Dispuesta para su placer, Cap. 2

En circunstancias menos desesperadas Clarissa queda impactada al encontrar a "su amo" en una reunión pública elegante; su poder sobre ella tan firme como siempre.

Dispuesta para su placer


Autora: Jane Verlaine (c) 2003, reservados los derechos, PROHIBIDA SU VENTA

Título original: At His Pleasure, Part II, Lord Trevellyn At The Ball

Traducido por GGG, noviembre de 2003

Capítulo II: Lord Trevellyn en el baile


(En circunstancias menos desesperadas Clarissa queda impactada al encontrar a "su amo" en una reunión pública elegante; su poder sobre ella tan firme como siempre.)

Tras la liberación de mi padre de la prisión que siguió a la rebelión de Monmouth, nos quedamos en nuestra propiedad del campo. Mi padre no quería llamar la atención sobre su persona en Londres, en la corte de Jaime II. Mientras reinara ese monarca las cosas no irían bien. El Rey asistía a misa públicamente en la Capilla Real. Esto hacía que la gente estuviera a disgusto puesto que recordaban el reinado de la reina católica "María la Sangrienta" (N. del T.: "Bloody Mary", María Tudor esposa de Felipe II de España) que precedió al gobierno de la Reina Isabel.

Yo también estaba a disgusto y no tenía nada que ver con Jaime II. No podía olvidar mi noche con Jago Trevellyn, cuando me había hecho su esclava a cambio del perdón para mi padre por su participación en la rebelión de Monmouth. Me decía a mí misma una y otra vez que me había sentido degradada y violada, pero no podía apartar de la memoria las sensaciones de aquella noche. Con frecuencia, cuando me tumbaba por la noche en la cama, pensaba en Jago y en la manera en que había inflamado mis pasiones. Me pasaba la mano por abajo, entre las piernas, y me acariciaba los pliegues de los labios; pensar en él y en las cosas que me había hecho aquella noche hacían que me humedeciera de nuevo. Me procuraba el clímax como él me había enseñado y susurraba su nombre mientras lo hacía.

Mi vecino, Jeremy, dejó el ejército del rey y volvió a casa. Apenas pude soportar su mirada cuando vino a casa de mis padres, sabiendo que yo era consciente de mis propios deseos. Mi madre invitó a sus padres y a él a cenar, y después del brandy me permitieron pasear con Jeremy fuera, en el porche. Mi madre pensaba que resultaría adecuado para que Jeremy me hiciera proposiciones, y realmente lo hubiera sido a no ser por aquella noche con Jago.

Mientras estábamos fuera en el porche, Jeremy se volvió hacia mí y dijo, "Te he echado tanto de menos, Clarissa. He pensado tantas veces en ti."

"Yo también te he echado de menos, Jeremy." Había sido verdad en un tiempo. Había echado de menos a Jeremy... hasta que pasé aquella noche con Jago.

"Estás tan guapa esta noche."

Luego me tomó la mano y se inclinó hacia delante para besarme castamente en los labios. No sé qué me pasó. Había estado pensando tanto en Jago y sentir de nuevo un hombre cerca de mí, deseándome, fue demasiado para mis sentidos. Cuando Jeremy me besó le pasé los brazos por el cuello y apreté mi boca contra la suya. Abrí la boca contra la suya, le chupé el labio inferior y forcé su lengua dentro de mi boca. Mis caderas giraron contra él, esperando sentir la dureza de su virilidad contra mí.

Durante un instante Jeremy respondió y luego recordó quien era yo. Se apartó de mí de un salto, precipitadamente, y me miró asombrado.

"Clarissa..."

No sé qué iría a decirme porque sus padres entraron por la puerta en ese preciso momento, pero la expresión de su cara me indicó que estaba impresionado por mi comportamiento.

No vi mucho a Jeremy por nuestra casa después de eso; cuando nos veíamos me miraba como si fuera una extraña para él. Mi madre estaba decepcionada, porque daba por segura que la propuesta de matrimonio tenía que llegar. Una noche entró en mi cuarto para hablar conmigo.

"Estoy sorprendida de que Jeremy no sea un visitante más asiduo después de su vuelta. ¿Te ha dicho algo a ti?"

"No, no me ha dicho nada." Por supuesto que no podía confesar mi vergonzoso comportamiento con Jeremy a mi madre.

