Domando a Adriana - Capítulo 2

Sigo entrevistando a Adriana, primero para conocerla mejor, pero mi verdadero objetivo es saber si está dispuesta a aceptar nuevos retos que la acerquen más a mí.

DOMANDO A ADRIANA (Raúl y Sylke)

CAPITULO 2

-        Sé que soy un cerdo – le digo a Adriana volviendo a oler sus braguitas – pero en el fondo te ha gustado complacerme, ¿a que sí?

Su sonrisa y su silencio, la delatan. Le devuelvo una sonrisa, pero los ojos de ella, parecen estar diciéndome que eso le ha gustado. Al acercarse el camarero con otra botella de vino blanco, aprovecho para meterme el tanga en mi bolsillo de la camisa, ya que para comer me he quitado la chaqueta. Una vez que nos deja la botella y se va de nuevo a atender a otras mesas, le sirvo un poco de vino a Adriana mientras veo como saborea y come una ostra. Aprovecho para pegarme a ella a tal punto que mi mano roza con descaro su muslo izquierdo y justo cuando voy hacer mi siguiente jugada, aparece el maître con un teléfono, diciéndome:

-        Sr. Casas, tiene una llamada.

-        ¿Quién? - pregunto.

-        El Sr. Clifford.

No recordaba que había apagado mi móvil y atiendo la llamada y mientras hablo con mi socio y bebo un sorbo de vino, veo a Adriana degustar las ostras y los percebes de la mariscada, mientras acaricio suavemente su pierna bajo el mantel sin que aparentemente ella ponga ninguna objeción.

Sigo hablando con Clifford, pero pensando en mi siguiente jugada con Adriana, viendo que mis roces en su pierna, han sido aceptados. Confío en que caiga rendida a mis pies mucho más rápido de lo pensado y llevarla al baño o al parking para que me haga una buena mamada y saboree mi polla, pero tengo que templar y no actuar bruscamente porque sé que se me echará atrás y no tendré más opciones que conseguir que sea mía. Terminada la conversación con mi socio. Le digo Adriana:

-        Discúlpame, Adriana, por esta molesta llamada. Pero con la nueva disco, siempre hay imprevistos y más papeleo que resolver.

-        Claro. Lo entiendo... es normal, Héctor, un empresario importante como eres y con otras empresas que atender, necesitas una relaciones publicas cuanto antes. - me dice muy segura.

-        Con que das por hecho que estas contratada... - le contesto.

-        Has visto que puedo servirte bien, ¿O no?

-        Bueno, para eso es esta entrevista.

-        También has comprobado mi disposición para entregarte mi tanga sin problemas y te he dejado incluso que me acaricies mi pierna durante la conversación con tu socio. ¿No te parece que estoy superando todas las pruebas? - me dice de nuevo.

-        Para conseguir este trabajo vas a tener que pasar varias pruebas, guapa. - Le suelto, acariciando su cara.

-        ¿Cómo?, ¿Todavía más?

Y justo en ese momento aparece el camarero con una bandeja con el chuletón humeante con su guarnición.

Nos damos un buen homenaje, como se suele decir con semejante banquete. Estoy consiguiendo que esa mujer se sienta segura conmigo, a pesar de que sabe que juego fuerte. Ahora tengo yo la sartén por el mango, pero aun quiero ahondar más en esa preciosa mujer. Así que le comento sin cortarme:

-        Ahora, Adriana, que veo que eres capaz de “casi todo”, me gustaría hacerte unas preguntas personales... íntimas.

-        Bueno, creo que después de quitarme las braguitas y regalártelas, no habrá nada que me asuste. - dice ella con un brillo en los ojos, que supongo es fruto del vino que hemos ingerido en toda la comida.

-        Verás, quiero que seas sincera y por mucho que te cueste creer lo que te pregunte es importante para mí y para poder contratarte en este importante puesto.

Ella me mira, mientras estamos degustando los postres, una tarta de fresa deliciosa que ella paladea en su boca metiendo la cuchara de forma muy sensual. Se nota que sigue desempeñando su papel.

-        Adelante, pregunta, Héctor. Seré sincera. -  me dice.

-        Vale, ahí va la primera. Por favor, la verdad: ¿Cada cuánto tiempo tienes sexo con tu esposo? - le suelto.

-        ¿Perdona?

