Domina Marisa 4ª Entrega

Una antigua amiga de Marisa llega de Estados Unidos y se instala en casa de Marisa. La historia narrada hasta aquí adquiere una nueva dimensión.

Marisa Fue al Aeropuerto a buscar a Isabela que llegaba procedente de Nueva Yock. Se habían conocido en Londres cuando ambas estaban cursando el master de derecho financiero internacional y desde entonces siempre habían estado en contacto de una u otra manera. En los últimos tiempos había descubierto el Wastsap y su relación parecía que era más directa.

Isabela estaba ansiosa por encontrarse cara a cara con Marisa y comprobar con sus ojos lo mucho que tenía que haber cambiado su amiga desde que la había visto por última vez hacía unos 15 años. Por lo menos lo que le había contado Marisa de cómo era ahora su vida la convertía en una persona totalmente diferente de la que ella conocía. Temía encontrarse con una a desconocida y no ser capaz de entender la deriva de su vida.

Tras una larga espera motivada por el retraso del vuelo, por fin se reencontraron.

Se saludaron efusivamente y se observaron mutuamente con curiosidad.

  • Pero si estás igual, Isabela. No has cambiado nada
  • Y tu tampoco, Marisa. Bueno tu forma de vestir no es la misma, pero por lo demás…

Isabela estaba sorprendida de ver que su amiga aparentaba ser la misma persona que ella conocía. Lo que Marisa le había contado por Watsap y la mirada ingenua, extrovertida y amigable de Marisa, no encajaban. No tenía la expresión siniestra y autoritaria que había imaginado. Incluso parecía más dulce que antes.

  • Bueno, me tienes que contar muchas cosas, dijo Isabela. No entiendo casi nada de esa relación que tienes con ese tipo que conociste por Internet.
  • No te preocupes, te lo explicaré todo a su debido tiempo, pero tú también me tienes que explicar un montón de cosas. ¿Has cortado definitivamente con Thomas?
  • No del todo. De hecho he venido aquí para tener tiempo y espacio para pensar en lo que quiero hacer con mi vida. La verdad es que estoy un poco liada. Pero estoy bien, no te preocupes que no te voy a dar la lata con mis neuras. Prefiero saber de las tuyas.
  • Eh! eh!, que no son neuras. Son experiencias maravillosas. Cuando te lo explique en detalle lo entenderás.

Las dos amigas se encaminaron hacia la cafetería del aeropuerto y continuaron hablando durante más de hora y media sin casi darse cuenta el tiempo.

-Mira, Isabela, no tiene nada que ver lo que yo hago con Pátric con ser sádica. Yo no disfruto haciéndole sufrir, ni tampoco él disfruta sufriendo. Ya sé que es difícil de entender; vamos a ver, si consigo explicártelo. Ambos disfrutamos de la situación que creamos entre los dos día a día. Quizás es que nos hemos cansado de las relaciones convencionales y necesitamos un grado más de emoción, o de intensidad o , no sé… El necesita experimentar la sensación de la entrega, del abandono de su voluntad a la voluntad de otro, de la superioridad de su espíritu frente al sufrimiento. Necesita vehicular toda su energía mental y toda su capacidad erógena hacía mí, y por esto quiere que yo mande en su vida y desea ser digno de mi amor entregándome su mente y su cuerpo.

  • Y tú. ¿Que buscas?

  • Hablar de mi misma me resulta más complicado. No es por vergüenza, es que a veces creo conocer más a las otras personas mejor que a mí. De hecho todavía estoy en proceso de descubrimiento. Tu ya sabes que empecé en esta historia con Jordi y con él tenía el rol contrario al de ahora. Todavía estoy en fase de transición y a veces me da la impresión de que disfruto más imaginándome como se siente Pátric que de mis propias sensaciones. Es como si me imaginase que soy él y yo otra persona. Bueno, esto no es siempre así. La última vez que estuvimos juntos no recuerdo que me pasara, y creo que tampoco la anterior. Por lo menos no todo el tiempo. Recuerdo que me sentía feliz de tener a alguien que se me entregaba de la forma en que lo hace Pátric. De ver que ansiaba mis carícias, que me ofrecía su cuerpo para que lo castigara a mi voluntad y viera así su entrega. Me sentí hasta orgullosa de ver las marcas que le había dejado con mi fusta en su culo, pues pensé que muy pocas mujeres tienen a alguien dispuesto a soportar una cosa así por amor o adoración .

