Distopía Anti-electrónica: Fresa y Nutella.

Cynthia y Gabriela (Fresa y Nutella) son dos chicas inmigrantes que unen sus destinos y se ven abocadas a ejercer una profesión dudosa gracias a la que logran cierta prosperidad. Un día van a verse en problemas realmente graves.


LA DISTOPÍA:

Una distopía es (Wikipedia): “una sociedad ficticia indeseable en sí misma”, lo contrario de Utopía.

Este mundo vive una distopía. Empezó en 2020 con los atentados del movimiento “Synonimous”. Comenzaron destruyendo fábricas de tecnología. También asesinaron masivamente a ingenieros, profesores… Y el golpe definitivo: provocaron simultáneamente un gran número de pulsos electromagnéticos que destruyeron aparatos electrónicos a millones. Ese hecho se conoció como “El Evento”.

Después de aquella oleada, la tecnología electrónica quedó prácticamente borrada del planeta. Un dispositivo electrónico era guardado como un raro diamante porque no existía fabricación de nuevas unidades. Por supuesto, la humanidad intentó rehacer la tecnología perdida, pero la destrucción no sólo de medios de producción sino también de diseños, planos, plantillas… lo puso muy difícil. Entonces nos dimos cuenta de que habían eliminado selectivamente a las personas que podrían reconstruir el mundo electrónico. Hasta cobraron sentido ciertos atentados “menores” donde los militantes de “Synonimous” se habían colado en bibliotecas destruyendo libros que permitirían recuperar conocimientos clave.

En esta situación, en el año actual (2050), el planeta entero vive, básicamente, con la tecnología de 1970. Existen teléfonos fijos, telégrafos, televisión analógica… se ha vuelto a las válvulas de vacío y a los transistores discretos.

Todos los gobiernos del mundo reaccionaron fuertemente ante aquel ataque sin precedentes. Cualquiera sospechoso de ser militante o simpatizante de “Synonimous” sería arrestado y posiblemente maltratado por las autoridades. Como consecuencia todos los delincuentes empezaron a ser tratados con mayor rigor que antes del “Evento”, las libertades civiles fueron recortadas en pos de la seguridad colectiva. Aunque hace años que no se detecta a ningún miembro de la organización, el sistema policial y judicial en todo el mundo sigue siendo de una extrema dureza.


Gabriela (Nutella):

Soy Gabriela, nací en Colombia, según mi madre somos pura raza indígena. Por mi estatura de metro cuarenta y cinco y mis generosas curvas en pecho y glúteos, puede ser… Pero mi piel no es tan morena como la de mis paisanos, demostrando el continuo mestizaje al que ha estado sometido mi país desde el descubrimiento de América.

Nací después del “Evento”, yo no he conocido Internet ni los teléfonos móviles. En los países menos desarrollados (sí, como el mío), al menos al principio, estuvimos menos afectados. Hubo menos atentados y muchos sistemas sobrevivieron. Sin embargo, duraron poco por la imposibilidad de mantenerlos. En poco tiempo empezaron a llegar europeos y norteamericanos, algunos armados, explotando recursos naturales y perpetuando el neo-colonialismo en el mundo “post-evento”.

Habiendo acabado los estudios de marketing y llevando dos años sin conseguir “marketizar” nada, decidí emigrar. Pero desde el “evento” la cosa estaba muy mal para entrar en los países más ricos. Tuve que recorrer los peores barrios de Bogotá para conseguir un pasaporte falso de una nación occidental… “Ahora ninguno tiene chip electrónico, no podrán distinguirlo de uno bueno”, me dijeron…

Se equivocaban, fui arrestada en el aeropuerto. Me esposaron con las manos a la espalda y me hicieron una foto para la prensa. Pasé la noche llorando en un calabozo maloliente.

Por la mañana, me esposaron las manos por delante y me llevaron ante un hombre que debía interrogarme. Desde el principio me pareció un tipo siniestro, desagradable… Él era el policía y yo la delincuente, pero no me gustaba nada estar allí indefensa a merced de aquel tipo que no paraba de sonreír con sorna mientras me miraba las tetas. No paraba de decir que utilizar documentación falsa era un delito grave, que iba a pasar cinco años o más en un penal y que el día de mi salida, me meterían esposada en un avión y me mandarían de vuelta a mi país.

Comenzó a decirme que podría olvidar el pasaporte falso, que diría que intenté entrar con el colombiano que llevaba guardado en la maleta. Mientras decía eso comenzó a tocarme una teta y noté su otra mano en la rodilla… Antes de que protestara, su mano fue avanzando hacia la entrepierna. Yo sólo comencé a decir:

  • No, no, no… llevadme a la celda.