Otra vez mi silencio que lo dice todo y solo me limito a meterme en la boca otra porción de la deliciosa tarta. Duda unos segundos más, pero acaba respondiendo:

-        Vale. Pues dos o tres veces por semana.

-        Bien. ¿Satisfactorio supongo?

-        Bueno, sí, no tengo queja.

-        ¿Usáis condón?

-        Perdona, Héctor, no acabo de entender... - me reprocha abriendo más sus grandes ojos.

-        Me prometiste ser sincera.

-        No, no usamos condón, tomo la píldora.

Tras otra pausa, que yo utilizo concienzudamente, pues ella está perdida en esta batería de preguntas extrañas, aunque insisto en hacerle entender lo importante que puede ser la sinceridad y la complicidad entre nosotros si quiere ser la aspirante al puesto. Ataco de nuevo:

-        Dime. ¿Dónde se corre tu marido? ¿en tu boca, en tus tetas, en tu coño, en tu cara?

-        En mi boca no...

Ella se sonroja al decir eso lo que me da más aliciente, pues veo que su seguridad ya no parece tan sólida como al principio, se ve que ese punto es otro de más los débiles. Mi plan está saliendo rodado.

-        Vale, entonces se corre en tu coño normalmente.

-        Sí - responde y sigue roja sin creerse que esté contestándome a esas preguntas, pero pega otro trago de vino que le anima en este interrogatorio tan extraño.

Abro mi cartera y saco un buen fajo de billetes, quiero que ella se fije también en eso y llamo al camarero para que me traiga la cuenta. Cojo una mano de Adriana y la pongo entre las mías. Ella se deja hacer...

-        ¿Sabes? Eres mi mejor candidata para el puesto, no te lo voy a ocultar. He visto tu disponibilidad para obedecer una orden sin rechistar, incluso responder a preguntas muy íntimas y personales que seguramente no le has contado a nadie.

-        Sí, quiero ese puesto Héctor... es importante para mí. No te defraudaré.

-        Tengo otra candidata en mente que reúne muy buenas cualidades. - le miento.

-        ¡Ah, vaya! Supongo que la chica rusa que se entrevistó antes que yo...

-        Sandra... sí, veo que eres observadora, además.

-        Claro, es una chica muy bonita, no lo niego, pero seguramente no tan preparada como yo.

-        Ella demostró otras dotes que también valoro mucho. - añado chupándome el dedo haciendo un gesto que no le deje muchas dudas.

Ella parece sorprendida, pero está claro que necesita ese trabajo y hará los mayores esfuerzos de su vida... ¿o no?

-        Soy tu mejor candidata, tendrás que comprobarlo, pero no te defraudaré. - dice ella insinuante, pero sin concretar en nada.

-        Muy segura te veo.

Sé que su respuesta intenta ser lo más sincera posible y me creo que esté dispuesta, pero ¿será a todo?  Tras entregar una buena propina al camarero, dejándola a ella de nuevo sorprendida, salimos del restaurante en dirección al parking. Le abro la puerta de mi coche, pero esta vez, la de mi lado, para que sea ella la que se ponga al volante.

-        ¿En serio vas a dejarme conducir tu Ferrari? - me pregunta sorprendida.

-        En el caso de que seas mi chica elegida, tendrás que acostumbrarte a tantos caballos.

Aprovecho para volver a ver bien sus piernas por entero, que intencionadamente me ha ofrecido entreteniéndose más de la cuenta. Me ha parecido intuir su coño, al menos he visto una pequeña sombra entre sus piernas que me ha puesto más contento. Sin duda, ella me quiere agasajar y desarmarme. Pero contengo mis caballos, tengo que ser cauto e inteligente.

Adriana maneja con prudencia mi coche, debido en gran parte a su falta de costumbre, el vino que hemos ingerido y el hecho de manejar los pedales con esos taconazos, pero a mí me encanta seguir observándola viendo su cuerpo curvilíneo, su faldita subida en plena conducción y una posición que me resulta muy seductora ¿Acaso puede haber algo más sexy que una mujer hermosa conduciendo y haciendo rugir a mi Ferrari?

-        Veo que no se te da mal. ¿Todo lo haces bien, Adriana? - le pregunto, sin dejar de admirarla.

-        Ya me has puesto a prueba. ¿No crees? - me dice sonriente concentrada en la carretera.

