Dividida por dos
La semana pasada cumplí 27 años y recibí felicitaciones y regalos de mi marido y mis amigos, pero faltaba el regalo más especial que jamás pensé obtener. Ahora, una vez desenvuelto el paquete, quiero más.
DIVIDIDA POR DOS
Hace una semana cumplí 27 años. No me podía imaginar un cumpleaños así. Aún le doy vueltas a la cabeza.
El sábado pasado y con motivo de mi cumpleaños, invitamos a unos amigos a merendar en nuestra casa. Invitamos a tres parejas, pero por distintos compromisos ineludibles, sólo acudió una. No me disgustó, al contrario, saqué lo positivo del asunto. Menos líos y menos enseres que recoger.
Sólo vinieron ellos. Los dos. Fernando y Mercedes. Son de nuestra edad, aunque ahora no sabría decir quien es mayor, si ellos o nosotros.
Siempre me he sentido atraída por Fernando. Me gusta. Pero es imposible. Estoy casada como él. Y quiero a mi marido. Y él quiere a Mercedes. Me consta. Es como un amor platónico que espero no se haya advertido alguna vez debido a mis miradas indiscretas. Pero he de confesar una cosa, en alguna ocasión, me he masturbado pensando en él. Pero de ahí no paso. Lo cierto es que la tarde empezó bien. Charlábamos animadamente y saltábamos de un tema a otro, discutiendo con vehemencia sobre eso, lo otro y lo de mas allá. Como siempre. En buena onda.
Sin darnos cuenta nos dieron las 8 de la tarde. Ellos estaban a gusto y no tenían prisa por irse. Yo tampoco la tenía por que se fueran. Sabía que la velada acabaría a las 3 o las 4 de mañana para no perder la costumbre. Lo contrario hubiera sido sorpresivo para todos.
Fernando bebe poco. Mi marido algo más. Mercedes hace a lo que pinte, es una chica adaptable. Pero el sábado no habíamos bebido mucho. Nadie estaba borracho. De eso doy fe. No sé cómo, ni quien empezó a hablar de ello, pero salió a escena una conversación sobre sexo. Y si en un principio nos reíamos de todo lo que se decía, a medida que la conversación avanzaba, nos poníamos más serios defendiendo nuestras posturas. Así es como Fernando defendía que hacer el amor a diario es vital. Su mujer se reía y le tomaba el pelo a la vez que mostraba su enfado diciéndole que no sería con ella con quien lo hacía a diario. Mi marido y yo también reíamos por lo que allí se decía. Y llegamos al punto en que se habló de los tríos y de los intercambios de pareja. A mi marido le entusiasmaba el trío, a Mercedes los intercambios, a Fernando ni una cosa ni la otra. A él le gusta todo lo que tenga una raja. Y yo me decanté para ser más abusiva, por las orgías. Todos rieron mi salida. Les dije que era broma naturalmente. Todos estábamos de broma. Eso era lo que yo creía. Pero Mercedes no iba en broma. Ni mi marido con lo de los tríos. Mi marido defendía la postura de tres, aseverando que era más divertido y por supuesto, entretenido. Fernando reía. Merche decía que un intercambio era lo más natural y lo menos costoso en cuanto a lo moral del asunto, pues al estar una pareja con otra pareja, no habría reproches posteriores, no sucediendo lo mísmo con los tríos, porque si eran dos hombres y una mujer o viceversa, y se entiende que eran pareja, uno pondría más. Ella lo explicaba muy bien, para su entender, que no para los demás. Al menos para mí.
-Debéis tener en cuenta, que por ejemplo, Fernando y yo, si hacemos un trío, estaríamos invitando a alguien fuera de nuestra pareja a gozar con nosotros. Si es chica, Fernando obtiene dos mujeres para su deleite, y yo estoy compartiendo a mi marido con otra mujer que le puede atraer más que yo mísma. Si por el contrario es hombre, yo tengo a mi disposición dos varones. En ese caso, Fernando me está entregando a otro cuerpo. Está permitiendo que otro tome su lugar. Tal vez ese "otro" me dé más placer que Fernando y a él no le guste observarlo. No se si me entendéis. Dijo ella.
