Domando a Adriana - Capítulo 1
Por fin pongo en marcha mi proyecto "Satisfayer Disc" y para él, entrevisto a varias chicas al puesto de relaciones públicas, aunque hay una de las candidatas que me encandila desde el primer momento, soñando que pueda ser mía.
Este relato forma parte de un experimento de relatos compartidos con diversos autores, autoras, lectores y lectoras…
DOMANDO A ADRIANA (Raúl y Sylke)
CAPITULO 1
Me llamo Héctor Casas y soy un reconocido empresario de esta ciudad. Tengo negocios de todo tipo, pero entre mis empresas destaca mi joyita, la niña de mis ojos, la nueva discoteca “Satisfayer Disc” que hemos creado mi socio el Sr. Clifford y yo. La verdad, espero que sea la verdadera joya de mis empresas, porque este proyecto me ha costado muchos años hacerlo realidad, debido a que mi sueño de siempre, algo grande en lo que apostar, hasta convertirlo en algo más que una simple discoteca, un lugar de reunión de música, de grupos, cantantes, gente Vip... uno de los mejores centros de ocio y de eventos de la comarca, con mucho personal cualificado... pero siempre me costó encontrar fondos para realizar dicho proyecto, y después de conseguir que un socio que invirtiera en él, tuve que lidiar con la burocracia de los políticos para darme permiso en construir mi gran obra maestra.
Por suerte y tras mucho papeleo conseguí que mi proyecto se haya hecho realidad, y aquí estoy conduciendo, a pocos días de la inauguración, en mi Ferrari F40 hacía esta macro discoteca con intención de cerrar las últimas entrevistas a mi nuevo personal. Ya tengo casi todos mis empleados contratados: más de cien. Pero hoy he dejado para el final la entrevista que considero más importante: la que será mi futura relaciones públicas. Os preguntareis, quizás, queridos lectores, por qué elijo yo al personal, teniendo un subordinado cualificado para hacerlo, pues es algo que me gusta hacer personalmente, lo primero, sobre todo en esos puestos clave, tanto en chicos como en chicas. Puede que para otros puestos no sea importante, pero en algún caso es imprescindible la buena presencia y también la disponibilidad y compromiso con la empresa por su parte. Yo a cambio les pago muy bien y cuido de ellos.
Me gusta esa labor de elegir especialmente a las chicas, soy muy perfeccionista en eso, en cómo van vestidas, como se desenvuelven, como se enfrentan a los retos, que sean sexys... si me entran por el ojo, seguro que a mis clientes también. Si ellas me seducen con una sonrisa, un escote o un cruce de piernas, seguro que enamorarán a más de uno. No, no creáis que soy un depravado ni nada parecido, al contrario, me atrae la idea de conquistar a una mujer, pero más aún que ella me conquiste a mí, a veces con una simple mirada. Por eso, en puestos de responsabilidad, tengo muy claro que son ellas las que mandan y nos ponen donde quieren, aunque luego tengamos que ser nosotros los que encontremos esa llave para abrir su “dulce candado”.
Así que, aquí estoy, enfrente de la disco, en mi precioso Ferrari rojo. Le entrego las llaves del coche a uno de mis empleados que hace las labores de portero.
- Hola Mario, qué tal tu mujer, ¿cómo lo lleva? - le pregunto.
- Bien, jefe, está casi de ocho meses.
- Pues cuídala y si necesitas días, me lo dices. Lo que sea.
- Gracias, jefe.
Mi gente me quiere, pero también es verdad que yo también les doy cariño, protección, consejo... además de un trabajo y sueldo, claro.
Me miro en el gran espejo de la entrada y me sonrío en el reflejo. Hoy voy vestido casual, es decir, unos vaqueros, una camisa blanca y chaqueta deportiva, y de calzado llevo unos zapatos negros de marca que me han costado un pastón, diciéndolo así, parezco un engreído y un pijo, pero no lo soy, es verdad que tengo mis gustos en los zapatos, en los deportivos... pero soy un hombre sencillo, cercano y humilde.