-        Para ese puesto, me gustaría pedirte que pases una segunda prueba importante. - le digo sin despejar mi vista de sus interminables piernas que acaban en sus sexys tacones.

-        Dime, Héctor.

-        Quiero que folles con tu marido todos los días de esta semana.

-        Pero... eso...

-        ¿Lo harás o no?

-        Si. Claro.

-        Y quiero que lo hagas con condón y me traigas la prueba de que no se ha corrido en tu coño si no en el globito.

La cara de Adriana es un poema, me gusta verla desarmada, porque ese es el primer paso para saber si va a ser capaz de obedecerme ante semejante prueba. Llegamos a su casa, le abro la puerta y sonrío ante esa mujer despidiéndome con un “hasta mañana” y un suave beso en sus labios. Sin duda, está descolocada.

A la mañana siguiente llamo Adriana a primera hora.  Mi plan no puede fallar y sigo trazándolo concienzudamente a pesar de todo.

-        Hola Adriana, buenos días, ¿Te he despertado?  - le pregunto.

-        Hola, muy buenas Héctor, no estoy desayunando con mi marido.

-        Te llamo porque esta semana no voy a poder estar a tu lado y seguir entrevistándote, debido que tengo que coger un avión con mi socio a Inglaterra y Alemania para invertir en otros negocios.

El silencio de Adriana me parece excesivamente largo. ¿Quizás se haya desilusionado ante la posibilidad de no poder cumplir mi segundo reto?

-        ¿Adriana? - pregunto.

-        Sí, estoy aquí.

-        Ok. Quiero pedirte otro favor. Ya sé que no tienes contrato todavía, pero también quiero ver cómo te desenvuelves sin mí. Necesito que hables hoy con Oscar, al que conociste ayer antes de la entrevista.

-        Sí, claro... tu ayudante.

-        Exacto. Le he dado instrucciones para que te preste ayuda y te encargues de buscar a camareros/as, gogos, strippers, gente de seguridad y vigilancia, esto último referente quiero que sea con cuidado, lo más moderno y nada de convictos, ¿vale?

-        ¿Pero en esta semana?

-        Claro, espero que no me falles.

-        Tranquilo. Lo haré como pides. - dice ella.

-        Bueno te dejo Adriana, que pases un buen día y.… buena semana. Hablamos a mi vuelta.

Justo cuando ella creía que le iba a cortar la comunicación, me llama, algo que, por cierto, ya me esperaba.

-        Espera, ¿Héctor? - me dice.

-        Dime. preciosa.

-        Esto... ¿qué hago con lo que me pediste?

Me hago el desentendido, como si no supiera de lo que me habla, pero oigo sus pasos y debe estar alejándose de su esposo.

-        Héctor, ya sabes... que mi marido me folle todos los días y te entregue el condón con su esperma. ¿Lo has olvidado? - me lo dice susurrando casi ni aprecio su voz.

-        No, claro que no, y veo que tú tampoco. Así me gusta. Esa prueba sigue en pie lo que pasa que en vez de dármelo en persona sacaras una foto junto con el periódico de cada mañana.

-        ¿Una foto?

-        Sí, Adriana y el día que yo vuelva los traerás a mi despacho para comprobarlo. A pesar de todo me fio de ti, pero todo esto forma parte del reto y sé que superarás esta segunda prueba. Bueno te dejo que tengo que coger un avión - le digo antes de darle mi número de móvil para que me envíe allí las fotos solicitadas.

-        Buen viaje. - Me dice, pero en su voz noto una especie de decepción, y en mi interior detecto que estoy a punto de doblegarla.

El resto de la semana transcurre con normalidad, eso sí con muchas reuniones y comidas, pero me agrada cada mañana recibir una foto de Adriana que agarra en su mano el famoso condón lleno de semen de su marido. Podría haberme engañado, pero creo que lo habría notado y se la ve muy segura en sus mensajes y en cada foto que me manda sonriente, mostrándome junto con el periódico del día, tal y como le había encargado.

El jueves por la tarde como tengo tiempo libre hablo con Oscar para interesarme de mis cosas por la oficina y le pregunto qué tal se había desenvuelto Adriana con esos quehaceres que le había mandado y cuando mi subordinado me dice que ha hecho prácticamente todo, con mucha soltura y profesionalidad, tampoco me sorprendo.  Y solo ha quedado por contratar la empresa de vigilancia que lo dejará cerrado al día siguiente, según me comenta mi empleado.

