Domando a Adriana - Capítulo 5 - FIN

La última fase para que Adriana sea mi sumisa, está llegando a su final, a pesar de que su marido no opine igual. A mi lo que me importa es lo que decida ella.

DOMANDO A ADRIANA (Raúl y Sylke)

CAPITULO 5

Ya es bastante tarde, la fiesta en la disco continúa y elijo un nuevo smoking de color burdeos con solapas negras, al igual que mi pajarita y por supuesto mis zapatos siempre brillantes. Sobre el sofá veo el nuevo vestido para mi diosa que le encargué a Oscar para recoger del guardarropa. Le digo a Adriana desde la puerta del baño que no se vista porque quiero que se cambie de atuendo. No solo no me obedece y me complace, si no que aparece desnuda a mi despacho, dando pequeños saltitos, luciendo su curvilíneo cuerpo aún mojado, algo que consigue despertar mi polla de nuevo. Esta mujer es impresionante, me enciende por momentos y disfruto de ver esas tetas bamboleantes y ese culito firme al que no puedo evitar dar un nuevo azotazo dejándole mis dedos marcados.

-        ¿Y esa ropa? - me pregunta ilusionada viendo sobre el sofá todo allí bien expuesto.

-        Un regalo para ti... y para todos los que te vean, claro... yo el primero.

Me siento en el sillón y observo detenidamente cómo se viste mi diosa con su cara de felicidad, parece encantada. Aun desnuda, lo primero que se pone son unas medias de cristal del color de su piel, pero casi transparentes. Lo hace con esa parsimonia que sabe que tanto me gusta, mostrándome toda su belleza con el mayor erotismo, primero una media y luego la otra, subiendo su pierna a lo alto ofreciéndome su chochito brillante y señalándome con su pie enfundado en esas medias, agitando sus deditos que se ven juguetones en ese pequeño refuerzo elástico de sus pies. Las ajusta con sus finos dedos desde sus dedos de los pies hasta la parte alta, estirándolas por completo en su muslo.

Yo continúo atento al espectáculo, sin perderme un detalle de ese erótico juego, mientras veo cómo se levanta y se coloca el portaligas en la cintura y doblando ligeramente su cuerpo se coloca una liga y luego la otra, mirándome juguetona. Se muerde el labio para después caminar desnuda hacia mí con esas medias que luce en este show privado que sabe que me vuelve absolutamente loco. Camina descalza esta vez, pero incluso el sonido del nylon sobre la madera me resulta celestial, lo mismo que la visión del meneo intencionado de sus caderas. Llega a mi altura y da un giro sobre sí misma rozando mis tobillos con sus pies descalzos enfundados en esa fina tela de las medias.

-        ¿Te gusto, Héctor? - me pregunta dando vueltas como una peonza.

Me limito a sonreír y ella vuelve hacia el sofá luciendo con mucho arte su cuerpo desnudo de espaldas, con sus hermosas piernas embutidas con esas medias y sus ligas, mostrándome el culo más redondo y perfecto que he visto en mi vida. Después se coloca sobre su cabeza el vestido liviano de color blanco reluciente que se adapta a sus curvas rápidamente. Su espalda queda totalmente expuesta y el vestido es tan corto y con una pequeña abertura a cada lado de sus caderas que no solo se ven sus medias por entero, sino que se ve claramente la liga que sujeta su media en aparte alta de su muslo. Su gran escote en forma de uve revela más vivamente su impresionante canalillo y sus rotundos pechos que con cualquier movimiento descontrolado, parecen querer salir y quedar expuestos.

-        ¡Adriana, estás impresionante! - la digo apretando el cachete de su culo por encima de ese fino e inmaculado vestido blanco que he rematado con unos zapatos de plataforma de altísimo tacón, igualmente blancos.

-        ¿Te gusta?, ¿Me queda bien? - responde ella agarrándose a mi brazo muy contenta - ¡gracias por regalarme esta ropa! Aunque me parece ir desnuda... - añade recolocando ese vestido tan diminuto como liviano en su tela.

-        ¡Eres una diosa y te lo mereces, zorrita mía! - añado acariciando su espalda desnuda.

-        ¡Gracias! Responde ilusionada dándome un tierno beso.

-        ¿Entonces no estás enfadada conmigo?

-        ¿Por qué, Héctor?

-        Quizás me pasé antes en tu culo.

-        Bueno, yo también me vengué un poquito.

-        ¡Te va la marcha!

-        Me has convertido en otra mujer, Héctor, solo puedo estarte agradecida. Hasta ahora creo que no era del todo feliz, no digo que no quiera a mi marido, todo lo contrario, de hecho, estoy preocupada por cómo se pueda estar tomando todo esto, pero ahora, solo quiero estar contigo, hacerte feliz, ser tuya, como dice mi contrato y obedecer todas tus órdenes... ¡Las que sean! ¡Y follar todo el tiempo contigo, chupártela hasta la campanilla... que me la claves fuertemente por el culo... ¡Dios, eso me hace ser tan puta!, ¡que me vuelve loca! Nunca he sentido nada igual.

-        Me encanta oír eso, putita mía... Por cierto, hubo algo que me sorprendió cuando tu esposo habló de tus píldoras que según decía habías dejado de tomar porque te afectaban.

Adriana se queda mirándome y me sonríe para añadir:

-        Desde que me pusiste la bolita y comenzaste con tus descargas, me fui transformando en otra mujer, sabiendo que tendría que claudicar contigo, pero sobre todo conmigo misma... necesitaba que ese cambio que tú me proponías se llevase al límite. Necesitaba dejar de ser esa esposa modosita y aburrida... había encontrado la horma de mi zapato y eras tú. - añade con un brillo en sus ojos.

