Dobles parejas después del masaje de tres
"Aun con su mejilla al lado de la mía volvió a decirme en voz baja: - Aquí mismo y en menos de dos minutos consigo que te corras Así, sin más preámbulos. Sus palabras fueron tan directas como sus dedos, que se deslizaron por debajo de la braguita de mi bikini"
Los padres de una niña de la guardería donde también van mis gemelos, organizaron un cumpleaños en uno de esos chalets adaptados para fiestas, con piscina, juegos de bolas, castillos hinchables y barbacoa. Debido a ciertos problemas en casa no tenía muchas ganas de ir, pero me apetecía volver a ver a Juan, con el que apenas había intercambiado un par de whatsapps desde el día del masaje en su casa. En un principio me había confirmado su asistencia, pero cuando llegué al sitio me comentaron que no podía venir. Me decepcionó un poco. Los niños empezaron a correr de un lado para otro y me dirigí hacia la piscina.
Me quité el vestido y me metí con desgana en el agua, mientras miraba hacia la zona del castillo hinchable, donde los pequeños se metían con la monitora en su interior.
Había mucho bullicio de niños chapoteando, pelotas, colchonetas y demás cachivaches que en ese momento me parecían de lo más molesto. Pero encontré mi pequeño rinconcito de paz. Una esquina de la piscina donde intenté encontrar el relax que necesitaba. Me sumergí hacia el fondo y me puse de cuclillas en el suelo. Puse mis dedos en el saliente del bordillo para no salir y cerré los ojos. No me dio tiempo a casi nada. Alguien saltó cerca de mí, lo que hizo que volviera a la realidad. Al abrir los ojos, entre las burbujas y el movimiento de agua vi un bañador azul delante de mí. Apenas a un palmo de mi cara. Ascendí a la superficie.
Era otro papa: Rodri, al que al instante se unió Carlos al lado. Rodri, además del papa de Marina, es también del grupo de amigos de mi marido de toda la vida: un hombre corpulento, muy de campo. Todo en él era enorme, evidentemente, y hasta el momento, todo lo que físicamente se veía: sus manos, sus dedos, sus brazos, su espalda. Con unos ojos verdes verdaderamente bonitos.
- Buenos días Silvia
Me saludó pegando su cuerpo al mío dándome dos besos en las mejillas.
- Hola.
Contesté intentando zafarme de la proximidad de su presencia. Entre los dos habían conseguido reducir mi espacio de acción y me fue bastante complicado separarme.
- Estás para empotrarte aquí mismo. - Dijo Carlos mientras sus dedos recorrían mi mejilla
- Carlos, por favor. – Contesté incómoda – Aquí nos ve todo el mundo y, sinceramente, ahora sólo me apetece estar tranquila.
- Ya he visto que no está por aquí José, ¿Cómo se le ocurre dejarte sóla?
- Está en casa, no se encontraba bien – Intenté mentir sin que se notara mucho. Volví a intentar zafarme de su presencia
- Oye, ¿Y no tendrías un par de minutos para relajarte con nosotros? – Me dijo Rodri acercando sus labios a mi oído. – Entre lo que me ha contado Carlos de lo del otro día, y lo que cuenta tu marido, quiero ver ese pedazo de volcán que dicen que eres.
Lo que menos necesitaba en este momento era tener más problemas con mi marido, pero en un afán de intentar recuperar el control, puse mis manos en su pecho y traté de retirarle de delante de mí con un pequeño empujón. Mi cuerpo reaccionó de una manera que no esperaba. El tacto de mis manos con su piel me resultó excitante. Realmente era un hombre corpulento. Le acaricié suavemente el pecho y dejé de presionar para que se quitase. Aun con su mejilla al lado de la mía volvió a decirme en voz baja:
- Aquí mismo y en menos de dos minutos consigo que te corras
Así, sin más preámbulos. Sus palabras fueron tan directas como sus dedos, que se deslizaron por debajo de la braguita de mi bikini. Sólo me dio tiempo a mirar, que por la posición entre los dos hombres, parecía bastante complicado que alguien pudiera imaginarse lo que pasaba bajo el agua. Sin mucha dificultad logró llegar con la yema de sus dedos a su objetivo. Carlos se acercó y me bajó un poco la braguita para facilitar la tarea, quedándose ésta a mitad de mis muslos. Apoyé mis brazos en el borde de la piscina y levanté mis pies del suelo, buscando apoyar mis pantorrillas en la cadera de Rodri, intentando abrazarlo para sentir sus dedos en mi interior. Incrementó el ritmo de mi respiración. Carlos me puso su dedo en la boca para que intentara no gemir. Sentía cómo el pulgar se introducía en mi vagina, mientras que otro dedo presionaba para penetrar en mi culo. No sé si pasaron los dos minutos, pero mi orgasmo estaba a punto de llegar. Carlos me había subido una de las copas de mi bikini, dejando ver ligeramente uno de mis pezones a pocos centímetros de la superficie. Con su otra mano acariciaba mi clítoris. Cerré los ojos, mordí mis labios y estallé en varios espamos incontrolados. Puse mi boca sobre el pecho de Rodri para intentar acallar el orgasmo. Los dos hombres se rieron. De inmediato,Carlos, me puso bien el sujetador del bikini y se retiró hacia la escalera. Aún tenía la mano de Rodri aprisionada entre mis piernas. Me reincorporé como pude subiéndome la braga hacia arriba.
- Dentro de 5 minutos te espero dentro.