No tengo dudas en cuanto a la forma de trabajar de mi preciosa Adriana. Sé que he acertado desde el minuto uno en mi elección, pero yo voy más allá de lo puramente profesional, quiero tenerla a mis órdenes en todo, mejor dicho, quiero tenerla entre mis piernas cuanto antes. Así que cuelgo mi llamada con Oscar y la llamo.

-        Hola Adriana.

-        Hola Héctor. - Cuando oigo mi nombre su voz cambia totalmente.

-        Te llamo para decirte que mañana a primera hora estaré en mi oficina quiero hablar contigo de varios temas, por cierto, he hablado con Oscar y has solucionado todos los problemas que te pedí, ya sé que ese no es tu trabajo, pero me agrada mucho que me hayas ayudado. Por eso mañana serás recompensada como te mereces económicamente.

-        Muchas gracias. Lo he hecho todo con mucho gusto.- Me dice y noto alegría en su voz, pues se ve muy cercana a que la contrate.

En ese momento estoy viendo una espectacular mujer pasar por mi lado con sus tacones y me viene a mi mente el cuerpo de Adriana tumbada en la cama y penetrándola por todos los orificios y me excito. De pronto la pregunto:

-        ¿Adriana llevas bragas?

-        Sí. - Me contesta dudosa.

-        Quítatelas y déjalas en mi despacho. Quiero verlas allí cuando llegue.

-        ¿Algo más? - me pregunta, como si eso ya estuviera superado.

-        Sí, mañana quiero que vengas sin ropa interior y me traigas mis regalitos, Ya sabes a qué me refiero, ¿entendiste?

-        Si, Héctor. Lo haré como me pides.

-        Ah, otra cosa.

-        Dime.

-        Quiero que vengas con medias... sin ropa interior, recuerda.

-        ¡Claro! - responde obediente y yo vuelvo a tener un espasmo en mi polla imaginándolo.

A la mañana siguiente regreso a la ciudad y voy directamente al despacho de la disco, y encima de la mesa bien estiradas me encuentro un tanga color azul celeste semitransparente. Me lo acerco a la nariz y huele a su sexo que es mucho mejor que ese perfume que olí en su anterior tanga. Lo guardo en mi bolsillo del pantalón, saco mi portátil, lo enciendo y me meto en Skype para terminar unos asuntos con mi socio. Mientras estoy hablando con el Sr. Clifford, llaman a la puerta con 2 toques muy suaves, sé que es ella, mi diosa, mi afrodita y noto mis nervios, pero aguanto un par de minutos para despedirme de Clifford.

-        ¡Adelante! - digo al fin.

Adriana entra como una supermodelo con paso firme y erguida oyéndose a cada paso el taconeo de sus zapatos en el entarimado y se coloca enfrente de mi mesa, con decisión, pero menos altiva que una semana antes, esperando mi reacción, mis nuevos retos. Yo, aunque disimulo para transmitirla seguridad, me quedo sin habla de lo espectacular que viste, carraspeo un poco, me levanto de la silla y dando unos pasos me acerco a ella, le digo:

-        ¡Adriana estas espectacular!

¡Como para no estarlo! Lleva una blusa roja semitransparente que justo lo que tapa es su busto redondo y abultado, una falda de cuero que llega por debajo de las rodillas con una abertura lateral que le llega muy arriba. Se descubren unas medias negras brillantes, tal como le pedí, de las que llevan esa fina costura detrás de su pierna, desde el talón hasta lo más alto de su muslo, que me encandila. Ella mueve sus pies, abriendo ligeramente las piernas y así la falda se abra y me fije bien en esos detalles. La abertura es tan alta, que puedo ver el final de sus medias, con el dibujito de encaje, incluso se puede descubrir más arriba la curvatura que da comienzo a su hermoso y redondito culo, y para rematar en sus pies, unos zapatos finos negros con suela roja, marca Louis Vuitton, de unos diez centímetros de tacón.

-        Gracias. - Me contesta halagada.

Lo primero son los negocios y como un buen empresario y hombre de palabra me giro a la derecha donde tengo un armario empotrado color caoba, donde abro una puerta y dentro hay una caja fuerte que la abro con mi huella dactilar para sacar un par de fajos de billetes y se los entrego a Adriana por ese gran trabajo realizado a la perfección durante la semana tal y como me ha confirmado Oscar. Ella me sonríe y guarda el dinero en su bolso, pero antes saca de él un pequeño neceser azul, que me entrega con sus pies muy juntos, en una señal que me parece de sumisión. ¡Esto funciona!

