Dispuesta para su placer, Cap. 3

Prestada por su amo, Jago Trevellyn, a la señora Bishop, Clarissa se convierte en una perfecta 'mascota' sometiéndose a una humillante penetración anal. Incluido un enema gráfico.

Dispuesta para su placer


Autora: Jane Verlaine (c) 2003, reservados los derechos, PROHIBIDA SU VENTA

Título original: At His Pleasure, Part III, The Preparations

Traducido por GGG, diciembre de 2003

Capítulo III: Los preparativos


Prestada por su amo, Jago Trevellyn, a la señora Bishop, Clarissa se convierte en una perfecta 'mascota' sometiéndose a una humillante penetración anal. Incluido un enema gráfico.

Íbamos a salir de Londres a los pocos días; después de las aventuras de mi padre con la rebelión de Monmouth, mi madre estaba incómoda con el clima político que había allí. Jaime II estaba aprobando cada vez más leyes para sustentar la tolerancia de todas las religiones, pero todos entendían que esto significaba dar libre rienda a los católicos. No es que nos opusiéramos a la libertad religiosa, pero si los católicos recuperaban su poder temíamos que se repitieran horrores como las Hogueras de Smithfield (N. del T.: se refiere a la muerte en la hoguera de más de trescientos protestantes durante el reinado de la reina María Tudor entre 1553 y 1558). Se hablaba de reemplazar a Jaime II por su hija Mary distanciada de él y casada con el protestante Guillermo de Orange. Mi madre temía que mi padre se involucrara de nuevo en otro complot de traidores para deponer al rey.

Pero de nuevo no era la política de la corte lo que ocupaba mis pensamientos aquellos días. Me costaba creer que los acontecimientos ocurridos la noche de la 'caza del tesoro' en aquella galería de retratos hubieran tenido lugar realmente, y no fueran las imágenes de una ensoñación fantástica que me parecían a mí casi una semana después.

Desde el rescate de mi padre por mediación de Jago Trevellyn la opinión de mi madre respecto al caballero había mejorado rápidamente. Ni se imaginaba que este hombre hubiera sometido a su única hija a la violación, sodomía, y las más dolorosas humillaciones a manos de extraños. Tampoco tenía conocimiento del hecho de que su hija reclamara este tratamiento, gozando realmente con él.

Mi madre había salido a pasar el día con su hermana y su marido en una excursión en barco por el Támesis, y luego iban a parar en uno de los muchos cafés a la vuelta. Fingí un relajo que realmente no sentía, como si no estuviera en buena compañía con mi mente en tal confusión. Mientras daba vueltas sin parar por el salón de mis tíos, oí una llamada a la puerta. Un poco después el mayordomo apareció con un grueso sobre de color crema en su bandeja de plata.

"Para vos, señorita Campion."

Miré la letra del exterior del sobre que no me resultaba conocida, y luego lo abrí con el abrecartas de mi tío. Era una invitación a cenar con la señora Bishop en su casa urbana cerca de Whitehall. Había un pequeño papel doblado dentro de la invitación. Lo desdoblé con cuidado y lo extendí sobre la mesa. Decía:

"Mi muy querida Clarissa, os he prestado a la señora Bishop para esta tarde. Deberéis obedecerla como me obedeceríais a mí. Agradándola me agradáis a mí. Me dará completa cuenta de vuestro comportamiento y de vuestras acciones, y espero que os comportéis como mi buena y sumisa esclava."

Estaba firmada por Jago. Sentí que reaccionaba con la emoción acostumbrada. ¿Estaría él allí? No me apetecía estar sujeta a los caprichos crueles de la señora Bishop, pero si Jago estuviera allí estaría feliz de cumplir sus deseos. El mayordomo rondaba por el vestíbulo de la entrada como se le había dicho, esperando mi respuesta. Garabateé una nota de aceptación y se la pasé. La señora Bishop enviaría su faetón (N. del T.: coche descubierto de cuatro ruedas) a recogerme en una hora.

