.

-          Cuéntale al señor lo que hiciste ayer, Sara,- me ordenó mi amo.

-          Pues… estuvimos con unos amigos de Andrés muy simpáticos…

-          Les comiste la polla a todos imagino,- me interrumpió el taxista.

-          No, les comí el culo.- Esto desató las risas de todos mientras yo continuaba con mi historia.- Luego, uno de ellos me folló y me corrí sin tocarme.

-          Joder qué guarra eres. Enhorabuena, de todas formas,- dijo el taxista siguiendo el juego.

-          Muchas gracias.

El resto del trayecto fue parecido. Me preguntaban cosas y yo respondía de la manera más humillante que se me ocurría para que se rieran o burlaran de mí. Me encantaba sentirme así de humillada.

Cuando llegamos al aeropuerto, nos bajamos todos del taxi. Yo sabía que me iba a follar porque me lo había avisado en la carrera anterior. Sin embargo, Andrés se despidió de él tras pagarle la carrera.

-          Sara, cuando lleguemos tendrás que ir a su casa porque hoy tiene prisa.

-          De acuerdo, amo.

-          Hasta luego guapa,- se despidió el taxista mientras se acercaba y me soltaba un morreo mientras me sobaba el culo con las dos manos. Él no era nada atractivo pero sabía que Andrés me estaría mirando y tenía que esforzarme. Le correspondí el beso mientras levantaba una pierna para que pudiera tocarme el culo a placer. Con una mano, baje hasta su paquete y se lo sobé por encima del pantalón. cuando se empezaba a poner duro, se apartó de mí.

-          Joder, qué guarra eres, tengo ganas de que llegues otra vez.

Cuando se fue el taxista nos dirigimos hacia el interior del aeropuerto. Fuimos directamente a los controles porque tampoco íbamos muy bien de tiempo. A esa hora, tampoco estaba muy transitado el aeropuerto porque era un día de diario y no era temporada alta. Apenas hicimos cola en el control. Pasaron primero Andrés y María sin ningún problema. Cuando pasé yo, el control pitó. Me quiete el reloj de metal que siempre se me olvidaba en este tipo de ocasiones. Me disculpé con el trabajador y volví a pasar. Cuando volvió a pitar, me quedé quieto. Había caído en que era el plugg y seguramente las partes metálicas de la jaula. Pensé rápidamente en qué podía decir para salir de ahí cuanto antes. Le comenté que tenía que ir un segundo al baño y que volvería ahora. El encargado se negó porque tenía que comprobar que llevaba.

Aunque esto solía pasar de manera habitual, se empezó a formar algo de cola por mi culpa. Además, los trabajadores empezaron a fijarse en mí. Yo ya estaba muerto de vergüenza. El señor sacó el detector de metales para pasarlo por el cuerpo. Cuando llegó a la zona de mi entrepierna, pitó. Me miró y dijo que tenía que revisar qué llevaba en esa zona. Rápidamente le dije que me habían operado y que pitaba por eso. Respondió que tenía que comprobarlo igualmente. No se me ocurrían más opciones para solventar la solución y me estaba poniendo bastante nervioso.

-          Por favor, caballero, bájese los pantalones, por  favor,- comentó ya algo mosqueado.

-          Por favor, no es nada, de verdad.

-          ¿Me va a hacer llamar a seguridad?

-          No, no, por favor… es un plugg que llevo, solo eso, ¿no podemos dejarlo pasar?

-          Señor, bájese los pantalones,- me respondió de forma seca sin hacerme caso.

En ese momento, prácticamente todo el mundo me miraba y estaba atento a mi situación. Busqué con la mirada a Andrés y María por si me sacaban de ahí. Les encontré más adelante, observándome también. Andrés debió entender mi mirada suplicante pero hizo un gesto con la cabeza, como obligándome a continuar. Suspiré y dije:

-          Ahora voy, señor.- Me bajé los leggins hasta las rodillas. Si la situación ya era humillante, lo hice de una forma muy femenina, como lo venía haciendo las últimas semanas. Me quedé con las piernas estiradas y agachada sujetando con las manos el pantalón. La gente de atrás tenía una visión perfecta de mi culo. Escuché algunos sonidos de asombro y algunas risas de las personas de alrededor. Me levanté otra vez y me quedé en esa posición con las braguitas de hilo que tapaban los justo de la jaula.

