Divide y vencerás: Amar es compartir 1

No juzguen a una mujer, cuando esta actúa sabiendo lo que quiere. Él la follaba con fuerza desde esa postura que tanto disfrutaba, la golpeaba con sus huevos una y otra vez, haciendo que la mesa chocase contra la pared haciendo un sonido constante, gemía acompasando el traqueteo de la mesa,y..

Mercedes no estaba husmeando, sólo buscaba en los cajones de su marido un cargador que le viniese bien a su teléfono, aprovechando que él estaba en la oficina haciendo el papeleo del trimestre.

Ya habría tiempo de decirle a Cristóbal  que había perdido otro cargador pero, no le apetecía que se saliera con la suya otra vez y que la llamase despistada desde ese pedestal en el que se sube cuando llevaba razón.

Debajo de aquella maraña de cables, había una cajilla celeste, un poco infantil.

A Mercedes le llamó la atención inmediatamente aquella caja, por el sitio donde estaba y por el estampado de anclas de la misma, se preguntó brevemente << ¿Qué coño tiene este aquí guardado?>> y la abrió de golpe sin pensarlo demasiado.

Había una pulsera de cuero que parecía hecha a mano, marrón, con un adorno en plata, cosa que le chocó, pues, su marido solo había llevado en la muñeca en toda su vida un reloj el día que se casaron y porque se lo regaló su abuelo.

Debajo había una hojita de papel, que parecía arrancada de una agenda pequeña en la que se leía “Gracias por ayudarme otra vez, eres mi ángel de la guarda. Blanca.”

Mercedes, se hundió en un mar de dudas: ¿Blanca? ¿Qué Blanca? ¿La vecina de la tienda? ¿La peluquera? ¿La de los gemelos? ¿Su ángel de la guarda Cristóbal? ¿Por qué?

Ella sabía que su marido era un hombre bondadoso, rápidamente concluyó que esa chica había pasado algún tipo de necesidad pues, siendo separada, con esos críos que no debían tener más de 4 años, la crisis que azota el país… Seguramente Cristóbal los había ayudado pero, ¿Por qué no le había dicho nada? Ellos solían hablar de esas cosas ¿Por qué había escondido con tanto ahínco esa pulserita?

Era extraño para ella pues, Cristóbal y Mercedes eran de estos matrimonios que parecen hermanos, cómplices y cariñosos a pesar de llevar toda la vida juntos. Tienen por costumbre compartirlo todo, ya por antonomasia. Por eso a ella le crispó el tema de la pulserita. Algo más debía pasar con Blanca, si su marido la ocultaba y ella quería averiguar qué.

A su mente venían flashes.

Cuando ellos estaban por la oficina se saludaban como vecinos, alguna conversación simpática con la agradable chica pero, poco más. Jamás su marido había expresado que pudiese conocer más a Blanca, ni ella tampoco a él. Esas eran las dudas que la azotaban ¿Por qué ocultaban que se conocían más? Estaba cada vez más claro que si lo ocultaba era porque había algo más.

La confianza ciega de Mercedes en Cristóbal se iba debilitando: Si Cristóbal llegaba un poco más tarde o le comentaba que tenía que ir a algún sitio, ella sospechaba en seguida que andaba con la peluquera.

Estaba sintiendo celos por primera vez en su vida, por otro lado, algo en ella le decía que no tenía ningún argumento sólido para ir a pedir explicaciones de nada a su marido.

Fue entonces cuando decidió hacer de espía.

Una de esas tardes en las que Cristóbal la llamó para decir que se retrasaría, las dudas volvieron a azotarla. Antes no prestaba atención a esas cosas sin embargo, desde que encontró la pulsera, empezó a deparar en que Cristóbal últimamente eran más los días que llegaba tarde que los que volvía a la hora normal.

Como en las películas, se puso un chaquetón negro, recogió su melena de rizos bajo un gorro gris, tapó su boca con la bufanda  y se fue a hacer las labores de investigadora.

Armada con su indumentaria de detective, Mercedes, se sentó en el parque de enfrente de la oficina a observar la puerta desde el banco más escondido que encontró. El escondrijo era perfecto, lo suficientemente cerca para verlo todo y lo suficientemente lejos para no ser descubierta.

Le sudaban las manos, el papel del periódico que sostenía a modo de antifaz se le pegaba a los dedos. Sus brazos temblaban y le costaba mantener la postura.

Llegó a pensar que no quería saber lo que pasaba, ese estado de nervios la descomponía de tal forma por dentro que casi estaba segura que prefería seguir sin saber nada, que descubrir algo desagradable y tenerlo que atajar.

La peluquería tenía la cancela echada, y en la oficina se veía un hilo de luz a través de las persianas. Se sentía un poco estúpida allí, ya llevaba dos horas sentada en ese banco pasando frío y no ocurría nada, se repetía que todo era producto de su imaginación y que estaba magnificándolo todo.

Estaba convencida: No debía desconfiar de su marido a esas alturas. Juntos desde los 15 años y ahora con 45 le venían los celos. Se levantó para irse a casa sintiéndose una idiota << ¡¿Cómo había podido dudar de su Cristóbal?!>>

Se sentó en el asiento del coche, puso la radio, sacó su pelo del gorro y decidió que ya que estaba allí iba a llevarle algo de picar a Cristóbal… A su pobre y trabajador marido, del que ella había estado dudando. Se sentía miserable por haber pensado así de él.

De regreso a la tienda, justo al llegar a la esquina para hacer el STOP, la puerta de la tienda se abrió. Desde ahí tenía una visión perfecta de la tienda, y aunque no creía lo que estaba viendo, estaba ocurriendo de verdad.

Blanca, salía de la tienda con sus hijos de las manos, se giró, abrazó a Cristóbal intensamente y este le respondió agarrando su cara para darle un ligero beso en los labios. Ambos miraron para los lados cerciorándose que no los viese nadie pero, sus vistas no alcanzaron a la esquina donde aguardaba Mercedes.

La bocina del coche que venía detrás la despertó del shock. No creía a Cristóbal capaz de engañarla pero, era cada vez más evidente.

Alguna vez había llegado a pensar que cabía la posibilidad de que un día a su esposo le apeteciese probar otras cosas, entendía que era posible que la dejase de querer, que se enamorase o encaprichase de otra mujer,…Sabía de sobra que esas piedras están en el camino para todos y que todos somos vulnerables a eso pero, no lo creía capaz de engañarla. Siempre había pensado que antes hablaría con ella, la dejaría,…

Que estuviese con otra y a la vez con ella, que se lo ocultase, que dejase su sensatez y su integridad a un lado e intentase mantener a una amante y luego ir a acostarse con ella a casa como si nada, eso no cabía en su cabeza. Lo conocía demasiado, nunca lo creyó un traidor y en cambio descubrió que se estaba comportando justo así.

Tuvo la templanza de contar hasta diez, aunque solo le apetecía gritarle. Ella, se propuso ser mucho más inteligente, no desbordarse. Trazó una estrategia en su mente y se dispuso a llevarla a cabo.