  • Bueno, creo que ahora empiezo a entenderte mejor. Tampoco a mi me disgustaría tener a alguien e a mi entera disposición. Con Thomas más bien es al contrario. Más bien soy yo la que casi siempre tiene que bailar al son de su música. Parece mentira lo machista que sigue siendo después de que se le pasara el sarampión de su época hippie.

  • Ya son las 12,00 Que tal si nos vamos a casa y descasas hasta que te apetezca?

  • Sí, mejor. Estoy reventada y necesito un buen baño.

En poco menos de tres cuartos llegaron a la casa de Marisa. Entre las dos cogieron el equipaje y se encaminaron a la habitación de invitados.

Mientras Isabela deshacía la maleta Marisa le contó la relación que tenía con su criada desde que la encontró hurgando en sus cajones.

  • Pero ¿y si te denuncia por acoso laboral? Preguntó Isabela.
  • No te preocupes por tal cosa. Si de hecho ella está encantada con esta situación. Se nota que le va la marcha y disfruta de sentir que yo soy su ama y la tengo a mi disposición absoluta. Además le gustan las mujeres con locura y me hace unas cosas que ni te imaginas.
  • Anda! ¿Desde cuando te has vuelto bollera?
  • Es que no me he vuelto bollera, monada. Simplemente me aprovecho de la habilidad de esta chica con la lengua. En lugar de mis dedos la utilizo a ella. Y además, si me gusta el contacto con otro cuerpo femenino ¿que pasa? O es que tú te has vuelto una puritana. Creo recordar que tú practicabas sexo en grupo en Londres y me criticabas a mí por no querer participar.
  • No, si me parece muy bien, pero es que casi no te conozco. Has cambiado en todo y sin embargo eres la misma. Es fantástico. Me pareces más interesante que antes.
  • No te preocupes, que no me voy a enamorar de ella.
  • Comprendido. Se trata de puro sexo y…dominación.
  • Eso, y nada más.

Las dos mujeres se quedaron mirando la una a la otra como calculando la nueva imagen, que transcurridos los años, mutuamente se causaban

  • Sabes que?, interrumpió Marisa. Voy a decirle a Sonia que suba y te haga un buen masaje antes de comer. Hizo un cursillo en Francia y te aseguro que lo supo aprovechar.
  • De acuerdo. Pero primero voy a ducharme. Huelo como una mofeta.

Marisa llamó a Sonia y le explicó como debía tratar a su amiga.

  • Escucha, quiero que te esmeres. Le das un masaje relajante de por lo menos una hora y cuando acabes le preguntas si quiere acabarse de relajar con tu lengua en donde tu ya sabes. ¿Entendido?
  • Sí señora.

Isabela tardó un buen rato en salir del baño. Al salir se encontró con Marisa y su criada. * Túmbate sobre la cama, Isabela- dijo Marisa-, que vas a alucinar con esa chica. Ya verás, quedarás como nueva.

Isabela se quitó la toalla que llevaba puesta y extendiéndola sobre la cama se tumbó sobre ella.

Seguía teniendo el cuerpo atlético de siempre. Seguro que Sonia iba a disfrutarlo, pensó Marisa.

  • Desnudate Sonia. No pensarás montarte sobre ella vestida así.
  • No mi ama, pensaba hacerlo enseguida.
  • Bién os dejo solas, que disfrutes Isabela y no te cortes. Recuerda que Sonia es mi esclava y está aquí para servirte a ti como si fuera yo misma. ¿No es verdad Sonia?
  • Si señora.

Pasaron dos horas hasta que Marisa volvió a ver a Isabela. Cuando la vio entrar en la sala de estar enseguida tuvo claro que Sonia había hecho bien su trabajo y que Isabela se había dejado llevar hasta el relax final.

  • ¿Que tal ha ido?, preguntó con voz inocente Marisa.
  • Fantásticamente. Todavía no me puedo creer lo que me ha hecho esta mujer.
  • Quieres decir que te ha dado un buen masaje.
  • No te hagas la inocente, querida, que te oí decirle a Sonia lo que debía preguntarme al acabar el masaje. Te puedo asegurar que hasta lo he encontrado el masaje demasiado largo, ya que de cada vez tenía más ganas de averiguar las habilidades de su lengua. Te aseguro que ha sido indescriptible.