"Quizás solo necesite estar un tiempo en casa después de su servicio en el ejército. Has cambiado desde la terrible experiencia de tu padre, Clarissa. No puedo decirte cuanto significa para nosotros dos que fueras a aquella ciudad por tu propia iniciativa, para asegurar su liberación, pero desde entonces has estado tan callada, tan preocupada. No eras así. La experiencia parece haberte hecho más madura; lamento que hayas tenido que soportarlo en tus propias carnes. Todavía no consigo entender por qué Lord Trevellyn lo hizo."

Si supiera todo lo que había ocurrido en aquel aciago viaje. No podía decírselo, no podía decirle que había cambiado mi virtud por la liberación de mi padre, no podía decirle que no pensaba en otra cosa que en aquellos días, no podía decirle que ansiaba estar otra vez a las órdenes de Lord Trevellyn.

"He estado haciendo planes. Creo que deberíamos ir a Londres, nosotras dos. Tu padre, por supuesto, no puede acompañarnos. Estaríamos con mi hermana y su marido; iríamos de compras, nos haríamos con algunos vestidos nuevos, nos ocuparíamos algo de las relaciones sociales. ¿Qué opinas?"

Estaba llena de temor y excitación a la vez. Sabía que probablemente nos encontraríamos a Jago Trevellyn en Londres, y pensar en ello me producía sensaciones contrapuestas. ¿Cómo llevaría verle de nuevo? ¿Me reconocería o haría referencia a aquella noche que compartimos?

"Creo que sería bueno para ti, Clarissa. Por favor, dime que vendrás."

"Me encantaría ir a Londres con vos, Madre."

No pasó mucho tiempo antes de que estuviéramos con mi tía y mi tío en su casa urbana de Londres. Frecuentábamos el teatro y la ópera, y siempre buscaba a Jago Trevellyn, pero en vano.

Habíamos sido invitadas a un gran baile en el que iba a haber una "caza del tesoro" hasta que acabara la noche. Llevaba uno de mis vestidos nuevos, hecho a medida para mí en Londres. Era rojo oscuro con enaguas de un matiz más ligero asomando por debajo del canesú; la falda caía en multitud de volantes, de manera que parecía que estuviera flotando. La criada de mi tía recogió mi oscuro pelo en la parte superior de mi cabeza dejando un largo tirabuzón que me caía por el hombro.

Reconocí a muchos jóvenes de mi estancia en Londres y no iba a estar escasa de parejas de baile. La gente pareció apartarse, cuando un hombre alto se deslizó por la sala, y luego le rodearon para conseguir su atención. Era difícil ignorar la entrada de Lord Trevellyn. Me quedé mirándole como transida y luego me apresuré a volver con mi madre antes de que lo notara.

De vez en cuando le echaba miradas furtivas, mientras seguía bien escondida tras mi madre. Llevaba del brazo a una hermosa mujer, y ocasionalmente ella se volvía hacia él para tocarle el brazo o la cara. Cuando lo hacía notaba que me inundaban cálidas oleadas de desesperación. No podía entenderme a mí misma. ¿Por qué había de importarme que estuviera con otra mujer?

Mi madre también se dio cuenta de su presencia.

"Oh, mira, allí está Lord Trevellyn. Debo ir a verle y agradecerle lo que hizo por tu padre. Tienes que venir conmigo; estoy segura que quieres volver a agradecérselo."

Mi madre me tomó del brazo mientras nos acercábamos a él. Yo no sabía adónde mirar; no quería reconocer lo que había ocurrido entre nosotros. No quería que viera que estaba cortada o perturbada de alguna manera por su presencia aquí. Solo pretendía que aquello no había ocurrido nunca.

Mi madre fue a su encuentro con los brazos abiertos.

"Lord Trevellyn. Hemos sido tan negligentes por no agradeceros adecuadamente vuestra ayuda respecto a mi marido. Pero este es nuestro primer viaje a Londres; mi marido ha tenido que quedarse en nuestra propiedad del campo, como estoy seguro que entenderéis."

"Mi querida Lady Campion, señorita Campion. No hace falta que me lo agradezcáis. Os aseguro que vuestra adorable hija me lo agradeció más de lo que cualquier hombre podría merecer." Se volvió hacia mí y me miró directamente a los ojos. "Espero que estéis bien, señorita Campion. ¿Recuperada de vuestro sufrimiento?"

Murmuré, "Sí, gracias."

