Distancia de seguridad Parte XI

Siento el retraso, pero aquí lo tenéis, espero comentarios y valoraciones, un millón de gracias. PL

Distancia de seguridad parte XI

A flor de piel.

Me gusta el silencio de la oficina al llegar antes que nadie. La calma que se respira es terapéutica. La soledad se está volviendo una fiel compañera en mi vida, por lo menos no me molesta.

Estoy a tope de trabajo tenemos muchas campañas pendientes y todas tienen que pasar por mis manos para una cosa u otra. Aunque hoy viene a visitarme mi primo y Ari y eso me tiene ansiosa.

Salgo a por una coca cola a la sala de descanso, me entretengo con las chicas un rato, a pesar de que todas estemos liadas, viene bien que nos relajemos un poco.

-          Sam, tienes una cita en tu despacho. –Me comunica la secretaria.

-          Marta, pero no tengo citas hoy. –Me sorprendo.

-          Digo que no necesitaba anunciarse.

-          Mierda, ya ya, debe de ser Ari, gracias Mar. –Salí sin dejarla explicarse

Mi sonrisa es automática al saber que mi primo ya está aquí, hace cerca de un año que no nos vemos.

Entro como una exhalación a la oficina, es Dani quien me está esperando y mi sonrisa desaparece de la misma manera en que llegó.

-          Vaya… Hola. –Digo sorprendida.

-          Parece que no me esperabas. –Sonríe.

-          La verdad es que no. –Soy seca.

-          ¿Esperas a alguien no?

-          Si, y no a ti precisamente.

-          Creo que se ha notado en tu sonrisa, ya no lo haces. –Me recrimina.

-          Solo ha sido por la sorpresa. –Me sereno. -¿Quieres sentarte? ¿Algo de tomar?

-          ¿Recuerdas la primera vez que estuve aquí? –Me sorprende su pregunta.

-          Claro que lo recuerdo. –Mi mente sin querer viaja a ese momento. –Suspiro.

-          Aún puedo hacerte suspirar. –Se acerca…Mucho.

-          ¿A qué juegas? –Cierro los ojos.

-          Te echo de menos. –Suspira.

-          Y yo a ti.

-          ¡Bésame!

Abro los ojos ante eso. Me mira con esos ojos color miel que son mi perdición, me agarra de la cintura y yo no puedo controlarme con ella, lo que me pida yo se lo voy a dar.

Muerdo mi labio y repentinamente me abalanzo sobre ella, empujándola contra la pared. Agarro sus manos por encima de su cabeza, su cadera choca contra la mía calentándonos más. Gime en mi boca. Su lengua explora mi boca de forma experta, me conoce demasiado. Mi lengua acaricia la suya y se unen en un lento baile erótico.

La puerta se abre y se aleja de mi en un abrir y cerrar de ojos, dejándome ahí.

-          ¿Ocupada S? –Mi primo Erik bromea.

-          Ven aquí y abrázame idiota.

Me fundo en un abrazo con mi primo favorito, “lo sé todo, estaré por aquí cerca, deja que Ari te ayude” me susurra al oído.

-          Siento la interrupción señorita. –Dani sonríe a modo de respuesta.

-          ¿Tú cita? –Me pregunta. –Ha sido muy tierno todo.

-          No exactamente…

-          ¡¡Mi pequeña trabajadora!! –Gritó Ari antes de entrar por la puerta.

-          Esta es mi cita. –Sonríe falsamente.

-          Hola belleza. –Me besa tiernamente. –No me dijiste que tu amiga iba a estar aquí, te pude esperar en la cama.

-          Vino por sorpresa. –Respondí.

-          ¿Amiga? –Dice Dani cabreada.

-          Si, amiga. ¿No estabas en el bar? La novia de Carmen si no recuerdo mal.

-          Al final solo será un mito de que las rubias son tontas.

-          Por supuesto, ¿No ves a la chica que tengo? –La reta.

-          Si, ya lo veo. Cuídala. –Sale por la puerta sin apenas despedirse.

Me quedo sin saber que hacer o cómo reaccionar, hasta que Ari no me agarra del brazo y me empuja hacia la puerta no vuelvo a pensar con claridad.  Alcanzo a Dani en el ascensor, le da con mucha rabia al botón.

-          No llegará antes por mucho que lo maltrates. –Bromeo.

-          Idiota. –Ladra.

-          Sabes que esa palabra si la dices tú, me gusta.

-          Idiota. –Repite.

-          Esta preciosa celosa, ¿sabías? –Le susurro al oído.

