Distancia y vuelta (1)
Experiencia de dominacion a distancia y el reencuentro de una pareja. En esta primera parte un poco nuestra descripción física y de la situación del momento.
Distancia y vuelta
1 Comienzo
Bueno, para comenzar vamos a presentar a los protagonistas de nuestras experiencias, que salvo alguna mínima licencia literaria, se procurarán ceñir a la más absoluta realidad, por supuesto preservando nuestra identidad real.
Empecemos por ella, Cris, en este primer relato disfrutando de su rol, descubierto hace poco, de sumisa viciosa, mi esposa, una mujer de 38 años, menudilla, pequeñita en su poco más de 150cm. de altura y sus menos de 50kg. de morbo y seducción, unos pechos acordes a su tamaño, del tamaño justo para ser recogidos entre las manos de sus diversos amantes, una cara que insinúa una cierta ingenuidad hasta que se suelta su mente y sale toda la lujurioso de su interior a través de sus ojos marrones, que ya no los tapa su media melena negra. Su cuerpo, creado para el vicio y el placer con las curvas justas y proporcionadas...
Yo, Juan, el marido vicioso, polivalente, igual me gusta ejercer cómo Amo castigando y llevando al límite del placer y del dolor a Cris que como sumiso cornudo disfrutando de las humillaciones proporcionadas por mi maravillosa esposa y el amante de turno. Imaginativo, perverso y pervertido... De 36 años y un físico normal, sin destacar ni para bien ni para mal salvo en un único detalle que a Cris la vuelve loca, una dotación que sin llegar a ser descomunal destaca de la media en lo largo pero sobretodo en el grosor, haciendo que ella cada vez que busca un amante exija que como mínimo sea del tamaño de la mía...
Bueno, pues después de unas primeras presentaciones... vamos al asunto que nos lleva, nuestras propias experiencias:
Por motivos laborales, en unos días me tendría que ir dejando a Cris durante casi un mes, y dado lo mal que lleva Cris ese tipo de viajes, y como era de suponer, por su orgullo cuanto más se acerca la fecha de mi marcha, más cuesta el aguantarla, hasta el punto de que en el momento de la partida provoca tal discusión que la separación se produce sin dirigirnos ni la palabra.
Llevábamos algún tiempo tonteando y jugando con temas de dominación para que ella intentará controlar su orgullo, por lo que en cuanto se da cuenta de la situación que ha provocado, intenta solucionarlo pidiendo perdón una y mil veces y pidiendo que la castigue.
Y a partir de aquí, una vez hemos puesto los antecedentes para centrarnos en la historia, es donde comienza la parte que se suele buscar en este tipo de relatos:
Cuando por fin accedo, sé que para ella el castigarla es como darla un premio, puesto que hasta ese momento, el castigo estaba siendo el ignorarla, y ante ese castigo es ella misma quien implora otro tipo de castigo más físico, a pesar de que hasta ahora su aguante era mínimo.
La ordenó que se desnude que coja dos pinzas de la ropa y que se vaya a nuestra habitación, lo he elegido a conciencia, es bastante friolera, y estamos en octubre en el norte de la península ibérica... primera parte del castigo, frío. Las pinzas, sus pezones son preciosos, grandes como un pistacho cuando se excita y sensibles, muy sensibles, por lo que siempre hay que andar con mucho cuidado para que sus sensaciones no sean desagradables, aunque estoy convencido de que eso lo puedo aprovechar para hacer que sus pezones sean una fuente de placer que ella desconoce, por lo que aprovecho esta oportunidad y la ordeno ponerse las pinzas en los pezones, y puesto que no estoy allí para comprobar que se les ha colocado la digo que me envíe una foto con las pinzas en sus pezones, digna de verla, son unos pechos preciosos, y a pesar de lo que ella diga, en su mirada se entrevé que tiene ganas de jugar y esto es el comienzo de la excitación, acto seguido, y ante la imposibilidad de imponerla el castigo personalmente, la digo que sea ella misma quien se azote, sabiendo que es porque yo se lo ordeno, y que quiero que me envíe otra foto con su culo lo suficientemente rojo como para saber que al día siguiente la va a costar sentarse sin acordarse del castigo que ella misma se ha impuesto siguiendo mis indicaciones. Todavía me pregunta que cuantos azotes quiero que se dé, “hasta que no puedas sentarte” es lo que la respondo. Unos minutos después recibo tres fotos en las que se aprecia que ha cumplido mi orden y se ha azotado, se ve su precioso culo de un tono colorado, en algún punto se aprecian esos puntitos rojos que indican que ha llegado al límite de lo que se debe azotar para no dejar marcas…
Aun así, sabiendo que está en el límite en el que yo mismo la azotaría la pregunto que si ella piensa que está lo suficientemente colorado, y me contesta que ha intentado azotarse lo más fuerte posible para que estuviera contento, pero en ningún momento me insinúa que si yo lo considero oportuno no seguirá azotándose, por lo que creo que la tercera parte del castigo ya está bien. No puedo evitar tener una erección descomunal, ya no sé si por la imagen de sus preciosos pechos pinzados sumado a su enrojecido culo, o si es por la situación de saber que ella misma está cumpliendo, por fin, los castigos que la impongo.
