Doctor, no me encuentro bien

No me encontraba bien y mi madre me llevo al medico despues de dos dias de malestares por todo el cuerpo...

I.

Mi madre me dejó en la sala de espera y salió a la sala de visitantes. No estaba más que yo y la habitación tapizada con alegres sillones y cuadros de dibujos y colores vivos. Aún tenía náuseas pero me encontraba mejor, el doctor a mi llegada me dio una cucharada de jarabe que además de aliviarme la fiebre me había ido quitando el mal cuerpo. Esperaba a que me llamara para el reconocimiento cuando la puerta de la consulta se abrió y el doctor me sonrió desde dentro.

-¿Te encuentras mejor Carolina?- y me hizo un gesto para que pasara.

Le sonreí y me levanté. La consulta era igual de agradable que la sala de espera, parecía un dormitorio juvenil adaptado para un consultorio, se hacía más cómodo. Reconocí el recinto con la mirada y esperé a que el doctor me dijera qué hacer. Él colocó una sábana limpia sobre la camilla y retiró la anterior dejándola doblada sobre un mueble que tenía un aparato con un pilotito de luz roja que empezó a parpadear cuando el doctor apretó un botón. Después me miró y colocándose las gafas me invitó a subir a la camilla.

-Vamos a ver, tu madre me ha dicho que llevas dos días con fiebre y vómitos, ¿cómo te encuentras ahora?- preguntó mientras me observaba las pupilas con una linternita.

-Ahora estoy mejor, pero antes estaba muy mareada y me dolía la tripa.

-¿Has tenido tos?- y después de desabrocharme la blusa empezó a auscultarme el pecho

-No, tos no.

-Respira hondo- y mientras yo lo hacía él escuchaba el sonido de mi respiración con el estetoscopio.

El contacto frío del aparato sobre mi pecho me hizo erizarme provocando una sonrisa en el doctor que soltó el estetoscopio y empezó a palparme el vientre. Sus manos me produjeron el mismo escalofrío que el frío metal del estetoscopio. Volvió a sonreír y me miró sin dejar de tocarme la barriga.

-Me has dicho que te dolía la tripa, dime si te duele cuando toco- dio algunos toques en mi barriga y me miró- ¿Sientes algo?

-No.

Continuó el masaje y repitió los toques. No me dolía. Pasó las manos por mi vientre hasta rodearme la cintura y sin dejar de mirarme apretó las caricias de nuevo hasta mi ombligo.

-¿Y ahora sientes algo?

No sentía el dolor y volví a negar. Continuó el movimiento de manos y con un masaje se deslizó sobre mi pantalón hasta acariciarme la entrepierna.

-¿Seguro que te encuentras mejor? ¿Ya no te duele?- y me acarició apretando sus dedos a través de mi pantalón.

Estaba nerviosa y no sabía qué hacer, volvió a preguntarme si me dolía y le dije que no. Me sonrió sin dejar de tocarme y al mirarle a los ojos intenté tranquilizarme. Él sintió mi respiración inquieta y me dijo en voz susurrante.

-Tranquila, voy a curarte- y me empezó a desabrochar los pantalones, me los bajó y sin dejar de mirarme me acarició sobre las braguitas; a mí me dio vergüenza y cerré los ojos pero no hice nada por evitar que me bajara las bragas.

Noté sus dedos calentitos tocándome en la rajita. Respiraba rápido como antes de empezar a llorar y cuando él pasaba los dedos de arriba abajo notaba los latidos de mi vientre.

-Esto seguro que no te duele tampoco ¿verdad?- y frotándome con más avidez me miró- Dime, ¿te duele?

No me salía la voz, lo miré con los ojos acobardados y leyó en mi mirada algo más que curiosidad por saber qué tratamiento médico era aquel. Me tomó una mano y me la colocó sobre su pantalón. Aún no estaba empalmado pero empezó a moverme la mano sobre su entrepierna para indicarme el ritmo, después me soltó y como yo seguí el masaje al ritmo marcado él terminó de desnudarme y disfrutando del juego de mi mano se detuvo en lentas caricias por todo mi cuerpo siguiendo con sus ojos cada poro de mi piel que tocaba.

Empecé a notar como su cuca dejaba poco a poco su blando cuerpo, seguí frotando sobre su bragueta con la mano abierta escuchando un murmullo de placer cuando apretaba y cerraba un poco la mano. El doctor dejó de tocarme y empezó a desabrocharse el pantalón, se bajó la cremallera e incorporándose un poco se metió la mano dentro de los calzoncillos y se sacó toda aquella carne. Me miró y volviendo con una mano a acariciarme el chichi empezó a acariciarse la picha con la otra. No sabía si quería que le tocara o qué pero sus dedos en mi conejo me estaban dando mucho gusto. Yo no me había masturbado de aquella forma nunca, yo me tocaba o me apoyaba con las piernas abiertas en la esquina de algún mueble balanceándome hasta que la presión me hacía temblar y me mojaba. El doctor me estaba dando gusto jugueteando con mis dedos por dentro y por fuera de la raja, se los mojaba en mis flujos y después me apretaba el bultito del gusto como yo lo llamo.

Me daba vergüenza reconocer que era placer aquello, era mi médico y el de mis padres y no sabía si estaba bien o no pero estaba allí desnuda, tumbada junto al doctor que me iba a quitar aquellos mareos malos de los últimos días, me encontraba mejor, sin querer se me escapó un gemidito y vi que él sonreía y aceleraba su masturbación, lo miré y me sonrió, siguió acariciándome y vi cómo se giraba un poco sin dejar de masturbarse y bajaba su cabeza a mi barriga.

