Dolore di mora

Un joven adolescente y una casa que hace honor a su nombre...

Dolore di mora

Pasado el mediodía, luego de salir de mi trabajo, iré a visitar a mi familia. Tomando la ruta quince, un camino, el cual también nos conducía a la vieja casa de verano de mis padres, en las afueras de la ciudad. Desde que tengo uso de razón siempre en cada verano, visitábamos aquella casa y nos alojábamos en ella. En mi adolescencia mis padres la compraron.

Dolore di mora

así se llamaba, curioso nombre para una residencia de verano. Esta queda por un camino apartado, con calles de tierra y  poca iluminación. Toma casi tres horas de viaje en auto y sin un mapa es casi imposible ubicarse. Solo después de aquel suceso perturbador, del cual fui participe a mis 19 años, decidí no ir, nunca más y solo por hoy, volveré nuevamente a tomar esa ruta.

Aun lo recuerdo como si fuera ayer…

El calor sofocante de la ciudad nos sobrepasaba y mis padres decidieron vacacionar en su nueva casa. Yo me encontraba en la universidad y solo iría después de terminar con mis exámenes. El fin de semana llegó y me disponía a viajar, preparé el auto, cargué las cosas que necesitaba y salí hacia la ruta. Era una típica tarde de verano, la brisa quieta y los rayos de sol, me quemaban, la humedad en alza, traía consigo unos nubarrones que avisaban una pronta tormenta. Tomé la ruta quince y a unos pocos kilómetros, mas adelante, me desvié por el Camino del Monte. Una calle de tierra sin fin. Tenía todas las instrucciones. Media hora después de manejar sin parar, me perdí como un tonto y fue cuando divise una figura humana, entre una extraña bruma que se alzaba, al costado del camino.

Me acerqué con el auto para ver. Enseguida note que era un joven hombre. Le pedí indicaciones, fue muy amable en ayudarme y enseguida logre ubicarme,  pudiendo retomar el camino. Me preguntó si podía alcanzarlo hasta su casa. Le respondí que sí,  abrí la puerta de atrás y subió serio e inmutable. Su rostro era tan bello como el de una mujer  y su cabello largo era sostenido por una coleta blanca.

Me presenté y le dije que me llamaba Gabriel, no hablo durante todo el camino. La lluvia comenzó a caer al punto de perder casi toda visibilidad, pero al llegar cerca de una pequeña posada, me pidió que me detenga y se bajo del auto. Le agradecí por su ayuda y continúe mi viaje. La lluvia se convirtió en tormenta. No tenía señal en mi celular y no  podía avisarles a mis padres que llegaría mas tarde. Después de conducir por largo rato, logré divisar la casa. Me sentí feliz de llegar. Estacioné el auto bajo un alero e ingrese corriendo en el interior de ésta.

El viento que soplaba, era acompañado por el continuo movimiento de las hojas. Las luces que destellaban los faroles, iluminaban tenuemente. Luego de acomodarme, deje las llaves en la mesa y busque en mi bolso otra muda de ropa. me sentè en el sillon de la sala por una hora.  La lluvia comenzó a cesar y las gotas se escuchaban débilmente. Acomode las cosas que traje y salí por la puerta trasera, arrojando las bolsas de residuos y cajas, en el contenedor. Levanté mi rostro y miré una luna, que se mostraba débilmente casi desapercibida, dándole lugar a la noche. Balbuceé un  insulto y arreglé mi remera. Con una mano en los bolsillos, caminé por el corredor del patio para guardar las reposeras en el cuarto de atrás. Al cabo de unos pocos metros un ruido me alertó, un sonido casi imperceptible, pero constante. Y un aroma fuerte, me hizo sentir ahogado.

Volteé mi  rostro y busqué la fuente, quizás un estuche, de alguna fragancia de mi madre, pero no logré ver nada. El sonido, a mi espalda se oía claramente. Me detuve y volteé nuevamente para ver de donde provenía, solo un  muñeco con forma de duende me observaba desde la entrada de la casa. Sentí miedo, el ruido era cada vez mayor y mi cuerpo comenzaba a temblar por el nerviosismo. Cuando descubrí que un gato, con un cascabel al cuello, me seguía. Sonreí aliviado y pensé cuan tonto era por creer, que estaba siendo observado. El cansancio de esa noche me había sugestionado un poco. Mis padres todavía no habían llegado y por lo visto no lo harían hasta la mañana siguiente, sin señal todavía, me era imposible comunicarme con ellos, era seguro que pasaría la noche solo.

Cansado y un poco adormilado, me acerqué a la entrada principal para asegurar el portón de reja cuando divise la figura de una persona a un costado de la calle. Apoyado sobre una pared, debajo de un farol roto, un hombre cruzado de brazos, esperaba. Su cara cubierta, con una visera  y parado en la oscuridad, lo hacia ver un poco sospechoso.