En ese momento, la puerta se abrió con estruendo. Entraron dos uniformados y otro agente de paisano. El interrogador se levantó contrariado y empezó a protestar. Los dos oficiales lo esposaron con las manos a la espalda.

  • Te hemos grabado, creo que se acabaron tus años de corrupción -dijo el agente de paisano.
  • Yo te conozco… inspector Michael García, los de anti-corrupción sois unos perros -protestó el agente corrupto.
  • Sí, perros guardianes, y acabamos de capturar al zorro.

Los uniformados se lo llevaron arrastrándolo. Yo miré a aquel hombre… mediría metro setenta, a mí me parecía alto, constitución fuerte, pelo cano rapado muy, muy corto.

Me levanté extendiendo las manos, como si esperara que me liberara.

  • Siéntate -me dijo con voz firme pero correcta.
  • Si declaras contra él, podremos retirar el cargo de documentación falsa, sólo serías deportada -continuó.
  • Eso es lo mismo que me ofreció él -dije.
  • Pero ahora es de verdad… Él te habría violado e irías al penal igual.

El hombre llamó a una agente femenina. Ella vino para llevarme de nuevo a la celda. Agarró las esposas por el centro y tiró de ellas para llevarme. Al llegar a la puerta le dije al hombre:

  • Me gustaría pedir el permiso de residencia.

El hombre hizo un gesto para que su compañera parara un momento, me contestó:

  • Puedes pedirlo pero tienes pocas posibilidades.

Me enviaron a la cárcel municipal hasta el día de mi testimonio. Lo peor es su costumbre de tener a las presas todo el día con grilletes en los tobillos. Unas horas de patio al día, desayunar, comer y cenar en una sala sucia y cutre. El resto del tiempo en una celda para dos, con quien te toque.

Me tocó con una hermosa gacela negra de metro setenta. Cynthia, origen africano, cuerpo esbelto, piel de chocolate. Nunca me habían gustado las chicas; pero encerradas en una celda de nueve metros cuadrados casi todo el día, la cosa puede cambiar.

Sin saber muy bien cómo, la primera noche nos desnudamos (sólo hay que quitarse el infame camisón a rayas que te hacen vestir), nos besamos, nos tocamos… nos acariciamos los pezones… Por “compatibilidad” con los grilletes de nuestros pies, nos hacen vestir unas ásperas bragas blancas con cordeles laterales, como las de un bikini. Se las quité a Cynthia y empecé a masturbarla con dos dedos… lentamente… humedecí los dedos con saliva y seguí… Ella metió su mano en mi braga e hizo lo mismo. Terminamos ambas con la boca sobre el sexo de la otra, hasta que nos corrimos en un gran orgasmo.

Fue el único momento de placer que tuve desde que intenté pasar el control de pasaportes… Eso sí, lo de chupar coños me pareció un poco anti-higiénico y el sabor me pareció excesivamente fuerte, salado… como agua de mar.

Al día siguiente repetimos… Al quitarle la braga, saqué un pequeño frasco de mermelada de fresa que había robado esa mañana en el desayuno. Ella sacó otro de crema de cacao y avellanas (nutella)... El desayuno no es bueno, ponen estas cosas para engañar el sabor… Nos reímos, pero nos untamos… yo la unté de fresa y ella a mí de chocolate. Y nos comimos los chochitos dulces… Desde entonces, ella me llama a mí “nutella”, yo la llamo “fresa”...


Cynthia (Fresa):

Soy Cynthia, de Nigeria. Mi país siempre fue pobre. En los primeros años tras el “Evento” se decía que íbamos a recuperar, a ser la gran potencia del Golfo de Guinea. Poco duró… los occidentales ocuparon todo el Golfo. La verdad es que con ellos el país se volvió más seguro, pero también nos colonizaron: las que, en teoría, eran tropas en misión humanitaria, controlaban todos los recursos, vigilaban al gobierno local…

En ese contexto crecí… No me gustaba estudiar, no acabé la escuela, pero sí me gustaba trabajar. Fui camarera en el bar que frecuentaban los oficiales extranjeros. Yo ya tenía dieciocho años y un buen cuerpo. La mayoría de ellos me insinuaban cosas.. incluso me decían barbaridades: “Ven a dormir la siesta conmigo” y lindezas similares.

Un día la barbaridad la dije yo… Me había fijado en un teniente joven. Era el más tímido y tranquilo del grupo. Cuando nadie más oía, le propuse vernos en el lavabo del bar. No dijo nada pero me esperó a la hora convenida… Allí fui suya… con el culo en pompa, apoyada en un retrete… Él hizo todo muy suave, tenía miedo de hacerme daño.

