Dispuesta para su placer, Cap. 4

Clarissa sufre una humillación física intensa y malvada a manos de la señora Bishop y una hija ingenua.

Dispuesta para su placer


Autora: Jane Verlaine (c) 2003, reservados los derechos, PROHIBIDA SU VENTA

Título original: At His Pleasure, Part IV, A F/f sex play exhibition

Traducido por GGG, diciembre de 2003

Capítulo IV: Exhibición de juego sexual entre Ama y sumisa


Clarissa sufre una humillación física intensa y malvada a manos de la señora Bishop y una hija ingenua.

Colette empujó mi dolorido trasero con la punta de su zapato para hacer que me moviera, y empecé a gatear. Me siguió correa en mano. Intenté no alejarme demasiado de ella y mantener la cabeza alta, ansiando vislumbrar a Jago. Fue difícil franquear las escaleras pero lo conseguimos. Colette seguía tirando de la correa para restregarla contra mi coño y mi raja; no sabía si era una indicación de la señora Bishop o era solo que empezaba a disfrutar de su papel de torturadora mía.

Cuando entramos al salón se paralizó la charla femenina. Cinco pares de ojos observaron mi poco digna aproximación, y Jago no estaba allí.

"Señoras, esta es mi nueva mascota. Ya está muy bien entrenada. Mascota, ven hasta el centro de la sala y date la vuelta. Si os estáis preguntando cómo la he entrenado tan bien y tan rápidamente observad que su trasero está muy rojo. He tenido que darle una ligera azotaina. Mascota, menea la cola para mis amigas, para demostrarles lo contenta que estás de conocerlas."

Meneé el trasero de adelante a atrás, para que la cola se agitara detrás de mí. Las señoras se rieron apreciándolo.

"Ahora se va a sentar a mis pies pero le dejaré la correa suelta. Si deseáis divertiros un poco con ella simplemente tirad de la correa e irá a sentarse a vuestros pies."

La señora Bishop tiró de mí en dirección a la base de su silla. Me coloqué mirando a la silla, con los antebrazos y la cara contra el suelo, el trasero en alto sobresaliendo detrás de mí hacia las otras señoras de la sala, y las piernas bien abiertas para que pudieran ver todos mis encantos. La correa descansaba en el suelo detrás de mí, entre mis piernas. Si alguna de las señoras no alcanzaba la correa llamaría a Colette para que tirara en su lugar. Colette permanecía en el rincón observando la escena maravillada.

Las señoras siguieron con su charla sobre esto y aquello; de vez en cuando reconocía alguno de los nombres que mencionaban en su chismorreo. Luego llegó el primer tirón. Era la mujer de aspecto sofisticado y edad parecida a la señora Bishop; me había mirado con mucha repugnancia cuando entré a la sala. Me arrastré hasta su silla.

"Siéntate sobre los cuartos traseros, mascota, engánchate los brazos por detrás de la espalda y saca hacia delante esos grandes pechos tuyos. Tiene los globos del tamaño de una furcia. Menea los pechos en mi honor y déjame oír sus campanillas."

Hice lo que me pedía, y las repugnantes campanillas tintinearon mientras mis pechos rebotaban juntos. Luego siguió conversando con las otras mientras chasqueaba la pinzas de mis pezones atrás y adelante. Luego me palmeó con fuerza el pecho derecho desde fuera y casi me caigo. Golpeó de la misma manera mi pecho izquierdo. Las campanillas sonaron furiosamente. Me tomó los pechos en sus manos para sentir su peso y luego los soltó de forma que rebotaron pesadamente.

"Realmente, Alicia, podríais ordeñarla, podríais alimentar a todo el personal de vuestra casa. Son en verdad bastante obscenos. Lárgate ahora, mascota."

Me colocó las manos en el pecho y me empujó hacia atrás. Caí con las piernas abiertas delante de ella, y Colette se rió tontamente.

"Vuelve a ponerte a cuatro patas y vuelve a mi silla."

