Doble Cita

Tercera parte y continuación de "Una Amiga y una Fiesta" y "Ayudando a Recoger".

Doble Cita

Aquella mañana estaba nervioso. Y no era la típica incomodidad que sentía al llegar al instituto y que en general me embargaba cuando debía tratar con gente. En esta ocasión era por algo más concreto. Normalmente, después de que mi padre me hubiera dejado en la entrada, habría buscado a Pablo, mi mejor y único amigo, para saludarle antes de que nos llamaran a la primera clase, pero hoy no iba a seguir esa rutina. El día anterior había sido su cumpleaños y yo, claro, había acudido a su casa, donde me había encontrado con una sorpresa que jamás habría imaginado…

No entendía cómo podía haber pasado, pero su hermana, Andrea, y yo, habíamos acabado haciéndolo. Y repitiendo. La razón sólo la podía entender como un extraño encaprichamiento de ella dado que, con mis nulas habilidades sociales, nunca habría ni soñado con acostarme con una belleza semejante. Luego había pasado toda la noche recordando cada uno de esos dos magníficos momentos…Había experimentado cosas que nunca habría imaginado y es que ella era una chica con mucha iniciativa, y no había pensando en que hubiera problemas hasta la mañana.

Porque, ¿qué pensaría Pablo? Bueno. En principio él no tenía por qué enterarse. Consideraba más que probable que su hermana no se lo contara. Pero estaba Marta, una chica con la que Pablo había intentado que me “estrenara” sin saber que su hermana ya se había encargado antes que él y que podía decirle que cuando estaba a punto de llevarme a su apartamento, su hermana me “robó” de sus manos. Quizá no pasaría nada, pero tampoco quería arriesgarme demasiado.

En cualquier caso fue vana mi decisión de esquivar a Pablo ya que fue él quien, al verme, se precipitó a mi encuentro, llamándome por mi nombre y haciéndome señales con una mano.

-¡Hola, Dani!-me saludó. No parecía saber nada, al menos su tono era el de todos los días.

-Hola-le respondí.

-¡Bueno!, ¿tienes algo que contarme?-me abordó directamente y si su tono hubiera sido diferente hubiera pensado que venía cabreado por lo de su hermana-Como ayer ya te habías ido cuando volví a casa…

-No aviste de que salías-me limité a decir, evitando responder.

-Pero te dejaba en buena compañía, ¿verdad?

-…Eso sí-terminé diciendo al ver que él no decía nada y esperaba que yo hablara.

-Tengo entendido que lo pasaste más que bien.

-Sí…-empecé respondiendo cuando me di cuenta de lo que había dicho,…, ¿qué tenía entendido, por quién?-¿Es que,…-no sabía si mencionar a Raquel, pero finalmente quise ser ambiguo-, alguien te ha contado algo?-le pregunté como si fuera una cosa sin importancia.

-¿Pensabas que no me enteraría? Sé que Marta se fue sola a casita y que tú estuviste con otra.

-Ah…-no le miré a la cara, pensando en que estaría, como me había temido, enfadado-Bueno, mira,.., no fue culpa mía.

-¿Culpa tuya?-me interrumpió riéndose-No te culpo de nada. ¿Es que crees que me he enfadado o que te voy a dar una paliza por haber “deshonrado” a mi hermana? No estamos en la edad media, tío.

-Bueno. La gente sigue siendo susceptible-me excusé.

-Despreocúpate. Ya sé cómo es mi hermana y cuáles son sus diversiones. Que lo haga contigo es mejor a que vaya con uno que me caiga mal. Cosa que a veces hace sólo para chicharme-terminó con un tono de fastidio.

-Ah, entonces no hay ningún problema.

-¡No! Y de hecho hay una cosa que querría comentarte-el timbre anunció el inicio de las clases-Vaya, y hay matemáticas aplicadas a primera hora, que aburrimiento.

-Ya-asentí, poniéndome en marcha con él-¿Qué es eso que querías comentarme?

-Que mi hermana ha hablado con mi novia y que las dos han pensando que estaría bien una doble cita.

-¿Una doble cita?-repetí en voz baja, no queriendo que nadie de los que marchaban a nuestro lado por el pasillo-¿Cómo es eso?-le pregunté mientras entrabamos en clase y nos sentábamos en nuestros asientos.

-Pues ellas dos y nosotros. ¿Qué te parece? Ya me lo dirás después en el descanso-añadió al ver entrar en clase al profesor.

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-¿Lo has pensado?-me preguntó en el descanso, tras la primera clase.

-Lo veo difícil-le respondí sencillamente-Ya sabes que no soy muy de salir.