Nada más entrar en las oficinas, veo a las candidatas a ese puesto de “estrategia de comunicación y atención al cliente” como me suelo referir a “relaciones públicas” y saludo con un abrazo a mi mano derecha, Oscar, mi más fiel empleado de hace años. Avanzo hacia mi despacho y me fijo en todas las chicas, que están esperando a mi entrevista y que levantan sus ojos al verme, casi todas sonríen queriendo agradar y eso me da una sensación de poder que no niego que me gusta. Hay rubias, morenas, pelirrojas... todas ellas muy sexy y con tacones, otra de mis exigencias, eso me gusta porque con mi altura de 1,90, me gusta tenerlas a altura de mis ojos... y bueno porque me encantan las chicas en tacones, claro, agarrarlas por el culo, oír su dulce taconeo, sus movimientos de caderas, en fin, sí, soy un fetichista de los tacones. Mientras repaso con mi vista a todas ellas, me fijo especialmente en la chica que está sentada con el vestido negro escotado, ajustado y corto, la que lleva concretamente esos tacones de plataforma negros y solo con verla mi polla se endurece.
No puedo evitar fijarme en su cuerpo. Es tan distinta a las demás... tiene ese porte elegante, de mujer segura de sí misma, pero ante todo con una carga erótica que debe saber dominar como nadie. No es como el resto de chicas, ni muchísimo menos, tampoco es la más joven, tendrá unos treinta y pico, pero es que es una mujer con todas las letras. Ese vestido negro ajustado corto, tan escotado y su espalda al aire me han impresionado tanto... Esta tía ha conseguido en un segundo que se me ponga dura y eso, os aseguro que me pasa pocas veces en un primer impacto, pues estoy acostumbrado a ver tías buenas pasando por aquí continuamente.
Hablo con Oscar disimuladamente desde mi puerta, viendo la sala de espera,
- ¿Están todas las chicas, Oscar? - le pregunto a mi ayudante.
- Sí, elegí a las mejores candidatas. Casi todas cumplen el perfil, aunque hay un par de ellas que te van a encantar.
No puedo dejar de fijarme en la chica del vestido negro, en su pelo moreno, largo con una especie de diadema, que lo sujeta, mostrando un sugerente busto, con un canalillo que no puede pasar inadvertido a nadie y menos a mí.
Ella ha levantado la vista varias veces y con cierto disimulo me ha soltado una sonrisa, así, sin más. Sin duda sabe gustar y sabe explotar su potencial que ya de serie resulta excelente, pero con movimientos aparentemente inocentes, consigue fijar la vista de su objetivo y ser el centro de atención, justo donde quiere ella. Esas son las chicas que me gustan y me atraen, las que dominan todas las técnicas, las que saben seducir con su cuerpo y con sus gestos... ¡a las que me gustaría dominar a mí!
Precisamente ese es el tipo de perfil que estoy buscando, una chica especial, para un puesto de máxima responsabilidad y que impacte a primera vista. Le digo a mi ayudante, tan solo con una mirada y un gesto, si se ha fijado en ella y él sabe perfectamente cómo me gustan las chicas, con fuerte carácter y altivas para poder “domarla” en ese nuevo puesto tan cercano a mí, pues si Oscar es mi mano derecha, la que ocupe ese puesto serán mis ojos y mi cerebro... conseguir que piense como yo, incluso antes que yo, que se adapte a mí, como un guante, dominarla como a mí me gusta... Oscar no me responde, tan solo hace ese gesto que indica un “sé tus gustos campeón” y le digo:
- Oscar, la del vestido negro y escotado, pásala al final, ¿vale?
- Dalo por echo, Héctor. - y se sonríe casi leyendo mi pensamiento.
