Doble vida

Un hombre casado nos cuenta como llegó a la situación de tener una doble vida

Estoy arrodillado en el sucio suelo de un baño público. Un muchacho, de no más de 20 años, se está corriendo en mi boca, llenándomela de su caliente y sabroso semen. gimiendo, apretando mi cabeza contra su polla. Trago para que nade se salga de mi boca, mientras él sigue lanzando sus chorros de placer.

Sus dos amigos lo esperan fuera. También me tragué la leche de esos dos. La del tercero, que se está descargando a placer, se mezcla en mi estómago con las otras corridas. Luego le chupo su preciosa polla para dejársela limpia. Él se la guarda y se va.

Arrodilladlo, oigo como los tres ríen y se van. Uno de ellos grita:"Adiós, maricón de mierda".

Bajo mi bragueta. Mi polla está muy dura y llena de líquido pre seminal. Me hago una paja recordando las tres pollas que acabo de mamar. Su sabor, su dureza, Ensucio aún más el suelo, salpicándolo con mi propio semen.

Después, me levanto y me voy a casa. Es casi la hora de cenar. Mi mujer y mis hijos ya estarán en casa.

No me pregunto como yo, un hombre al que todos consideran heterosexual, casado y con dos hijos, acaba de chuparles la polla a tres jovenzuelos en el baño de un centro comercial. Simplemente es porque me gusta, me excita. Me encanta mamar pollas.

Al no entendía porque sentía esos deseos. No me gustaban los hombres. Me excitan las mujeres. Por la calle miraba a las mujeres. Aún las sigo mirando. Pero ahora también miro a los hombres. Más que a los hombres, sus paquetes, sus pollas. Me pregunto cómo serán. A qué sabrá su semen.

¿Cómo termia un hombre 'felizmente' casado, de 45 años, chupando pollas? Pues no sé los demás, que los hay, los he visto. Sólo sé como llegué yo a esto.

Me encanta el sexo. Al principio de casados, mi vida sexual con mi mujer era plenamente satisfactoria. No había nada que no hiciéramos. El sexo oral era mi preferido. Tanto hacérselo a ella como que ella me lo hiciera a mí. Me encantaba como mi esposa me chupaba la polla. No era sólo sentirla. Era verla. Ver mi polla entrado y saliendo de su boca, como ella me miraba. Cuando notaba que me iba a correr, siempre me preguntaba si quería correrme en su cara o en su boca. Yo le decía que lo que ella quisiese. Unas veces me hacía llenarle su linda cara. Otras, se lo tragaba todo a medida que me corría dentro de su boca.

También hacíamos sexo anal, cuando ella estaba muy cachonda.

Fueron años felices. Muy felices.

Todo empezó a cambiar cuando nació nuestro primer hijo. El sexo se fue haciendo menos frecuente. Me refiero al sexo entre nosotros. Mi deseo seguía igual que antes, pero ella empezó a rechazarme. El niño era la escusa.

Después de varios años, volví a masturbarme. Calmaba así mis deseos, a la espera de que ella tuviese ganas. Y las ganas eran cada vez menos.

Con el segundo niño, la cosa fue a peor. Su líbido casi desapareció. La casa, cuidar de dos niños...Yo lo entendía. Aún así, tuvimos muchas discusiones. La amaba, y sigo queriéndola. Le dije como me sentía. Que la deseaba. Que deseaba tener sexo con ella.

Pero no lo conseguí. Lo único que obtuve fue alguna paja y de vez en cuando una mamada. Pero ya no era como antes. No había morbo. Ella lo hacía para complacerme, pero no ponía el mismo entusiasmo que antes. Ya ni siquiera se tragaba mi semen.

Los niños crecieron. Yo me masturbaba a diario. Siempre le pedía a ella que me hiciera algo. Una pajita, una mamada. Un par de veces por semana, accedía. A veces, ni eso. Por mi cabeza pasó la idea de serle infiel. De buscar una mujer que me diera todo el sexo que yo necesitaba. Pero descarté la idea. No quería hacerle daño. No quería poner en peligro mi familia. Fuera del terreno sexual era muy feliz. Me dije que siempre tendría a mis 'cinco amigos'.