Continuo con la segunda parte del castigo y hago que se quite las pinzas de los pezones y me envíe otra foto de en qué estado se encuentran, en la foto que recibo se les aprecia aplastados, pero sé que en cuestión de segundos tomaran ese color y ese tamaño fruto de la excitación que volvería loco a cualquier hombre, pero antes de que eso suceda, la ordeno que se vuelva a colocar las pinzas, no deja de ser un castigo, y sé que en ese momento va a volver a sentir el pinchazo de dolor… quizás porque sé que lo merece o porque me gusta, pero mi erección vuelve a crecer aún más sabiendo eso.
La hago coger el vibrador que más la gusta por la potencia que tiene, y colocarlo a media velocidad, sin moverlo, haciendo que simplemente sienta esa vibración, y se excite a pesar del dolor que tiene que sentir todavía en su culo, después de la azotaina que ella misma se ha impuesto, y de tener las pinzas en los pechos, intentando de esa forma que comience el entrenamiento al que la quiero someter para que disfrute de la sensibilidad de sus pechos.
Comienzo a exponerla las condiciones del castigo, puesto que no ha hecho más que empezar:
-Lo primero, tus orgasmos son de tu amo, es decir, míos, por lo que solo te correrás cuando yo te lo permita.
-Mañana cuando tengas que salir a la calle, no quiero que lleves puesta ni braga ni tanga, quiero que recuerdes que eres mía y que estás siendo castigada en todo momento.
Todo esto, mientras seguía con el vibrador colocado en su coño más que húmedo y yo la escuchaba gemir a través del teléfono. Ella estaba a punto de correrse, si hubiera tenido mi permiso, dudo que hubiera tardado más de unos segundos en explotar, pero yo estaba excitadísimo.
-Quiero que sepas que todo esto lo estás haciendo por mí, porque desde ahora, por voluntad propia, eres mía.
-Quiero que disfrutes de ese dolor simplemente por el hecho de saber que estás obedeciendo, y de que estás luchando por mí, tal y como tú me has pedido hacer.
En ese momento la ordeno subir otro punto más el vibrador, para que se acerque todavía más a tan deseado orgasmo…
-Quiero que disfrutes de esa tortura que es el no saber cuándo te van a permitir llegar al orgasmo, pero constantemente excitada
-Quiero que estés más excitada que la zorra más grande del mundo, pero aguantando para demostrarme que aparte de ser una zorra, eres MI puta.
-Quiero que desees más que nada en el mundo el que te follen, pero que sepas que sin mi permiso no puedes…
-Quiero que recuerdes como ya has disfrutado de que te diera permiso para follar con otros, que te recrees en esos recuerdos y que supliques y sueñes con que te lo vuelva a dar…
Y viendo como estaba a punto de estallar la dije:
-Quiero seguir escuchando como gimes y te retuerces de placer para mí y quiero escuchar cómo te detienes justo antes de alcanzar el clímax, porque parte del castigo es que tus orgasmos son míos, y llegarán cuando yo quiera que lleguen.
La mando que se pare, y que se meta dos dedos al tiempo que vuelve a usar el vibrador sobre su clítoris, en cuestión de segundos comienza prácticamente a gritar que si sigue se corre, por lo que la ordeno que se detenga definitivamente y que se quite las pinzas de los pezones.
La escucho suspirar mezcla de alivio y dolor al sentir como las pinzas dejan de castigar esos bonitos pezones, pero yo la digo que quiero que los acaricie un poco, mientras se imagina que son mis propios dedos los que juegan con ellos. Sigo escuchándola suspirar, y ya son muchos años casados para conocerla a la perfección, ese dolor se mezcla con placer y con excitación, quizás residual de los dedos en su interior o de ese vibrador que la hace llegar al cielo… pero quiero que aprenda a disfrutar de la sensibilidad de sus pezones.
Una vez que escucho como ella se ha tranquilizado, comienzo a darla indicaciones, para que vuelva a masturbarse hasta el límite por lo menos cuatro veces a lo largo del día, tengo mis dudas si va a ser capaz sin estar hablando conmigo de seguir mis instrucciones y no correrse cada vez que se toque, pero tengo esperanza de que sea así, además, la dejo dicho que al día siguiente cuando esté en la calle, sin ropa interior y con faldas, que me llame, que voy a seguir castigándola, pero esta vez en la calle…
Es nuestro primer relato, por lo que sabemos que habrá infinidad de errores y de fallos, tanto gramaticales como de forma, pero aun así esperamos que les haya gustado a los lectores y esperamos sus comentarios.