Dobles parejas (3)

Continua la excitante experiencia de Ana y Raul con sus nuevos amigos y otras cosas que en una fantastica noche les acaecieron.

La mañana siguiente la pasamos tranquilamente en la playa. Allí, los dos solos tostándonos al sol, aproveché para intercambiar opiniones con mi mujer. En contra de lo que inicialmente pudiera haber pensado Ana no se arrepentía en absoluto de la experiencia de la noche anterior. Es más me comentó que para ella se había abierto de repente una nueva perspectiva en su vida, y por tanto en la de los dos, en la que, pensaba, el sexo iba a ocupar un nuevo lugar predominante y abierto, fuera de las represiones que hasta la noche anterior lo habían encerrado. Me confirmó lo que había disfrutando follando con Manuel y comiendo su polla a medias conmigo. Eso, me dijo, colmaba todas sus expectativas sexuales. Sin embargo también comentamos el que esta nueva situación debía fortalecernos como pareja y no separarnos. Ana me dijo que desearía explorar el sexo en cualquier dirección pero evitando el hacerlo de forma individual. Ella quería que yo estuviera presente hiciera ella lo que hiciera, con quien lo hiciera y con cuantos deseara y por su puesto igual en mi caso.

Carpe diem , meditaba yo, los años que tenemos que recuperar. La playa estaba repleta de parejas, grupos, hombres y mujeres solos y yo apreciaba sus cuerpos desnudos y pensaba ¿con cuales follaremos esta noche?. Pasaba delante de nosotros una joven vestida solo con un sombrero de paja y me la imaginaba debajo de mi gimiendo de placer.

Comimos con Manuel, Rachel y los valencianos y quedamos con ellos en la playa para después de la siesta.

Ana y yo dormimos como lirones hasta casi las siete de la tarde. Cuando bajamos a la playa allí estaba Rachel desnuda, con sus piernas abiertas como siempre, mientras Manuel charlaba en la orilla con otra pareja, él algo mayor con coleta y perilla y una mujer bajita, morena pero muy bien proporcionada repleta de dorados por todas partes, aros en los tobillos, en las muñecas pulseras, en la cintura, sobre el pecho, etc. En algún momento noté que nos miraban fijamente antes de continuar hablando. El hombre parecía evaluar lo que valía mi mujer con experta mirada. Por fin se despidieron amigablemente dándose la mano y la pareja se tumbó a cierta distancia de nosotros.

¿Qué tal pareja? - nos saludó Manuel- cuando vengan los valencianos debo proponeros una cosa. Va a ser muy divertido.

Luego charlamos un rato de la noche anterior. Manuel nos confesó que se consideraba totalmente bisexual y que disfrutaba tanto haciéndoselo con un tío como con una mujer. Recordamos algunos momentos como por ejemplo lo preocupado que me vió cuando estaba follando por la boca a Ana que disfrutaba como nunca. Yo le pregunté a Rachel que qué tal lo había pasado y ella con su gutural español nos dejó de una pieza:

demasiado poco follar, espero esta noche follar más.

Al poco, ya con los valencianos, Manuel nos preguntó si nos apetecía ir de fiesta esa noche. Yo, la verdad, soy más bien poco de bailes y fiestas pero a Ana le encantan. Al fin dijimos que sí y Manuel nos previno que sería algo especial. Era una fiesta privada en un chalet cercano y nos advirtió que estuviésemos dispuestos a todo y que, desde luego, si no nos encontrábamos preparados lo mejor era renunciar a ir. Ana quiso saber algún detalle más pero, insistió, que a ella le encantaría y que tal vez yo estuviera algo más remiso. Por mi parte no solo no estaba remiso sino que preveía que podría ser un paso adelante en nuestra reciente liberación sexual. En similares términos se expresaron Lucia y su marido y decidimos ir. La fiesta empezaba a las doce y quedamos en que iríamos en nuestro coche los cuatro con los valencianos en el suyo detrás.

Después de cenar subimos a arreglarnos. Ana repitió vestido pero esta vez se puso un tanga blanco sujeto por unas tiras transparentes del grosor del hilo dental. Era en realidad un pequeño triángulo que apenas cubría su precioso y peludo chocho. Se pinto los pezones con lápiz de labios de un granate intenso lo que provocaba que se transparentaran casi por completo. Ana me insistió en que yo también llevara tanga y me coloqué uno negro que era el más amplio a pesar de lo cual notaba que se me salía casi todo. Llamamos a la habitación de Lucía y Emilio que estaban ya listos, Lucía con un cortísimo vestido de tirantes y Emilio con la túnica de la noche anterior.

Esperamos en el hall a Rachel y a Manuel. Cuando Rachel salió del ascensor nos quedamos de piedra: llevaba un pareo sujeto al pecho abierto por delante, que al caminar dejaba su depilado coño al descubierto. Me entraron ganas de tirármela allí mismo. Iba descalza y en cuello y tobillos llevaba brazaletes negros con aros tipo de perro. Manuel vestía un pantalón de cuero y chaleco sin nada debajo.