-        ¿Sabías entonces que iba a follarte? - le pregunto yo sorprendido.

-        No solo eso, Héctor, no podría negarme a los placeres de tu maravillosa polla, quería tenerte, complacerte... pero hacerlo al máximo. Y la mejor manera es que te ofreciera mi culito virgen y que me follaras el coño a pelo, sin ninguna protección. Ese era mi ofrecimiento y mi regalo.

-        ¿Incluso con el riesgo de que te deje embarazada?

-        Sí - añade mordiéndose el labio – quiero mi entrega total a ti. Haré lo que me pidas, Héctor, soy tuya.

Esta vez mi beso es de agradecimiento a su incondicional entrega y a su cariño, a ofrecerse ella misma, por entero, como bien dice, ofreciendo su cuerpo, su alma y hasta su útero, si fuera preciso. El hecho de saber que la he podido preñar, consigue ponérmela dura y hacerme feliz, sabiendo que es mía sin necesidad de un contrato. Cojo ese documento y delante de ella lo parto en mil pedazos ante su sonrisa de felicidad. Ahora me ha demostrado que no hace falta ningún papel para certificar su entrega.

Tras reponernos, con otro intenso beso, pienso en el mucho trabajo que tenemos por hacer y mucha gente a la que atender. Es seguro que, sin duda, Adriana causará la sensación con esa nueva vestimenta, porque a mí ya ha conseguido tenerme a tope.

Naturalmente ella se desenvuelve en su nuevo papel a las mil maravillas, haciendo las delicias de todos, con su soltura, con su simpatía, su profesionalidad, todo como si no hubiera pasado nada. Es increíble ese poder de atracción que provoca en la gente, especialmente a los hombres a los que asombra con su simpatía y su belleza, particularmente con ese vestido que muestra más de lo que oculta. Ella lo hace resuelta, sabiendo que está casi desnuda ante cada invitado que la saluda, tan solo cubierta por esa fina tela, que revela sus redondeces, sus curvas, toda su sensualidad a riesgo de mostrar su desnudez en cualquier movimiento descuidado, pero ella es una artista y maneja esa situación con soltura, como todo lo que ella hace. Se merece mi respeto, mi cariño y por supuesto una deuda eterna, no quita que sea mi sumisa, para que sea también mi diosa. Aunque recuerdo en ese momento que también le debo otro favor a Oscar.

-        Adriana, – la reclamo en su oído, agarrando su cintura y separándola de un grupo de empresarios a los que estaba atendiendo – quiero que me hagas un servicio muy especial.

-        Lo que tu mandes, Héctor.

-        ¡Quiero que te folles a Oscar!, pero como si fuera cosa tuya... que sea un buen premio. ¿Sabes que está loco contigo y la mamada que le hiciste?

-        Es que me estás convirtiendo en toda una zorra. - responde ella sonriente y agarrando con disimulo mi polla por encima del pantalón.

-        Entonces ¿ningún problema?

-        Ninguno. Lo haré encantada. ¡Me gusta Oscar y su polla también!

-        Estás hecha toda una putita. Eso sí, preciosa... solo tu culito, el coño sabes que me pertenece.

-        Por supuesto, Héctor

-        Ah... y me lo tienes que contar... ¿eh?

Firmo en una servilleta mi autorización para que Oscar le folle ese apetitoso culito y a continuación se la entrego a Adriana, porque sé que sin mi permiso a mi ayudante ni se le ocurrirá tocarla.

Me encanta ver a Adriana con esos taconazos y ese vestido blanco ajustado caminar hacia mi ayudante Oscar que está en la barra y que no se espera lo que ella le va a proponer, que es nada menos que follarle su estrecho culito. Ella lo ha aceptado de buen grado por complacerme y él me lo agradecerá eternamente. Mis dos ayudantes deben llevarse bien entre ellos y esta puede ser la mejor manera de tenerles compenetrados. No quiero rivalidad.

Veo que Oscar está tomando un cubata en la barra cuando llega Adriana y le acaricia su cara y le susurra unas palabras al oído. Solo con ver eso, ya vuelvo a empalmarme. Mi ayudante se queda pasmado viendo el insinuante vestido de ella, con ese atrayente escote y esas larguísimas piernas de mi diosa, enfundadas en el brillo de sus medias rematando con esos taconazos blancos.

Ella me mira desde lejos porque sabe que la observo y me lanza un besito agarrada del brazo de mi ayudante, hasta que se meten en el ascensor que los llevará hasta mi despacho. Justo antes de que se cierren las puertas, veo como Oscar tiene su mano agarrándole un glúteo, y después, lamentablemente, pierdo la visión.

Me dirijo a la barra y a mi mulatita preferida, Laura, le pido vodka con naranja. Mientras tomo el primer sorbo me dan un golpe en la espalda (plaff). Me giro sorprendido y veo a mi socio, el Sr. Clifford acompañado de Sandra, la rusa que contraté para las redes sociales de la disco. Le sonrío por su habilidad en llevarse a mis mejores adquisiciones y es que al ver a esa rubia mi polla vuelve a ponerse tiesa. La chica lleva puesto un vestido corto de color rojo, con un escotazo en V que le llega hasta el ombligo, y unas botas altas negras de tacón fino de unos 15 centímetros, ¡Joder, esta impresionante! Me mira sonriente y se moja ligeramente los labios con su lengua, parece estar recordando el primer día cuando me hizo aquella impresionante mamada de agradecimiento. Entonces mi socio me dice:

-        Vamos a la sala Vip.