Compramos el primer ordenador para que los niños lo usaran para estudiar. Por supuesto, jamás lo usaron para eso. Jugaban, chateaban, descargaban películas, música. Nunca vi que entraran en alguna enciclopedia, que hicieran algún trabajo para clase con el ordenador.

Yo tenía ordenador en la oficina. Y sabía usarlo. Algunas veces navegaba por internet. Nada de sexo. Los informáticos de la empresa tenían todas esas páginas capadas. Además quedaba constancia de que sitios visitaba cada trabajador, así que no me arriesgaba con nada 'raro'.

Una tarde que estaba sólo en casa con mi mujer, fue al cuarto en donde habíamos puesto el ordenador y me puse a navegar. Al poco rato, estaba viendo videos porno. Había de todo lo imaginable. Busqué videos de mamadas. Antes mis ojos desfilaron cientos de lindas mujeres mamando pollas sin cesar. Pollas pequeñas, pollas normales, pollas enormes. Varias pollas a la vez. Y que mar de leche. Corridas en la cara, en la boca, en todo el cuerpo.

No había estado tan excitado desde hacía mucho. Me saqué la polla y empecé a hacerme una paja mirando aquellos videos. Cuando estaba a punto de correrme, paraba. Quería ver más, y más.

No la vi llegar, pero mi mujer estaba a mi lado, mirándome. Me sorprendió con la polla en la mano mientras en el monitor un negro con una polla impresionante se corría en la cara de una preciosa morena. La miré.

Ella tenía que haberse arrodillado delante de mí y chuparme la polla hasta hacerme correr en su cara. O en su boca y enseñarme como se tragaba toda mi leche. O sentarse sobre mí y clavarse mi polla en su coño y cabalgarme hasta corrernos los dos.

Pero no hizo nada de eso. Sólo me miró y me dijo:

-Cuando termines espero que no dejes rastro en el ordenador de nada de eso. Y cierra la puerta. A ver si los niños te van a pillar así.

Se marchó, dejándome allí con la polla tiesa en la mano. Seguí viendo videos y masturbándome hasta que me corrí.

Eso me costó otra discusión, esa noche, en la cama. Ella me echó en cara que me masturbara. Yo le grité que lo hacía porque ella no me daba el sexo que yo necesitaba. Se dio la vuelta y ya no hablamos más del tema.

Pero yo seguí viendo porno y masturbándome frente al ordenador. Ella ya no volvió a entrar cuando yo estaba usando el cuarto.  No me la chupó ni masturbó durante más de un mes. Yo no le dije nada. No le pedí nada. Ya me las arreglaba yo solito.

Fue ella la que se rindió. Una noche estábamos los dos acostados en la cama, dándonos la espalda.

-¿Quieres que te la chupe?

-Sí.

Fue una buena mamada. A oscuras sentí su cabeza subir y bajar a lo largo de mi polla. Me corrí en su boca. La oí escupir el semen, me imagino que un pañuelo de papel. Después me abrazó y nos dormimos.

Volvieron las pajas y mamadas semanales. Pero no dejé de ver mis videos.

Buscaba y veía de todo. Incluso a veces videos gay. No me excitaban especialmente. Lo que más buscaba y veía eran videos de mamadas. Me encantaba ver aquellas preciosas mujeres chupando pollas sin parar.

Los mejores eran los videos con pollas bien grandes. Miraba aquellas pollas enormes entrar y salir de aquellas boquitas. Las veía correrse en esas bocas, en sus sonrientes caras. Lo máximo, lo que más cachondo me ponía eran los videos de pollas grandes y corridas abundantes. No sé por qué, pero las pollas grandes solían tener corridas pequeñas.

Me empecé a dar cuenta de que me excitaba mirar aquellas pollas. No a los hombres. Las pollas. Los videos gay de hombres follándose no me ponían. Pero sí las mamadas gay.

Empecé a buscar videos de hombres masturbándose. Miraba con se meneaban las pollas hasta correrse. Yo miraba como aquellas duras herramientas se tensaban y lanzaban al aire su cargamento.

Encontré unos videos que me pusieron muy cachondo. Eran videos en donde los hombres tenían electrodos en la polla, y la corriente eléctrica los estimulaba. Me parecía muy morboso ver como las pollas se ponían duras sin tocarlas, como se levantaban, empezaban a tener espasmos y como se corrían, dando saltos y descargando grandes cantidades de semen.