-Bueno, interrumpió Marisa, ¿Cuanto tiempo vas a quedarte? Supongo que por lo menos estarás un mes por aquí.

  • La verdad es que no lo sé, Marisa. En Principio quería estar una semana o dos, pero ahora que estoy aquí, me da una pereza tremenda pensar en volver junto a Thomas. No quiero precipitarme. Pero tú no te preocupes que mañana o pasado me voy a un hotel y no interfiero para nada en tu vida privada.

  • De eso nada, monada. Tu te quedas en esta casa todo el tiempo que estés aquí. La casa es enorme y hay sitio de sobra.

  • Te agradezco el ofrecimiento, pero prefiero no incordiar?

  • Que no incordias, Isabela. Te lo digo de verdad. Y no insistas en marcharte que me voy a enfadar.

  • Bueno, no insisto, me quedaré No sea cosa que te enfades de verdad conmigo y me hagas probar alguno de tus juguecitos, bromeó Isabela.

  • Además, si te quedas podrás presenciar en directo algunas escenas subidas de tono. Seguro que te apetece.

  • Huau! Eso se pone interesante. Pero ¿no te dará vergüenza hacer eso delante de mí?

  • Bueno, un poco. Pero La verdad es que me excita exhibirme y, sobre todo, obligar a mis esclavos sexuales a mostrar la relación que mantienen conmigo. Es una forma de hacerles sentirse más desnudos todavía. De que sean más míos. Es una prueba más, entre las innumerables que tienen que superar. De hecho, las pruebas de entrega nunca se pueden acabar. Si se acabaran, también acabaría la relación de sumisión. Este tipo de relaciones sólo pueden existir si se alimentan . Si no, mueren de inanición. Recuerda lo que te dije, es un juego de fantasía llevada a la realidad, o una representación teatral que dura mientras el telón está levantado. Ahora que lo pienso, seguramente por lo que tiene de teatro es por lo que me excita tener público.

  • Entiendo.

  • Bueno, por supuesto no quiero forzarte. Solo habrá representación teatral si te apetece verla. Y si te apetece participar no tienes más que decirlo.

  • Bueno, vayamos por partes. De momento me conformaré con ser espectadora, después ya veremos. La verdad es que has conseguido intrigarme y hasta no se si…

  • Si intranquilizarte ¿ibas a decir?

  • Eso, Justo la palabras que estaba buscando. Supongo que es la que más describe mi estado… Espero.

-Bueno, ya seguiremos hablando del tema. ¿Qué te parece si comemos?

  • Me parece fenomenal.

  • Pues vamos al comedor, seguro que Sonia ya ha acabado de preparar lo que le dije.

Las dos mujeres se sentaron a la mesa y Marisa llamó a Sonia para que les sirviera una copa de cava con la que acompañar los entrantes de marisco y patés que les aguardaban.

Sonia acudió enseguida y su aspecto de criada decimonónica, perfectamente engalanada, dejó fascinada a Marisa.

  • Tienes una criada fantástica, Marisa, dijo Isabela. Parece sacada de una novela victoriana.
  • Me alegro que te guste, pero creo que no te has dado cuenta de todos los detalles.
  • Acércate Sonia, dijo Marisa

Sonia obedeció y se colocó al lado de la silla de Marisa que ahora había ladeado su cuerpo

  • Mira debajo de su faldita

Marisa alzó la falda de Sonia para que Isabela pudiera ver que llevaba puesto debajo

  • Va desnuda. Nunca le autorizo a llevar ropa interior. Quiero tener acceso directo a sus intimidades en cualquier momento y su culo siempre tiene que estar preparado para ser azotado al instante sin ningún impedimento.
  • Vaya, dijo Isabela, veo que todo va en serio.
  • Por supuesto, contestó Marisa. Pero hay más. Fijate en lo que lleva puesto en el interior de su ano. Agáchate Sonia para que mi amiga pueda verte mejor.

Sonia inclinó su cuerpo girando sus caderas hacia Isabela para que pudiera ver su culo mejor.

  • Huau! Es enorme! ¿Como puede caberle una cosa así?

  • Poco a poco. Al principio empezamos con plugs más pequeños pero ahora le hago llevar éste de tres a cuatro horas al día como castigo y siempre que me sirve. Por cierto, Sonia, recuerda que hoy toca revisar la libreta. Creo que te llevarás una buena tunda de toda la semana. Ve a buscarla que la revisaré ahora mismo.