Al verla entrar en la tienda, Cristóbal, se sobresaltó un poco pero, en seguida reaccionó normalmente.

Se saludaron con un besito, como siempre, y la conversación se tornó típica entre ellos.

-        ¿Cómo es que has venido a verme Guapa ?

-        Me aburría en casa y me acordé de cuánto te gustan las hamburguesas del “ Take Away ”.  Pensé en lo cansado que debías estar, y que seguramente tendrías hambre a esta hora. Me dio mucha penita y vine a traerte una.

-        Eres un sol, cariño. Solo tenerte aquí ya lo es todo.

-        Cómete la hamburguesa o ¿Es qué han dejado de gustarte las hamburguesas de siempre?

-        Ouch, me encantan pero, la verdad, tengo el estómago hoy revuelto, la dejaré por aquí para después, lo que importa es que te acuerdes de mi, y que hayas venido a acompañarme. Gracias, Cari .-

Mercedes por dentro pensaba <> en cambio callaba y seguía con su plan.

-        ¿Te puedo ayudar con el papeleo, Amorcito ? Últimamente te quedas tanto ¡Llegas tan tarde a casa! Te echo de menos. Ya casi son todas las noches las que vienes tarde a casa.

-        No, no hace falta que me ayudes. Yo te echo de menos a ti también, guapa, pero, ya sabes, se acerca el trimestre y si pongo todo esto al día yo mismo nos ahorramos la gestoría. – dijo señalando a un montón de papeles.

-        Reconócelo, no lo haces por ahorrar, lo haces para no perder tus facultades de Graduado Social que nunca ejerció. Siempre lo has llevado dentro.

-        Ya sabes que sí ¡Cómo me conoces!

-        Como si te hubiese parido, ya lo sabes. Y bueno ¿Qué hacías?

-        Pues papeleo, ya te he dicho-

-        Ah ¿Y estabas solo?

Toda la estrategia que Mercedes había montado se desmoronaba, en su pecho el corazón le latía fuerte y rápido y no conseguía controlarse ante tanta cara dura por parte de Cristóbal.

-        ¿Cómo que si estaba solo? ¡Claro que sí! ¿Con quién iba a estar?

-        ¿Sí? ¿Solo? Y entonces ¿Qué hacía la peluquera saliendo de aquí? Porque el pelo te lo veo igual que esta mañana. – Tuvo que soltarlo, ya no aguantaba más, era demasiado teatro el que necesitaba para contener todo lo que sentía.-

-        ¡Mercedes, que te desbordas! Blanca, ha venido a traerme papeleo, quiere que le haga la declaración de la renta… ¡Qué más me da echar un cable a la chica!

-        Cristóbal ¡Qué te he visto darle un beso, coño!

-        ¿Un beso? Habrás visto mal chiquilla, ha sido en la cara…- negó nervioso el marido.

-        Cristóbal, joder, hazlo por nuestro hijo. Dime ya lo que pasa y no me niegues más esto en mi cara ¡Qué os he visto, joder!

-        A ver Mercedes, yo nunca te he sido infiel, ni lo seré.

-        Pero… ¡Tendrás geta! ¡Qué te he visto! ¿Es qué eres tonto,  sordo o las dos cosas?

-        Está bien, nos hemos besado alguna que otra vez pero, nada más.

-        ¡Nada más! Serás cabrón - dijo ella con los ojos llenos de lágrimas…

-        No llores, cariño, que me partes el corazón ¡Si es que soy un gilipollas…!- le cogió la cara entre sus manos y la forzó para que lo mirase- Óyeme bien, que yo te quiero a ti más que a nada en la vida, no te quepa la menor duda.

No te voy a mentir: Alguna de esas noches que he pasado aquí hasta tarde he coincidido con Blanca, lo está pasando mal y alguna vez se ha quedado a cenar. Las conversaciones han llegado a ser muy intimas, ella no tiene a mucha gente con quien desahogarse y bueno…Han habido momentos de confesiones, han surgido abrazos de consuelo, una cosa nos ha llevado a la otra y eso nos ha llevado, casi sin querer, a algún que otro beso, pero, por favor, no te duelas por eso. ¡Si supieras! Pobre Blanca.

Con solo 27 años, este negocio que le va regular, los niños, el padre de sus hijos la dejó tirada,…ya sabes, esas historias que pasan en esta vida…Yo solo le he echado un cable alguna vez. Ella,…A ella no la juzgues. Pobre. No tiene padres, su familia ni la mira. Solo busca un poco de calor. No es ninguna fresca. Es una chica luchadora, currante y buena gente. Tienes que creerme.

Tú me conoces bien, ya sabes que no hago las cosas por cualquiera, no me dejo embaucar Merce,…Piensa en tu hijo, piensa que él se viera así como Blanca, con lo buen chico que es ¿No querrías que alguien le ayudara?

-        ¡Qué le ayudasen, no que se besuqueara con nadie! Pero, ¿Por qué Cristóbal? ¿Por qué no me has contado nunca nada?

-        Por los besos Merce, por los besos. Que a mí me han nacido igual que a ella pero, me han hecho sentir tan culpable, tan traidor…No he tenido cara para ir a decirte que la pobre vecina ha llegado a comer en un comedor social con dos críos de tres años, porque esa chica y yo, nos hemos besado, ese es el motivo.

Y es que cuando nos hemos contado esas cosas tan íntimas, han surgido esos besos, ya te lo he dicho, pero, no pienses mal…Que yo te quiero, y si la conocieras más a ella, estoy segura que te caería muy bien.

-        ¡Ay Cristóbal! ¡Me vas a matar! ¿Qué te digo ahora? No sé si creerme lo que dices…Por otro lado se que no eres capaz de inventar algo así. La chiquilla, será una lástima pero ¡De ahí a que me caiga bien…! ¡Con lo que me habéis hecho!, habrá muchas personas en su situación ¡No puedes rescatarlos a todos!

-        Yo no la rescato, ella no me deja, no me acepta un céntimo.  Alguna vez le he comprado algo de comer, en septiembre que le compré a los chicos el material de la escuela y me ha devuelto cada céntimo. Ella no quiere que le solucionen la vida.

Está empezando con el negocio, ha gastado todos sus ahorros ahí y necesita un empujón, solo un poco de ayuda, hasta que la peluquería se retroalimente.

No la puedo dejar tirada…Y sé que tu tampoco-

La miró con ojos de cordero degollado, y su mujer lo comprendió, aún le molestaba que hubieran existido esos besos pero, sabía demás que su marido era inteligente y que no se dejaba embaucar por nadie, esa chica tenía que ser realmente así, por eso a él le nacían esas cosas. A ella también se le había ablandado el corazón, sobre todo por los críos. Aunque eso no quitaba, que sintiera que esos besos estaban de sobra.

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Cristóbal parecía haber aprendido la lección, cada día llegaba a casa a una hora normal y atendía su matrimonio. Así estuvo dos meses más o menos. Ejerciendo de marido ejemplar.