Cojo mi copa y nos dirigimos a ese apartado que está en la planta superior a través de una escalera de caracol metálica de rejilla y al subir, tengo delante el culo de la maravillosa Sandra que se menea a pocos centímetros de mi cara. El vestido es tan corto que casi veo el comienzo de los cachetes de su culo, aunque no vislumbro su tanga. De repente uno de los tacones de su bota queda enganchado en uno de los agujeros de la escalera y me pide ayuda de forma mimosa.

-        Héctor, ¿Podrías ayudarme? - me pide agarrándose a mi hombro pegando su pecho contra mí.

Agarro su muslo y deslizo ligeramente mi mano buscando la parte más alta para alcanzar su rajita y descubrir que no lleva ropa interior. Me sonríe cuando nota mis dedos jugando con su estrechez y logro meter uno dentro, lo que provoca que ella cierre los ojos y suspire. Después bajo mi mano y suelto la bota de su enganche para liberarle no sin antes tocar su culito por debajo del vestido y rozar esa fina piel de mi sexy rusita.

La sala VIP es una especie de pecera gigante desde la que se tiene una impresionante visión panorámica de la pista central y en cambio nadie nos puede ver desde el otro lado, porque son espejos para mantener esa zona en total intimidad. Allí, nos sentamos ante el ventanal y  Maylin, una de mis camareras orientales más displicentes, nos sirve, sin dejar de sonreír, las copas que le hemos pedido.

-        ¿Qué tal la relaciones públicas? ¿Ya la has domado? - me pregunta Clifford refiriéndose a Adriana mientras nos sentamos en un cómodo sofá circular que rodea la mesa.

-        Bueno, te soy sincero, me ha costado lo mío, pero sí jejeje, ahora está haciendo un trabajito para mí. - le digo.

-        ¿No jodas?, podrías dejármela un rato a mí también. - Mientras me lo está diciendo veo como una de las manos está bajo el vestido de la rusa, seguramente acariciando su coñito que unos segundos antes pude palpar yo.

-        Tranquilo socio, veo que tu no pierdes el tiempo. - señalando con la vista ese bombón rubio que contraté y que me hizo aquella deliciosa mamada.

-        ¿No te importa?

-        ¡Claro que no, somos socios! Por cierto, ¿te la has follado? - le digo al oído con una tremenda erección imaginando lo que debe ser tener la polla dentro de esa preciosidad.

-        Por supuesto. Cuando quieras las intercambiamos.

-        Te tomo la palabra. - digo al fin mientras Sandra nos sonríe pues nos ha podido escuchar claramente.

Mientras disfruto de mi copa, de la vista de la disco abarrotada de gente y del cuerpo de la rusa que tengo a mi lado y a mi socio que no deja de meterle mano por todo su cuerpo, veo que del ascensor salen mi putita y Oscar. Me fijo en sus caras y gestos para darme cuenta de la inconfundible sonrisa de satisfacción de Oscar y a su lado mi diosa, que es admirada por todo el mundo a cada paso que da.

Veo que ella está preguntando por mí a Maylin y le indica donde estamos. Se acerca como una gatita, sonríe sabiendo que yo la estoy mirando, aunque ella no me pueda ver a mí. Y al fin sube a los reservados y se sienta en nuestra mesa. Clifford deja de manosear a la rusa para observar detenidamente a Adriana, dejándole pasmado de nuevo con ese vestido blanco que cubre lo justo. Al sentarse Adriana le ofrece además su muslo al completo y ese liguero que sujeta las brillantes medias. ¡Está que rompe y ella lo sabe!

Oscar también se acerca y me da la mano susurrando junto a mi oido:

-        Gracias jefe, me has hecho el hombre más feliz de la tierra.

-        ¿Cómo fue ese culito? - le pregunto.

-        El mejor que he probado en mi vida. ¡Es increíble!

-        Te lo mereces, Oscar - le respondo sonriente y dándole un golpe en su hombro.

En ese momento uno de los camareros llama a mi ayudante y se disculpa con nosotros porque tiene que atender algún imprevisto. Clifford que no quita la vista encima de Adriana ni un segundo, especialmente ese escote en el que casi se puede apreciar el inicio de la aureola de su pezón, le pregunta si quiere bailar con él. Ella tras mirarme para que yo le devuelva el gesto de aprobación, se levanta y tirando de Clifford se dirigen a la pista, dejándome a solas con la rubia.

-        Estás preciosa, Sandra. - le digo acariciando su muslo.

-        Gracias...

-        ¿Qué tal tu nuevo trabajo?

-        Muy bien, te estoy eternamente agradecida. No sé cómo podré compensarte por todo lo que has hecho por mi - dice sonriéndome.

-        Bueno, se me ocurren muchas cosas – le contesto riendo sin dejar de acariciar la cara interna de sus muslos, muy cerca de su sexo.

-        ¿Por ejemplo meter el tacón de mi bota en mi culito? - dice al tiempo que se muerde ligeramente la lengua entre sus preciosos labios.

-        ¿Cómo?

-        Sí, me lo ha contado Adriana y ese es uno de tus mayores placeres, ¿no?

-        Vaya, pues sí que lo es. ¿Me complacerías con eso?

En ese momento ella estira su pierna para que la despoje de la bota con su larguísimo tacón que no tardo en sacar lentamente hasta dejar su pierna desnuda por completo, ella se pone a cuatro patas sobre el pequeño sofá y se levanta el vestidito hasta mostrarme su culito por entero en el que aprecio, además de su jugoso coño, su sonrosado esfínter. Le meto mi dedo pulgar en la boca y ella lo chupa hasta dejarlo totalmente empapado, para a continuación clavarlo en su ano y hacer que la chica se estremezca de placer. Tras varios mete-saca profundos, sustituyo mi dedo por el tacón de su larga bota, clavándolo de golpe hasta que ya no puede entrar más, dejándole los 15 cm completamente metidos para comenzar a follar su ano con ese tacón, frenéticamente, mientras ella se agarra al borde del sofá entre gemidos, consiguiendo que se corra entre gritos y suspiros. Le doy un azotazo a ese culito y saco la bota de ese culo, con ese ruido peculiar que se parece al descorche de una botella.

