Dominación, ángeles o demonios (1)
Aparezco en el infierno, no sé muy bien como. La favorita de Lucifer me agrede y me hace sangrar; en represalia la someto a ella y a su sirvienta. Y, para colmo, Lucifer me pilla .....
Capítulo I, abajo.
Que oscuro está esto, no veo casi nada; a ver si abren alguna ventana, que hace un calor infernal. Huele a huevos podridos o azufre o algo peor, no sé. Una luz rojiza al fondo.
Bañado por la débil luz, empiezo a reconocer el entorno donde me encuentro. Una sala muy alta y al fondo hay un grupo de gente escandalosa. Cuando me acerco, me sorprende su aspecto. ¡¡Son demonios!!; piel rojiza, cortos cuernos, van desnudos y con rabo. Me causa risa.
Yo.- Coño, entonces, ¿estoy muerto?
Mis palabras son oídas por una diablesa, que por cierto está muy buena, y a grandes saltos se me acerca con muy mala cara.
Diablesa.- Perro de mierda, ve a la fila y no te escondas por los rincones.
Con el tridente me golpea, y me produce un corte en el brazo, del que empieza a manar sangre. Y además, me duele. Se ríe a carcajadas, la zorra, al ver mi sorpresa por el corte. Con su larga lengua bífida se relame los labios.
Diablesa.- Soy la favorita de Lucifer y mi amo no permite retrasos en la admisión. Ve a la fila te he dicho.
Veo como su tridente se me aproxima a gran velocidad; lo esquivo y le meto un puñetazo en los morros que la lanza de espaldas. Antes de que se recupere le doy dos patadas en el estómago, y como gritaba, le doy otra en la cara. Queda inconsciente.
La cojo del rabo, y arrastrándola, la llevo hacia un rincón poco visible desde la gran sala. Entonces me di cuenta, que yo también tenía la piel roja y un hermoso rabo encima del culo.
Diablesa.- (Recuperándose) Voy a llamar a mi amo Lucifer y te va a hacer a pedacit...
Le pegué otra patada en las costillas; calló.
Yo.- Me has golpeado y además, has querido atravesarme con el tridente; tú lo tienes mal. Cuando te dirijas a mí, me llamarás como "Señor" o "Amo"; ¿Lo entiendes puta?
Diablesa.- Y una mierd...
Empecé a darle patadas, hasta que me dolieron los pies.
Yo.- Tú sígueme hablando así, que te voy a arreglar el cuerpo. ¿Quién soy yo?
Diablesa.- Amo.
Yo.- Muy bien, puta de Lucifer y esclava mía. ¿A dónde lleváis a los de la fila de ahí fuera?
Diablesa.- A sus diferentes tormentos.
Le puse el pie en el cuello.
Diablesa.- No amo, no me pegue más, se lo suplico.
Yo.- Lámeme los pies, guarra de mierda.
La larga y bífida lengua de la diablesa me recorría los pies con suavidad.
Yo.- Ponte a cuatro patas, puta.
La diablesa se levantó como pudo y se puso como le pedí. Me sitúe detrás de ella y su rabo me molestaba. Le apunté mi polla a su coño y apreté. Entró la mitad, la diablesa grito y yo casi también. Que seco y cerrado está este chocho; me ha dolido. Le azoté el culo.
Yo.- Mala puta, ¿desde cuando no te metes algo en tu sucio coño?
Diablesa.- Hace una semana que Lucifer no visita mis habitaciones.
La mierda del rabo, de la tía esta, me está jodiéndo; ¿dónde pongo este rabo para que no me moleste? Lo mordí y lo sujeté con la boca. Otro empujón y entró toda, otro grito de la diablesa.
Yo.- Cállate ya, que ya la he metido toda. ¿Porqué gritas?
Diablesa.- Tiene muy gorda la polla, amo.
Inicié las penetraciones lentamente pero con decisión. La sacaba casi toda y la volvía a meter, hasta topar con su culo. Al poco tiempo advertí, que su coño iba humedeciéndose; ya entraba y salía mucho mejor. La guarra, empezó a mover su culo para buscar su placer, ya sudaba intensamente por todo su cuerpo; yo, también. Los primeros jadeos de la diablesa se oían débilmente.
Yo.- ¿Te gusta puta?
Diablesa.- Sí, amo. Me gusta su polla en mi coño; me abre toda.
Le di dos azotes.
Diablesa.- Pégueme amo. Me gusta que me azote el culo mientras me folla.
Le saqué la polla y no la metí, para putearla.
Yo.- ¿Porqué quisiste pincharme con el tridente?
Diablesa.- Estamos en el infierno, amo. Aquí se hace eso constantemente.