Me cambié el vestido mañanero por uno apropiado para el té, aunque estaba bastante segura de que no estaría vestida mucho tiempo. Sentía la boca seca y las rodillas temblorosas mientras esperaba que la señora Bishop me trasladara a su casa. Dejé una nota a mi madre sobre mi paradero y salí a la puerta principal a esperar el faetón.

El viaje fue corto, desde Hyde Park a St. James Park, y me dejaron delante de una casa elegante y de construcción reciente. Había una pequeña verja de hierro forjado que rodeaba la propiedad y un bonito jardín con un pequeño peral delante de la casa. Hice sonar la campana y una muchacha del servicio abrió la puerta; me condujo al salón de la señora Bishop, amueblado con gusto y dinero. Mientras esperaba en el centro de la sala, presa de incertidumbre, entró la propia señora Bishop. Estaba vestida con gusto y estilo, y miré tras ella ansiosa esperando ver a Jago. Sonrió levemente como si entendiera mi mirada.

"Vuestro Amo no está aquí, querida. Me encapriché tanto de vos la otra noche que ha accedido a permitirme hacer uso de vos. Estará encantado de vuestra obediencia; yo, por supuesto, le informaré de todo. Debéis obedecerme como a vuestra Ama hoy, y dirigiros a mí adecuadamente, ¿lo habéis entendido?"

Bajé la mirada y respondí, "Sí, Ama." Oh, ¿por qué no estaba allí Jago? Podría soportarlo todo si él estuviera presente, dándome su aprobación y rodeándome con sus brazos y llevándome con él cuando todo hubiera pasado. Estaba un poco asustada de estar a solas con aquella mujer.

"Voy a dejaros al cuidado de mi propia ayuda de cámara, Genevieve. Ella os transformará en mi perfecta mascota."

¿Era esta una repetición de la preparación a la que me habían sometido en la casa de campo de Jago? Pronto descubriría que así era, pero peor y con la señora Bishop presente durante toda la ceremonia; parecía que su propósito era aumentar mi humillación.

Primero Genevieve me bañó en la bañera; era aún más lujosa que la de Jago porque era enorme y se sostenía en pies con forma de garras. La señora Bishop se colocó a un lado y dirigió las acciones de Genevieve. Pasó sus manos enjabonadas por mis pechos, pellizcándome los pezones entre su pulgar y su índice mientras lo hacía. Una vez que mis pezones estuvieron erectos y sobresalientes la señora Bishop me hizo separar las piernas dentro de la bañera y Genevieve me pasó los dedos entre los pliegues de mis labios inferiores. Luego metió primero uno y luego dos dedos dentro de mi cajita, moviéndolos dentro y fuera mientras la palma de su mano me presionaba la perla. Las sensaciones que ya conocía se adueñaron de mí mientras me apretaba contra su mano.

La señora Bishop hizo parar a Genevieve y me dijo, "Vas a ver que no soy tan sentimental como tu Amo; tendrás que pedir permiso antes de llegar al clímax. Si no lo hace serás severamente castigada. ¿Entendido?"

Se me cortó la respiración de frustración cuando Genevieve apartó la mano y respondí, "Sí, Ama. ¿Puedo llegar al clímax?"

Dijo secamente, "No. Ahora ponte a cuatro patas en la bañera y vuelve tu trasero hacia Genevieve."

Al principio me enjabonó el trasero y me pasó los dedos por la raja; esperaba el inevitable dedo en mi agujero y Genevieve no me defraudó. Cada vez estaba más acostumbrada a que me invadieran por aquí y estaba empezando a disfrutar de la sensación. Genevieve consiguió insertarme tres dedos dentro y lentamente me pinchó y me ensanchó. Luego escuché un sonido como de succión en el agua tras de mí, pero no me atreví a mirar. Poco después sentía que me insertaban una manguera de caucho duro en el trasero. Pegué un respingo consternada y me gané un azote fuerte a cargo de la señora Bishop en las nalgas por mi insubordinación.

"Estate quieta, puta. Necesitas estar limpia a fondo para lo que te tenemos preparado."

