Dispuesta para su placer, Cap. 1
Una joven sacrifica su virginidad y su dignidad al hombre que puede salvar la vida de su padre, prisionero.
Dispuesta para su placer
Autora: Jane Verlaine (c) 2003, reservados los derechos, PROHIBIDA SU VENTA
Título original: At His Pleasure
Traducido por GGG, noviembre de 2003
Capítulo I
Una joven sacrifica su virginidad y su dignidad al hombre que puede salvar la vida de su padre, prisionero.
Era el verano de 1685 y mi padre, Sir James Campion, había sido hecho prisionero por su apoyo a la rebelión de Monmouth. El duque de Monmouth, hijo ilegítimo del rey Carlos II, había vuelto del exilio para apoderarse del trono de su tío católico, Jaime II. Llegó con 4000 partidarios, todos protestantes, que se oponían a ser gobernados por un católico. El ejército del rey derrotó ampliamente a Monmouth y sus seguidores en la batalla de Sedgemoor. Los partidarios de la rebelión habían sido acorralados, capturados y hechos prisioneros en el suroeste de Inglaterra, entre ellos mi padre. Lo que me hacía temer aún más por la vida de mi padre era que el juez Jeffreys estaba dando ejemplo con los rebeldes de alcurnia, uno de los cuales era mi padre.
Mi madre cayó enferma inmediatamente cuando recibió noticias de la captura de mi padre, y así me correspondía a mí interceder por su vida. Sin madre ni padre que pudieran oponerse a mis actos temerarios, tomé nuestro carruaje para dirigirme a la ciudad en que mi padre, y muchos otros participantes en la rebelión de Monmouth, estaba preso. La ciudad era un caos. Muchos familiares de los condenados habían tenido la misma idea que yo. Otros habían ido como espectadores a las ejecuciones de los traidores.
Pude asegurarme una pequeña habitación en una fonda cerca del centro de la ciudad. Si a alguien le pareció raro que una mujer joven viajara por su cuenta no lo manifestó. Había asuntos más importantes de los que ocuparse.
Bajé al comedor de la fonda para ver si podía encontrar a alguno de los soldados del rey que me ayudara a averiguar dónde estaba retenido mi padre y cuando se celebraría su juicio. Inmediatamente atrajo mi atención un hombre sentado junto a la puerta. Me resultaba familiar. Como no se había percatado todavía de mi presencia lo estudié a placer. Era obvio que era alto; sus largas piernas estaban extendidas delante de él y cruzadas informalmente por los tobillos. Tenía pelo espeso y rubio que le crecía hacia atrás desde la amplia frente, y una nariz aguileña que le daba aspecto patricio. Pero eran sus ojos lo que más recordaba; eran de un azul gélido y recordé como podían encenderse y tornarse casi llamas azuladas. Me había intrigado desde el momento en que me lo encontré en Londres durante la temporada, pero mi madre y las otras señoras que hacían de carabinas en los bailes y las fiestas para las chicas que hacían su presentación en la Corte, me habían advertido para que me mantuviera alejada de él.
Era Lord Jago Trevellyn, y su interés por las chicas jóvenes no tenía ninguna razón honorable, puesto que no buscaba esposa. Había estado casado hacía algún tiempo y ya tenía un hijo y heredero. Su mujer había muerto convenientemente en el parto, y podía comportarse como le apeteciera. Circulaban leyendas de libertinaje y seducción relacionadas con Lord Trevellyn, y todas las mamás de la alta sociedad mantenían a sus hijas alejadas de su presencia.
Debió sentirse observado porque miró en mi dirección repentinamente. La lenta sonrisa de su rostro me dijo que me había reconocido. Se levantó, enderezando su alta estructura, y me hizo un gesto para que me acercara a su mesa. La sala estaba atestada y no había ningún otro sitio, así que me uní a él.
"¿Miss Campion, me parece? ¿Qué os trae a esta casa de locos en una época como esta?"
"Y-yo vine aquí en busca de ayuda."
"Ah, claro, he oído que vuestro padre era uno de los implicados. ¿Está prisionero aquí?"
Solo pude asentir desconsoladamente con la cabeza. También me pregunté respecto a la presencia de Lord Trevellyn aquí, y recordé que su hacienda se encontraba por los alrededores.
"Entonces tendrá que enfrentarse al juez Jeffreys. No se presentan bien las cosas para un hombre como vuestro padre. Recuerdo que nos conocimos en circunstancias mucho más agradables que ésta. Fue en el baile de Rosslyn, ¿verdad? Os encontré tremendamente encantadora, y luego desaparecisteis."