Mercedes más de una vez quiso interesarse por Blanca pero, su orgullo de mujer no le permitía rebajarse a mostrar preocupación por esa chica que había besado a su marido. Aun les guardaba rencor.

Unos besos no iban a acabar con una relación con fundamento de 30 años, eso estaba claro. Eso sí, de ahí a ser ella quien preguntase, iba un trecho…

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Nunca olvidarán esa noche. Era una fría noche de Noviembre, caía un chaparrón increíble en la calle, y precisamente esa noche Cristóbal, ya llegaba dos horas tarde y no respondía a las llamadas de su esposa.

Le preocupaba su marido, el tiempo estaba feo para coger por la carretera, y como no, pensaba en que podía estar con Blanca.

Paseaba de un lado a otro de la casa, con una taza de tila caliente que nunca se llegó a tomar, solo bebió un sorbo para tragarse un Valium pero, ni la pastilla conseguía calmarla.

Había hablado con su hijo por teléfono después de cenar y no quiso mostrarle que estaba preocupada. Al fin y al cabo, Álvaro, poco podía hacer desde Londres, y por supuesto, no podía contarle que su padre andaba por ahí besándose con una chica que solamente tenía cinco años más que su propio hijo y que no solo no daba señales de vida, sino que probablemente andaría con ella.

Así que, solo podía dar vueltas por la casa y mirar el reloj mientras esperaba.

Cuando oyó la puerta de la calle abrirse, Mercedes salió nerviosa a esperar a Cristóbal en la escalera, desde arriba vio a su marido que venía con los gemelos de la mano.

Un escalofrío le recorrió la espalda y una sensación de vacío le vino al estómago.

Miró a Cristóbal a los ojos y bajó la mirada al suelo en señal de decepción.

Cristóbal, pasó a la casa y sentó a los niños en el sofá poniendo dibujos animados en el televisor, cogió a Mercedes por el brazo y la llevó a la cocina.

-        ¿Y ella?

-        Mercedes, están en la calle. El padre le ha dicho que ya no les deja más la casa, él se fue a vivir con su madre, y ahora dice que ya no quiere vivir más allí teniendo una casa, es un cabrón. Iban a dormir en la peluquería.

Vi luz al cerrar y me preocupé. En todo este tiempo, apenas la he visto créeme pero, me pareció raro ver luz tan tarde y con este mal tiempo.

Blanca no ha consentido venir y se ha quedado en la peluquería a dormir pero, la he convencido, estos críos no pueden dormir allí. Compréndelo.  Hace tanto frío…

-        Por lo menos ella parece que muestra un poco de vergüenza... ¿Han cenado? –  se limitaba a hacer preguntas escuetas y extremadamente necesarias.

-        Les compré pizza, cenaron con su madre. Pobres, no querían venir pero, les he dicho que les daríamos galletas y se han convencido.

Mercedes, cogió dos vasos de leche y unas galletas de chocolate e invitó a los pequeños. En su mente rondaban miles de preguntas, de reproches,…pero, su boca callaba con resignación.

Acostó a los pequeños en la habitación de Álvaro, incluso les contó un cuento para dormir.

Al día siguiente Cristóbal los llevó al colegio y ella marchó al trabajo como cada mañana pero, todo sucedía en silencio, las palabras no se atrevían a salir de su boca.

Al fin se decidió, a medio día Cristóbal vino con los pequeños a la tienda para que diesen un beso a Mercedes antes de llevarlos con su madre.

Preguntó a su marido que iba a pasar pero, este solo supo encogerse de hombros, con el semblante más preocupado que su mujer le había visto nunca, y marchó con los pequeños en brazos.

A ella le apetecía cada vez más salir corriendo, irse unos días, reflexionar sobre el asunto. Huir de todo eso que tanto la atormentaba.

Tenía sensaciones encontradas, sentía lástima de esa familia y por otro lado sentía lástima de la suya que parecía desmoronarse.

-        Cristóbal – lo frenó antes que saliera por la puerta- Espera un momento. He decidido que me voy a ir unos días a la casa de la sierra. Todo esto se me viene grande ¿Sabes? Necesito meditar pues, ya no sé ni lo que quiero.

-        No quiero perderte Merce, por Dios. Eres mi vida…

-        Si te digo que pases de esta situación y lo haces, te voy a ver sufrir aún más que ahora y no lo soportaré, si sigo con esto me voy a volver loca y no lo soportaré. Sólo quiero unos días para pensar “un como” para aclarar de qué modo vamos a afrontar esto.

-        Eres una buena mujer, cariño. Yo no soportaría perderte. Sé lo mucho que te debe doler esto. No quiero hacerte sufrir y sé que lo estoy haciendo…pero, asumiré lo que me pidas.

-        Solo te pido que me hagas caso en lo que te voy a decir y no me preguntes por qué. Yo tampoco lo sé. Creo tener claro que es lo que debemos hacer hasta que esto se determine: Coge a esos niños y llévalos a casa, convence también a la terca de la madre. Ella debe estar con sus hijos, ninguna madre se debe separar de sus hijos, pueden usar la casa de abajo.

-        ¿La de tú madre?

-        ¿Para qué queremos esa casa cerrada mientras hay una familia viviendo en la calle?

-        Nunca has querido alquilarla, preparamos esa casa para tu madre y la usó tan poco tiempo.

-        Y no la voy a alquilar. Tampoco voy a permitir que Nico y Pedro vivan en la calle o lejos de su madre, se los pueden quitar ante una situación así, y eso no va pesar en mi consciencia.

-        Está bien, en cuanto vuelvas se irán, mientras encontrarán alguna solución pero, Blanca, es tan cabezota…Deben ir a la asistenta social y allí la ayudarán…pero, mientras, no van a tener que pasar la noche en la peluquería. Eres una mujer increíble, Mercedes. Gracias.

-        No sé si soy increíble y en principio no tiene porqué irse cuando yo vuelva.

Dos semanas enteras estuvo Mercedes en la casa del pueblo mientras Nico, Pedro y Blanca se alojaron en la casa de la abuela.

Cuando la madre de Mercedes se empezó a hacer mayor, ellos habilitaron la parte de de debajo de su casa con un aseo, una cocina-salón y dos pequeños dormitorios uno para la abuela y otro para el acompañante. Álvaro, Cristóbal y Mercedes se turnaban para no dejar a la abuela sola por las noches pero, ella no quería meterse en casa de su hija a pesar de ser la única que tenía, así que prepararon ese apartamento dentro de la misma casa para satisfacer a la abuela.  Si ella levantase la cabeza y viese a esa muchacha viviendo allí con sus hijos…

Al llegar, tras esas dos semanas, Mercedes encontró las maletas de Blanca en la puerta, le pareció un equipaje escaso y en seguida pensó que debería ocuparse de proporcionar algo de ropa a esas criaturas.