-          No estoy celosa. –Me mira al fin.

Me acerco a ella, mucho, apenas hay distancia entre nuestros cuerpos, entre nuestras bocas. Su respiración se acelera y se acentúa con la mía.

-          Me gusta escuchar mentiras cuando conozco la verdad. –Susurro robándole un beso y volviendo triunfante a mi despacho.

Los días pasan, he descuidado un poco el trabajo porque me paso todo el tiempo con mi primo. Llevo más de una semana sin saber de ella y para mi sorpresa no duele si no pienso en ella.

Esta noche tengo una cena con las chicas, tengo que anunciarles que la campaña ha sido un éxito, algo que les va a gustar.

-          ¿Lista? –Pregunta Alice.

-          Estoy preparada en diez minutos. –Digo.

-          Te esperamos en el restaurante, no tardes, estas preciosa, amiga.

-          No tanto como tú.

Termino de arreglar mi pelo cuando suena la puerta de casa, insistentemente. “¿Quién será?”. Bajo las escaleras a la carrera, al abrir la puerta la persona que menos esperaba del mundo.

-          ¿Papá? –Esto no puedo ser bueno.

-          Tenemos que hablar Samanta.

Llego al restaurante una hora tarde, están todas las chicas, incluso ella. Veo como Carmen toma su mano, dejo de mirar, no puedo, su mirada me desarmaría.

-          La puntualidad ha dejado de ser tu fuerte. –Empieza a pelear Carmen.

-          Alice tengo que hablar contigo. –Mi voz suena seca, seria.

-          ¿Qué tienes, estas pálida? –Se preocupa Carol.

Pongo un gran sobre su regazo, me mira confundida, no entiende nada y no  es para menos, ni yo me entiendo en este momento.

-          ¿Esto qué es? –Pregunta.

Las escrituras de mi casa, los papeles de mi coche y las acciones de la empresa. –Suelto sin anestesia.

-          ¿De qué coño me estás hablando?

-          Necesito qué te quedes con esto, confío en ti, cuídalo, tengo que irme me espera un avión, te llamaré lo prometo.

-          ¡¿Cómo?! –Gritó Dani asustando a todas. -¿A dónde vas?

-          No puedo responderte a eso Dani.

Salgo del restaurante dejando a mis amigas pasmadas. Antes de abrir la puerta del coche, su mano me detiene, es ella, es su perfume.

-          No me lo hagas más difícil Dani. –Digo sin mirarla.

-          ¿Cómo sabes que soy yo? –Me abraza por la espalda.

-          Mi corazón se acelera. –Cierro los ojos.

Me besa en el cuello con dulzura, me acaricia mi oreja con su nariz, suspiramos a la vez. Me vuelve loca que haga eso, lo sabe, y vuelve hacerlo.

-          ¿A dónde vas nena? – Susurra desarmándome.

-          Tengo que irme. –Me abraza más fuerte.

-          No, no. No me dejes. –Suplica.

-          Esto no es por ti. –Lloro.

-          No llores que si no, no podré soportarlo nena.

-          Tengo que irme Dani… -Me sale un hilo de voz.

Me gira lentamente, quedándonos de frente, su mirada llena de tristeza me penetra en el alma, seca mis lágrimas con sus pulgares.

-          Qué bonita eres pequeña.  –Me sonríe.

-          Me voy…

-          ¿No puedo hacer nada verdad? –Lo sabe.

-          Tú cuídate en lo que no estoy, ¿vale? –Le tomo sus manos.

-          ¿Estarás bien? –Se preocupa.

-          Te lo prometo.

-          ¿Esto es una despedida?

-          No me gustan las despedidas.

-          ¿Volverás?

-          Depende de cómo salga la… -Callo.

-          ¿De cómo salga la que?

-          Nada, nada. Dame un abrazo anda.

Me abraza de la manera más tierna que conozco, acunándome en sus brazos, escondo mi cabeza en su cuello y lloro, me toma de la barbilla y me besa, un beso en el que ambas nos bebemos nuestras lagrimas, las dos sabemos que este es nuestro final.

-          Echaré de menos esto. –Dice sin dejar de besarme.

Muerdo su labio antes de meterme en el coche. Arranco y acelero, no puedo decirle adiós. Ya no hay vuelta atrás.

Unas interminables horas después llego a E.E.U.U, no he podido conciliar el sueño en todo el viaje. Le he escrito a Alice el mail más largo de la historia, contándole sin muchos detalles, lo que pasa. Lo que quiero que haga con mis cosas y demás. Sé que ella es la adecuada para cuidar de ello mientras estoy aquí.