Empiezan a pasar las candidatas por mi despacho, con sus curriculums, y claro está, con sus vestidos ceñidos, sus minis o microfaldas, y por supuesto con sus tacones, eso no podía faltar. En ese punto soy un especialista, me fijo en las chicas que llevan tacones y en cómo los usan, la forma en cómo los saben explotar, con esa especie de altivez que les da una pequeña altura sobre los demás y no me refiero a la física si no la suficiente para pisar sobre seguro, dominar con sus andares, estilizar sus piernas, empinar su culito, mover cadenciosamente sus caderas... zapatos cerrados o esos que se abren ligeramente y muestran sus pequeños pies, botas altas hasta la rodilla o incluso más arriba, sandalias de tacón fino, de esas que se ajustan en el tobillo y muestran unos apretaditos pies, bien cuidados y con uñas pintadas meticulosamente, pueden ser con medias con refuerzos, con pantys, con medias de rejilla, con ligueros, puede ser incluso sin nada más que una fina piel de piernas bien depiladas... me encanta ese sonido de los tacones, esos andares, ese cruce de piernas, ese juego que ellas manejan con maestría, como ese de sacar ligeramente el talón, jugar con el zapato en la punta de sus dedos, dejar que se balancee ese zapato, incluso que se salga de forma inocente de su pie, hasta caer al suelo con un sonido mágico al hacerlo, todo ello de forma premeditadamente sensual que a ellas también les aporta esa energía extra para seguir en su juego de seducción... me emociono hasta contándolo. Bueno, eso es algo increíble y la verdad, me vuelve absolutamente loco. Hay quien no lo entiende, pero es un idioma... casi una religión.... Algún día escribiré una tesis sobre ello.
Continúo un buen rato con las entrevistas, pero esperando ansioso el turno final de esa morenaza de largas piernas, que me sigue poniendo la polla morcillona, cada vez que viene a mi mente su imagen. Reviso su currículum para ir conociéndola. Se llama Adriana, bonito nombre, Adriana Martín, concretamente... con 35 años, casada, sin hijos. Aparte de estar licenciada en empresas, ha trabajado en el sector, aunque hace muchos años, es especialista en marketing y finanzas, pero eso no es imprescindible para el puesto, domina el inglés y tiene don de gentes. Casi puedo dar por descartadas al resto de aspirantes que han ido pasando por mi despacho hasta ahora, porque no dejo de pensar en la que he dejado de postre. Esa tía me gusta un montón y me parece de las difíciles de conquistar, las que más me ponen, es como un reto personal.
- ¿Cuántas chicas quedan? - le pregunto a Oscar.
- Dos, aparte del bomboncito que pediste para el final,
- ¡Perfecto! - respondo y le pido que haga pasar a la siguiente.
En eso aparece la siguiente chica, una rubia espectacular que lleva un vestido blanco inmaculado con escote en V marcando sus redondeces y protuberantes pechos, y la parte de abajo bien apretada y corta, destacando su culo respingón. Intuyo que lleva tanga o nada debajo. Además, esa delicia de mujer es poseedora de unas larguísimas piernas enfundadas en unos botines color negro de unos 12 cm de tacón fino. Por sus rasgos, adivino que es una chica extranjera de algún país del este. Y mirando su ficha, acierto pues es una deslumbrante rusa llamada Sandra.
A pesar de que la chica domina el castellano, hacemos la entrevista en inglés ya que tanto en la disco, como en el resto de mis empresas trato con muchos extranjeros, entre ellos mandatarios, profesionales, empresarios, deportistas...
Esa chica me gusta mucho. Siempre me han atraído los rasgos naturales de las mujeres de origen eslavo. Las preguntas que le hago, son las habituales a todas: nombre, edad, idiomas, si ha trabajado en puestos similares, cuál fue su último trabajo, si tiene novio o marido... Esa pregunta es importante para el puesto, pues el trabajo es principalmente de noche y no quiero líos con sus respectivas parejas porque muchas veces los clientes masculinos intentan ligarlas y no quiero movida alguna con nadie por rollos de celos y todo eso, ya que luego tengo que acabar lidiando con la policía y con el Ayuntamiento para que no me ponga sanciones ni me cierre el local por peleas y cosas parecidas.