Sentí que me sonrojaba. ¿Cómo podía decirle educadamente que, después de haber bailado con él y haber mantenido un coqueteo moderado, había sido obligada a abandonar el salón de baile? Su sonrisa sardónica que indicó que sabía porque había desaparecido, y que encontraba divertida mi incomodidad.
"Mi madre no se encontraba muy bien aquella noche, y tuvimos que irnos temprano."
"Pobre señora. Me quedé bastante defraudado; sentía que nos estábamos conociendo algo más que agradablemente, y había esperado seguir nuestra charla."
"Lo siento, Lord Trevellyn, no estoy aquí para ocuparme de charlas sociales. Debo encontrar una forma de salvar a mi padre."
"¿Habéis venido aquí sola para hacerlo?"
"Sí, mi madre está destrozada. No hay nadie más; tengo dinero. Acudí a los abogados de mi padre y me traje una buena cantidad conmigo. He oído que el juez Jeffreys puede ser sobornado. ¿Es eso cierto?"
"Shh... mi querida muchacha, no dejéis que nadie escuche lo que decís o pronto os reuniréis con vuestro padre. Conozco al juez Jeffreys y aunque es sensible a ciertas compensaciones monetarias es muy discreto al respecto."
"¿Le conocéis?"
Estaba trazando un plan en mi cabeza, y el muy sofisticado y muy mundano Lord Trevellyn jugaba un papel prominente en este plan.
Asintió lentamente. "Sí, le conozco."
"¿Podríais... Haríais...?"
"Mi querida Miss Campion, estaría encantado de ayudaros de cualquier manera que pueda. Dejadme que haga algunas averiguaciones discretas y os haré saber lo que puedo hacer."
"Oh, gracias, gracias. Puedo pagar al juez, y puedo pagaros también a vos."
Lord Trevellyn se rió suavemente. "Puedo aseguraros que no necesito vuestro dinero. Hay otras formas de pago que estaría encantado de recibir en lugar del dinero."
"Cualquier cosa, Lord Trevellyn. Os estoy tan agradecida por vuestra ayuda."
"Bien, no esperaréis demasiado, Miss Campion, Clarissa, ¿puedo llamarla Clarissa? Me siento casi como si estuviéramos conspirando juntos. Haré todo lo que pueda por ayudar a vuestro padre... por ayudaros. Volveré a las seis en punto esta noche para informaros de mis progresos."
"Gracias, Lord Trevellyn. Estaré esperando."
Le observé mientras salía de la sala, y en verdad era un hombre que destacaba entre los hombres. Era más alto que cualquier otro de los que había allí, y tenía un porte regio. Eché a un lado las advertencias molestas que rondaban mi cabeza... "seductor, calavera, réprobo..." Estas eran palabras que había escuchado a propósito de Lord Trevellyn, pero todo lo que podía pensar al respecto era que él era mi salvador.
Volví a mi alcoba y esperé impacientemente que la oscuridad se adueñara del cielo. Era tan autoritario, tan dueño de sí mismo; me inspiraba una gran confianza en que podría hacer cualquier cosa. Pensé en el aspecto que debía haberle ofrecido ese día. Cuando nos habíamos conocido antes iba envuelta en todo mi traje de baile de fina seda con brocados, rubíes resplandecientes, pelo peinado a la moda francesa. Me miré en el espejo. El vestido que llevaba, aunque no era el que más me favorecía era al menos del color adecuado para mí. Era de un verde jade oscuro que hacía juego con mis ojos. Mi abundante pelo oscuro estaba recogido en un moño en el cogote. Mechones rizados se escapaban por mi rostro, y parecía que tenía menos que mis 19 años. No sé porque me ponía a pensar en mi aspecto en un momento tan importante como este; la vida de mi padre estaba oscilando al borde de un profundo y estremecedor precipicio. Aunque Lord Trevellyn era de esa clase de hombres, del tipo de hombres que te hacen preguntarte si la ropa estaba a la última moda o si el pelo estaba perfectamente en su sitio. Bueno, mi ropa no estaba a la última y mi pelo no estaba perfectamente colocado, y aún así se había ofrecido a ayudarme.
Finalmente el reloj marcó las seis, y me apresuré al bajar al comedor para encontrarme con Lord Trevellyn. Su semblante no me dio ninguna pista acerca del éxito de su intento; seguía dedicándome aquella lenta sonrisa cuando entré a la sala y aparté la silla que estaba frente a él. El comedor seguía abarrotado y ruidoso y tuve que inclinarme por encima de la mesa para escuchar lo que tenía que decirme.
"Lo siento Clarissa, no podía ofrecer dinero al juez Jeffreys sin ponerme en peligro yo mismo."
