Doctor, creo que soy ninfómana

Una joven adicta al sexo relata sus experiencias orgiásticas a su psicólogo, haciéndolo sufrir lo indecible.

Doctor, creo que soy ninfómana

Eran casi las cuatro de la tarde.

El doctor Fernández abrió las cortinas para que entrase un poco de luz en el consultorio. Su nueva paciente debía llegar de un momento a otro, y el psicólogo buscaba hacer más agradable el ambiente. Le gustaba que sus pacientes se sintieran cómodos, especialmente si se trataba de la primera sesión.

Justo a las cuatro en punto, el timbre de calle sonó. El doctor abrió la puerta, y se encontró con una muchacha joven, de largos cabellos negros. Era realmente bonita, y el vestido corto ajustado y los zapatos de tacón alto que llevaba resaltaban su espectacular figura.

" ¿Susana Oviedo? " preguntó el médico.

" Sí! " respondió la muchacha sonriendo. " ¿Llego puntual, verdad? ".

" Perfectamente en hora " respondió el Dr. Fernández. " Me gusta la gente puntual. Pero por favor, pase ".

La muchacha entró al consultorio, dejando a su paso una estela del perfume que tenía puesto.

" Por favor, recuéstese en el diván " pidió el médico. La paciente dejó su cartera en una silla y obedeció, cruzando las manos sobre el regazo.

" ¿Cuántos años tiene, Susana? ".

" Veintidós ".

" ¿Y es la primera vez que se analiza? ".

" Oh, sí! Nunca antes me había hecho falta! ".

El médico esbozo una sonrisa ante la respuesta de la muchacha, que debía pensar – como mucha gente – que recurrir al psicólogo era una solución extrema.

" Bien. ¿Y por qué ha decidido analizarse? ".

La muchacha se alteró visiblemente, y comenzó a retorcerse las delicadas manos mientras sus mejillas se coloreaban ostensiblemente.

" Pues verá . . . yo . . . yo . . . es que no es fácil de decir! No sé que va a pensar usted de mí! ".

" No se haga problema, yo no voy a pensar nada. Estoy aquí para escucharla y ayudarla. Sólo relájese, y dígame eso que tanto la atormenta ".

La joven tragó duro, y luego dijo con resolución:

" Doctor, creo que soy ninfómana ".

El Dr. Fernández abrió grandes los ojos, pero se cuidó muy bien de hacer comentario alguno.

" ¿Y qué le hace pensar eso? ".

" Pues, desde hace un par de semanas he tenido sexo con todos los hombres que he podido, y cada vez quiero más y más! Estoy desesperada! ".

Mientras hablaba la joven se llevó inconscientemente las manos a los turgentes pechos, acariciándolos suavemente. El gesto no pasó desapercibido para el médico, quien no pudo dejar de mirar los duros senos que amenazaban con escapar de la prisión del escote. Pero rápidamente desvió la mirada hacia su bloc de apuntes, y luego de carraspear continuó con las preguntas.

" Ya veo. Y dígame ¿Cómo llegó a esta conclusión? Quiero decir ¿Hubo algún cambio en su vida sexual tal que usted considere su actual nivel de actividad como patológico? ".

" Oh, sí! Mi comportamiento antes era . . . normal. Es decir, tenía sexo con mi novio un par de veces a la semana, tres como mucho " respondió Susana. " Pero todo cambió desde que concurrimos a esa fiesta " agregó con la voz agitada y los ojos chispeantes.

" Ajá. ¿ Y que pasó en esa fiesta? ".

" Uh! Tantas cosas!. Verá, resulta que uno de los amigos de Leo se iba a vivir a fuera del país, y para despedirlo le organizaron una fiesta. Era una reunión de hombres solos, con torta gigante con sorpresa y todo. Lo de reunión de hombres solos, vaya y pase, pero lo de la torta no nos hacía ninguna gracia a ninguna de las novias porque nos imaginábamos que clase de "relleno" tendría el pastel. Ellos juraban que iban a portarse bien, pero por supuesto no les creímos. Entonces nos las ingeniamos para encontrar el negocio donde habían contratado la "sorpresa", y convencimos al dueño para tomar el lugar de la chica que iba a estar adentro. Lo malo fue que ninguna de las muchachas quería aparecer casi desnuda delante de tantos hombres, y arriesgarse a la posible bronca por arruinarles la fiestita. Y como yo había sido la de la idea del cambio, no tuve más remedio que meterme en la torta disfrazada de conejita. Ah! Doctor! No se imagina la sensación que tuve cuando me puse ese traje mínimo! Primero me sentí ridícula, pero después, cuando me vi en el espejo, debo confesar que me excité. Pero se me pasó enseguida pensando en el probable enojo de mi novio y los otros ".