Su nombre es Sandra Petrova, de 31 años., nunca ha trabajado de relaciones públicas ya que ha venido al país inicialmente con un visado de vacaciones con unos amigos, pero en su país natal es profesora, y viene a esta entrevista de trabajo con la intención de conseguirlo porque le caduca ese visado y quiere conseguir un trabajo para poder seguir viviendo aquí por más tiempo. Hablando con ella me doy cuenta de que tiene mucho potencial para trabajar aquí, tanto por su belleza, por su compromiso, sus ganas de trabajar, de aprender... a pesar de que transmite cierta timidez, aunque eso puede ser incluso otro punto a su favor, pero sobre todo que está dispuesta a lo que haga falta, eso lo noto al instante.
Su sonrisa, entre tímida y juguetona, su espectacular apariencia, o ese simple hecho de cómo cruza y descruza las piernas para complacerme, consigue que empiece a tener una erección. Sé que su disposición es tanta que con sólo decir cualquier palabra la tendría de rodillas y dispuesta para hacerme gozar o hacerle gozar a ella. No puedo negar que esa rubia despampanante, que aparenta menos edad de la que tiene, está para echarla mil polvos, pero no estoy seguro de que pueda encajar en el puesto porque conociendo a algunos de mis clientes o incluso algún miembro del personal de seguridad, seguramente se aprovecharían de ella, de esa inocencia y de su cuerpo, naturalmente.
La rusa me encanta, no lo niego, pero no dejo de pensar en la chica del vestido negro, con esa forma de mirar, con esa seguridad, su altivez, es de esas mujeres tan difíciles de conquistar que creo que por eso me gusta cada vez más, sin conocerla todavía. Es tan diferente a la rubia que tengo ahora delante, dispuesta a todo... ambas me gustan, aunque por diferentes razones, una tímida dispuesta, otra aparentemente imposible...
- ¿Cómo andas de redes sociales? - le pregunto a Sandra.
- Tengo alguna experiencia con mis propias redes, pero puedo aprender lo que sea.
- No sé, verás es que el puesto que busco requiere más experiencia.
- Necesito ese puesto u otro, haré lo que me pida.
Veo que la chica está desesperada por trabajar y en realidad me gusta mucho tanto ella como su disposición. Llamo a Oscar y le pregunto por el puesto vacante de Community Manager y me dice que todavía no han encontrado a nadie.
- Verás, Sandra – le digo a la rubia de ojos verdes - te pondré a prueba en ese puesto vacante en informática, en el tema web y redes. ¿Te interesa?
Su respuesta es un “gracias” en los tres idiomas que la chica domina: ruso, inglés y español, para a continuación levantarse y acercarse a la mesa con ese movimiento de caderas y ese taconeo tan sexy.
- No sé cómo agradecértelo, Héctor - me tutea por primera vez apoyando su mano en mi hombro y mostrándome su canalillo seductor.
Entona los ojos y baja los parpados, insinuando que está dispuesta a lo que sea. Desde el principio estaba seguro de la tendría a mi disposición a esa belleza en cualquier momento.
Pienso en la morena que me queda por entrevistar y sé que no será tan fácil como lo estoy teniendo con esta, aunque me esmeraré en conseguirlo. De momento, creo que esta rusa me va a aliviar un poco la calentura
- Ponte en cuclillas – le susurro en su oído y giro mi silla hasta quedar frente a ella.
Sandra, como la buena sumisa que lleva en su interior, lo hace sin rechistar y así, sujeta por los tacones, entiende a la perfección lo que tiene que hacer: baja mi bragueta saca mi miembro bastante duro con sus finos dedos, lo pajea un par de veces y consigue que salga por la punta ese líquido pre-seminal de la excitación que llevo encima. Ella coloca su boca cerca de mi prepucio para saborear mi líquido y con sus labios pintados de rojo pasión empieza a lamerle la punta de la polla. Su habilidosa lengua recorre todo mi tronco lentamente hasta llegar a mis huevos y deshace lo recorrido hasta llegar de nuevo al glande. Allí se la introduce completamente hasta chocar con su nariz en mi abdomen haciéndome una gran “garganta profunda”. Mi respiración se agita de lo bien que lo hace esta putilla y con mis manos le saco del vestido sus hermosas y redondas tetas que tiene. Las acaricio suavemente, mientras ella continua con su labor de chuparme el rabo. Yo me entretengo en sus aureolas hasta llegar a sus pezones puntiagudos para apretárselos hasta tal punto que se le oye un gemido teniendo mi polla totalmente metida en su boca. A continuación, dirijo yo mismo los movimientos de su cabeza sujetándola por la nuca para que choque su linda cara contra mi barriga una y otra vez, con mi polla ensartándose hasta lo más hondo de su garganta, hasta que veo que no voy a aguantar más. Mientras con mi mano derecha le pellizco un pezón, con la otra le ha agarro de su cabello rubio y la aprieto contra mi cuerpo hasta que noto la tensión de mi polla y descargo todo mi esperma dentro de su boca.
