Doble vida - parte introductoria

Mario, un joven, rico y con una vida estupenda tiene mucho más detrás de esta apariencia tan idílica ¿la quieres descubrir?

DOBLE VIDA

PARTE INTRODUCTORIA

-       Arriba las copas, ¡por los novios! – dijo el padrino de la boda.

-       ¡Por los novios! – siguieron los cientos de invitados al unísono con una evidente alegría y emoción.

Sin duda, era un momento mágico. Estábamos con una temperatura ideal a principios de septiembre en una preciosa finca en Marbella, España. La boda había sido tremendamente espectacular con una ceremonia preciosa y emotiva ante 1600 invitados que había sido culminada con un banquete de lujo extremo sin importar cuanto iba a costar. De hecho, no se podía esperar menos de la boda de la hija mayor de Felipe de Ponte y Lazcano, el dueño de una de las mayores fortunas no solo del país, sino del mundo. Un empresario inteligente, frío y sumamente calculador que con un buen apellido y una pequeña fortuna heredada de sus padres había hecho todo un imperio. El mundo le adoraba y le temía por partes iguales, todo mortal lo trataba como don Felipe, con respeto y admiración, pero para mí, solamente era mi padre, el cual estaba enormemente pletórico esta noche.

Si os preguntáis la razón de esa incontable felicidad es que por fin esa noche reunía a todos sus amigos y familia en un evento que esperaba con muchas ganas: la unión de nuestra familia con una de las familias más importantes de nuestra patria. Era el culmen de las ansias de mi padre, un hombre hecho así mismo con esfuerzo, que ahora no solo tenía mucho dinero para su hija y sus futuros nietos, sino que además, había conseguido unirse a la nobleza puesto que iba a emparentar con unas de las familias nobles más destacadas de toda Europa: los Van der Weyden, los cuales acumulaban diversos e importantísimos títulos nobiliarios, además de poseer una gran fortuna por sus negocios hoteleros. Era su mayor sueño hecho realidad, su pequeña del alma, su primogénita Alicia de Ponte se casaba con Francisco Van der Weyden, el primogénito y heredero del gran patrimonio familiar y de los ilustres títulos nobiliarios de su familia.

Si me paro a reflexionar es indudable que Alicia y yo habíamos sido educados para tener un gran futuro desde que nacimos puesto que era la gran obsesión de mi padre. Mi hermana había siempre sido la primera de su clase, en todos los colegios en los que estudió de Madrid, Suiza y Nueva York consiguió destacar y ser la mejor, con diferencia, en todo lo que hacía. Es más, cuando empezó a estudiar en Harvard siguió brillando y fue la primera de su promoción en Económicas, algo que continuó cuando se doctoró en Economía. Además, los increíbles resultados en sus estudios siempre fueron compaginados con el estudio de idiomas (era políglota), incontables premios en los diversos deportes y prácticas musicales que desarrolló: tenis, atletismo, violín, piano, etc. Asimismo, como si fuera poco, a esto se le unía su gran atractivo físico que llamaba increíblemente la atención: 1,72, rubia, ojos verdes, sonrisa encantadora y un cuerpo de escándalo que quitaba el hipo. Por todo esto, no cabe extrañar que, tras regresar a España después de acabar sus estudios en EE. UU. y empezar a trabajar con mi padre, uno de los solteros mas codiciados se fijara en ella y se quedara absolutamente prendado. Es más, tres años después, con 29 años, y resultado de ese encuentro, estábamos celebrando su boda y la consecuente unión de dos millonarias dinastías. Definitivamente, era el mayor orgullo de mi padre.

