Divertido juego (2)

Enhorabuena, habéis conseguido superar la primera prueba. Es hora de enfrentaros a la segunda...

Bueno, en primer lugar gracias a todos por vuestros comentarios y emails :D Espero que disfrutéis con esta entrega y que os guste tanto o más que la primera, ¡gracias!

Coño, me había tocado la lotería con este juego. Yo, a mis 20 años, no es que haya tenido mucha experiencia sexual que digamos (con otras personas, claro, conmigo mismo soy todo un experto). En fin, que aunque no soy ningún bombón tampoco es que sea un cardo borriquero joder, lo que pasa es que yo para estas cosas en condiciones normales soy tímido, me cuesta entrarle a las tías; moreno y ojos castaños, de mediana estatura, soy un chico más bien normalillo.

A lo que iba, después de vacíar nuestros cipotes de leche la puerta se abrió, y entramos en la siguiente sala. Esta habitación nada tenía que ver con la anterior, era una habitación de paredes, techo y suelo oscuros, tan sólo la llama de dos pequeños candelabros colocados en la pared iluminaba la estancia. Imaginaos cuál era mi estado mental, que lo primero que pensé al entrar en la sala era que pasaría si apagaba esos dos candelabros. Ya ves, así soy yo.

Tres sillas metálicas se hallaban en el centro del habitáculo formando un círculo. Eran sillas parecidas a esas que utilizan los ginecólogos, con unos artilugios que se prolongaban del asiento y que tenían como función sujetar las piernas, separándolas. Al lado de cada silla, había una larga barra de metal, con una ranura en la parte superior. La ostia, a saber que obscenidades se avecinaban.

Encima de una de estas sillas pude divisar la cinta (¡la cinta!) que nos daría paso a la siguiente prueba. Sobre otra de las sillas, estaban las llaves de las esposas que habían mantenido atadas nuestras manos durante la prueba anterior. Me libré de mis esposas y le pase la llave a mis compañeros.

  • Oye colegas, ¿y donde cojones está la puerta para pasar a la siguiente sala? –dijo Nacho. Pobre chaval. Vamos a ver, físicamente era un portento, eso no puedo negarlo: alto, cachas… Pero eso sí, tenía una cara de gilipollas el chaval que no podía con ella. Ya sabéis, el típico musculitos con el cerebro del tamaño de una canica. De cualquier modo, el tío llevaba razón, ¿dónde estaba la puta puerta?

En este gran misterio estábamos sumidos todos cuando, de pronto, la puerta que comunicaba a la sala anterior se cerró a nuestras espaldas.

  • En fin, esto sólo tiene un camino –bufó Aaron, y cogió la cinta de la silla, para acto seguido ponerla en funcionamiento

Enhorabuena, habéis conseguido superar la primera prueba. Es hora de enfrentaros a la segunda. Como habéis podido observar, hay tres sillas en la sala, las cuáles deberéis ocupar tres de vosotros.

  • ¿Eso es todo? ¿No nos dice nada más el colgao éste? ¡Vaya mierda! –dije, claramente irritado.
  • Bueno, bueno. Sigámosle el juego, tres sillas, tres personas, ¿quién se ofrece? –dijo Aaron.
  • ¡Yo! ¡Yo quiero! –exclamaba Nacho dando saltos de alegría. Definitivamente este chaval era tonto del culo. A saber que destino les esperaba a aquellos que se sentasen.

Como nadie más se ofreció de forma voluntaria, tuvimos que echarlo a suertes y las "afortunadas" fueron Laura y Alicia.

  • Bueno, ¿y ya está? –dijo Alicia tras sentarse en una de las sillas. Pero poco duró esta situación, pues a los pocos segundos de sentarse los tres unas bandas metálicas se accionaron automáticamente alrededor de sus extremidades, dejándolos inmovilizados.
  • ¡Hijos de puta, a ver que coño me hacéis! ¡A mí no me va el sado, dioss..! –lloraba Laura, presa del pánico. Y es que ya había tenido una experiencia anterior en cuánto al sado, un novio sadomasoquista que se ponía cachondo dándola de ostias con una fusta, jodido anormal.

Ni tiempo me dio de empezar a reírme cuando la voz del hombre de la cinta volvió a sonar

Ahora que ya estáis sentados tres de vosotros, sigo con la explicación de la prueba. Como véis al lado de cada silla hay una columna metálica con una ranura. La llave que encaja en dicha ranura la encontraréis en el interior del cuerpo de las personas que están sentadas. Esas llaves os darán el acceso a la siguiente prueba. Por tanto, la prueba consiste en encontrarlas. Una pista, buscazla en sus orificios.

Laura suspiró aliviada al conocer la prueba, cualquier cosa era mejor que el sado. No fue el caso de Nacho, que se quedó inmóvil y palideció. Vale, no era tan subnormal, había captado perfectamente dónde estaba su llave.