Tras reponerse salimos al encuentro de Clifford y Adriana. Allí volvimos cada uno con nuestra respectiva pareja inicial, quedando mi socio con Sandra y yo bailando con mi escultural Adriana. En un momento de volvernos a juntar con la otra pareja, agarro por el cuello a mi socio para decirle

-        Tenemos otro intercambio pendiente.

Él me sonríe al tiempo que vuelve a admirar el movimiento sensual de Adriana soñando con follársela, lo mismo que yo con esa rubita preciosa que también mueve su cuerpo de forma increíblemente atrayente. Durante una canción lenta en la que Adriana permanece abrazada a mí, me va contando lo vivido con Oscar, tal y como le pedí.  Antes de eso me besa y comienza a relatarme:

-        Pues me dirigí hasta donde estaba Oscar y le susurré diciéndole que le veía tenso y que yo le ayudaba a relajarse, si quería.

-        ¿Y él que te dijo?

-        Pues que era tu putita y era un sueño que pudiera follarme, pero no sin tu permiso.

-        Vaya, Oscar siempre tan fiel.

-        Ya lo creo. Con disimulo acaricié su polla y le dije que quería tenerla dentro de mi culo, pero él insistía en que no podía ser.

-        ¿Y qué hiciste tú?

-        Le dije: ¿En serio no te gustaría partirme este culito?, mientras le pasaba mi trasero por su paquete.

-        ¡Joder, pobre Oscar, jajaja...!

-        ¡Eres malo, el chico lo estaba pasando fatal!

-        Y tú también te divertías torturándole, ¿O no?

-        Sí, jajaja...

-        ¿Y qué más?

-        Pues cuando yo le insistí tanto en decirle lo mucho que me gustaría tener su polla metida dentro de mi culito y todo eso, él me decía que no, cada vez más apurado, mientras mi trasero se frotaba contra su durísima polla que debía aprisionarle bajo el pantalón.

-        Hasta que le enseñaste mi autorización.

-        ¡Claro!, ¡Se quedó flipado!... me agarró por el culo y me llevó casi en volandas, bueno eso ya lo viste.

-        Sí, cuéntame lo que pasó arriba.

-        Dentro del ascensor me agarra del culo con las dos manos y empieza a besarme por el cuello hasta llegar a los labios, me da un morreo dulce y apasionado, salimos del ascensor y vamos a tu despacho, una vez dentro se baja los pantalones y me pone de cuclillas agarra con una mano mi pecho y la otra empuja mi cabeza hacia su miembro, que lo saboreo y lo chupo con devoción, así estoy de cuclillas mamándosela, hasta que me agarra del pelo y me empuja hacia el escritorio, así doblada me separa las piernas y mete su miembro de un golpe en mi culo, las embestidas son fuertes a tal punto que se oyen mis jadeos y los tacones chocar contra el suelo, mientras me penetra incesantemente, noto como acaricia mi clítoris con sus dedos. Saca y mete su enorme tranca repetidamente de mi culo cada vez más profundamente, notando como sus huevos golpean contra mi coño. Sus embestidas son fuertes, que me levanta del suelo, haciendo ese sonido que tanto te gusta de mis tacones.

-        ¡Dios, Adriana, me pones muy bruto! – le digo al oído acariciando su culo mientras ella continua su relato de los hechos.

-        En eso noto que está apunto de correrse y lo único que le pido a Oscar que no se corra dentro ya que eso le pertenece a Héctor, mi dueño y señor, entonces saca su polla y se corre en mis glúteos, notando como se escurre su leche por piernas hasta mojar mis tacones...

-        ¡Joder, qué pasada, preciosa!

-        Una vez repuestos de esa corrida, nos colocamos la ropa, y bajamos a la pista.

-        ¡Esa es mi putita! - le digo orgulloso, dándole un morreo en esa abarrotada pista.

Mientras me lo está contando no paro de meterle los dedos en su estrecho y mojado coño, con cierto disimulo mientras ella hace lo propio acariciando mi verga por encima del pantalón, hasta que la digo:

-        Adriana, quiero llames a tu marido y que venga de nuevo a la disco.

Ella me mira algo confundida, pensando en el miedo de enfrentarse a eso, a su otra vida, con su esposo y saber cómo se lo puede estar tomando él.

-        ¿Ahora? - pregunta con esos ojazos que abre al máximo.

-        ¡Si, hazlo!

Una vez más obedece, como una buena chica y comienza a marcar en su teléfono el número de su esposo. Creo que ha aceptado su nueva condición y ya no hay nada que se pueda poner en su camino. La dejo con la llamada y acudo a atender a otros invitados.

Al cabo de un rato, vuelve Adriana con su cara algo triste, pues no le ha debido ir muy bien con esa llamada a su esposo. Le hago un gesto para que se acerque y me cuente.

-        ¿Y bien? - le pregunto.

-        Pues no, me ha dicho que soy una puta y que me quede contigo, que no quiere volver a saber nada más de mí.

-        ¿De verdad?

-        No ha podido soportar verme sometida y que hicieras conmigo lo que quisieras y yo lo aceptara todo de buen grado, sobre todo el hecho de correrte dentro de mi coño... sin protección. Eso ha sido la puntilla. Que ya me llamará su abogado para el divorcio.

-        Vaya... Adriana, ¿tú quieres a tu esposo?