Abro el neceser y veo cuatro condones llenos de semen, los mismos que me envió por foto. Después de sonreírla en agradecimiento, tiro el neceser a la papelera junto al escritorio.

Me acerco a ella, le doy la mano para que acompañe al sofá que tengo al otro lado de la habitación. Guardo silencio en el trayecto para volver a escuchar el mágico sonido de sus tacones en el suelo y me recreo cuando se sienta y cruza las piernas con sensualidad. Al hacerlo, sus muslos enfundados en sus medias negras se ven por entero, incluso el refuerzo del talón cuando ella juega con uno de sus zapatos deslizándolo sutilmente fuera de su pie, sin que llegue a caer al suelo. ¡Es toda una artista! Al fin le digo:

-        Adriana, me gusta tu sinceridad... tu disposición y compromiso conmigo. Gracias por cumplir mi nuevo reto y por dejarme tu tanga en mi escritorio, por esas medias tan sexys, como te pedí, y supongo que, claro... no llevas ropa interior.

-        No. Voy sin nada debajo, siguiendo tus instrucciones.

A continuación, retira la falda por la abertura y la sube ligeramente, dándome una panorámica aun mayor de sus muslos, de toda su media sujeta firmemente a su muslo y la cadera desnuda, para demostrarme que es cierto.

-        Me gusta tu predisposición, Adriana. - le digo acariciando suavemente su pantorrilla en ese suave tacto del nylon.

-        Lo estoy haciendo bien, ¿Entonces?

-        De maravilla. Por eso esta próxima semana quiero ponerte la última prueba.

-        ¿La última?

-        Sí, creo que, si cumples esta, tendré que entender que es totalmente cierto ese compromiso tuyo.

-        Por supuesto. Pídeme lo que quieras.

-        Verás, mi reto es el siguiente: quiero que no folles con tu marido desde esta noche, ¿lo entendiste?

Cuando digo esa frase estira la pierna algo tensa, lo que me permite, con esa abertura de la falda totalmente expuesta la vista de toda su pierna embutida con las medias, desde el pie hasta el comienzo de su ingle y descubrir de nuevo que no lleva tanga o braga.

-        ¿Pero no podré tener nada de sexo con él? - me pregunta alarmada.

-        No. Absolutamente nada... durante una semana. ¿Lo harás por mí?

-        Si, lo haré, no sé cómo, pero lo haré. - Afirma rotunda.

Recojo su mano y la pongo entre las mías.

-        Vamos a desayudar en una terraza que hay aquí cerca. - le digo.

Nos sentamos en un lugar en el que todo el mundo puede apreciar la belleza de Adriana y su vestimenta tan sugerente. Todo el mundo que pasea a nuestro lado admira a esa belleza y yo me siento muy bien, teniéndola más cerca de mí cada vez. Mis ojos recorren todo el cuerpo de esa mujer que cada día que pasa encuentro más deseable y más sexy. Oscar me ha confirmado, además, lo bien que ha hecho todo... a la perfección, encargo por encargo, resuelta y diligente.

Adriana y yo charlamos en el desayuno cada vez con más familiaridad y confianza, justo lo que yo quería. Y aprovecho para preguntarle:

-        ¿Cómo has conseguido convencer a su esposo, primero para follar todos los días con él y que fuera con el condón...?

-        Le dije que estaba muy caliente todas esas noches y para lo del condón puse la excusa de estar descansando con la píldora unos días. - me responde resolutiva.

-        Buen trabajo.

Realmente me sorprende su gran habilidad y destreza para resolver cualquier obstáculo que se le ponga por delante, eso es vital, pero, además, que sea capaz de engañar a su marido con tal de superar las pruebas indispensables para el puesto. Este tercer reto va a ser definitivo en mi plan.

-        Adriana, ¿te he dicho que estás espectacular?

-        Sí, gracias, Héctor. Me alegro de que te guste mi estilo. Se lo pregunté a Oscar y me dijo que con esto no fallaba contigo.

-        ¿A él le gustaste?

-        ¿A Oscar? Claro, no me quita ojo. Y me ha piropeado a base de bien.

