Domando a Adriana - Capítulo 3

Adriana se va transformando en mi sumisa, poco a poco, sin darse casi cuenta, pero mucho más rápido de lo que ella misma hubiera soñado jamás.

DOMANDO A ADRIANA (Raúl y Sylke)

CAPITULO 3

Llegamos por fin a mi despacho en la discoteca y me detengo en el pasillo, justo antes de abrir la puerta. Adriana se sigue sosteniendo a mi brazo, con una excitación más que evidente, rogándome que no siga jugando con esa bola alojada en su coño con la aplicación que no deja de descargar miles de cosquillas y vibraciones, incidiendo especialmente en su punto G.

-        Héctor... no me tortures de esa manera. - me ruega ella con su respiración agitada.

-        ¿Realmente es una tortura para ti? - le pregunto riendo y dando otra descarga.

La aplicación me revela que su chochito tiene una temperatura elevada, su ritmo cardiaco acelerado y una humedad que evidencia esa tremenda excitación. Ella sigue por dentro, con la cada vez menos firme barrera, que no le permite liberar sus miedos, ni claudicar, llena de prejuicios y miedos, pero sé que está cerca de su transformación. Aunque no quiero forzar la situación, sé que Adriana está más cerca de su sometimiento de lo esperado. Quiere liberarse y soltar a esa nueva mujer ardiente que lleva dentro.

-        Adriana, preciosa. No te tortures a ti misma. - Le digo.

A continuación, me situó frente a ella, colocándola contra una pared, junto a la puerta de mi despacho, en medio del pasillo, agarrando sus manos y se las coloco por encima de su cabeza. Miro fijamente a esos preciosos ojos que brillan lujuriosos y llenos de dudas. Le doy un beso en la boca, al principio suave, juego con mis labios atrapando los suyos, es un beso apasionado y lleno de dulzura. Como yo preveía, ella me corresponde, pero esta vez metiéndome su ardiente lengua en mi boca y acabamos en un beso frenético y apasionado.

Separo mi boca de la suya, sin dejar de mirarla fijamente. Esa mirada transmite todo, lo que su boca no quiere pronunciar, pero veo en esos ojos el deseo, las ganas de ser poseída. Agarro su cintura y acaricio suavemente su culo, haciendo que ella ronronee como una gatita. Tirando de ella nos adentramos en mi despacho, oyéndose el divino sonido sus tacones sobre la madera y hago que permanezca quieta en mitad de esa estancia. Doy una pequeña descarga de la bolita en su sexo y veo cómo se muerde el labio inferior cerrando los ojos y apretando sus puños.

Me acerco a mi mesa para llamar a Oscar por el interfono para que me prepare el contrato de la nueva empleada en el puesto de relaciones públicas y me lo traiga en media hora. Ella sonríe, se siente victoriosa en su objetivo de haber conseguido pasar la definitiva prueba, aunque realmente se siente feliz por las nuevas sensaciones que la invaden. La bolita solo es la espoleta de esa bomba que lleva dentro a punto de estallar.

Me coloco apoyando mi culo en la mesa de mi despacho y me quedo observando su extraordinaria figura. Me encanta admirarla.

-        Adriana, ven. - le ordeno.

Sus pasos hacen que vuelva a escuchar la música celestial de sus tacones en el entarimado caminando hacía mí con su desbordante sensualidad. Su cuerpo choca contra el mío, agarro su cabeza con ambas manos y nos fundimos en otro morboso y perverso beso, cargado de pasión, de deseo, la continuación del otro beso inacabado, pero el preámbulo de algo más. Estoy cada vez más seguro de su inminente transformación.

Suelto su cabeza y ella, tras mirarme, da dos pasos a atrás oyéndose una vez más sus tacones contra el suelo. Se queda quieta en mitad de la estancia, observándome, oyendo las voces en su interior que tanto la confunden, ella sabe que su transformación no es forzada, comprende que su cuerpo estaba destinado desde el principio. Yo estaba seguro de ello, pero Adriana se está dando cuenta en ese mismo momento.

-        ¿Tengo el empleo, Héctor? - me pregunta con un brillo especial en sus ojos y esta vez no me hace falta darle al botón de vibración.

-        Claro, pero de momento quiero que leas tu contrato. - le digo.