-        Claro... mucho, Héctor. A pesar de todo no quisiera perderle.

-        Ni yo quiero que lo hagas. Seguirás siendo mi niña, eso lo sabes, pero también quiero que seas feliz. Yo me encargo, tranquila.

-        Gracias, Héctor. ¿Harás eso por mí?

-        Está hecho. Déjalo en mis manos.

-        ¡Gracias Héctor!

Nos abrazamos y yo acaricio su espalda desnuda. Mientras la beso en la frente y le digo:

-        Ahora necesito que te tranquilices y te olvides de eso. Quiero que me hagas otro trabajito. ¿vale?

-        ¡Claro! Lo que tu mandes.

-        Quiero que traigas a Clifford y a Sandra a mi despacho. Te espero allí.

-        Te gusta esa chiquilla, ¿no? - me comenta Adriana al ver mi bulto bajo el pantalón.

-        Mucho, aunque no tanto como tú, pero sí que me apetecería follármela. - le digo apretando el cachete de su culo.

-        Pues haré todo lo posible para que lo consigas. Yo también quiero verte feliz. - añade con su resplandeciente sonrisa.

Un azote en aquel vestido blanco hace que su culo de un pequeño rebote que me encanta. En menos de cinco minutos vuelve mi diosa sumisa a mi despacho, junto a Clifford y la rusita.

-        Hola socio. - me saluda Clifford. - ¿nos has llamado?

-        Sí, ven, siéntate conmigo en el sofá. Vamos a ver un bonito show. - le anuncio.

Con una sola seña a Adriana, entiende lo que quiero que haga y de pronto, se abalanza sobre la otra chica y la pega un morreo de campeonato. La rusa al principio se siente extraña viendo el beso de Adriana y cómo su lengua se quiere abrir paso dentro de su boca, pero al sentir las manos en su culo, se deja hacer, sin duda también se pone a tono enseguida. Las dos chicas protagonizan un morreo lésbico de primer orden.

-        ¡Estás hecho todo un cabrón! - me comenta Clifford, mientras chocamos nuestras copas disfrutando del caliente espectáculo de esas dos hembras calientes.

Las chicas se besan incesantemente mientras mi socio y yo observamos atentos la escena desde el sofá.  Adriana, mete las manos bajo el vestido rojo de la rusa y en un periquete logra sacárselo dejándola en pelotas, tan solo con sus altas botas negras. Algo que a la otra parece hacerle gracia y hace lo mismo con su nueva pareja de baile sexual. Su lucha por quitar el vestido se mezcla con caricias van de sus respectivos culos, a sus tetas, pasando por morreos lascivos, con bocas y lenguas ardientes, las dos chicas, acaban totalmente desnudas, únicamente ataviadas, Adriana con sus tacones blancos de aguja, medias y liguero y la otra tan solo con sus botas altas negras. La imagen no tiene desperdicio y nos dan un espectáculo increíble. La rusa le come las preciosas tetas de Adriana, mientras la otra le mete mano en el coño para después agacharse y darle una lametada a su rajita, luego se cambian las tornas y es Sandra la que repite el movimiento sobre el coño depilado de Adriana.

Nosotros estamos muy excitados ya, con nuestras pollas fuera, masturbándonos viendo esas escenas de las dos mujeres. Le hago otra seña a Adriana y ya sabe lo que tiene que hacer. Viene de la mano de la rusa, ambas preciosas, ambas desnudas con los andares sensuales y el traqueteo de sus tacones en el piso. Casi a la vez, se sientan a horcajadas sobre nuestras pollas. Adriana lo hace sobre el Sr. Clifford y la preciosa rusa se sienta sobre mi regazo, restregando su coño contra mi tiesa verga embadurnándola totalmente. Ambas hacen la misma operación, calentándonos al máximo, sin llegar a penetrarlas, tan solo para llevarnos a desear follárnoslas.

Coloco mis manos sobre esas grandes y redondas tetas que tiene la rusa, mientras nos besamos con pasión. Al mismo tiempo veo por el rabillo del ojo como Adriana esta de cuclillas sujeta por los tacones y le está bajando los pantalones por completo a mi socio para poder engullir libremente su polla, saboreándola como si fuera un helado, al ver esa escena Sandra me suelta el cinturón del pantalón para bajarlo también y acaricia mi polla suavemente, mientras seguimos besándonos apasionadamente. En eso Sandra despega sus labios de los míos, y se arrodilla ante mí, se golpea mi polla venosa contra su cara y le da un par de lamidas a mi glande. Veo como poco a poco desaparece mi polla por la boca de la rusa. Sin despegar la vista de la boca y de la lengua de Sandra y cómo se traga toda mi polla observo que Adriana hace lo mismo con la de mi socio. Agarramos mutuamente mi socio y yo las cabezas de nuestras respectivas parejas hasta llegar a tocar sus narices con nuestras tripas, a tal punto que les entran arcadas a ambas y salen de sus bocas un montón de babas mezcladas con nuestros líquidos preseminales. Soltamos nuestras manos y vemos como las caras de las chicas están rojas. Entonces, muy encendido, agarro a Sandra de los pelos la levanto y la llevo hasta el escritorio, oyéndose el retumbar de sus botas, la coloco a espaldas hacia mí le separo las piernas, y de una embestida le meto toda mi polla de un golpe en su coño. Noto como entra sin dificultad y sus paredes vaginales se extienden hasta llegar a su útero. Mis embestidas son tan fuertes que oigo los gemidos y los tacones retumbar en el suelo de sus altas botas. En eso me giro y veo como Clifford ha puesto a cuatro patas a Adriana y está intentando penetrarle el coño, pero ella hace lo posible para que lo ubique hacia su otro agujero... Adriana sabe de sobra que el coño me pertenece. Clifford me mira y dice:

-        ¡Vaya culo tiene esta zorra!