-Si. Te entiendo. Pero tres es más divertido que dos, y eso lo puedes aplicar a un intercambio de parejas. Dijo mi marido.
-Lo sé. Y hasta puedo estar de acuerdo, pero un intercambio es cambiar. La palabra lo dice. Cambio. No doy . ni me desprendo. Dejo a cambio. Si Fernando está con tu mujer y yo estoy contigo, pues no pasa nada. Dijo ella. Ambos estamos haciendo lo mismo. Ninguno saca ventaja. No tiene porque haber reproches.
-No me puedo imaginar estar con Fernando, ni a ti con mi marido. Dije yo interrumpiendo a Merche.
-Pues tienes poca imaginación. Me respondió ella.
-Bueno, en cualquier caso, lo que una pareja esté dispuesto a hacer, es lo que vale. Dijo Fernando en lo que yo creía que era zanjar el tema.
-¿Y tú que estarías dispuesto a hacer? Preguntó mi marido. ¿Hasta dónde llegarías?.
-Hombre, yo nada. No sé. No he pensado hasta dónde podría llegar. Son cosas delicadas. Contestó Fernando.
-¿Y tú Merche? Insistió mi marido ahora con su mujer.
-Yo seguramente . participaría en un intercambio de parejas. Sólo por eso que dicen que en variar está el gusto. Aunque no es mi objetivo prioritario. ¿Y tú? Pregunto Merche a mi marido.
-Sin duda un trío. Eso es lo que haría si llegara la situación. Me gustaría. O creo que me gustaría Respondió el.
-¿O sea que te gustaría estar con dos mujeres a la vez?, preguntó Merche para añadir, ¡José el potente!
José se llama mi marido y aunque todos le empezamos llamando Pepe a secas, poco a poco el mismo consiguió que le llamáramos José.
-No mujer, no soy potente. Diría que soy normal. Pero no es por estar con dos mujeres. También podría ser una chica para dos hombres. Dijo el.
-¿Y eso te pone? Preguntó Merche más incisiva.
-No exactamente, pero no me disgusta. Piensa en dos mujeres para un hombre. Le colmarían. Si aguanta. Pero si son dos hombres para una mujer, la colmarían. Ella si aguantaría. ¡Quien no ha echado dos polvos en un mismo rato! Además, a un hombre le gusta ver como una mujer obtiene placer.
-Ya. Dijo Merche. En eso estoy de acuerdo. Dos mujeres para un sólo hombre, le dejarían frito en un pis pas. Harían que se corriera y no podría abastecer el deseo de ambas. Claro que siempre podrían proporcionárselo ellas mismas al terminar con el hombre. Pero si fueran dos hombres para una mujer, ella si sabría hacer que ambos se corrieran y quien sabe, tal vez ella misma se correría las dos veces. Puede que si José, puede que tengas razón en lo de los tríos. Pero abogo por dos hombres para una mujer. Y esto no lo digo porque yo sea mujer. Es simple ecuación.
-Pues ahora ponte en el caso de que son dos mujeres para un hombre. Dijo mi marido. Ciertamente el hombre tendría que
-¡Ya está bien! Exclamé interrumpiendo a mi marido. Estáis yendo demasiado lejos. Y estáis utilizando un vocabulario un tanto .
-Simple. Llamando a las cosas por su nombre querida Julia. Dijo Merche.
-Ya. Pero ya está bien. Respondí yo.
-No conocemos ni tu opinión ni la de Nando. Dijo Merche intentando suavizarme.
-Yo no sé que decir. Antes he hablado de las orgías en broma. Puede que si llegara un caso así, me decantara por las orgías. Dije yo.
-¿O sea que te gusta que te follen todos? Preguntó Merche en un tono que sonó a atentado sexual.