Adriana sonríe agradecida y... ¡cachonda!  Con sus finas y delicadas manos se va soltando lentamente los botones de su blusa. Se recrea en esa operación. Uno tras uno, los botones abren paso a ese perfecto y redondo busto. Se quita la prenda dejándola caer al suelo por su espalda. Admiro esa obra de arte que son esas preciosas redondeces, con unas grandes aureolas rosadas y en el centro unos pezones salientes del tamaño de un botón. Esta vez me acerco yo a su cuerpo, la vuelvo a besar y acaricio con mis dedos por primera vez esas tetas suaves, juego con ellas, con su tersura y entre mis dedos pellizco suavemente esos erguidos pezones. La digo susurrante en su oído:

-        Adriana, eres preciosa. He soñado con este cuerpo desde la primera vez que te vi.

Ella sonríe y cierra suavemente los párpados sin hablarme, solo lo hace con sus ojos. Me agacho pasando mi lengua por sus aureolas hasta llegar a los pezones absorbiéndolos, chupándolos y por su puesto mordisqueándolos... a tal punto que los estiro tanto que oigo su respiración agitada y sus gemidos. De pronto me empuja hasta dejarme apoyado en mi escritorio de nuevo. Por fin habla para decirme:

-        Héctor, quiero saborear tu polla. Me has puesto muy cachonda...

-        ¿Estás segura?... ¿tu marido...? - la intento picar y ella parece dudar.

Aprovecho el momento para coger el móvil y dejo encendido el vibrador, advirtiendo su máxima excitación.  Ella se agacha poniéndose en cuclillas, la abertura de su falda muestra su pierna por entero, observo el brillo de sus medias, sus larguísimos tacones y esa mirada de deseo que ya no puede contener... Permanece unos segundos mirándome, ahí agachada, sujeta por los finos tacones. La vibración debe estar haciendo estragos y liberando a la otra Adriana. No hay duda, ¡está desatada!

Con sus blancos y perfectos dientes baja mi cremallera, introduciendo su mano en mi bragueta para sacar con una mano mi polla mientras que la otra se adentra bajo su falda para jugar con su coño, acariciando suavemente su clítoris. Su boca se acerca lentamente a mi capullo y recoge en su lengua las primeras gotas de mi liquido preseminal. Esas gotitas pasan por sus labios que impregna con su lengua para paladearlas con ganas, disfrutando de su sabor.

Su mirada se clava en mis ojos y coloca mi glande sobre sus labios. Suelta su mano y solamente con su boca, engulle casi al completo mi polla notando como su garganta intenta adaptarse a mi notable erección. Saca su boca lentamente apretando con sus labios y su lengua toda la longitud de mi rabo, hasta dejar solo la punta y volver de nuevo a tragar, esta vez por entero, justo hasta que su nariz choca con mi abdomen. A partir de ese momento hace un mete saca cada vez más acelerado, todo sin usar sus manos, como una auténtica experta, hasta que se convierte en una mamada brutal, casi desesperada diría, mientras sus dedos siguen jugando en su coño, entrando y saliendo hasta donde le permite la bolita para luego esparcir sus fluidos por su clítoris.

-        ¡Adriana, voy a correrme! - le digo agitadamente, pues ella lo da todo en su mamada y yo estaba demasiado excitado esperando ese momento.

Continua ciegamente en su dedicada tarea, ajena a mis palabras, ofreciendo lo mejor de sí, metiendo y sacando mi polla de su boca sin usar sus manos, con una increíble habilidad. Parece estar disfrutando del momento y de llevarme a ese extremo en tan poco tiempo.

-        ¡Quiero correrme en tus tetas! - le pido entre jadeos.

Adriana saca mi polla de su boca y con su mano la agita lentamente incorporándose ligeramente, hasta situar su canalillo frente a mi dura verga, ubicándola entre sus dos preciosas y suaves tetas. Ella misma coge sus pechos por los costados oprimiendo mi polla entre ellas agitándolas después repetidamente, mientras yo veo salir y entrar mi capullo incesantemente. Cuando nota la tensión, se separa un poco, vuelve a agarrar mi polla por la base y mi semen sale disparado descontroladamente aterrizando en sus aureolas y pezones, regando por entero sus tetas, llenándolas de regueros que se van deslizando lentamente por esas curvas. Ella se introduce mi polla de nuevo en su boca para dejarla completamente limpia. Cuando la saca me sonríe y con el dedo índice recoge parte de mi semen que ha quedado esparcido por su canalillo y lo pasa por sus carnosos labios saboreando mi leche con total entrega.