  • Tranquilo que no soy virgen -le dije.
  • Siempre hay que empezar despacio -dijo él.

Desde ese día, buscábamos continuamente sitios y momentos para vernos. Teniente Michael García. Él no tenía más de veinticinco años… Había sido universitario y lo reclutaron para venir a África, a “poner orden”.

Yo quería salir de África. Y, sí, enrollarme con él podía ser una salida. De todos los que visitaban el bar, era el que menos miedo me daba. Pero sin uniforme y sin esa necesidad de que alguien me rescatara, seguramente no me habría fijado en él.

Me rescató… Al acabar su servicio en África me llevó con él a su país. Nos casamos en el barco de vuelta para evitar problemas de inmigración.

Vivimos felices un tiempo… pero se acabó… divorcio. Yo me quedé aquí… trabajando en lo que encuentro. Llevo un tiempo de mala racha… poco trabajo, mal pagado… no les gusta mi color. Ya no soy esposa de un militar y eso se nota…

Robé en un supermercado… delito menor. Seis meses en la cárcel municipal… Al menos, por esto no te envían a un penal. El penal es la muerte en vida… trabajos forzados… pierdes la noción del tiempo y si llegas viva al fin de la sentencia, te has convertido en un alma en pena.

Gabriela fue lo mejor que me pasó desde Michael. Yo nunca había estado con chicas, ella dice que tampoco… pero me encanta comerle el coñito de nutella. ¡¡¡Ahhh!!! Subo al cielo cuando me unta el coño negro de fresa y lo lame lentamente…

Gabriela estuvo cerca de un mes compartiendo conmigo aquel agujero. Mi quinto mes. Al declarar la iban a dejar libre. Había solicitado la nacionalidad y mientras no le contestaran era libre de vivir donde quisiera… El problema era que no tenía nada, el proceso podía llevar un mes o más y era tiempo suficiente para que muriera de hambre o de frío.

Yo tenía otro problema… Aquel era el último mes que mi piso seguiría siendo “mío”. Era un cuchitril alquilado de treinta metros. Cuando supe que iba a la cárcel conseguí pagar un mes más de alquiler… Con ese mes y el tiempo que suelen tardar en echarte, a mi vuelta habría otro inquilino.

Medidas desesperadas: le pedí a Gabriela que viviera allí. Realmente, necesitaba un sitio pero, en cualquier momento, aparecerían para echarla. Debía lograr pagar mis deudas, aunque fuera poco a poco. Trabajar en lo que fuera… Tendría que ser algo ilegal… No tenía permiso de trabajo.

Contra todo pronóstico el plan funcionó… Gabriela consiguió mantener el piso hasta que llegué. Hasta había cambiado algunos muebles viejos… Al entrar me eché a llorar y ella me besó dulcemente…

  • ¿Cómo lo has hecho? -le pregunté.
  • No me ha quedado otra -dijo.
  • ¿Otra?, ¿De qué?
  • Es tuyo… siempre será tuyo, pero lo alquilo por horas para comer y pagar el alquiler.
  • ¿Qué alquilas? -pregunté, sabiendo ya la respuesta.
  • Tu coñito tostado untado de nutella.

Gabriela:

Al fin salió el juicio del oficial corrupto. No es que me trataran muy bien. La noche anterior, me llevaron al juzgado encadenada y me encerraron en un calabozo del sótano. Por la mañana me dejaron vestir mi ropa pero me volvieron a encadenar de pies y manos. Así tuve que declarar. Me dejaron en el mismo calabozo hasta que leyeron la sentencia. Sólo en ese momento, me sacaron del calabozo y me dejaron libre.

  • Buena jugada pedir la residencia -me dijo una oficial al dejarme en la calle-. Si no, ya ibas esposada al aeropuerto.
  • Disfruta el mes que te queda… -siguió-. Cuando vengas a oír la resolución, te estaré esperando con los grilletes preparados.

Intenté no oírla y disfruté el momento. Estaba en la calle, sin rejas, sin grilletes. Caminé un rato tirando de mi pequeña maleta y viendo la calle, los bares, las tiendas, la gente…

Conseguí cambiar el poco dinero que traía y preguntando logré llegar al piso de Cynthia. Tenía la llave que ella había pedido que me dieran. Al poco de entrar, vino un tipo gordo y sucio. Era el casero… No le importó el cambio de persona pero sí el dinero que debía. Básicamente, me dio una semana para empezar a pagar. Insinuó algo de que a lo mejor podía pagar de otra manera pero me hice la loca. Era tal el asco que me infundía que aquello me parecía la peor opción posible.