Al sacar mi miembro de su boquita, veo que lo ha dejado reluciente. En ese momento me mira y abriendo la boca, me muestra su lengua llena de mi blanca leche, para después tragarla como una buena chica y mostrarme de nuevo su boca vacía. ¡Esta chavala es muy buena!
Tras acariciar su bello rostro, la chica se levanta se recompone el vestido y yo hago lo mismo colocando mi pene, subiéndome la bragueta y acompañándola a la puerta, pero antes de abrir, le ha agarro de la cintura y le doy un beso en el cuello, consiguiendo que ella se derrita de gusto. Por detrás le subo la faldita para tocarle ese culo respingón y me doy cuenta que no lleva ropa interior, al verlo le introduzco un dedo en su rosado ano sin decirle nada. Ella, al sorprenderse, da un pequeño respingo oyéndose de fondo sus tacones contra el suelo, al notarse invadida por mi dedo y cómo lo muevo y lo giro dentro de su apretado culito. Lo saco y lo dirijo directamente a su boca que, con una sonrisa perversa, se mete por entero entre sus labios, saboreándolo y chupándolo como si fuera mi pene.
Una vez recolocada su falda abro la puerta y llamo a Oscar:
- Llama al departamento de informática para solicitar el puesto de Sandra.
- Claro, Héctor. - responde dispuesto mi empleado.
- Hazme pasar a la siguiente - añado viendo que solo quedan dos aspirantes, una pelirroja y mi morena espectacular.
Después de despachar a la siguiente chica, valorar su historial y decirle como a las demás chicas mi agradecimiento por entregar su curriculum y el “ya te llamaremos” vuelvo a avisar a mi empleado, le hago pasar para decirle:
- Oscar, Solo queda la morena, ¿no?
- Si, jefe, tal y como habías pedido.
- Bien, puedes irte, que ya cierro yo la oficina.
Me devuelve una sonrisa y después de invitar a mi candidata a entrar en mi despacho se despide levantando el pulgar detrás de ella, guiñándome un ojo. Por fin es el turno de esa belleza tan anhelada.
Verla entrar es como un terremoto. Esa impresionante mujer deslumbra a cada paso, lo es más todavía en su porte elegante y sexy cuando camina hasta mi mesa. Me mira con la vista clavada en mis ojos, sabiéndose segura de sí misma y sus andares, con movimientos calculados de caderas en un vaivén hipnotizante, marca los pasos decidida, haciendo ese sonido en la tarima con sus tacones que me vuelve absolutamente loco. No solo está buena, es un pibón andante. Le pido que se siente y ella lo hace con toda la sensualidad del mundo, a cámara lenta, cruza sus largas piernas delante de mí. Creo que si la rusa no me hubiera comido la polla hace un rato, ahora la tendría a punto de explotar. ¡Vaya bombón de mujer!
- ¿Eres la última verdad? - le pregunto mirando desafiante a sus ojos y ella mantiene firme su mirada.
- Sí y espero ser la primera, Sr. Casas. - contesta con ingenio y una gran sonrisa, además de un nuevo cruce mágico de piernas
- Por favor, llámame Héctor y de tú, Adriana. - le digo para que vaya tomando confianza.
Esta chica me ha excitado toda la mañana. Ahora la tengo enfrente mía sin poderle quitar ojo de su endiablado cuerpo, aunque como un profesional que soy le digo:
- Un excelente y magnifico curriculum.
- Gracias Héctor. Me alegro que pueda encajar en tu empresa, porque me he enterado de que más que el director, eres el dueño, ¿No?
