Dojo
Relato corto morboso y algo cerdo
Me he apuntado a clases de judo, porque desde hacía años me fascinaban las artes marciales, y esta me dijeron era la más recomendable para mí. Soy un hombre de dieciocho años, metro ochenta, delgado y de pelo largo, moreno. Llego al dojo, para inscribirme, y me atiende un hombretón enorme, casi de dos metros diez, fuerte, musculoso y a la vez corpulento, de barba rojiza y calvo. Ojos verdes de mirada inquisidora. Va vestido con kimono, y no sé si es la calentura o me parece que no lleva ropa interior por como se le marca un enorme bulto en la entrepierna. Va descalzo, con lo que noto tiene los pies enormes, así como también las manos, con dedos largos y gruesos.
-Dime, muchachito, ¿qué quieres?
-Vengo... de parte de Vicente, que me dijo que el judo es la mejor arte marcial para mí
Dije, algo cohibido al estar en presencia de tremendo macho, mencionando a mi buen amigo Vicente Freire, socio de mi padre y al que desde el día de mi último cumpleaños, hace ya un mes, le chupo la polla al menos una vez por semana. Y este hecho resulta fue la razón de que me aconsejó este dojo, pues el sensei, colocándose de forma nada disimulada el cipote bajo el pantalón, pregunta.
-¿Freire?
-No, Romulano
Respondo como un idiota, a lo que el sensei lanza una carcajada, divertido por la situación.
-¡¡Y yo Vulcano!! No, en ahora en serio, muchachito… ¿te mandó Vicente Freire?
-Si… así es… ¿por?
No pude evitar volver a mirar la entrepierna, sin saber que el sensei es consciente de todas y cada una de mis miradas. Pone su manaza en mi espalda, tan grande que abarca la mitad de esta, y me guía, como si me pudiera oponer, hacia una sala contigua.
-En mi despacho tengo todo para hacerte la inscripción y la prueba de aptitud. Si lo superas pronto te la estarán metiendo los mejores de dojo
Me parece haberle escuchado mal y por eso no digo nada, pero realmente habla de ofrecerme sexualmente a otros hombres, no a nivel de rival en combates. Se sienta en un sofá, más bien se tumba, con las piernas abiertas, se quita el cinturón negro, y abre la parte superior del kimono, descubriendo su torso desnudo y peludo, recubierto por una densa pelambre pelirroja.
-Bien, muchachito, si quieres entrar al dojo y Vicente está en lo correcto debo meterte una buena prueba física
Se acaricia de forma lada disimulada el rabo por encima del pantalón. Yo estoy flipando, no esperaba pudiera darse una situación tan sexual, propia de PornHub, y menos de forma tan inmediata. El sensei no me deja pensar mucho en lo que está pasando, porque da una palmada, que resuena, y ordena
-Desnudate
Me quito la ropa. Es verano, por lo que al hacer calor solo llevo una camiseta de tirante, bañador tipo bermuda y chanclas. Tardo poco en quitármelo todo y quedar expuesto, con mi cuerpo pálido y muy delgado, mi polla morcillona por el morbo y mis ganas de no estar metiendo la pata. El sensei eleva su pierna derecha, y lanza una nueva orden, en tono firme pero sin elevar la voz
-Lame
Me arrodillo con celeridad, poniendo su enorme pie frente a mi cara. Es tan enorme que cubre más allá de mi cara, calculo debe calzar un cincuenta o cincuenta y dos de pie. Lo huelo, noto un hedor a sudor, pero eso me da mas morbo que asco. Lamo la planta, notando el sabor salado. Subo hacia los dedos, y le chupo entre estos, escuchando suaves gemidos del sensei. Su dedo gordo es precioso, como una polla, así que le doy ese trato, y lo mamo un rato, hasta que el sensei vuelve a dar una nueva orden.