Ayudo a que se incorpore y tras darnos un nuevo beso, apago la vibración y nos vestimos sin decir una sola palabra, tan solo mirándonos. En ese instante, llaman a la puerta.

-        Adelante. - digo y Oscar abre la puerta con el contrato en su mano.

-        Aquí tienes, Héctor.

-        ¡Perfecto, gracias, Oscar!

El chico abandona el despacho y veo como Adriana está intrigada con esos papeles que releo por encima. Me pregunta con curiosidad:

-        ¿Estoy definitivamente contratada? - Pregunta aun sorprendida.

-        ¡Si!, ¡Claro! En cuanto estampes tu firma... en todas las hojas, preciosa.

Le entrego mi pluma que recoge entre sus finos dedos para empezar a firmar los papeles del contrato en su nuevo empleo como relaciones públicas de “Satisfayer Disc”. Ella comienza a firmar cada hoja, inclinando su cuerpo sobre la mesa y sacando su redondo culito en una postura que me seduce de nuevo, momento que aprovecho para meter mi mano debajo de la abertura de su falda. Subo por la parte trasera de su muslo hasta alcanzar su terso culito. De pronto cuando ella ha firmado todos los papeles se queda paralizada al ver la última página en la que se lee al pie debajo de su nombre: “Sumisa de Don Héctor Casas”.

-        Pero ¿esto qué significa, Héctor? - me pregunta confundida al ver esa extraña antefirma.

-        Pues ya ves, preciosidad, has visto que estás a mis órdenes en cuanto al trabajo, pero también en todo lo que me plazca de ti.

Sus ojos buscan explicaciones en los míos intentando averiguar en qué lío la estoy metiendo y permanece dubitativa con la pluma en la mano, sin acabar de firmar esa última página. Tras revisar la hoja que tiene delante, después me mira sonriente pero confusa. Continúo exponiéndole:

-        Mira preciosa, sé lo mucho que te ha gustado mi polla, ¿a que nunca has tenido en la boca nada igual?

-        No, nunca... Héctor. - confirma avergonzándose de sí misma, pero moviendo sus piernas nerviosamente recordando lo mucho que ha disfrutado mamándomela.

-        Sé que tu cabeza da vueltas, es lógico, todo esto es nuevo para ti, pero preciosa, esta polla también va a follar tu coñito y lo que yo quiera... las veces que me plazca. Eso también está en tu contrato.

-        Pero, Héctor, estoy casada... yo no puedo hacer eso.

En ese momento pulso en mi móvil el botón que hace vibrar la bolita que tiene alojada en su coño y ella me agarra fuertemente de la muñeca totalmente encendida en un placer descontrolado.

-        ¡Para, por Dios, Héctor! - me pide suplicante.

-        Entonces... ¿Firmarás, putita mía?

-        No, no puedo... no puedo hacer esto a mi marido. ¡Es una locura!

Me la quedo mirando, acaricio su bello rostro y paso mi lengua por sus labios, al tiempo que pulso de nuevo el vibrador.  Sus temblores hacen que un gusto interno la mantengan muy cerca de un nuevo orgasmo, pero detengo la vibración justo a tiempo.

-        ¡Héctor, qué gusto! - gime agitada.

-        Mira, Adriana, no te preocupes, porque más pronto o más tarde firmarás esa última hoja. - digo retirando el contrato de la mesa haciendo que ella me mire sorprendida.

-        Yo...

-        Me perteneces, Adriana. Puedo hacer lo que quiera contigo - le digo acariciando de nuevo su rostro y dibujando sus hermosos labios con mi pulgar.

-        Héctor... compréndelo, nunca le he hecho esto a mi marido. Jamás le he sido infiel ni le he mentido. No puedo, de verdad, por favor. - insiste ella bloqueada

-        Cariño, no tienes por qué mentirle. Estoy tan seguro de que eres mi sumisa, que en menos de una semana estarás follando conmigo y ¡delante de tu marido!

En ese momento ella me mira asustada, con los ojos como platos, ya que tiene sensaciones encontradas. Por una parte, sabe que yo estoy muy seguro de mi poder sobre ella, pero en cambio todavía hay algo en su cabeza que le impide ceder.  Le doy un nuevo toque la móvil, haciendo que ella cierre los ojos de nuevo y la dejo de nuevo a punto de caramelo.