En el aparcamiento, antes de entrar en el coche Rachel se quitó el pareo y quedó desnuda junto a su marido. Éste ató el collar con una cadena metálica que llevaba y tiró de ella hasta sentarla rudamente en el coche.

Conduje durante un buen rato, sin quitar ojo a Rachel que abría desmesuradamente sus piernas, por oscuras carreteras hasta tomar un camino polvoriento por donde avanzamos hasta llegar a una alta valla de piedra. Pulsamos el timbre y nos abrieron la verja entrando en una zona ajardinada que finalizaba en un hermoso chalet de tipo andaluz. Dejamos los coches junto a los demás, unos veinte calculé a ojo, y entramos. Manuel nos entregó a cada uno un pequeño antifaz dorado que nos pusimos inmediatamente. A Rachel, Manuel con cinta de embalar, le tapó totalmente los ojos antes de ponerle el antifaz.

En el interior, una gran sala en penumbra, había una docena de personas charlando tranquilamente en dos o tres corros. Estaban repartidos aproximadamente a cincuenta por ciento entre hombres y mujeres y, a simple vista, se veían espléndidas mujeres algunas bastante jóvenes y con ropa muy sexy. La entrada de Manuel tirando de Rachel desnuda y con los ojos vendados hizo que más de una cabeza se girara apreciativamente.

Pronto aparecieron dos camareros, hombre y mujer, con bandejas con bebidas. Ella era una joven de color, altísima, vestida con un pequeño vestido negro con dos aberturas por donde salían sus tetas. Él, negro también, llevaba solo un pantalón con una gran abertura delantera, que dejaba a la vista todo su paquete, una enorme polla en estado de semierección. Pasaron la bandeja entre los grupos y pude observar como algunos de los asistentes acariciaban descuidadamente bien la enorme polla del negro o los globos de la negra. Algunos mas atrevidos subieron ligeramente la falda de la chica acariciando su culo. Tomamos una copa todos menos Rachel y seguimos paseando por la casa.

Más allá de la sala había un patio con arcadas y suelo de césped que terminaba en una piscina iluminada. En mitad del patio se alzaba un pequeño escenario circular iluminado y con una canapé alargado de terciopelo granate donde una mujer yacía desnuda reposando de espaldas mientras, en pié, un garañón moreno con aspecto de árabe, la follaba inmisericordemente. Comprobé que aquella era la pequeña mujer de la playa sobre todo por los dorados colgantes de su cuello y las tobilleras. Cerca del escenario miraba un hombre que, a pesar de su antifaz, me pareció su pareja de la playa, y se masturbaba tranquilamente con una copa en la mano.

Junto al escenario en una pequeña mesa auxiliar se podían ver todo tipo de artilugios: condones de toda forma y color, vibradores de múltiples tamaños, arneses, bolas chinas, pequeños látigos, ...

Nos acercamos a saludar al de la coleta que nos saludo sin dejar de tocarse la polla. Manuel nos lo presentó como Hans. Era un extranjero cincuentón con pinta de vividor. Hans nos presentó a Helga, su mujer que al oir su nombre volvió la cabeza hacia nosotros. Se sujetaba ambas piernas con sus manos lo más levantadas posibles para facilitar la penetración del árabe. Nos sonrió y nos dijo algo que no entendimos entre los quejidos. El árabe le apretaba las tetas a la vez que la follaba. Hans sonrió y nos dijo, en perfecto castellano, que si queríamos joderla se lo diría a Ahmed. Declinamos de momento la invitación.

Mientras Manuel pegó un tirón hacia debajo del cuello de Rachel obligándola a arrodillarse y la guió hasta la polla de Hans. Rachel comenzó a mamar mientras charlábamos tranquilamente y Hans con la mano libre impulsaba ferozmente la cabeza de Rachel.

Los quejidos de Helga atronaban cada vez más el patio. Estaba totalmente plegada con sus pies por encima de la cabeza. Las embestidas del árabe eran cada vez más intensas y con aquellos tremendos empellones parecía que en cualquier momento la iba a sacar del canapé y por supuesto del escenario. En unos segundos Ahmed se incorporó entre quejidos y aproximando su verga a la boca de Helga la llenó de leche goteándole la barbilla y el pecho. Permaneció con el rabo en su boca hasta vaciarse completamente y desapareció del patio. Hans nos contó que para la fiesta se había permitido la libertad de traer como invitados a varios de los albañiles que trabajaban en le reforma del chalet.

Helga, tras recuperarse unos instantes, bajó con nosotros, nos besó en la boca a todos, llenándonos con los restos del semen del árabe y se quedó tranquilamente observando la mamada de Rachel.