Con las ideas más claras conseguía pensar con más lucidez. Ya no iba reaccionando como podía a lo que le venía, ahora ya sabía como quería actuar.

Llamó a la puerta sin éxito, estaba decidida a hablar con Blanca, pues, alguna debía dar el primer paso, también tenía que hablar con Cristóbal pero, antes con Blanca…a solas.

Comprendió por la hora que era que estaría trabajando y los chicos en el cole, no iba a dejar nada para luego, así que se fue a la peluquería a hablar con Blanca.

Al verla entrar, la cara de Blanca hizo honor a su nombre, estaba terminando de arreglar a una señora mientras Mercedes la miraba de arriba abajo.

Estaba claro, que su marido no se había buscado a una mujer imponente. Blanca era una chica normal, de pelo corto con corte moderno, más bien rellenita y no muy alta, sin mucho culo pero, portaba un buen par de tetas, eso sí. Esas cosas ahora no importaban.

En cuanto se marchó la clienta, Blanca empezó a disculparse nerviosa…

-        Yo siento las molestias que le estoy causando señora.

-        Mercedes, llámame Mercedes.

-        Mercedes, le debo la vida…No tengo con que pagarle…No tendría aunque me sacara la lotería. Mis hijos,…si me quitan a mis hijos, si se los llegan a llevar…Me muero. Usted tiene un hijo y sabe de lo que le hablo…

-        Ten presente que estoy consintiendo estas cosas por ellos. He tomado ciertas decisiones, me imagino que mi marido te habrá contado porqué me fui y demás…

-        Ya hoy nos vamos. Yo no voy a quedarme allí, vosotros vivís arriba y sé que…bueno, es lógico, lo primero es que no quiero molestar ni ser una carga para nadie, ya me busco la vida  y bueno luego está lo otro…

-        ¿Y se puede saber a dónde vais a ir? ¿Te vas a quedar en la peluquería?

-        Hay un albergue social, la asistenta nos ha conseguido una habitación. Vamos a estar ahí hasta…

-        Hasta que te quiten a tus hijos- la interrumpió- No te van a permitir que estés sin un duro con dos críos. Primero te meten ahí, te dan facilidades y confianza para, luego dictaminar que no eres apta para criarlos…- A Blanca se le saltaron las lágrimas ante las duras palabras de aquella mujer.- Deberías dejar de ser tan orgullosa y aceptar que necesitas un poco de caridad de los demás, te la estamos brindando y te muestras desagradecida.

-        No, por favor. No sabe cuánto se lo agradezco. No es orgullo. Es que no puedo ser una carga para nadie y menos para vosotros. No sois mi familia, yo no tengo padres ¿sabe?, ellos fallecieron hace diez años en un accidente, siempre he ido buscándome la vida desde entonces, mis otros familiares nunca se ocuparon de mí, solo que ahora no estoy sola, tengo a Nico y Pedro y ellos son mi vida, si yo perdiera a mis hijos…Me moriría.

-        Entonces ¿Por qué no eres un poco inteligente y dejas de ser tan terca? Yo no te voy a regalar nada, solo te brindo esa casa hasta que puedas permitirte una tú. Sé que te irán bien las cosas más adelante, eres trabajadora, solo es cuestión de tiempo.

-        Eres una buena mujer Mercedes, tú y Cristóbal sois maravillosos. No os merezco- afirmó rompiendo en llanto.- Solo hasta que pueda salir de esta y en cuanto pueda os pagaré todo lo que me deis.

-        No todo es dinero en esta vida,…

-        Yo le limpio, hago lo que sea, lo que me digáis. Trabajo en la tienda, hago recados, plancho,…todo.

-        No lo dudo pero, no hace falta, al menos no por ahora.

Mercedes no quiso sacar el tema de los besos a su marido, estaba convencida de que esa chica era lo suficiente integra para comprender que después de todo lo que estaban haciendo por ella, besar a Cristóbal no era lo correcto.

Esa es la única estrategia y plan que había podido concluir. El único modo que se le ocurrió de que su marido estuviese tranquilo, esa familia a salvo y Blanca y Cristóbal dejasen de intimar, aunque fuese por remordimiento.

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Al cerrar la puerta de casa Mercedes se sintió superada, toda la fortaleza que había mostrado ante Blanca se iba destruyendo y resbaló con la espalda por la puerta hasta sentarse en el suelo llorando.

Abajo oía a los niños alegres y a su madre con ellos, sintió a su marido abriendo la puerta de entrada al rellano y como los pequeños corrieron a saludarlo.

Oía a Cristóbal jugar con ellos como en su momento lo había hecho con Álvaro, contento. Hacerlo feliz le hacía sentir bien pero, las consecuencias que podía tener la asustaban.

¿Estaba llevando a Cristóbal a la boca del lobo? ¿Le estaba sirviendo la tentación en bandeja?

Se recompuso corriendo al escuchar que Cristóbal subía la escalera, no quería que la viese así. Después de no haberlo visto en dos semanas. Se colocó la falda y estiró la camisa. Por unos momentos pensó que vestía un poco anticuada, solo tenía 45 años, aún se conservaba delgada, y aunque ya había caído un poco su pecho, le celulitis se empezaba a notar en el culo y las piernas y unas patas de gallo se marcaban en sus ojos, no era motivo para no usar un pantalón vaquero y ropa algo más moderna y verse guapa.

Llevaba años, vistiendo con pantalones de tela y camisas, de vez en cuando una falda de capa o de tubo por encima de la rodilla y algún traje discreto para las ocasiones especiales.

Comprendió, que ella misma se había limitado el vestuario cuando su cuerpo no lo hacía, por comodidad, por confianza,…no sabía muy bien porqué pero, así había sido.

En cambio Cristóbal, a pesar de ser dos años mayor que ella, siempre vestía muy sport con camisetas, sudaderas y algún vaquero, igual también lo hacía por comodidad pero, a él ese vestuario juvenil, que bien podía compartir con su hijo, pues también era delgado y alto, le quitaba años de encima.

Ella pensó que ya nunca iba a la peluquería, usaba el mismo tinte para el pelo desde hacía años y se lo ponía ella misma, incluso, como tenía el pelo rizado, se lo podía cortar sola y quedaba bien, recordó que siempre compraba la ropa interior en la mercería del barrio de toda la vida, sin salirse del beis, blanco y negro, y usaba esas bragotas cómodas y el sujetador de cruzado mágico desde que dejó de dar el pecho a Álvaro.

Siempre había sido sencilla y elegante pero, ahora pensaba que siempre había sido demasiado recatada, una mujer correcta y tradicional en exceso.

Casera por antonomasia, nadie la había obligado, en cambio Cristóbal, tenía mil aficiones: Salía con la bici, iba al club de fotografía, hacía pádel,…él si se había ido renovando y ella en cambio se había conformado con seguir una rutina, pensó que quizá ese era el motivo de que su marido se hubiese sentido atraído por Blanca.

