Doma y castigo(s) a una esposa

Relación volcánica donde el marido tiene que atar corto a la potrilla de su esposa, a base de disciplina, como no podía ser de otra manera

Mi esposa es un puro torbellino, a ella le gusta estar en los platos y en las tajadas como se suele decir, estar en todas las salsas, y claro eso tiene cosas buenas, pero también algunas malas.

Recuerdo perfectamente el día clave de nuestra feliz relación, aún éramos novios, ese día me puso a mil, me estropeó un acuerdo que tenía cerrado con unos clientes muy importantes, y no contenta con ello se me puso enfrente con los brazos en jarras y gritándome, yo no me lo pensé dos veces la arrastré hasta unos aseos públicos que había en el restaurante de carretera donde estábamos, y allí sin pensármelo mucho le di tres o cuatros azotazos en el culo que resonaron como cañonazos en aquellos enormes baños.

Me miró con unos ojazos que me tragaba, se quedó muda, levantó la mano para abofetearme, pero se la cogí en el aire, y con ella cogida, le di otros cuatro buenos azotes a mano abierta, que la hicieron gemir de dolor, pero también de placer.

Sus ojos verdes se tornaron de fuego, las lágrimas se le escapaban, pero me miraba con una intensidad que no le había visto nunca. Debo de reconocer que me atraía mucho azotar a aquella mujerona, pero no sabía cómo abordar el tema, pensaba decírselo después de la boda, pero aquellos hechos precipitaron los acontecimientos.

Sin duda me excité al azotar con fuerza aquel culazo que adoraba, recuerdo que ese día llevaba puesto un vestido de gasa floreado, con volantes, por encima de la rodilla, y con un tacto muy agradable.

En aquel instante que nos mirábamos, después de los duros y sorprendentes azotes y mientras nos desafiábamos con la mirada, sólo le dije una palabra.

-¿Sigo?

Su respuesta fue abrazarse a mí y besarme como nunca lo había hecho, me agarró la cara con ansia, y con voz llorosa y temblando por todo el cuerpo me dijo, me pidió, me suplicó diría yo.

-Tómame amor mío, hazme tuya aquí, ya, ahora…

Aún era muy timorata para decirme que la follara, follar era una palabra que le costaba mucho pronunciar, tiempo más tarde cuando la pronunciaba, era como un volcán en erupción.

La arrastré hasta una de aquellas cabinas donde estaban los inodoros, cerré la puerta con pestillo, la puse contra la pared, le arranqué las bragas, y remangándole el vestido empecé a embestirla, la estuve empotrando contra aquellos rugosos azulejos un par de minutos, y acabó abrazándome con sus piernas por mi cintura mientras nos mordíamos la boca, fue un polvo de película, pero tan real, excitante y satisfactorio que lo recordaremos mientras vivamos.

Nos aseamos un poco y nos recompusimos las ropas y en cinco minutos estábamos de nuevo en la autovía camino de Madrid.

El viaje al principio fue tenso, ninguno de los dos decíamos nada, yo la había azotado como a una niña en pleno siglo XXI, y ella se había mojado de una forma increíble ante esos azotes, era normal que el silencio se adueñara del coche. Cuando llevábamos diez minutos ella rompió aquel espeso silencio.

-Cuqui perdóname por favor, he sido una tonta, te he reventado el acuerdo, y encima me he puesto como una fiera, lo siento mucho…

-Cuando lleguemos al hotel vamos a hablar tú y yo.

Me salió más serio de lo que pretendía, pero hizo un efecto en mi novia tremendo, con el rabillo del ojo pude ver como se estremecía, no estaba seguro cual iba a ser su reacción, pero si hubiera tenido que apostar por algo, hubiera dicho que sus gritos y sus protestas se oirían a kilómetros de allí, pero me equivoqué, su reacción fue de sumisión y acatamiento.

-Lo siento de veras amor mío, no volveré a molestarte en tus cosas, te lo juro.

El viaje siguió su marcha, y el ambiente se fue relajando poco a poco.

Una vez en el hotel, tras ducharnos y descansar un rato en la habitación, decidí tensar la cuerda, y le dije a Amparo.

-Voy a bajar a usar el ordenador del hall, quiero que reflexiones sobre lo que ha pasado hoy, cuando suba hablaremos.

-Si cariño. ¿Vamos a salir a cenar después?

-No, tomaremos algo aquí, estoy muy cansado, y tú y yo aún tenemos algo pendiente.

-Como quieras. Me dijo con la voz casi rota.

Lo que hice fue tomarme un par de cervezas y en media hora ya estaba de vuelta en la habitación, allí hacía calor, y nada más llegar me quedé en ropa interior.

Me sorprendió ver a la que iba a ser mi mujer con pijama, zapatillas y peinada con coletas, su aspecto más que de Lolita,  era infantil.

Me senté en la cama, y me quedé mirándola, estaba sentada frente al espejo, acabando de peinarse mientras me miraba a través del espejo con más recelo que otra cosa.

-Ven aquí Amparo, le dije palmeándome el muslo.

Vino hacia mía arrastrando sus zapatillas por el suelo, mirando al suelo, y poniendo morritos, estaba casi seguro que aquello era teatro, pero no me importaba, aquella representación me encantaba y pensaba disfrutarla.

Se sentó sobre uno de mis muslos, y pronto la acomodé para que estuviera sentada sobre mis dos piernas, la abracé sobre su cintura y la besé.