-Las axilas
Me levanto, y noto que en algún momento se ha quitado la parte de arriba del kimono, y tiene ambos brazacos detrás de la cabeza, con las manos en la nuca. Sus peludas axilas están expuestas y huelen a sudor. Hago como con los pies, y se las chupo sin asco alguno. Dedico un buen rato a una, otro buen rato a la otra y, sin esperar a que me lo ordene, le chupo el pezón derecho, sobre su duro y abultado pectoral. Para facilitar mi trabajo voy cambiando poco a poco de postura, hasta terminar sentado a horcajadas sobre su entrepierna. Aún tiene el pantalón puesto, pero noto la dureza y el calor de su polla contra mis nalgas desnudas. Escucho un sonido de succión, pero no miro que es porque estoy muy concentrado en darle placer. Me da un azote con su mano izquierda, sacándome un leve grito de sorpresa, no excesivamente llamativo. Pronto noto donde está su mano derecha, pues con su mano izquierda me sujeta una nalga y con la derecha toda mi ano con uno de sus dedazos, que noto húmedo.
Nunca antes me han follado el culo, ni he usado consoladores, con lo que la intrusión de su falange en mi interior duele. Pero no quiero me tome por alguien débil, así que no protesto. Pero nota que me molesta, por lo que hace algo que no espero. Se levanta del sofá, alzándome en brazos, y cayendo su pantalón al suelo, lo que descubre una polla tan grande que casi parece un bate de baseball. Nos acercamos a su escritorio, donde están los papeles de registro de nuevos socios del dojo, que aparta con su brazo derecho mientras me sostiene con el izquierdo, me pone sobre esta, apoyado sobre la espalda, y me alza agarrándome las piernas, que separa para poder acercar su cara a mi culo. Lame un rato sobre mi ano, y poco a poco va metiendo su lengua. Es enorme, y no entiendo cómo llega a sacárla tanto, pero me está a fondo. Es algo molesto, pero ya no es doloroso, pues la abundante saliva lubrica la entrada. No me contengo más y gimo de placer. Al sensei no le importa el escándalo que monto, incluso tiene en mente que haga más ruido. Deja de mamarme el culo y me deja tumbado en la mesa. En lo que vuelve al sofá, ya totalmente desnudo, me advierte.
-Si quieres entrar al dojo mi polla debe entrar entera en tu culo de puta
Me levanto, contemplando a ese osazo fuerte, peludo y musculoso, enorme en todos los sentidos. No sé como lograr que esa enorme masa de carne entre en mi culo virgen, pero sé que quiero entrar a un dojo donde seré la puta. Pero el sensei nota que estoy indeciso, así que da la orden que me saca de mis pensamientos.
-Cabalga
Me acerco a él, me pongo a horcajadas sobre su miembro y bajo. Ya estoy bastante dilatado por su lengua, pero no lo bastante. Bajo poco a poco, introduciendo cada centímetro del bate de carne dura y caliente en mi ser. Pero, pasados como veinte centímetros, el sensei decide que vamos muy despacio, y de un solo movimiento de cadera mete los otros diez que estaban fuera. Me duele, me deja sin aliento, y se me forma un bulto en el vientre que me llama la atención, porque mi delgadez hace se aprecie el capullo del sensei. Se pone en pie, agarrándome en vilo, y me folla con salvajismo, bufando, gimiendo y lanzando gruñidos. No me besa o dice palabra alguna hasta el momento de correrse, que dice unas pocas palabras al tiempo que lanza cada trallazo de lefa en mi interior, bien a profundos.
-Me llamo… Hugo… Arriba… Cebrián… un placer… ser tu… sensei
Me deja tirado en el suelo, devastado y tan cansado que apenas puedo moverme, con el culo totalmente abierto. Veo que el despacho tenía otra puerta que no me fijé, que daba directa a la zona de entrenamiento, desde donde me observan dos hombres, que se han bajado los pantalones y se masturban. no me fijo en nada que no sean sus pollas. Y en la orden que da el sensei Hugo antes de dejarme a solas con estos.
-Roberto, Cesar, este nuevo discípulo necesita rellenar el registro. Ya sabéis, prueba oral y anal.