No obstante, por el contrario, si mi hermana brillaba, yo más bien era opaco. Ante este punto, no creáis que yo era un cateto o vago que me dedicaba a hacer de todo, no, no era así. Yo también sacaba buenísimas notas, competía en natación y atletismo con múltiples victorias, hablaba 4 idiomas y tocaba el piano como los ángeles. Sin embargo, el problema es que yo no era mi hermana y para mi padre, e incluso para el mundo, nada de lo que hacía era tan llamativo como lo que hacía ella. De hecho, no les culpo ya que ella resplandecía con su elegancia y belleza natural, mientras que yo, en cambio, era mucho más tímido y me ocultaba siempre detrás de ella y de todo lo que encontraba. Toda mi vida me había refugiado tras su estela y lo único que quería era pasar desapercibido. No creáis que le tengo envidia o algo así, es más, la adoro, tenemos una relación estupenda y ella me ha ayudado siempre en todo y siempre ha estado a mi lado. De hecho, ella me ha animado en muchas ocasiones a comerme el mundo pero yo siempre he preferido estar en un segundo plano y solo en contadas ocasiones he sido yo el protagonista.

Es más, la anécdota más sonada protagonizada por mi fue cuando salí del armario hace dos años con tan solo 14 años. Y no es porque yo haya querido o porque yo lo haya contado por decisión propia, sino fue porque por los azares de la vida mi padre me pilló besándome con un amigo en mi dormitorio. Su reacción no fue como me la esperaba, simplemente cuando Pedro, mi amigo, se fue, habló conmigo y me preguntó que si me gustaban los chicos. Yo le confesé que sí con algo de miedo por su reacción y ante eso lo único que me dijo es que le daba igual pero que lo gestionara bien y que no me acercara a cualquiera. Como veis, le importa todo bien poco, con excepción del estatus social. Es decir, un hijo maricón sí, pero un hijo maricón con un donnadie, ni de coña. Por ello, cuando a los pocos meses le dije que estaba saliendo con Javier Falcón, hijo de su amigo el industrial catalán Elio Falcón y Montpellier, le pareció de maravilla y organizó rápidamente una cena con Javier y sus padres ese mismo fin de semana.

Desde ese momento, hace un año y medio, Javier se ha convertido en uno más de nuestra familia. A veces creo que es el otro ojito derecho de mi padre porque lo único que hace es preguntarme por él cuando no está conmigo y cuando está, ambos me ignoran y hablan durante horas de política y fútbol (son bastante afines).  Además, esto no es de extrañar porque él cae bien a todos, es un tío con estrella, como mi hermana. Es amable, educado, inteligente, culto, y guapo. En todas las celebraciones que acude él se convierte en el centro de atención, dirige la opinión y los temas de conversación, y, por supuesto, lleva la voz cantante. A sus 17 años es todo un líder. Ha sido siempre delegado de su curso, un excelente alumno, capitán del equipo de fútbol y amigo de todos. Es más, todos quieren ser su amigo puesto que a parte de su indudable popularidad social, tiene, además, una personalidad que atrae y un físico que enamora: 185, fibrado por el deporte, pelo castaño claro, unos ojos brillantes color avellana y una cara, en general, que te embelesa. A tanto llegaba la admiración ciega que despertaba, que cuando salió del armario ante todos, su equipo de fútbol incluido, lo único que despertó en la gente fueron halagos por su sinceridad y valentía. Ante esto, es evidente que el mito ya era imparable.

Por mi parte, no es que yo fuera un paria social, tenía muchísimos amigos y solía caer bien pero lo que pasaba es que siempre, como ya comenté, he tenido una personalidad mucho menos llamativa que la de Alicia y Javier. Con respecto al físico, si en mi forma de ser intento pasar desapercibido, debo reconocer que mi físico sí es bastante llamativo, lo cual no lo he elegido yo. Soy bastante parecido a mi hermana, lo que en chico adolescente: 16 años, 1,80 m, buen cuerpo y bastante definido, tanto por el deporte como por la genética, un pelo lacio y muy rubio, una rostro bastante apolíneo y angelical según me dicen, una amplia sonrisa, y unos ojos verdes azulados que rozan la transparencia de lo claros que son.