Comencé a buscarme la vida… debía sobrevivir. Pregunté en supermercados, en bares… Me ofrecieron dinero por sexo cinco hombres y una mujer. Pero también logré trabajar… limpié suelos, retretes… recogí cartones, botellas. Conseguía comer pero no juntaba ningún dinero extra. Sabía que en una semana aparecería el desagradable casero. Una compañera, limpiadora, me propuso preguntar en el “Teatro X” de la calle cinco.

El “Evento” había acabado con el vídeo doméstico… ya no había pornografía en casa. Se crearon los teatros X, espectáculos de sexo en vivo. Nada convencida fui por allí… Esa noche, otra chica y yo hicimos el número de la nutella y el público enloqueció… Al acabar una cola de hombres comenzó a ofrecerme grandes cantidades por dejarme comer el coño. No sé si fui débil o práctica, acepté la oferta de los menos repulsivos… Al terminar con el primero me ofreció el doble por “coger” (follar)... y sí, lo dejé cogerme brutalmente.

Al final de la semana pagué la mitad de la deuda y me sobró dinero.

No me gustaba mucho el “trabajo” pero solucioné el problema económico. Me quedaba mi poco probable permiso de residencia. Debía acudir al juzgado en un mes y se me comunicaría la decisión. Si era negativa, la policía me custodiaría hasta el aeropuerto. Si lo pensaba, ya sentía las esposas en mis muñecas.

Un día desperté con una idea e intenté ponerla en práctica. Conseguí averiguar donde vivía Michael García y me presenté allí.

  • ¿Qué haces aquí? -me dijo.
  • Quería pedirte que hicieras un informe favorable sobre mi petición de residencia -contesté.

Él se negó… Dijo que conocía mi intención de entrar en el país con documentación falsa, que realmente merecía el penal y que ya era bastante que quedara libre. Un viaje trasatlántico con las esposas puestas me recordaría lo que no debo hacer.

Me temía esa reacción… hablé suave, me acerqué a él traspasando el umbral. Le hablé pegando mi cara a su cuerpo… Sin ser alto me sacaba la cabeza. No protestó porque entrara sin permiso y ví como bajaba la mirada hacia mi abundante escote. Lentamente, suavemente, comencé a tocarle la entrepierna. Él comenzó consintiendo, noté como algo se endurecía allí dentro.

De repente hizo un movimiento brusco. ¡¡¡Ayyy!!! Me agarró un brazo con fuerza y me lo retorció empujándome contra la pared. ¡¡¡Ayyy!!! Oí el ruido metálico inconfundible de las  esposas al cerrarse, el arco dentado penetrando el cuerpo del grillete y siendo retenido por el trinquete, fácil hacia adentro, imposible hacia afuera, como una llave de carraca al apretar. Noté el metal frío alrededor de mi muñeca… ¡¡¡Ayyy!!! Ahora la otra… Me esposó con las manos a la espalda, las palmas de las manos hacia afuera, imposible girar las muñecas, los grilletes bien apretados… incómodo, un poco doloroso, pero sobre todo infinitamente incómodo.

  • ¿Por qué me haces esto? -le dije.
  • Has entrado sin permiso… allanamiento. Me has ofrecido sexo a cambio de un beneficio. Si te denunciara ahora, irías al penal y te deportarían a final de condena.
  • ¿Me denunciarás? -pregunté asustada.

Me agarró la melena fuertemente con la mano izquierda… tiró obligándome a mirar al techo. Desde atrás, aprovechando la diferencia de altura, me besó en la boca… ¡¡¡Ahhh!!! Metió su lengua hasta mi garganta…

Hacía tiempo que no me besaba así un hombre. A mis clientes no les dejaba besarme la boca. Realmente, nunca me habían besado así… indefensa, esposada… prisionera de mi amante. Era como un plato picante… te hace daño pero te gusta. Me retorcí, mis manos tiraron de las esposas sintiendo dolor.

Me dio la vuelta, sacó mis pechos fuera del corpiño… No era difícil por lo generoso del escote. Los manoseó… chupó los pezones… ¡¡¡Ahhh!!! Me sigo retorciendo… Sigo maldiciendo las esposas y disfrutándolas al mismo tiempo.

