Domando a su esposa - sometida entre olivares
María emprende una excursión con su dulce marido, sin ser consciente que ese paseo la encadenara a los pies de su nuevo Dueño, su marido, este da un giro al maltrecho matrimonio.
Era un día soleado, y Juan había propuesto a su esposa María dar un paseo por el campo, aprovechando los últimos días de unas vacaciones en una casa rural, habían ido tratando de huir del estrés de la ciudad y de los rutinarios fines de semana, que transcurrían entre los críos y la familia, el aire puro del campo no solo pretendía ser un alivio para sus pulmones, sino también para sus hastiadas vidas que se estaban echando a perder entre la rutina, y la dejadez; hacia ya algún tiempo que no se prestaban mucha atención, los años de juventud y pasión habían quedado atrás hacia tiempo, se querían pero estaban demasiado acostumbrados el uno al otro y todo lo hacían por instinto, las tareas del hogar, los críos, el sexo, en esto ultimo era en lo que mas habían perdido con el paso de los años, pasando de estar a todas horas pensando en tener sexo, en cualquier lugar o en cualquier momento, a hacerlo un par de veces al mes, casi por cumplir.
Ella era morena de mediana estatura pelo largo y ensortijado, con unas caderas generosas que daban paso a un culito que invitaba tocarlo y darle algún azote. Tenia los pechos generosos sin ser ostentosos, se veían deliciosos aun cuando el paso del tiempo ya iba haciendo alguna mella en ellos, sus piernas se veían torneadas por algunas horas de gimnasio que hacia que se mantuviera en forma, en general conservaba un cuerpo muy apetecible, los años la habían tratado muy bien y el esfuerzo que ella hacia por conservarse, se veía recompensado, ya que aun era objeto de muchas miradas y de piropos.
El tenia un cuerpo atlético, no estaba fuerte pero seguía practicando deporte con los amigos, lo que hacia que estuviese en buena forma, practicaba padel, bicicleta y de vez en cuando le gustaba esquiar, por lo que sin ser un gimnasta, mantenía un buen cuerpo y una buena salud.
Llevaban diez años casados y cinco de novios, se conocían muy bien o eso creían... Después de tanto tiempo pensaban que no podrían sorprenderse el uno al otro, pero en este viaje, sus vidas estaban a punto de dar un giro que les haría retomar viejas sensaciones, y pasiones perdidas.
Andaban paseando por un sendero que se alejaba del pueblo serpenteando entre fincas, cada vez se hacia mas estrecho y se hacia mas inclinado, por lo que el paso era cada vez mas pausado y había que mirar con mas cuidado donde se ponían los pies por que el camino se hacia mas abrupto. Iba cada uno absorto en sus pensamientos, y atentos al camino, sin prestarse demasiada atención, como hacían desde hace tiempo.El le iba dando vueltas a una pequeña discusión que habían tenido, nada importante pero ella le había perdido el respeto y había quedado por encima de el sin tener razón, y eso era algo que le había herido en su orgullo no solo de persona, sino de hombre, antaño su mujer le respetaba y el dominaba la relación, no es que fuese un machista, pero le gustaba que le obedecieran y que las cosas se hicieran a su modo, pero con el tiempo las cosas se habían relajado y poco a poco ella le había ido ganando terreno, situación que en un principio no le había dado demasiada importancia, pero que estaba empezando a incomodarle cada vez mas.
Según se alejaban del pueblo y se adentraban cada vez mas en la sierra, iba pensando como dar un giro a la situación y como volver a ser lo que antaño fue, el hombre al que su mujer respetaba y obedecía. Pensaba volver a poner orden en la relación y que su mujer volviera a verle con los mismos ojos con que le miraba antes, que acatase su voluntad y se sometiera a ella sin objeción alguna.
Al cabo de un tiempo andando pasaron por una finca de olivares, ya muy apartada de toda civilización, y en un momento todo empezó a encajar dentro de la mente de el, con la excusa de ver con mas detalle los olivares insto a su mujer para abandonar el camino y perderse por la finca, fuera de la vista de los muy poco posibles caminantes que pudieran haberse aventurado a una excursionismo por esos parajes.
Cuando ya llevaban un rato largo paseando entre olivares y comentando distendidamente sobre el cultivo del árbol Juan decidió parar al lado de un centenario olivo, un magnifico ejemplar de tronco centenario y de formas caprichosas, que tenia en su haber muchas vareadas.