Con todo esto, Javier, tras su salida del armario y tras ciertos rumores que circularon en el colegio sobre Pedro y mi persona (acordaros que con él me di los primeros besos y fue con el que mi padre me pilló), se decidió a hablarme e invitarme a salir. No me voy a detener en dar detalles de cómo fue, pero simplemente tengo que decir que finalmente acepté y desde ahí comenzamos a ser la pareja de moda. Lo teníamos todo para ser la atención del colegio y de todo nuestro círculo de Madrid: belleza, riquezas, popularidad y exotismo (homosexualidad, me refiero). Dentro de la pequeña sociedad elitista que formaba nuestro colegio, el más caro y exclusivo al que acudía la jet set española, éramos la nobleza. Javier era el que se encargaba de todo desde nuestra cúspide social, yo solo le seguía en todos los eventos y asentía como una bonita esposa de decoración formando una envidiada bella estampa de pareja. Para que tengáis una referencia, nuestro mundo era muy gossip girl (serie tv) pero a lo español y con más drama.

Por tanto, y para no alargarnos más en los antecedentes, nos quedamos con que con un año y medio de relación a nuestras espaldas, y tras mucha vida social juntos, ahí estábamos, bebiendo y disfrutando de la boda de mi hermana Alicia vestidos de Armani para la ocasión. Yo estaba muy feliz por mi hermana, por Fran, al que ya tenía mucho cariño e incluso por mi padre. La boda había ido muy bien y ya la música y el alcohol estaban haciendo mella en nosotros. En el caso concreto de mi novio Javier, es importante destacar que cuando bebe se pone muy cariñoso pero, lamentablemente para mi, nada sexual. Le encanta abrazarme, decirme cuanto me quiere y darme tímidos besos, pero no se atreve a ir más allá porque le da vergüenza y reparo por mi familia. Sobre esto tengo que decir que me enerva y me enfada hasta niveles extremos porque en esos momentos yo estoy como una moto llena de gasolina.

Bueno, llegados a este punto, creo que es hora de que conozcáis mi otro lado. Para el mundo, en general, soy solo un guapo y bueno niño pijo con novio y bastante tímido. Pero, la realidad es que cuando de sexo se trata, llego a hacer cosas que un niño bien no haría ni en la imaginación. Cuando hablamos de sexo, no tengo límites y como entenderéis, esto me hace serle infiel a Javier. Diréis que malo soy por engañarle, lo sé, yo me enfado conmigo mismo y me autocensuro, pero irremediablemente, lo vuelvo a hacer sin control. Os preguntareis el porqué, y es que las relaciones sexuales con él no son malas, me lo paso bien, pero yo necesito más, necesito adrenalina y hombres de verdad. Aunque, si soy sincero, en el momento me conformo con cualquiera que me caliente y me de lo que necesito.

Y, concretamente, esta noche, necesito follar salvajemente. Javier, como ya dije, está descartado porque el pobre ni se tiene en pie y considera una falta de respeto follar en el mismo hotel en el que duerme mi familia. Pero yo, con la pena de mi corazón, no me puedo ir a dormir así ni de coña. De hecho, toda la boda he estado pensando cómo hacerlo y usando mi radar para encontrar a algún candidato interesante. Entre tanta gente tiene que haber alguien por cojones. Además, no es por presumir, que ya sabéis que no me va mucho, pero poniendo ojitos, usando mi físico y con alguna táctica más, suelen caer varios como moscas. Y esta noche, por norma general, no iba a ser una excepción, algo que supe irremediablemente cuando uno de los miembros de seguridad de la boda no me quitaba ojo de encima descaradamente. A la tercera vez que lo pillé mirándome ya lo tenía claro, ya tenía candidato para esa noche ¡Bingo!

Pasaron las horas y a las 5:00 de la mañana ya había poca gente en la fiesta ya que el alcohol y un poco el desfase que se había armado había hecho que la gente se fuera retirando. Ya solo quedábamos parte de la familia y algunos amigos de los novios. Mi padre y Javier se habían ido hace media hora cuando convencí a Javier que acompañara a mi padre porque los dos estaban en mal estado y debían irse a descansar. Él se mostró reticente al principio pero yo le dije que él no estaba bien y que yo quería quedarme un rato más para estar con mi hermana. Al final, gracias a los ojitos y palabritas que usaba para convencerle, él se quedó conforme y se fue con mi padre hacia el hotel.