Me desabrocha el pantalón… Me baja pantalón y braga sin que yo pueda impedirlo… No querría impedirlo pero tampoco iba a poder. Me toca, me toca con dos dedos… estoy húmeda, caliente…

Se arrodilla delante de mí… Me chupa el sexo… me come el coño suavemente… ¡¡¡Ayy!!! Me retuerzo, mis brazos tiran con mucha fuerza… ¡¡¡Ayyy!!! Nunca pensé que los grilletes me darían placer…

  • ¿Tienes algo dulce para untarme? -le dije.

No tenía nutella… usó nata. Me comió el coño hasta el límite del orgasmo. Después me llevó a un sofá y me tumbó boca arriba. Puso un cojín entre las esposas y mi cuerpo para protegerme la espalda. Me contempló un momento… desnuda de cintura para abajo, las tetas fuera del escueto corpiño… Yo sentí las manos inútiles, atrapadas por las esposas y por mi propio peso. Nunca había estado tan indefensa y, extrañamente, tan a gusto como en aquel momento…

Se puso encima y comenzó a follarme… empezó suave, con cuidado… fue subiendo de fuerza, de velocidad…

Me corrí cuando noté que él también se iba a correr… Chillé de placer al sentir el líquido cálido dentro de mí…

Me soltó las manos y me dijo:

  • Vale, haré un informe positivo… pero no cuentes esto.

Cynthia fue liberada y se encontró conmigo en el piso. A regañadientes, conseguí que se uniera a mí en el “Teatro X”. Fui con ella al juzgado… temblé cuando la juez se dispuso a leer… Vi a una agente jugando con las esposas… Cuando la juez habló, las guardó con cara de chasco. ¡¡¡Conseguido!!! Era libre…

De allí fuimos al teatro… Al verme llegar, nuestra jefa encargó un gran cartel con una foto de ambas en ropa interior. El letrero decía simplemente: “Fresa y Nutella”.

Aunque no lo hice, de vez en cuando sentía deseos de ir a ver a Michael… Quería a Cynthia, nunca había querido tanto a una persona, pero aquel polvo salvaje me humedecía la entrepierna sólo con recordarlo.


Cynthia (Fresa):

No estaba nada convencida de meterme en el porno en directo. Pero llevamos ya casi un año y nos ha dado todo. Hemos logrado comprar un apartamento, a tocateja… nada de préstamos. La gente espera un mes o dos para conseguir un asiento en el teatro… salimos en fotonovelas, en revistas para hombres…

Sigue habiendo hombres (y hasta mujeres) que nos piden sexo por dinero. Sólo accedemos ante los que ofrecen más… Y el cliente debe pagar un buen hotel, si no, que se pajee… Si vemos a un tipo sospechoso pasamos…

Lo malo fue que cometimos un gran error. Desde el principio, nos animábamos con alcohol antes de salir a escena… Y más si teníamos clientes privados. Bebíamos y les dábamos de beber: cerveza, vino, whiskey, ron, aguardiente… todo valía para follar borrachas y no sentirnos humilladas ni maltratadas.

El error definitivo fue el polvo blanco: la cocaína… Una sola raya producía más euforia que una botella de vino. También la compartíamos con los clientes. Una de las chicas del teatro nos la pasaba a buen precio y si el cliente quería se la revendíamos por el doble.

Aquel día nos contrató una señora con cara de viciosa. Decía que sólo quería ver el número ella sola. Contrató una suite enorme en el mejor hotel de la ciudad. Estábamos muy borrachas. Nos pidió coca… toda la que tuviéramos, para tomar ya y para llevársela. Se la vendimos, pagó sin rechistar.

Así como estábamos, vistiendo sólo un tanga cada una, dijo que quería jugar con esposas. Siempre que íbamos a ejercer de putas, llevaba una mochila con todo lo necesario. Alcohol, coca y dos pares de esposas. No eran de juguete… eran auténticos grilletes de policía.

Teníamos la guardia baja… Me reí a carcajadas mientras me esposaba con las manos a la espalda. Se me hizo raro que tras apretar los grilletes, aplicó la llave en el lateral del cierre provocando un click metálico. Mi mente recordaba eso… y era malo, muy malo…

Reaccioné lentamente... me levanté con la cabeza embotada. Ví como esposaba a Gabriela, movimientos estudiados, apretó lo justo para que no girara las muñecas, situó las palmas hacia afuera. Ví como hacía otra vez la maniobra adicional con la llave.

  • ¿Para qué haces eso? -pregunté, aunque ya sabía lo que pasaba.
  • Es el doble cierre, evita que los grilletes se aprieten.
  • Sabes manejar las esposas de forma muy profesional.