Sonia se incorporó y salió del comedor en busca de la libreta.

  • Le hago apuntar en una libreta todas las faltas que comete y cada semana o cada cuanto me apetece, se las hago espiar con la fusta y el látigo.
  • Vaya. No se que decir. Parece que esta chica está recibiendo una educación de lo más estricta y tú eres su institutriz
  • Exactamente y, te aseguro que está aprendiendo rápido a comportarse como a mi me gusta. Ahora mismo, mientras comemos algo verás una muestra de la disciplina a la que la someto.

Sonia volvió al poco rato con una bandeja de plata en la que había la libreta, una fusta, el látigo trenzado y dos juegos de pinzas metálicas.

  • Bien, dijo Marisa. Veo que esta vez no te has olvidado de nada. Abre la libreta y lee en voz alta.

Sonia obedeció

  • Tercera semana. Lunes: Ha llegado Marisa y no llevaba el plug que me había indicado sino uno más pequeño: 20 fustazos; Martes: Marisa ha encontrado pelos en la bañera, 10 fustazos; Miércoles: chupando el clítoris a Marisa he presionado la lengua demasiado y ha tardado mucho en llegar al orgasmo: 20 minutos de pinzas en los pezones mientras trabajo. Jueves, todo correcto. Viernes El masaje que le he dado a Marisa no ha resultado tan relajante como el de la semana anterior: 5 latigazos.
  • Muy bien, deja la bandeja sobre la mesa y ponte en posición. Hoy te castigaré delante de mi amiga.
  • Si mi ama.

Mientras Sonia se inclinaba apoyando sus manos sobre un extremo de la mesa y levantaba su culo para ofrecérselo a Marisa, Isabela miraba la escena entre intrigada y atónita.

Marisa se levantó de su silla, cogió la fusta y se colocó detrás de Sonia. Empezaremos por el Lunes. ¿Cuánto eran y porqué, Sonia?

  • 10 por el plug
  • Error. Eran 20, pero ahora serán 30 por no recordarlo. Levántate la falda.

Marisa empezó a golpear con fuerza el culo de Sonia y, Sonia a gemir tras cada fustazo. Mientras tanto, Isabela se agitaba nerviosa en su silla. La situación era completamente nueva para ella y no sabía muy que actitud adoptar, ni que sentir. Por fin acabaron los 30 fustazos.

  • Martes. ¿Qué me dices del martes?
  • Sonia trató de concentrarse para no volver a errar. 10 por los pelos que me dejé en la bañera.
  • Ahora sí te has acordado. Esta vez emplearé el látigo de diete colas y te castigaré en la espalda cerca de tu pelo para que te acuerdes mejor.

Los diez latigazos en la parte alta de la espalda de Sonia resultaron más dolorosos que los treinta anteriores en las nalgas por falta de costumbre. Los gritos ahogados que profirió incomodaron al principio a Isabela pero pronto se tranquilizó al observar como en un momento en que Marisa no la estaba mirando, Sonia lo había aprovechado para llevar una mano a su entrepierna y tocarse furtivamente como tratando de disipar la excitación que sentía. Isabela comprendió enseguida que Sonia estaba disfrutando de aquel castigo y las miradas de soslayo que le dirigía de tanto en tanto, no eran de vergüenza sino de complicidad. Estaba disfrutando de ser observada en esta situación y se sentía seductora ofreciendo este espectáculo de sí misma.

Tampoco Marisa parecía incómoda. Más bien parecía complacida de poderse mostrar a su amiga tal como era en su intimidad. De poder compartir con alguien, que conocía de antes, su vida de ahora, secreta para la mayoría de quienes la conocían.

El castigo continuó hasta acabar con los últimos 5 latigazos que fueron los que más hicieron gritar a Sonia debido a la dureza con la que se empleó Marisa.

  • Ya está Sonia, Ahora sólo te resta llevar puestas las pinzas una hora en lugar de 20 minutos por haberte vuelto a equivocar con el castigo correspondiente a no saberme chupar como toca. No eran 25 minutos, sino 20 y, el trabajo que tendrás que realizar mientras tanto será chuparnos los pies de Isabela y míos mientras nos tomamos un café después de que acabemos de comer.