El coche me deja directamente en el hospital, ni siquiera paso por el hotel. Me encuentro a mis padres en la puerta, no me miran a los ojos.

-          ¿Dónde está? –Sueno cabreada.

-          Cariño las cosas no son… -Interviene mi padre.

-          He dicho, ¡¡DONDE ESTÁ!! –Me altero.

-          Habitación 418. –Contesta mamá.

Subo a la planta, pregunto a una enfermera por la habitación, está al final del pasillo. Me paro en la puerta. Me cuesta entrar. Acaricio el número con los dedos, resoplo, que difícil va a ser esto. Entro despacio, se le iluminan los ojos al verme.

-          ¡¡NANA!! –Grita.

-          Hola peque. –Intenta levantarse. –No te levantes bicho, hazme sitio mejor.

Me acuesto a su lado, abrazándola con mi alma, acunándola como cuando era un bebé. Reprimo las ganas de llorar, no puedo hacerlo, no delante de ella.

-          ¿Nana? –Pregunta.

-          Dime peque.

-          ¿Te vas a quedar? –Su voz es débil.

-          No me moveré de tu lado nunca princesita.

-          Estoy cansada nana…

-          Duerme peque, yo te cuidaré. –Beso su cabeza.

Se acomoda entre mis brazos y reina el silencio, no dejo de acariciar su cabeza. En mi mente, pasan todos mis momentos con ella, como me hace reír cada vez que nos vemos… Sonrío ante esos recuerdos.

-          ¿Estás despierta, nana? –Susurra.

-          Si, peque. –Contesto de igual manera.

-          Escuche a la abuela decir que me iba a morir, ¿voy a estar con mamá otra vez? –Me hierve la sangre.

-          No, mi niña. No te vas a morir, yo no lo permitiré. Mamá esperará y nos cuidará desde el cielo, ¿vale?

-          Vale. –Me sonríe.

-          Ahora duerme mi pequeña. –La abrazo.

Ahinara tiene leucemia” me despierto de golpe, el mismo suelo cada día desde la noche que mi padre me lo dijo. Las mismas tres palabras. Un sudor frio recorre mi espalda cuando lo recuerdo.

La niña duerme, se ve tan tranquila así, tan en paz.

Salgo al balcón de la habitación, necesito escuchar algo que no sean los médicos.

-          Hola Alice.

-          ¡¡PERO TU DE QUE COÑO VAS!! ¡Me das todo esto, me envías un mail hace una semana, UNA SEMANA, contándome que te vas a quien sabe dónde, y no sabes cuando vuelves, una semana sin saber de ti…

-          Al… -La interrumpo.

-          Ni Al, ni leches, piensas que puedes hacer lo que te da la gana. –Sigue.

-          La enana se muere. –Silencio absoluto.

Espero a que lo asimile, son unos minutos interminables, pero le doy el tiempo que se que necesita para digerir lo que acaba de escuchar. Espero.

-          ¿Bromeas? Dime que bromeas.

-          No con algo así Alice. Necesito que me escuches ¿sí?

-          Soy toda oídos.

Le cuento todo, lo que me han dicho los médicos, el trasplante, los riesgos, todo. No me interrumpe ni una sola vez, me escucha atentamente.

-          Puedes morir Sam. –Me recuerda.

-          Eso me da igual, es la niña Alice.

-          Lo sé cielo, solo quiero que lo veas y lo tengas en cuenta.

-          Te he llamado para que sepas que me opero, eres mi amiga y debes saberlo, no hay vuelta atrás en mi decisión.

-          ¿Quieres que hable con…? -Pregunta a medias.

-          ¡No, Alice! Ni hablar, no quiero a nadie por lastima a mi lado. Dime algo, ¿sigue con Carmen?

-          Si.

-          Pues se acabo, solo quiero que mi niña se ponga bien.

-          Pero la amas.

-          Pero ella no, y yo solo tengo algo que me interese, Ahinara es lo más importante ahora.

-          ¿Y lo que pasó fuera del restaurante? –Me recuerda.

-          Nos debíamos una despedida.

-          No te creo.

-          No puedo pensar en otra cosa ahora Al. Hablaremos de esto cuando regrese…

-          Si regresas… -Corrige.

-          Si regreso. –Repito.

Distancia de seguridad parte XI

A flor de piel.