Mi rostro debió expresar mi decepción porque tomó mi mano en la suya. Las lágrimas brotaban de mis ojos, y le apreté momentáneamente la mano.
"No hace falta que os disgustéis tanto. Tengo otro plan que creo que funcionará maravillosamente."
Me animé considerablemente ante esta nueva esperanza.
"De hecho pude hablar con el juez Jeffreys sobre vuestro padre, y ya ha sido trasladado a una celda privada por recomendación mía."
"¿De verdad? Gracias, Lord Trevellyn. ¿Creéis que será perdonado y liberado?"
"Por favor, llamadme Jago. Siento como si ya fuéramos bastante amigos, ¿vos no?"
"Sí, sí, yo también. Por favor decidme. ¿Va a perdonar el juez Jeffreys la vida a mi padre?"
"No tan aprisa, Clarissa. Ha sido trasladado a una celda privada y será liberado tan pronto como pasado mañana si me hacéis un pequeño favor."
Estaba confundida. ¿Qué favor podía hacerle a Lord Trevellyn? Ya había rehusado dinero. Sentía que haría cualquier cosa por él en aquel momento, solo con que pudiera ayudar a mi padre.
"Sí, haré cualquier cosa que me pidáis."
"Eso es muy complaciente por vuestra parte, Clarissa. Vuestro padre será liberado pasado mañana si se lo recomiendo al juez Jeffreys, si estáis de acuerdo en pasar la noche conmigo."
Durante un instante pensé que no había oído bien. ¿Qué estaba sugiriendo? ¿De qué manera quería que pasase la noche con él?
"Y-yo no entiendo, Lord Trevellyn. ¿Qué pase la noche con vos?"
"Oh, por favor, llamadme Jago. Sí, pasad la noche conmigo. Dormid conmigo. Sed mi amante, mi ama, mi esclava, durante toda una noche y vuestro padre será libre."
Le miré en conmocionado silencio. Seguro que estaba bromeando. Luego las palabras de mi madre y las otras volvieron a mí con toda su fuerza. Era diabólico. Su rostro pareció cambiar ante mí, y aquella luz azul brillaba de nuevo en sus ojos. El hombre amable, solícito que me estaba ayudando había desaparecido. En su lugar había un monstruo lascivo dispuesto a negociar con la vida de mi padre por una noche de... ¿de... qué? ¿Qué quería de mí? Yo era virgen; cuando nuestro vecino, Jeremy Lloyd, volvió de su servicio en el ejército del rey, en los Países Bajos, planeamos prometernos. Tenía que desechar esta oferta despreciable.
"¿Cómo os atrevéis? No haré tal cosa. ¿Cómo vuestra buena conciencia os permitiría sacar provecho de mi situación de esa manera?"
"Hay un problema en vuestra frase, mi querida Clarissa, yo no tengo 'buena conciencia.' ¿Deseáis ver a vuestro padre ir al patíbulo? Ya he hablado con el juez Jeffreys; está dispuesto a perdonar a vuestro padre bajo mi palabra. Sed mi esclava por una noche y los deseos de vuestro corazón serán satisfechos, como lo serán los del mío."
"Sois el más degenerado..."
"¿Oh? ¿Conocéis íntimamente a los degenerados? Querida mía, no tenéis ni idea."
Mientras seguía mirándole con repugnancia mi mente trabajaba. Una noche, seguramente podría soportar una noche. Nadie tenía por qué saberlo. Estaba segura de que Lord Trevellyn no querría que esto llegara a conocerse públicamente. Una noche y mi padre quedaría libre. Una noche y mi madre se recuperaría. Una noche y no tendría que volver a ver a Lord Trevellyn nunca más. Había pensado una vez en estar en brazos de este hombre. Cuando habíamos bailado juntos su contacto había hecho que un escalofrío me recorriera el cuerpo. ¿Cómo sería? Se lo llamaba "un destino peor que la muerte" pero aparentemente no debía ser el caso, puesto que muchas mujeres habían elegido voluntariamente este destino, y aparentemente muchas mujeres habían elegido este destino con Lord Trevellyn. Pero ahí estaba la diferencia; no estaba eligiendo esto en realidad. Me estaba obligando de la forma más horrible, de la manera más morbosa posible.
"Pensadlo, Clarissa. Si rehusáis vuestra virtud permanecerá intacta pero vuestro padre morirá. ¿Es vuestra virtud más valiosa que la vida de vuestro padre?"
"La vida de mi padre vale más que cualquier cosa."
Llevó mi mano a sus labios, y los sentí como si me estuvieran chamuscando.