A continuación Marisa observó que el plato de Isabela estaba igual que al principio

  • ¿Pero Isabela! -dijo Marisa-, si no has probado bocado.
  • Se me ha ido el apetito con esta escenita - contestó Isabela a modo de excusa-. Creo que me sentaré en la butaca para que tu criada pueda empezar inmediatamente con su trabajo. Y si no te importa, mientras me chupa un pie, con el otro le tocaré en su entrepierna a ver si se relaja un poco, pues me ha parecido que se ha excitado bastante con tus azotes.
  • No tienes que pedirme permiso para esto, Isabela. Veo que casi sin proponértelo ya me estás ayudando a someter a mi criada. Si le tocas con el pie desnudo sus intimidades, la llevarás al límite de la excitación, pero ella sabe que no puede correrse hasta que yo le de permiso y eso para ella es el peor castigo que le pueda imponer. Pero a mi me encanta saber que está excitada al máximo y se aguanta porque yo se lo digo.
  • Reconozco que presenciar todo esto me ha removido las entrañas. Me siento agitada y como con ganas de saber más de este mundo tuyo. Para mí son sensaciones completamente nuevas, y creo que no me desagradan en absoluto. ¿A ver si voy a ser como tú?
  • Tú no te cortes y poco a poco experimentaras toda una catarata de emociones que te harán temblar como una amapola. Acomódate en la butaca y déjate llevar. Y tú Sonia ¿a que esperas? Arrodíllate delante de Isabela y empieza lamerle los pies con ganas.

Sonia se arrodilló lentamente procurando no balancear en exceso las pinzas que llevaba colgadas de sus pezones para no sufrir todavía más su mordedura. A continuación llevó su boca al pie izquierdo de Isabela, que ya se había descalzado, y empezó a besarlo; Isabela experimentó una sensación difícil de describir. Fue como si una tenue corriente eléctrica originada por la boca de Sonia se extendiera desde sus pies a todo su todo su cuerpo. Pero al mismo tiempo desde su cabeza nacía otro tipo de sensación de carácter psíquico, enmarcada por la imagen de ver a una chica joven que se entregaba con devoción a chuparle los pies con el solo deseo de obedecer fielmente a su ama. Definitivamente estaba viviendo una experiencia nueva y poco común. Pensó que no quería perderse ningún detalle ni tampoco experimentarla a medias por culpa de su inhibición. Decidió abandonarse completamente a todos los deseos que le fueran surgiendo.

Mientras tanto Marisa se había colocado detrás de Isabela para ver mejor toda la escena.

  • Vamos Isabela, alarga un poco más el pie derecho, que ya casi rozas el coño de Sonia.

Isabela se estiró un poco y los dedos de su pie tomaron contacto con el interior húmedo de Sonia. Ya he llegado, dijo Isabela. Es impresionante lo caliente y húmedo que está. Hasta yo me estoy excitando solo de pensar lo bien que se lo está pasando esta chica.

  • Eso no puedes negarlo, dijo Marisa. Mira como se te han puesto los pezones, añadió mientras deslizaba una mano por la blusa entreabierta de Isabela hasta llegar a rozar con los dedos el pezón de su teta derecha por encima de la tela del sujetador.

Isabela lanzó un suspiro, sorprendida por el atrevimiento de Marisa, pero lejos de incomodarse llevó su mano derecha hasta la de Marisa para retenerla sobre su pecho. Isabela era bisexual y siempre había deseado tener un encuentro sexual con Marisa. Por fin había llegado el momento de pasar de las insinuaciones a los hechos.

Isabela continuó masajeando un buen rato el coño de Sonia con su pie y Sonia jadeaba, cada vez, con más intensidad. Ya no sabía que hacer para retener su orgasmo. No puedo aguantar más, dijo, casi gritando. Por favor señora Marisa, mi ama, diga a su amiga que pare. No podré aguantar.

  • Pues si no aguantas ya te puedes imaginar lo que te espera, contestó Marisa.

Mientras tanto, Isabela intensificó el ritmo para poner a prueba la resistencia de la criada. Pasaron tres o cuatro minutos y aquella chica seguía jadeando y gritando, pero aguantaba. No podía ser, se dijo Isabela. No he conocido a nadie con tanto autodominio. Voy a tener que hacer algo más para derrumbarla.

  • Sonia, levantate, dijo de repente Isabela, ante la sorpresa de Marisa que no sabía que se proponía su amiga y tú Marisa ponte delante de mí entre mis piernas.