Empezó a besarme y a mojarme con la lengua y después empecé a sentirlo sobre mi pubis, eso me hizo mojarme más, me agarré a la camilla y giré mi vista hacia su polla, ya estaba empalmado, tenía la cuca tiesa y su mano no dejaba de pelársela con rapidez, sentí su lengua profundizando el juego a ambos lados de mi rajita, llevando mi flujo por todos los lados, lamía apretando con fuerza su lengua y notaba la yema de su dedo estimulando mi clítoris descontrolado, apretaba y movía el dedo y después dejaba su yema caliente en la cabecita del bulto y acariciaba suave en círculos cerrados, me estaba deshaciendo. Tenía el conejito ardiendo en fiebre y mi cuerpo temblaba, ya no podía contener la respiración y era tan agitada que sonaban a celosos gemidos que me avergonzaban cada vez que se me escapaban, pero me temblaban las piernas y su lengua entraba y salía de mí, a mi lado su rabo era cada vez más brillante, con una punta gruesa y sonrosaba que salivaba por el agujerito que se estremecía cada vez que se la sacudía, quería tocarla pero no sabía si debía o no.

Cerré los ojos al sentir los dientes del doctor bordeando mi clítoris, mordisqueaba y lamía, mordisqueaba y lamía y yo ya no sabía qué hacer, sentí el cuerpo viniéndoseme abajo, me quedé como helada en una convulsión de placer que me recorrió todo el cuerpo, me temblaba toda y sentía como mi doctorcito seguía apretando con su lengua sin dejar de mover sus dedos entre los labios de mi rajita que se abría y se cerraba soltando escupitajos de moco caliente, él lo lamía y lo volvía a llevar a mi bultito del gusto que estaba muy duro y casi me dolía cuando me acariciaba su cabecita dilatada. Intenté incorporarme para entender que me ocurría pero me temblaba y casi no tenía fuerzas, el escalofrío fue recorriéndome desde la planta de los pies hasta hacerme contraer con las rodillas arqueadas.

Él seguía masturbándose, lo miré pero el placer casi me nublaba la vista y me derrumbé hacia atrás en uno de los pellizcos de sus dientes y sin dejar de sentirme derramándome por el chuminito dejé que aquella medicina me dejara sin respiración. No dejó de tocarme pero se levantó y con un suave movimiento me ayudó a deslizarme hacia abajo quedándome tumbada con las nalgas al borde de la camilla y las piernas descolgadas, se colocó entre ellas y empezó a frotarme su dura polla a lo largo de mi coñito aún boqueante de placer, apretó el masaje y moviéndose cada vez más rápido noté cómo su respiración se volvía muy agitada, empezó a gemir y se me apretaba tanto que su cuca dura casi me raspaba y me hacía daño, estaba sudando y me miraba raro, hacía ahjjj, ahjjj y gemía como un perro grande que me estaba asustando pero no me atreví a decir nada.

Gimió un poco más alto y dejó de frotarme el chocho, se agarró la polla cada vez más tensa y me tomó las manos, me hizo rodearle el rabo y apretándomelas fuertes me las movío muy rápido a lo largo de aquel gran trozo de carne caliente, se agitaba entre mis dedos cuando el me las meneaba hacia abajo y notaba que cuando su piel llegaba atrás él temblaba y gemía. Me agitó rápido y noté que por dentro de aquel inmenso falo se movía algo, lo noté cuando llevó mis manitas hasta atrás y seguí notándolo cuando me las subió, lo noté cuando su punta sonrosada se hinchó más y de pronto, sin esperarlo lo noté saliendo, me llegó a la cara y seguí notándolo sin poder parar sus manos en la pelada.

Gemía de una forma que me dio miedo intentar parar así que dejé que fuera él que dejara de moverme las manos por aquella cuca inmensa que no dejaba de escupirme. Después eran sólo gotitas pero él seguía moviéndome las manos sobre su picha pero ahora me las llevaba hasta glande y allí me las cerraba para que le apretara. Después de un rato en ese masaje se retiró, se recogió con una mano todo el paquete aún un poco duro y se lo metió en los calzoncillos, se los subió bien y después se abrocho el pantalón. Se colocó la bata de médico con su nombre bordado en un globo y se acercó a mí, lentamente empezó a limpiarme la cara y el pecho con unas toallitas de colonia y me terminó de vestir. Después se acercó al mueble junto a las toallas y apagó el piloto rojo que no había dejado de parpadear durante toda la consulta. Se fue hasta su escritorio, escribió unas recetas y me dijo que me acercara. Me sentó sobre sus piernas y acariciándome las piernas me miró y sonrió.

-Ya sé cómo curarte esos males que te han dado, hoy seguro que estarás mejor pero mañana si quieres dices que necesitas venir otra vez y vemos si necesitas que sigamos el tratamiento, ¿te parece?.- y me besó la mejilla.

Me acarició el pelo y me colocó el flequillo tras la oreja, acercó sus labios y me chupo el lóbulo y me pasó la lengua por dentro de la oreja. Lo hizo varias veces y después me susurró.

-Esta noche cuando te acuestes quiero que hagas algo- paró un momento ante mi mirada extrañada y me sonrió- quiero que antes de dormir te pases los deditos por el conejito este tan suavito que tienes- y me acarició sobre el pantalón haciéndome mojar las braguitas otra vez- quiero que te lo toques hasta que estés tan mojadita como antes y después intentas darte gusto como yo te lo he dado hoy, seguro que te gusta- volvió a besarme largamente- hazlo y mañana cuando regreses me cuentas si te gusta más hacerlo tu solita o prefieres que te lo haga yo cuando notes que tienes calor en la rajita ¿vale?-

¿Vale? ¡Qué le iba a decir!...