-        ¿Quieres follárselo? - le pregunto.

-        ¡Por supuesto, me encantaría!

-        ¡Pues adelante, hazlo! ¡Vas a flipar!- Le digo.

No se lo piensa y Clifford orienta su polla hasta enfilarla al pequeño agujero de mi diosa, penetrándola brutalmente a tal punto que Adriana grita debido a que la verga de mi socio es más gorda que la mía. Me gusta ver la forma en que Clifford le folla el culo a mi preciosa ayudante y eso me calienta más, así que agarro mi polla y de un golpe se la meto por el orto a Sandra notando como su esfínter se expande al pasar mi polla, mientras la penetro fuertemente imitando los movimientos de mi socio. Sus gemidos indican lo zorra que es y lo que le gusta... y yo disfruto de ese culito apretado y ¡cómo no!, una vez más de sus tacones al chocar contra el suelo al levantarla a cada embestida.

Agarrándola de la cintura y chocar mi polla contra sus glúteos no resisto más y me corro dentro de ella, notando como inundo de semen su culo, aun no sé de dónde saco tanta leche en esta noche, pero disfruto de ver el reguero de mi semen escurrirse por sus piernas hasta llegar a gotear sus botas negras. Sandra se coloca en cuclillas y me limpia los restos de mi leche con su boca, mientras veo como Clifford está descargando toda su leche en el culo de Adriana, diciéndome:

-        ¡Joder tío que hembra más buena tienes!, ¡qué manera tiene de apretar ese culito!, ¡casi me parte la polla ahí dentro!

Al ver su cara de satisfacción me rio a carcajadas y le digo.

-        Ya te dije que era buena. Sabía que te iba a gustar.

-        ¡Joder, gracias amigo! - responde sacando su tranca del estrecho orificio de Adriana.

-        Tú te lo mereces todo socio y, por cierto, tu chica ha estado genial también. Jajaja...

Sandra se levanta después de limpiarme la polla y con una sonrisa perversa agarra a mi socio y se dirigen al baño para ducharse y tener, supongo, otra sesión de sexo allí. Me acerco a la butaca donde está Adriana que parece agotada y con el culo dolorido de tantos pollazos como le hemos dado hoy entre todos. Le doy un beso apasionado y me dice:

-        ¿Qué tal me he portado, amo?

-        ¡Como una auténtica diosa! - respondo acariciando sus preciosos labios.

A continuación, cojo el móvil que tengo metido en el bolsillo del pantalón y llamo a Oscar.

-        Oscar ¿sigues en la disco?

-        Si, dime, Héctor, aún hay mucho lío.

-        Perfecto. Vete con Valery y Oleg a casa de Adriana y traerme a Juan a mi despacho. - Y cuelgo la llamada.

-        Héctor ¿qué vas hacer? - me pregunta Adriana preocupada.

-        Arreglarlo. - Y le doy un beso en labios muy suavemente.

Sandra y Clifford salen del baño y se despiden de mí, agradeciéndome tan buenos momentos y las chicas se dan un beso en la boca, en señal de la buena compenetración que han tenido. Creo que en el futuro podré tener muy buenas sesiones con ambas, tanto juntas como por separado. Creo que acerté de lleno al seleccionar a ambas.

-        Adriana se mete en la ducha y cuando sale, lo hace de nuevo totalmente desnuda ofreciéndome la vista de su hermoso cuerpo dispuesta a ponerse de nuevo su vestido blanco que está tirado en el suelo.

-        ¿Qué haces? - le pregunto.

-        Vestirme ¿no?

-        No, prefiero que te quedes desnuda para cuando llegue tu maridito.

-        ¿Desnuda?

-        Sí, ponte sobre mi mesa.

Una vez más obedece y siguiendo mi orden se tumba desnuda sobre la mesa de mi despacho. Diez minutos después llegan mis empleados con el marido de Adriana que viene dando voces, alegando sus derechos, “que es un atropello”, “que somos unos cabrones”, “que nos va a denunciar a todos...” pero en cuanto entra en el despacho se encuentra a su esposa desnuda sobre mi escritorio con sus piernas abiertas colgando al aire al borde de mi escritorio, jugando con sus tacones en las patas de la mesa y tocando de vez en cuando el suelo tan solo con la punta, tal y como la he ordenado. Oscar sostiene a ese hombre enfurecido por ambos brazos para que no cometa ninguna locura.

-        Adriana, no tienes vergüenza, eres una puta. ¿Cómo me haces esto? - le dice Juan a su esposa totalmente fuera de sí.

En ese momento me acerco a él y le agarro por los huevos.

-        Cuando te estuvo comiendo la polla hasta casi engullir estos huevos no decías lo mismo. - le digo.

-        ¡Joder, Héctor... es mi mujer! - dice queriendo pedir clemencia.

-        Antes de que sigas diciendo gilipolleces, te voy a decir una cosa: Tu mujer te quiere, no deja de repetírmelo y tu deberías demostrarle que también la quieres a ella.

-        Yo no sé si la quiero ya... - responde abatido.

-        No seas imbécil, no encontrarás una mujer como Adriana.

Ella continua desnuda acariciando sus labios vaginales y me sonríe por esas palabras. Me ve en los ojos la seguridad y sabe que voy a convencer también a su marido, como lo hice con ella.

-        Mira en lo que la has convertido. ¡En una zorra! - me reprocha Juan alterado viendo a su esposa masturbase con descaro y los ojos llenos de lascivia, mientras Oscar le sigue sosteniendo por detrás.

