Doble recompensa

Caro, la profesora de historia, consigue que su alumno apruebe y es recompensada doblemente de una manera muy particular.

Doble recompensa

¿Se acuerdan de mi? Soy Caro, profesora de historia, madura con poco más de 50 años, soltera, morocha, ojos color café, labios finos, 1,69 de estatura, tetas abundantes, culo amplio y piernas sin señales de celulitis. Para mayores datos, la de la clase con su mejor alumno.

Ya que lo mencioné, les voy a contar lo que pasó después de que Bocha aprobó sus exámenes. Luli, su madre y amiga de añares, no lo podía creer así que ni bien regresó de sus vacaciones me vino a ver para agradecerme el favor y tratar de averiguar cómo lo había logrado. Lo primero me pareció perfecto, pero no podía contarle el método que había usado para obtener tan buenos resultados. ¿Cómo hacía para explicarle que todo se había reducido a canjear sexo por estudio? No lo iba a comprender y, además, perdía una amiga. Me encontraba sumergida en esas dudas cuando sonó el timbre que indicaba que Luli había llegado. Compostura, Caro, compostura. Ya vas a sacar algún conejo de la galera, algo se te va a ocurrir como para salir del paso.

¡Divina! No sabés todo lo que te tengo que agradecer por la mano que le diste a Bocha. Cacho te quiere levantar un monumento. Conseguiste un imposible.

Pará que no es para tanto. Apreté las clavijas adecuadas y nada más (¡Hay diosito mío, inspirame para que no meta la pata!).

¡No sabés lo contentos que estamos todos! Bocha es muy bueno pero se empantanó con esas cuatro malditas materias. ¡No daba pie con bola! ¡Mirá que lo tuvimos cortito todo el año! Así y todo, veíamos que estaba condenado a esperar un año más para entrar a la universidad.

Bueno, eso ya está en el pasado. Lo que me más me interesa en este momento es saber cómo te fue en las vacaciones.

Bien, bien.

¿Pasó algo en especial? Porque por el tono de tu voz me parece que no todo funcionó como tenía que funcionar.

Nada del otro mundo. La pasamos bien pero...eramos muchos. Nosotros dos, los tres chicos, mis suegros y mis viejos. ¿Te parecen pocos?

¡Uaauu! ¿Por qué no llevaron también a tu hermano soltero y a la señora que te hace la limpieza?

Faltó poco.

Me parece que para el año que viene van a tener que conversar un poco para no reunir a tamaña multitud.

Lo que pasa es que Cacho es demasiado bueno. No soporta que anden todos secos y que no puedan tomarse ni un solo día de vacaciones.

Estoy de acuerdo pero de ahí a que alojen a medio país hay un trecho largo.

¡Hacéselo entender!

Por lo que me decís, sexo cero.

No tanto como cero, pero sí escaso.

¿Y cómo se las arreglaron?

Nos escapábamos de la playa a eso de las once y media con el pretexto de que íbamos a preparar el almuerzo y, a las apuradas, no mandábamos un polvazo día por medio.

Bueno, algo es algo.

Lo peor fue que mi propia vieja metía palos en las ruedas.

¿Cómo?

Ni bien decíamos que nos íbamos, ella insistía en acompañarnos para ayudar. Nos salvaba mi suegra que, muy canchera, la paraba diciéndole que nos dejara tranquilos y que disfrutara de la playa.

¡No te lo puedo creer!

Fijate que hasta el día que se nos ocurrió decir que íbamos a ir hasta el Automóvil Club de San Clemente del Tuyú a averiguar algo del seguro quería acompañarnos a toda costa.

¿Qué paso?

Entre mi viejo y mi suegro la frenaron en seco diciéndole que nos dejara en paz por unas horas.

¡Bravo por los dos viejos!

Viejos, pero no boludos. Porque los dos también se las traen guardadas.

¿Cómo es eso?

Que en dos o tres oportunidades, cada uno por su lado, se llevaron a sus respectivas esposas a los médanos y volvieron como a la hora, despeinados y con los ojos brillantes.

¡Se las voltearon!

¡Qué te parece!

¿Y qué pasó con Uds.en San Bernardo?

¿Qué pasó? Fuimos derechito al primer hotel alojamiento que encontramos y garchamos duro y parejo hasta las 5 de la tarde. ¡Así de simple!

¡Bravo! Esa es mi amiga.

¿Querés que te cuente algo cómico? Al volver, mi vieja nos preguntó qué tal estaba la playa. ¡Qué playa si ni siquiera nos acercamos!

¡Incorregible! Vamos a la cocina y nos tomamos un café.

Luli es una mujer bastante bonita, flaca, creo que con algo más de 1,75 de estatura, labios finos y sensuales, cabello negro con algunas canitas, ojos verdes que matan cuando pestañea, pechitos medianos, piernas estilizadas, culito chico, y unos pies cuidados con esmero. Si se los mira con atención puede notarse que son extremadamente sensuales, finos, aduladores. ¡Una belleza!