El señor se quedó quieto sin decir nada. Miró a su compañero y sonrieron los dos.

-          ¿Se puede bajar las bragas,… señor?,- dijo con cierta ironía. Repetí el mismo movimiento y me las bajé. Se quedaron a la vista la jaula y el plugg que llevaba. Yo me moría de vergüenza y solo quería que pasara cuanto antes. Sin embargo, el señor se esforzaba en continuar con mi sufrimiento. Volvió a pasar el detector por esa zona para ver si pitaba.

-          Dese la vuelta, por favor.- Obedecí y me quedé mirando a las personas que estaban detrás de mí hacia unos segundos. Bajé inmediatamente la cabeza avergonzado.

-          ¿Qué es lo que lleva en el culo, caballero?,- me preguntó el muy hipócrita que sabía perfectamente lo que era.

-          Es un plugg metálico, señor,- pude musitar en voz baja.

-          No lo veo bien, ábralo un poco, para asegurarme que no es peligroso.- No me podía creer que me estuviera ordenando eso pero lo hice de todas formas  para que acabara todo ya. Abrí mi culo con las dos manos para que se viera el plugg perfectamente. El tío, volvió a pasar el detector y se le escapó una risa mientas lo hacía.

-          Vale ya, Sebastián,- dijo una voz de mujer desde detrás. Se acercó hacia mí y me dijo al oído: tranquila, ya puedes subirte los pantalones. Lo hice inmediatamente muy agradecido de que alguien se apiadara de mi. Cuando lo hice, cogí todas mis cosas y la miré a los ojos.

-          Muchas gracias, de verdad.

-          De nada, cariño, disfruta del vuelo,- me contestó mi salvadora.

Una vez que pasó todo, me dirigí lo más rápido que podía hacia mis amos. Solo pensaba en subir al avión y que nadie me reconociera. Ojala ninguna de las personas que habían presenciado el espectáculo, compartiera avión con nosotros.

-          Has sido muy valiente, cariño,- me dijo María mientras me daba un beso, lo que me reconfortó en parte. Andrés me miro también con aprobación.

En cuanto me hube recuperado de aquel momento nos dirigimos hacia la perta de embarque. Quedaban unos minutos para poder acceder y nos sentamos los tres a esperar. Entre la gente que estaba junto a nosotros noté que varias de ellas me estaban mirando e incluso algunas me señalaban y reían. Me moría de vergüenza pero Andrés nos empezó a explicar cuál iba a ser el plan estos días, cómo era la casa, etc. Esa normalidad y seguridad en todo lo que hacía, sin importarle lo que pensaran de mí, me tranquilizó bastante y me daba confianza.

Unos minutos después, empezaron a llamarnos para que fuéramos entrando al avión. Andrés y María se sentaron juntos en las filas de atrás. Yo estaba también en esa fila pero algo alejado de ellos. Me excité bastante imaginando lo que harían durante el vuelo. Mi novia seguro que le haría una mamada mientras yo estaba al lado, impotente, sin poder hacer absolutamente nada. Ensimismado en esos pensamientos, me sorprendió un mensaje de whattsap de Andrés por el grupo.

-          Sara, el billete han sido 40 euros. María me va a pagar durante este trayecto su parte, tú tendrás que hacer lo mismo.- Me encantó la idea de que me follara en al avión, por fin tenía cierta recompensa y podría también disfrutar de su polla.

-          De acuerdo, amo, quiere que le haga una mamada o prefiere follarme.

-          Para eso tengo a tu novia. Tú tendrás que darme 40 euros antes de bajar del avión.- Me quedé paralizado, ¿¿pretendía que le comiera la polla a los pasajeros apara pagarme el viaje??. No es que no estuviera acostumbrada a hacerlo pero aquí era mucho más complicada la situación. Apareció otro mensaje de Andrés.

-          Por cierto, mamada: 10 euros; Follar: 20. Recuerda que eres una puta muy barata.- Y tan barata pensé, ni las de carretera cobran tan poco. Igualmente, me puse cachonda al instante por el morbo de la situación. Otro mensaje.

-          Date prisa, que el vuelo no tarda mucho.

Era verdad, calculé que tendría como una hora más o menos para ganarme el billete. El avión no estaba completo pero había gente suficiente para poder hacerlo. Localicé a algunos hombres que estaban viajando solos y que podrían ser buenas opciones para que aceptaran una mamada por 10 euros. Dos filas por delante, había un señor de unos 50 años que tenía buena pinta. Con mucha vergüenza pero excitada y decidida al mismo tiempo, me acerqué hacia él.