"Veo que sois inteligente además de valiente. No puedo deciros lo mucho que os admiro por haber venido aquí por vuestra propia cuenta a salvar la vida de vuestro padre. Siento que un coraje tal debería ser recompensado, y voy a recompensaros por partida doble: salvando la vida de vuestro padre y proporcionándoos una noche que nunca olvidaréis. Mandaré mi coche a recogeros a las siete en punto, mañana por la noche, y estaréis conmigo hasta las siete de la mañana siguiente. Más tarde, ese mismo día, vuestro padre será liberado."
Sentía como si no pudiera seguir en su presencia ni un instante más, así que me levanté bruscamente de la mesa y volví a toda prisa a mi habitación. ¿Qué había hecho? ¿En qué estaba pensando? No podía seguir con esto. Cuando Jeremy y yo nos casáramos no sería virgen. ¿Se atrevería a contarlo? ¿Qué había querido decir Lord Trevellyn, esclava? No tendría voluntad propia. Tendría que cumplir sus órdenes en todo.
El día siguiente transcurrió más deprisa de lo que yo creía que fuera posible. Eran ya casi las siete y estaría enviando su coche a recogerme para llevarme hasta sus posesiones. Había oído hablar un poco de Trevellyn Manor, de su opulencia y sus preciosos jardines. Lord Trevellyn era un hombre de gran riqueza e influencia. De hecho había sido una de las personas de confianza de Carlos II y el rey había hecho la vista gorda con las travesuras de sus favoritos en la corte. Comprobé mi aspecto en el espejo; no sabía lo que él esperaba de mí. No me había traído conmigo ningún vestido de noche. Estaba haciendo el ridículo; dudaba que cenáramos juntos, y otra vez me sentí llena de aprensión ante lo que me reservaba la noche que tenía ante mí.
Cuando dieron las siete bajé las escaleras a toda prisa. Fiel a su palabra Lord Trevellyn había mandado su espléndido coche para transportarme hasta Trevellyn Manor. El cochero se bajó de un salto y me ayudó a entrar al coche. Su expresión no me reveló nada; de hecho ni siquiera me miró mientras me colocaba dentro del coche. ¿Serían hazañas como ésta algo corriente para Lord Trevellyn?
Trevellyn Manor estaba a alguna distancia de la ciudad y al final penetramos en un camino de tres pistas. Cuando me apeé del coche la mansión estaba ante mí en todo su esplendor; era magnífica.
El propio Lord Trevellyn me recibió en la entrada y me hizo pasar a un magnífico recibidor. Había armaduras y espadas y escudos colgadas a cada lado del recibidor; una escalera espléndida ascendía por la izquierda.
"Estoy tan contento de que hayas mantenido tu promesa, Clarissa. Hay unas cuantas pequeñas reglas que quiero discutir contigo antes de que empiecen los festejos de la noche. En primer lugar, dos de mis criados te prepararán para mí; no hables con ninguno de ellos. Ellos también conocen las reglas y seré informado de cualquier indiscreción por tu parte. Son criados muy fieles. Segundo, te dirigirás a mí como 'amo' en lo que queda de noche. ¿Lo has entendido?"
Asentí.
"Eso no basta, Clarissa. Cuando te haga una pregunta espero que me contestes adecuadamente. ¿Lo has entendido?"
Casi me ahogo al oír sus palabras. "Sí, amo."
"Muy bien. Supe que eras especial desde el momento en que puse mis ojos en ti, en el baile de Rosslyn. Podríamos haber pasado una noche tan placentera si no hubiera sido por esas viejas entrometidas. Sabía que tú también estabas disfrutando con mi compañía. Eres una mujer de gran pasión y gran espíritu; no puedo soportar a las vírgenes apocadas.
Ahora, para el resto de la noche estarás a mis órdenes. No toleraré ninguna desobediencia; es de esperar una ligera vacilación por tu parte pero cumplirás en todo. ¿Entiendes las reglas, Clarissa?"
"Sí, amo." Esta vez me resultó un poco más fácil soltarlo. Podía hacerlo.
En ese preciso momento entraron al recibidor, por una puerta lateral, dos mujeres. Eran obviamente criadas; una más que de mediana edad, el pelo gris y cara redonda y alegre. La otra era más joven, cuerpo delgado y plano y claramente con un temor reverencial hacia Lord Trevellyn.
"Ah, aquí están ya la señora Fisk y Molly. Vete con ellas, Clarissa, y nos veremos pronto. Recuerda las reglas."
