Doble vida - parte i
Mario, un joven rico y con una vida estupenda, tiene mucho más detrás de esta apariencia tan idílica ¿la quieres descubrir? Adéntrate en su historia.
DOBLE VIDA - PARTE I
La boda había sido maravillosa y el día de después, a pesar de la resaca, había sido sanador. Primero, tras despertarnos y haber dormido unas horas, habíamos desayunado-almorzado en la terraza con vistas a la ciudad todos juntos y luego habíamos pasado la tarde en la piscina del hotel hablando y comentando todo lo ocurrido en la boda. Después, a media tarde, mi hermana Alicia y Francisco se despidieron porque, antes de irse de luna de miel por el sudeste asiático, iban a pasar unos días de descanso y relax en la casa que tenemos en la costa de Ibiza. Nosotros, en cambio, mi padre, Javier y yo, nos quedamos una noche más en el hotel para partir hacia Madrid el lunes por la mañana más descansados.
Por ello, a las 10:00 de la mañana del lunes 5 de septiembre cogimos el avión Málaga-Madrid. Era el medio de transporte más rápido por lo que a las 11:00 ya estábamos aterrizando en el aeropuerto madrileño. Por un lado, estaba muy feliz por lo bien que había ido la boda y por lo bien que lo había pasado durante el verano, pero, por otro lado, llegar a Madrid significaba que en pocos días comenzaba 1º Bachillerato en el Colegio y que mis vacaciones se habían acabado. Desde que cogí un avión hacia Ibiza en junio, no había pisado Madrid, y verme otra vez en la ciudad en septiembre, con todo lo que conllevaba, me daba un tremendo bajón. Estaba un poco triste por eso y porque al llegar a la terminal tenía que despedirme rápidamente de Javier ya que él cogía un avión hacia Barcelona para pasar unos días con su familia paterna antes de empezar el curso escolar. Nos dimos un beso rápido y prometimos estar en contacto esos días.
Al salir del aeropuerto, tras la breve despedida, nuestro chófer Emilio nos estaba esperando con el mercedes para llevarnos de vuelta a casa. La verdad que a medida que nos adentrábamos en la ciudad, a pesar del bajón, mientras miraba Madrid esa mañana de septiembre, me di cuenta de que en el fondo echaba mucho de menos mi ciudad y también la gente que no veía desde que acabó el curso en junio. Entre ellas estaban, por supuesto, mis mejores amigos Juan y Sofía, los cuales eran amigos míos desde la guardería. Realmente tenía muchas ganas de abrazarles ya que aunque habíamos hablado todo el verano por wasap y facetime, no habíamos tenido la oportunidad de vernos. Por lo que no dudé en abrir nuestro grupo de chat y hablarles para decirles que ya estaba en Madrid y que necesitaba verlos cuanto antes.
En estos chats con amigos estaba inmerso cuando sin darme cuenta, ya estábamos parados en el portal de nuestra casa, la cual está situada en el barrio de Salamanca de Madrid, muy cerca de la calle Serrano. Esta casa la compró mi padre hace unos años cuando adquirió un edificio entero y lo rehabilitó como una única vivienda. De esa forma se había hecho su propio palacete de 3000 metros cuadrados en pleno centro de Madrid. La casa tenía 4 plantas más el garaje subterráneo. La primera planta era el recibidor, un gran salón, un enorme comedor y la cocina con office. La segunda estaba formada por estancias tales como una sala de cine, un gimnasio o una sala de juego, entre otras salas. La tercera planta estaba reservada para las estancias de los invitados y la última planta, la 4ª, era donde estaba nuestra vivienda en sí, donde teníamos una cocina, un salón y los dormitorios con unas magnificas vistas de Madrid.