Genevieve colocó una mano con firmeza en la zona lumbar mientras seguía metiéndome la manguera en el trasero. Una vez colocada se echó atrás y escuché un sonido de bombeo. Para mi horror sentí que el agua estaba siendo bombeada al interior de mi trasero y subía por mis intestinos. Intenté de nuevo apartarme y de nuevo la señora Bishop me golpeó una vez en cada nalga.

"Aprieta los músculos y retén el tubo dentro; no sueltes nada de agua hasta que te lo diga."

Apreté los dientes y asentí con la cabeza. Finalmente Genevieve acabó de llenarme de agua, y se retiró dejando la manguera colgando de mi trasero. La señora Bishop entonces dio la vuelta hasta ponerse delante de mí y bajó la mano y empezó a jugar con mi botón. Inmediatamente se hinchó bajo su toqueteo y lo pellizcó con fuerza. Oh, dios, ¿cómo esperaba que retuviera toda aquella agua dentro de mí mientras me estaba haciendo esto? Intenté concentrarme en la desagradable presión en mis intestinos en vez de en las muy agradables sensaciones de mi entrepierna. La señora Bishop podía notar mis apuros. Ansiaba sentir la liberación que me ofrecía pero sabía que si lo hacía probablemente perdería el control sobre el agua que me llenaba.

"Te doy permiso para que llegues al clímax, puta. Adelante. Pero no quiero ver ni una gota de agua salir de tu culo."

Cerré con fuerza los ojos y pensé en el duro castigo que me aplicaría si soltaba el agua. Finalmente se ablandó y acabó mi tormento quitándome los dedos de encima.

"Genevieve, trae el orinal y ayúdala a salir de la bañera."

Estaba aterrada de soltar el agua casi tanto como lo deseaba. Salí de la bañera con alguna dificultad incluso con la ayuda de Genevieve, porque sentía calambres en los intestinos y me resultaba difícil enderezar el cuerpo.

"Ahora agáchate sobre el orinal y suéltalo cuando te lo diga."

Estaba roja de vergüenza, pero hice lo que me pedía. Una vez agachada sobre el orinal me azotó ambas nalgas y ordenó, "¡Ahora!"

El agua salió a chorros de mis intestinos a través del agujero de mi trasero, provocando un sonido humillante cuando se estrellaba en el recipiente de porcelana azul.

La señora Bishop sonrió aprobadora, mofándose, "Buena chica. Ahora vuelve a llevarla a la bañera, Genevieve, y limpia todo ese desastre que se ha hecho ella."

Me volví meter en la bañera donde Genevieve me lavó el trasero y los muslos antes de volverme a sacar. Me tumbaron en la cama y Genevieve empezó a afeitarme el montículo. La señora Bishop me ordenó luego levantar las piernas, doblar las rodillas y pasarme los brazos por debajo para mantenerlas así. Genevieve luego empezó a afeitarme los labios externos y, con cuidado, alrededor de mi brote ahora hinchado. La señora Bishop tiraba de mis labios para un lado y otro, excitándome hacia el clímax que no tenía permitido alcanzar. Luego me inclinó aún más de manera que Genevieve pudiera alcanzar el interior de mi raja.

La señora Bishop suspiró con un poco de repugnancia. "Esta área es siempre tan difícil de afeitar adecuadamente porque la piel se arruga un poco. Déjame que te ayude, Genevieve."

Fue hasta un cesto y sacó un objeto de madera pulida y forma de falo. Tomó una botellita de aceite perfumado y lubrificó la punta y el dardo del falo. Luego se acercó a mí en mi vulnerable estado y aplicó el falo a mi ano. Gruñí un poco porque el objeto era más grande que el que Jago había hecho que Molly me insertara, y era también mucho más grande que la vara de Sir Penrith y los tres dedos de Genevieve. Afortunadamente no me lo metió entero, y con mi fruncido agujero ahora ensanchado, Genevieve siguió afeitándome hasta dejarme completamente lisa y sin pelo.

Luego me aplicó el aceite perfumado en el montículo, entre los labios y alrededor del falo que todavía sobresalía de mi trasero.