Cristóbal llegó a casa después de trabajar y le dio un beso en los labios y como si nunca hubiese pasado nada, se fue para la cocina a coger algo de beber. A su mujer le apetecía que él se fijase algo más en ella; pensaba que tenía una rival y quería no pasar inadvertida para su esposo, se soltó un botón más de la blusa simulando que era sin querer, se abrió una cerveza y se sentó a picar algo con él.

-        ¿Sabes una cosa? A veces eres tan buena que me pareces increíble .Pienso ¿Qué hubiese hecho yo en tu lugar?…y la respuesta que me viene a la mente nunca es asumir y callar. Igual hubiese cedido a lo de ayudar pero, había impuesto mis normas y mis limites.

-        Tú me conoces y sabes mis normas y mis límites, y sabes las consecuencias que te puede traer sobrepasarlos.

-        Tienes razón, yo te conozco muy bien pero, nunca me he visto en una situación similar contigo, en este aspecto no se cual son esos límites, tus reacciones me han sorprendido, he de reconocer que gratamente, al igual que ese escote que llevas hoy. Estás especialmente sexy ¿Es nueva esa camisa de leopardo?

-        La he usado poco.

-        Yo pienso que la deberías usar menos…

Cristóbal se lanzó al cuello de su esposa, desabotonando la blusa, besando su escote. Mercedes lo agarró por la nuca, sintiéndose poderosa por tener de nuevo el interés de su marido. Él ya sabía cómo desabrochar esos sujetadores con los enganches anchos y triples, le quitó el sujetador, y sus dos tetas cayeron lo justo, el tiempo no había pasado en balde por el cuerpo de su esposa pero, aun tenía la piel tersa y los pechos bonitos como cuando era joven, esos pezones prominentes desde que amamantó a Álvaro, rosados y jugosos. Los chupó con fuerza. Estaba preciosa con la falda negra estrecha hasta las rodillas y desnuda de cintura para arriba. Carne trémula que invitaba al pecado, tan prieta, tan maciza…

Cristóbal gozaba de los gemidos contenidos de su esposa al comerse sus pezones, apretaba y pellizcaba, esos pezones prominentes y los lamía buscando el placer de su mujer, consiguiendo que ella se mojase al máximo.

Él la conocía y sabía cómo calentarla, no había muchas opciones para hacer en la cama pero, lo permitido ya estaba pactado y ambos gozaban de eso.

La giró, la colocó empujando su espada apoyada en la mesa de la cocina, subió la falda hasta la cintura y bajó las bragas beis de algodón hasta sus rodillas. Mercedes notaba la frialdad del cristal de la mesa en sus pezones dilatados, y se excitaba aun más. Cristóbal empujó su polla fuerte por el coño de su esposa, agarrado a su culo de un buen pellizco.

Ella vio la ventana del ojo patio abierta pero, no iba a detener nada por cerrarla, solo debía morderse un poco el labio y no gritar demasiado para que no los oyeran los nuevos vecinos.

Él la follaba con fuerza desde esa postura que tanto disfrutaba, la golpeaba con sus huevos una y otra vez, haciendo que la mesa chocase contra la pared haciendo un sonido constante, gemía acompasando el traqueteo de la mesa, pellizcó fuerte el culo de su mujer, se alzó de puntillas y en tres embestidas descargó toda su leche dentro del coño de Mercedes, soltando un alarido de placer.

-        Cariño que ya no vivimos solos- advirtió Mercedes recatada como siempre, un poco avergonzada.

Ella no se había corrido pero, después de tantos altibajos matrimoniales se sentía recompensada con el calor que la leche de Cristóbal le proporcionaba dentro.

-        No te preocupes, cari. Blanquita no se va asustar a estas alturas.

-        ¿Insinúas que ya conoce tus gemidos?

-        Nunca hemos follado, no desconfíes más. Si hubiese querido…pero, no. Tú no mereces que te sea infiel. Espero que tus dudas queden despejadas.

La conversación fluía en la pareja mientras se recomponían. Ella subió sus bragas a pesar de llevar el semen de su marido corriendo por los muslos y estar así parece que favorecía la intimidad de la conversación.

  • ¿Qué quieres decirme? ¿Qué si por ella hubiera sido sí que os habríais acostado? ¡Por Dios! ¿A quién he metido en mi casa?

  • Merce, yo te lo expliqué de ante mano. Por un motivo u otro han surgido acercamientos, ya sabías de ante mano que hay una atracción. Ese es el problema de ayudarlos, si no existiera eso no había habido nada que ocultar, nada que cuestionar,…Desde que nos viste he ido con la verdad por delante.

  • Tienes razón, a veces quiero que eso de la atracción entre vosotros desaparezca para siempre pero, entiendo que eso no es un interruptor que se enciende y se apaga cuando yo quiera, lamentablemente…

Su marido comió algo y se fue al trabajo, ella se quedó lavando la ropa que había traído sucia del viaje, y mientras, dándole vuelta al asunto de la atracción entre su marido y Blanca.

Si seguían reprimiéndose, la atracción iría creciendo y ¿Cuánto tiempo iban a aguantar? ¿Aguantarían para siempre? O ¿Terminarían siendo amantes secretos? No se puede reprimir la atracción para siempre, o se corta de raíz o el deseo va en aumento.

Al subir a tender la ropa a la azotea, Mercedes coincidió con Blanca. La conversación era tan inevitable como incómoda.

-        ¿Y los críos?

-        Están abajo, viendo dibujos…He subido rápido a tender unas cosillas

-        ¿No trabajas?

-        No, los lunes no se suelen abrir las peluquerías…Esta mañana fui porque esa señora es cliente fija y quería arreglarse para salir de viaje…

-        A ver si me haces algo en el pelo a mí un día, llevo 22 años que tiene mi hijo echándome el tinte yo y cortándome el pelo sola.

-        ¿En serio? Pues lo tienes bonito. Tienes un rizo muy natural- dijo tocándole el pelo a Mercedes- Yo quizá te lo aclararía un poco, en vez de tan negro un marrón, tus cejas y tus ojos son castaños, y cortaría algunas capas para dar vida a la melena ¿Por qué no bajas esta tarde? Tengo tintes abajo, acabo de recibir un pedido…

-        No mujer, no te quiero molestar,…un día que tienes para estar con los críos en casa

-        Estoy acostumbrada, mujer, y ellos también. Si cada tarde me los llevo a la peluquería…Pobres ya lo tienen como rutina, se echan su siesta en el sofá de la salita de espera, luego meriendan y colorean hasta que nos venimos a casa…Así llevamos un año o más. Menos mal que no cierro tarde,…

-        Puedes dejarlos en mi casa por las tardes. A mí no me molestan, al contrario.

-        No por favor, eso es lo que haría falta…

-        Vuelves a ser cabezota ¿Crees que los niños pueden estar todo el día en la peluquería? Solo son unas horas por la tarde y yo no hago nada, es más me viene bien estar ocupada…

-        Bueno pero, solo aceptaré si bajas hoy a que te arregle el pelo.