-¡No seas bruta por favor! No es eso. Me gustaría una orgía por ver cuerpos desnudos a mí alrededor practicando sexo. No para que esos mismos cuerpos se adueñaran del mío. Yo estaría haciendo el amor en grupo. Con otras parejas. Pero con mi marido. Dije yo sin saber muy bien si Merche me entendería.
-Ya. Dijo ella. Te entiendo. Serías capaz de estar acostándote con un tío y que los demás te vieran, pero que no participaran de ti. Veo claro el tema, te gusta exhibirte. Dijo ella.
-De eso nada. No me gusta exhibirme. Simplemente he dado mi opinión de lo que tal vez, sólo tal vez, me gustaría. Bueno no quiero decir que me gustara, quiero decir que quizás haría. Bueno tampoco quiero decir eso, es que lo que me preguntas pues eso sería por lo que .bueno lo que digo yo. Finalicé aturullada.
-Quizá, tal vez, me gustaría, quizá no, quien sabe ..demasiado complicado Juli. Dijo Merche. Las situaciones son tales. Situaciones. Si vas a una playa nudista y ves a gente haciendo sexo, y a ti te apetece, eso si, cada uno con su pareja, tu también lo harías. Aunque te observaran.
-No he dicho eso. Protesté.
-Eso mismo es lo que creo que hemos entendido todos. Tú participarías en esa orgía playera, pero con tu hombre. Mirarías a los demás como lo hacen y los demás te mirarían a ti. Simplemente Julia.
-¿Qué quieres decir? Pregunté un poco ofendida.
-Nada mujer. Que está bien. Si eso es lo que estarías dispuesta a ofrecer .Replicó ella.
-Bueno yo creo que en realidad, no se trata de ofrecer nada. Simplemente estamos dando nuestra opinión en una conversación que no se aún por que ha surgido. Dijo Fernando.
-Exacto. ¿Y a ti amor mío, que te gusta? Preguntó Merche. ¿O lo cuento yo?
-No es necesario contar nada. Ya sabemos que Juli asistiría a una orgía probablemente. José se marcaría un trío con mujer o con hombre. Tú harías un intercambio de parejas. Yo simplemente estaría dispuesto a lo que surgiera. Dijo Nando. Soy universal jajajaja. Tú ya lo sabes amor.
-No. Cuenta lo que te pone. Si no lo haces, lo hago yo. Dijo Merche.
-Bueno, lo que me pone es ver a dos mujeres liadas. Dijo Nando muerto de vergüenza.
-Y luego que continuó su mujer.
-Ya lo sabes. Dijo el.
-Pero ellos no. Respondió Merche. No tengas rubor en contarlo, estamos entre amigos.
-Bueno !que más da! Dejemos esto ya.
-No. No lo dejamos. Cada uno hemos descubierto lo que nos gustaría y tú no vas a ser menos. A José lo que realmente le pone a cien es ver a dos mujeres liadas y mientras tanto el se masturba. Es un sueño incumplido. Lo ves, dirigiéndose a él, no es tan difícil contarlo. Dijo Merche mientras los demás nos reímos.
-¡Joder Merche! Has provocado las risas de todos. Pues no veo que sea tan raro lo que me excita. ¡Teniendo en cuenta que luego me lo montaría con las dos! Dijo muy orgulloso haciéndose burla a si mismo.
-Ya lo se tonto. Era una broma. Respondió ella.
-Me sorprendes Nando. Dijo mi marido. Pero está bien pensado. Debe ser excitante una escena así. Básicamente es como un trío. Si, eso es. Dijo mi marido. Un trío con variante masturbatoria.
-Si. Eso es José. Un trío. Pero la escena primordial, la que me pone, es esa. Dijo José.
-Estáis pervertidos. Afirmé yo.