Me gusta el silencio de la oficina al llegar antes que nadie. La calma que se respira es terapéutica. La soledad se está volviendo una fiel compañera en mi vida, por lo menos no me molesta.

Estoy a tope de trabajo tenemos muchas campañas pendientes y todas tienen que pasar por mis manos para una cosa u otra. Aunque hoy viene a visitarme mi primo y Ari y eso me tiene ansiosa.

Salgo a por una coca cola a la sala de descanso, me entretengo con las chicas un rato, a pesar de que todas estemos liadas, viene bien que nos relajemos un poco.

-          Sam, tienes una cita en tu despacho. –Me comunica la secretaria.

-          Marta, pero no tengo citas hoy. –Me sorprendo.

-          Digo que no necesitaba anunciarse.

-          Mierda, ya ya, debe de ser Ari, gracias Mar. –Salí sin dejarla explicarse

Mi sonrisa es automática al saber que mi primo ya está aquí, hace cerca de un año que no nos vemos.

Entro como una exhalación a la oficina, es Dani quien me está esperando y mi sonrisa desaparece de la misma manera en que llegó.

-          Vaya… Hola. –Digo sorprendida.

-          Parece que no me esperabas. –Sonríe.

-          La verdad es que no. –Soy seca.

-          ¿Esperas a alguien no?

-          Si, y no a ti precisamente.

-          Creo que se ha notado en tu sonrisa, ya no lo haces. –Me recrimina.

-          Solo ha sido por la sorpresa. –Me sereno. -¿Quieres sentarte? ¿Algo de tomar?

-          ¿Recuerdas la primera vez que estuve aquí? –Me sorprende su pregunta.

-          Claro que lo recuerdo. –Mi mente sin querer viaja a ese momento. –Suspiro.

-          Aún puedo hacerte suspirar. –Se acerca…Mucho.

-          ¿A qué juegas? –Cierro los ojos.

-          Te echo de menos. –Suspira.

-          Y yo a ti.

-          ¡Bésame!

Abro los ojos ante eso. Me mira con esos ojos color miel que son mi perdición, me agarra de la cintura y yo no puedo controlarme con ella, lo que me pida yo se lo voy a dar.

Muerdo mi labio y repentinamente me abalanzo sobre ella, empujándola contra la pared. Agarro sus manos por encima de su cabeza, su cadera choca contra la mía calentándonos más. Gime en mi boca. Su lengua explora mi boca de forma experta, me conoce demasiado. Mi lengua acaricia la suya y se unen en un lento baile erótico.

La puerta se abre y se aleja de mi en un abrir y cerrar de ojos, dejándome ahí.

-          ¿Ocupada S? –Mi primo Erik bromea.

-          Ven aquí y abrázame idiota.

Me fundo en un abrazo con mi primo favorito, “lo sé todo, estaré por aquí cerca, deja que Ari te ayude” me susurra al oído.

-          Siento la interrupción señorita. –Dani sonríe a modo de respuesta.

-          ¿Tú cita? –Me pregunta. –Ha sido muy tierno todo.

-          No exactamente…

-          ¡¡Mi pequeña trabajadora!! –Gritó Ari antes de entrar por la puerta.

-          Esta es mi cita. –Sonríe falsamente.

-          Hola belleza. –Me besa tiernamente. –No me dijiste que tu amiga iba a estar aquí, te pude esperar en la cama.

-          Vino por sorpresa. –Respondí.

-          ¿Amiga? –Dice Dani cabreada.

-          Si, amiga. ¿No estabas en el bar? La novia de Carmen si no recuerdo mal.

-          Al final solo será un mito de que las rubias son tontas.

-          Por supuesto, ¿No ves a la chica que tengo? –La reta.

-          Si, ya lo veo. Cuídala. –Sale por la puerta sin apenas despedirse.

Me quedo sin saber que hacer o cómo reaccionar, hasta que Ari no me agarra del brazo y me empuja hacia la puerta no vuelvo a pensar con claridad.  Alcanzo a Dani en el ascensor, le da con mucha rabia al botón.

-          No llegará antes por mucho que lo maltrates. –Bromeo.

-          Idiota. –Ladra.

-          Sabes que esa palabra si la dices tú, me gusta.

-          Idiota. –Repite.

-          Esta preciosa celosa, ¿sabías? –Le susurro al oído.

-          No estoy celosa. –Me mira al fin.

Me acerco a ella, mucho, apenas hay distancia entre nuestros cuerpos, entre nuestras bocas. Su respiración se acelera y se acentúa con la mía.