Yo estaba ya a punto de reventar. Tomé de la mano a Ana y nos separamos del grupo acercándonos a la piscina. En el borde una pareja desnuda, con los pies en el agua se acariciaba con fruición. A sus pies, con el cuerpo sumergido, un joven le comía el sexo a ella. Luego se pasaba a él y chupaba su polla mientras la pareja se besaba.

Volvimos a la sala interior y la actividad era increíble. Los grupos que hacía poco charlaban tranquilamente practicaban sexo en casi todas las formas y posiciones posibles. El negro había dejado en el suelo la bandeja con los vasos y tenía emparedada a una gorda tremenda que gritaba como loca con aquel pollón en el agujero del culo. Debajo un varón enjuto y viejo la follaba por el coño. Entre quejidos, bufidos, insultos, etc la gorda se corrió ensartada por las dos pollas. La vi poner los ojos en blanco y estirar todos sus músculos, que no eran muchos, hasta que tras unos instantes pareció volver en sí. La gorda se levantó y le pidió al negro un descanso:

ahora a tí, mi amor.

El camarero agarró su verga, incorporó levemente al tío, lo colocó a cuatro patas y se la clavó por el culo sin demasiado esfuerzo.

Salimos nuevamente al patio. Helga con un arnés negro sodomizaba a Rachel que mamaba indistintamente las vergas de Manuel y de Hans. A su vez Manuel se morreaba con Hans y tiraba violentamente de sus pezones. Noté como la respiración de Ana se aceleraba y me volví a besarla. Detrás de ella estaba Emilio que apretaba sus manos contra las tetas de mi mujer. Su mujer estaba con el vestido totalmente levantado mostrando su cuerpo desnudo.

Desnudé a Ana y me quite el pantalón. Me acerqué a Lucia y comenzé a comerme sus tetas. Le quitamos entre los tres la poca ropa que llevaba hasta quedar totalmente desnuda. Se agachó y sacándome el rabo del tanga comenzó a chupar; a su vez, Emilio, desnudo, restregaba su polla contra mi mujer hasta que Ana se agachó y comenzó a comérsela. Las dos mamaban como posesas, Ana mirándome con la polla de Emilio en la boca, con sus hermosas tetas balanceándose y Lucia que tan pronto se la comía completa o se dedicaba con fruición a mis huevos mientras me masturbaba.

Junto a nosotros el grupo de Rachel cambió sus posiciones, Helga dejó de follar a Rachel y colocó a Manuel a cuatro patas, se colocó detrás de él y lo penetró con brutalidad, Hans se acercó por delante y golpeó con su miembro la cara de Manuel impregnándolo de liquido. Luego sin más agarró la cabeza de Manuel y le introdujo la verga hasta los mismos cojones. Aquella pareja estaba bien avenida, mientras follaban a Manuel se besaban por encima de su cuerpo.

Dos cincuentones de carnes fofas vestidos con medias y uno de ellos pintado como auténtica puta y sin máscara se acercaron a mi mujer y, arrodillándose, le mamaban ambos a la vez el coño y el culo. Noté que Ana estaba ya a punto de correrse pues sus mamadas eran cada vez más profundas y descontroladas.

Ayudame a comérsela, me pidó entre quejidos.

Me agaché sacando la polla de la boca de Lucia y le comí el rabo a Emilio. Uno de los dos recien llegados, el de las medias, se puso detrás de Ana y le metió la polla por el coño. El otro se incorporó y se dedicó a follar por la boca a sus amigo mientras Lucía se cuadró y consiguió que la follara mientras se la seguía chupando a su marido.

Aquello era mas de lo que podía esperar. Era un autentico intercambio con los valencianos pero con mucho más morbo del que jamás hubiera podido imaginarme. A medias con mi mujer le chupaba la polla a un hombre, algo que hasta poco antes solo era una remota fantasía. Mientras a Ana se la estaba follando un desconocido que le chupaba la polla a otro con pinta de julandrón. A su vez yo me tiraba a la Lucía que se retorcía de placer debajo de mí.

Ana dejó de mamar y noté que se corría a la vez que su hombre. El de las medias daba brutales empellones contra el culo de mi mujer a su vez que chupaba con ahincó la minga de su amigo. Fruto de aquellos lametazos el que no lleva mascara se corrió con ganas en la boca de su amigo que hacía lo propio en el coño de mi mujer. En esas Emilio me sujetó la cabeza con furia y empezó a hundírmela hasta las amígdalas golpeando con sus enormes huevos mi barbilla. Noté como un chorro hirviente de puro semen llenaba mi garganta deslizándose por mi boca y desbordando mi cara. Escupí lo que pude y lo demás lo compartí con Ana y seguí dando pollazos en el coño de Lucia hasta que noté como en un profundo punto de mi cerebro estalló un tremendo orgasmo.

Allí mismo quedamos rendidos pero, pensé, la noche no ha hecho más que empezar.