-No Juli. Dijo Merche. Lo que ocurre es que yo tal vez pueda participar en un intercambio de parejas alguna vez, quien sabe, José quizás pueda disfrutar de un trío, con otro hombre o con una mujer. Tú, tal vez hagas el amor alguna vez en presencia de otros, aunque quizás no sepas que te observan y eso te dé morbo, o incluso veas como te miran y eso te guste. Todo es posible, pero el pobre de Nando ! Encontrar dos mujeres que se lo monten y luego dejarle a él que se desfogue con ellas! Eso es muy difícil.
-¡Hombre pagando! .Dijo mi marido.
-No se trata de pagar. Estamos de acuerdo que pagando hoy en día se consigue cualquier servicio. Pero lo interesante es no pagar nada a cambio. Dijo ella.
-Pues veo difícil que lo consiga. Replicó mi marido sonriendo maliciosamente. ¡Hay mucha estrecha por ahí!
-No te lo creas. Tendría que darse una situación un tanto especial. Yo le podría hacer ese regalo. Yo estaría dispuesta a estar con una mujer y a dejar que su marido se lo montara conmigo porque Nando fuese feliz. Es decir, porque consiguiera hacer lo que tanto, y lo sé, le gusta. Por ejemplo, si tu mujer quisiera montárselo conmigo, yo estaría encantada. Claro, luego Nando tendría que follársela. Dijo Merche.
-¡Que cosas dices! Exclamé soliviantada y ruborizada en exceso.
-No digo nada raro. Mujer, ya se que no va a pasar, pero podría pasar perfectamente y no pasaría nada. Dijo Merche. ¿Quién mejor que una amiga mía para dejar que disfrute de mi marido?
-Así pues, si no me equivoco, os montaríais un trío, como yo dije al principio. Dijo mi marido.
-Casi. Bueno, si. Pero hay una salvedad. Seriamos una para otra con la intervención de Nando al final. Dijo Merche. A fin de cuentas, es lo que le pone ¿no cariño?
Miré a Nando mientras terminaba de hablar su mujer. Pensé en lo bien que me lo hubiera pasado con él cuando hace unos seis años, saliendo yo con José, estuvimos a punto de hacer el amor en su coche. Eran otros tiempos. Yo estaba empezando a tontear con José y Fernando aún no conocía a Merche. Las circunstancias nos llevaron a su coche y allí casi nos dejamos llevar por el deseo recíproco.
-¡Que bien te lo vas a pasar Nando! Exclamó mi marido.
-Eso parece. No se si podré con las dos. Dijo el siguiendo el tono burlón de mi marido.
-Hombre, yo te puedo ayudar. Dijo José.
-Si. ¡Mira tú! No estaría mal recibir una ayudita. Rumió el.
-Pues porque no queramos .comenzó a decir Merche.
-¿Por qué no queramos qué? Preguntó mi marido.
-¡Claro José! Por que no queramos hacerlo. Dijo ella.
-¿Hacer qué? Insistió el.
-Lo que estamos hablando. Dijo Merche mientras encendía un nuevo cigarro.
-¿Follar? Preguntó sin miramientos y sin rodeos José.
-Eso es. Podríamos follar todos. Si quisiéramos, yo me lo montaría con Juli y luego nos lo montábamos los cuatro. Saciábamos la excitación de Nando, hacíamos un intercambio de parejas, yo contigo y Nando con tu mujer y eso .
-¡No me puedo creer lo que escucho! Dije un tanto alarmada. ¿Estáis de broma, verdad?
-Yo no. Estoy dispuesta. Si queréis. ¿Tú Nando que dices? Preguntó Merche a su marido.
-No se si hablas en serio. Pero como te conozco un poco, creo que si. Pero os diré una cosa. Tratándose del día que es, con lo cómodos que estamos aquí, con vosotros, que sómos muy amigos y muy íntimos, te diré que si lo dices en broma, está bien, pero que si por casualidad, sólo por causalidad, si lo dices en serio y a ellos, a José y Julia no les importara, yo estaría a todo como dije antes. No tendría inconveniente alguno. Pero no depende mí. Depende esencialmente de Julia. Dijo Nando ante mi auténtica sorpresa.