-Ya, pero lo pasaríamos bien…Sería algo sencillo, en mi casa. Buscaríamos la forma de poder estar tranquilos los cuatro. Y además, ¿es que no te gustaría volver a ver a mi hermana?

-Hombre…Claro que sí-dije, primero para no parecer un fantasma y en segundo lugar porque, pensándolo bien, era cierto.

-Pues ya está. Nos divertiremos. ¿Quieres que pase a recogerte cuando vaya a por Elena? Me pilla de paso.

-Pero,…, ¿esta tarde?

-¡Claro! ¿Por qué no? ¡Cuánto antes mejor!

-Es que no sé…Tendría que haber avisado con más antelación en casa.

-Eres ya mayorcito como para salir donde y cuando quieras, Dani, no digas tonterías.

-…

-Por lo que me han dicho las dos, ambas tienen muchas ganas. ¿No irás a desaprovechar esta oportunidad?

-…Bueno.

-¡Eso es lo que quería oír!-se volvió a su pupitre cuando entró la profesora de inglés-A las siete y media te recojo.

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-¡Hola Dani!-sonaron al unísono las voces de las dos chicas cuando entré y me senté en el asiento del copiloto en el coche de Pablo. Sorprendido por el inesperado saludo me volví y allí estaban las dos. La verdad es que, sentadas una al lado de la otra, eran muy similares, las dos preciosas, con sus ondeantes melenas de ébano, sus finos rostros, sus ojos azules y sus cuerpos bien modelados. Ambas vestían de manera informal. Andrea, por lo que vi, que se sentaba detrás de mí, llevaba una blusa escotada y una pequeña falda roja. La novia de Pablo, Elena, era algo más formal, pero también dejaba entrever sus encantos, con una amplia camiseta y unos pantalones tejanos.

-Hola, chicas-les respondí, volviendo para mirar al frente.

-Es que cuando supo que pasaríamos a recogerte, mi hermana insistió en venir-me comentó Pablo, intuyendo que la presencia de su hermana me llamaría la atención.

-Es que sabes-se movió ésta hacia adelante, rodeándome en tanto podía con el asiento en medio-Te empezaba a echar de menos, Dani-sentía su aliento en mi nuca y su voz llegaba directa a mi oreja-¿Y tú, has pensado en mí, me has añorado?

-…-yo pensé en contestar como “Bueno: has estado muy presente en mi mente”, pero me dio vergüenza y apenas pude susurrar-Sí.

-Parece que tu amigo es muy tímido-intervino Elena.

-Ya te lo dije-le comentó Andrea-Pero nosotras nos encargaremos de eso, ¿verdad?

-Puedes estar segura…Será divertido. Ya estoy deseando empezar.

-Empezar… ¿Qué?-le pregunté, al mismo tiempo preocupado y un poco animado por lo que mi, tal vez demasiado calenturienta mente, estaba imaginando.

-Todavía no es el momento de decirlo-saltó Andrea-Dani, no quieras romper la sorpresa. Además, creo que no voy a poder esperar a la cena ni a nada…-añadió, y me sentí estremecerme cuando noté como me succionaba el lóbulo izquierdo con sus labios.

-¿Tienes ganas ya de ponerte en marcha, eh?-le preguntó Elena.

-Ya te digo…

-Por favor-intervino Pablo-Será mejor controlarse al menos hasta que lleguemos a casa, hermanita.

-Lo intentaré-se limitó a decir esta, aunque ya no volví, durante el trayecto, a notar su boca en mi oreja.

-Al final vamos a tener la casa para los cuatro. Mis padres vuelven a estar fuera-se felicitó Pablo.

-Estupendo-asintió Elena-Además, me he traído una baraja francesa, para que juguemos al póker un ratito. Al strip póker.

-¡Genial!-coreó Andrea.

-No sé yo si aquí nuestro amigo…-empezó Pablo.

-¡Pues claro que sí! Tendremos intimidad de sobra para ponernos cómodos sin problemas-le cortó su hermana-¿Oh no quieres, Dani?

-No me emociona mucho lo de quitarme ropa.

-Eso sólo es si pierdes.

-Ya, pero…

-Yo, personalmente, cuando más cómoda estoy es sin ropa...-dejo el final en suspenso, como para calibrar nuestra reacción-Además, aquí, dos de los tres que venís ya me habéis visto desnuda y la tercera no tiene nada de lo que sorprenderse.

Lo cierto es que, recordando las dos veces que había estado con ella, empezaba a estar realmente excitado.

-¿Entonces todos estamos de acuerdo en jugar?-preguntó Elena.

-¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!-asintió Andrea.

-Yo sí-le secundó Pablo.

-Bueno-asentí finalmente yo-Si vosotros estáis de acuerdo, yo también.

-¡Así se habla!-me animó Andrea.

-Pizza, cartas y buena compañía-coreó Elena-Me muero ya porque lleguemos.

-Pues ya casi estamos-le dijo Pablo. Mirando por la ventanilla pude comprobar que, en efecto, habíamos llegado ya a su calle. No se veía ningún sitio para aparcar, por lo que él paró frente a su portal y, volviéndose, nos dijo-Es mejor que bajéis vosotros ya. Id subiendo mientras yo dejó el coche en el parking de la calle de al lado, ¿de acuerdo?

-¡Vale!-asintió su hermana, mirando su bolso-Sí, llevo llaves de casa.

-Bien-Pablo volvió a mirar a la calle-Pues bajando que es gerundio.

Yo, ante la perspectiva de quedarme de repente sólo con las dos chica…Me parecía excitante, pero al tiempo no me sentía seguro…Me costaba mucho adquirir confianza para estar cómodo con cualquier persona, y ninguna de las dos me era muy conocida, ni siquiera Andrea a pesar de nuestros dos encuentros…Además, era habitual en mí elegir estar con el menor número de personas posibles.

-Si quieres, voy contigo-le dije a Pablo mientras las dos bajaban.

-No digas tonterías, ¿para qué me vas a acompañar a aparcar?

-…-realmente no tenía una respuesta racional, claro que mis problemas sociales no solían poderse explicar con ellas.

-No te van a comer, así que ya estás bajando-fue su cortante respuesta-¿De acuerdo?

-Vale-contesté como enfadado, bajando, y siguiendo a las dos chicas, que ya estaban ante el portón.

Andrea abrió la puerta con su llave y emprendimos el camino por las escaleras hasta su casa. Las dos hablaban por el camino pero yo no le presté mucha atención a su conversación, captando sólo algunas palabras sueltas que me llevaron a pensar que trataban de “cosas de chicas”, sean las que fueran. Sólo cuando ya estábamos ante la puerta y la hermana de Pablo volvía a buscar la llave de la misma, me sobresaltó una interpelación:

-¿A ti qué te parece, Dani?

-¿Eh?, ¿el qué?-le pregunté.

-No me digas que no nos estabas prestando atención-me recriminó Elena mientras, ya abierta la puerta, entrábamos en el piso.

-Eso último no lo he oído-se me ocurrió decir.

-Peor para ti-me dijo Andrea, bromeando-Porque hablábamos de las cosas que te haríamos si formáramos un trío, o una orgía contando a Pablo.

-Ya-dije despectivamente para mostrar mi escepticismo.

-Bueno-Andrea decidió ignorarme e ir a lo suyo-Voy a poner las pizzas en el horno. Los dos ya sabéis donde está el baño por si lo necesitáis-dijo desapareciendo por el pasillo, rumbo a la cocina.

-Bueno, ¿y qué te parece?-repitió Elena.

-¿El qué?-volví a preguntar.

-Lo de experimentar cosas nuevas, ¿te gusta?

-¿Hablas de…?

-Sí, de sexo-recalcó como para dejar bien claro que no era para ella tabú ninguno y, por lo visto, al ver que me ruborizaba un poco, insistió-De follar, de coger, de chingar, de gozar con pollas y coños, todo eso. Ya sabes.

-Bueno,…, supongo que está bien-me limité a decir, haciendo como que su lista de sinónimos no me había llamado la atención.

-¿Seguro?

-No-admití.

-Ya lo veremos-se limitó a decir, con un tono que parecía indicar que se había acabado la conversación, pero yo le habría preguntado sobre el sentido de sus palabras si la llegada de Pablo no me hubiera interrumpido.

-Bueno, ya estoy aquí-dijo a modo de saludo.

-Ya están haciéndose las pizzas-Andrea entró por el pasillo-¡Ah, ya has llegado!-saludó a su hermano-Y ya que estamos todos, ¿por qué no pasamos y nos ponemos cómodos en el salón?

No hicieron falta más palabras. Elena yo seguimos a los dos hermanos hacia el salón, en el que vi que habían movido los dos sofás principales para ponerlos en torno de una mesita. Habían despejado la mesa del frutero, el cenicero y el servilletero y ya sólo quedaba una baraja francesa. Parecía que lo del póker había sido más que una broma, pero me dije a mí mismo que nunca podrían obligarme a desnudarme…Bueno…Andrea me había visto ya desnudo, pero Elena no…Y no iba a desnudarme, me dije, delante de Pablo.