Preocupado, le grite si se encontraba bien. Al acercarme más a la reja, extrañamente, volví a sentir ese fuerte aroma.

.- Disculpe ¿se encuentra bien?- Pregunte al hombre. Pero este no me respondió.

.- Dije ¿que si te encuentra bien? - El joven hombre no levantó su rostro.

.- ¿Esta perdido? Puedo ayudarlo.

.- Gracias, pero no estoy perdido.-me contestó.

Sin màs que preguntarle,  decidí dejarlo solo.

.- OK, adiós. Me retiré sin vacilar y me alejé.

Preocupado por atrasarme, guarde todo más aprisa ya que mi familia podría llegar para cenar.

Lleve una  pila de cajas y al pasar por sobre una baldosa, tropecé tirando todo. Con la mala suerte que una de las cajas cayó del otro lado del patio. donde se encontraba un baldío. Casi llegando por un corredor, debería pasar por entre el patio de la casa y saltar un muro. Del otro lado, me esperaba la calle que conducía  nuevamente a la ruta. Salteé al otro lado. Levanté la caja y tomando fuerza, brincando en un solo impulso, intente llegar a la cima del muro. De repente al caer, de nuevo sobre mis pasos, unos fuertes brazos me acogieron y una voz me habló.

.- Ten cuidado o podrías caerte.- Al escuchar esto, pensé conocer aquel tono masculino.

.- ¡Auch! Gracias. Ya puede soltarme, no me hice nada. Dije un poco incomodo.

.- Tienes un perfume muy particular. – expresó, mientras apoyaba su barbilla en mi hombro.

.- ¿Ehhh? ¿Pero que hace?

El hombre apretó mi pecho sobre el muro y olfateó mi cabello.

.- Sniff… el aroma del miedo es encantador. Te estuve observando toda la tarde.

Abrí los ojos sorprendido. No podía creer que lo que me estaba pasando,  preguntándome si era él, quien me había estado acechando.

.- ¡Suéltame! ¿Que cree que haces?

.- Deberías estar contento, es un privilegio, el que te haya elegido.

En ese momento comprendí. Inevitablemente el hombre extraño era quien gentilmente había alcanzado con un aventón.

.-Tranquilo de ahora en más. Verás lo bueno que puedo, llegar a ser.

.- ¡Déjame!

En ese momento aquel fuerte olor me hizo sentir mareado y un pañuelo sobre mi rostro fue el último testigo, ya que después perdí la conciencia totalmente.

Al despertar me encontraba acostado a un lado de la sala. Me reincorporé lentamente un poco aturdido, con el cuerpo casi congelado. Enseguida toqué mi cuello al sentir un poco de ardor. Este me hacía saber que no había sido un sueño, producto de un desmayo, ocasionado por el calor. Me asuste al ver una figura parada en la ventana con un arma en las manos. Apreté los dientes y me aferrè al suelo fuertemente. Unos ojos claros me observaban y una sutil, pero sarcástica sonrisa me intimidaba. Una gentil mano acarició mi mejilla. Me estremecí, sabía que no serviría de nada esconderme o echarme a correr.

El hombre se acercó, se ubicó a mi lado y empezó a tocar mi remera. La voz denotaba su seguridad.

Levantándola por completo, recorrió con sus manos mi pecho y sus dedos apretaron fuertemente mis tetillas, sentí una corriente eléctrica que descendía hasta mi ingle.

Tomándome por las caderas, pasó sus manos por las piernas y se detuvo sobre mi entrepierna. Que horror quería gritar.

El hombre tomó mi rostro, giró su cabeza y me besó con fuerza, su lengua se introdujo dentro de mi boca y el  arma se posó sobre mi sien. Mi  intención de escapar fue remplazada por una sensación paralizante.

Colocó su mano dentro del pantalón.

.- No te resistas.- expresó, mientras mi pantalón caía hasta mis muslos.

Acercó su boca a mi oído y susurró.

.- Seria mejor preguntar ¿dulce o rudo? Si te portas bien no te mataré.

La indescriptible sensación que sentía, rápidamente fue arrebatada, por una punzada de dolor en la parte baja, que me hizo sentir moribundo.

.- ¡Dios mío… Ahhh aahh!

.- Seré todo lo sádico que quieras- susurraba.

Este me penetró con sus dedos tan fuertemente que pensaba que moriría en ese momento.

Las incontables envestidas que el hombre me proporcionaba con sus dedos, poco a poco comenzaron a extasiarme.

.- ¡Mm…uhh!

.- Mira que eres dócil, que sorpresa.

.- ¡Ahh… se siente… uah!