-          Me gusta escuchar mentiras cuando conozco la verdad. –Susurro robándole un beso y volviendo triunfante a mi despacho.

Los días pasan, he descuidado un poco el trabajo porque me paso todo el tiempo con mi primo. Llevo más de una semana sin saber de ella y para mi sorpresa no duele si no pienso en ella.

Esta noche tengo una cena con las chicas, tengo que anunciarles que la campaña ha sido un éxito, algo que les va a gustar.

-          ¿Lista? –Pregunta Alice.

-          Estoy preparada en diez minutos. –Digo.

-          Te esperamos en el restaurante, no tardes, estas preciosa, amiga.

-          No tanto como tú.

Termino de arreglar mi pelo cuando suena la puerta de casa, insistentemente. “¿Quién será?”. Bajo las escaleras a la carrera, al abrir la puerta la persona que menos esperaba del mundo.

-          ¿Papá? –Esto no puedo ser bueno.

-          Tenemos que hablar Samanta.

Llego al restaurante una hora tarde, están todas las chicas, incluso ella. Veo como Carmen toma su mano, dejo de mirar, no puedo, su mirada me desarmaría.

-          La puntualidad ha dejado de ser tu fuerte. –Empieza a pelear Carmen.

-          Alice tengo que hablar contigo. –Mi voz suena seca, seria.

-          ¿Qué tienes, estas pálida? –Se preocupa Carol.

Pongo un gran sobre su regazo, me mira confundida, no entiende nada y no  es para menos, ni yo me entiendo en este momento.

-          ¿Esto qué es? –Pregunta.

Las escrituras de mi casa, los papeles de mi coche y las acciones de la empresa. –Suelto sin anestesia.

-          ¿De qué coño me estás hablando?

-          Necesito qué te quedes con esto, confío en ti, cuídalo, tengo que irme me espera un avión, te llamaré lo prometo.

-          ¡¿Cómo?! –Gritó Dani asustando a todas. -¿A dónde vas?

-          No puedo responderte a eso Dani.

Salgo del restaurante dejando a mis amigas pasmadas. Antes de abrir la puerta del coche, su mano me detiene, es ella, es su perfume.

-          No me lo hagas más difícil Dani. –Digo sin mirarla.

-          ¿Cómo sabes que soy yo? –Me abraza por la espalda.

-          Mi corazón se acelera. –Cierro los ojos.

Me besa en el cuello con dulzura, me acaricia mi oreja con su nariz, suspiramos a la vez. Me vuelve loca que haga eso, lo sabe, y vuelve hacerlo.

-          ¿A dónde vas nena? – Susurra desarmándome.

-          Tengo que irme. –Me abraza más fuerte.

-          No, no. No me dejes. –Suplica.

-          Esto no es por ti. –Lloro.

-          No llores que si no, no podré soportarlo nena.

-          Tengo que irme Dani… -Me sale un hilo de voz.

Me gira lentamente, quedándonos de frente, su mirada llena de tristeza me penetra en el alma, seca mis lágrimas con sus pulgares.

-          Qué bonita eres pequeña.  –Me sonríe.

-          Me voy…

-          ¿No puedo hacer nada verdad? –Lo sabe.

-          Tú cuídate en lo que no estoy, ¿vale? –Le tomo sus manos.

-          ¿Estarás bien? –Se preocupa.

-          Te lo prometo.

-          ¿Esto es una despedida?

-          No me gustan las despedidas.

-          ¿Volverás?

-          Depende de cómo salga la… -Callo.

-          ¿De cómo salga la que?

-          Nada, nada. Dame un abrazo anda.

Me abraza de la manera más tierna que conozco, acunándome en sus brazos, escondo mi cabeza en su cuello y lloro, me toma de la barbilla y me besa, un beso en el que ambas nos bebemos nuestras lagrimas, las dos sabemos que este es nuestro final.

-          Echaré de menos esto. –Dice sin dejar de besarme.

Muerdo su labio antes de meterme en el coche. Arranco y acelero, no puedo decirle adiós. Ya no hay vuelta atrás.

Unas interminables horas después llego a E.E.U.U, no he podido conciliar el sueño en todo el viaje. Le he escrito a Alice el mail más largo de la historia, contándole sin muchos detalles, lo que pasa. Lo que quiero que haga con mis cosas y demás. Sé que ella es la adecuada para cuidar de ello mientras estoy aquí.

El coche me deja directamente en el hospital, ni siquiera paso por el hotel. Me encuentro a mis padres en la puerta, no me miran a los ojos.