Me gustaba mirar pollas, eso estaba claro Ya fueran en la boca de mujeres, de hombres, o solas. Y sobre todo, me gustaba mirar pollas corriéndose.

Una tarde, mientras veía como un muchacho, aunque no se veía su cara, sólo sus muslos y su polla, se corría sobre su mano, me puse a pensar. En cómo me sentiría al tener una polla en la boca. En cuales serían mis sensaciones cuando una buena polla se corriera en mi boca. A que sabría su leche.

Me corrí imaginándolo. Me corrí imaginándome a mí mismo chupando una polla hasta que se vaciara en mi boca, hasta saborear su semen.

Fue un orgasmo muy intenso. Me miré las manos, cubiertas de mi esperma. ¿A qué sabría mi propio semen? Acerqué mi mano a  mi boca, pero no me atreví. Luego, por la noche, pensé en lo que me había estado a punto de hacer. Me reí sólo. Me dije que sólo fue porque estaba muy caliente.

Pero no fue así. A partir de ese día me fijé más en las pollas. Ya no miraba a las mujeres. Sólo me fijaba en las pollas. Follándoles el culo, el coño, y sobre todo, la boca. Cuando veía algún video en el que la chica, o un chico, se tragaba el semen que le habían echado en la boca, me preguntaba que sentiría. A qué sabría.

Me decía que era muy sencillo. Sólo tenía que correrme en mi mano y luego probarlo. Lo intenté muchas veces. Me masturbaba deseando probar mi leche. Pero cuando me corría en mi mano y la miraba, después del orgasmo, el deseo desaparecía. No me atrevía. Acercaba la mano llena de semen pero no lo probaba.

Observé que justo después del orgasmo el deseo de hacerlo desaparecía. Me prometía a mi mismo que esa vez lo haría, pero después no era así.

Hasta el día en que sí lo hice. No podía seguir así, deseándolo para después echarme atrás para volver a desearlo al día siguiente. Ese día, me tenía que hacerlo. Me corrí en mi mano. El deseo, como siempre, desapareció. Sabía que sería así. Levanté mi mano, saqué la lengua y deposité mi leche en mi boca.

Cerré los ojos. Tenía por fin la boca llena de semen. Lo saboreé un poco antes de tragarlo. No era nada especial. Caliente, salado y ligeramente amargo. Me sentí estúpido. Pero al menos ya no volví a sentir deseos de probar mi semen.

Al menos, no el mío. Me siguieron atrayendo las pollas, las corridas. Ya sabía a lo que sabía el esperma. Pero no era eso lo que buscaba. Quería sentirlo estallar en mi boca, salir a presión de una dura polla, como bajaba por mi garganta mientras seguía estallando contra mi lengua.

Quería chupar una polla.

Pero si tanto me había costado decidirme en probar mi semen, el chupar una polla me parecía imposible. Sólo una fantasía que usar para hacerme buenas pajas.

Me equivoqué. Me resultó más sencillo que lo había imaginado.

Pocos días después había ido al cine con mi mujer. Fuimos al centro comercial. Después de la película, me entraron ganas de ir a hacer pis. Mi mujer fue al coche a esperarme.

Estaba de pie, en un urinario, vaciando la vejiga. A mi lado se puso un chico. Oí el sonido de su pis y miré. Tenía su polla, flácida, agarrado con dos dedos. Él se dio cuenta de que yo le miraba.

-¿Te gusta mi polla?

-¿Eh? Oh, lo siento. No te estaba mirando.

-¿Cómo que no? Si me la comías con los ojos.

Miré hacia a delante y terminé de orinar.

-¿Eres maricón?

-No, no lo soy.

-Yo tampoco. ¿Quieres chuparme la polla?

Lo miré. Y miré su polla. Se estaba poniendo dura. El se la acariciaba mientras crecía ante mis ojos. Era una buena polla. No aparté los ojos de su cada vez más dura estaca.

-¿Te gusta? Tengo una bueno polla, ¿verdad?

-Sí.

-¿Me la quieres chupar?

-Sí.