-        Ahora vete a casa, Adriana, con tu maridito y puedes hacer dos cosas: quitarte la bolita y follártelo. Se qué estás con muchas ganas de polla, pero entonces me llegará un mensaje advirtiéndome de que esa esfera ya no está donde debe estar y por supuesto habrá quedado anulado nuestro contrato de inmediato...

-        Pero... - intenta ella decir algo, cuando la interrumpo.

-        O puedes volver a terminar de firmar la última hoja y ser mía definitivamente.

Tras darle un suave besito y un azote a su redondo culo, Adriana abandona mi despacho hecha un auténtico lío.

Desde el ventanal de mi despacho veo como entra en su coche y se marcha en dirección a su casa, con la bolita insertada en su jugoso y estrecho coño. Puedo ver en mi móvil que sigue ahí y no se la ha quitado. También puedo comprobar su nivel de excitación, cuando estoy a punto de darle otra vibración, pero llaman a la puerta. Es Oscar que asoma su cabeza.

-        Pasa, dime ¿qué pasa? - le pregunto.

-        Jefe, ya está todo listo. Los empleados quieren los últimos detalles de la inauguración de mañana.

Es cierto, estoy tan metido con Adriana que casi olvido algo también importante, la gran inauguración de “Satysfayer Disc” que tendrá lugar mañana y a la que acudirán muchos famosos, Vips importantes de la ciudad y personalidades de la política que posarán en el fotocol.

Acompaño a Oscar hasta la pista central, donde están todos mis empleados reunidos y les voy indicando los últimos detalles e instrucciones para que mañana salga todo a la perfección. Solo me falta mi relaciones públicas.

El resto del día, lo paso metido en mi despacho firmando papeles, pero en ningún momento dejo de pensar en Adriana, en su escultural cuerpo, pero sobre todo en cómo me comió la polla... con esa devoción, con esa entrega, recordando sus carnosos labios, las enormes y preciosas tetas, sobre las que me corrí... y justo en ese momento me entra una llamada suya.

-        Dime Adriana. - le digo al ver su nombre en mi móvil.

-        Perdona que te moleste, Héctor, pero he recibido un mensaje de Oscar comunicándome que mañana tengo que estar en la disco para atender a la gente Vip y famosa.

-        Ah, sí, claro con el lío se me pasó por completo decírtelo.

-        Pero Héctor... entonces, ¿mi contrato está en vigor?

-        Bueno, estas en el periodo de prueba, a falta de firmar la última página para que sea indefinido. ¿Recuerdas?

Tarda unos segundos en contestar:

-        Ok, entiendo. Mañana una hora antes de la inauguración estaré ahí.

-        Genial. Por cierto, trae a tu marido, quiero conocerlo. - le digo antes de que cuelgue. Noto que suspira con preocupación...

-        Vale. - afirma al fin.

Después de la llamada entro en la aplicación del vibrador y veo que Adriana no se lo ha quitado. “Esa es buena señal” - pienso.

Al día siguiente estoy nervioso porque es un muy importante para mí, después de tantos años de proyecto, ya que por fin inauguramos la disco, me pongo mi mejor smoking de color negro, cojo mi deportivo y me dirijo a la disco. Todo está como indiqué: Flores, globos, carteles y mis empleados con sus mejores galas... cada uno en su sitio.

Me acerco a la barra, pero desde la distancia me fijo en la morena que está agarrada de la cintura por un acompañante al que todas las chicas que atienden la barra deben estar contando algo gracioso, a tenor de sus risas. Pero en quien realmente me fijo es en ella y nada más hacerlo noto como mi polla se despierta bajo el pantalón. Es alta, de pelo negro muy bien peinado, con un vestido negro ceñido y escote “palabra de honor” que deja al desnudo sus perfectos y delineados hombros, y qué decir de las curvas que marca esa prenda, tan ajustada que delinean un espectacular culo y a la vez mostrando unas larguísimas piernas enfundada en unas sandalias de tacón fino de unos 11 cm de altura que van agarradas por una tira fina alrededor de su tobillo. Mi polla se ha descontrolado y noto el dolor de mi erección ante semejante pibón. Cuando esa preciosidad vuelve la cabeza lentamente hacia mí y me sonríe, me doy cuenta de que es la preciosa Adriana y casi me da un pasmo, porque no deja de sorprenderme con su elegancia, su belleza y su sensualidad. ¡Me parece verla más impresionante que nunca!