Ella me devolvía los besos con ansia, empecé a acariciarle el pecho, ella se apretaba contra mí, y pronto estuvimos ambos calientes, mi erección la notaba Amparo sobre sus bragas, sus ojos eran de lujuria, su pasión estaba precipitándose hacía el vacío, aquel era el momento.

-Esta mañana, después de darte los azotes, ¿estabas mojada verdad?

Su cara se volvió roja como la grana, su boca se quedó abierta por la pregunta a bocajarro.

-¿Eh?, No sé cuqui, yo…

-¿Tú sabes que yo quiero que seas la madre de mis hijos?

-Y yo quiero  serlo amor mío.

-¿Y te parece bonito mentirle al padre de tus hijos?

-Perdóname amor mío, lo siento mucho, yo no sé lo que me ha pasado.

-A partir de ahora, cuando me mientas, o cuando te portes como una niña malcriada, te voy a castigar con unos buenos azotes, ¿de acuerdo?

-…

-PLASSSSSSSSSS ¿De acuerdo Amparo?. Le di un azote más ruidoso que doloroso sobre su fino pantalón de pijama, que la hicieron saltar, yo creo que más de sorpresa que de dolor.

-Si si cariño mío.

-Ahora levántate vamos.

Se levantó, se puso enfrente de mi, mirándome avergonzada, o al menos eso parecía, entonces me palmeé los muslos, ella  ya sabía lo que tenía que hacer.

-Cariño por favor…

-Amparo, no lo hagas más difícil.

Finalmente se tumbó sobre mi regazo, y si más preámbulos empecé a palmear aquel apetecible trasero de una forma regular y contundente, se quejaba y gemía como con apuro, no quería hacer mucho ruido. Cuando llevaba un par de minutos de zurra y ya empezaba a patalear, sin más aviso le bajé de un tirón el pijama, y pude ver su espléndido culo sonrosado con algunas marcas más rojizas.

-No no , por favor, a culo destapado no, que me da mucha vergüenza cuqui…

-¿Otra vez estos tangas Amparo?. Le dije exagerando mi cabreo. Ya le había dicho en alguna ocasión que me gustán más las bragas que  los tangas, pero ella insistía en ponerse sexis tangas, esta vez le iba a costar unos azotes extra.

-No Victor no, no me pegues, no me pegues más auuuuuuuuuuuuuu, lo siento lo siento lo siento buaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

A partir de ahí ya vino una lluvia de azotes por mi parte que provocó un pataleo por la suya, que acabó con sus zapatillas volando por la habitación. Cuando intenté acomodarla sobre mi regazo para seguir con la azotaina, se me escapó como una potrilla asustada, y se fue a un rincón de la habitación.

-Amparo, ven aquí inmediatamente!!!

-No, que me pegas, dijo con una lógica aplastante

-Amparo, ¿voy yo?

-No buaaa, no por favor

-Amparo ¿ voy con la zapatilla?

-Noooooooooooooo con la zapatilla no que me duele mucho, por favor  amor mío.

Entonces cogí de encima de la cama una de sus zapatillas que se le había salido, era una zapatilla abierta por detrás, de color rojo sangre, con suela de goma amarilla, y pensé, buf, esto va a hacer pupa.

-Muy bien , tú lo has querido.

Me levanté de la cama con la zapatilla en la mano, y a zapatillazo  limpio la levanté del rincón, saltaba y aullaba como una niña, dimos un paseo por toda la habitación, no faltó un metro cuadrado en el que no probara su propia zapatilla, finalmente la subí a la cama con el culo como un tomate maduro maduro.

-¿Contenta? ¿Has visto lo que me has obligado a hacer? Pues aun no he terminado contigo, ahora vas a ver lo que le pasa a las niñas desobedientes!!!

La agarré por las piernas a la altura de las rodillas, se las subí hacia arriba y como estaba echada bocarriba, se le quedó el culo expuesto, digamos que la puse en la llamada ”postura del pañal”, entonces agarré de nuevo su zapatilla, y le di los más duros y dolorosos zapatillazos que había recibido nunca, no sólo el culo fue el azotado, sus muslos pronto se tornaron del color del gambón, y sus alaridos sin duda se oyeron fuera de aquella habitación.

Su excitación era tal que a simple vista se veían los flujos que le salían, a aquella sonora y excitante paliza siguieron momentos de lujuria y fornicación.

Tras cenar en la habitación, tomar una copa y  hablar ya distendidamente de otras cosas, nos acostamos, y  cuando la tenía abrazada por detrás, y aún notaba el calor que emanaba de sus posaderas le dije al oído, y con mucho cariño.

-Te he dado una buena, cariño, espero que a partir de ahora te portes mejor.

-Mi madre me ha dado muchas veces con la zapatilla…¿ y sabes una cosa?

-Dímela amor mío. Le dije lamiéndole la oreja

-Que no pudo conmigo, después de cada paliza, me portaba bien dos día…  después era peor.

-¿Tú crees que yo podré contigo?

Entonces se dio la vuelta, me abrazó pegando sus tetas a mi pecho, y me dijo susurrándome al oído.

-Ni lo sueñes querido, ni lo sueñes…

Después me besó en la boca con una ternura y una sensualidad que me pusieron a mil, y me dijo.

-Hazme madre.

Y aunque ya lo sospechaba, en aquel momento supe, que aquella era sin duda, la mujer de mi vida...

(Continuará...creo)

Me encantaría algún comentario... aunque sea bueno.