Pues tiene razón, pensé. Y se la volví a meter. Sujetándola por las caderas incrementé la frecuencia de las penetraciones. Su rabo, loco por la excitación me golpeaba la cara; volví a morderlo para sujetarlo. Los jadeos de la diablesa se incrementaron en volumen y rapidez. Le azoté el culo nuevamente y quizás por eso, se le iniciaron las contracciones vaginales, que marcaban el principio de su orgasmo. Una corrida muy intensa, que me hizo difícil, seguir manteniendo cogida a la diablesa, por las caderas. Y grito, de manera grave y fuerte. Audible en toda la sala. Poco a poco se relajó; yo seguía con mis penetraciones de forma suave. Un seco ruido en mi cabeza, dolor. Me han golpeado por detrás. Perdí el conocimiento.
Me dolía la cabeza, acerqué una de mis manos al punto traumatizado y choqué en mi frente con algo duro. ¡¡¡Un cuerno!!! Mierda, sigo en el infierno.
Me incorporé como pude y muy mareado vi acercarse a la diablesa. Ahora si que estoy perdido, pensé.
Diablesa.- Túmbese, mi amo. Descanse. Quién le dio el golpe, ya ha sido castigado.
Vaya cambio radical, de comportamiento, de la demonia.
Diablesa.- Como favorita de Lucifer tengo grandes privilegios y los he hecho valer para protegerle, amo.
Yo.- ¿Porqué?
Diablesa.- Llevo aquí desde principios del siglo XVII; cuando me quemaron, por bruja, en Francia. Y desde entonces, nadie me había echado un polvo como el suyo, amo.
Yo.- Pues espera a que te la meta por el culete, puta de mierda.
Diablesa.- ¿De verdad que lo hará? amo.
Yo.- No lo dudes. Ya lo tendrías reventado, si no me hubieran dado ese golpe, en la cabeza.
La demonia se acurruco junto a mi y sacando su larga y bífida lengua empezó a lamerme la polla. Le iba a dar un bofetón por chuparme la verga sin mi autorización; pero dado, que tenía mi polla dentro de una boca llena de dientes afilados, lo dejé correr.
Yo.- ¿No hay peligro de que aparezca Lucifer y se enfade?
Diablesa.- No viene a visitarme en semanas. Tranquilo, una de mis sirvientas está vigilando. Ahora quiero que me folles por donde quiera, amo.
Yo.- ¿Tienes cuerdas o cadenas?
Diablesa.- ¿Para qué? Amo.
Le di un bofetón, mi polla ya no estaba en su boca.
Yo.- ¿Tienes cuerdas o cadenas?
La demonia dio un silbido agudo y se abrió una pequeña puerta. Entró una mujer menuda de grandes pechos y larga melena rubia.
Diablesa.- Es mi sirvienta y además me da placer en las noches solitarias. Trae cuerda o cadenas, muda asquerosa.
Yo.- Mientras viene, chúpame la polla guarra.
Diablesa.- Como ordene mi amo. Será un placer.
Tan ensimismado me tenía la demonia con su mamada, que no me di cuenta cuando volvió la muda con una cuerda. Alargué la mano hacia la servicial muda y me entregó la cuerda.
Yo.- Puta mamona, deja de chupar que voy a atarte.
Diablesa.- Atarme, ¿para qué?
Bofetón a la mamona; no dije nada, solo la miraba fijamente a los ojos. La demonia agacho la vista. Até cada muñeca de la cornuda, con su respectiva pierna a la altura de la rodilla.
Yo.- Dile a la muda, que me obedezca en todo lo que le pida y que se quede aquí, la necesito para hacerte berrear de gusto.
Diablesa.- Ya lo has oído, muda. Obedécele.
La muda asintió con la cabeza. Cogí a la diablesa y la puse a cuatro patas.
Yo.- Sigue mamando guarra, y levanta el culo. Muda, lámele el ano y métele un dedo.
La muda, apartando el rabo de su señora con delicadeza, saco su lengua y empezó a lamerlo. Por otra parte, la diablesa seguía dándome una mamada fantástica; su lengua se enroscaba en mi polla y me daba un gusto inimaginable. Se la saqué de la boca o me corría.
Yo.- Mala puta (dándole un bofetón) como demonios das unas mamadas tan buenas.
Diablesa.- Como le dije, llevo más de 300 años practicando con Lucifer.
Yo.- Claro, así cualquiera.
Diablesa.- Muda (gritando) mete más dedos, puta.
Yo.- (Bofetón a la diablesa) Aquí, el ritmo de la follada, lo marco yo. Muda, solo un dedo.
Le volví a meter la polla en la boca, para que callara. Le cogí ambos pezones y se los retorcí y apreté tanto como pude. En lugar de gritar, gimió. A esta cornuda le va el sado.