-Ven

Lo seguí y nos metimos en uno de los retretes. Cerramos la puerta. Desde fuera se veían nuestros pies. Estaba claro que allí había dos personas. Estábamos frente a frente. Mis ojos clavados en aquella polla que daba saltitos de excitación.

-¿A qué esperas, mamona?

Sus palabras me devolvieron a la realidad. Estaba con otro hombre en un baño público para chuparle la polla. Mi propia polla me dolía, encerrada en los pantalones y dura como una piedra.

No me di cuenta de nada hasta que estuve arrodillado delante de él, con su polla apuntando a mi cara. Mi más oscuro deseo se iba a cumplir, pero me quedé bloqueado. No sabía qué hacer.

Fue él el que se acercó y me puso su polla en los labios. En cuando sentí su cálido capullo rozármelos, abrí la boca y me metí la polla en la boca.

Estuve a punto de correrme. Aquello era lo más morboso que me había pasado en la vida. Como yo no me movía, el empezó a hacerlo, follándome la boca. Al fin sentía una dura polla en mi boca. Caliente, suave. Me cogió por la cabeza y aumentó el ritmo.

-Ummm que boquita tienes, mamona. Eso es.

Empecé a actuar. Chupé, lamí. Use mi lengua para enroscarla alrededor de su polla. Y le miré a los ojos.

Se sacó los huevos y me hizo chuparlos. Después me pasó su polla por toda la cara, antes de volver a metérmela en la boca.

Quise demostrarle lo buena mamona que era, así que llevé una mano a sus huevos y la otra a su polla. Sin dejar de mamar, lo empecé a pajear al mismo tiempo. El me miraba, con los ojos entornados de placer.

Las señales de su corrida se hicieron patentes. Su cuerpo se empezó a tensar. Saqué la polla de mi boca. Saqué la lengua y lo pajeé con fuerza. Quería que viera como su leche me llenaba la boca, como la recogía toda.

Cuando noté que se iba a correr, puse la punta de su polla contra mi lengua. El primer chorro fue muy fuerte y me golpeó el fondo de la boca. Los siguientes caían sobre mi lengua. Con mi boca abierta, él miraba como me llenaba poco a poco la boca con su semen.

La polla dejó de manar. Le enseñé mi boca llena. La cerré y tragué, de dos veces. Aquel esperma me quemaba el esófago mientras bajaba hasta mi barriga. Abrí la boca para mostrarle que me lo había tragado todo. Apreté su polla y salió un poco más de leche que quedó en la punta de su polla. Con la lengua, lo limpié.

-Wow, vaya mamada, tío. Se ve que eres un experto comepollas.

-Es mi primera vez.

-¿En serio?

-Sí.

-Wow. Seguro que no será la última. Me largo.

Se guardó la polla y me dejó allí, de rodillas. En mi boca el sabor de su leche. Me saqué la polla y en menos de un minuto me estaba corriendo en las paredes del retrete. Salí, me enjuagué la boca y me fui a buscar a mi mujer.

-¿Por qué has tardado tanto?

-Es que había mucha cola - mentí.

De regreso a casa no dejaba de pensar en aquella polla. En lo dura que era. Lo bien que sabía. La textura de su leche. Su sabor. Se me puso la polla dura otra vez. Cogí la mano izquierda de mi mujer y la llevé hacia mi polla.

-Hazme una paja.

Sin mirarme, apartó la mano.

-Estoy cansada.

"¿Cansada? ¿Cómo se puede estar tan cansada como para no hacerle una simple paja a tu marido?"

No insistí. Seguí conduciendo hasta llegar a casa. Antes de acostarme, en el baño, me hice una lenta paja hasta correrme gimiendo de placer.

La segunda vez fue tres días después. Volví al centro comercial, al mismo baño, por la noche. Cuando entré me llevé una sorpresa.

Un hombre de mi edad, quizás un poco mayor, estaba arrodillado delante de otro, chupándole la polla. Cuando me vio entrar, se asustó. Se levantó y salió corriendo. Cuando me fijé en la polla, mi boca se abrió. Era una polla enorme. Estaba brillante por la saliva del prófugo mamador.

-Joder, me ha dejado a medias - se quejó el frustrado dueño que aquella gran polla.

-Yo puedo seguir.

-¿Saldrás corriendo como el otro?

-No.