La criada, señora Fisk, me tomó del brazo para llevarme por la escalera, y la más joven, Molly, nos siguió. ¿Sabían que estaba aquí contra mi voluntad? Bueno, estaba aquí no exactamente contra mi voluntad pero sí manipulada. No tenía que hablar con ellas. ¿Creían que estaba aquí voluntariamente para pasar la noche con Lord Trevellyn? Deseaba que entendieran las circunstancias, pero si hablaba se lo dirían.
Me llevaron a una bonita habitación con gruesas alfombras rojas, una enorme cama con cuatro columnas y una colcha roja y dorada, gruesas cortinas rojas en las ventanas, y una gran chimenea que ocupaba casi por completo una pared.
Primero habló la señora Fisk, "Quitaos toda la ropa, señorita."
Oh dios, ¿tenía que desnudarme delante de estas dos criadas?
"A Milord no le gusta que le hagan esperar, señorita, así que daos prisa."
La más joven estaba detrás sonriendo con suficiencia. Deseaba abofetearla. En vez de eso me quité toda la ropa y la señora Fisk la retiró. Luego me llevaron a una habitación aledaña con una bañera llena de agua caliente. Me ordenó meterme en la bañera y agacharme dentro del agua. Había jabón con olor a lilas y la señora Fisk me enjabonó y empezó a lavarme. Me retorcí incómoda mientras me tocaba por todas las partes más íntimas del cuerpo. Molly traía cántaros de agua caliente que vertía sobre mi cuerpo para enjuagarme.
Vertió el agua entre mis pechos y se rió. "A Lord Trevellyn le gustará. Tiene pechos grandes y grandes pezones."
Me puse roja al oír hablar de mi cuerpo de aquella manera. La señora Fisk no la reprendió como esperaba que hiciera, así que supuse que también le estaba permitido tratarme irrespetuosamente.
Entre la señora Fisk y Molly me secaron con toallas frente al fuego, y cuando Molly empezó a peinarme mi largo pelo, la señora Fisk empezó a restregarme una loción perfumada por el cuerpo.
Pese a mi repugnancia por ser tratada de esa forma, era una sensación agradable.
"Ahora, señorita, tumbaos en la cama con las piernas colgando por el lateral y el trasero en el borde de la cama."
Vacilé un instante. ¿Qué iban a hacer? Me tumbé como me habían dicho y abrí los ojos como platos cuando se acercó a mí con un par de tijeras y una navaja de afeitar de hoja recta, del tipo de las que usaba mi padre para afeitarse el rostro.
Molly volvió a reírse. "Mire, piensa que le va a hacer daño, señora Fisk. Oh no os preocupéis señorita, milord tiene otros planes para vos esta noche."
Odiaba a Molly.
Para sorpresa total mía, la señora Fisk utilizó las tijeras para empezar a cortar mi vello púbico. Grité cuando empezó, pero me golpeó en la pierna y me dijo que no me preocupara, que no me dolería nada. Luego se enjabonó de nuevo con jabón perfumado y me lo aplicó en el montículo. Usando la navaja me afeitó hasta dejarme completamente limpia. Me sentía tan expuesta y humillada, pero no había terminado.
"Ahora, doblad las rodillas y dejadlas caer por el lateral para que quedéis totalmente abierta."
La miré totalmente atónita y consternada. ¿Por qué me estaba sometiendo él a esto?
"Hacedlo, señorita, y será más rápido para vos." No parecía desagradable y al menos le agradecí eso. Hice lo que se me ordenaba sintiéndome completamente avergonzada por la posición en la que estaba. Me aplicó el jabón entre las piernas, directamente en los pliegues de los labios externos y hacia abajo hacia la raja de mi trasero. Luego con habilidad manejó la navaja para raspar todo el vello de la zona. Pidió ayuda a Molly para separarme de manera que pudiera acceder a todo el vello. Odiaba que Molly me tocara. Estaba claro que obtenía placer con mi humillación.
"Oh, mire, señora Fisk, ella disfruta con esto, ¿verdad? Vea como se le está poniendo más grande el clítoris y se le hinchan los labios."
No sabía de qué estaba hablando, pero era verdad. Había tenido sensaciones agradables cuando la señora Fisk empezó a afeitarme y Molly empezó a tirar de los pliegues de mis labios externos de aquella manera y eso... Pero ¿cómo sabía Molly lo que yo sentía? ¿Me estaba traicionando mi propio cuerpo? Luego, para mi completo horror, Molly chasqueó su dedo en el bultito que anidaba en el redil de mis labios.
"Se está poniendo más grande y más duro."