-          ¿Dónde está? –Sueno cabreada.

-          Cariño las cosas no son… -Interviene mi padre.

-          He dicho, ¡¡DONDE ESTÁ!! –Me altero.

-          Habitación 418. –Contesta mamá.

Subo a la planta, pregunto a una enfermera por la habitación, está al final del pasillo. Me paro en la puerta. Me cuesta entrar. Acaricio el número con los dedos, resoplo, que difícil va a ser esto. Entro despacio, se le iluminan los ojos al verme.

-          ¡¡NANA!! –Grita.

-          Hola peque. –Intenta levantarse. –No te levantes bicho, hazme sitio mejor.

Me acuesto a su lado, abrazándola con mi alma, acunándola como cuando era un bebé. Reprimo las ganas de llorar, no puedo hacerlo, no delante de ella.

-          ¿Nana? –Pregunta.

-          Dime peque.

-          ¿Te vas a quedar? –Su voz es débil.

-          No me moveré de tu lado nunca princesita.

-          Estoy cansada nana…

-          Duerme peque, yo te cuidaré. –Beso su cabeza.

Se acomoda entre mis brazos y reina el silencio, no dejo de acariciar su cabeza. En mi mente, pasan todos mis momentos con ella, como me hace reír cada vez que nos vemos… Sonrío ante esos recuerdos.

-          ¿Estás despierta, nana? –Susurra.

-          Si, peque. –Contesto de igual manera.

-          Escuche a la abuela decir que me iba a morir, ¿voy a estar con mamá otra vez? –Me hierve la sangre.

-          No, mi niña. No te vas a morir, yo no lo permitiré. Mamá esperará y nos cuidará desde el cielo, ¿vale?

-          Vale. –Me sonríe.

-          Ahora duerme mi pequeña. –La abrazo.

Ahinara tiene leucemia” me despierto de golpe, el mismo suelo cada día desde la noche que mi padre me lo dijo. Las mismas tres palabras. Un sudor frio recorre mi espalda cuando lo recuerdo.

La niña duerme, se ve tan tranquila así, tan en paz.

Salgo al balcón de la habitación, necesito escuchar algo que no sean los médicos.

-          Hola Alice.

-          ¡¡PERO TU DE QUE COÑO VAS!! ¡Me das todo esto, me envías un mail hace una semana, UNA SEMANA, contándome que te vas a quien sabe dónde, y no sabes cuando vuelves, una semana sin saber de ti…

-          Al… -La interrumpo.

-          Ni Al, ni leches, piensas que puedes hacer lo que te da la gana. –Sigue.

-          La enana se muere. –Silencio absoluto.

Espero a que lo asimile, son unos minutos interminables, pero le doy el tiempo que se que necesita para digerir lo que acaba de escuchar. Espero.

-          ¿Bromeas? Dime que bromeas.

-          No con algo así Alice. Necesito que me escuches ¿sí?

-          Soy toda oídos.

Le cuento todo, lo que me han dicho los médicos, el trasplante, los riesgos, todo. No me interrumpe ni una sola vez, me escucha atentamente.

-          Puedes morir Sam. –Me recuerda.

-          Eso me da igual, es la niña Alice.

-          Lo sé cielo, solo quiero que lo veas y lo tengas en cuenta.

-          Te he llamado para que sepas que me opero, eres mi amiga y debes saberlo, no hay vuelta atrás en mi decisión.

-          ¿Quieres que hable con…? -Pregunta a medias.

-          ¡No, Alice! Ni hablar, no quiero a nadie por lastima a mi lado. Dime algo, ¿sigue con Carmen?

-          Si.

-          Pues se acabo, solo quiero que mi niña se ponga bien.

-          Pero la amas.

-          Pero ella no, y yo solo tengo algo que me interese, Ahinara es lo más importante ahora.

-          ¿Y lo que pasó fuera del restaurante? –Me recuerda.

-          Nos debíamos una despedida.

-          No te creo.

-          No puedo pensar en otra cosa ahora Al. Hablaremos de esto cuando regrese…

-          Si regresas… -Corrige.

-          Si regreso. –Repito.

Continuara.

Chicas siento la tardanza, no tengo excusas así que mejor no digo mas nada, subiré los capitulos finales mucho mas seguidos, espero que os guste este giro que le he dado y no quieran asesinarme ni nada. Muchisimas gracias por los comentarios, y por las ganas de que continue, es un honor para mi las buenas palabras que me dedicais. un millon de besos.

PL