Me arrodillé y me llevé aquella hermosa polla a la boca. Me ayudé con la mano. Casi no me cabía. Era enorme. Él me acarició la cabeza, dejándose mamar.

-Aggg, sí que lo haces bien. Ya me habían dicho que a este baño suelen venir buenas mamonas. Tenían razón.

Me sentí orgulloso de lo que decía. Que era una buena mamona. Le llené la polla de saliva. Lo mamaba cada vez más rápido, moviendo la mano. Le pasé la lengua desde los huevos hasta la punta de la polla, y me la tragué otra vez. Bueno, lo que pude.

Me tuve que colocar la polla de lado porque no la había tenido tan dura en mi vida. Los dos estábamos concentrados. Él en cómo se la mamaba y yo en chupar aquella enorme tranca. Cuando nos dimos cuenta, a nuestro lado  había otro hombre, que se tocaba la polla por encima del pantalón mirando mi mamada.

No salí corriendo. Seguí mamando, más cachondo aún. El recién llegado se bajó la bragueta y se sacó un más que respetable herramienta.

-¿No saludas a nuestro nuevo amigo? -dije el primero

Me saqué su polla de la boca y me metí la nueva. Era menos gruesa que la otra y me la pude meter más adentro.

Durante los siguientes cinco minutos fui alternando de polla en polla. Me tuve que sacar la mía o me hubiese corrido en los calzoncillos.

El primero en dar muestras de que iba a correrse fue el segundo hombre. Me cogió la cabeza y me la apretó contra él. Su leche se estrelló contra en fondo de mi garganta antes de ser tragada con gran placer. Fue una corrida muy abundante y sabrosa, durante la cual él no dejó de gemir. Me soltó la cabeza y sacó su polla. Se la lamí para dejarla limpia.

Proseguí con la primera polla. Deseaba que me diera su preciada carga. Me esmeré en darle el máximo placer posible. Con los labios, con la lengua, con mis manos. El segundo nos seguía mirando, con su polla aún fuera del pantalón.

-Aggggggggggg cabrón....me voy a correr....vaya mamada...agggggggggggg

Aunque lo intenté, me fue imposible tragarme la impresionante cantidad de semen que me echó en la boca. No podría tragar al mismo ritmo con que él se corría y de mi boca escapó gran cantidad de su leche que bajó por mi barbilla. La que me pude tragar me pareció deliciosa.

El otro hombre se fue sin despedirse. Yo seguí chupándosela para limpiársela. No se le bajaba. Seguía dura. Él me miraba sonriendo.

-Ven - me dijo.

Nos metimos en un retrete y cerramos la puerta. El se sentó y yo me arrodillé entre sus piernas.

Le hice otra lenta y sensual mamada. Me acaricié la cara con su polla. Él no dejaba de mirarme.

-Joder, tío. La mamas mejor que la mayoría de las mujeres.

-Quítate los pantalones.

Se levantó y se los bajó, junto con los calzoncillos. Su polla parecía aún más grande. Le chupé los huevos, uno a uno. Metiéndomelos en la boca. El me pasaba la polla por la cara.

Se dio la vuelta. Su culo quedó ante mí.

-Cómemelo.

Era algo que le había pedido a mi mujer varias veces, pero que nunca acepto. Abrí sus nalgas y lamí su negro agujero. Él gemía de placer, mientras mi lengua se apretaba contra su ano.

-Ummm que rico. Hazme una paja mientras me lo comes.

Llevé una mano hacia adelante y le cogí la polla. Lo pajeé y lamí al tiempo. Cuando su orgasmo fue a estallar, se dio la vuelta y me metió la polla en la boca. Esta vez no desperdicié ni una gota de su rica leche. Toda terminó en mi barriga. Me quedé largo rato arrodillado besándole y lamiéndole su preciosa polla, que se aflojaba poco a poco. Él me miraba.

-¿Tienes móvil? - me preguntó.

-Sí.

-Dame el número. Tenemos que repetir esto.

El corazón me palpitaba con fuerza. Eso significaba que podría volver a chupar aquella preciosa polla. Que podría volver a tragar su sabrosa leche.

Empecé a conocer los sitios en donde las mamonas como yo acudían. Y donde había mamonas había muchas pollas dispuestas. Baños de centros comerciales, de discotecas. Parques. Me empezaron a conocer. A muchos se las chupaba asiduamente.