Para aumentar mi degradación Molly tomó mi bulto entre las puntas de sus dos dedos y las hizo rodar hacia atrás y adelante. Involuntariamente mis caderas empezaron a corcovear salvajemente. Finalmente la señora Fisk dijo. "Ya es suficiente, Molly. Eso es para el placer de milord, pero desde luego le informaremos de cómo ha respondido."
Ahora la señora Fisk era también el enemigo. Cuando terminó de afeitarme me restregó algo de loción perfumada por toda la zona afeitada. Otra vez no pude frenar el impulso de apretarme contra su mano. Molly parecía obtener un gran placer con esto y maldije a mi cuerpo por traicionarme. Esto era solo el principio. ¿Cómo iba a aguantar el resto de la noche?
"Poneos de pie, señorita, y poneos esto." La señora Fisk señalaba una bata forrada en seda y ribeteada en piel. Me arrollé la prenda al cuerpo, agradecida por cubrir mi desnudez y mi zona púbica ahora expuesta. Luego me llevaron abajo, a una sala de estar íntima. Allí me estaba esperando Lord Trevellyn, totalmente vestido.
"¿Ya está lista, señora Fisk?"
"Sí, milord." Me retiró la bata del cuerpo y de nuevo quedé desnuda, esta vez delante de Lord Trevellyn. Al principio intenté cubrirme con las manos pero me sujetó las muñecas y me obligó a bajar los brazos hasta los costados ordenándome mantenerlos allí. Luego, con la señora Fisk y Molly todavía en la sala, inspeccionó mi cuerpo desnudo. Esto era casi peor que ser toqueteada.
"Muy hermosa. ¿Ha sido buena chica, señora Fisk?"
"Oh, sí, milord. Vaciló solo unas pocas veces pero hizo lo que se le decía y no habló."
Luego habló la odiosa Molly, "Y también le gustaba, milord." Le dirigí una mirada envenenada mientras me sonreía con suficiencia. Lord Trevellyn observó el cambio y sonrió.
"¿De veras, Molly? ¿Y cómo sabes tú que le gustaba?"
"El clítoris se le puso enorme y duro y los labios se le hincharon; también empezó a mover las caderas hacia delante y hacia atrás cuando la estábamos afeitando."
Mientras todos se reían, miré al suelo humillada, sin atreverme a encontrarme con sus ojos. Le oí alejarse de mí, y volvió y puso una silla frente a mí.
"Dóblate hacia delante e inclínate sobre el asiento de la silla y abre las piernas. Tengo que terminar la inspección. Soy un hombre muy escrupuloso, y me gusta que las cosas estén bien."
Sentí que algunas lágrimas se me deslizaban por las mejillas, y me las retiré enfadada. No les daría esa satisfacción. Hice lo que me decía; de alguna forma mi humillación era más completa con la señora Fisk, y especialmente Molly, allí mirando. Me bajó las manos por la espalda y los muslos; luego las subió de nuevo entre mis piernas y apartó los carrillos de mis nalgas. Sabía que todos me estaban mirando y empecé a arder de vergüenza. También sentía humedad entre las piernas y estaba aterrada de que empezara a escurrirse por los muslos. Estoy segura de que semejante cosa provocaría muchos comentarios y especulaciones entre mis torturadores.
"Señora Fisk, se le han escapado algunos pelos. ¿Lleva unas pinzas encima?"
Sentí que la señora Fisk se ponía detrás de mí y mientras Lord Trevellyn todavía separaba mis nalgas, pasó la mano y arrancó algunos pelos de los alrededores de mi ano. Pegué un salto mientras Molly se reía.
"Ahora debéis iros las dos, pero antes de que os vayáis creo que Molly se merece una pequeña recompensa. Molly, ¿te gustaría eso?"
"Oh, sí, milord. Se cree elevada y poderosa. Estoy segura de que se cree mejor que yo, solo porque tiene un padre rico con un título, pero miradla ahora. Parece una vulgar fulana. Soy mejor de lo que ella es ahora."
Escuché un movimiento detrás de mí pero no podía adivinar que estaba pasando. Había sentido el resentimiento de Molly contra mí desde el principio; disfrutaba con mi degradación. Lord Trevellyn, sabiéndolo, estaba prolongando mi humillación en sus manos. De repente sentí algo duro y plano que entraba en contacto con mi trasero. Oh, dios, me estaba golpeando con alguna especie de tabla de madera de cortar de la cocina. Me golpeó el trasero diez veces y cuando terminó me escocía y lo sentía arder. Molly le devolvió su instrumento de tortura a Lord Trevellyn y ella y la señora Fisk finalmente abandonaron la sala.