"Ahora, esclava mantén las piernas separadas y pásate la mano por abajo y tócate; juega con ese brotecito hinchado tuyo y hazlo con fuerza y gusto. No te olvides, he visto con mis ojos lo grande que puede ponerse. Y mientras lo haces manipula el falo para que entre y salga de tu trasero."

La señora Bishop y Genevieve se colocaron delante de mis piernas abiertas y se quedaron mirando como a la espera de un espectáculo. Esperaban un espectáculo y yo era el número principal.

Bajé los dedos lentamente y empecé a tocarme; moví el falo en redondo con cuidado de no meterlo más a fondo en mi apretado ano.

"Oh, ya veo lo que haces; estás intentando no hacerlo muy en serio, ¿verdad? Temes excitarte demasiado y que se te niegue el clímax. Sufrirás por esa falta de discreción. Métete dos dedos a fondo en tu agujero del amor; humedécelos con tus jugos y luego lámete los dedos hasta dejarlos limpios."

No sabía de que manera iba a hacerme sufrir e intenté no pensar en ello mientras obedecía sus órdenes. Tenía los dedos manchados en mi crema y me los metí en la boca para chuparlos.

"Ahora es el momento de prepararse para mis invitados."

¿Invitados? ¿De qué estaba hablando? ¿Iba a venir gente e iban a hacer que me vieran desnuda? Esperaba fervientemente que uno de ellos fuera Jago.

Me hizo ponerme en pie delante de Genevieve y la criada tomó un tarro de carmín y empezó a aplicármelo en los pezones. Brillaban con un rosa oscuro; luego me lo aplicó a los labios del coño, pasando un dedo por mi raja. Luego me doblé y separé las piernas mientras marcaba en redondo el agujero de mi culo con la pintura rosada. Luego sacó un par de pinzas que reconocí inmediatamente que iban a ser para mis pezones. Estas pinzas eran más pequeñas que las de esmeraldas que Jago tenía para mí, y llevaban pequeñas campanillas en sus extremos. Cada vez que moviera o balanceara el pecho sería acompañada por este humillante tintineo de la campanilla. Para destacar este punto una vez que Genevieve hubo enganchado las pinzas a mis pezones la señora Bishop les dio unos manotazo hacia atrás y hacia delante.

Luego me dijo que me pusiera a cuatro patas.

"Acostúmbrate a esta posición, esclava, porque serás mi mascota hoy en todos los sentidos."

Fue de nuevo hasta el cesto de sus juguetes y esta vez sacó un falo similar al que todavía llevaba clavado en mi agujero, pero más grande y que tenía largas crines de caballo enganchadas a su extremo, formando una cola. Supe lo que me esperaba e instintivamente tensé mis músculos alrededor del falo más pequeño que ya me invadía.

La señora Bishop se sentó en el borde de la cama y me ordenó que gateara hasta ella. Lo hice con las odiosas campanillas tintineando en mis pezones. Se dio una palmada en el regazo lo que interpreté como la señal de dónde quería que me pusiera, así que me coloqué sobre sus rodillas.

"Abre las piernas."

Me quitó bruscamente el falo del ano que se quedó un momento como boqueando, haciendo que me sintiera horriblemente abierta y expuesta. Luego bajó la mano hasta mi trasero desnudo y me azotó una y otra vez. Perdí la cuenta, mientras iba alternando entre mis nalgas, asegurándose que unos cuantos golpes aterrizaran en mi raja. Tenía el trasero aguijoneado y podía sentir que el color rojo se extendía por ambas nalgas.

"Esto es por no haberlo hecho con suficiente entusiasmo cuando te dije que jugaras con tu cuerpo. Y además tienes ante ti algo un poco más incómodo.

Tomó el falo más grande con la cola y aplicó algo de crema de un bote a todo lo largo de él. Luego lo metió a fondo y sin miramientos en mi agujero, haciendo que me quedara sin aliento por la sorpresa y el dolor. El dolor fue sustituido por una sensación espantosa de quemazón dentro de mi agujero; fuera lo que fuese lo que había puesto en el falo ahora me picaba y quemaba, y me retorcí y agité en su regazo intentando librarme de la sensación. Sujetó el falo y lo hundió dentro y fuera de mí, cada vez más a fondo.