-¿Y tú José, que dices? Preguntó Merche.
-Ya lo habéis dicho todo vosotros dos. Dijo mi marido. Pero aclárame una cosa, ¿Hablas en serio Merche?
-Si. Ya os lo he dicho. No me importaría tener sexo. Sin más. A ninguno de los cuatro nos importaría liarnos a follar ahora mismo. Al menos eso creo yo. Como sé que nos gustamos ¿Con quien mejor para compartir una experiencia de este tipo? Dijo una desvergonzada Merche ante mi mirada inquietante, pues no sabía si arrancarle la lengua o reírme.
-Bueno, pues en ese caso, yo no tengo la última palabra. Tú estas dispuesta, Nando también. Dice que hace a todo. Yo si surge, adelante. Pero entiendo que es Juli quien debe decidir. Pensemos que yo estaría contigo y Nando con ella. ¿No es así? Dijo mi marido ante la estupefacción que se instaló en mí.
-Exacto. Contestó Merche. Pero antes nos pondríamos en ambiente. Ella y yo. Si estuviera dispuesta. Luego cambiaríamos. Ya sabéis. Daríamos rienda suelta a la excitación de la que antes hemos hablado. Nando satisface su deseo, verme con otra y luego el para las dos. Tu José, satisfaces el tuyo. Un trío. Y además doble. Con dos hombres y una mujer y con dos mujeres y un hombre. O sea tú. Yo satisfago el mío. Un intercambio de parejas y tú Julia, querida, haces el amor mientras te observan.
-¡No hablas en serio! Dije yo. ¡No puedes estar hablando en serio Merche!
-Te prometo que hablo muy en serio. Dijo Merche. Si quieres prueba.
-Pero como como vamos a hacer eso que dices ..Merche .como ..por dios sómos amigos y .
-Es tu cumpleaños. Un bonito y placentero regalo de tu marido y tus amigos. Dijo ella.
-Me tomáis el pelo. Dije yo. Esto es una broma que me estáis gastando. Aprovecháis que cumplo años y me gastáis una broma. Lo teníais hablado ya. Dijisteis "vámos a gastar una broma a Juli". La tonta del culo de Julia se traga todo .Jajajaja.
Fue en ese momento cuando Merche se levantó de dónde estaba sentada y se acercó a mí. Me tocó la cara y me besó en los labios. Yo no hice nada por apártala. Ella sóla se retiró. Luego habló mientras creí orinarme encima.
-Este puede ser el comienzo. ¿Queréis que lo hagamos? Preguntó. Sería interesantísimo. Yo estoy dispuesta .y creo que Nando también ¿no cariño?
-Yo no digo nada. Dijo su marido. Ya he hablado bastante. Estoy a lo que digáis. Eso si, con sumo respeto. Y sólo por probar esa experiencia. Y si estámos de acuerdo los cuatro.
Luego miró a José. Mi marido estaba como transportado a otro lugar. Los ojos miraban al vacío. Sus manos entrelazadas bajo su barbilla, dibujaban un rostro temeroso.
-No me mires a mí. Dijo el. Es Julia quien tiene la última palabra. Creo que no me importaría. Si los cuatro queremos .!joder es que esto es muy delicado!
-¿De verdad estáis de acuerdo en hacer lo que dices Merche? Pregunté ingenuamente, pues de sobras sabía yo que sí estaban dispuestos.
-Claro boba. Piénsalo bien. ¿Cuándo?, ¿Cuándo nos veremos en otra y sin salir a la calle a buscar lo que podemos tener hoy?
-Me quedo sin palabras. Dije. Si lo que dices es broma, muy bien gastada y escenificada. Si por el contrario es en serio, me pilla de sorpresa todo esto. Me sobrepasa. No lo asimilo.
-No es necesario hablar para hacer sexo. Solo hay que practicarlo. Mira...
Y se sacó el jersey que llevaba puesto y se desabrochó la camisa y nos enseñó su sujetador ante el nerviosismo de José y la actitud calmada de Nando.