Mercedes se puso en manos de su rival, y el resultado le pareció maravilloso. Ese color daba luz a su cara, el corte y el alisado le quitaban años de encima. Incluso le mandó una foto a Álvaro para que viese que guapa estaba su madre.

Verse así le dio energía para salir a comprar algo de ropa. Fue al centro comercial, esta vez descartó las tiendas del barrio y fue a las tiendas a las que van las muchachas.

Se embutió en un vaquero claro, que le sentaba de maravilla. Le recogía la flacidez y no se le notaba la poca celulitis que tenía, la chica de la tienda le sugirió que para vestir a diario necesitaba camisetas de punto de colores básicos y unas americanas de colores llamativos que combinaban con las camisetas. Unos collares largos para estilizar,…Se sentía como una especie de Pretty Woman por aquellas tiendas.

En la zapatería las chicas les vendieron unas botas altas con tacón de aguja negro “Toda mujer debe tener unas” le repetían y algún botín corto con tacón también generoso pero más ancho.

Se estaba haciendo con un fondo de armario juvenil en una sola tarde.

Lo que más le preocupaba era la ropa interior. Era consciente que su pecho ya no era el mismo.

La dependienta le sacó bastantes conjuntos de lencería de su talla preciosos pero, ella no se atrevía a comprar de esos. Quería lencería que le recogiese bien todo.

Entonces, se metió al probador siguiendo las órdenes de la chica y le mostró lo que ella solía usar. El desparpajo de la chica era asombroso a la vez que halagador.

-        Señora, usted tiene el cuerpo bonito y aun es joven. Se puede poner el conjunto que desee. Tenemos su talla de todos. No es justo que usted use eso ¡Eso es lo que usa mi abuela!- La chica sin pedir permiso le soltó el sujetador y observó sus tetas- No las tienes tan caídas ¡hay chicas de mi edad que las tienen mucho más caídas! Pero, está bien descartemos los dibujitos, vamos a por lencería fina.

Le trajo sujetadores con encaje de todos los colores, morados, azules, verdes, rojos, negros, blancos,…algunos con transparencias, otros de tela de seda…Le hizo ponerse la ropa nueva que se había comprado, para que viese como quedaba de bien con esa lencería debajo.

Mercedes alucinaba, esa ropa interior recogía su pecho pero, no lo dibujaba picudo ni escondía su tamaño, lo hacía redondo, elegante y alzado. Todo lo que ponía encima le favorecía mucho más. Se llevó todo lo que le mostró la chica e incluso un par de camisones bastante sexy.

-        ¿En serio que no se lleva usted el rosa y negro que tanto le ha gustado? Son ediciones limitadas del diseñador.

-        Ese me parece demasiado juvenil…es precioso pero, no me veo con algo así…Aunque pensándolo bien, envuélvame uno pero, de una talla más de ese modelo. He de hacer un regalo.

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-        Blanca. Subid a cenar- avisó mercedes por el ojo patio a su vecina- He comprado pizza para Pedro y Nico. – En seguida se oyeron los críos celebrando su comida favorita-  Y un picoteo con un vinito para nosotros tres.

-        Pero, si estos se duermen enseguida, Mercedes.

-        Pues los echas en la cama de Álvaro. Esto no lo voy a tirar…

Mercede se vistió para la ocasión, maquilló su rostro sutilmente, se puso los vaqueros con la camiseta blanca y la americana verde, y la ropa interior verde también. Le sentaba genial la nueva ropa, y esos botines marrones le realzaban el culo.

Los críos subieron con el pijamita, devoraron su pizza y en seguida estaban durmiendo. Blanca, llevaba una camiseta negra y un vaquero también. Iba maquillada y bien peinada como siempre, su corte de pelo moderno dibujaba su carita de niña, sus labios eran gorditos y preciosos, tenía los ojos grandes y verdosos, y siempre parecía estar riendo, la sonrisa le hacía un hoyuelo en la mejilla, que aun le hacía más expresión de simpática, se parecía a esa cantante…Chinoa, Chenoa...

Cuando Cristóbal llegó a casa, se llevó una gran sorpresa al ver sentada a Blanca en el sofá. Para Mercedes Ya era hora de que coincidieran los tres en una misma habitación, no iban a poder evitarlo siempre y no quería que el encuentro fuese un accidente.

Antes que Cristóbal pudiera preguntar que hacía ahí a Blanca, Mercedes salió de la cocina con una bandeja con el vino y las tapas…

-        ¿Quién eres tú y que has hecho con mi mujer?

-        ¡Qué idiota eres!

-        ¿Idiota? ¿Tú te has visto? Pareces otra… ¿Has visto Blanca?- tartamudeaba Cristóbal asombrado, sin saber muy bien qué hacer.

-        Sí, esta guapísima. Ya se lo he dicho antes.- Sonrió Blanca.

Cristóbal se moría de ganas de devorar a sus esposa ahí mismo, sin embargo solo le dio un tímido beso, pensando en su subconsciente que podía molestar a Blanca.

-        ¿Y esta cena? ¿Y los niños?

-        Están en el cuarto de tu hijo, groguis ya…- añadió la madre.

-        La cena es cosa mía, hace mucho que no hacemos una cenita y no echamos un vinito…

-        Tienes razón. Voy a darme una ducha y en seguida estoy con vosotras.

Cristóbal salió de la ducha con una sonrisa de oreja a oreja al ver a las chicas conversando y riendo tranquilamente. Ya sabía él que podían llevarse muy bien pero, lo que no creía es que eso iba a ser posible nunca, al menos tan pronto.

Se unió a la charla feliz, por un momento vio que Blanca tenía un paréntesis de esos agobios que la atormentaban y le encantaba ver a su mujer riendo contando anécdotas de cuando eran novios. Tres amigos cenando y nada más.

Blanca era joven y merecía esos momentos de ocio, se machacaba demasiado se autodisciplinaba  y se castigaba sola. Mercedes, se había quitado diez años de encima, nunca la había visto tan hermosa y hacía mucho que no la veía reír así.

Aunque la cena era amena y divertida, Mercedes hacía de observadora, las miradas cómplices de Blanca e Cristóbal no le eran inadvertidas, estaba claro que entre ellos también había vivencias, que habían compartido momentos buenos y malos como podía haberlos vivido con ella e incluso salieron anécdotas que tenían ellos dos en las conversaciones.

Casi tres botellas de vino vacías se iban acumulando encima de la mesa y también tomaron algún gin tonic para concluir la cena.

Los tres estaban embriagados. Cristóbal disfrutaba de las chicas, no desaprovechaba la ocasión de poner la mano sobre el muslo de Blanca, o en la cintura de su mujer, hubo momentos en que sucedieron ambas cosas a la vez y él se sentía pleno. Las chicas gozaban al verlo feliz y relajado. Las dos lo habían llegado a ver sufrir mucho por ellas y ahora verlo relajado y ser ellas el motivo, las satisfacía.