" Mientras esperaba el momento de salir me comía las uñas, y cuando por fin hice mi aparición se hizo un silencio de muerte. Vi las caras asombradas de los cinco muchachos, sobre todo la de mi novio, como dudando de lo que veían. Hasta que Franco, el homenajeado, dijo: "¡Bueno, bueno! Pero Leo, amigo, no te hubieras molestado! Qué linda conejita nos has conseguido! ".

" Todos rieron, aplaudieron y chiflaron, menos Leo, que me quemaba con la mirada. Pero yo me sentía muy halagada con el recibimiento, e ignorando a mi novio dije mientras me ponía la enorme zanahoria de plástico en la boca: "Pero esta conejita tiene hambre y quiere zanahorias! ".

" Doctor, no se imagina el efecto! Debí haberme dado cuenta que todos estaban chispeados por el alcohol que venían tomando desde temprano, porque me vitorearon y entre varios me sacaron de adentro del pastel. Después me pidieron que diera besitos de conejo, poniendo piquito, y yo no me hice rogar. Pero cuando llegó el turno de Leo quise compensarlo (casi lo trajeron a la rastra de tan enojado que estaba), y le di un beso de lengua de aquellos. Ahí fue cuando Franco protestó, y dijo que como homenajeado se merecía uno de esos besos. Yo lo miré a Leo esperando encontrar un gesto de disgusto, pero todo lo contrario. Y para mi sorpresa, noté que estaba teniendo una erección fenomenal. Me sonrió, y con un gesto de cabeza me dio a entender que le diese el gusto a su amigo. Y yo accedí, por supuesto. La verdad es que Franco es un bombón, y cuando su lengua chocó con la mía me excité más de lo estaba. ".

" Ahí empezó el descontrol. Porque de repente, mientras besaba a Franco, otro de los chicos se puso detrás mío y me colocó el paquete entre las nalgas enseñándome que también tenía una bruta erección. Y yo . . . yo bajé una de mis manos para tantear ese fierro duro, deseosa de sentirlo entre mis dedos. Se acercaron los otros, y mientras me besaba el cuello Franco me dijo "Siempre me gustaste, perra". Uf! Yo sentía que mi vagina se mojaba a más no poder. Y la cosa fue en aumento, porque cuando quise acordar tenía diez manos recorriendo todo mi cuerpo, y a Leo pegado a mi oído diciéndome lo puta que era y como me iban a dar verga entre todos y por todos lados. Después . . . en un abrir y cerrar de ojos me encontré arriba de la mesa, en cuatro patas, con una polla en la boca y otra en el culo, mientras Leo me chupeteaba el coño y los otros dos chicos me mordisqueaban los pezones hasta hacerme doler. Ah! Doctor! Tuvimos fiestita durante horas, y me los follé a todos hasta dejarlos extenuados. "

Cuando Susana por fin terminó de hablar, el Dr. Fernández sacó un pañuelo y disimuladamente se secó la transpiración de la frente. Como estaba sentado un poco más atrás de la cabecera del diván la joven no podía verlo, por lo que con un gesto rápido intentó acomodar la vergonzante erección que había ido aumentando con cada detalle de la historia. Pero era imposible, y en un acto desesperado cruzó las piernas para apretar el monstruo que quería escapar a través de la bragueta.

" ¿Y cuál es su conclusión, doctor? ".

" No, no, es muy rápido para sacar una conclusión " respondió el Dr. Fernández tratando de recobrar la calma. " Pero creo que como primera sesión hemos avanzado bastante. ¿Qué le parece si nos encontramos el martes que viene, a la misma hora? ".

" Seguro! Aquí estaré! ".

Después de acompañar a la muchacha hasta la salida manteniendo el bloc de hojas para tapar su entrepierna, el Dr. Fernández se dirigió resueltamente al baño y con dificultad sacó su durísima verga del pantalón. La rojiza cabeza babeaba profusamente, y bastaron unas pocas sacudidas para que la tranca escupiese una andanada de guasca caliente y espesa en la pileta del lavatorio. Después de eso, el médico respiró aliviado, y se miró al espejo tratando de entender como había perdido el dominio de sí mismo de esa manera.

El martes siguiente el Dr. Fernández estuvo inquieto toda la mañana, y no pudo encontrar otra causa más que la segunda sesión que tendría por la tarde con Susana. A las cuatro en punto sonó el timbre, y cuando abrió la puerta el psicólogo se encontró con la bella morocha vestida con un pantalón que marcaba la perfecta redondez de su culo y una blusa escotada que resaltaba el esbelto talle.

" Cómo está, doctor! " La joven entró sonriente al consultorio, inundando el lugar con su perfume y su presencia. Era imposible que el cuerpo de la chica hubiese cambiado en una semana, pero al Dr. Fernández se le antojaba más provocativo y pulposo.