-        ¿Por qué? ¿Porque está conmigo? ¿Porque me la follo cuando quiero? ¿Porque obedece todas mis órdenes? ¿Porque la parto el culo salvajemente?

-        ¿El culo también? - pregunta sorprendido, con los ojos desorbitados, pues Adriana me confesó que nunca le había dejado a su marido meter su polla ahí.

-        Te aseguro que no hay nadie que te apriete la polla en su culito como tu mujer. Y no lo digo yo, Clifford y Oscar lo pueden confirmar.

-        ¡Dios! ¿todos ellos? - pregunta a Oscar que sigue sosteniendo sus brazos, le mira y mi ayudante lo afirma. Él baja el cabeza humillado y derrotado. Parece a punto de llorar.

-        Mira, debes de quitarte de la cabeza todas esas tonterías de la humillación, de la infidelidad, de la deslealtad. Tu esposa no deja de nombrarte, no deja de hablar de ti, te quiere, joder, por eso, lo mejor, antes de que tomes la decisión de pedirle el divorcio a Adriana, es que la dejes que te la chupe como nunca ha hecho y después de follártela en la postura que más te apetezca probando su culito, te corres donde te plazca y luego decides finalmente.

El marido afloja sus músculos, pero hay uno bajo su bragueta que va tomando un tamaño considerable, pues con su mujer no ha probado todo lo que le estoy ofreciendo y se lo podría perder para siempre. Entonces sigo hablándole con serenidad y seguridad.

-        Si después de eso la quieres dejar, pues me habré dado cuenta de que no te la mereces. Y si optas porque sí, no solo seguirá siendo tu amada esposa, sino que será tu mejor puta en la cama y yo te daré permiso para ello. ¿te das cuenta?

El me mira a los ojos y veo cómo cambia su furia por deseo, y dirige su mirada a Adriana concretamente a sus redondos y bellos pechos y a mi mano que acaricia ese empapado coño mientras ella se retuerce desnuda sobre mi mesa. Juan más calmado me dice:

-        ¡Está bien! ¡Quiero follar con ella! Y que me haga gozar como una buena puta que es.

En eso hago una señal a Oscar para que deje libre y otra señal a Adriana, que se levanta rauda de la mesa, se acerca a mí y me besa en la boca con pasión y llena de gratitud. A continuación, se dirige hacia su marido, regalándonos a todos el espectáculo, una vez más, de su hermosa desnudez con ese taconeo sensual de sus zapatos blancos y el chasquido de una fuerte palmada de mi mano en su culo. Me siento en el escritorio y observo el espectáculo con un cubata de vodka con naranja que me sirve Oscar que se coloca a mi lado con otra copa.

Adriana se sitúa enfrente de su marido, colocándose de rodillas, totalmente desnuda y le baja los pantalones y el bóxer para sacar a la luz su estaca tiesa. Ella le sonríe y se la lleva a la boca dándole besitos por toda esa largura, con son suaves manos acaricia desde su prepucio pasando por su tronco hasta llegar a sus huevos, los masajea suavemente mientras introduce esos labios rojo pasión sobre la verga de su marido mientras él con sus dos manos agarra la cabeza y se la atrae hacia su barriga. Mantiene ahí la cabeza de Adriana durante unos cuantos segundos y ella al no poder respirar le da golpes a su tripa para que la suelte. Oscar, al ver esa escena se levanta preocupado con intención de parar esa situación, pero le agarro del brazo y se detiene. En ese momento vemos como su marido le suelta por fin la cabeza a su transformada esposa y sale toda la polla babeada a la vez que tose la chica, casi sin aire. Su marido, con esa furia y esas ganas quiere follarse a su mujer como nunca ha hecho. La coge de los pelos la pone a cuatro patas mirando hacia mí, y le dice:

-         ¡Perra, con que te gusta que de por el culo! ¿eh?

Ella ríe nerviosa y él, sin creerse el sueño que está viviendo con su esposa, le empieza a dar cachetadas en ese redondo culo dejando sus glúteos completamente rojos, después agarra su polla y la enfila directamente al agujero de su ano, clavándosela bruscamente y de un solo golpe. Ella grita y gime a la vez de lo excitada que está, mientras su marido comienza a follarla el culo de forma brutal y desconocida para él, como si con eso quisiera humillarla, pero a Adriana le encanta sentir esa polla entrando de esa manera en su culo mientras sus tetas se balancean de arriba abajo y su boca coge aire, presa de un gran placer. Me fijo en la cara de él y veo que está apunto de correrse, entonces hago una señal a Adriana que entiende a la primera. Tras respirar profundamente cogiendo aire, oprime los músculos de su esfínter de esa manera brutal, que solo ella sabe hacer, hasta que se oyen los alaridos de él, creyendo que le van a partir la polla ahí metida. Cuando ella afloja y él puede clavarle otros dos fuertes embestidas más, se corre entre gritos en el culo de su esposa, desplomándose encima de ella.

Después de recuperarse unos segundos y salirse de encima de Adriana me mira el marido y de su boca sale un espontáneo: “gracias”.

Adriana gateando se acerca a mí, me baja la bragueta saca mi polla y empieza a darme lamidas desde mi prepucio hasta la base de mis huevos. Me gusta como esos labios rojos se apoderan de mi dureza. Entonces levanto la vista para decirle a su esposo que continúa arrodillado sin creerse el polvazo que acaba de echarle a su esposa en su estrecho culito:

-        Juan, tu mujer te quiere y te aprecia. - le digo

-        Y yo a ella. Pero no estoy tan seguro de que sea al revés - Me dice mientras ve como Adriana me chupa mi polla y mis huevos con total vehemencia.