  • Esto… ¿podéis mirar a ver si la tengo en los agujeros de la nariz? ¿o en los oídos? –decía Nacho. Pobrecillo.
  • Claro, claro –reía Lucía. Todos sabíamos donde habría que acabar buscando, todo lo demás sería prorrogarlo.

Yo, por mi parte, desconecté automáticamente de lo que hacían los demás (la posible imagen de Lucía metiendo su mano en el culo de Nacho no era algo que me atrayera ni lo mas mínimo) y me dirigí hacia Alicia. Que morbazo que me daba esta chica. Era la típica niña modosita, recatada y mojigata en cuánto al sexo, de esas chicas infantiles que luego en la cama se desmelenan, ya me entendéis. Se me hacía la boca agua verla allí sentada, con su faldita amarilla a juego con el lazito de su cabeza, un polo blanco de las supernenas ajustado, que marcaba sus curvas, y unas medias blancas que subrayaban esa imagen de niña buena.

  • ¿Tu también quieres que te mire en la nariz guapa?
  • No... no creo que esté en la nariz…-me dijo sonrojándose y con un tono meloso que me volvió loco.

Así que, sin dilatarlo más, levanté su faldita dejando al descubierto unas pequeñas braguitas blancas. Con parsimonía, las deslicé hacia abajo por sus piernas, disfrutando de lo que se ofrecía a mi vista. Por dios, esta chica me iba a matar. Tenía el coño depilado, con unos labios carnosos que me tuve que resistir a probarlos.

  • Auu… me haces daño –rezongó. Y es que había ido yo directo a meterle los dedos sin percatarme de que la chiquilla aún no estaba lubricada.

Acerqué mi boca a su intimidad con la intención de ensalivarla. Con movimientos lentos, frotaba mi lengua contra su clítoris arrancándole los primeros suspiros.

  • Mmm… ahh… que gusto… más rápido Iván

Dicho y hecho. Comencé a realizar movimientos círculares sobre su femineidad con rápidez, mientras introducía un dedo en su interior, que ya empezaba a mojarse.

  • ¿Así te gusta?
  • Ahh… si... no pares por favor uhmm…-jadeó ella- cómemelo todo
  • Me encanta tu coño nena –le dije, y aumenté el ritmo de mis embestidas.
  • Ohh Iván siguee… mmm… ahh, méteme otro dedo… -jadeaba Alicia mientras movía su culito para acercarse aún más a mi boca.

Alternaba lametazos lentos y rápidos sobre su coño ya empapado, y con mis labios aprisionaba su botoncito del placer con fuerza haciéndola temblar de gusto. Su cara era todo un poema, dos grandes coloretes le habían aparecido en sus mejillas, y cuando no estaba con la boca abierta gimiendo se mordía con ansia el labio inferior.

Con fuerza metía y sacaba mis dedos del interior de su conejo, arrancándole cada vez gemidos más profundos. En eso estaba cuando toqué algo duro. Joder, ¡la llave!, me había olvidado por completo de ella.

  • ¡Mira Alicia, la llave! ¡He encontrado la llave! –exclamé, orgulloso de mi mismo, al tiempo que me dirigía hacia la ranura de la columna metálica.
  • Iván no me dejes así, ya me falta poco, sigue tocándome… -berreó Alicia, otra vez con ese tono entre meloso y excitado que tanto me ponía.
  • ¿Quieres que siga?
  • Uhmm si… quiero que me lo comas, haz que me corra Iván

Dejé la llave en el suelo y volví de nuevo hacia su coñito. Con una mano separé los labios mayores y con el pulgar comencé un movimiento frenético sobre su clítoris. Mi lengua se apoderó de la entrada de su humedad, lamiéndola a conciencia.

A todo esto, me percaté de que Aaron ya había encontrado la llave de Laura y se pajeaba observándonos cuando se acercó a nuestra posición.

  • Toma bonita, comemela un poquito –le dijo a Alicia, acercándole su polla a la boca. Ésta, ni corta ni perezosa, se la metió entera en la boca.
  • Ahh… chupa un poquito más abajo… -me pidió Alicia, sacándose la polla de Aaron de la boca por tan sólo un momento.
  • ¿Así?
  • Uff si… ya casi estoy, me voy a correr ahh… no pares de comermelo mm dioss... –dijo, volviéndose a meter el miembro en su boquita.

Alicia comenzó a convulsionarse indicándome la llegada de su orgasmo, mientras que Aaron, presa del morbo, se corría en su cara, manchándole el pelo de semen y restregándo la polla por la mejilla de la muchacha.

Una vez nos hubimos recompuesto (yo con mi polla a reventar, todo hay que decirlo) introducimos las llaves en las columnas metálicas y las bandas de acero que sujetaban a Alicia, Laura y Nacho desaparecieron, liberando sus brazos y piernas. A su vez, el suelo a un extremo de la sala ascendió, dando acceso a una nueva puerta. A una nueva prueba