- Bueno sí, con otro socio, pero sí, soy el que manda aquí.
- Me encantaría estar a tus órdenes. - responde sonriente.
Sé que ella se refiere al trabajo, aunque yo estoy pensando en otro tipo de órdenes. Me la imagino siendo mi sumisa y con solo pensar en eso, mi polla vuelve a despertar.
Durante un buen rato, con preguntas de rigor, seguimos hablando de las formalidades del contrato, de las innumerables chicas que aspiran al puesto, pero ella sabe rebatir cada cosa que le pongo como traba. La experiencia, sobre la juventud, el don de gentes por encima de una carita dulce, el saber estar en cada momento y tomar responsabilidades y yo pienso para mí “además de ese par de tetas”.
- Te voy a enseñar las instalaciones. - le digo y me levanto, haciendo ella lo mismo.
Al estar a mi altura veo que sus tacones la dejan casi frente a mí. La tomo por la estrecha cintura con confianza y ella se deja llevar mientras le voy enseñando la discoteca, algo que evidentemente no he hecho con ninguna de las otras chicas. Al final después de mostrarle todo, le invito a la barra para que tomemos una copa juntos y charlemos amigablemente, pero mis ojos no se despegan de esos labios que sueño abarcando mi polla.
- ¿Tu marido estaría al tanto de este posible trabajo? - le pregunto observando sus perfilados labios rojos.
- ¡Claro! Él no es celoso. Sabe que este trabajo requiere de muchas horas, casi todas nocturnas, algún viaje, tratar con hombres... algo bebidos, algunos con las manos muy sueltas.
- ¡Vaya!, ¿Y eso no le importa?
- No. Claro, me conoce y sabe que soy buena esquivando “golpes”.
- Entiendo...
La tengo ahí sentada en un taburete, tomando una copa con sus piernas cruzadas y me parece tan inalcanzable como deseada... Mientras hablo con esta preciosidad que deseo tener entre mis brazos y entre mis piernas, recibo una llamada a mí IPhone. Veo en la pantalla que se trata de mi socio, el Sr. Clifford.
- Discúlpame - le digo a Adriana - tengo que coger esta llamada.
- Sin ningún problema.
En eso me aparto unos metros y respondo a la llamada, mientras hablo con mi socio observo en la distancia como coge sensualmente la copa y se la acerca a esos maravillosos labios que deseo tener en algún momento del día saboreando mi polla. Y con la otra mano veo como acaricia su pierna desde la rodilla hasta el comienzo de su faldita. Juega con su pantorrilla y desliza los dedos alcanzando con sus uñas el tobillo para luego alcanzar la piel de su zapato e incluso roza el tacón como si se lo estuviera recolocando. Ella tiene calculados esos movimientos, sabe lo mucho que me ponen los tacones, pero sobre todo sabe que la estoy observando, aunque no me mire... en eso las mujeres tienen un radar.
Casi no atino a la conversación con mi socio, pero es que ver ese derroche de sensualidad y a la vez un aire inocente, pero sabedora de su potencial y de las presas que tiene alrededor, me tiene totalmente excitado tanto, que me tengo que agarrar mi polla por encima del pantalón para colocármela mejor y que no me duela mientras admiro a ese pedazo de monumento que tengo enfrente.
Después de responder mecánicamente con las típicas frases para cortar la llamada “sí, aja, está bien, perfecto, vale y luego hablamos” apago el móvil porque no quiero que nadie me moleste y así poderme centrar en el objetivo de ese día, que no es otro que el de conquistar y poseer a la preciosa Adriana.
Miro mi lujoso reloj de pulsera para darme cuenta de que ya es la hora de comer. Me acerco a esa mujer y le pregunto:
- Adriana, ¿Tienes planes para el resto del día?
- No, ¿por qué me preguntas?
- Porque me gustaría seguir entrevistándote y como es hora de comer pues quiero seguir haciéndolo invitándote a una buena comida.
- ¿Pero eso es... apropiado?... lo digo, debido a que vas a ser mi jefe.