Cuando se marcharon, comencé a prepararme para el fin de fiesta. Primero, aseguré el perímetro de los amigos y familia que quedaban en la boda para que nadie me pillara. Una vez asegurado el escenario, me dirigí hacia la zona donde se encontraba el segurita. Debía rondar los cuarenta años, cara de mala ostia, calvo, con barba, tatuajes en los brazos y 1.90 m de puro musculo de culturista. Cuando llegué cerca, a 5 metro de donde estaba, me apoyé en una columna, le miré fijamente y esperé que su mirada se encontrara con la mía. No tardó ni dos minutos cuando me miró. Al principio rápidamente intentó quitar la mirada, pero yo no se la quité, y cuando con disimulo volvió a mirarme, yo seguí observándole. Al principio se sobresaltó, pero luego al ver mi actitud, no me la quitó. ¡Bingo! Yo sonreí con mi habitual actitud de ligoteo y le hice una señal con un guiño en el ojo y con un movimiento de cabeza para que me siguiera a donde quería llevarle.

Al principio, pareció descolocado mirando de un lado a otro, pero de pronto vi que empezaba a caminar hacia mi. Yo viéndolo, empecé a caminar dirección los baños de la entrada del palacete, los cuales estaban más retirados de la fiesta. Rápidamente me escondí detrás de una pared y cuando pasó por mi lado lo agarré, y le susurré al oído sensualmente:

-       Entra en el baño de minusválidos en 2 minutos. Toca dos veces y te abro- dije mientras le miraba con mi carita de puta salida y entraba en el baño.

Cuando entré, cerré la puerta y me quité el traje que llevaba. Primero los zapatos, los pantalones, luego la chaqueta y la camisa. Me quedé únicamente en slips blancos CK que llevaba. Me miré en el espejo, tenía cara de perro salido, aunque, al fin y al cabo, lo era. Tocaron con los dos golpes convenidos y abrí. Al verme se le salieron un poco los ojos porque me vio ahí, solo en slips blancos, con mi cuerpo moreno fibrado del verano y mi pelo rubísimo alborotado mientras sonreía y me mordía el labio inferior. Él no esperó mucho, entró, cerró la puertas con el cerrojo y se abalanzó sobre mi. Me dio dos hostias en toda la cara y me escupió. La verdad que no me lo esperaba, pero eso me puso mas cachondo. En vez de quejarme, le miré con más vicio y sonreí. Él al verme, sonrió:

-       Sabía que eras una zorrita desde el primer momento, aunque no pensaba que fueras tan guarra- dijo antes de volverme a escupir en la cara.

Me volvió a pegar un tortazo y me puso de rodillas frente a él. Se quitó el cinturón del pantalón, se desabrochó los pantalones y abrió la cremallera de donde sacó su polla completamente dura y sus grandes huevos. Bufé y me relamí al verla. Era realmente una buena polla, unos 19-20 cm, blanca con venas, gorda y apuntando hacia el techo.

-       Come pedazo de puta, que no tengo mucho tiempo – me ordenó el segurita mientras me agarraba la cabeza hacia él.

Me acerqué y empecé a lamer. Primero el capullo hasta llegar a los huevos mirándole a los ojos con cara de vicioso, lo cual parecía que le encantaba. Él empezó a gemir y a mirar hacia el techo mientras le comía el capullo lentamente. Sabía a sudor y a meados del día. Eso me encantaba. De repente, me agarró la cabeza y de un golpe me metió prácticamente todo su rabo en la boca. Tuve que controlar la arcada.