Me levanté y apartando a la muda, metí mi polla en el culo de la diablesa. Un grito al entrar el capullo; otro grito cuando entró la mitad; y cuando entró toda, jadeó la mala puta. Sus esfínteres me apretaban tanto, que me hacían daño en la polla. Empecé a sacarla y meterla lentamente.
Yo.- Muda, aguanta la mierda del rabo de esta vieja zorra.
La muda, servicial, obedeció al instante. La atraje hacía mí y le di un morreo. Se sorprendió de que la besara; cuando pasó la sorpresa, me metió su lengua en la boca. La aparté, no me acostumbro a lenguas tan largas y además bífidas, joder.
Me supo mal haberla dejado con la boca abierta. Ya debe ser bastante dura su estancia aquí abajo, como, para que yo la maltrate. Sin dejar de follarme a la diablesa; acaricié la mejilla de la muda y le sonreí. Quizás, era la primera caricia que recibía en muchos años; suspiró, y atrapó mi mano contra su cara. Besó mi mano, sonriéndome a continuación. Un instante, que duró una eternidad.
La diablesa movía su culo buscando su placer; ya que, yo, me había parado. Con la mano que había acariciado a la muda, le di un fuerte azote a la diablesa. Entre grito y jadeo fue lo que salió de la boca de la cornuda. Reinicié las penetraciones al culo de la puta; mientras tanto, la muda apegó sus grandes tetas a mi espalda y me abrazó. Yo metí dos dedos en su mojado coño, me besó la espalda.
La diablesa, ya jadeaba constantemente por mis embestidas en su culo.
Yo.- Muda, azótale el culo a tu señora.
La muda le dio tan débil azote, que su sonido no sobresalió entre los golpes de mi pelvis contra las nalgas de la diablesa.
Yo.- Más fuerte, coño. Así.
Le di tal azote, que resonó en toda la habitación.
Diablesa.- Sí, pégueme, amo; o ordéneselo a la muda. Pero azótenme el culo fuerte.
La muda le dio una palmada fuerte y sonora; y al ver mi gesto de aprobación, le dio otra más fuerte. La diablesa se corrió entre gritos y jadeos. Se derrumbó sobre el lecho. Entonces me centré en la muda, mis dedos volvieron a su coño; y en poco más de tres minutos, se corrió mientras le pellizcaba los endurecidos pezones. Su orgasmo fue menos escandaloso que el de su señora; pero para ser muda, emitió buena suerte de sonidos.
Desaté a la diablesa y me tumbé junto a ella, a acariciarla y disfrutar de la relajación tras el orgasmo. Hice señas a la muda, para que se tumbara a mi otro lado. Las dos me besaban; yo las besaba. A mi izquierda, unas tetas medianas casi se me clavan de lo duras que son. A mi derecha, unas grandes tetas se aplastan contra mis costillas. Buena combinación.
Yo.- No me he corrido todavía; quiero que las dos, con vuestras bocas, me maméis la polla hasta que me corra. En estos momentos no hay señoras ni sumisas; sois dos putas que me debéis hacer eyacular. ¿Entendido?
Diablesa.- Sí, amo. ¿Empezamos?
Asentí con la cabeza y la lucifera se lanzó hacia mi polla; la muda, más experta en estas cosas del sexo se fue entreteniendo por el camino. Me lamió los pezones, mi abundante barriga; mi ombligo; mis ingles, hasta que llego a mis huevos. Ya tenía una lengua en mi polla y otra en los testículos; no se puede pedir más.
La muda pasaba de mi ano a los huevos con mucha facilidad y a mi me estaban llevando al séptimo cielo. La diablesa me mamaba la polla y en el glande enrollaba su larga y bífida lengua. Pocos minutos pasaron hasta que, entre gritos e insultos a mis putas, me corrí con cinco grandes chorros de esperma; que fueron a parar a las caras de las dos.
Yo.- Lameros la una a la otra mi leche, pedazo de viejas putas.
Las dos se encararon y se limpiaron con grandes muestras de puro vicio. Yo, por mi parte, me quedé muerto por la corrida; bueno, muerto ya estaba, quedé agotado, destrozado, sin fuerza ninguna y con los ojos cerrados. Alguna me estaba mamando la polla, que sorprendentemente seguía dura. Alzé la cabeza para vérmela y allí estaba desafiante, erguida, como en sus mejores días.
Diablesa.- Aquí abajo, no se deshinchan las pollas si el dueño no quiere, por mucho que se corra.
Yo.- Pues yo, no quiero, desde luego. Me parece que me va a gustar el infierno.