Entonces ocurrió lo que suponía. Nos enseñó su placa de la brigada anti-vicio. Nos había pillado in-fraganti traficando con droga. Llamó a un compañero y nos llevaron así a comisaría. Borrachas y tambaleándonos, en tanga y con las tetas al aire… Así entramos, detenidas con nuestras propias esposas, con recochineo general… La foto de la detención la hicieron también de esa guisa. Parece una foto porno, en vano intentamos taparnos las tetas o la cara… Teníamos las manos presas a la espalda. Salió en el periódico para aumentar el bochorno. “Fresa y Nutella detenidas por tráfico de coca” fue el titular. El artículo daba todo lujo de detalles sobre cómo practicábamos la prostitución y cómo fuimos poco conscientes de la detención por la gran intoxicación etílica que sufríamos.


Gabriela:

¡¡¡Ehhh!!! Despierto con la cabeza embotada… me duele todo. ¡¡¡Ayy!! Mi muñeca. ¿Qué ha pasado? Estoy sobre un duro banco de madera… Una muñeca esposada a su reposabrazos de hierro. ¿He dormido aquí? Visto un camisón a rayas, raído y mugriento. No tapa nada, casi es sólo una camisa larga, el tanga se adivina sin mucha imaginación.

Me echo la mano libre a la cabeza… creo que me va a estallar. Recuerdo entre nieblas lo que pasó… Nos detuvieron, nos trajeron aquí… Cynthia me mira con cara de pena. Ella está más despierta y más serena que yo.

Nos leen los derechos, firmamos todo. Cambian los tangas por las bragas desmontables de la cárcel. Nos ponen grilletes en los tobillos y nos arrastran a dos calabozos separados. El mío tiene las paredes sucias y húmedas. El retrete está junto a la cama y huele a una mezcla insoportable de lejía y mierda. Sólo puedo sollozar sobre la cama, si al menos nos hubieran encerrado juntas.

Nos interrogan a primera hora. Ordenan traslado a la cárcel municipal. Esperamos sentadas en un banco, las manos esposadas, los pies encadenados. No podemos hablar, ni nos miramos. No nos reprochamos nada… la cagamos juntas pero no podemos hablar.

Por fin, viene el coche que nos lleva a la cárcel. Nos encierran en pasillos diferentes. No nos vemos hasta el juicio… Abogados de oficio, mal pagados y poco motivados. Había poco que hacer de todos modos. Diez años en el penal y pérdida de permiso de residencia, Cynthia perderá la nacionalidad. Al salir del penal, seremos deportadas bajo custodia…

Al leer la sentencia se me pone un nudo en la garganta… Me veo dentro de diez años, el cuerpo destrozado por el trabajo duro del penal, encadenada en un asiento del fondo de un avión destino a Colombia. Al llegar allí nos entregarán a las autoridades locales que podrían tomar medidas de control… No sé qué significa eso pero nada bueno.

A un día de leer la sentencia nos llevan a la estación de ferrocarril. Como siempre sujetas de pies y manos. Nos suben a un oscuro vagón-cárcel… es un estrecho pasillo y muchas pequeñas celdas del tamaño mínimo, apenas un metro de ancho. Las “paredes” son de malla metálica. El vagón recuerda a una granja de gallinas, donde cada infeliz prisionera es encerrada en un espacio mínimo donde apenas puede darse la vuelta.

El vagón está vacío pero la guardiana de aspecto sádico nos encerró a cada una en un extremo. Había otra más joven que preguntó si nos quitaba las esposas de las manos.

  • No, déjales las pulseritas puestas que así están muy guapas -respondió.
  • Lo reglamentario es quitárselas, si no son especialmente peligrosas -se atrevió a decir la novata.
  • Son peligrosas porque yo lo digo y cállate o te meto a tí en una jaula por insubordinada -remató la sargento.

El viaje es largo, cansado, el calor es insoportable. Cuando la guardiana joven pasa por delante, mendigo un poco de agua, me la da… También nos dan unos bocadillos asquerosos. Para ir al baño también tengo que mendigar. Me llevan a trompicones a un armario maloliente, allí tengo que orinar con los grilletes puestos.

Al llegar al penal la cosa va a peor. Cynthia desaparece tras una puerta mientras yo espero esposada a un banco. Una de las guardias me informa, iremos a barracones diferentes. Me toca a mí pasar por la misma puerta. Dentro me desnudan del todo, me sujetan las manos con un par de esposas enganchadas de una cadena colgante. Tensan la cadena… allí, desnuda y con las manos sujetas sobre la cabeza me siento tan indefensa que me meo encima.