El siguiente tirón vino de una mujer más mayor que se sentaba junto a otra más joven; supuse que eran madre e hija porque tenían la misma cara de caballo. Me arrastré hasta ellas para aceptar mi siguiente humillación. Se palmeó su amplio regazo y me ordenó gatear por encima de sus rodillas. Oh dios, no podría aguantar otra azotaina.

Me azotó, eran muy suaves, casi palmaditas, y entre cada dos me acariciaba y pellizcaba el trasero.

"¿Puedo jugar un poco con su cola, Alicia? ¿Le gustará eso?"

"No os preocupéis de lo que le guste a ella, Ellen, haced lo que os plazca. De todas formas lo disfrutará."

La mujer llamada 'Ellen' agarró el extremo del falo que sobresalía de mi trasero y empezó a tirar un poco. Había olvidado lo que se refería a la crema que la señora Bishop había extendido sobre el falo antes de insertármelo en el ano, porque había dejado de quemarme, pero esta acción de Ellen renovó la sensación y empecé a menearme en su regazo.

"Oh, mirad, creo que le gusta."

Siguió girando el falo en el agujero de mi culo y lo movió hacia dentro y hacia fuera lentamente. Muy a mi pesar empezaba a sentir placer. Mi brote estaba contra sus rodillas y pronto estuve restregándome contra su regazo para incrementar las sensaciones en él. Podía ver los ojos de la hija de Ellen fijos en mí mientras me veía retorcerme y agitarme para llegar al clímax. Ellen pronto se dio cuenta del efecto que estaba teniendo en mí y se paró de repente. Me echó de su regazo y caí al suelo.

"Oh, vaya, vuestra mascota se está poniendo demasiado excitada para mi gusto. No quiero que vaya a hacer eso en mi regazo."

"Vuelve aquí, mascota."

Volví gateando a mi sitio al lado de la silla de la señora Bishop. Sabía lo que iba a pasar; escuché la voz aguda y lastimera de la hija.

"Oh, mami, ahora la quiero yo. Muchacha, vete y tráemela de la correa."

Colette la complació y pronto estuve gateando hacia la hija cuyos ojos brillaban con una luz curiosa.

"¿Puedo obligarla a hacer de todo, señora Bishop?"

"Por supuesto, Mina."

"Siéntate sobre el trasero delante de mí con las piernas bien abiertas. Quiero verte."

Me abrí totalmente para ella y vio mis labios coloreados con la pinza y la correa todavía firmemente enganchada.

"No tiene nada de vello. ¿Por qué está pelada por ahí abajo?"

La señora Bishop se rió. "Quiero que mi mascota esté limpia, así que le he afeitado todo el vello. También es más fácil así ver como responde. Ya lo verás."

A continuación la chica apuntó mi brote con el dedo y lo tocó con la punta, provocándome un escalofrío que me recorrió el cuerpo.

"¿Qué es eso, mami?"

La madre tartamudeó y se sonrojó. "Le llaman clítoris, Mina."

La joven ya no era una niña, pero obviamente era totalmente inocente en materia sexual.

"¿Por qué yo no lo tengo?" preguntó.

La señora Bishop intervino para ayudar a Mina. "Claro que lo tienes, querida muchacha; está anidado entre tus labios inferiores."

"¿Cómo es que el de ella sobresale así?"

De nuevo la señora Bishop acudió al rescate. "Es porque está excitada, querida Mina; es una mascota un poco viciosa. Cuando las furcias se excitan sus brotes sobresalen como ese. Estoy especialmente orgullosa de mi mascota porque se le pone así de grande. Voy a tener que perforárselo y poner un anillo a su través. Luego podré tirar de la correa todo lo fuerte que quiera."

"¿Qué pasará si sigo tocándoselo?"

"Llegará al clímax. ¿Quieres hacérselo?"

"Oh, sí. He oído que los hombres tienen esa cosa, pero nunca había oído que las mujeres la tuvieran."