-          Disculpe señor, ¿le importa que me siente aquí?,- le pregunté con una sonrisa, lo más amable que pude. Tampoco le hizo mucha gracia, parecía el típico pasajero acostumbrado a viajar y que prefería hacerlo solo. Igualmente se giró un poco para dejarme pasar. Yo pasé de espaldas, sacando todo lo que pude el culo para que tuviera una visión perfecta. Hice que me tropezaba y me senté sobre su pierna.

-          Lo siento mucho señor, qué torpe,- dije riendo para ver si comentaba algo.

-          No pasa nada,- respondió secamente. Una vez que pasé me senté a su lado y crucé las piernas, adoptando la pose más femenina que pude. Me fijé que el señor me estaba mirando las piernas, lo que me dio ánimos para continuar. Pensé en darle conversación pero no parecía muy hablador así que decidí insinuarme directamente. Me acerqué un poco hacia él y le puse una mano en su muslo. De repente, hizo algo que no me esperaba para nada. Apartó mi mano y gritó:

-          ¡Qué demonios haces maricona!

Me quedé sin reaccionar hasta que me dijo:

-          ¡Largo de aquí!

Salí lo más rápido que pude hacia mi asiento totalmente avergonzado. Algunas personas se habían girado con los gritos aunque quizá no supieran a qué se debía. Cuando llegué a mi asiento, dirigí la mirada rápidamente hacia mis amos. Vi perfectamente que María estaba comiéndole la polla a Andrés. Me dio mucha envidia pero tampoco podía entretenerme ahí, debía intentarlo otra vez. Mientras localizaba a otra persona para intentarlo de nuevo, se acercó un tío de unos treinta años. Se sentó a mi lado y me soltó:

-          He escuchado lo de antes, ¿Qué buscas?- Tampoco podía darle muchas vueltas por lo que le respondí directamente mis tarifas, a lo que se rio y me dijo que fuéramos al baño.

Entramos los dos al baño sin que nos vieran ninguna de las azafatas aunque algún pasajero seguro que se dio cuenta. Se sentó en el retrete se bajó los pantalones por los tobillos, dejando ver una polla de tamaño normal pero bien cuidada. Me pasé la lengua por los labios.

-          Tienes ganas de chupar pollas eh guarra.

-          Muchísimas,- le respondí mientras agarraba la suya y empezaba a pajearle. No tardó en ponerse dura y continué con la paja mientras le lamia los huevos. Poco a poco fui subiendo por su trono mientras lo besaba y lamía, hasta llegar a la punta. Me detuve unos segundos ahí mientras me daba pequeños lametones. Luego, me la metí en la boca, despacio y disfrutando el momento. Dios, me encantaba comer pollas. El tío estaba en la gloria, con la cabeza echada para atrás, disfrutando de la mamada. Yo estaba de rodillas, en el suelo del baño, lo que me ponía todavía más la situación.

-          Joder, qué bien la chupas.

Respondí con unos cuantos gemidos mientras continuaba con la mamada. Me estaba encantando la situación pero tenía que terminar cuanto antes para poder reunir todo el dinero del billete. Aumenté el ritmo de la mamada para ver si se corría. El chico no hizo nada para que parara por lo que era yo la que llevaba el ritmo.

-          Uff me voy a correr.

-          ¿Dónde quieres guapo?

-          ¿Lo tragas?

-          Hago lo que quieras, para eso eres mi cliente.

En cuanto dije eso, me agarró la cabeza por las dos manos y me hundió su polla en mi garganta. Me mantuvo así unos segundos hasta que empecé a notar los chorros de leche sobre la garganta. Fui tragando obedientemente todo lo que fue saliendo hasta que dejo de expulsar. Poco a poco fue sacando su rabo de mi boca. Cuando lo hizo, se levantó, me dio un pollazo en la cara y me tiró un billete de 10 euros al suelo.

-          Ahí tienes guarra,- dijo mientras me apartaba y salía del baño. Cerré la puerta para recuperarme un poco de la mamada y arreglarme la cara. En cuanto hube terminado, alguien llamó al baño. Salí y me encontré con un señor de unos 60 años, con algo de barriga. Salí para dejarle pasar pero me detuvo.