Blanca se despidió y tras la insistencia de Mercedes, aceptó dejar a los críos dormir allí.

Cuando ella se fue la casa se quedó en silencio, Mercedes estaba recogiendo la mesa y Cristóbal volvía de despedir a la invitada.

La sorprendió por la cintura desde atrás, y le susurró al oído un “Gracias” con la voz más sincera y profunda que Mercedes le había oído nunca.

Cristóbal empezó a sobarla y a alabar lo preciosa que estaba con esa ropa, Mecedes fingía querer zafarse de sus caricias que en el fondo le encantaban y le hacían sentir triunfadora. Pensaba que a pesar de esa atracción que su marido y Blanca compartían era ella la que lo tenía en ese momento, babeando por un polvo.

Se sentía poderosa pero, de nuevo esos pensamientos rondaron su cabeza: La atracción entre ellos era obvia, y hoy la había podido observar con sus propios ojos. ¿Siempre se iban a desear o terminaría eso algún día?

Soltó de nuevo la bandeja en la mesa, y se giró quedando de frente a su esposo. Él la quiso besar pero, ella apartó la cara.

-        He de decirte algo.

-        Lo que tú quieras, morenaza. – Vaciló el marido tomado por el alcohol.

-        Quiero que bajes

-        ¿Qué baje? ¿Dónde? Mañana ya tiro la basura…Ahora quiero follarte.

-        A tirar la basura no, idiota. A casa de Blanca.

-        Debe estar ya dormida, mañana la vemos.

-        No, quiero que bajes ahora y que te acuestes con ella.

-        ¿Qué estás hablando Mercedes?

-        Escúchame…No lo quiero tener que repetir. Baja y fóllatela.

-        ¿Estás loca, borracha o qué, Merce?

-        Si tiene que pasar prefiero que pase hoy y saber que estar pasando que vivir con la incertidumbre de que algún día pasará, o que cuando vengáis tarde piense que está pasando.

-        No va a pasar, Mercedes. Yo te amo y te respeto y Blanca, también te respeta. Puedes estar tranquila.

-        Para mi es lo mismo ver en tus ojos ese deseo de acostarte con ella, que el hecho de que lo hagas. Hazme caso y baja.

-        Nunca te haría algo así,…

-        Hazlo por mí. Necesito que me hagas caso. Ya habéis hecho mucho tiempo lo que vosotros habéis querido, ahora quiero ser yo quien lleve el timón, hasta ahora me he ido conformando con todo pero, ya se acabó. Los dos me vais a hacer caso, al fin y al cabo yo soy la más damnificada en esta historia y yo voy a decidir cómo llevar mi parte de la historia. Y ahora baja. No te preocupes por mí, voy a estar durmiendo como hace tiempo que no consigo dormir.

-        ¿Estás segura?

-        Segurísima

-        Yo,…sabes que solo he estado contigo en mi vida y no se…Igual ella no quiere.

-        Amor, ella si quiere, aunque es normal que titubee al principio. Lo desea igual que tú, hazme caso, sé de qué hablo.

Cristóbal la besó en la puerta y bajó la escalera para ir a encontrarse con Blanca, en el fondo lo deseaba desde hacía mucho tiempo, y ahora que tenía en beneplácito de su esposa no iba a desaprovechar la oportunidad.

Mercedes cerró la puerta y se fue a su dormitorio más tranquila que ninguna noche desde que saltó todo ese tema. Ahora sabía dónde estaba su esposo, y la incertidumbre se esfumada de su cuerpo.

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Bajó nervioso la escalera, no le dio tiempo a pensar que iba a decir ni hacer, no había tiempo de planificar nada, solo se dejaría llevar por todo lo que sentía y lo demás iría surgiendo.

Blanca abrió la puerta con los ojos medio cerrados, solo llevaba una camiseta ancha de propaganda de productos del cabello.

Cristóbal henchido de nervios la besó torpemente. La chica estaba extrañada y quiso pararlo pero, él estaba tan nervioso que no lograba articular palabra y explicarle.

-        Tenía tantas ganas de besarte sin freno. Si que uno de los dos parase por remordimientos…

-        Y yo a ti pero, no entiendo porqué ahora…Es mejor que paremos, ahora que conozco a Mercedes sí que no le voy a hacer algo así…Antes tampoco pero, ahora menos.

-        Ella me ha mandado aquí- dijo sin dejar de besarla ya dentro de la casa-

-        ¿Te habrá mandado a por algo no creo que a besarte conmigo?-contestaba Blanca sin dejar de besarlo.

Cristóbal frenó de golpe, la cogió por las mejillas y se sinceró:

-        Bueno, tú decides. Es complicado pero, ella me ha dicho que me quiere compartir contigo. No que lo acepta porque no tiene más remedio si no que quiere, que quiere verme feliz y sabe que así lo soy. Pero, eso solo será si tú quieres. Solo si tú también quieres. Yo soy un egoísta, un acaparador…llámame como quieras pero, si estoy loco lo asumo porque no quiero perderos a ninguna de las dos. Es complicado, tú eres muy joven pero, esto no es mi vicio ni mi capricho. Yo no quiero una amante, no soy un infiel. Yo quiero que me tengáis las dos y teneros, a las dos y a Álvaro, a Pablo y a Nicolás. Sé la magnitud de lo que pido pero, te amo ¿Alguna vez te lo he dicho? Antes me daba miedo pero, ahora ya no.

-        Esto es de locos Cris…

-        Tú decides, Nena. Yo…hagas lo que haga siempre voy a estar aquí.

-        Lo sé.

-        Puedo esperar, yo he bajado porque siempre he sentido que tú también sentías cosas,…Los besos, yo nunca antes…Me lio, no sé ni que decir. Lo que sea por tenerte cerca. Asumo lo que quieras por no verte lejos de mí, yo ya no podría…Ni en mis sueños, te imaginaba aquí en casa, ni soñando creía que ibas a llegar este momento, y bueno. Aquí estás. Aquí estamos…

-        Bésame…

-        Quiero que tú también quieras,…

Ella lo cogió por la solapa del polo y lo agarró por el cuello besándolo al fin profundamente, por primera vez sin miedos y sin pausas marcadas.

Lo llevó a su cama de la mano como si él no conociera el camino.

Cristóbal confesó que no había estado con más mujer que Mercedes y ella hizo lo propio confesando que tuvo una época de excesiva promiscuidad.

A ninguno le importaba nada.

Se besaron durante un largo tiempo y fue Blanca la primera en quitarse la camiseta, quedando solo con las bragas frente a él. Cogió las manos de Cristóbal y las llevó a sus pechos invitándolo a que la explorase, a que la conociera.

Hizo círculos en sus aureolas, hasta llegar a los pezones para tirar de ellos. Blanca tenía las tetas redondas y enormes, las aureolas grandes y rosadas con un pequeño pezón tímido que había que pellizcar para que se pusiera erguido.

Cristóbal, pasaba la palma de la mano por los pezones de Blanca, y cada uno de sus dedos mientras miraba la cara de ella, esperó a tenerlos bien duros para chuparlos ansioso.