"No tenía ni idea de que conocierais a mi hija lo bastante como para intervenir y ayudarla de esa forma, Lord Trevellyn, pero Sir James y yo os estaremos eternamente agradecidos."

"No hay de qué; fue un placer."

Luego nos presentó a la mujer que le acompañaba, la señora Bishop. Vi con satisfacción que no era particularmente joven; mencionó que era viuda. Luego él sugirió que ella acompañase a mi madre en la búsqueda de nuestra anfitriona, porque mi madre quería hacerle algunas preguntas respecto a la "caza del tesoro" y la señora Bishop sabía dónde estaba. Su objetivo, desde luego, era dejarme sola, o tan sola como pudiera estar en un salón de baile abarrotado.

Se acercó a mí. "Clarissa... he pensado en vos con frecuencia."

"Y yo he pensado en vos... con repugnancia."

Se rió. "Oh, estáis mintiendo. Lo sabéis. ¿No os dije que os proporcionaría una noche que nunca olvidaríais? Y no la habéis olvidado, ¿verdad?"

"¿Cómo podría olvidar una, la noche en que fue violada?"

"Querida, estuvisteis más voluntariamente de lo que nunca admitiréis para vos misma."

"Bien, ya veo que tenéis otra mujer para someterla a vuestras degradaciones."

"¿La señora Bishop? ¿Alicia? Oh, no, estáis bastante equivocada. Nunca se sometería a las delicias que vos disfrutasteis tanto. Aunque me alegra que os preocupe."

"N-no entiendo. ¿No le hacéis el amor a esa mujer?"

"Nunca he dicho eso. Solo que no le hago el amor de la misma forma que os lo hice a vos. Guardo esos placeres especiales para las mujeres como vos, mujeres que reclaman esa marca especial de amor."

"Sois despreciable."

"¿Por reconocer vuestra verdadera naturaleza?"

"Creéis lo que os conviene."

"¿Por qué no os habéis casado todavía con el estimable Jeremy Lloyd?"

Dije bruscamente, "¿Qué sabéis vos de eso?"

"He oído que ha habido una desavenencia entre ambos. Ahora él ha vuelto al servicio del Rey y no ha habido anuncio del compromiso. ¿Qué ocurrió, Clarissa? ¿Os arruiné para cualquier otro hombre? Ahora que sabéis lo que vuestro cuerpo desea nunca podréis ser feliz con un hombre que no entienda eso de vos."

"No hay nada de eso."

¿Cómo me conocía tan bien? Era aterrador y excitante a la vez. Jeremy había demostrado claramente que no conocía en absoluto mi naturaleza.

Nuestra anfitriona hizo sonar una pequeña campana para atraer nuestra atención.

"Señoras y caballeros, es hora de empezar la 'caza del tesoro'. Caballeros, por favor elegid vuestras parejas."

Lord Trevellyn se volvió hacia mí y me tomó la mano.

"Vos deberíais ser mi pareja."

Empecé a protestar. "Oh, no, no podría..."

En ese preciso momento mi madre volvía hacia nosotros con la señora Bishop.

"Alicia, no te importará en absoluto, ¿verdad?"

La señora Bishop sonrió con picardía. "En absoluto; por favor renueva tu conocimiento de la señorita Campion. Veo un amigo nuestro al otro lado del salón, Sir Penrith. Estoy segura que podemos hacer pareja."

Mi madre prefirió no participar en la 'caza del tesoro', pero claramente se sentía a gusto dejándome al cuidado de Lord Trevellyn. Si ella supiera...

El objeto del juego eran encontrar cinco pistas ordenadas; cada pista nos llevaría al siguiente lugar de la casa donde estaría esperando la siguiente pista, hasta la quinta, que revelaría el 'tesoro'. Las pistas de todos eran ligeramente distintas, de manera que las parejas pudieran estar en diferentes áreas de la enorme casa. Lord Trevellyn se adelantó para recoger nuestras cinco pistas.

La pista decía, "Vuestra primera pista espera bajo unos pies alados."

Dijo, "Humm, pies alados... ¿tal vez bajo las patas de una silla o una mesa talladas?"

"No, hay una estatua de Hermes en la fuente del jardín trasero; a Hermes siempre se le representa con pies alados."

Me miró con algo que parecía admiración. "Veis, soy tan afortunado de tener una joven señora tan instruida como pareja. Elegí bien."

Fuimos al jardín trasero y nos dirigimos a la fuente. Allí había efectivamente un papel con la siguiente pista. Decía, "Vuestra siguiente pista se acompaña y rodea de sonrisas y frunces y se sienta con Lely."