-Podemos empezar a jugar mientras terminan de hacerse las pizzas-propuso Elena que, ni corta ni perezosa, cogió las cartas y empezó a barajarlas mientras se sentaba enfrente de mí-Siéntate a mi lado, Andrea: las chicas contra los chicos.

-¡De acuerdo!-asintió ésta, sentándose a su lado mientras Pablo y yo nos sentábamos en el sofá frente a ellas.

-Bien. Establezcamos las reglas de la partida-dijo Elena-Serán las siguientes, una cosa sencilla: quien tenga la mejor mano elige, de entre los tres perdedores, al que tendrá que pagar prenda. El elegido se quitará una parte de la ropa. El que se quede desnudo, pierde. Y así hasta que sólo quede uno. ¿Estamos de acuerdo?

Como todos asentimos, Elena repartió la primera ronda. Yo me pregunté si no habría habido que tener en cuenta que quizá no todos lleváramos el mismo número de prendas, pero me dio cosa decir algo. Me concentré en las cartas. Dos reinas, un nueve, un cinco y un cuatro…Si hubiera sido el que peor mano sacara el que tuviera que pagar prenda me habría sentido algo seguro, pero no siendo así...Me quedé con las dos reinas y tiré las demás cartas, en espera de lograr otra figura, pero no tuve esa suerte.

-Bien, ¿quién tiene algo?-preguntó Elena.

-Yo tengo pareja de jotas-Andrea mostro sus cartas.

-Y yo, trío de ochos-Elena hizo igual-¿Y vosotros, chicos?

-Yo, pareja de reinas-dije, derrotado.

-Pues yo-por el tono de emoción, casi ansiedad de su voz, estaba claro que había ganado-Tengo un full de doses y cincos.

-¡Vaya!-dijo Elena, fingiendo enfado-¿Y quién quieres qué pague?

-Tú misma-dijo Pablo.

-De acuerdo, pero ésta te la devolveré-le replicó Elena, que se levantó y, aunque podría, o eso suponía, haberse quitado uno de los zapatos, se despojó de su camiseta, dejando visible su cuerpo y su blanco sujetador sobre unos llamativos pechos…Durante un segundo me deje llevar por esa visión hasta que me recompuse y me centré en el tablero, esperando que nadie se hubiera dado cuenta y mientras pensaba en otra cosa para evitar ruborizarme con la idea.

Pero Elena tuvo pronto su desquite, ya que ganó la siguiente partida y le tocó a Pablo, que nos dejo a la vista su pecho y sus abdominales quitándose la camiseta. En un primer momento me dio un poco de cosa pensar que se fuera a ir quitando ropa estando sentado a mi lado, pero lo cierto es que, al verle así…Sentí algo raro, indescriptible, una extraña sensación que no me gustó.

Jugamos la tercera partida después de un alto para ir a por las pizzas y por unos refrescos que fuimos tomando mientras jugábamos. Yo sólo pensaba que tarde o temprano me tocaría a mí quitarme algo y que me iba a morir de vergüenza cuando eso pasará. Aunque exagerado me sentía como si estuviera jugando sólo a la ruleta rusa y de que sólo fuera cuestión de tiempo que me tocará la bala. De momento la suerte me acompañó: Pablo ganó la tercera y eligió a su hermana, que se quito la blusa y luego, vencedora ésta, hizo que éste tuviera que quitarse el zapato izquierdo.

-Ya sólo me quedan tres prendas-comentó. Me fije entonces en que no llevaba calcetines.

Gané yo la siguiente y esto sí que me hizo dudar…Eligiera a quien eligiera y viendo la tendencia a devolver el golpe, sabía que me aseguraba que me tocara cuando el elegido ganara. Pensé en elegir a Pablo, por si le descartaban rápidamente al pasar a tener sólo dos prendas…Pero tampoco tenía ganas de verle desnudo ni de que pensaran que sí… Por eso pensé que era mejor no elegir a Elena y finalmente opte por Andrea.

-Vaya, vaya, Dani-comentó mientras se quitaba el zapato derecho, bajo el que tampoco llevaba calcetín, como su hermano-Así que quieres volver a verme en todo mi esplendor, ¿eh?

Finalmente, Elena, la siguiente que ganó, me eligió a mí.

-Te ha tocado estrenarte, Dani.

Yo, sencillamente, me quité el zapato derecho.

-Un movimiento un poco soso-comentó Pablo-Que todos hemos empezado más fuerte, Dani.

-No le estreses, hombre, Pablo-me defendió Andrea-Él irá a su ritmo.