-         Así, muy bien, perra – dijo con gusto

El segurita me agarraba muy fuerte la cabeza sin tregua y me obligaba a tragarme toda su polla en mi garganta sin descanso. Yo tenía aguante pero a veces me asfixiaba y él cuando notaba mi primera arcada fuerte, la sacaba entera. Pero aún no había respirado bien cuando tenía de nuevo toda su polla dentro de mi boca. Por las comisuras de mis labios se deslizaban hilos de baba y una saliva muy espesa bajaba por mi cara hacia el suelo. Mis ojos estaban llenos de lágrimas.

Sin parar, llevábamos como quince minutos de follaba de boca intensa. Pensé que me iba a desencajar la mandíbula hasta que de repente, sin previo aviso, aumentó la intensidad y me la metió hasta el fondo de la garganta, empezó a gritar como un poseso y empezó a echar hasta 6 chorros de lefa espesa dentro de mi. Lo único que pude hacer ante eso fue tragar para no asfixiarme.

Una vez se había corrido, con toda la corrida en mi estómago ya, la sacó llena de babas y yo empecé a toser tirado en el suelo por la follada y la pedazo de corrida que me había echado en la garganta.

-       Ya sabía yo que eras una perra como pocas – dijo el segurita apoyado en la pared, sudando y con la voz entrecortada mientras me miraba sonriendo.

La imagen tenía que ser curiosa, yo en el suelo lleno de babas y lefa, y rojo de la asfixia que me había metido con la follada de boca. Sin más, el se limpió la polla con papel higiénico, se la guardó en el pantalón, se puso el cinturón y se acercó. Me agarró y con un brazo solo y me levantó. Que fuerza tenía el cabrón. Acercó su boca a mi oído y me dijo:

-       Me ha encantado cariño, pero tengo que irme. Mis compañeros me estarán echando en falta- me miró el culo de reojo y me lo apretó con la mano- una pena que no pueda usar este culazo, pero tranquilo, que volveremos a vernos.

Dicho esto, me pidió el número de teléfono y me guardó en su agenda. Sin más, me picó el ojo, vio que no había nadie fuera, se fue y me dejó ahí, sudando aún y duro como una piedra. Joder, no me había dado tiempo ni a correrme, pensé. Sin más, ya eran las 6:00 y pronto me echarían en falta. Por lo que no tuve más que meterme dos dedos en el culo rápidamente mientras me masturbaba con la otra mano como un poseso recordando la follada de boca. A los tres minutos eché una pedazo de corrida en el lavabo con tres trallazos de lefa caliente.

Cuando me recuperé del orgasmo, respiré y me lavé un poco la cara. Me volví a vestir y viéndome medianamente decente, salí del baño hacia el hotel que se encontraba a 500 metros. Al llegar a la habitación del hotel, vi a Javier completamente dormido. Yo aproveché y me encerré en el baño para darme una ducha rápida pero relajante para poder dormir mejor. Mientras me secaba, recibí un mensaje de un número desconocido. Era una foto de un bulto de una entrepierna, le acompañaba un mensaje que me ponía:

-       Solo de pensar en ti, se me ha vuelto a poner como una roca. Desde que pueda, te quiero follar ese pedazo de culo, no te puedes escapar. Ya recibirás instrucciones. Besos, tu segurita.

Sonreí y le contesté con una foto de mi culo en pompa.

-       Cuando quieras, mi segurita.

Después de contestarle, salí del baño, apagué el móvil y lo puse a cargar. Luego, en slips me metí en la cama, vi lo mono que estaba Javier durmiendo, le di un pequeño beso y me giré para dormir muy satisfecho por el día tan bueno que había tenido.

¿Continuará?

________________________________________________________________________________

Muchas gracias de antemano por leer mi relato. Espero que os guste y por favor, escribidme sobre qué os ha parecido y si queréis aportar sugerencias a mi correo: escritor.principiante95@gmail.com

¿Qué hago? ¿Sigo esta saga o no? Por favor, comentadme. Me gusta mucho escucharos y contestaros.

Espero vuestras opiniones. Saludos a todos mis lectores.