Entiendo que su acompañante es su esposo. Esta vez me fijo en él y veo que es de mí misma estatura y viste elegantemente con un traje de Armani, me acerco junto a ellos y Adriana, tras sonreírme de manera cómplice, me presenta a su marido.

-        Mira Héctor... él es Juan, mi esposo.

-        ¡Encantado! - respondemos al unísono, estrechando nuestras manos.

Les indico a las chicas con mi gesto habitual, para que no le falte de nada a Juan y ellas le atienden gustosamente.

-        Disculpa Juan, tengo que robarte a tu mujer un momento ya que dentro de unos minutos comienza la inauguración oficial. - le digo tirando de la mano a Adriana.

-        ¡Claro, toda tuya! - me responde él, sin que sea consciente del contenido de esa frase.

Me agarro a la estrecha cintura de la preciosa Adriana y le voy presentando a diversas personalidades que nos vamos encontrando, pero luego me la llevo a un rincón de la disco oyéndose por el camino el siempre hipnotizante taconeo de sus sandalias. Una vez fuera de la vista de su esposo, me separo de ella estirando sus brazos y los míos para fijarme de nuevo en su vestimenta y solo con verla, vuelvo a empalmarme.

-        ¡Dios Adriana, cómo estás! - le digo admirando su cuerpo.

-        Gracias, ¿te gusto?

-        ¡Me encantas y me la has puesto durísima! - le respondo dándole un abrazo para que note mi dureza.

-        Sabía que te iba a encantar... y además no llevo nada debajo. - añade susurrante junto a mi oreja.

Me sonríe y antes de darle algunas indicaciones profesionales, me vuelvo acercar y le planto un beso en sus labios que ella rehúye en un principio diciéndome que esta su marido ahí mismo, pero sus ojos de deseo parecen estar diciendo lo contrario.

Nos acercamos de la mano a la puerta principal y atendemos a los primeros invitados y todos ellos me felicitan por mi elección de la nueva responsable de relaciones públicas de la disco, no sólo por su belleza, sino también por su simpatía y su profesionalidad.

-        ¡Estás impresionando a todos! - le digo al oído, orgulloso de que sea mi ayudante tan especial y tan admirada.

-        ¿Tú crees?

-        Estás deslumbrante, ya te lo dije.

-        Tú también estás muy guapo. - añade lanzándome un discreto besito al aire juntando sus perfectos labios.

Yo dudo a veces de quién domina a quién, pero esta mujer me tiene loco. Ella va informando y saludando con su simpatía a todo el mundo que va entrando y en un momento se me acerca para decirme:

-        Disculpa Héctor, voy a atender en el fotocol – y me planta un beso muy cerca de la comisura de mis labios, notando el calor de los suyos.

La veo desaparecer con ese meneo alucinante de sus caderas y el sonido de los tacones de sus sandalias en el brillante suelo encerado. “Adriana esta noche ese culo va a ser mio” - me digo admirando ese trasero bamboleante que se aleja. Cojo mi móvil y le doy una velocidad al vibrador, lo que hace que ella se paralice unos segundos y luego continúe, una vez que lo desactivo. Se gira y me sonríe con unos ojos que denotan su excitación. Mi perrita está casi lista. - pienso para mí.

Dejo a Adriana haciendo las labores de su nuevo trabajo de relaciones públicas, que sin duda hace a las mil maravillas, como otras cosas, según he podido comprobar. Espero poder descubrir en breve como folla, porque quiero pensar que no estaré lejos de eso. Al menos, han pasado varios días y la veo mucho más receptiva.

En ese momento me llama Oscar para una visita importante que tengo que atender en mi despacho y me dirijo allí descubriendo al Sr. Clifford sentado en uno de los sofás.

-        ¡Hombre, socio! - me saluda – me han dicho que tienes un nuevo fichaje.

No hay duda de que se ha enterado del contrato de Adriana y le sonrío, pues sabe de mis gustos y que soy muy exigente a la hora de elegir a las chicas, a esta especialmente pues es el puesto más importante de la disco.