"Como te dije solo las furcias llegan al clímax. Puedes hacérselo si quieres, Mina querida, pero mi mascota tiene reglas que cumplir y tiene que pedirme permiso antes de dejarse ir. Puedes pedirme permiso, mascota, meneando la cola para mí."

Estaba sentada sobre el trasero, con las piernas abiertas para Mina, así que me puse de nuevo a cuatro patas, apunté el trasero hacia la señora Bishop y meneé aquella cola infernal, hacia atrás y hacia delante, contoneando el culo.

"Sí, mascota, puedes llegar al clímax para Mina."

Realmente no deseaba que esta muchacha presumida, de una edad como la mía, me proporcionara el alivio, pero lo necesitaba tan terriblemente. Oh, Jago, ¿dónde estás? Volví a colocarme delante de Mina y ella pasó la punta de su dedo índice por mi brote y recorrió su base.

"¿Por qué está tan húmeda? ¿Se ha orinado encima?"

"Oh dios, no. Mi mascota está bien entrenada; ya te lo demostraré más tarde. Esa humedad viene de dentro de su cajita, y de nuevo es porque está excitada."

Podía asegurar que Mina sentía un poco de emoción por el poder que tenía sobre mí. Siguió probando con la punta de su dedo y la deslizó hacia mi agujero del amor. Colocó justo la punta dentro y la movió en círculos. La retiró y levantó el dedo para inspeccionar mi humedad y permitir que lo viera todo el mundo.

"Está verdaderamente húmeda ahí. ¿A qué sabe? ¿Puedo lamérmelo, mami?"

Ellen miró hacia la señora Bishop, y ella asintió, sonriente. Mina sacó la lengua y tocó la punta del dedo, lamiendo mis jugos.

"Mmm, sabe un poco dulce."

Devolvió su dedo a mi coño, y lo removió otra vez en mi crema y luego extendió mi humedad por todo el interior de mis labios. Parecía estar evitando mi brote. Los labios se me hincharon ante su contacto, y la pinza se me clavó dolorosamente. Finalmente se armó de valor y me tocó la punta del brote con el dedo; mi cuerpo se estremeció ostensiblemente. Notó mi respuesta y lo volvió a tocar. Empujé hacia su dedo intentando animarla a hacer más. Eso la asustó y retiró el dedo bruscamente y me dio una palmada en el coño.

"¡Estate quieta! No me empujes."

Enarboló de nuevo la punta de su dedo y siguió su lento examen entre mis piernas. La odiaba por frustrarme de esa manera. No me apetecía mucho llegar al clímax delante de estas cinco mujeres y con Colette en el rincón, pero necesitaba sentir esa liberación. Ya me habían puteado bastante.

Finalmente volvió a mi bulto hinchado. Lo rodeó de nuevo una y otra vez, recorriéndolo con su dedo. Intentaba no empujar contra ella y volver a asustarla pero no podía evitar que las caderas se balancearan. Notó el efecto que su acción estaba teniendo sobre mí y me observó más detenidamente. Añadiendo un dedo a su exquisito juego pellizcó mi bulto entre los dos dedos. Las otras mujeres habían dejado la charla para observar mis progresos, y Colette se había movido de su esquina para mirar sin aliento los dedos de Mina tanteándome. Una y otra vez Mina hundía sus dedos en mi charco de miel para facilitar su deslizante viaje por mi coño. Las campanillas de mis pezones tintineaban mientras me apretaba convulsivamente los pechos.

Mi culo se levantaba ahora del suelo con un movimiento rítmico. Cuando lo volvía a apoyar sobre la alfombra el falo de mi trasero se metía cada vez más dentro. La madre de Mina estiraba el cuello alrededor de mi espalda para ver como el falo me empalaba. Sintiendo su control sobre toda la sala Mina retiró los dedos de repente. Dejé escapar un grito de frustración y ella se limitó a reírse tontamente. Mi trasero estaba levantado sobre el suelo, la cola colgando debajo de mí, aquella porción de la correa manchada con mis jugos; embestí con las caderas hacia delante deseando que terminara lo que había empezado.