-          ¿Adónde te crees que vas? he venido por ti,- dijo mientras me metía otra vez en el baño.

-          ¿Quiere mamada o follarme?-  Pregunté directamente.

-          Pues las dos, guapa, las dos.- Me empujó con fuerza hacia abajo por lo que me quedé a la altura de su entrepierna. Se bajó la bragueta y se sacó el rabo. A diferencia del otro, este no estaba muy depilado y tenía peor pinta.

-          ¿A qué esperas, guarra?- Me metió el pene flácido en la boca, sabía a sudor pero empecé a lamerlo hasta que se puso duro dentro de mi boca. Empezó a follarme la boca brutalmente y aunque tampoco era muy grande, me daban arcadas continuamente. La anterior mamada la había disfrutado enormemente pero con esta me sentía un agujero, un simple objeto de usar y tirar. Estuvimos así unos minutos hasta que me sacó el nabo de la boca y me levantó. No me dio tiempo a dejar de toser, cuando me encontré con los leggins por las rodillas, las manos apoyadas en el cristal del baño y el plugg en la boca. El señor, ya apuntaba con su rabo hacia mi culo. Me la metió de golpe pero lejos de hacerme daño me encantó, gemí como una perra en celo.

-          Calla zorra, que nos van a oír,- me ordenó mientras me propinaba un azote y ponía su mano en mi boca. De esa manera, casi no podía respirar. El señor siguió con las embestidas, sin importarle mi respiración. Yo le miraba suplicante e intenté con una mano zafarme de su mordaza. No lo logré. Cuando ya casi no podía más, aceleró el ritmo de la follada y noté como se corría dentro. Poco a poco, me quitó la mano de la boca y yo respiré profundamente, aliviado por fin. Seguía recomponiéndome cuando me sacó el plugg de la boca y me lo volvió a meter en el culo.

-          ¿Cuánto ha sido?,- me preguntó.

-          Follar son 20 euros,- respondí como pude porque todavía no me había recuperado.

-          Joder que puta más barata. Imagino que estará incluido la limpieza de sable.- No dude un segundo en arrodillarme y meterme la polla en la boca. Esta vez el señor sí se sentó en el retrete.

-          Vamos a hacer una cosa,- me dijo mientras se la comía,- hace tiempo que no me comen el culo. Si me lo comes, te doy 10 pavos más.- El tío no esperó a que yo dijera nada, simplemente se levantó, se bajó algo los pantalones y me puso el culo en la cara. Era asqueroso pero así me ganaría el billete completo. Con una mano, el señor se abrió algo el culo y yo pude acceder perfectamente a su ano. Lamía y metía la lengua hasta el fondo, mientras con la otra mano le hacía una paja.

-          Así, así, preciosa, sigue así

Seguimos así unos minutos hasta que el tío empezó a gemir de placer. Le estaba encantando. Cuando yo noté que se iba a correr, se dio la vuelta, me ordenó que abriera la boca y se corrió sobre mi cara. Pese a que se había corrido hacía apenas unos minutos salió cantidad suficiente para llenarme la cara de leche.

-          Mira qué guapa estás, maquillada y todo,- se rio el tío de mí, mientras me quitaba su lefa de los ojos.- Toma, tus 30 euros, puta,- dijo mientras me los lanzaba a la cara. Este tampoco espero a que me recompusiera y salió directamente del baño dejándome en esa posición. Cerré la puerta y me incorporé. La imagen que vi en el espejo me sorprendió incluso a mí. Estaba con la cara llena de lefa, los ojos llorosos la boca tenía restos del beso negro que le había hecho. Pese a todas las cosas que había hecho durante estas semanas, esa era, de lejos, la más denigrante de todas. Me había convertido en una prostituta de mi amo. Hacia lo que me ordenaba y ganaba dinero follando con desconocidos. Estos eran mis pensamientos cuando escuché que quedaban cinco minutos para el aterrizaje. Me limpié rápidamente, me quité la lefa del culo como pude y salí del baño. La gente de las primeras filas, que me habían visto entrar hacia media hora me miraron con gesto reprobatorio. Lo increíble era que todo esto me excitaba muchísimo, cuanto más humillada me sentía, más cachonda estaba.

Llegué hasta donde se encontraban mis amos que me sonrieron al verme en ese estado. No dije nada, solo le di los 40 euros a Andrés que dijo:

-          Que bien los vamos a pasar en este viaje.