Sin esperar la indicación Susana se acomodó en el diván, y espero a que el médico hiciese lo propio en su silla.

" Entonces, me había contado de esta fiesta de despedida a la que asistió. ¿Fue la única oportunidad en la que tuvo esta clase de . . . experiencia grupal? ".

" No, claro que no! Esa fue la primera . . . de muchas ".

" ¿Muchas? " El médico carraspeó, y después de tragar duro preguntó: " ¿Y hay alguna que recuerde en particular? ".

" Bueno . . . tal vez la del gimnasio ".

" La del gimnasio " repitió el doctor como un eco, empezando a sudar. " ¿Quiere contármela? ", preguntó mientras encendía un pequeño grabador.

" ¿Y eso? " indagó Susana con cierta desconfianza.

" Es para no perder tiempo anotando, y analizarlo luego lo que me cuenta. Sus relatos son muy . . . extensos y detallados " se justificó con cierta culpa el médico.

" Ah! Claro! Bueno, esto ocurrió un par de semanas después de la reunión en lo de Franco. A partir de ahí, cada vez que salíamos mi novio no perdía ocasión de practicar sexo en grupo. Y yo tampoco, estuviese él o no. Como esa tarde en el gimnasio . . . ".

" Yo había terminado mi rutina de aparatos. Era tarde y no quedaba casi nadie, sólo el profesor y un par de tipos con unos cuerpos fenomenales porque practican fisicoculturismo. Como ya me iba me acerqué a saludar al entrenador. Le di un beso, y aunque a los otros dos sólo los conocía de vista no quería ser descortés y también les di un beso a cada uno. Todo debería haber terminado ahí, pero la vista de esos músculos ya me había excitado y no pude evitar hacer un comentario de admiración sobre los enormes pectorales mientras los apretaba con el dedo. Los tipos me comían con la mirada, y los pantaloncitos que llevaban puestos delataron el bulto que crecía a ojos vistas entre las piernas. Entonces me puse a mil, y sin dejar de apretarles los músculos les pregunté con tono inocente: "Ay! ¿Tienen todo así de duro? ".

" ¿Y entonces? " preguntó con un hilo de voz el psicólogo.

" Bueno, imagínese el resto. Dos minutos después estábamos los cuatro encerrados en el cuartito de las colchonetas. Ahí pude comprobar que no es cierto eso que dicen de los fisicoculturistas, usted sabe, músculo muy grandes pero miembros muy chiquitos. O por lo menos, estos eran la excepción a la regla, porque cada uno calzaba unos veinte centímetros de tranca tranquilamente. ¡Y cómo las manejaban! Me volvieron loca!. Me follaron por delante y por detrás, de a uno por vez y los tres juntos. Los cabalgué y me montaron, y todo el tiempo me decían cosas sucias que me calentaban cada vez más como "Eres una reverendísima puta!" o "Como te gusta la verga, zorra!". Me dilataron todos los agujeros, pero yo no me quedé atrás y los dejé pidiendo clemencia. ".

El Dr. Fernández recurrió al pañuelo para secarse el sudor que perlaba su frente, y se apretó un testículo para bajar la carpa gigante en sus pantalones. Tenía miedo de correrse y dejar una mancha indisimulable en su entrepierna. Y cuando la muchacha se fue, no tuvo más remedio que aliviar la presión de sus huevos jalándose la polla, explotando en una abundante lluvia de leche que salpicó hasta los azulejos del lavatorio.

El martes siguiente, a medida que se acercaba la hora en la que Susana vendría a su sesión, la intranquilidad del Dr. Fernández iba aumentando. Cuando sonó el timbre pegó un salto, y en dos zancadas estuvo junto a la puerta. Abrió, y parada del otro lado estaba la impactante mujer vestida con una minifalda y una remerita sin mangas bajo la cual bailoteaban los grandes pechos sin sostén.

El Dr. Fernández gimió por lo bajo.

Como en la anterior ocasión, Susana entró y se acomodó en el diván. El médico tomó asiento a su lado, munido del grabador y el bloc de notas (imprescindible para tapar su entrepierna).

" Bueno, creo que deberíamos empezar a trabajar sobre lo que ya me ha contado. Esas experiencias son bastante demostrativas del cuadro de situación, y creo que podemos sacar algunas conclusiones. Claro, salvo que . . . "

El médico casi temía continuar.

" . . . salvo que en estos días haya tenido una vivencia que supere las otras ".

" Sí, sí!!· Así fue!! " exclamó Susana con una mezcla de entusiasmo y frustración.

" ¿De verdad?!! Me . . . me cuesta creerlo pero ¿Qué . . . qué fue esta vez? " balbuceó el hombre.