Juan se acerco a su mujer y cogiéndola por la cintura la atrajo hacia si plantándola un apasionado beso que ella en seguida intento esquivar, el se aferraba a ella mas fuerte y cuanto mas intentaba escapar mas fuerte la sujetaba, viendo que su mujer seguía queriendo escapar de su boca, la agarro de la coleta y tiro fuertemente hacia atrás.
J.- Ya ha terminado tu tiempo zorra, ahora las cosas van a cambiar, desde ahora las cosas se harán a mi modo, yo mandare y tu te limitaras a obedecer y por cada intento que tengas de revelarte veinte correazos se estrellaran contra tu precioso trasero de perrita.
Y diciendo eso volvió a besarla con mas pasión que antes, abriéndose paso con su lengua dentro de la cálida boca de su mujer, esta al principio hizo un amago de volverse a resistir pero al aumentar el la tensión con que tiraba de su pelo, cedió a su lengua y se dejo llevar por el cálido y apasionado beso que Juan había comenzado.
Juan entonces empezó a acariciarla los pechos con ganas, y ella respondió apartándole las manos, el no bacilo y la propino un bofetón que dejo a María descolocada, y algo aturdida.
J.- No te has enterado de nada, verdad, PUTA, te voy a tener que explicar de nuevo como son las cosas ahora, yo soy el que da las ordenes y si te quiero meter la lengua por la boca, tu te estas quieta y disfrutas como la puta que eres.
María estaba atónita, no podía reconocer en aquel hombre a su tierno marido, a esa persona que ya apenas la despertaba nada, a hora tenia a un desconocido en frente que la estaba tratando de una forma muy ruda y soez y lo mas confuso de todo es que estaba empezando a notar como se estaba humedeciendo sus braguitas, se sentía extraña, descolocada, impotente, no sabia si echar a correr, o echarse a sus pies. Apelando mas a la razón que a sus sensaciones, María intento devolverle la bofetada, mientras le insultaba.
M.- Cabrón, aun no ha nacido el hombre que sea capaz de ponerme la mano encima.
Juan paro la bofetada en el aire y aprovecho el momento para girar a su mujer y estamparla contra el olivo, inmovilizando sus dos manos por detrás de su espalda, se acercó a su oído y con voz pausada la susurro:
J.- Valla veo que me va a costar algo mas de lo que pensaba domar a esta perrilla, ahora vas a ver lo que supone desafiar a tu dueño- y diciendo esto se quito el cinturón del pantalón y lo uso para atarla al olivo.
J.- Creo que hoy nos vamos a divertir mucho, preciosa- la decía al oído mientras sobaba sus tetas por debajo de la camiseta - vas a saber lo que es un hombre, zorra-
De un movimiento la subió la camiseta y la cubrió la cara, dejando sus pechos cubiertos tan solo con el sujetador, se deleito un rato acariciándolos por dentro del sujetador y después se lo quito. La verdad es que se la veía muy sexy atada al árbol con los pechos al descubierto, Juan estaba empezando a notar que la polla le oprimía el pantalón queriendo escapar.
María sentía una mezcla de rabia y humillación, que se fundían con un extraño ardor en su sexo, se veía atada, golpeada y sometida por su marido, pero al mismo tiempo nunca se había sentido tan excitada.
J.- Que bien se te ve en esa postura zorra, seguro que no solo me esta gustando a mi verdad puta? - y comenzó a desabrochar el pantalón de María y a meter la mano entre sus piernas.
J.- Umm, que zorra estas echa, estas chorreando, nunca te había visto tan cachonda, perra.
María sorprendida, también por lo húmeda que estaba, no entendía muy bien que la estaba pasando pero era cierto que estaba notando que la quemaba el coño y que las bragas estaban empapadas. Nunca la habían tratado de esa forma y jamás había pensado en verse sometida por nadie, pero la nueva actitud de su marido la estaba poniendo muy cachonda, y estaba empezando a desear que la follase brutalmente atada al árbol.
J.- Sabes que eres una puta calentorra, María, seguro que estas deseando que te clave la polla en ese precioso coñito que tienes tan encharcado, vedad puta?
M.- Si,.. si, no se que es lo que te esta pasando cabronazo pero me estas poniendo cachonda y no lo entiendo.
Otra bofetada hizo callar a María,
J.- Calla puta, tu solo hablaras cuando yo te de permiso, y recibirás la polla que yo quiera, y cuando yo quiera, tu placer desde este momento es mío y yo decidiré como y cuando tendrás un orgasmo y ahora no es el momento.