"Querría que me suplicara, señora Bishop. ¿Le permitiríais que hablara y me suplicara?"

"Por supuesto, Mina. Está para vuestra diversión. Mascota, suplícale a Mina lo que estás deseando y dirígete a ella correctamente. Recuerda que todas somos tus amas hoy."

Oh, no, no podría hacerlo. Las cinco mujeres de la sala, todas vestidas elegantemente y bebiendo delicadamente sus cafés, estaban observando mi cuerpo desnudo brillante de sudor, con una cola clavada en mi trasero, una correa enganchada a mi labio inferior, los pezones sobresaliendo hacia delante mientras me estrujaba los pechos entre mis brazos, y mi perla dura y gruesa palpitante y convulsa enfebrecida de deseo. Y ahora ¿tenía que suplicar a esta muchacha para aliviarme? Todas me observaban expectantes; Mina con una sonrisa cruel y engreída en los labios, la señora Bishop tan satisfecha como un gato, Ellen ansiosa de que su hija consiguiera lo que deseaba, la cuarta mujer relamiéndose los labios, la que había jugado con mis pechos mirando con asco, y Colette con los ojos muy abiertos, boquiabierta.

Bajé las pestañas y acerté a susurrar, "Por favor, seguid tocándome, Ama. Por favor, llevadme al clímax."

Se rió con júbilo y siguió acariciando mi coño. La tensión era tan grande que sentí el alivio casi inmediatamente. Me puse rígida, luego gemí mientras todo mi cuerpo se relajaba y me dejaba caer al suelo. Mina cubrió mis labios con la mano y metió dos dedos en mi caja. Inundé su mano con mi crema y supe que mis azucaradas paredes estaban apretando sus dedos. Dejó allí la mano y los dedos hasta que terminé; luego retiró la mano y la mostró a las otras que estaban en la sala.

"Sale tanto jugo de ella, está goteando por la raja hacia la cola. Mami, ha sido tan divertido; me gustaría probar alguna otra vez."

"Claro que puedes, Mina, es decir si Alicia nos permite tan amablemente volver a usar a su mascota."

"Por supuesto, para lo que está ella es para ser usada en el placer de los otros." Se sonrojó, cosa que parecía incongruente en ella, y pestañeó un poco. "Mi amor me la dio para que la use como quiera."

Ante la mención a Jago miré rápidamente a la señora Bishop. No le entendía; pensaba que él me quería para su placer. Ni siquiera estaba aquí como testigo de mi sumisión. Sabía que no podía confiar en la señora Bishop. ¿Qué pasaría si le daba un informe adverso de mí a Jago?

Las manos de Mina estaban aún mojadas; buscando un sitio para limpiárselas discretamente, eligió mis pechos. Esparció mi crema por la parte superior de mis pechos y bajó hacia los pezones. Luego hundió la palma abajo, buscando más, porque había mucho, y me la esparció por la cara y los labios. Había adquirido tanta confianza desde su primer toque tentativo.

"Lámete ahora los labios, mascota."

Así lo hice y vi que Ellen lanzaba a su hija una mirada de orgullo maternal ante su naturaleza dominante, tan distinta de la suya.

"Vuelve conmigo, mascota. Belinda, ¿vais a participar de lo que hoy ofrece mi mascota?"

"Por supuesto. Me gustaría ver lo bien entrenada que está. Es sorprendentemente complaciente y sumisa. Deberéis decirme vuestro secreto, Alicia. Nunca he tenido una mascota tan deseosa de agradar."

Su 'secreto' era mi devoción hacia Jago, pero no lo admitiría ante ellas.

"Tengo mis métodos, Belinda. Ayuda el que ella esté tan dotada naturalmente para ser esclava. Tiene un cuerpo hecho para la sumisión y una mente que lo acompaña."

Belinda se puso en pie y agarró mi correa desde la parte de atrás. Tiró de ella, torturando mis labios.

"Vamos, mascotita, muéstrame lo bien entrenada que estás."