-        ¿Por qué no me la presentas? - añade. - Tranquilo que no te la voy a quitar, pero por lo que dice Oscar, parece una mujer impresionante.

Salgo a avisar a Oscar para que la llame y en menos de un minuto viene dispuesta a mi llamada, lo que indica esa predisposición cada vez mayor a mis órdenes. El Sr. Clifford se pone de pie en cuando Adriana hace acto de presencia en mi despacho, al verla con ese vestido negro tan sexy, esas largas piernas y esos taconazos que sujetan tan sutilmente sus tobillos por una pequeña hebilla.

-        Adriana, te presento a mi socio, el Sr. Clifford.

-        Encantada. - dice dándole dos besos mientras mi socio le pasa la mano por la espalda.

-        Mucho más bonita de lo que me habían contado. - añade él, haciendo que ella se sonroje de esa forma que tanto me pone.

-        Y no veas como la chupa. - le digo al Sr. Clifford ante el estupor de ella.

-        ¿Ah sí? - responde el otro.

-        Sí, Adriana, demuéstraselo.

-        Pero... - protesta ella ligeramente volviendo su cara hacia mí.

Por mi mirada seria sabe que es una orden importante que debe acatar, pero sigue reticente. Le doy al botón durante unos segundos y la bolita hace la labor en su chochito lo que hace que ella se arrodille de repente frente a mi colega, que sonríe alucinado al verla tan dispuesta.

Así de rodillas frente a mi socio, tras regalarle una sonrisa, le baja los pantalones y el bóxer, sacando a relucir una polla pequeña pero gorda, la agarra con sus delicadas manos y empieza a besarla y darle lamidas a su prepucio. Al ver esa escena me excito mucho, por lo que cojo el móvil y le doy a la máxima potencia al vibrador. Ella deja de inmediato de chupar el glande de Clifford, y gime de placer mientras con la otra mano se acaricia el clítoris, presa de un intenso placer interno. Mi socio, totalmente excitado agarra la cabeza de Adriana y se la introduce de una estocada en la boca hasta dentro. Ella, con las manos le da golpes en el abdomen de mi socio porque se la ha metido tan profundo que casi no puede respirar, aun así, él insiste en esa posición y veo como ella al fin, se va adaptando a esa nueva faceta de “garganta profunda”, al fin la suelta y ella a continuación acaba chupando con esmero la polla, hasta que el hombre la pega de nuevo a su abdomen y esta vez sin que Adriana pueda rechistar lo que hace que Clifford se corra de inmediato en su boca, tragándoselo todo para poder respirar. Mientras veo Adriana a cuatro patas y tosiendo después de tragarse toda la leche de mi socio, tras dejarla reponerse unos segundos, le doy un toque al vibrador a modo de agradecimiento a su labor y ella vuelve su mirada felina hacía mí. Sin darse cuenta, la he convertido en toda una puta

-        Tenías razón, sí que la chupa bien tu nueva zorrita, Héctor. - me dice mi socio dándome una palmada saliendo de mi despacho orgulloso y satisfecho.

Una vez solos, le doy un pañuelo a Adriana para que se limpie la nariz ya que le ha salido un poco de esperma al igual que en su boca y barbilla al tiempo que le pregunto:

-        ¿Estás bien, preciosa?

-        Eres un cabrón. - me responde.

-        ¿En serio?

-        ¡No soy la putita de nadie! - añade limpiando los restos de semen de mi socio.

-        Sí que lo eres, eres mi putita y yo voy a ser tu amo. - Replico. - Además, esta noche te voy a follar tu culito virgen. De hoy no pasa.

-        Ni lo sueñes. - Me contesta negando con su cabeza como si estuviera loco.

-        Ya veremos.

Paro el vibrador del móvil, Adriana se recompone el vestido y se da un poco de maquillaje retocándose los labios y el rímel en los ojos. Nos dirigimos al ascensor para bajar a la pista central de la disco. Dentro de ese cubículo aprovecho para tocarle el culo por encima del vestido. Ella, aunque rehúye de esos tocamientos en un principio, después me mira a los ojos durante unos segundos, coge mi mano y la vuelve a poner en su culo y me planta un beso en los labios justo antes de que se abra la puerta del ascensor y entonces nos separamos, cada uno por su lado a seguir atendiendo a nuestros invitados.

CONTINUARÁ…

Raúl & Sylke

ID: 1065569 & 786531