Lord Trevellyn dio la vuelta para ponerse frente a mí y me levantó la barbilla con el dedo. "Lo has hecho bastante bien hasta aquí, pequeña. Estoy muy contento contigo en todos los sentidos. Ahora nos sentaremos y cenaremos."
Él no esperaría realmente que me sentara y cenara con él, ¿verdad? Después de esa escena humillante no podría soportar mirarle y encontrarme sus ojos. Me hizo levantar, tomó la silla en la que había estado recostada y la acercó a la pequeña mesa que estaba preparada junto al fuego. La mesa había sido preparada con velas, vajilla de porcelana, y cubertería de plata fina, cosa que no había percibido antes. La señora Fisk volvió a la sala y colocó varios platos caseros en una mesa accesoria y trajo una botella de vino.
"Eso es todo por esta noche, señora Fisk. Yo mismo serviré."
Cuando salió de la sala se volvió a mí. "¿Ves cómo me has seducido ya, mi pequeña esclava? Normalmente tu serías la que sirviera, pero seré tu anfitrión más impecable esta noche. Por favor, siéntate en esta silla y abre bien las piernas."
Cuando me senté, hice una gesto de dolor cuando mi trasero todavía dolorido se encontró con la silla. Si lo notó no lo demostró y empezó a servir la sopa caliente en mi cuenco, pero me sentía incapaz de comer cualquier cosa. Tenía las piernas abiertas bajo la mesa y no podía entender por qué me obligaba a hacerlo. En todo caso no podía verme debajo de la mesa. Se sentó en el asiento frente a mí y después de servirse algo de sopa extendió su pierna hacia mí por debajo de la mesa y empujó la punta de su zapato primero contra un tobillo y luego contra el otro y sonrió.
"Solo estaba comprobando. Quiero que estés expuesta y abierta para mí en todo momento en esta noche, y quiero que sepas que lo estás. No tienes que seguir en silencio, mi querida Clarissa. Esa regla se aplica solo a los criados. Me gustan las mujeres que tienen algo propio que decir. ¿Ves? Esa era la razón por la que disfrutaba con tu compañía en el baile de aquella noche. Algunas de las chicas que se presentan en sociedad son tan aburridas; tú eras diferente. Mantuviste mi interés con algo más que tu belleza. Quedé agradablemente sorprendido por lo mucho que sabías de política, arte e historia."
"De modo que, debido a mi inteligencia, deseasteis someterme en todos los sentidos."
"En todos los sentidos no, solo sexualmente. Conozco muy bien a las mujeres; sé que a causa de tu ingenio, tu inteligencia, y tu espíritu necesitas ser dominada por un hombre en el dormitorio. Tras el informe de Molly se han confirmado mis suposiciones respecto a ti.
Si no podía entenderle, todavía menos podía entenderme a mí misma. Me autoconvencí de que sentía una sensación indignación ante sus exigencias y sus modales, pero mientras me hablaba así, sentía un extraño temblor entre las piernas. Había una excitación creciente en mi interior, y mis pensamientos, que sabían que eran correctos, no podrían controlar las respuestas de mi cuerpo. Hablamos de la rebelión de Monmouth y de las dificultades que Jaime II tendría para someter a Inglaterra, como si se tratara de una cena perfectamente normal. Comentamos la bellas obras de arte que colgaban en la sala, y me habló de los tesoros que había visto en Italia. Sin embargo, para asegurarse de que no olvidaba mi posición, siguió avanzando su pie entre mis piernas para cerciorarse de que seguían abiertas para él, y desde luego, yo seguía desnuda y él totalmente vestido.
Pedí otro vaso de vino después de haber terminado el segundo, pero me negó la petición. Quizás esperaba entumecer un tanto mis sentidos para lo que iba a venir. Como si conociera mis motivos se negó a darme otro vaso de vino.
"Incluso yo tomaré solo dos vasos. No queremos espíritus alcohólicos que adormezcan nuestros sentidos y nuestros placeres esta noche."
Cuando casi habíamos terminado con la cena, oí una llamada sonora en la puerta delantera. Mantuvo con firmeza mi mirada hasta que la señora Fisk vino a la puerta de la sala de estar y anunció que había llamado Sir Penrith. Dijo que le había llevado al salón. Un súbito escalofrío de terror me invadió. Seguramente no invitaría a nadie más a esta sala mientras estuviera aquí desnuda. Me sonrió, leyéndome el pensamiento.
"Le veré en el salón, señora Fisk."
Salió de la sala de estar y escuché voces masculinas provenientes de otra habitación. Luego escuché cerrarse la puerta principal y solté un suspiro de alivio. Volvió a la sala de estar.