Su piel sabía diferente que la de Mercedes, su tacto era distinto pero, también delicioso. Blanca sentía placentero el juego que le brindaba Cristóbal en sus pezones con su lengua. Por primera vez tenía a su deseado hombre para ella sola, disfrutando de su cuerpo, y quería gozarlo sin prisas.

Las manos de Cristóbal se perdían por su cuerpo, ella lo acariciaba sentada, con las piernas entreabiertas, ofrecida a él.

Cristóbal metió la mano por las bragas de Blanca, acariciando sus labios, apartó sus escasos vellos y llego a su dulce y empapado clítoris. Tiró de él, lo pellizcó suave y poco a poco fue hundiendo sus dedos índice y corazón dentro del agujero.

Abandonó sus pezones para besarla de nuevo, esta vez con sus dedos dentro de ella, flotando en sus jugos, dibujando círculos en su interior, mientras hacía lo mismo con su lengua en su boca.

El furor se apoderaba de ellos, torpemente y sin despegarse Blanca le arrebató la ropa a Cristóbal, encontrándose con una polla dura, caliente y rosada. Una polla bonita que le gustó admirar, y acariciar. Una polla madura que se erguía por y para ella.

Ambos se masturbaban el uno al otro sin prisa, mientras se besaban pausadamente. Los jadeos fueron inminentes, las respiraciones se les agitaban y el corazón les latía más deprisa.

-        Quiero probarte, necesito saber a que sabes- Dijo Cristóbal llevando los dedos que tenía dentro de Blanca a su boca.

Ese gesto, la puso aún más caliente, todo era tan distinto a sus otras relaciones; tan cultivado y a la vez tan primitivo. Su hombre era tan indecente y respetuoso a la vez, que la cautivaba sin control.

Se agachó entre sus piernas, despegó sus labios con su propia lengua y llegó al clítoris: caliente, jugoso…Un buen sabor a coño llegó a sus papilas gustativas, y lo succionó con frenesí.

-        Qué rica estás, Nena.- solo se separó para decir eso y siguió mamando ese coño que le encantaba, metió su lengua dentro sintiendo el calor, Blanca instintivamente atrapó esa lengua con sus músculos mas internos, no quería que se fuera nunca de ella.

Abrió más las piernas y frotó el pelo de su amante pegándolo lo más que podía a ella, llegando a sentir la punta de su nariz en el púbis, notando la respiración caliente y dificultada de Cristóbal, lo más cerca que podía. Solo podía gemir y repetirle que siguiera así. Hacía mucho tiempo que su sexo no recibía un placer parecido. Tenía entre sus piernas un gran comedor de coño y de esos no se había encontrado muchos en su vida.

Parecía no cansarse nunca de lamerle todos los recovecos, sorbía cada gota de jugo que salía de ella, sentía el calor de su saliva por todos los rincones…

-        Cariño, yo también quiero saber a que sabes tú. Como sigas así, no voy a aguantar mucho más sin correrme. – le suplicaba Blanca.

Cristóbal se apartó, le mostró su polla húmeda y dejó que fuese Blanca la que se acercase como quisiera.

Ella lo dejó recalcado en el cabecero, le abrió las piernas lo más que pudo, viendo su polla caliente apuntando al techo de aquella habitación del pecado, observando sus huevos hinchados y lo que asomaba de su culo así sentado, solo para ella.

Se coló por en medio a cuatro piernas, metiéndose lentamente la polla de Cristóbal por primera vez en su boca. Relamía su sabor salado y llegaba hasta la base, para luego presionar con sus labios llegando a la punta.

Cristóbal, gozaba de la mamada y de la visión. Las tetas de Blanca colgaban y se bamboleaban al ritmo de los movimientos de esta y su lengua maestra hacía las delicias de su polla.

Llegó a sus pezones con las manos y se los pellizcó, mientras se tragaba su polla cada vez más ansiosa brindada a sus caricias, sujetándolo por los huevos, acariciándolos mientras engullía con todas sus ganas cada milímetro de su polla, haciéndolo gozar mientras movía instintivamente su pelvis para que ella tragase más y más.

Blanca no preguntó, se incorporó considerando que era el momento de tener a Cristóbal dentro.

Se agarró al cabecero mientras él seguí sentado, y se la fue clavando a su antojo hasta sentirla en sus entrañas.

Cristóbal agarró uno de sus pezones y lo chupaba mientras Blanca lo cabalgaba con firmeza aprovechando la estabilidad que le ofrecía estar sujeta al cabecero.

No les hizo falta mucho más, ambos se habían deseado tanto, durante tanto tiempo, se habían calentado tanto que en unas pocas embestidas, Cristóbal agarró a Blanca por la cintura y evitó que se sentara sobre su polla, que quedó erguida entres sus vientres soltando varios borbotones de leche espesa y caliente.

Se besaron, se besaron con todo el deseo del mundo durante buen rato sin importarles que se estuviese derramando todo por las sabanas, se besaban entre caricias con sus cuerpos enlazados y sonrientes. Al fin se habían tenido, al fin se había cumplido su fantasía.

Blanca, se tendió bocarriba en la cama, aún corrían chorros de semen por su vientre y su pubis pero, no importaba nada, notó que Cristóbal aún la tenía flácida pero, ella no había acabado.

Puso la mano de Cristóbal sobre su coño de nuevo.

Este la acariciaba de nuevo plácidamente, mientras la colmaba a besos por su cuello, su boca, su cara y de nuevo sus pechos y sus pezones. Sin importarle mancharse de su propio semen.

Frotaba su coño y entraba en él, esta vez más dilatado y jugoso porque él había estado bien dentro de este.

-        Sigue así. Acaba lo que empezaste. Fóllame con esos dedos, así fuerte.

-        Eso es. Córrete en mis dedos, quiero notar como aprietas mis dedos dentro de ti, Nena.

-        ¿Te gusta verme así? ¿Te gusta tenerme abierta solo para ti, eh? ¿Te gusta follarme fuerte, verdad? – El cuerpo de Blanca se retorcía y su lengua se desataba- Vamos, sigue así. Me corro, mmmm Sigue- Ese “sigue” se alargó en el tiempo, acompasado por contracciones de su cadera y espasmos en su vientre.

Cristóbal acalló con su boca en la de ella. A él no se le había olvidado que Mercedes y los niños estaban justo arriba.

En cambio, ver a Blanca retorcerse mientras se corría con sus dedos dentro como había pedido, le parecía la cosa más excitante del mundo.

-        Pero, qué rica estás preciosa. – Decía mientras se lamía los dedos y la miraba sonreír.- Que bonitas estás así, satisfecha y llena de mí.

Ambos estaban  gozando, Cristóbal se sentía pleno al fin y Blanca dichosa por haberlo tenido. El plan era que Cristóbal volviese a la cama con su esposa pero, charlaban y se mimaban hasta que les pudo el sueño antes a los dos.

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