La situación estaba a punto de dar un vuelco y se notaba la tensión en el ambiente. Pero Isabela parecía estar muy segura de lo que hacía y confiada en el éxito de su empresa. Sabía que Marisa siempre se había sentido un poco intimidada por ella y que de las dos siempre había sido ella quien había llevado la iniciativa. Ahora era el momento adecuado para llevar las cosas más lejos aprovechando la situación y las nuevas experiencias de Marisa en los últimos años. Todo esto lo había pensado en poco tiempo pero tomó la decisión de intentarlo. De todos modos no pasaba nada si Marisa no accedía. Con disculparse diciendo que creía que en el fondo Marisa lo deseaba, todo estaría arreglado.

  • Marisa-, continuó diciendo,- a ti te gusta mandar, pero también ser mandada y ahora hace tiempo que nadie te manda desde que rompiste con Jordi. Hoy me vas a obedecer a mí.

Marisa se la miró con los ojos muy abiertos mientras trataba de poner orden en sus sentimientos, pero mientras lo hacía se iba desplazando casi sin darse cuenta hasta situarse enfrente de Isabela. Mientras lo hacía recordó que en más de una ocasión, sobre todo en las situaciones más difíciles de soportar, había imaginado que era Isabela y no Jordi quien la sometía a su caprichos. Imaginarlo la había ayudado a soportar las pruebas más duras.

Por fin abrió la boca y con la voz entrecortada dijo: dime que quieres que haga, lo que sea que lo haré. He soñado muchas veces, casi sin darme cuenta, con este momento Isabela. Quiero sentirme tuya.

  • Muy bien, Marisa. Ahora harás todo lo que yo te diga. Arrodillate delante de mi y ponte a chuparme el coño hasta hacerme correr mientras yo se lo chupo a tu criada, que ya es hora de recuperar las relaciones en grupo. ¿Cuánto tiempo hará? Por lo menos 15 años. ¡Que barbaridad y que manera de perder el tiempo! Tu Sonia ponte a horcajadas sobre mi apoyando las rodillas en los brazos de la butaca. Así, muy bien. Acerca tus caderas y bajate un poco que no llego. Ahí estás bien

Marisa se arrodilló y metió su cara entre las piernas de Isabela y enseguida se aplicó con entusiasmo a lengüetear el coño y el clítoris de Isabela. No pasaron ni dos minutos sin que las tres mujeres estuvieran emitiendo gemidos acompasados cada vez más intensos y entrecortados. Al principio llevaban la voz cantante Sonia y Isabela, pero pronto se incorporó al coro Marisa después de llevar su mano derecha a su clítoris y empezar a masturbarse al tiempo que seguía chupando a su amiga.

Sonia fue la primera en caer derrotada con un orgasmo largo e intenso tras muchos días de aguantar las caricias de su ama o las suyas propias ante la mirada de Marisa, que muchos días la obligaba a masturbarse sin poder correrse como parte del castigo a la que la sometía diariamente.

Medio minuto más tarde se corrió Isabela y casi simultáneamente Marisa. Las dos gritaron como posesas y después quedaron con su cuerpos rendidos un buen rato, hasta que poco a poco se fueron recuperando del agotamiento en el que les había dejado el orgasmo.

Por fin habló Isabela: Ya os podéis levantar y iros a duchar. Es decir, tu quédate un momento, Marisa. Dime ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado obedecerme?

  • Me ha encantado Isabela. No se como decirte que me he sentido, pero creo que necesitaba notar que alguien me mandaba algo y necesito que sigas mandándome cosas mientras estés aquí.
  • Voy a hacerlo, Marisa, quiero conocer este mundo que tu me has abierto hasta el fondo y quien mejor que tú para ayudarme a experimentarlo. A partir de hoy y hasta el día en que me vaya, vas a ser mi esclava. Y tus esclavos también serán los míos. Aquí, ahora mando yo. Es más. Esta misma tarde te vas a ir a comprar un traje como el de tu criada, o un poco mejor si lo encuentras y las dos vais a ser mis criadas en esta casa. ¿De acuerdo?.
  • Si Isabela. Totalmente de acuerdo y encantada.
  • ¿Como me has llamado?
  • Perdone, quería decir sí Señora.
  • Apúntate 20 golpes con la fusta en tu culo, de momento, por haberme faltado al respeto. Y ahora corre a ducharte que llegarás tarde a la tienda de uniformes.
  • Si señora, enseguida estoy.