- Bueno, técnicamente aun no lo soy, y me gustaría conocerte más en profundidad y qué mejor que en una comida.
Adriana hace un pequeño gesto que entiendo como otra manera de decirme con la cara: “cuidado por donde vas”.
- Vale, ¿dónde me llevas? - me pregunta recogiendo su bolso.
- ¡Sorpresa!
Adriana se baja del taburete ayudada por mí, y agarrada de la cintura, alargo mi dedo meñique tocando el empiece de su glúteo que noto firme. Nos dirigimos a la salida de la disco, una vez cerrada, la dirijo hasta mi Ferrari, ahí le abro la puerta como buen caballero y ella al entrar al asiento al tener que agacharse ligeramente para sentarse se le sube la falda hasta casi mostrar el comienzo de su culo. Desde mi posición veo las piernas larguísimas que tiene que acaban en esos preciosos tacones negros.
Adriana se percata y rápidamente con las manos estira la falda para no mostrar más de la cuenta, le cierro la puerta y me dirijo al asiento del conductor colocándome las gafas de sol. Una vez dentro arranco el coche y nos dirigimos a la zona de restaurantes que esta junto a la playa.
Aparco enfrente del restaurante, salgo yo primero para abrirle la puerta con galantería y de paso disfrutar otra vez de esas hermosas piernas, rematadas en esos preciosos tacones, además del resto de su perfecta anatomía.
Dentro del restaurante me dirijo hacia el metre, que me saluda, como siempre muy servicialmente. Le pido una mesa para dos y rápidamente nos colocan en una mesa al lado de un ventanal en el que se aprecia toda la bahía y la playa. Nos sentamos juntos, ya que los asientos son como una butaca, cómoda, y de color azul marino. Estando sentados un camarero nos trae la carta, pero le pregunto Adriana:
- Adriana, ¿tienes inconveniente en que pida por ti?
- En absoluto, confío en tu criterio.
- Te aseguro que tengo buen gusto.. . le respondo admirando su escote.
Ella sonríe por mi doble sentido. El camarero que me conoce bien, apunta rápidamente la comanda:
- De entremeses traiga un plato de jamón de bellota, un coctel de pescado y un surtido de mariscos. De carne, un chuletón a la parrilla para dos, poco hecho con su guarnición, todo ello aderezado con un buen vino blanco y un buen Rioja.
El camarero toma nota y se marcha, cuando me doy cuenta de que mi pierna está rozando todo el tiempo la suya, mientras ella está observando atentamente las vistas por el ventanal.
Al rozar su rodilla, avanzo ligeramente con la punta de mis dedos, hasta tocar su piel con ellos. Adriana vuelve su cara y me mira fijamente, se ve que está jugando conmigo y sabe que estoy entrando en un terreno pantanoso, aunque no me voy a dejar pillar. De pronto, ella suspira y retira su rodilla de inmediato. Sigue con ese juego de mujer inocente pero que se las sabe todas. ¡Cómo me pone esta chica!
Creo que la cosa va a resultar más difícil de lo que yo creía en un principio. Estoy seguro de que, si fuera cualquiera de las chiquitas que entrevisté hoy, me la estaría follando ahora mismo, no hay duda, pero esta mujer sabe cómo templarme, sabe utilizar sus armas, controlando la situación. A pesar de ello quiero encontrar en ella ese punto que haga que se convierta en una mujer completamente diferente, entregada totalmente a mí, descubrir la sumisa que hay escondida debajo de su coraza. Seguro que encuentro el punto débil. Me gusta este reto, aunque todavía no sé cómo encontrarlo. Seguimos degustando la comida, cuando ella hace un gesto con sus brazos haciendo resaltar su busto y que me fije en su canalillo, luego veo en sus ojos que todo forma parte de su plan para conquistarme, pero no me inmuto... yo también tengo mis armas secretas.
- ¿Te parece que te haga más preguntas sobre la entrevista de trabajo, Adriana?
- ¿Ahora? - comenta ella sorprendida, mientras saborea una deliciosa langosta.
- Claro, en la mesa es donde se hacen los mejores negocios, ¿No lo sabías?
- Claro, claro, pregunta, Héctor.