"La quemazón se irá pronto, pero necesitas aprender a obedecer a tu Ama. Me gusta tanto humillarte, puta. ¿Crees que puedes robarme el afecto de Jago? Eres solo una furcia que solo vale para ser utilizada, y se dará cuenta suficientemente pronto. Tal vez te mantengamos como mascota de los dos. Puede utilizarte para que le chupes la virilidad para preparársela para mí; luego podemos atarte a los postes de la cama mientras le ves hacerme el amor. Cuando me haya satisfecho puedes limpiar mis jugos de su miembro con la lengua. Te haremos realizar números degradantes para nuestros amigos y luego te pasaremos a ellos para que disfruten mientras nosotros miramos. Después de eso nunca te querrá para sí, pero seguirás a su servicio porque te has enamorado de él, ¿verdad? Vi la forma en que le mirabas. Fue una completa estupidez, muchacha; toda mujer que se enamore de Jago Trevellyn acabará sufriendo... excepto yo. Quizás cuando estemos hartos de usarte te vendamos a los traficantes de esclavos de Arabia."

Escuché sus palabras con miedo creciente. ¿Era eso lo que Jago había planeado para mí? Tenía razón; me había enamorado de él. Yo no debía importarle mucho si me había traspasado a esta mujer, su amante, para que me torturara y humillara. Pero todavía mantenía la esperanza de que estuviera aquí hoy y quedara contento conmigo. Incluso tal vez me besara de nuevo...

Azotó bruscamente mi ardiente trasero y me metió el falo muy adentro. Luego me hizo ponerme de nuevo a cuatro patas.

"Un toque final y estarás preparada para mis invitados."

Sacó otra pinza y se la pasó a Genevieve, que había estado contemplando plácidamente mi suplicio. Se agachó entre mis piernas y enganchó la pinza a mi carnoso e hinchado labio externo. Grité de dolor.

"¿Recuerdas que la última vez le dije a Jago que debería haber perforado tu nódulo y haberle enganchado una correa? Bien, podemos hacerlo a su tiempo, pero de momento la pinza bastará."

Luego acercó una correa de cuero con rubíes, del tipo de las que las mujeres elegantes enganchan a sus perritos cuando los sacan a pasear. De nuevo se la pasó a Genevieve que enganchó el mosquetón del final de la correa a la pinza de mi labio inferior. Realmente me iba a tratar como a su mascota.

"Ahora siéntate sobre tus patas traseras, mísera zorra, y espera mis órdenes. No te sientes encima de la cola. Mandaré a mi criada Colette a buscarte  cuando esté preparada para ti. Se te pedirá que te alivies en el orinal antes de que bajes. No quiero que mi mascota sufra ningún accidente embarazoso delante de mis invitados. Si no cumples la orden de Colette será que estás deseando sentir de nuevo mi mano desnuda en tu trasero, después de que hayas sentido la punta de mi látigo lamer tus preciosos, llorosos y coloreados labios carmesí."

Sentía ganas de arrancarme todos los pequeños 'adornos' de mi cuerpo y salir corriendo de la casa, pero mi único pensamiento era todavía 'Jago'. Le defraudaría si le fallaba en la obediencia a las órdenes de la señora Bishop. Así que me senté y esperé.

Al rato entró tímidamente en la habitación la chica de servicio. Se detuvo y me miró con los ojos muy abiertos y la boca también.

"Oh, dios mío, eres realmente la mascota de la señora Bishop, ¿verdad? ¿Por qué le dejas que te haga esto?"

Meneé la cabeza en silencio.

"Oh no te preocupes, no le diré que has hablado. Es mala, y en cuanto pueda encontrarme otro sitio lo tomaré y me iré de aquí."

Me sonrojé y tartamudeé, "Lo hago porque mi Amo lo desea."

"Oh, ¿haces esto para complacer a un hombre?"