Dije excitada, "Tiene que haber una galería de retratos con una pintura del retratista Sir Peter Lely."

Lord Trevellyn me sonrió benignamente y dijo, "Llevadme y yo os seguiré."

Su tranquila conformidad debería haber sido una advertencia para mí.

Volvimos a la casa y subimos por las escaleras, buscando en un vasto abanico de habitaciones. Finalmente llegamos a una sala larga, la galería de retratos. Estaba a oscuras, salvo unas pocas velas en los candelabros de la pared. Miramos todos los retratos hasta encontrar el pintado por Lely; había una tira de papel plegado tras el marco. La saqué pero Jago me la arrebató de las manos.

"Ya basta con esta estúpida 'caza del tesoro'. Encontremos nuestro propio tesoro esta noche."

Me empujó con rudeza contra la pared y me dijo que pasara la mano por debajo de su abrigo y agarrara su virilidad a través de los calzones. Me sentí como si fuera un objeto; si hubiera gritado seguramente alguien me oiría. En vez de ello hice lo que me decía, y sentí la forma ahora familiar que crecía y se endurecía bajo el fino tejido de sus calzones.

"Ahora ponte de rodillas, bájame los calzones y tómame en la boca."

De nuevo alguna fuerza me empujaba a hacer lo que me ordenaba. Guié su virilidad hasta dentro de mi boca con la mano, pasando la lengua por su punta. Se la chupé y empezó a moverse lentamente dentro y fuera de mi boca. De repente escuché que se abría la puerta de la galería y unas voces apagadas. Hice un movimiento para retirarme de Jago pero él me detuvo, poniendo su mano en la parte trasera de mi cabeza y empujando hacia delante de modo que su virilidad estaba casi alojada en mi garganta.

Me asfixiaba y me dijo, "Mantenla en el fondo de la boca, pero deja de chupar y de moverte."

Así que me senté sobre las rodillas con su miembro todavía duro, embutido en mi boca. La gente que entró en la sala se acercaba a nosotros y el corazón me latía con nerviosa ansiedad. ¿Quién podría ser? ¿Por qué permitiría él que alguien nos viera así?

Se oyó en primer lugar la voz de una mujer y la reconocí como la de Alicia Bishop.

"Mi querido Jago, parece que tu amiguita ha encontrado su tesoro." Soltó una carcajada gutural, y me quedé cortadísima de que supiera exactamente qué era lo que le estaba haciendo.

Luego sonó una voz desconocida de hombre. "Jago, no hay nadie como tú para quedarse todo para ti. Eres un hombre muy egoísta."

Jago se rió también, y yo cerré los ojos para protegerme de mi humillación. No podía entender por qué no me levantaba y salía corriendo de la sala. Mientras discutían mi apuro, sentía un cosquilleo entre las piernas y sabía que me estaba humedeciendo.

La señora Bishop siguió. "Adiviné inmediatamente que tenías un trato un poco especial con ella. Es una pequeña belleza, pero todos sus encantos están cubiertos. ¿Puedo?"

Jago debió asentir, porque ella se dirigió a mí a continuación. "Métete la mano en el canesú, puta, y sácate los pechos fuera."

Entonces abrí los ojos y los alcé hacia el rostro de Jago; me sonrió y dijo, "Haz lo que te dice, pero no te saques la polla de la boca."

Mis labios todavía rodeaban firmemente el miembro de Jago, me metí la mano por arriba y aflojé un poco las ballenas de mi corsé, y luego me saqué los pechos del canesú de mi vestido. Cayeron pesadamente hacia delante, aún más sobresalientes a causa del prieto canesú que ahora estaba bajo ellos.

La señora Bishop se colocó detrás de mí, me pasó las manos por encima de los hombros y empezó a retorcerme los pechos y a pellizcarme con fuerza los pezones. De mis labios se escapó un gemido involuntario, y volvió a reírse de mí. "Ahora sigue chupándosela a tu amo." Empecé a mover la boca de nuevo sobre el miembro de Jago y la señora Bishop me empujaba desde atrás, de forma que cuando me entraba en la boca me llegaba hasta el fondo de la garganta. Casi me asfixiaba en cada envite. Podía sentir que Jago estaba cerca del clímax y entonces la señora Bishop me retiró de él y su cálido chorro salpicó mis pechos expuestos. La señora Bishop seguía sujetándome los pechos y esparció por ellos las efusiones de Jago, mientras me pellizcaba y retorcía los pezones. Luego me tiró al suelo se forma que quedé a cuatro patas, con los pechos al aire, y el chorro de Jago secándose en ellos.