No acomodamos en la cocina y mientras tomábamos el café, charlamos de mil pavadas, del resultado de los exámenes de mis alumnos de verano, del gobierno, de ropa, de los chismes del barrio...etc. De todo lo que hablan dos amigas que hace más de un mes que no se ven. Y llegó el momento que más odio, Luli preguntando sobre mi vida sentimental y...sexual. Ella siempre insiste con que me tengo que casar y formar un hogar, y yo en que eso no es para mi.

Che Caro – preguntó mirándome pícaramente - ¿Cómo anduviste durante este último mes en el rubro hombres?

Fuera de servicio. Con la preocupación que me generaron los chicos, ¡Cero al as!

No voy a insistir con lo de siempre, pero creo que tendrías que tomarte un descanso, irte a algún lugar con un macho como la gente y destruirlo garchando.

¡Ajá! ¿Conocés a alguno para recomendarme?

¡No me digas que no tenés, por lo menos uno, que esté dispuesto a encamarse con vos! Si decís que no, no te lo creo.

¡Dejémoslo ahí! Comprendé que no quiero hablar más del tema.

Me callo la boca pero te noto bastante inquieta. No tan tensa como yo, pero tensa al fin.

¿Vos estás tensa?

Esto de las vacaciones sin sexo libre me tiene sacada. Siento los hombros duros, agarrotados.

Eso se soluciona con un buen masaje.

No tengo guita para ir al gimnasio. Las vacaciones salieron muy caras y no me puedo dar esos lujos.

No es para tanto, pero lo podemos solucionar ahora mismo. Vení, te doy un masajito en los hombros y quedás como nueva.

Sin decir una palabra más, me acerqué por detrás, le levanté el cabello y empecé a masajearle el cuello desde la base hasta el comienzo del cuero cabelludo. Luli bajó la cabeza y me dejó hacer. Noté que la piel se le erizaba instantáneamente. Muy suavemente, le acaricié la parte trasera de las orejas para luego bajar hasta los hombros. Moví discretamente los breteles de su sostén hacia un costado y los hombros quedaron a mi disposición. ¡Una belleza! Sentí la firmeza de sus huesos con la yema de mis dedos y continué acariciándola hasta llegar a la parte delantera del cuello. No sé cómo pero en un segundo tenía sus pechos dentro de mis dos manos. Tibios, temblorosos, suaves. Luli tiró su cabeza hacia atrás, con los ojos cerrados y respirando aceleradamente. Me animé y la besé en el cuello. Le planté un chupón que la hizo temblar hasta la médula. Tenía los pezones duros como piedras, lo noté ni bien se los comencé a mover entre mis dedos índice y pulgar.

¿Vamos a la cama?

A donde vos quieras, bebé. No pares.

Quiero que te pongas en bolas, ¡quiero cojerte!

¡Yo también, estoy muy caliente!

En menos de lo que canta un gallo estábamos revolcándonos sobre mi cama. Luli reaccionó y tomo la iniciativa. Desesperadamente, me sacó violentamente la poca ropa que tenía puesta y empezó a lamerme los pezones. Le respondí apretándole vigorosamente las tetas. Inmediatamente sentí que estaba buscando mi culo, me acarició fervorosamente el triangulito marrón hasta lograr meterme el dedo en el interior.

¡Luli, no pienses que soy lesbiana!

¡A la mierda con lo que yo piense! ¡Hacé, hacé!

Sentí que, con mucha habilidad, me introducía, no uno sino dos dedos hasta el fondo. Moví las caderas hacia delante y hacia atrás para sentirla mejor. ¡Qué placer!

¿Te gusta puta de mierda?

¡Rompeme el culo, yeguona inmunda, rompémelo!

Arrodillada junto a mi, me obligo a ponerme en cuatro patas para disponer mejor de los dos agujeros. ¡Me estaba lamiendo el culo! Mis jugos surgían en abundancia mojando todo lo que tocaban a su paso.

¡Mirá cómo te pago lo que hiciste por Bocha!

¡No es suficiente, no es suficiente!

¿Querés más?

¡Sí, hija de puta, sí!

Cumpliendo con mis deseos, me metió tres dedos bien adentro de la concha mientras me la chupaba intensamente.

  • ¡Ahhhggg! ¡Estoy acabando, estoy acabando!

Terminé entre temblores y retorcijones. Mojada, con ganas de mear.

¡Me estoy haciendo pis, me estoy haciendo pis por vos!

¡Meá turraza, meá!

Y largué una meada interminable que mojó parte de la cama así como la cabeza de Luli. ¡Qué orgasmo sensacional!

Con el cabello desgreñado, desprolijo, hecho una mata y mojado por la meada, Luli se incorporó para preguntar:

¿Ahora es tu turno?

No te imaginás lo que te espera.

¿Qué estás esperando?

Me incliné hacia la mesita de luz, abrí el segundo cajón y saqué a relucir dos cositas interesantes que dejaron a Luli con los ojos abiertos por la sorpresa. Mi eterno compañero para los momentos de lujuriosa soledad, el consolador de 30 cm de largo por 5 de ancho, y el dilatador para el culo.

¿Los conocés? Te presento a dos de mis mejores amigos.

No tengo el gusto pero estoy dispuesta a experimentar.