Me llaman de todo, guarra, puta… friegan bajo mis pies, me han quitado los grilletes, no sé por cuánto tiempo. Tengo orina por las piernas, me pasan un estropajo hasta la vulva.. ¡¡¡Ahh!!! Me masturba un poco con el estropajo empapado, ¿Por qué lo hace? Para bruscamente… realmente, me corta un poco el rollo.

Llevo una pulsera de tela grapada a la muñeca, con mi número de prisionera. Me llaman por ese número. Usan una maquinilla militar para cortarme el pelo. Siempre me ha encantado mi melena larga y negra, con lágrimas veo caer mechones enteros. “No llores, así, al uno, no habrá piojos”, me dicen.

Lo peor estaba por venir. Aquellas mujeres sacan un extraño artilugio aterrador. Es como un cinturón de hierro con varias bisagras para poder ajustarlo. De los laterales cuelgan dos grilletes de tipo antiguo. “Un cinturón con dos bonitas argollas”, me espetan con sorna.

Me colocan el artilugio en la cintura… Yo, aterrada, aguanto la respiración. Continúan sacando un triángulo de cuero, recuerda a un tanga pero con dos tirantes de cuero colgando. Enganchan el triángulo por delante, en las argollas del cinturón. ¡¡¡Ehh!!! Ponen dos candados sujetando cinturón y triángulo.

Los tirantes los colocan por detrás… Sí, es como un tanga pero con dos tiras, una sobre cada glúteo. Tensan las tiras y las amarran al cinturón con remaches. Cortan la parte sobrante.

Una de las guardianas me explica la terrible verdad:

  • Teníamos muchos problemas de violaciones, relaciones entre presas, entre presas y guardias… Os ponemos los cinturones para evitarlo. Por la semana, los chochos presos. Si os portáis bien, os lo liberamos el domingo. A que nunca soñaste con llevar un cinturón de castidad medieval, podrás contarlo en tu país.

Aquello superaba mis peores pesadillas. Las tiras del culo están separadas para permitir defecar. El triángulo tiene una rejilla metálica para orinar. Las argollas laterales tienen una utilidad evidente.

Por encima del cinturón nos hacen vestir un camisón… Casi igual al que traíamos de la cárcel municipal. Este es de un solo color: gris… Debe ser para que después de mil lavados siga siendo del mismo color. Si se mezclan todos los colores, se pelearán a muerte hasta resultar en un cadáver uniforme y gris. Las bragas son también grises y desmontables, claro. Como ya esperaba me volvieron a engrilletar los tobillos al salir de aquella sala.

El camisón, normalmente, tapa las esposas laterales y evita que al caminar vayan sonando como dos cencerros. Diseñan todo con mucha cabeza… A la altura de la cintura, hay dos ranuras que les permiten sacar las argollas hacia fuera y utilizarlas.

El penal funciona casi como una empresa de trabajo temporal. Como una empresa de trabajos penosos y temporales. Entidades cercanas: granjas, ayuntamientos… contratan cuadrillas para limpiar carreteras, alisar caminos forestales, desbrozar… Bueno, los campos nazis funcionaban igual.

Cada mañana vamos del barracón a un pabellón donde desayunamos y al acabar nos espera la sorpresa. Las guardianas (creo que todas son mujeres) nos obligan a hacer filas y a subir a camionetas. Al subir, te ponen las argollas del cinturón. Te sientas en un banco de madera, la camioneta arranca y no sabes el destino.


Cynthia:

Los domingos son el único día agradable… La vía de escape. Nos quitan el maldito cinturón y nos dejan vivir un día. Voy a buscar a Gabriela y nos metemos desnudas en su camastro, bajo las sábanas pasamos horas… pegadas, entrelazadas… sintiendo la piel, la suavidad, el calor. Besándonos en todas partes… Durmiendo, soñando… Sí… follando.

Llevamos casi un año así… esperando el domingo como agua de mayo.

Por la semana no nos veíamos, barracones diferentes. Suplicamos muchas veces estar en el mismo. Sin resultado.

A Gabriela la cambiaron de trabajo. La pasaron al barracón donde queríamos estar todas. Al de servicios. Ellas tenían trabajos más llevaderos dentro del penal. No tenían que recorrer kilómetros sobre un frío banco de madera con todo vibrando y las manos sujetas a ambos lados de la cadera.

La chica que llevaba la contabilidad terminó condena y fue liberada. Buscaron a alguien con cierta formación y los estudios de marketing de Gabriela fueron suficientes.


Gabriela:

Esto… esto es la leche… Ya lo entiendo, hay una doble contabilidad. Trabajamos más horas de las declaradas. Cobran más a los putos esclavistas que contratan los servicios y se quedan la diferencia. En el ministerio piensan que el penal es deficitario…

Tengo que hacer algo… esto no puede quedar así. Michael… Michael es la clave. Tengo que avisarlo… Él sabrá qué hacer. He logrado averiguar el número de su oficina en la capital… Pero el teléfono está controladísimo.