-        No me extraña. Le tendrás loco estos días, es que eres alucinante.

-        ¿En serio te gusta mi look?

-        Por supuesto.

-        Ya ves que me puse lo que me pediste. - añade retirando un momento la abertura de la falda y mostrándome de nuevo el brillo de sus medias.

-        Gracias por complacerme en eso. Has acertado y es el tipo de atuendo que quiero que lleves siempre para este trabajo. Cuando te presente a la gente quiero que luzcas como nadie con ropas sexy y por supuesto, tacones.

-        ¿Pero entonces estoy contratada? - me dice arqueando sus cejas.

-        Bueno, si pasas esta última prueba, que creo que vas a conseguir, aun no sé cómo.

-        ¿Te refieres a no follar con mi esposo?

-        Exacto. ¡Una semana sin follar! ¡Sin nada de sexo!, ¿Cómo lo ves?

Adriana se sonríe pues las mujeres saben perfectamente torear ese tema de dejar a su marido sin sexo, aunque ella no sabe que la prueba tiene un pequeño truco.

-        ¿Cómo vas a hacer para convencerle? - le pregunto a ella, mientras me hace un lento cruce de piernas.

-        Le diré que necesito estar concentrada para mi nuevo trabajo y que tengo la cabeza en ello, que tenga paciencia.

-        Bien, eres buena buscando excusas. ¿No te importa mentirle?

-        Te dije que haría cualquier cosa para conseguir ese empleo, hasta mentir a mi esposo.

-        Veo que lo tienes claro. Pero quiero preguntarte otra cosa, ¿Y tú? ¿Podrás aguantar sin follar una semana?

-        Sí, claro. - me responde segura de sí misma.

-        Pero comprenderás que quiero estar seguro de que no me vas a engañar y cumplirás tu palabra. - digo dando un sorbo de mi café.

Me mira sorprendida y entonces, en ese momento saco del bolsillo de mi chaqueta una esfera muy especial. Es una especie de bola china de acero inoxidable de unos 5 centímetros de diámetro. Juego con ella entre mis dedos y luego se la entrego a Adriana, que la coge entre en su mano confusa, sin saber de qué se trata.

-        ¿Qué es esto, Héctor? - me pregunta.

-        Es un dispositivo especial controlado a distancia.

Me sigue mirando más sorprendida todavía. Pero se lo explico detalladamente:

-        Esta pequeña esfera metálica tiene en su interior un chip que se puede controlar desde una aplicación de móvil a distancia, controla temperatura, posición GPS y si se mueve fuera del sitio en donde estará albergada.

-        ¿Y cuál es ese sitio? - me pregunta sin entender nada.

-        ¡Dentro de tu coño!

La cara de Adriana es todo un poema, pero tengo que repetirle las funciones de esa pequeña bola que se ubicará dentro de su coño, primero para controlar en todo momento donde está a través de un GPS, segundo, saber sus constantes de latidos, temperatura, etc.… y por supuesto no se puede mover de ahí, bajo ningún concepto, en toda una semana porque la aplicación me avisaría de inmediato que la pequeña esfera ha sido extraída de su cobijo.

-        Pero, Héctor, ¿para qué quieres que me meta esto ahí? - me dice ella entregándome de nuevo la bola.

-        Verás, así sabré que realmente no tienes sexo durante una semana, ni con tu marido ni con nadie y yo veré a través de mi móvil que no me engañas. ¿Lo harás?

-        Por supuesto que lo haré y superaré esa última prueba - añade segura.

Le muestro la bola y ella me la quita de la mano de forma decidida para, a continuación, abrir disimuladamente sus piernas sin que nadie sospeche y justo delante de mí, se mete en el coño la bola. Noto su pecho hincharse al hacerlo. Le sonrío por su atrevimiento y por obedecer esa nueva orden que será la última y definitiva prueba.

Enciendo mi IPhone y compruebo que todo funciona correctamente y se lo muestro: Temperatura, latidos, humedad, presión sanguínea, posición GPS y el OK en verde de que todo está en su sitio.

-        ¿Te ha quedado claro, entonces? - le digo sonriente y agradecido.

-        Bueno, casi todo. No entiendo muy bien para qué quieres saber esas constantes que controlarás de mi cuerpo.