El desconocido se colocó delante de mí, pero como mis ojos miraban al suelo todo lo que podía ver eran sus zapatos con sus elegantes hebillas y tacones. Golpeó el suelo delante de mí con un bastón o vara de paseo. Me la colocó bajo la barbilla y la levantó, de modo que tuve que mirarle a la cara. Le reconocí como el hombre al que la señora Bishop había llamado Sir Penrith, y luego recordé el nombre de la noche en que Jago me había hecho por primera vez esclava suya.

"Siéntate en los talones, puta."

Volví a mirar a Jago y asintió, así que obedecí a Sir Penrith.

"Ahora pásate las manos por debajo de los pechos y mantenlos hacia delante."

Tomó la vara y trazó con ella los bordes de mis pechos. Jago y la señora Bishop se colocaron a un lado y miraban en divertido silencio. Luego estrelló la vara cruzando la parte superior de mis pechos. Me quedé sin respiración del dolor y los solté. El peso hizo que se balancearan. Colocó la vara debajo de ellos y levantándolos dijo, "Sujétalos otra vez con las manos." De nuevo hice lo que me decía, aunque ahora estaban palpitantes de dolor. Volvió a golpearlos, pero esta vez no los solté. Podía ver dos brillantes líneas rojas formándose en mis pechos.

Volvió a levantar la vara, pero esta vez Jago le detuvo. "Creo que ya es bastante, Penrith."

"Oh, veo que tienes debilidad por esta esclava. Muy bien. Ahora agacha la cabeza y levanta los pechos para que puedas lamerte los pezones. Sé que son los bastante grandes para que puedas hacerlo."

Efectivamente eran suficientemente grandes para que los alcanzara con la lengua. Mientras hacía girar la lengua primero alrededor de mi pezón derecho y luego del izquierdo, se pusieron duros y dilatados.

La señora Bishop comentó, "Dios mío, está disfrutando, ¿verdad? Se está excitando ella sola."

Sir Penrith se rió. "Cuando le ordené esto último no tenía ni idea de que fuera a obtener tanto placer de ello. Vuelve a ponerte a cuatro patas y separa las piernas."

Obedecí lo mejor que podía con mis voluminosas faldas. Le pidió a la señora Bishop que me levantara las faldas sobre la espalda. Así lo hizo y Sir Penrith se colocó detrás de mí y me arrancó toda la ropa interior. Mi trasero desnudo quedó expuesto para que todos ellos pudieran verlo, y ahora esperaba que mi Amo me proporcionaría algún alivio. En vez de ello, Sir Penrith me golpeó el trasero con su vara. Grité y me volvió a golpear. Me metió la vara entre las piernas y me dijo que las separara más. Las separé todo lo que pude y sabía que ahora también estaba expuesto mi coñito húmedo.

Tomó la punta de su vara y empezó a pasármela a todo lo largo de la raja del culo y del coño, hundiéndola en mis jugos cada vez que pasaba por mi agujero del amor. Cuando subía hasta mi brotecito yo intentaba empujar furiosamente contra ella. Llegó a convertirse en un juego para él. Se quedaba cada vez más tiempo en mi brote, tanteándolo con suavidad y chasqueando ligeramente la punta de la vara contra él. Mis caderas se balanceaban sacando mi trasero hacia fuera, como si me acercara al clímax y luego él deslizaba de nuevo la vara hacia mi ojete dejándome gritando de frustración.

La señora Bishop se lo pasaba muy bien con este juego. Le incitaba y le metía prisa para que retirara de mí la punta de la vara, antes de que yo pudiera liberar mi pasión. El amo estaba a su lado y observaba mi humillación a manos suyas.

Finalmente Sir Penrith retiró la vara y preguntó a la señora Bishop si le gustaría ver que aspecto tenía y qué sentía una puta excitada. Ella se colocó detrás de mí y acercó su cara a mi coñito para inspeccionarme. Para vergüenza mía, empujé contra su cara. Retrocedió bruscamente y me azotó el trasero con su mano desnuda. La palmada resonó en la sala de manera que los dos hombres supieron que había hecho algo mal.