-¿Qué estás haciendo Merche? Pregunté.
-No seas boba. Mi marido no esta nada mal y yo no tengo prejuicios en darle algo que él quiere ver. Si no se lo he dado antes ha sido simplemente porque no ha surgido la ocasión. Aunque en lesbianismo no soy precisamente una experta. Pero me defiendo.
-Anda, abotónate la camisa y deja de decir esas cosas y .Comencé a decir yo.
-No digo nada que no pensemos los cuatro. Replicó ella. A ti no te importaría montártelo con Nando. Lo sé. Y a mi no me preocupa lo mas mínimo hacerlo con José. Pues hagámoslo y dejémonos de tonterías. Echemos un par de polvos cambiando a nuestros maridos. Te haremos un buen regalo de cumpleaños. Uno que nunca olvidarás.
Ese "a ti no te importaría montártelo con Nando" me dejó pasmada. Ahí pensé que yo no había sido todo lo discreta que hay que ser con el marido de una amiga. Me quedé sin palabras. Mis ojos se fijaron en sus movimientos. Mientras hablaba se sacó la camisa y se quito el sujetador. Sus pechos desnudos recibieron la visita de los seis ojos. La luz reflejada en ellos, realzaban su belleza y las sombras provocaban un erotismo incontrolable. Sus pezones se clavaron en mi mente. Erguidos, morenos, largos .los envidié.
No sabía si me iba a marear o qué me iba a pasar. Entré en un momento de ansiedad y nerviosismo .. del que me sacó mi marido con su frase, tal vez pensando más con la polla que con la cabeza. Volví a la realidad. Abandoné el planeta de las tetas y a sus habitantes "los pezoneros". La frase no me escandalizó. Me sorprendió.
-Juli, enséñanos los pechos tú también.
Le miré avergonzada. Su cara tenía esa expresión que conocía bien. Hablaba en serio. No le importaba que Nando me viese las tetas. Bien mirado, no era extraño, pues Merche se las estaba enseñando a él. Y mejor mirado, a mi tampoco me importaba que Nando viese las mías, pero estaba mi marido delante y eso no me gustaba. Nando ya me las había tocado en su coche. Pero esa era nuestro secreto. Y había pasado hacía mucho tiempo. Tenía temor que alguno descubriera mi inclinación por Nando. Aunque era una oportunidad de enseñárselas, sin engañar a nadie. Al fin hablé para decir una tontería y tratar de justificar mi actitud.
-Si se trata de ser iguales .
No se ni lo que quise decir y mucho menos se lo que entendieron. Pero si me di cuenta como mi marido se giró hacia mí en el sillón donde estábamos sentados y me levantó la blusa que llevaba puesta dejando mi sujetador a la vista de todos. Sin tiempo para decir nada, levantó las copas hacia arriba y mis pechos cayeron vencidos ante mi estupor y sorpresa por su actitud.
-¡Eso esta bien José! Dijo una alborozada Merche que ya había tomado asiento junto a sus ropas.
Mire a Nando muerta de vergüenza. Su gesto con los ojillos ligeramente cerrados, su cara con la lengua ligeramente fuera de la boca como si se la quisiera morder, o como si quisiera lamer mis pezones, me dieron alas. Tiré de mi blusa por la cabeza y la saqué de mi cuerpo. El sujetador sobraba una vez liberados mis pechos.
Merche alucinaba de alegría. No era para menos. Yo miré a mi marido y el me devolvió la mirada lleno de una excitación que no podía ocultar, luego me besó en la boca. Un beso casto, pero era un beso que explicaba muchas cosas.
-¿Y vosotros qué? ¿No nos dais algo para estos ojitos? Dijo Merche graciosamente a la vez que miraba la parte baja de la cintura de ellos.