Por lo que una vez que me di cuenta de que estábamos en casa, me bajé del coche, y tras saludar a los miembros del servicio que encontré a mi paso, cogí el ascensor y me dirigí a mi dormitorio para darme una ducha y ponerme cómodo tras el viaje. Al entrar sentí un olor especial, olor a mi casa, olor a hogar. Después de casi tres meses, veía mi enorme cama, mi vestidor y mi baño ¡MI GRAN BAÑO! Nunca, en ningún hotel del mundo, por muy lujoso que fuera, me sentía tan bien como en mi dormitorio. Puse la música a tope en spotify en el hilo musical del baño, me desnudé y me preparé un baño para relajarme y empezar bien mi llegada a Madrid.
Mientras estaba en la bañera me puse a revisar todas las fotos del verano: Ibiza, Formentera, Croacia, México y Marbella eran los lugares de fondo de todas mis fotos del verano. La verdad que había disfrutado como nunca este verano y me veía con fuerzas, a pesar de todo, de iniciar el curso escolar. Sería genial, yo ya en 1º Bachillerato con mis amigos y con Javier en 2º aún cerca de mí. ¡Oh, Javier! La verdad que cada vez que pensaba en él, sentimientos contradictorios me invadían. Por una parte, me trataba genial como nadie, me cuidaba, me daba amor, y me daba todo sin pedir nada a cambio, eso me encantaba, pero, por otra parte, había momentos que pensaba que estaba de novio con un clon demasiado bueno de mi padre, y eso me aturdía y me causaba cierto rechazo. Quizás sea una excusa tonta señalar como motivo de mis infidelidades eso, pero es que en este momento creo que mi rechazo hacia él residía en eso. Aunque no lo sé, quizás me autoengañaba. De repente , el móvil sonó y un mensaje de Víctor me sacó de mis pensamientos.
Para que os ubiquéis, así de forma directa, os tengo que confesar que Víctor, el del mensaje, fue el primer chico con el que había sido infiel a Javier, y que, para más inri, era el mejor amigo de toda la vida del propio Javier. No obstante, vamos a contextualizar ya que para conocer la historia con Víctor tenemos que remontarnos al año pasado, exactamente cuando cumplí los quince años. Mi cumpleaños, tengo que decir, siempre es una fecha importante para mi y para todos mis colegas porque no solo es una celebración personal sino también porque siempre suele coincidir con el fin de exámenes y el inicio del verano. Por ello, mi fiesta se convierte siempre en mi celebración y en la celebración de todos. De ahí que todo el mundo siempre la tenga en la mente y quiere que llegue por los fiestones que siempre hago. Y, sin duda, mi cumpleaños de los quince no iba a ser menos. Para ello, pedí a mi padre que mandara limpiar y adecentar nuestro chalé de la Moraleja, el cual se encontraba vacío hace años tras nuestra mudanza, porque allí teníamos una piscina, una casa grande y mucho jardín para que así no nos molestara nadie.
Recuerdo que, después de varios días de preparación, y tras esperarlo con muchas ganas, el día finalmente llegó, y todo adolescente que era considerado alguien, estaba ahí. Miembros adolescentes de las mejores familias de todo Madrid estaban ahí para celebrar conmigo mi cumpleaños y para iniciar el verano. En la fiesta no faltó la comida, la bebida, y la música. Desde las 15:00 de la tarde, estábamos ahí comiendo, bebiendo alcohol y disfrutando del jardín y de la piscina felices por la libertad que iniciábamos. Más tarde, sobre las 21:00 de la noche, tras haber soplado las velas, abierto los regalos y comido la tarta, la mayoría de los invitados estaban para el arrastre porque a los quince años, debo decir, que los adolescentes no sabemos beber. Yo, inexplicablemente, estaba muy bien a pesar de todo lo que bebí. Javier, en cambio, no se estaba en pie. El pobre no paraba de vomitar por lo que al final tuve que llamar a su casa para que lo vinieran a buscar, al igual que a la mayoría de los invitados.