Mi entrevista va dando vueltas en torno a temas banales, luego algo más personales, estudios, experiencia profesional, hasta que le hago alguna pregunta más directa, sobre todo cuando le hablo de su marido. Ella intenta esquivar las preguntas, pero regando la comida con un buen vino siempre ayuda para que ella se suelte.
- Entonces, me confirmas que tu marido no se sentiría celoso de que su mujer, por ejemplo, vaya vestida de una forma... ¿provocativa? - le pregunto.
- No, ya te dije que es comprensivo y confía totalmente en mí.
- ¿Y tú que estarías dispuesta a hacer por este trabajo?
- No sé, cualquier cosa, supongo.
- Eso de “supongo” es escurrir el bulto, ¿no crees? - le digo mientras ella me mira pensativa.
- Bueno, no sé a dónde quieres ir a parar, Héctor.
La tengo en el punto que yo quería, consiguiendo que pierda un poco los papeles. Continúo degustando la deliciosa comida, soy meticuloso en mis intencionados silencios, para continuar con mi entrevista más personal explicándole los detalles del puesto:
- Este trabajo es muy exigente, Adriana. Y requiere total dedicación, entrega y confianza mutuas. No todas las chicas confían en uno, ni pasan el periodo de prueba, a veces ni un simple reto. No quiero perder el tiempo con ellas, pero tampoco contigo, ya me entiendes. Quiero serte sincero desde el principio.
- Gracias por tu sinceridad y por confiar en mí, Héctor. Estoy dispuesta a aceptar el reto.
¡Bingo! La tengo en el bote. Sabía que ella dominaba las situaciones comprometidas, pero sin darse cuenta se ha metido en un callejón sin salida.
- ¿Estás segura? - le pregunto mirándola fijamente a los ojos y dando un trago a mi copa de vino.
- ¡Completamente!
- ¡Dame tus bragas! – digo de pronto sin inmutarme aparentemente por fuera, aunque estoy con una erección de caballo bajo el mantel.
- ¿Cómo? - pregunta confusa sin creerse lo que acabo de ordenarle.
Solo hago un gesto con la cara como diciendo... “lo has entendido, ¿estas dispuesta o no?” Su cara es un poema y tarda unos segundos en reaccionar mientras yo espero impasible.
Ella duda unos segundos que a mí se me hacen eternos, pero al ver mi expresión en mi rostro y viendo que no quito mi mirada de la suya, deja la langosta que está comiendo y con sus manos suaves y delicadas coge una servilleta de papel, se limpia las manos con mucha delicadeza, para después levantarse lentamente, mirar a su alrededor para percatarse de que nadie la mira y como si fuera a coger su copa de vino blanco para beber, lo que hace realmente es levantarse la falda del vestido por los laterales hasta que puedo apreciar la tira del tanga negro y ¡cómo no!... ¡Un precioso y redondo culito! Adriana rápidamente agarra las respectivas tiras y de forma muy sexy se baja el tanga hasta los tobillos. Me quedo embobado mirando sus movimientos y especialmente cuando allí se le engancha la pequeña prenda en uno de sus tacones negros para levantar su pie con cuidado de no enseñar nada, sacando con impresionante estilo el pequeño tanga debajo del tacón y con el otro pie apoya la punta del zapato levantando el tacón unos cm del suelo. ¡Esa operación es sublime!
Tras sentarse a mi lado, coge el tanga haciéndolo una bola y lo pasa a mi mano. Yo se la cojo deshago la bola y me lo acerco a la nariz aspirando ese delicioso perfume que deja siempre el coño de las chicas y en este es especial porque huele a un perfume distinto, un perfume prohibido, como si fuera inalcanzable, carísimo y muy muy penetrante. ¿Intuyendo o imaginado que quizás tuviera que acostarse con él entrevistador? Eso en mi interior me excita y se me pone la polla tan tiesa que tengo hasta dolor de huevos.
Adriana al verme como huelo su tanga me dice, sin poder evitar sonreirme:
- ¡Eres un cerdo!
CONTINUARÁ…
Raúl & Sylke
ID: 1065569 & 786531