Dogging

Era un día luminoso y frio de abril y los relojes de la oficina daban las seis de la tarde, fácilmente había transcurrido más de un año desde la última vez que había tenido sexo, la separación de mi pareja y el tener que rearmar mi vida profesional fueron hechos decisivos para la baja de mi libido sexual, yo con la barbilla clavada en el pecho intentaba burlar el frio, había salido de la oficina sin un rumbo determinado, me subí al metro, tan lleno como siempre, miraba a la gente caminar, y levanté el cuello de mi abrigo intentando refugiarme en su interior,

Era un día luminoso y frio de abril y los relojes de la oficina daban las seis de la tarde, fácilmente había transcurrido más de un año desde la última vez que había tenido sexo, la separación de mi pareja y el tener que rearmar mi vida profesional fueron hechos decisivos para la baja de mi libido sexual, yo con la barbilla clavada en el pecho intentaba burlar el frio, había salido de la oficina sin un rumbo determinado, me subí al metro, tan lleno como siempre, miraba a la gente caminar, y levanté el cuello de mi abrigo intentando refugiarme en su interior, me llamaba la noche pero a la vez aquellos lugares que habían sido habituales para mi hace tan poco tiempo, me atemorizaban, sólo quería sexo, sentirme tan usada como fuera posible, ¿pero así?, me miraba al pasar por las vitrinas, ninguno de aquellos que deseaba en mi cuerpo, me tomaría y estaba segura que no tendría la suerte de ser violada.

Regresé sobre mis pasos, pero esta vez lo hacía casi corriendo, algo en mi interior me decía lo que tenía que hacer, me sentía excitada, sentía como se acaloraba mi piel, más que por la prisa, por ese calor que provenía de mis entrañas, el abrigo volaba al viento, el roce de mis pezones contra el sostén era indisimulable, parecía ahora que quienes pasaban a mi lado adivinaban lo que me ocurría, caminaba imaginando que mi olor llegaba a sus fosas nasales, como el de una perra atrayendo a una leva, obligando a sus erecciones, me regocijaba imaginando sus miembros erectos luchando por penetrarme y yo dejándome hacer, sin escoger a ninguno, complaciéndolos a todos, hasta quedar nuevamente, una vez más, cubierta de semen y con mi cuerpo adolorido, me sentía nuevamente la puta que siempre había sido.

Salí del estacionamiento de la oficina poseída por un deseo irrefrenable, imaginando todo aquello que podía pasarme, mi cuerpo ardía de deseo y podía sentir la humedad en mis calzones, era un río el que se había desatado en mi entrepierna y amenazaba con dejar un lago en el asiento de mi vehículo.

Al llegar al sector del cabezal norte del aeropuerto Pudahuel me percaté de la existencia de otros vehículos, todos con sus vidrios empañados, me estacioné algo alejado de ellos, totalmente apagadas todas sus luces, me saqué entonces la falda quedando en medias y colales, saque también mis sostenes pero dejando mi blusa abierta en su parte superior de forma que pudiesen verse mis tetas, recliné el asiento del lado del conductor, encendí la luz interior y comencé a masturbarme, cerré mis ojos, acariciaba mis tetas, descubriéndolas, amasándolas, jugando con mis pezones, removiendo la blusa de forma que pudiesen verse, bajé mi mano por mi estómago introduciéndola en mi calzón y clave dos dedos en mi conchita auto penetrándome, con mis propios jugos humedecí aún más mi clítoris y lo froté fuerte, apretándolo, haciendo círculos sobre él, mi espalda se encorvaba de placer, pero no quería acabar, desabotoné completamente mi blusa y abrí mis ojos, sólo para encontrarse con los de ellos, me estaban mirando, podía ver la sed en sus ojos. Seguí jugando con mi cuerpo, viéndolos, al lado de mi ventana había un grupo de tres mocosos que no pasarían de los catorce años, asombrados, peleando sus cuerpos por obtener la mejor ubicación, en la ventana al lado del conductor, otro grupo de jóvenes, mayor que los anteriores se pegaban a mi vehículo, delatando el movimiento de sus cuerpos su masturbación.

Me giré en el asiento para ofrecerles mi culito, mientras me seguí masturbando, que placer, podía imaginar sus penes erectos, adivinar su deseo, me sentía nuevamente una ramera, una maraquita a la que iban a someter, las sacudidas y convulsiones de mi cuerpo, el placer que me invadía físicamente, hicieron imposible dilatar más mi orgasmo, el cual me hizo perecer, levantando aún más mi culito, exponiéndolo, ofreciéndolo al deleite de mis ocasionales espectadores.

Me giré sobre el asiento y no sin complicaciones, apoyé mis manos en el asiento del conductor y mis piernas en el asiento del copiloto, así puesta a lo perrito abrí la ventana del copiloto, pude sentir inmediatamente las manos de aquellos mocosos tocando mis cavidades, explorando mi culito, introduciendo sus dedos en mi conchita, brutos, inexpertos, felicitándose entre ellos, pero sobre todo buscando satisfacerse, mi cuerpo era su juguete, en mis oídos estallaban sus palabras, -puta, maraca, perra- y yo las acompañaba moviendo mi cuerpo, entregando mi colita a su deleite, tocando como podía mis tetas que colgaban moviéndose al ritmo de sus empujones.