Había hombres de todas las edades. Desde jovencitos imberbes hasta hombre mayores que yo. Pero la mayoría eran más jóvenes, seguramente hartos de que sus mujeres o sus novias los dejaran calientes. Conmigo tenían un placentero desahogo.

Nunca les pregunté. Yo estaba allí sólo para mamar pollas. Pero estoy seguro de que la mayoría no eran gays. Sólo hombres cachondos deseosos de vaciarse en una cálida boca. Y la mía estaba dispuesta.

En un sólo día he llegado a chupar más de diez pollas. He llegado a digerir más de diez corridas. Pero por lo general lo normal son dos o tres cada vez que salgo de 'caza'.

Alguno ha querido follarme, pero siempre les digo que no. Que sólo quiero chuparles la polla. Algunas veces, el chico al que se la chupo me devuelve el favor y me hace una buena mamada. Desde luego, mucho mejor que las que me hace mi mujer de vez en cuando. Ellos lo hacen con morbo, por placer. Y se tragan con gusto toda mi corrida.

Un par de veces me han pedido que yo los follara. Sólo lo hice una vez, a un chico joven. Y fue porque lo encontré muy femenino. No me atrae la idea de follarme a tiarrones bigotudos y fuertotes. Sólo me atrae chuparles la polla. Que me aprieten la cabeza contra sus vergas mientras se corren gimiendo. En el momento en que me trago sus descargas es como si estuviera en otro mundo.

Generalmente hago correr las pollas dentro de mi boca, para tragarme las cremosas y espesas descargas. Algunos cuando se van a correr sacan a polla de mi boca y se corren en mi cara. Me limito a cerrar los ojos y sonreír mientras recibo la cálida ducha. La leche se las pido luego. Con sus pollas aún duras la acercan a mi boca para que me alimente.

Pero no crean que me fue tan fácil como aquí les cuento. Al principio tuve muchas dudas. Al principio mientras estaba arrodillado con una polla desconocida en la boca, me preguntaba que qué coño hacía yo allí. Que no era homosexual. Pero cuando la polla me llenaba la boca de sabroso y calentito semen, y yo me lo tragaba, las dudas desaparecían. Estaba allí por eso. Por mi recompensa.

Ahora ya no me como la cabeza. Ahora me como las pollas y ya está. Si soy o no homosexual no me importa. Soy una mamona. Disfruto con ello. Hago disfrutara todos los que me dejan sus pollas para que se las vacíe.

Cuando al fin acepté lo que era, empecé a disfrutar de verdad. De vez en cuando me pasan cosas especiales. Ahora me vienen a la cabeza dos. El día en que me llamó aquel muchacho de la polla enorme y el día que fui un regalo de cumpleaños.

Una mañana estaba trabajando en la oficina cuando sonó mi móvil. No reconocí el número.

-Dígame

-Hola mamona

Reconocía su voz. Era el dueño de la enorme polla que había mamando en el baño. Mi segunda polla. Mi tercera y cuarta corridas.

-Hola.

-¿Qué haces?

-Estoy trabajando.

-¿Quieres chuparme la polla?

El corazón se me aceleró. La polla se me empezó a poner dura sólo de recordar su enorme pollón.  La boca se me hizo agua.

-Sí. ¿Cuándo?

-Ahora.

-Ahora estoy trabajando.

-¿A qué hora sales?

-A las dos.

-Pues a las dos, mamona.

Me dio una dirección. Después llamé a mi mujer y me inventé una reunión de trabajo, con comida incluida. No era la primera vez que tenía reuniones de esas y no hubo problemas.

El resto de la mañana la pasé muy nervioso y cachondo. Incluso me fui al baño a masturbarme. No podía quitarme de la cabeza aquella hermosa polla.

A las dos salí de la oficina y me dirigí a la dirección que me había dado. No sabía ni su nombre. Pero no me importaba su nombre. Lo único de él que me importaba era su enorme polla. Toqué el telefonillo.

-¿Quién es?

-Soy...la mamona.

Me abrió y subí a su piso. Me esperaba con la puerta abierta. Desde que la cerró, me arrodillé. Ya no podía más. Él tampoco.