Un día, aprovecho un despiste. Llamo. Él no está, se lo cuento a otro oficial. Me pillan llamando. ¡¡¡Ahh!!! Me derriban  con golpes de porra. Oigo cómo convencen al oficial de que no haga caso, sólo soy una prisionera loca. Me llevan a un calabozo inmundo, las manos en las argollas. Llevo una semana aquí… paredes húmedas, olor nauseabundo, grilletes en los tobillos, el coño encerrado en esta atrocidad medieval… Sólo me sueltan las manos dos veces al día para comer la basura que me traen, el resto del día y de la noche las tengo sujetas en las malditas argollas.

¿Por qué abren la puerta ahora? No es hora de comida… Me entra el pánico, sé demasiado, no lo van a dejar así… ¡¡¡Me van a matar!!! Lo harán parecer un intento de fuga… me dispararán por la espalda.

No, no… no quiero morir así… La puerta se abre… veo dos siluetas, dos sombras a contraluz. Me levanto y miro de frente… lo que sea lo voy a mirar de frente…

¡¡¡Ehh!!! Michael… ¡¡¡Dios existe!!! Cynthia está con él… Lleva uniforme de presa y arrastra la cadena que une sus tobillos, pero no lleva el cinturón.

  • Te lo dije, nutella, tu Michael es también mi Michael -me dice con voz amable-.
  • No llevas cinturón -le digo-.
  • Es domingo -me contesta-.

Michael se acerca a mí… Me libera las manos. Me quita el cinturón… En cuanto mi entrepierna está libre, Cynthia me abraza, me besa, un beso largo, cálido, húmedo…

Despertamos del beso…

  • ¿Nos podemos quedar aquí un rato? -pregunta Cynthia.
  • Sí, claro, yo ya me voy -dice Michael.
  • No, no, quédate -le digo.
  • Vuelvo ahora… aún tengo trabajo.

Allí, en el mismo calabozo, desnudo a Cynthia, yo también me desnudo. Empiezo por su frente, sigo por sus labios… la recorro entera con mi boca… hago un esfuerzo por generar saliva… poco a poco la voy empapando. Aprieto las tetas contra su cuerpo… Le aprieto las tetas…

Ella me va contando lo que ha pasado… entre gemido y gemido… entre jadeo y jadeo… Le cuesta hablar. El mensaje llegó a Michael. Comprobó datos. Aparecieron hoy de madrugada, registraron todo, interrogaron a las guardianas. Parecía que iban a juzgar a la directora y a su ayudante. Yo tendría que declarar.

Llego a la vulva… despacio, suave… Ella deja de hablar… sólo gime, se retuerce, chilla… Sigo lentamente hasta que se corre en un gran espasmo.

Las dos estamos sentadas en el suelo, desnudas cuando oímos llamar a la puerta… Es Michael. Por supuesto, lo invitamos a entrar… Cynthia lo besa, lo desnuda… fue su esposa, no puedo competir con eso… Ella lo masturba lentamente, cariñosamente… primero con las manos, después con la boca.

  • No me apetece follar con un hombre hoy -dice.
  • ¿Paro? -continúa.
  • Sí -responde él.

Debe de estar a punto de eyacular… A un hombre debe fastidiarle que lo paren en ese momento… Pero también es lo mejor para comenzar a penetrar a una mujer.

Viene hacia mí… expresión amable pero erección enorme. Yo sigo desnuda y después de ser espectadora estoy muy caliente. Él me tumba en la cama, me besa… ¡¡¡Ahhh!!! me acaricia el coño… me lo pone a mil, ansioso, empapado…

Me da la vuelta, no me puede penetrar por delante con los grilletes puestos. ¡¡¡Ahh!!! Me empieza a penetrar desde atrás… despacio, suave… ¡¡¡Ahh!!! Dura, hasta el fondo… ¡¡¡Me gusta!!! Suave, cariñoso, pero firme… me folla hasta el final.

Nos espera un juicio… Michael asegura que logrará que no nos deporten. La condena tendremos que cumplirla… pero pasamos las dos al pabellón de servicios y vivimos mucho mejor. Seguimos siendo amantes, nos dan nutella y fresa sin límites… Michael viene de vez en cuando… La fresa y la nutella están bien pero nuestros chochitos necesita ser penetrados para sentirse vivos, sólo alguna vez… para no olvidar lo que se siente.

FIN