Cuando lo vi subir las escaleras se giró para mirarme mientras, disimuladamente, se colocaba bien la erección que se veía debajo de su bañador. No tardé demasiado en salir del agua, cogí una toalla y me la enrollé en el cuerpo. Miré hacia la casa y vi a Rodri en el balcón, con un cigarrillo en la mano. Al cruzarse nuestras miradas me hizo un gesto con la mano. Me dirigí hacia el interior.
En la planta de abajo sólo había un gran salón de estar, la cocina y un aseo. Así que me dirigí al piso superior subiendo por unas estrechas escaleras. Todas las habitaciones permanecían cerradas, menos una puerta entreabierta que daba acceso a la habitación dónde se encontraba el balcón en el que había visto a Rodri. Por un momento dude en entrar, pero alguien abrió la puerta. Era Sandra, la mujer de Rodri, que me “obligó” suavemente a pasar tirando de mi mano.
- Qué bien te sientan los orgasmos Silvia – me dijo. Me quedé callada
Sandra es muy “del tipo” de su marido: si él es bastante corpulento, ella también lo es para ser mujer. Viéndola en bañador la mirada se desvía seguro a sus pechos. Son enormes. Su piel es morena, contrasta mucho con la mía. Se acercó a mí y me retiró la toalla. Sus manos acariciaron mi cuello y acercó mi cara a la suya empujando levemente mi nuca hacia ella. Su lengua recorrió mis labios. Los abrí para que se juntara con la mía. Cerré los ojos y noté como me retiraba el sujetador. Su lengua pasó por mi barbilla, por mi cuello y descendió hacia uno de mis pezones. Lo mordió muy despacio con sus labios. Volvió hacia mi boca. Abrí los ojos y, antes de sentarse en los pies de la cama, se desnudó. Sus pechos, efectivamente enormes, quedaron frente a mí. Tenían una gran aureola negra coronada con unos pezones que se endurecieron con el paso de mi lengua.
Me había olvidado de Rodri, aunque sentía su presencia en algún lugar de esa habitación. Mientras mi lengua jugueteaba entre los pechos de Sandra su mano se metió entre mi bañador y comenzó a masturbarme. Empecé a jadear ante sus caricias. Sorprendentemente tanto sus manos, como las de su marido antes, me hacían sentir un placer increíble. Deje de chupar uno de sus pezones y me recoloqué sobre el colchón para abandonarme a sus caricias. Me ofrecí poniéndome a gatas sobre la cama. Ella se puso detrás de mí. Sentí su lengua recorrer mi esfínter mientras me penetraba con varios dedos la vagina. Poco a poco incrementó el ritmo. No podía resistir más. Apreté las sábanas entre mis manos y me corrí. Me dejé caer en la cama, boca arriba. Sandra no se movió y vi como su cuerpo se balanceaba suavemente. Detrás de ella había aparecido Carlos, que la tenía cogida por la cintura y la penetraba lentamente. Su cara era puro deseo. También apareció Rodri, que se situó de pie a mi lado, buscando con la punta de su polla la boca entreabierta de su mujer.
Rodri me cogió del la cabeza y me dispuso frente a la boca de Sandra, que acogía el glande de su marido con mucho esfuerzo. Acerqué mis labios a los suyos y comencé también a chupársela. Alternando nuestras lenguas entre la polla y sus huevos. Y llegó el momento del orgasmo conjunto entre Carlos y Sandra, que terminó con sus gemidos enterrados de nuevo en mi boca.
Rodri se acostó sobre la cama y me situé encima. Sus manos recogieron mis pechos mientras su miembro se enterraba en mi interior. Empecé a mover mis caderas suavemente, sintiendo todo el miembro dentro de mí. Levanté un poco mi cuerpo y me volví a sentar sobre él. Sus manos habían bajado a mi cintura. Puse mis manos de nuevo sobre el colchón y le miré a los ojos. Mis pechos se movían en círculos sobre su pecho. Sentía un agradable cosquilleo. Sandra se había situado detrás de mí. Me tumbé sobre su marido, sintiendo de nuevo su lengua en mi ano a la vez que también lamía la polla de Rodri y sus testículos mientras me penetraba. Entrelazamos nuestras lenguas y no tardó en correrse. Sentí su semen caliente salpicar sobre mi espalda y escurrir sobre mis nalgas. Me dejé caer a su lado.
- Tranquila, que esto quedará entre nosotros – Dijo mientras se levantaba
Carlos se colocó encima de mí y me penetró de nuevo. Sentí caer las gotas de su sudor sobre mi vientre. Miré hacia el techo. De nuevo la lengua de Sandra sobre mi pecho, endureciendo mis pezones, acariciando mi piel, lamiendo el lóbulo de mis orejas. Recorriendo sin prisa cada centímetro de mi cuello. Carlos levantó mis piernas y las apoyó sobre sus hombros acelerando sus embestidas. Empezó a gemir y se corrió dentro de mí, mientras los labios de Sandra me besaban. Cerré mis ojos. Carlos seguía dentro de mi y Sandra había comenzado de nuevo a masturbarme el clitoris. Abrí cuanto pude mis piernas y me corrí de nuevo.
- Bueno, ¿bajamos a refrescarnos un poco a la piscina? – Escuché la voz de Sandra.
Me hubiese gustado quedarme allí tumbada, así que resoplé disconforme.
NOTA: Relato continuación de "UN MASAJE DE TRES". Feliz entrada de año