A eso de las 22:00 ya quedaban poquísimos amigos en la fiesta ya que hasta Juan y Sofía se habían tenido que ir bastante perjudicados. Solamente había unos cuantos rezagados que esperaban a sus chóferes o a sus cabify . Al poco rato, ya todos se habían ido. Como era algo temprano entré a la casa para recoger un poco y así quitarle trabajo al equipo de limpieza que vendría al día siguiente. Pasé por el salón y me dirigí hacia el jardín para ver cómo estaba todo cuando, de repente, me di cuenta de que en el jardín seguía alguien y que, para mi sorpresa, no era otro que Víctor. De hecho, la enorme sorpresa residía en que en esos momentos con Víctor no tenía mucha relación porque a parte de que era dos años mayor que yo, había repetido un curso en primaria y ahí había coincidido con Javier, era un tipo bastante borde que siempre estaba serio y si no eras de su círculo de amigos, te miraba raro y con desconfianza. Es más, lo invité porque si invitaba a varios de los amigos de Javier que me caían mejor que él, a él, por cortesía y por Javier, tenía que invitarle. Por ello me sorprendió que ya a esas horas, cuando ya no quedaba nadie, él estuviera todavía solo en el jardín bebiendo una cerveza.
Mientras me acercaba a él para intentar entablar algún tipo de conversación, lo vi desde lejos y joder, realmente era un tío enorme con más de 1,80 m y con un cuerpazo por el rugby que practicaba. Además, con 18 años que tenía en ese entonces, parecía mucho mayor de lo que era porque ya tenía una barba considerable y sus rasgos eran como de adulto: ojos negros y pelo negro con vello por todo el cuerpo. Asimismo, todo esto estaba coronado por su pelo negro rapado al uno y su cuerpo muy moreno, grande y marcado. Es más, su aspecto era tal, que cada vez que había un conato de pelea aparecía él y todos se acojonaban. De normal, daba respeto y hasta miedo, imaginaos cuando ponía cara de enfado real. Por lo que al verle sentado, tranquilo y solo, pensé que estaría mas relajado por el alcohol y quizás fuera algo más simpático y así lograr conocerle un poco mejor. Por lo que sin pensarlo mucho, me lancé.
- Hola Víctor, ¿qué tal te lo has pasado? ¿has estado a gusto? – dije con una sonrisa poniéndome a su lado
Él me miró y me contestó.
- Bueno… sin más – dijo en su habitual tono seco y con su mirada de asco.
La verdad que no sé el motivo de lo qué sucedió dentro de mí ya que yo era muy tímido y bastante educado, pero ante estas escuetas palabras y su tono de mierda, no pude guardarme las palabras.
- Pero me puedes decir qué coño te pasa conmigo y con el mundo pedazo de borde.
Él me miró con los ojos abiertos con cara de enorme sorpresa.
- Sí, joder, no me mires así. Desde hace meses intento ser simpático y cordial contigo pero veo que eso no funciona. Ya estoy hasta los cojones de tu mala educación y tus malas respuestas. No te lo pienso aguantar más, así que por mi, te puedes largar con tu bordería a tu casa y dejarme recoger en paz.
Después de este discurso intenté darme la vuelta dignamente e ir hacia la casa pero, inesperadamente, una fuerza me lo impedía. Al darme la vuelta, era Víctor que estaba de pie y me tenía sujeto por una mano mientras me miraba duramente. Sin decirme nada, me tiró hacia él, me pegó en su cuerpo, se acercó a mi cara y me empezó a comer la boca sin más. Yo cuando sentí sus labios y su lengua me quedé en shock y el primer pensamiento que se me vino a la cabeza era pegarle una patada e insultarle por lo que estaba haciendo, pero, por el contrario, al segundo deseché esa idea, no hice nada de eso y me abandoné correspondiéndole con más ganas el beso húmedo que me estaba dando.
Mientras que yo solo llevaba un bañador y una camiseta de tirantes, él iba sin camiseta y solo llevaba puesto en bañador, dentro del cual se intuía algo duro y grande mientras me restregaba con él. El beso seguía siendo el más guarro de mi vida hasta entonces, donde la saliva y la lengua eran las protagonistas absolutas. Jamás había experimentado esa sensación, puesto que el sexo con Javier era suave y cariñoso dentro de sus sábanas. En cambio, con Víctor, era todo más salvaje. No me dejaba despegarme de él, y me agarraba fuertemente, e incluso demasiado fuerte.