-Eso lo dices porque ya le has visto-intervino Elena-Por eso no tienes prisa.

-Quizá…-dijo fingiéndose un aire misterioso.

Las partidas fueron tomando más ritmo, sobre todo desde que acabamos con la cena y nos centramos en la partida. Andrea le hizo quitarse a Elena sucesivamente los dos zapatos, luego aquella le hizo quitarse a Pablo el otro zapato, y luego, los tres, me fueron dejando sin el zapato que me quedaba y sin calcetines. El ritmo le debió parecer lento a Pablo, que, antes de que se descubrieran nuevamente las cartas, intervino:

-¿Y si subimos las apuestas? Que sean dos prendas y no una las que se tenga que quitar el perdedor.

Elena y Andrea aceptaron de inmediato mientras yo imaginaba que debía tener buenas cartas. Pero cuando las descubrió, tenía sólo pareja de cincos, y yo pensé si es que quería perder ya, pero la ganadora, Andrea, eligió a Elena que, pasando a mayores y aunque empezó quitándose un calcetín, siguió quitándose también los pantalones, dejando ver sus braguitas blancas. Lo cierto es que verlas como tan alegremente se iban quitando la ropa me estaba excitando cada vez más. Intentaba controlarme, pero desde que Elena se quitó los pantalones, fue a más.

Tuve suerte y una escalera me hizo ganar la siguiente partida, eligiendo a Andrea que, mientras me sonreía insinuante, se quitó el otro zapato y luego, casi con un baile sensual, se bajó la minifalda, casi dejándola caer mientras sus braguitas, en este caso rojas, quedaban también a la vista…

-No sé como estaréis vosotros-comentó Pablo-Pero yo estoy muy,…, animado.

-Sí, y yo también-se le unió su hermana-Pero no quiero dejar todavía el juego. Dani apenas nos ha enseñado los pies. Se ha librado demasiado.

Se fue acercando a mí y, sentándose en el brazo del sofá fue directa a los botones de mi camisa, que empezó a abrir. Yo, con manos torpes, dubitativas, apenas pude hacer un esfuerzo para impedírselo, estando paralizado por la excitación y por el deseo de volver a hacerlo con ella.

-Déjame, Dani-se quejó, no obstante ella, mientras me desabrochaba ya los últimos botones y me hacía quitarme la camisa-¡No me digas que llevas una camiseta interior!

-Pues sí-me limité a decir, aséptico.

-Sí que venías preparado para el juego, ¿eh?-comentó Elena, que también se había acercado y se había sentado en el otro brazo del sofá.

-Yo siempre visto igual-me limité a decir. Me sentía un poco tonto con esas respuestas ante unas preguntas que supuse pretendían ser insinuantes, pero tampoco me atrevía a hacer otra cosa.

-Para que nadie se enfade por perder-empezó Andrea, que sin más y, sin dudarlo, se quitó el sujetador, dejando sus dos senos al aire-¿Qué tal si nos lo quitamos todos y así todos ganamos?

-No suena mal-rápidamente se le unió su hermano, que de una se quitó el pantalón y los calzoncillos. Yo aparte la vista, no queriendo ver su miembro que, como el mío, suponía bien firme.

-Venga, Dani-Andrea cogió el borde de la vieja camiseta que usaba como interior y tiró para sacármela-Déjate el pudor.

Yo dude al principio, pero finalmente me deje hacer. Haciéndome levantarme, Andrea siguió con sus tirones, en este caso, para quitarme el pantalón y los calzoncillos. Para cuándo me quise dar verdadera cuenta, los cuatro estábamos desnudos. La verdad es que en un primer momento me sentía muy incómodo…No me atrevía a moverme y me daba cosa pensar que, a mi espalda, estaba Pablo y desnudo, pero de momento Andrea iba a hacerme olvidarlo. Abrazándome me atrajo hacia ella y al sentir su caliente cuerpo contra el mío yo también la rodee con mis brazos y abrí mi boca para recibir a la suya. Durante unos segundos me olvide de todo al notar al roce de su piel y mientras su lengua jugaba con la mía…

Sin dejar de besarme puso sus manos en mis hombros y me fue empujando hacia abajo. Fui deslizándome lamiendo a mi paso su cuello, sus dulces pechos, su vientre, su ombligo…Hasta que quede de rodillas frente a ella que, acomodando una pierna sobre el sofá, me ofreció a mi alcance su coñito. Para mí ya era muy conocido y me lance a devorarlo como un hambriento que come tras muchos días de ayuno.