Me monté sobre su pecho, le acerqué a la boca el "gran amigo" de 30 centímetros y se lo hice chupar para lubricarlo. Mientras tanto, froté el dilatador en su pezones.

-¡Mmmm! ¡Mmmmm! ¡Metémelos bien adentro puerca de mierda!

Siguiendo al pie de la letra sus deseos, bajé hasta su entre pierna, le lamí los labios mayores, desde arriba se los separé suavemente con mis dedos índice y pulgar, metí primero el de 30 en la concha y seguidamente el dilatador en el culo.

¡Pará que me duele, pará que me duele!

¡Nada de pará! Pediste y te estoy dando putaza.

¡Culeame, culeame!

Claro que le dolía, pero sentí un placer indescriptible penetrándola bien hasta el fondo. Noté que jadeaba con mucha intensidad pero no abandoné ni por un sólo instante.

¡No puedo más, no puedo más!

¡Aguantá, aguantá que es el principio!

Luli temblaba, cerraba fuertemente las piernas, atrapando dentro de si el consolador y el dilatador al mismo tiempo. Fueron cinco minutos de lujuriosa excitación hasta que se notó que estaba sumida en un interminable orgasmo.

Lentamente fui sacando los dos artefactos de placer, no sentamos en la cama, exhaustas y riendo a carcajadas.

-¡Qué lo parió, valió la pena!

¿Te gustó?

Ni se pregunta.

¿Repetimos?

¡Si! Pero más livianito. ¿Tijerita?

¡Genial!

Perezosamente nos pusimos en posición, abrimos las piernas bien abiertas hasta que logramos enfrentar las dos conchas, calientes, chorreantes y ardientes. Con movimientos suaves y casi calculados empezamos a frotarlas una con la otra, sintiendo cómo los labios se tocaban hasta fundirse en uno sólo. Puedo decir que llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Desesperadamente, abandonamos la posición de tijera para unir nuestras bocas en un beso profundo. Nos metimos mutuamente la lengua dentro de la boca en un jugueteo frenético.

¡Mirá como estamos! ¡Hechas un desastre!

¿Nos bañamos?

Si, pero juntas.

Abrimos la ducha y, juntas, nos metimos en la bañadera. Luli me miraba con cara de hambre, de hambre de sexo.

Putona, me gustan tus tetas.

¿Querés teta? Son tuyas.

Mientras me enjabonaba los brazos, ella empezó a lamerme intensamente las tetas, pasando frenéticamente de una a la otra.

Es una puercada pero me gustan.

Aprovechá que están en liquidación.

Me vino nuevamente la calentura y no pude con mi genio, empecé a trabajarle el culo, a meterle los deditos, a hurgárselo una y otra vez.

¡Dale que me gusta¡

Quiero lamerte los pies.

¿Los pies?

No la dejé decir nada más y empecé a chapárselos dedo por dedo, a paladearlos uno por uno.

Sos una inmunda pero me gusta.

Ahora te toca a vos, ¡Quiero que me chupes la concha!

Se arrodillo delante de mi, me metió la lengua desde abajo, llegó al clítoris y me lo succionó de tal manera que parte de él se le introdujo dentro de la boca.

¡Seguí, no pares, seguí!

¡MMMMM! ¡MMMMM!

Creo que tuve mil orgasmos, uno detrás del otro, sucesivamente, en cadena. Pero quedé totalmente satisfecha. Entre risas y caricias nos secamos el cuerpo mutuamente. Volvimos a la cama donde nos tiramos con el cuerpo molido.

Estuvo genial

¿Estás arrepentida?

¡Ni en pedo! Te dije que estuvo genial.

Pero que te quede bien claro que no soy lesbiana.

Por supuesto, yo tampoco, pero un poco de diversión no le hace mal a nadie.

Así y todo, pienso que sería una bomba poder repetirlo alguna otra vez. ¿No te parece?

Claro, me gustaron mucho esos aparatitos que usaste. La próxima quiero manejarlos por un rato, si no te molesta. Me quedé con las ganas.

¡Bárbaro! Sólo los uso en casos extremos, para pajearme. Te confieso que tuve miedo de que te ofendieras por lo que hicimos. No sé, es un poquito puerco.

¡Pero deliciosamente placentero! Te juro que me están viniendo ganas de ver cómo te pajeas con tus "amigos". Además, te recompensé por lo que hiciste por Bocha.

¡Doblemente, doblemente!

¿Por qué decís doblemente?

Yo me entiendo.

Estoy viendo que se me hace tarde, si no la seguíamos. Me tengo que ir porque los chicos deben estar por llegar.

Nos vestimos, la acompañé hasta la puerta y nos despedimos con un prolongado beso de lengua.

¿Nos hablamos para programar algo más largo?

Pensá en cosas nuevas y después me las contás.

Te tomo la palabra. Lo que sigo sin entender es eso que dijiste de que te sentís doblemente recompensada.

Te repito que yo me entiendo. Dejalo ahí.

Se fue con la sangre en el ojo, sin entender mi desliz verbal, pero mejor así. La verdad es que pasé un rato deliciosamente agradable que pude estropear por no saber dominar mis pensamientos.