Asentí de nuevo.

"La señora Bishop me dijo que lo hacías porque te gustaba; dijo que te excitabas, sexualmente, ya sabes."

Tuve que admitir para mí misma que con toda la dureza del tratamiento que la señora Bishop me estaba dando, había tenido una creciente tensión entre las piernas durante todo el rato. El dolor de pellizco que sentía en los pezones y el coño, la comezón y quemazón que sentía en el trasero y la humillación de ser enganchada por una correa en la entrepierna y tratada como una mascota, todo ello creaba una sensación insoportable de excitación en mi persona. Sabía que estaba húmeda y que dejaría que cualquiera me aliviara de la forma que fuera. ¿Cómo podía explicarle todo esto a aquella muchacha de ojos abiertos? Ni siquiera podía explicármelo a mí misma.

Hundí la cabeza avergonzada y admití ante ella que todo eso me excitaba.

Tenía en su rostro una expresión maliciosa, de saber de que iba, y dijo con reticencia, "No te creo. ¿Puedo comprobar eso yo misma? Se supone que debo informar a la señora Bishop de cosas respecto de ti, como si has meado para mí o no. Le diré cosas si no me dejas."

Estaba a merced de esta muchacha. Asentí con la cabeza y separé las piernas para ella. Ansiosamente y con cuidado para evitar la pinza de mi labio externo hundió su dedo medio en mi agujero del amor, observó la abundante humedad que había allí, y lo sacó esparciéndola por mi hinchado brote mientras lo hacía. Al sentir la protuberancia se acercó para mirar más de cerca. Parecía fascinada por mi enorme bulto y rápidamente tanteó en mi interior con dos dedos liberando aún más humedad. Luego tomó mi brote ente esos dos dedos y empezó a rodearlo con ellos. Empujé hacia ella, buscando la ansiada liberación. De repente se detuvo con expresión de miedo en la cara y gruñí y le supliqué que continuara.

"Por favor, por favor, no te pares ahora."

"La señora Bishop no me dijo nada de tocarte. Vas a crearme problemas. Si huele tu olor en mis dedos puede que me flagele a mí. Límpiamelos."

Me ofreció sus dos dedos mugrientos para que se los limpiase, y me los metí en la boca y los chupé. Luego jugó un rato con las campanillas de mis pezones hasta que entró la propia señora Bishop.

"¿Ha sido una buena mascotita, Colette?"

Colette me miró de reojo y asintió tímidamente.

"Entonces todo va bien, mascota mía, es hora de que te alivies. Recuerda, no quiero accidentes. Colette toma la correa y llévala al orinal."

Colette levantó la correa y una vez más me vi a cuatro patas gateando hacia el odioso recipiente. La señora Bishop me ordenó agacharme y orinar y eso hice. Mi dilatado brote y la pinza de mi labio hicieron que mi chorro se desperdigara y la orina me bajaba por los muslos y goteaba por mis nalgas.

"Tch, tch, vaya una mascotita cochina que estás hecha. Espero que lo hagas mejor si necesitas aliviarte delante de mis invitados."

¡Oh, dios! No lo haría, ¿verdad? Colette tomó una toalla y me secó.

"Sígueme abajo con la mascota en unos minutos, Colette."

"Sí, señora."

Después de que se fuera Colette sonrió con satisfacción y me explicó las 'reglas'. Tenía que bajar las escaleras a cuatro patas; ella caminaría detrás de mí, sujetando la correa entre mis piernas con la 'cola' a un lado de la correa. No tendría que gatear muy por delante de ella, en ese caso la pinza se soltaría de mi labio. Si eso ocurría me prometía que la señora Bishop se enfadaría mucho de verdad. Tenía que mantener la cabeza levantada y arquear la espalda mientras caminábamos.

Solo me quedaba la esperanza de que Jago estuviera esperándome y me protegiera contra cualquier otro dolor que la señora Bishop planeara hacerme. ¿Tendría razón ella? ¿Pretendería él mantenerme como mascota suya y de la señora Bishop? No podría soportar verle hacer el amor con ella.