Abrí entonces la puerta del lado del conductor y un miembro durísimo se ofreció en el acto a mi boca, ávida lo tome con mi mano, lamí la cabeza, lo introduje en mi boca escuchando los gruñidos de placer, entonces lo saque y explotó en mi cara, una descarga fuerte y densa de leche escurrió por mis ojos, lo limpié con mi mano y lo llevé a mi boca, mirando aquel otro miembro que ya se ofrecía para mí, lo llevé a mi boca masturbándolo fuertemente, necesitaba leche, y no quería que se escaparan sin haber exprimido todos aquellos miembros, acabó en mi boca apretando mi cabeza contra su pelvis, llenándomela, permitiéndome apenas tragar, arrancándose el semen por mis comisuras.

Sentía como trataban de abrir la puerta del copilotó y les dije que no, quería estar así, bebiendo, enloqueciéndome con ese sabor común a todos los machos y tan particular en cada uno, no pude evitar mirar cuando sentí aquella lengua deslizándose desde mi conchita a mi culo, era el mayor de los mocosos, mi cuerpo se estremeció al instante, y acabé copiosamente cuando introdujo algunos de sus dedos en mi culo, haciendo fuerza por llegar lo más adentro posible, parecía querer meter su mano entera en mis entrañas, haciéndome apretar mis nalgas, no para impedir que siguiese, sino para controlar el placer que me invadía.

Otra verga ya ocupaba su lugar en mi boca, su mano en mi cabeza marcaba el ritmo y la duración de las mamadas, sorpresivamente tiro de mi pelo arrancando mi cabeza de su verga, me asió de las axilas introduciéndose en el auto y me arrastró afuera, no sólo lo deje sino que le facilité su tarea, sosteniéndome en el aire me beso introduciendo su lengua profundamente, todos se movieron siguiéndonos, me dejó de espaldas en el capó del auto, a su voz algunos de los costados afirmaron mis brazos estaba totalmente expuesta.

-Dale- le dije,- Métemelo todo –

No se hizo esperar clavándome su verga en un solo envión en mi concha, giré mi cabeza para ver como aquel pequeño que no tendría más de doce años se prendía de una de mis tetas chupándola sin ninguna compasión, sin lamerla, succionando mi pezón hasta hacerlo doler, mi cuerpo se movía al ritmo de las embestidas, mi otra teta era lamida y sobajeada por otro, mientras el resto miraba, masturbándose y acabando en mi panza que ya contenía un mar de semen que no podía aprovechar y resbalaba por mi cuerpo; tomó mis piernas las levantó las puso en sus hombros y me penetraba dejándose caer con todo su peso, hasta que sentí su descarga en mi útero, se quedó allí un momento con mi piernas abiertas al lado de su cuerpo, me tomo de los brazos y me levantó, volteándome y dejándome de guatita sobre el auto, podía imaginar cómo quedaba de expuesto mi culito, se dejó caer sobre mi espalda, podía sentir su verga en mis nalgas, su cuerpo sobre mi espalda, su respirar agitado en mi nuca.

-¿te ha culeado un pendejo?-, ¿quieres?

Había acercado al mocosito que se había entretenido con mi pecho,

-¿Me dirás como te lo hace?

¿Quieres que te lo meta el pendejo?.

Mi calentura ya no daba más, en el fondo de mi alma sabía que iba a cruzar otro de mis límites, pero no podía evitarlo, necesitaba sentir una verga en mi culito, la que fuera.

-Por el culo- le dije, y no se hizo esperar.

Me dejó parada ahí, iluminada por los focos de mi auto, siendo presa de las manos de ese grupo de hombres que se masturbaban, que introducían sus dedos en mi concha o jugaban con mis tetas. Sacó del portamaletas la alfombra que cubre el piso de la misma y la arrojó delante mío, no fue necesario nada más, me puse a lo perrito levantando mi culo y pegando mis tetas al piso; el chico estaba detrás, colocó su verga a la entrada de mi culo y comenzó a forzarla, estaba realmente apretado, lo sentía abrirse, hasta que sentí que mi esfínter envolvía la cabeza de su verga, comenzó a moverse lento, introduciendo todo su miembro, sentía su voz débil todavía, gozar de mi cuerpo, respiraba agitadamente, yo gozaba como una verdadera perra, estaba siendo sodomizada por un mocoso y me estaba dando placer.

-Vamos dime como te lo hace- dijo quien había tomado el mando.

Entre quejidos y suspiros y con mi respiración apenas suficiente le dije:

-Me la está metiendo toda por el culo-

-La metió toda-

-Me la metió toda, que rico-

-Que rico me está abriendo todo el culo-

Veía al resto masturbarse y le pedí que acabarán en mi cara.

-Siiii me está partiendo mi puto culo-

-Está reventando el culo de esta maraca-

Algunos acabaron, mi cara se llenaba de semen, escurría por ella, y aún quedaban por acabar, le rogaba que la metiera aún más, que lo hiciera fuerte, que me destrozara el culo, me humillé a mí misma, me llamé a mi misma perra, ramera, maraca, puta, zorra, hasta que del fondo de mi ser les dije: -acaben en esta basura- justo cuando el chico llenó de leche mis recto.

Me recosté de espaldas para que acabaran en mi cuerpo, algunos lo hicieron inmediatamente, otros me cogieron y luego acabaron en mi cuerpo, hasta que todos fuimos satisfechos, de a poco se fueron alejando, quedándome sola con el muchacho.

Has comido le pregunte, mientras ordenábamos el auto, ante su respuesta le dije que me acompañara, en casa podría comer, me cubrí con mi abrigo y nos fuimos del lugar.

Bernardo se convirtió en el más joven de mis amantes.