Tras unos minutos, se despegó de mi, me agarró la mano y me condujo hacia el interior de la casa como si fuera un muñeco. Llegamos al sofá donde, literalmente, tras quitarme la camisa, me tiró en él y me arrancó el bañador de un tirón, quedándome totalmente desnudo ante él. No hablaba pero su mirada desprendía deseo, lujuria, en definitiva, puro fuego. Bruscamente me dio la vuelta, me dejó a 4 patas y al minutó metió su lengua gorda y caliente dentro de mi culo. La sensación la recuerdo como una de las mejores hasta el momento, movía la lengua de arriba abajo con fuerza y ganas mientras me daba azotes en las nalgas y me las mordía. Intentaba penetrarme con la lengua y eso me volvía loco, no podía parar de gemir. Tenia la polla llena de precum por el gusto que me estaba dando. Ni me daba cuenta de que mientras me comía el culo de manera excepcional, me metía dos o tres dedos alternativamente.
Estaba completamente en éxtasis cuando sin esperármelo, me sacó la lengua y la sustituyó por su polla. Me la metió de una sola vez porque note su pecho y su pubis pegados a mi cuerpo. El grito que pegué tuve que oírse en toda la urbanización porque sentí que me había partido por la mitad. No había visto su polla, pero tenía que ser gordísima y enorme por lo que estaba sintiendo en ese momento. Le pedí que me la sacara e intenté zafarme pero el cabrón era mucho más fuerte que yo y me tenía sujeto. Se acercó a mi oído:
- Aguanta joder- dijo con la voz ronca que me puso a mil a la vez que me tapaba la boca con su mano.
Y sin más, empezó a follarme con unas ganas y una fuerza que los huevos chocaban tan fuertes que las folladas resonaban por toda la casa. Solo se oían su cuerpo chocando salvajemente contra el mío, sus resoplidos y mis gemidos ahogados por su mano. Estuvo dándome una eternidad sin parar porque las rodillas ya me dolían y el hijo de puta no bajaba la intensidad. Parecía que me estaba haciendo un túnel en el culo con su rabazo.
De repente, me la sacó entera, me levantó bruscamente, se sentó el y me dijo:
- Ponte encima, venga.
Al ver su rabo, casi me muero. Era un pedazo de carne de 22 cm muy oscura y gorda enfundada en un condón que le tenía que apretar. Me quedé parado viéndola, lo cual le impacientó porque se levantó me agarró, me colocó encima de él, y me la metió de golpe otra vez. Me había follado hacía pocos minutos pero era tan grande que me dolió una bestialidad esta vez. Me agarró y empezó a follarme desde abajo con la misma intensidad, hasta que, sin esperarlo, me agarró en peso y me volvió a lanzar al sofá. Se puso entre mis piernas, las cuales se las puso en los hombros, y me la volvió a meter. Esta follada fue interminable pero yo estaba en la gloria, hasta el punto de que le dije que me iba a correr sin poder evitarlo, ni me estaba tocando. Esto le tuvo que poner porque empezó a darme con mas fuerza aún y llegó lo inevitable me puse a gemir y a correrme como una fuente en mi pecho. Mis espasmos corriéndome le generaron mucho gusto porque como un loco empezó a gritar, se sacó el condón y me llenó el pecho y la cara de su leche. El cabrón parecía que no se había corrido nunca, porque me bañó literalmente de lefa.
Tras las corridas, los dos nos tumbamos agotados en el sofá y en el suelo tras el pedazo de polvo que habíamos tenido. No teníamos fuerza ni para mirarnos, solo intentábamos recuperar el aliento. De repente, nos miramos y Víctor se empezó a descojonar al verme lleno de leche, tanto, que casi no podía abrir los ojos.
- Vamos anda- me dijo mientras me agarraba de la mano y me dirigía al jardín. Allí, nos tiramos juntos a la piscina y me pude quitar todos los restos de lefa que tenía.
Tras limpiarnos, nadar un poco, reírnos y jugar a las ahogadillas, nos sentamos en la escalera de la piscina. Sin más, y ante el silencio que se instaló entre los dos, las palabras me salieron solas.