Cogí del pelo a las dos y las atraje a mi pecho; quería tener el contacto de esos cuerpos encima del mío. Acaricié sus espaldas, sus duros culos; metí un dedo en el de la muda, que estrechito que estaba. Besé sus mejillas, sus frentes, sus cuellos. La diablesa suspiro sobre mi pecho; la muda algo emitió, ella sabrá.
Diablesa.- Tus caricias me hacen recordar cuando estaba viva; cientos de años hacía que no me acordaba de esas cosas.
Que felicidad. Que tranquilidad. Que ruido más, atronador.
Diablesa.- No, mierda. Por esa gran puerta solo puede entrar Lucifer. Escóndete.
Yo.- Joder, joder. ¿Dónde me escondo?
La muda me cogió de la mano, y casi arrastras, me metió en un cuartito lateral; cerró la puerta tras ella. Quedamos encerrados y en silencio; oyendo lo que iba a acontecer en la habitación de al lado. La muda miro por la cerradura, lo pequeño del lugar hizo que al doblarse ella para observar, metiera su culo sobre mi polla.
Una fuerte voz se oyó en la habitación contigua.
Lucifer.- Mamona, ¿qué coño haces aquí? La fila de admisión va muy lenta, puta zorra.
La voz femenina no se distinguía lo que decía. No podía separar los ojos del culo de la muda; si yo fuera inteligente, habría dejado de mirarlo. En lugar de eso, empecé a sobarlo, a constatar su dureza, a meter un dedo en su ano y verificar que estaba deliciosamente estrecho. Y encima mi polla dura a más no poder. Pasó, lo que tenía que pasar. En la casi oscuridad, dirigí mi glande a buscar su ano; y lo encontré. Lo apoyé y noté como su ano se contraía y distendía rítmicamente. Esos movimientos permitieron, que poquito a poquito mi capullo fuera entrando, suavemente, de manera muy tierna y tranquila. La respiración de la muda se aceleró. En unos 5 minutos mi polla ya se encontraba totalmente dentro del maravilloso ano de la muda. Que delicia de culo por dios.
Fuera se oían voces; pero no me preocupaban. Mi chica estaba ensartada y había que hacerla disfrutar. La muda sudaba y el aroma a sexo inundó la pequeña habitación o armario o lo que demonios fuera. Al rato, mis metidas y salidas eran rítmicas y a buena cadencia. La muda empezó a emitir sonidos, de tal volumen, que podrían ser oídos por Lucifer; le tapé la boca. A los tres minutos se corría y se desplomaba en el suelo; y yo, le llenaba el culo de leche. Hicimos ruido, más del debido.
La puerta se abrió y un enorme tío me sacó de un tirón; acabé en el suelo a cuatro metros de distancia por lo menos. Sacó a la muda del pelo.
Diablesa.- Muda de mierda, como te atreves a traerte aquí a tus amigos a espiarnos.
Lucifer mantenía a la muda cogida del pelo; mirando a los ojos de la joven.
Lucifer.- ¿Qué coño está pasando aquí? Contesta.
Diablesa.- Es muda, amo.
La muda.- Mi amo y señor Lucifer.
Diablesa.- (Gritando) ¡¡No eres muda?, me has engañado durante años (Se lanzó a cogerla del cuello)
Lucifer.- (Detuvo a la diablesa) Ella no te ha engañado; no recuerdas que fui yo, quien te la puso a tu servicio, imbécil. Yo te he puesto esta espía. Y tú (girándose hacia la exmuda) ¿Qué ha pasado?
La joven informo a Lucifer, de todo lo que había acontecido en esa habitación entre los tres, con toda suerte de detalles. Cuando la mala puta terminó de hablar. Lucifer estaba más rojo, si cabe, por la ira.
Intenté salir de la habitación; ya que, tenía a Lucifer de espaldas a mí.
Lucifer.- ¿Dónde crees que vas? Vicente.
Yo.- (¿Cómo narices me conoce? Pensé yo) ¿Nos conocemos?
Lucifer.- Vicente, sabía que ibas a venir y te tenía reservado un buen puesto por haberme aportado tantas almas pecadoras, gracias a tus relatos. Pero la has fastidiado al follarte y darle gusto a mi favorita. A partir de ahora, querrá correrse cada vez que la visite, ¿no lo entiendes? Me has jodido cabrón. No quiero volver a verte, y dado que tengo un cupo de almas que puedo rechazar sin dar explicaciones, te expulso del infierno. Por que aquí, solo me causarías problemas; maricón de mierda.
Dos fornidos demonios me cogieron por los brazos y me arrastraron por multitud de pasillos, hasta llegar a una polvorienta puerta. Pulsaron un botón y se abrió la puerta. Me echaron dentro; la puerta se cerró y noté que ascendía. Me dormí sin sueño.
Continuará.
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