-        ¿Lo dices porque me la esté chupando ahora mismo? Sabes que esta putita me pertenece y ella está loca con mi polla, ¿verdad, preciosa?

-        Ella levanta su dulce carita, saca mi verga dura de su boca y me sonríe.

-        ¿Entonces que vas hacer?, ¿Cuál es tu decisión? - pregunto de nuevo a su esposo sosteniéndole la cabeza a ella.

El marido me mira y luego baja la vista viendo como Adriana sigue mamándome con total devoción, lamiendo todo mi falo, chupándome los huevos como si la vida le fuera en ello y de vez en cuando mira a su esposo para demostrarle lo buena que es en esos menesteres y lo entregada que está a su nuevo amo, es decir, yo. Y realmente es muy buena, puedo certificar que no tiene nada que ver con todas las chicas que me he “pasado por la piedra”.

-        No sé si podré tomar una decisión. Esto resulta humillante, Héctor. Comprende que... joder, es mi esposa...- me comenta el marido una vez más.

-        ¡Joder, no seas imbécil!, ¿acaso no te ha gustado lo que te ha hecho?, ¿acaso no has disfrutado con tu polla exprimida dentro de ese estrecho culito? - le reprocho.

-        Claro que me ha gustado, Adriana nunca me hizo nada parecido, ni me permitió follarme ese culito que se aprieta de una manera...

-        ¿Ves? - le interrumpo - Pues eso, no sé de qué hablas de humillación, ¿por qué?, ¿por el hecho de compartirla?, ¿acaso ves que a mí me importa compartirla contigo o con otros?

En ese momento, levanto a Adriana, para darle un morreo al tiempo que le hago una seña a Oscar que entiende a la primera. El chico se baja la bragueta, abriendo sus piernas y apoyando su culo al borde de la mesa, sacando su gruesa polla a relucir.  A ella solo la tengo que dar un azote y levantar mis cejas. Como una buena perrita, entiende la orden, se pone agachada en forma de “ele” dejando su culo en pompa y sus largas piernas que parecen columnas, sostenidas por esos finos tacones, mientras comienza a mamársela a Oscar con su increíble pericia. Entonces le inserto mi polla de golpe en su coño por detrás, agarrándome a su cintura y clavándola con una fuerza desorbitada, con tanto ímpetu que ella se agarra a la mesa mientras la polla de mi empleado se mete en lo más profundo de su garganta, prácticamente la tengo en volandas, tan solo cuando me retiro, sus tacones chocan contra el suelo. La extraigo de su babeante coño y cambio de agujero en un instante, clavándosela de golpe en el ano, follándome ese culo con toda mi energía, llegando a costarme mantener el equilibrio mientras mi verga se inserta en ese estrecho orificio. No tardo en correrme con mi polla totalmente insertada y solo se oye la entrecortada respiración de Adriana a través de su nariz, incluso como deja de respirar unos segundos, para tener que tragarse toda la corrida de mi empleado. Cuando por fin me retiro de mi putita, ella cae de rodillas en el suelo intentando recuperar el aliento y no deja de acariciarse el clítoris al tiempo que innumerables chorros de mi semen caen por sus muslos y los de Oscar por su cuello y sus pechos, en el momento en el que me vuelvo a preguntar a su esposo.

-        Mira, Adriana es tu esposa, eso no tiene por qué cambiar, pero ante todo es mi puta, que hará lo que yo le diga, cuando yo quiera y con quien yo quiera. Eso lo tienes que asumir y aceptar de buen grado, si no será ella la que no volverá a querer saber de ti. ¿Me has entendido?

La polla del marido se ha puesto en semi erección al haber presenciado como nos habíamos follado a su chica, era irremediable no excitarse con esa hembra tan caliente y tan perfecta, lo demás eran tonterías. Su esposa, se levanta tambaleante ayudada por mi mano, mientras se limpia con una servilleta los regueros de mi semen que se escurren por sus muslos llegando a gotear sus tacones.

-        ¿Qué me dices? - le apremio al hombre que vuelve a ver el escultural cuerpo de su esposa desnudo y que yo acaricio, dibujando sus curvas... pellizcando sus pezones.

-        De acuerdo. Acepto. - después de meditarlo responde al fin.

Estaba muy seguro de que esa iba a ser su respuesta y tras entregarle un contrato que tengo sobre mi mesa, le digo que lo tiene que firmar en todas las hojas. Le explico que se incluyen las cláusulas de total pertenencia de Adriana a la empresa y ante todo a mí, me pertenece en cualquier horario y día, en el momento en el que yo la necesite, que follará conmigo, siempre sin protección, con el riesgo de poder quedar embarazada de mí, tiene que asumir eso y que también se la chupará a quien yo quiera... a mis empleados y a los clientes que a mí me interese. La follarán el culo, se correrán en sus tetas en su boca... varios a la vez, cuando me plazca. A cambio, él seguirá siendo su amado esposo, podremos compartir su coño solos él y yo y además tendrá una puta bien entrenada y dispuesta. Y yendo más allá, incluso siendo generoso, he incluido para él un contrato de trabajo con un suculento sueldo, como guardaespaldas de mi zorrita, es decir, su mujer... así sabré que está en buenas manos y él será mi fiel escudero.

-        ¡Lo tomas... o lo dejas! - afirmo entregándole mi pluma.

Me mira, después lo hace a su esposa para acabar resignado, firmando todas las hojas del contrato. Adriana, desnuda, se abraza a mi cuerpo, ilusionada y agradecida.

-        ¡Ahora, quiero volver a correrme en tu coño, putita! - le digo y ella asiente sonriente.

FIN

Raúl & Sylke

ID: 1065569 & 786531