.-Parece que ya estas listo.

En ese momento, el hombre clavo sus dientes en mi muslo, hundiéndolos cada vez mas profundo, al ritmo de cada envestida.

Envistió incontables veces aumentando la intensidad, hasta que ya no soportaba el dolor.

.- ¡Mee…lastima!

Mi vista se nublaba y  las lágrimas caían por mis mejillas.

Sin notar de donde las sacó, extrajo unas esposas y un extraño bozal, obligándome a colocármelo. Me era casi imposible poder respirar, pero el horror más inexplicable, lo sentí en el momento en el cual,  mostró un  extraño artefacto, que vibraba y entendí su significado. Él solo me miraba  como un depredador cuando vigila a su presa.

El sujeto comenzó por introducir el objeto en mi interior. Mientras jugaba con el arma apuntándome y acariciando mi pecho con la punta de la misma.

-¡¡MMmmmmmmm…!!- pronunciè con todas mis fuerzas.

  • Relájate que esta será tu estadía, en la morada del dolor.- dijo sarcásticamente, refiriéndose al nombre de la casa.

A pesar de estar débil y asustado, no se detuvo un solo instante. El dolor hizo que convulsionara y me retorciera tratando de escapar de esa horrible sensación.

.- ¿Qué? ¿Vas a llorar otra vez?

Luego se agachó y lamió la punta del pene.

Esta limpio el líquido que salía del interior de la abertura, mientras frotaba su contorno. Unas raras sensaciones diferentes al dolor, aparecían fugazmente. En respuesta a ese cambio notable en mi, el hombre bajo la cremallera de su pantalón, asomando por un costado el miembro grueso y prominente del sujeto.

El hombre se levantó y comenzó por aflojar su camisa. La desprendió y la arrojó por el suelo. De repente un enorme dragón negro, acompañado por un sin fin de tatuajes, hicieron aparición en su cuerpo. Tomó mis piernas flexionándolas y penetró más profundamente con el vibrador. Me quitó el bozal y acercó su pene junto a mi mejilla y acarició mis labios con la punta, me propino un golpe  y me obligó a introducirlo en mi boca. El gusto metálico de aquel órgano me dio nauseas, pero el incesante vaivén de este en mi lengua, no se detenía, lo succioné y lamí hasta que la saliva caía por los costados. La transpiración había mojado toda mi remera mezclándose con la saliva.

La escena transcurría bajo un manto de quejas y jadeos. Extrañamente el dolor cedía cada vez mas dando lugar al éxtasis, no entendía como ese objeto en mi interior podía estar brindándome una sensación placentera. En el momento en que aquel hombre tomó la decisión contraria y colocándome con las piernas sobre sus hombros, mis ojos desorbitados y en pánico parecían querer abandonar sus cuencas.

.- ¡No…sácalo…! El dolor era intolerable, pero el quejarme, tenía un efecto contrario en el sujeto y este me penetraba más violentamente.

Continúo envistiéndome hasta el punto que creí perder la razón. Su pene estimuló algo en mi interior, que una inmensa ola de calentura me consumió. Cambio de posición y su miembro duro hizo que me contraiga por un minuto y el terrible reflejo de la eyaculaciòn, se desprendió de mí como un torrente. El hombre enfurecido me envistió más violentamente, apretándome el cuello y regañándome por ser desobediente. El aire me faltaba y mi respiración se entrecortaba. Mis ojos se cerraron al punto de perder la noción de los hechos.

Al despertar, descubrí que mi cuerpo yacía boca abajo, había sido abandonado semidesnudo en el patio de la casa.  Me dolía todo el cuerpo y las articulaciones, mi cintura se encontraba entumecida, junto a mi parte trasera lacerada. Me reincorporé y lavé mi cuerpo. Junté mis pertenencias,  la mañana asomaba de manera normal,  un típico despertar de verano. Con una débil señal,  me comunique con mis padres, los que todavía no habían podido salir, por las condiciones metereològicas.  Les avise que me iría ya que los servicios habían sido cortados por la tormenta. Asustado y lastimado, abandoné la casa inmediatamente y volví a la universidad. No le conté lo sucedido a mi familia, como tampoco quise denunciar el hecho, por miedo al ridículo. Intente dejarlo atrás. No volví nunca más, a esa casa. La cual hacia honor a su nombre.

Hoy por primera vez, después de 10 años, volví a ese camino y no puedo dejar de pensar en lo sucedido aquella noche, como el dolor y el placer se habían unido, para hacerme casi enloquecer. Ya que un escalofrió me recorre el cuello, como tampoco puedo evitar mirar varias veces, por el espejo retrovisor, asegurándome de no llevar nuevamente, ningún pasajero ocasional…

Fin…