" Doctor, el domingo fui a ver un partido de fútbol . . . "

" (Noooo!!!) " . . . el grito murió en la garganta del psicólogo, que notaba como aumentaban sus pulsaciones.

" . . . y después del juego me colé en el vestuario para saludar a los muchachos del equipo donde juega un amigo. Ay, doctor! Si está imaginando eso, no se equivoca. Todos, todos los jugadores fueron míos! ".

Susana empezó a narrar su última experiencia, pero el Dr. Fernández escuchaba su voz como un lejano murmullo mientras mantenía los ojos cerrados. Ajena a esto la joven siguió hablando, relatando con lujo de detalles su orgía en el vestuario. Cuando terminó de contar su historia hizo una breve pausa, y luego preguntó:

" Y bien doctor ¿Qué piensa ahora? ".

Sin abrir los ojos, el psicólogo escuchó su propia voz diciendo:

" Pienso que eres una puta ".

Casi pudo ver los ojos de Susana abrirse enormemente.

" ¿Cómo dijo?!! ".

" Que pienso que eres una puta. En mi vida he oído cosas como las que me has contado. Creo que eres la más puta de las criaturas, más aún teniendo en cuenta tu edad. No puedo imaginar la cantidad de vergas que te has comido, y si sigues así las que te vas a comer. Pero te puedo decir algo con certeza: en estas tres semanas me has hecho sufrir lo indecible, dejándome caliente como una plancha cada vez que te marchas, obligándome a pajearme como un adolescente para apagar el dolor de mis huevos. ¿Y sabes qué? No es justo. Para nada. Porque si te has comido tantas pollas, pienso que una más no te hará daño. Así que hoy es mi turno ".

El médico saltó sobre el diván, en donde una sorprendida Susana estaba muda por la sorpresa. Con una destreza elogiable el Dr. Fernández sacó su durísima tranca de sus pantalones, manoteó las minúsculas bragas arrancándolas de un solo tirón, y después de separar las piernas de la muchacha con sus rodillas enterró de una su ya babeante verga en el deseado coño. Enloquecido, el médico inició un afiebrado mete y saca, mientras con sus manos desgarraba la remerita para liberar los pechos de la joven y chuparlos con deleite. Estaba enajenado, y había deseado tanto ese momento que se dio cuenta que iba a correrse enseguida. Gimió, aprestándose a la explosión orgásmica.

" Mmmahhhhhhh . . . !! ".

" Doctor!! ".

. . . ahhhhhhh . . .!! ".

" Doctor, doctor!!! ".

". . . ahhhhmm . . . qué, qué!!! ".

" Doctor, se siente bien?!! ".

El médico abrió los ojos . . . y se encontró sentado en su silla, gimiendo como un poseso y con la verga impiadosamente apretada por sus pantalones a punto de explotar. Estaba empapado en sudor, y en sus manos el bloc de notas era un amasijo de hojas deforme.

" Yo . . . sí, sí, estoy bien! Discúlpeme! Es que . . . tengo . . . tengo un problema lumbar, y hay días que el dolor me mata. Pero le ruego me disculpe, Susana! ".

" Por supuesto, por supuesto! ".

" Creo . . . creo que hemos terminado por hoy . . .".

" Seguro, seguro! Pero ¿Necesita algo? ¿Quiere que me quede con usted? ".

" Nooo!! No, faltaba más! Bastante con haberle agitado el final de la sesión de hoy. Eso sí, no voy a poder acompañarla hasta la salida . . . ".

" Por favor, no se haga problema! Conozco el camino! " respondió la muchacha sonriendo. Se levantó del diván, tomó su cartera y con paso felino llegó hasta la puerta contoneando su impresionante retaguardia. Antes de cerrar se volvió hacia el médico y le dijo:

" ¿Quedamos para el martes que viene, a las 16:00, no? ".

" Sí, sí!! ".

La mujer se fue, y el psicólogo apenas tuvo tiempo de sacar su agarrotado miembro del pantalón antes que empezara a escupir trallazos de mecos a diestra y siniestra. Cuando por fin la copiosa corrida llegó a su fin el hombre quedó extenuado, respirando con dificultad mientras el semen se espesaba en sus dedos. Todavía agitado paseó la mirada perdida sobre el diván, y entonces vio el grabador. Temblando lo tomó con su mano limpia, rebobinó la cinta y cuando encendió el aparato sonó la voz de Susana contando su ardiente experiencia con los jugadores de fútbol. Bastaron unos segundos de relato para que la tranca del médico se endureciese de nuevo, latiendo dolorosamente. Sin otro remedio el psicólogo comenzó a meneársela acompasadamente, mientras repetía para sí:

" Uno de estos días, unos de estos días . . . !! ".