"Oh no, no muchacha, no voy a hacerte eso. Se lo dejaré a tus amos. Y, a diferencia de ti, no lo haría ni aunque ellos me lo ordenaran; me iría de la sala. No puedes hacer eso, ¿verdad? Lo necesitas de tan mala manera. Contéstame."

Escuché la voz del Amo detrás de mí. "Contéstale, pequeña esclava, y dirígete a ella adecuadamente."

Dije con suavidad, "Sí, Ama."

"Eso está mejor," dijo ella. "Sería aconsejable que recordaras que no solo tienes dos amos aquí, también tienes un ama. Y si decidiera llevarte con un collar y una correa como una mascota, y hacer que te acurrucaras a mis pies desnuda y a la vista de mis amigos, lo harías ¿verdad?"

"Sí, Ama."

Me azotó varias veces más antes de volver a acercarse a mí. Luego me metió dos dedos en la vagina; lo retiró y esparció mis jugos por los labios internos y tomó mi brote entre sus dos dedos. Me retorcí agradecida contra ella, esperando que me llevara a mi tan ansiado clímax.

"¡Dios mío! Está tan húmeda y tiene los labios hinchados. Nunca creí que el brote de una mujer pudiera ser tan grande y tan duro; sobresale en el exterior. Deberías perforárselo, Jago. Luego podrías ponerle un anillo y engancharle una cadena. Podrías llevarla por ahí, enganchada por el coño; me encantaría verlo. Apostaría que a ella también le encantaría."

Mi brote palpitaba ahora bajo su contacto, y sentía que en cualquier momento explotaría a la vista de todos ellos, pero no iba a ser así. De repente retiró los dedos y me dio otra fuerte palmada en el trasero.

"No, todavía no, furcia, tu amo no te ha dado su permiso."

Casi lloré de frustración. Entonces Sir Penrith volvió a colocarse delante de mí y me metió la punta de su vara en la boca.

"Límpiala de tus jugos, y chúpala y humedécela del todo. Imagina que es la polla de tu amo."

Chupé la vara mientras la movía dentro y fuera de mi boca. Se colocó detrás de mí y me puse tensa por anticipado. Sentí la punta de la vara sondeando el agujero de mi trasero y apreté las nalgas.

"Alicia, querida, necesito tu ayuda. Sepárale bien las nalgas para mí."

Se puso a mi lado, pasó las manos y, colocando cada una en una de mis nalgas, me las separó ampliamente. Sir Penrith empezó a forzar la apertura de mi agujero con la punta de su vara. Intenté liberarme pero me golpeó con la vara. Puesto que tenía las nalgas muy separadas recibí el golpe directamente en mi prieto agujero.

"¿Ha tenido ya algo en el trasero, Jago?"

Su voz vino como desde muy lejos. "Ha tenido ya algo de entrenamiento, pero no mucho."

"Entonces iremos despacio. Sé lo protector que te sientes con esta pequeña esclava."

Volvió a poner la punta de la vara en mi agujero y empezó a sondear su interior. Lentamente la vara entró por el agujero llenándolo y llenándome de humillación. Solo podía imaginar el cuadro que debía presentar con las nalgas separadas por la señora Bishop y la vara de Sir Penrith dentro de mi agujero. La longitud de la vara me asustaba, pero de alguna forma sabía que el Amo me protegería. Sir Penrith daba vueltas a la vara dentro de mi culo, moviéndola de una y otra forma. No sabía si era la sensación física de tener invadida mi área más secreta, o la abyecta humillación que sentía al tener algo sobresaliendo de mi trasero, mientras dos hombres y una mujer me observaban, pero sentí aumentar una vez más mi excitación. Avancé el trasero contra la vara y apreté los músculos para meterla dentro. Mi reacción no pasó desapercibida para los tres. Sir Penrith empezó a meter y sacar la vara un poco más vigorosamente, acompasándose a las embestidas de mis caderas contra ella; la señora Bishop empezó a pellizcarme y a acariciarme las nalgas en vez de separarlas, apretando ahora con ellas juntas la vara que me estaba sondeando; y pude escuchar la voz de mi Amo que decía, "Buena chica."

Entonces Sir Penrith le pasó la vara a la señora Bishop, y ella se hizo cargo de la invasión de mi agujero, mientras él se colocaba delante de mí. Se soltó los calzones y se sacó su virilidad. Miré desconcertada al Amo y me dijo, "Sí, tómala, pequeña, me gustaría."