-        Es sencillo, Adriana, controlando tu temperatura, latidos y humedad sabré si tienes sexo de cualquier tipo: oral, anal, incluso si se la chupas a tu esposo, me llegará el aviso de que todo se ha disparado. Si noto algo raro no podrás pasar la prueba.

-        Vaya, el anal desde luego que no, jeje.

-        ¿Por qué lo dices?

-        Pues porque yo nunca...

-        Espera. ¿Me estás diciendo que nunca has tenido sexo anal?

-        No, Héctor, soy virgen por ahí.

Mi polla da un espasmo al oírla escuchar eso. No me puedo creer que un culito tan apetitoso esté sin estrenar, eso me motiva todavía más y la erección llega a dolerme.

-        Puedes estar tranquilo que haré lo que me pides, Héctor - me dice ella fiel a su compromiso.

La veo sonreír victoriosa y segura de sí misma por el hecho de poder cumplir esa semana sin sexo y que me lo podrá demostrar para conseguir su ansiado puesto de relaciones públicas. Yo en cambio no dejo de pensar en esa boca chupando mi polla hasta la garganta, en podérmela follar de mil maneras posibles... pero ahora, sabiendo que su culo no ha sido de nadie, eso me enciende de una manera increíble. Ese agujerito tiene que ser mío.

Una de las cosas que no le he contado a Adriana es que este dispositivo, además de todas esas funciones, tiene una frecuencia de vibraciones que pulsaré a distancia a mi antojo y le provocará unos espasmos en su sexo que serán difíciles de controlar por su parte, dándole placer con esas pequeñas vibraciones, incluso podría llevarla al orgasmo si yo quisiera, todo en el momento que yo considere oportuno y que me llevará a mi objetivo final.

Estamos terminando de desayunar cuando aparece el camarero para pagarle la cuenta y recoger los platos, cuando enciendo el móvil y le doy al vibrador a máxima potencia, veo que Adriana se le cambia totalmente el rostro y se le encoje el cuerpo de tanta excitación, agarrándose fuertemente con su mano a mi brazo, teniendo un espectacular orgasmo, oyéndola en voz baja como gime de placer. El camarero al ver Adriana que parece que está como dolorida le pregunta:

-        Señorita, ¿está usted bien?

-        Si, si no se preocupe es que me ha dado una bajada de azúcar. - Responde ella sofocada entre espasmos.

-        Si es que necesita comer un poco de azúcar para recuperarse. - Digo yo mientras vuelvo a usar el móvil dándole al vibrador.

-        ¡Voy a por azúcar! - dice el camarero sin entender muy bien sus reacciones.

-        No, tranquilo, no se moleste. tengo preparado su ración de azúcar en mi despacho. - le comento yo al hombre riendo.

Pago la cuenta del desayuno, agarro a mi musa de la cintura y nos dirigimos hacia mi despacho de nuevo. Por el camino, pruebo la aplicación y le doy otras 4 sesiones al vibrador y claro, cada dos pasos nos paramos por lo excitada que está. Ella me dice:

-        ¡Héctor! Esto... aparte de lo que me has comentado, ¡Es un vibrador!

-        Si. Jejeje...

-        ¿Por qué?

-        Sé que vas a cumplir tu palabra de no acostarte con tu marido o con nadie, pero quiero saber cuándo estas tan excitada como ahora, cuál es tu límite. - y a continuación le doy al botón del vibrador de nuevo.

-        !Ah, Dios! - chilla de placer. Mientras se agarra un pecho concretamente el derecho para estimularlo.

-        ¿Ves? ¡Estás a mi merced y hecha toda una zorra Adriana!, cuando lleguemos al despacho me vas a pedir polla, ya lo verás... - Lo digo con toda la crudeza

-        ¡Estás muy seguro! – dice todavía muy altiva, en un momento en el que detengo la vibración, pero ella se agarra fuertemente a mi brazo pues aún está cachonda perdida.

-        Claro que estoy seguro, y te lo digo rudamente, además, porque deseo tener ese cuerpazo para mí y mi polla dentro de tu boca... de tu coño... ¡de tu culo! - añado y vuelvo a darle al vibrador.

Sin duda mis palabras, lejos de calmarla, la excitan más.

-        Para por favor ¡Mmmm, Héctor... me matas! - Me ruega entrecortadamente gimiendo de placer.

CONTINUARÁ…

Raúl & Sylke

ID: 1065569 & 786531