- ¿Eres consciente de lo que hemos hecho? – le pregunté sin saber de donde habían salido esas palabras.
Él, por primera vez, yo creo que fue consciente también de lo que habíamos hecho. Tras mirar al cielo, volvió su mirada hacia mí y contestó.
- Sí, la he cagado. Pero… me da igual porque, joder, deseaba esto hace mucho tiempo.
Me quedé enormemente sorprendido por su revelación, tanto que no supe reaccionar ya que si ni sabía que le gustaban los tíos, menos iba a saber que le apetecía follarme. Él lo notó en mi cara y continuó hablando.
- Siempre me has gustado Mario. Desde que descubrí que me gustan los tíos, tú has sido mi objetivo porque me encantaste desde la primera vez que me fijé en ti en el colegio. Sabes que no se me da bien hablar con la gente y menos con los de cursos inferiores al mío y eso me atormentaba. No sabía como acercarme a ti. Por eso, intenté olvidarte y me eché novia para ver si así se me quitaba la obsesión que tenía contigo. De hecho, todo iba de puta madre, estaba muy bien con Sara, hasta que el cabron de Javier salió del armario y me dijo que estaba contigo. Buf , si vieras ese día, hubiera matado a alguien. Me volví loco y no sabía qué hacer. Tras un fin de semana de pensarlo, decidí que sería muy borde contigo para alejarte de mi y así no caer en la tentación porque, joder, eras el novio de mi mejor amigo. Y bueno, funcionó hasta hoy… lo siento.
Sus palabras retumbaban en mi cabeza y no sabia cómo encajarlo. Los dos habíamos traicionado a Javier y eso era imperdonable. Su novio y su mejor amigo. Por primera vez en mi vida, estaba en una situación de la que no sabía salir. Pero, ahí también, por primera vez, mi otro yo salió a flote. Y ese Mario que tenía escondido habló para quedarse.
- Me siento muy halagado Víctor por lo que me has dicho. A pesar de todo lo que acaba de pasar, me siento bien porque ya sé que no he hecho nada para caerte mal y eso me tranquiliza. No obstante, a pesar de todo, tenemos que asumir lo que hemos hecho y afrontar qué vamos a hacer a partir de ahora porque Javier es tu amigo y mi novio. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Se lo decimos a Javier o seguimos follando de esta manera siempre que podamos sin que nadie se entere?
Víctor abrió los ojos y no pudo disimular su sonrisa ante mi ultima propuesta.
- Si me das a elegir, ya sabes lo que voy a elegir ¿no? – dijo Víctor de forma pícara.
- Sí, lo sé, porque yo también elijo eso – dije antes de lanzarme a comerle la boca otra vez en las escaleras de la piscina.
En una especie de nebulosa estaba inmerso recordando ese primer momento con Víctor dentro de la bañera, cuando otro mensaje de él me sacó de mis pensamientos.
- Un pajarito me ha comentado que ya estás por Madrid… - me escribió
- Sí, jeje . Ya en casa- le contesté.
- Javi me ha escrito que está ya en Barcelona…
- Sí, a mi también. Está ahora con sus primos paseando en Gracia.
- ¿Sabes lo que eso significa? – me dijo
- No, ¿qué pasa? – dije. Me encantaba hacerme el niño inocente con él. Sabía que le ponía.
- Pues que vete preparando ese culazo que tienes porque te voy a meter la polla tan adentro que te voy a preñar de trillizos. El estéril de Javi no te aprovecha bien.
El hijo de puta sabía que su lenguaje soez me ponía a mil y que conseguía así lo que quería.
- A las 16:00 te espero en mi casa. No tardes.
- Llevaré condones, lubricante y unos slips recortaditos que en tu culito quedan genial. Prepárate porque llevo desde que estuvimos juntos en Formentera esperando esto otra vez.
Y me tenía que preparar porque conociéndolo, no era ningún farol. La tarde prometía, vamos que si prometía…
Continuará…
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