Abrí la boca y por segunda vez en aquella noche tuve el miembro de un hombre entre mis labios. Quería que se la lamiera entera primero, y luego que tomara sus huevos en la boca y los chupara suavemente. Hice lo que me pedía, lo que mi Amo me pedía. Luego me hizo tomar en la boca la punta de la virilidad de Sir Penrith y chuparla, sacándola brevemente de la boca y luego volviéndola a meter entre mis labios. No pudo aguantarse más y empezó a meterla él mismo dentro y fuera de mi boca. Las embestidas de la señora Bishop en mi trasero se acompasaron a las de Sir Penrith en mi boca, disparando su semilla caliente al fondo de mi garganta. Se retiró de la boca y la señora Bishop dejó de embestirme por detrás aunque dejó la vara sobresaliendo de mi trasero.

Hablaron en voz baja con el Amo y luego Sir Penrith sacó su vara de mi culo y salieron de la galería de pinturas. Me quedé en el suelo a cuatro patas con los pechos colgando de mi canesú y el culo desnudo y dolorido al aire.

El Amo se acercó a mí y suavemente me tumbó sobre la espalda con las faldas enrolladas a la cintura. "Eres tan adorable y sumisa; me he sentido muy orgulloso viendo como te usaban esta noche, sabiendo que te sometías porque yo lo deseaba."

Se agachó entre mis piernas y empezó a pasarme la lengua primero por los labios externos, luego por los internos. Solo lamenté no estar tan suave y recién afeitada como lo había estado la vez anterior. Tomó mi palpitante brote entre sus labios y empezó a chuparlo. Sentí mi dulce muerte casi de inmediato, llenándole la boca con mi crema. Él llevó sus labios contra los míos y me besó profundamente, mientras profundizaba en mi boca inferior con su virilidad. Me abrió y empezó a embestir cada vez más a fondo. Acompañé sus embestidas con un meneo de mis caderas. Alcancé de nuevo un profundo clímax, y él contestó con el suyo propio, disparando su efusión en mi cálido y acogedor recipiente.

Después de que nos recuperáramos los dos me ayudó a ponerme en pie. Volví a colocarme los pechos dentro del canesú y me arreglé las faldas; me alisó el cabello. Me agaché a recoger mi ropa interior rasgada y me detuvo.

"Déjala. Deja que se pregunten qué ha pasado aquí esta noche."

Me ofreció el brazo, que tomé, y salimos de la galería de retratos, bajamos por el largo vestíbulo, y descendimos las escaleras. No tenía ni idea de cuánto tiempo habíamos pasado allí; al menos nadie había ido a buscarme. Cuando entré a la sala de baile estaba claro que la 'caza del tesoro' había terminado poco antes. Los ganadores estaban recibiendo felicitaciones y presentando sus 'tesoros'; un abanico con rubíes para la mujer y para el hombre una cajita de oro para rape. Gracias a dios la señora Bishop y Sir Penrith no estaban entre los arremolinados invitados.

Mi madre nos vio desde el otro extremo de la sala y vino a nuestro encuentro.

"Estoy sorprendida de que no ganases la 'caza del tesoro', Clarissa. Normalmente eres muy buena en este tipo de juegos."

Jago alzó la voz. "Siento que haya sido todo culpa mía, Lady Campion. Si hubiera seguido las sensibles indicaciones de Clarissa habríamos ganado fácilmente. En vez de eso perseguimos alguna pista en la que insistí yo, y desafortunadamente no ganamos."

"Bien, supongo que lo importante es que os lo hayáis pasado bien." Me miró un poco ansiosa.

"Oh, creo que más bien si, ¿verdad, Clarissa?"

"S-sí, creo que sí."

"Clarissa, ¿te encuentras bien? Se te ve un poco acalorada; hace mucho calor aquí. Quizás debiéramos irnos ahora. Lord Trevellyn, una vez más, muchas gracias por vuestra ayuda a mi marido, y gracias por haberos hecho cargo de mi hija esta noche."

"Os aseguro que no hay nada mejor que pudiera haber hecho esta noche que hacerme cargo de vuestra hija. Señoras, feliz estancia en Londres."

Se inclinó ante nosotras y besó primero la mano de mi madre y luego la mía. Se dio la vuelta y se alejó. Dije mentalmente a su espalda que se alejaba, "Por favor no me dejéis, Amo." Como si me hubiera oído se volvió y me echó una última mirada.