-Vaya, parece que tienes hambre, mamona.

Se bajó la bragueta y se sacó aquella polla me que tenía loquito. Cerré los ojos y me le metí en la boca. Me sentí en la gloria, y más cuando él puso sus manos en mi cabeza y me empezó a follar la boca con suavidad. Aquella era mi polla ideal. Grande, gorda. No me cabía casi en la boca, pero no me importaba. Podía tocarla, acariciarla, lamerla.

Oír como gemía me ponía loquito. Me senté en el suelo. Tenía que levantar la cabeza para chuparle la polla, pero al ser tan grande llegaba sin dificultad. Y así él podía ver mi cara de placer y su pollón en mi boca. Debía de estar muy cachondo, porque  no aguantó mucho. Noté que se tensaba, que su polla empezaba a palpitar y estalló.

Esa fue, hasta ahora, la mayor corrida que he recibido. Mayor incluso que la primera vez, en el baño del centro comercial. Me empezó a llenar la boca. Yo tragaba y tragaba, pero de las comisuras mis labios se escapaba toda la leche que me era imposible tragar. Me corrí, sin tocarme. Me había hecho una paja esa misma mañana. Pero el ver su cara de placer, y sobre todo aquella interminable corrida en mi boca me hicieron estallar, manchando mis calzoncillos.

Cuando terminó de correrse, siguió con su polla en mi boca. Me miraba mientras yo le daba besitos y lamidas en a punta.

-Que gusto, mamona. Vaya mamada que me has hecho. No recuerdo haber soltado tanta leche en mi vida.

-Ni yo haber tragado tanta.

-Tengo más. Ven.

Me llevó al salón. Allí se desnudó del todo y se sentó en el sofá. Puso un cojín en el suelo, entre sus piernas

-Sigue mamando. Para eso has venido, ¿No?

Me acomodé entre sus piernas. La segunda mamada fue lenta, sensual. Le pasaba la lengua desde los huevos hasta la punta, despacito. Él, recostado en el sofá me miraba, sonriendo. Conseguí meterme más de media polla en la boca. Pero me daba arcadas cuando llegaba a mi garganta. Seguro que con el tiempo y práctica podría hacerlo. No iba yo a ser menos que esas mamonas de los vídeos.

Fueron más de 20 minutos de mamada. Más de 20 minutos de puro placer. Podría haber estado así para siempre, pasándome aquella polla por la cara, chupándola, besándola. Durante todo ese tiempo permaneció dura. Hasta le salía líquido pre seminal que recogía con mi lengua para saborearlo.

Cuando se acercaba el momento, me puso la mano sobre la cabeza y guió, imponiendo el ritmo que le gustaba. Una de mis manos acariciaba sus huevos y la otra subía y bajaba a lo largo de su polla.

-Aggggg mamona....eres la mejor...esta vez....trágatelo...todooooooooo

Lo hice. No desperdicié ni una sola gota. Todo su exquisito semen bajó por mi esófago hasta mi estómago.

Era...feliz. Mi mundo en ese momento era esa polla. La acaricié con mi cara, con mis labios.

Nos miramos. Él sonreía.

-¿Tienes que irte ya?

Miré la hora. Eran las tres menos cuarto. Aún me quedaba mucho tiempo

-No. Aún me queda tiempo.

-Nunca me he corrido tres veces seguidas. Creo que tú podrías lograrlo. Eres la mejor mamona.

-Lo intentaré.

Su tercera corrida me costó. Fue casi una hora de trabajo. Pero una hora de placer. Incluso le lamí el ano un buen rato. Abrió sus piernas. Yo lo pajeaba mientras lo lamía. Cuando me pidió que le metiera dos dedos en el culo no lo dudé.

Su polla entraba y salía de mi boca, y mis dedos de su apretado culo. Su corrida no fue tan abundante como las anteriores, pero por sus gemidos, igual de placentera.

Ese día no almorcé. Solo me llevé al estómago sus tres ricas descargas.

Le pedí que me dejara ir al baño. Allí me limpié la leche de mis calzoncillos.

Lo he seguido viendo. Me llama de vez en cuando para que le chupe la polla. Siempre me obsequia con al menos dos raciones de jugoso semen. Sin dudas, es la mejor polla que he mamado.