Mi marido se levantó. Desabrochó su cinturón ante mi atención. Bajó su bragueta y tiró de sus pantalones abajo hasta sacarlos por los pies. Después se quitó los calzoncillos, descubriéndonos una polla morcillona despertando de su letargo. Aluciné. No me lo podía creer. El miró a Nando, que muy divertido le imitó. Descubrió sus genitales ante la expectante mirada de su mujer y mi ansiedad por verlos. Sus pantalones también cayeron del lado de los de mi marido. Entonces Merche se levantó como alma que lleva el diablo y se situó a mi lado. Un beso. Otro beso. Ahora otro en los pechos. Yo con mi rostro enrojecido sin decir ni hacer nada. Ella enredada en mis pechos. Yo, notando el calor de su lengua jugueteando con mis pezones y mi marido levantándome hasta el infinito la falda para dejar bien claro que ese día me había puesto un tanga.
Me sentí como indefensa. Cerré los ojos. No quería mirar. Y vino lo peor. Entre Merche y mi marido, inclinaron un poco mi cuerpo y primero me sacaron la falda y luego Merche me sacó el tanga arrastrándolo por mis piernas. Me observé allí sentada, ante mis amigos, ante mi marido, desnuda, con mi pubis resaltando sobre mi piel algo pálida. Un vértigo y un ahogo fue lo que experimentó mi cuerpo al sentir la lengua de Merche en mi raja. Todo estaba listo. Aquello hablado había comenzado. Mi marido se tocaba su miembro. Nando, con la polla tiesa se iba hacia Merche, que se encontraba en cuclillas besando y lamiendo lo que a ella misma le gustaría que su marido lamiera. Merche con sus pantalones, dificultaba la labor de Nando que quería quitárselos. Solo logró desabrocharlos. Ella se incorporó y se los bajó mientras Nando hacía descender su braga y dejaba el pubis a la altura de mi barbilla. Ya estábamos las dos desnudas. José estaba aún con la camisa puesta y Nando sólo se la había remangado. José se levantó del sillón y Merche me inclinó sobre el asiento para hacer más fácil la tarea de lamerme. Entonces vi algo que me dejó helada y me evadió del placer que ya estaba notando con la lengua de Merche. Vi como mi marido metía su mano entre las piernas de nuestra amiga y tocaba su sexo a la vez que con la mano izquierda se meneaba la polla.
Aquello no sólo estaba en marcha. Aquello ya no había quien lo parara. Pensé que no tardaría en ser follada por Nando o por los dos. No sabía como iba a soportar la imagen de ver a José follando con Merche, si es lo que pasaba. No quería ni imaginar a Nando entre mis piernas. Después todo fue más fácil. Más sencillo. Más natural.
La boca de Merche dejó paso a la de Nando que se apoderó de mi raja con ansia e impaciencia. Ella a su vez me besaba en la boca y José seguía tocando sus flujos por detrás de su culo. Mis manos estaban inertes, sin algo a lo que aferrarse. Un dedo de Nando me invadió en el interior. Su polla, estaba claro que no era. Abrí los ojos y le vi ante mí, de pies, con su pene bien erguido. Miraba a José. Luego dijo algo así como .
-Ya no debemos parar. Hasta el final. Sin prejuicios. Después miró a José que le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza...
Se venció hacia mí y liberó mi boca de los labios de su mujer. Tomó posesión de la carne conquistada y me entregué a ese beso con más pasión de la debida. Todos lo notaron, en especial Merche. Pero el calor de su miembro encima de mi vientre, rozándose con mi vello, me provocó una excitación mayúscula. Inmediatamente noté la mano de Merche entre ambos sexos mientras guiaba el miembro de su marido hasta dentro de mi vagina. El comenzó con vaivenes lentos y arremetidas profundas. Mis piernas se elevaron para facilitar la penetración. Giré mi cabeza y me dejé llevar para no perderme ni un momento de sentir y placer. Para compensar el calentón de la noche en su coche años atrás. Cuando abrí los ojos pude ver a mi marido sentado en el sillón, a mi lado, con Merche sobre sus piernas mientras se introducía ella misma su miembro y se dejaba caer encima. Iniciaron descompasadamente un baile extraño. Desigual. Poco a poco el acople fue el correcto y la sincronía de movimientos una balada de sexo y lujuria ante mis ojos.