Su coñito estaba húmedo y nada más empecé a comérmelo sentí en mi lengua sus primeros jugos. La oí suspirar cuando inicié mi recorrido a lo largo de su rajita, concentrándome por tiempos en su colina de Afrodita. La empecé a abrir con mis dedos, acariciando los labios mientras exploraba sus profundidades. Ella apretaba mi cabeza contra su conejito, casi como si quisiera introducirme en él, mientras yo buscaba penetrarla más con la lengua, humedeciéndola bien, mientras con mis dedos pasé a frotar y presionar su monte de Venus. Lo cierto es que estar así, de rodillas ante ella, comiéndole la rajita, como sumiso, me daba especial morbo.

Deje su caverna al rato y llevé mis labios a su clítoris, que succione y mordisqueé suavemente, arrancándole suaves gemidos, mientras con mis dedos, tras humedecerlos, exploraba su rajita y, luego, su otra entradita, buscando acariciar primero y entrar por todas sus puertas, haciendo que mis dedos recorrieran las bocas de sus entrañas, frotándose contra su caliente carne…

Realmente estaba gozando de su sabroso coñito y al poco adquirí ritmo, intercambiando boca y manos en atender su especial colina y su rajita. De su interior brotaban acuosos jugos que yo dejaba que cayeran directos en mi boca, llenándomela antes de que los tomara mientras ella empezaba ya a estremecerse, con sus piernas temblando mientras lanzaba profundos suspiros de placer. Intenté cada vez moverme más rápido y estaba en eso, jugando con el borde de mis dientes sobre su colina, cuando se desató su orgasmo y con un amplio y sonoro gemido anunció que había alcanzado el culmen, mientras sus efluvios llenaban mi boca, casi tantos que no pude tragarlo todo.

-Dani, Dani…-oí que pronunciaba mi nombre. Me alcé, una vez hube acabado y, tomando la iniciativa, caliente como estaba y deseoso de ir más allá, la besé en la boca y ella no dudo en probar su propia venida a través de los jugos que me quedaban en la lengua-Lo haces de maravilla-susurró antes de que siguiéramos comiéndonos los labios mutuamente.

-¿Vamos a tu habitación?-le pregunté, pensando en volver a cogerla en su cama.

-No. Antes había pensado otra cosa…Si te atreves, claro.

-¿Qué?

Ella, sin decir más, me señaló hacia mi espalda. Me giré parcialmente para contemplar como Pablo estaba tumbado boca arriba en el sofá con Elena de rodillas sobre su cabeza, gimiendo mientras él le devoraba el coñito. Mi vista fue subiendo por la cintura, la cadera y hasta los atractivos pechos de Elena pero Andrea, como intuyendo lo que miraba, me señaló otra cosa:

-Es eso lo que pensé que quizá te atreverías a probar.

Siguiendo su dedo comprobé, con sorpresa, que estaba señalando el pene de su hermano.

-¿Estás de broma, no?-le dije, pero su expresión decía que no.

-Es que a mí eso no me gusta-me limite a decir.

-¿Has probado alguna vez alguna?-me preguntó Elena, entre crecientes suspiros, mientras se inclinaba para coger el erecto miembro de Pablo para sacudirlo entre sus manos-¡Um! Está especialmente durita…-se relamió los dedos.

-No, pero…

-Pero nada-me cortó Andrea-Hay que ser arrojado en la vida, Dani, probar cosas nuevas y esas cosas.

Yo dudaba y en principio me negué mentalmente ni siquiera a pensarlo. Andrea, como desistiendo, pasó delante de mí y, logrando nuevamente dejarme sin aliento, cogió con su mano el pene de su hermano, que le dejo Elena.

-Mira que buen aspecto tiene-dijo, como apuntándome con él-Con este carnoso glande y la sabrosa piel…-y sin decir nada más se inclinó y se introdujo la cabecita de aquella polla en su boca, empezando a succionarla ruidosamente. ¡La polla de su hermano!

Escuché entonces los gemidos del orgasmo de Elena, pero yo no tenía más ojos que para contemplar a Andrea hacerle una felación a Pablo…Por la naturalidad con que lo hacía, suponía que no era la primera vez que esos hermanos se expresaban su amor filial de una forma nada convencional.

-Mira, mira como se la chupa-oí de repente a Elena a mi lado, pero cuando quise girarme hacia ella, me lo impidió y me forzó a seguir contemplando la escena. Pablo estaba con los ojos cerrados y ahora acariciaba la cabeza de su hermana, que ahora se la metía por completo en la boca…Yo la tenía dura por completo y no pude evitar querer masturbarme cuando Pablo comenzó a gemir…Pero nuevamente Elena se me adelantó y fue su mano la que comenzó a pajearrme mientras no podía dejar de mirar la polla de Pablo, que desaparecía y aparecía en la boca de su hermana…Elena también se aseguraba de que no perdiera detalle:

-Mírala, gruesa, como brilla por la saliva, con esas venas marcadas en el firme ariete…Mira como disfruta Andrea de ese manjar…Te aseguro que pocas cosas he probado más ricas que tener una buena polla para llenar la boquita. ¿No te gustaría probarla?