Juan quito el cinturón de su mujer y bajándola los pantalones la dejo con el culito al aire y sin bragas.
J.- Ahora puta, vas a recibir tu primer castigo, por todas las faltas que llevas acumuladas, y quiero que los cuentes y vallas dándome las gracias por cada correazo que recibas. Has entendido perra?
M.- Sssi , Juan.
Juan soltó la mano y descargo el primer correazo en el culo de su mujer, diciendo, - Se dice “Si, mi amo” puta, lo has entendido?
María pego un alarido y entre sollozos notaba como la empezaba a arder el culo.
J.- Grita todo cuanto quieras puta, aquí no te va escuchar nadie.
María perpleja y aturdida, contesto como pudo.
M.- Ss... ssi, mi amo, como ordenes.
Y Juan comenzó con los correazos..
Plas!!
M.- uno, gracias Señor.
Plas!!
M.- dos, gracias Señor.
Plas!!
María ya notaba el culo ardiendo y las lagrimas no la dejaban articular palabra
Plas!!
J.- Vamos zorra yo pienso seguir azotándote y si no los cuentas nunca llegaras a los veinte
Plas!!
M.- tres, gracias Señor.
Plas!!
M.- cuatro, gracias Señor.
María notaba como a cada correazo un calambre recorría su cuerpo y la quemaba el culo, sentía dolor pero no podía entender como a la vez estaba chorreando su coño y se le empezaba a escurrir por las piernas, era muy contradictorio, una parte de ella quería salir corriendo y que todo terminase pero otra estaba disfrutando como nunca lo había hecho.
Plas!!
M.- cuatro, gracias Señor.
…
Plas!!
M.- veinte, gracias Señor.
J.- Muy bien zorrita, te has portado como una buena perrita, estoy orgulloso de ti.- metió su mano en la entrepierna de su mujer y pudo comprobar que estaba empapada- lo has disfrutado casi tanto como yo, quien me iba a decir que tenia una zorra de tu calibre en casa.
Juan notaba ya su polla muy hinchada en el pantalón, y desabrochandoselo la dejo salir, abrió bien las piernas de su mujer y de un solo empujón la taladro, arrancando un gemido de dolor y placer de la boca de su mujer.
J.- No querías polla puta, pues aquí tienes tu ración de polla.
María que tenia el rostro cubierto por la camiseta, no se esperada ser penetrada tan repentinamente, aun no se había recuperado de los latigazos y ahora la estaban follando de forma muy brusca y estaba sintiendo un enorme gozo, no estaba segura de poder aguantar mucho sin correrse, cuando un calambre empezó a recorrer su cuerpo, Juan se dio cuenta y tirándola del pelo echo su cabeza hacia atas al tiempo que le daba un bofetón en las tetas.
J.- No iras a correrte sin mi permiso verdad puta? Recuerda de quien son ahora tu placer y tu dolor, si lo quieres tendrás que suplicar por el.
M.- Por favor, señor, puede esta zorra, correrse para usted?
J.- A si me gusta perrita, que aprendas rápido, puedes correrte pero nunca olvides de quien es tu placer.
Juan siguió embistiendo a su mujer desde atrás con toda la fuerza que era capaz mientras ella estallaba en un brutal orgasmo. Cuando María se hubo corrido Juan la desato y la hizo arrodillarse ante el, estaba al limite, tenia que correrse, y comenzó a follarse de forma frenética la boca de su mujer hasta notar que se corría, en ese momento sujeto con firmeza la cabeza de su mujer para que no pudiera escapar y se la hundió lo mas profundo que pudo mientras descargaba toda su leche en la garganta de su mujer.
J.- Quiero que te lo tragues todo, guarra, y que no desperdicies ni una sola gota.
Cuando termino de correrse soltó la cabeza de María que entre arcadas se afanaba en coger aire.
J.- Dejala bien limpia zorra que no quede ni rastro de mi leche.
María, una vez repuesta, se aplico en dejar muy limpia la polla de su marido, tal y como el lo había ordenado.
J.- Muy bien mi perrita, así me gusta, una zorra muy aplicada, nos vamos a volver a llevar muy bien.
María notaba que algo había cambiado entre los dos, sabia que las cosas ya jamas volverían a ser como antes, ahora se sentía feliz, dócil y mas puta. Veía con otros ojos a su marido, su Dueño.