A medias de ambos polvos, las dos parejas nos cambiamos. Yo obtuve la polla de mi marido y Merche la del suyo y así nos corrimos. Nando dentro de su mujer y José entregándome ese líquido blanquecino y espeso. Después de un rato, ya sin vergüenza, yo misma tomé el miembro de Nando entre mis labios y lo erguí otra vez a la vez que José lamía y lamía el coño de Merche. Curiosamente José mantenía una erección fuera de lo común y no tuvo problemas para incustrársela de nuevo. Merche, tirada sobre un sillón, se dejó llevar por sus embestidas hasta el orgasmo. Orgasmo que acompañó con gritos inusuales, por lo que pensé que la estaba haciendo daño. La voz de Nando a mi oído, mientras me follaba otra vez, me disuadió de tal idea. "Ella es así de vehemente" dijo. Me olvidé de ellos y gocé como una poseída con las arremetidas del pene de Nando hasta que noté su hinchazón y me abandoné junto a él en una corrida como nunca había sentido. ¿O tal vez era la experiencia que estábamos viviendo? Probablemente si, pero lo que es seguro, que el semen de Nando golpeando mi útero, y su mordisco en mis labios a la vez que eyaculaba, me transportaron hacia otra dimensión del sexo. Estaba feliz. Al fin había conseguido, sin proponérmelo, terminar con lo que años atrás empezamos en su coche y por mema dejé sin concluir.
Follamos dos veces más aquella noche. Rectifico. Nos corrimos dos veces más. Pero ambas fuimos penetradas con cambios continuos, pero lo que cuenta son los dos polvos que eché con Nando. Cuando terminamos a eso de las 6 de la mañana, no quedaban fuerzas nada más que para irnos a dormir. Dejarnos llevar. Yo me fui a la cama y ellos se quedaron en el salón. Cuando desperté a la mañana siguiente, mi acompañante en la cama era Nando, que dormía profundamente a mi lado. Fui al salón y allí estaban tirados, José y Merche. El dormido, ella despierta.
-¿Qué tal? Me preguntó.
-Bien. Contesté e hice un gesto afirmativo a la vez que encendía un cigarrillo.
-No. Te pregunto por tu cabeza. ¿Asimilado?
-No lo sé. Dije. Aún no lo he valorado.
-No lo hagas. Te sentirás mejor. Dijo ella.
Mi marido abrió los ojos y me miró sonriente, satisfecho, y hasta me pareció que orgulloso. Se levantó y me dio un beso de buenos días.
-¿Y Nando, duerme? Me preguntó con toda naturalidad.
-Si. Está en la cama.
-Pues vámonos allí todos. Nuestra cama es grande. Dijo tomando de la mano a Merche y abrazando mi cuerpo, aún desnudo.
Al llegar a la cama, Merche despertó a Nando y comenzó otra fiesta. Después de aquello, me mantengo a la expectativa por lo que pueda ocurrir. Se que ha pasado sólo una semana. Es pronto y no nos hemos vuelto a ver en estos siete días, pero soy muy impaciente. Una cosa me da miedo. Tal vez lo que nos pasó hace unos días haya sido una experiencia puntual nada más, aunque yo abogo por su continuidad, pues eso es lo que deseo y me decepcionaría no repetir de nuevo. ¿Pero y si Merche y Nando no quieren repetir? No me quedaría más remedio que preguntarme porqué. ¿Tal vez no estuve a la altura de las circunstancias?, ¿O tal vez Merche se dio cuenta que su marido me gustaba demasiado? Sea como sea, jamás olvidaré mi 27 cumpleaños. Fue el mejor regalo de mi vida. Aunque no se repita nunca más. A pesar de sentirme dividida en dos, el amor hacia mi marido y el deseo por el cuerpo de Nando.
Coronelwinston