-Es que…Yo soy hetero…-me excuse, aunque no estaba nada seguro.

-¿Temes que te guste?

-Pues…

-¡Venga!

Ella poco a poco me fue empujando y dirigiendo hasta que me dejó junto a Andrea, de rodillas al lado del sofá. Andrea, al verme a su lado y con ayuda de Elena, me atrajo junto ella y pronto tuve el pene de Pablo junto a mi cara…Ella lo cogió con la mano y lo mantuvo firme hacia el techo, brillante por la saliva, con el glande rosado totalmente descubierto…Pensé que posiblemente no me iba a gustar, pero no podía negar que me atraía.

-Mira, si no te gusta, lo dejas-me terminó de animar Andrea-Pero pruébala.

Yo, dudando todavía, me acerqué y casi tenía la punta de aquella polla en la nariz. El olor viril era intenso y me atraía. Finalmente decidí probar y pasé mi lengua por encima de su glande. Apenas lo rocé, pero no obtuve la sensación desagradable que esperaba. Repetí, yendo más lentamente, y pude saborear unas primeras gotitas que manaban de su polla. Di el último pasó y me metí la carnosa cabecita en la boca.

-¡Así, así!-escuché a mi lado a Andrea, mientras me acariciaba el cabello-Succiona la cabecita, disfruta de tu primera polla, Dani.

Lo cierto es que nunca me lo hubiera imaginado, pero en cuanto mi lengua empezó a recorrer la polla de Pablo ya rompí con todas mis anteriores dudar. No sólo era morboso por la situación, es que incluso me gustaba por sí misma. Empecé succionando su glande, como me recomendaba su hermana, y al poco me la estaba metiendo entera en la boca.

-Sabía que al final te gustaría-siguió diciéndome Andrea a mi lado.

Yo no deje de chupar para contestarle, pero al poco si estuve a punto cuando note que Elena se colocaba entre mis piernas y comenzaba, al compás, a chupármela a mí. Ella no se anduvo con primeros pasos y noté como se la tragaba por completo de una vez mientras yo abría mis piernas para que ella se colocara más cómodamente.

Sentí un punzante placer cuando empezó a restregar suavemente el filo de sus dedos por mi mástil al chupármela mientras con una de sus manos me amasaba los testículos y con otra exploraba mi culito…Éste ya había conocido la acción el día anterior pero todavía me hacía saltar el que hurgaran, como ella hacía, metiéndome uno y dos dedos. Salvo por esto último decidí imitarla y empecé yo también a usar el filo de los dientes al tragar la polla de Pablo mientras también amasaba y besaba sus huevos. Él, como cuando se lo hacia su novia, gemía de placer y al poco puso su mano sobre mi cabeza, acariciando mi cabello, lo que me sí que me dio un poco de mal rollo, pero la situación iba a varias rápidamente.

Andrea se levantó y, tras haberse ido un momento, no imaginaba por qué, volvió, consolador en mano, con una nueva idea:

-Vamos a hacer el trenecito.

“El trenecito”. La palabra era bastante sencilla, pero me preguntaba como quería que la llevásemos a cabo. Me levanté, en un primer momento no queriendo mirar a Pablo a la cara, pero éste, no sólo no mostró estar incómodo, sino que cogiéndome de la mano me hizo encararle y, mientras me cogió directamente mi miembro, se acercó y me besó durante un momento en la boca.

-Vosotros dos, ¿venís o no?-se oyó la voz de su hermana.

Ésta se había puesto el consolador, ajustado con un cinturón como si fuera una polla de verdad y, poniendo a Elena reclinada sobre el otro sofá, había empezado a penetrarla mientras ella gemía, al principio suavemente.

Los dos nos acercamos y, aunque esperaba que Pablo pasase primero, Andrea tiró de mí y me colocó a su espalda, colocándose para que su coñito estuviera a mi alcance. Aunque sabía lo que suponía, no tenía elección y me coloqué acoplándose a su espalda y dirigiendo mi miembro hacia su coñito.