La otra cosa que me viene a la mente es cuando fui el regalo de cumpleaños. Uno de los chicos a los que solía chupársela en los baños, me dijo que en unos días sería el cumpleaños de un amigo, y me propuso ser la mamona de la fiesta. Acepté encantado.

El día señalado me presenté en la dirección que me había dicho. La fiesta ya había empezado. Eran 7 chicos. No había chicas, cosa que me extrañó, pero que por otra parte agradecí. Creo que me hubiese dado vergüenza hacerlo delante de alguna mujer. Ya sé que es una bobería.

Sólo sabía que yo iría aquel chico. Los demás no tenían ni idea. El homenajeado, tampoco.

Ese chico me hizo pasar. Todos estaban bebiendo y oyendo música. Me llevó a un cuarto y me dijo que esperara. Al poco volvió con el chico que cumplía años.

-Juanito, este es mi regalo.

El tal Juanito me miró, extrañado.

-¿Umm?

-Hace unas mamadas de puta madre.

-¿Queeeeeeeeeeee?

-Que mi regalo es una mamada.

Me arrodillé y me acerqué a Juanito. El pobre estaba muy sorprendido. No reaccionaba. Le bajé la cremallera y le saqué su morcillona polla. Creció en mi boca. El amigo, sonriendo, le dijo.

-Disfruta, Juanito.

Se fue, dejándonos solos.

Juanito no decía nada, sólo me miraba y cerraba los ojos. Me esmeré en ofrecerle una de mis mejores mamadas. Al final le cogió el gusto, porque me cogió la cabeza y me folló la boca hasta llenármela de una buena cantidad de espeso y grumoso semen. Se lo mostré y luego me lo tragué.

-Feliz cumpleaños, Juan.

-Wow. Gracias. Sin duda el mejor regalo de todos. Este Jorge es la ostia.

-Si quieres, puedes ir mandándome a los invitados. Estaré encantado de servirles.

-Joder. Se van a quedad alucinando.

Uno a uno fueron entrando en la habitación. Y uno a uno me fueron llenando la barriga de rica y juvenil leche de macho. El último fue el que me había llevado, Jorge.

Tuvieron la amabilidad de invitarme a tomar una copa con ellos. Eran simpáticos. Los había dejado relajaditos a todos.

Tanta polla junta me tenía caliente. Llamé a Jorge y le comenté lo que se me había ocurrido. Él estuvo de acuerdo.

-Bueno chicos, el que quiera otra mamada que se saque la polla y se siente en los sofás.

En menos que canta un gallo los siete estaban sentados con las pollas duras asomando por las braguetas. Nunca había visto tantas pollas así, bien duras y esperando a que mi boquita les diera cariño.

Arrodillado entres sus piernas, las fue chupando una a una. Los demás miraban como la polla del afortunado entraba y salía de mi boca y como el chico gemía de gusto. Como deseaba que aquello durara, no los dejé correr. Cuando notaba que estaban a punto, cambiaba de polla. Así hasta llegar al último.

A éste sí que lo vacié. Con los ojos cerrados y el cuerpo tenso me llenó la boca con varios chorros que golpearon mi paladar. Con la boca llena de leche, lo miré y me lo tragué, saboreándolo.

Recorrí el camino en sentido inverso, vaciando una a una aquellas duras pollas, y bebiéndome su rico néctar.

Salí de la casa con 14 raciones de semen. Y con la polla dura. Esa noche mi mujer accedió a hacerme una mamada. No eran con las mías, pero al menos me corría gusto.

Ahora llevo una doble vida. Por una parte, marido y padre. Como dirían los americanos, un pilar de la comunidad. Por otra parte, una mamona incansable. Mi técnica mamatoria está tan depurada que la mayoría de las afortunadas pollas que pasan por mi boca, repiten.

Pero me ha surgido un dilema. Esta tarde he ido a casa de mi polla favorita. Me he bebido dos veces su deliciosa leche. Él, del que aún no sé su nombre, ni él el mío, con su polla aún en mi boca, me ha dicho:

-Un día de estos te voy a dar por el culo.

No le he dicho que no. Esa polla es muy especial para mí.

Pero no soy gay. ¿O sí?

FIN