Lentamente, para disfrutar cada segundo, sumergí mi pollita en su calentito conejito. Gimió excitantemente, uniéndose a Elena, cuando mi verga terminó de clavarse en su coñito. La sensación me parecía incluso mejor que en las dos veces anteriores y notaba su carnosa caverna exprimir y devorar mi miembro. ¡Buf! Especialmente al empezar el tradicional movimiento de penetración sentí como si me estuviera exprimiendo, como si su chochito quisiera aplastarme la verga entre sus pliegues…

Pero mientras empezaba a coger rítmicamente a su hermana y se me escapaban unos gemidos de placer, Pablo se colocó a mi espalda y le noté situarse y la punta de su pene, que había gozado chupando, internándose entre mis nalgas. Andrea, intuyendo a su hermano, se quedó quieta y me cogió los brazos para sujetarme mientras aquel se acoplaba a mi espalda.

Finalmente sentí como mi entradita, que había sido un poco ablandada por Elena, cedía ante el ariete de Pablo. Un tremendo dolor me hizo estremecerme cuando, empujando y con fuerza, él tío logró clavarme más de la mitad en el primer golpe. A duras penas contuve un primer grito de dolor y Pablo, insensible a los efectos que causaba, siguió presionando hasta que sentí sus huevos chocando contra mi culo…Era como si me estuviera sodomizando con una espada de fuego. Sentía mi culito arder y un tremendo dolor, como si me intentaran abrir a la fuerza y desgajar los músculos y partirme en dos…Él no se movió y me dejo totalmente empalado en su verga.

Pero, afortunadamente, el dolor fue pasando según mi estrecho ano se adaptaba a la gruesa verga de Pablo. El placer fue sustituyéndolo y al poco él empezó a moverse, cogiéndome como si fuera una chica. Yo, mientras tanto, volví a su vez a penetrar a Andrea y ésta a Elena y así el trenecito terminó de ponerse en marcha y mientras mutuamente nos arrancábamos gemidos de placer.

Me daba cosa admitirlo aunque fuera sólo a mí mismo, pero la situación era morbosa: haberme dejado convencer por las dos chicas para chupársela a Pablo y para dejarme coger…Había algo que me resultaba especialmente excitante en eso, pero no tenía mucho tiempo para pensar en que, concentrado en gozar de estar follándome a Andrea mientras su hermano me sodomizaba.

Nuestros cuerpos chocaban unos contra otros y la carne se frotaba contra la carne en una mezcla de sudor y gemidos…Y poco después de que las chicas alcanzaran un segundo orgasmo cada una noté como llegaba yo mismo al mío:

-Voy a acabar-le anuncié a Andrea.

Ésta, sin más, se zafó, rompiendo el trenecito y soltándose el consolador y se dio la vuelta para agacharse y lamérmela. Mientras amasaba mis huevos me masturbó y su mano terminó de hacerme acabar al tiempo que Elena se ponía a su lado y buscaba una parte…

Cuando me corrí mis borbotes salieron cayeron primero sobre la cara de Andrea, cubriendo su nariz y sus mejillas, y luego Elena cogió mi polla y se la metió directamente en la boca, haciéndome terminar de correrme sobre su lengua…No dejaron de masturbarme ni de amasarme los testículos mientras tanto y durante unos momentos sentí como un calambre que me hacía estremecerme por completo mientras el placer llenaba todo mi sistema nervioso como una corriente eléctrica.

Pero todavía no había acabado. El mismo Pablo anunció al poco que se corría y ahora me tocaba a mí o al menos eso parecían creer las chicas. Cogiéndome por los brazos me guiaron y me pusieron de rodillas frente a Pablo, que se masturbaba mientras gemía, temblando ante su inminente corrida. A mí, lo que claramente pretendían, me daba cosa, pero no me resistí cuando Andrea me cogió la verga de Pablo y le masturbó apuntando a mi boca. Elena me cogía desde atrás, como para asegurarme de que no se quitaba y así estábamos cuando, con un claro suspiro de culminación, Pablo eyaculo con fuerza y su semen cayó directo sobre mi cara al principio y luego, según su hermana apuntó, sobre mi boca. Su leche cayó caliente en mis mejillas y luego, espesa, sobre mi lengua.

-¡Venga, tómatela!-me instaron las dos.

Con un poco de cosa las complací, tragándome lo que me había caído en la boca. El sabor era raro, no desagradable y un poco ácido…La textura y el olor eran los más extraños, pero me lo trague de todas formas. Andrea, además, arrastró los pegajosos hilillos que habían caído en mis mejillas hasta mi boca, para que me los tomara también.

-Así, todo, todito, todo-dijo Elena, ayudándola también.

-¿Ha estado bien, eh?-me preguntó Andrea antes de volver a comerme la boca.