"Le he despachado. ¿Ves lo indulgente que soy contigo, mi pequeña esclava? Tenía toda la intención de invitar a Sir Penrith a la sala de estar para compartir tus placeres. Hemos tenido muchas aventuras juntos, y estoy seguro de que habría apreciado una perla fina como tú. Sin embargo admito que soy egoísta. Quiero tus encantos todos para mí esta noche."
"Oh, gracias, amo." No podía creer que tuviera que agradecerle precisamente el que no me compartiera con otro hombre.
"Vamos, es hora de que volvamos al dormitorio."
Me hizo levantarme y luego me pasó un brazo alrededor de la cintura y otro detrás de la cabeza para echármela hacia atrás tirándome del pelo. Le miré de lleno a los ojos por un instante, y luego estrechó su boca contra la mía en un beso salvaje. Apretó mi cuerpo contra el suyo y sentí el suave tejido de su jubón de seda contra mis pechos. Luego me alzó en sus brazos y me volvió a llevar al dormitorio rojo y dorado en el que me habían bañado y afeitado. Me colocó en el suelo delante de él y me dijo que le desnudara.
Con dedos temblorosos solté los botones de su jubón y se lo deslicé por los hombros. Aunque el jubón estaba hecho para realzar el pecho y los hombros de un hombre, el pecho y los hombros de Lord Trevellyn eran anchos incluso sin el jubón. Llevaba debajo una camisa blanca sin adornos y también le solté los botones. Ahora su pecho estaba desnudo, y me atrajo hacia él para restregar su pecho desnudo contra mis pechos desnudos. Luego me agaché para soltarle los cordones del liguero y bajarle las medias, quitándole al mismo tiempo los zapatos. Sus calzones se abrían por delante y eran de seda suave. Los desabroché por delante y se los bajé por las piernas. Me quedé sorprendida al encontrarme que no llevaba nada debajo de los calzones.
Su miembro estaba ya duro y sobresalía de su cuerpo. Estaba todavía de rodillas mientras se meneaba delante de mi cara. Cuando empezaba a levantarme, Lord Trevellyn me puso las manos en los hombros y me empujó hacia abajo.
"Tómalo en la boca."
Abrí mucho la boca y empujó su virilidad en mi interior. Se movía adelante y atrás en la boca, y tuve que agarrarme a sus nalgas para evitar caerme de espaldas, de lo fuertes que eran sus embestidas. Luego me indicó que tomara la punta y la chupara y le acariciara el paquete con una mano. Luego la hundió por completo otra vez en mi boca, alcanzando el fondo de mi garganta hasta que me provocó asfixia. Se le endureció y sentí su cálida semilla explotar dentro de mi boca. Me dijo que no la tragara, así que intenté desesperadamente mantenerla en la boca mientras terminaba su clímax. Se retiró de mi boca, que estaba todavía llena de su chorro caliente.
"Estuvo muy bien, Clarissa. Creo que deberías ser recompensada con alguna joya. Tengo precisamente lo que mereces."
Abrió una gran maleta y sacó un par de pinzas de las que colgaba un pequeño grupo de esmeraldas. No tenía ni idea del tipo de joyas de que se trataba, porque nunca antes había visto nada así. Me hizo levantar y empezó a acariciarme los pechos; un suspiro involuntario se escapó de mis labios y un pequeño chorro de su semilla se escurrió por una de las comisuras de mi boca. Empecé a recogerla pero me detuvo. Luego empezó a retorcerme y pellizcarme los pezones; dolía pero al mismo tiempo sentía una oleada de calor que me bajaba hacia el coño. Cuando mis pezones estaban grandes y tiesos, sacó las esmeraldas y primero me las enganchó en un pezón y luego en el otro. Respiré entrecortadamente de placer y dolor. Luego me los chasqueó, y tintinearon ligeramente mientras tiraban de mis pezones.
"Ahora abre la boca."
Hice lo que me ordenaba e inspeccionó el chorro que almacenaba en la boca. Me ordenó tragarlo, cosa que hice agradecida.
"Antes de que pasemos a otros placeres esta noche creo que deberíamos poner fin a tu lamentable estado de virginidad. Túmbate en la cama sobre la espalda y abre las piernas."
Me tumbé de espaldas y él se tumbó en la cama junto a mí. Chasqueó unas cuantas veces las pinzas de mis pezones y luego pasó la mano por la suave piel entre mis piernas. Y luego, como había hecho Molly cuando la señora Fisk me estaba afeitando, empezó a toquetearme y a acariciar los pliegues de mis labios. Me sentí avergonzada cuando descubrió la humedad que se había ido formando allí durante toda la noche, pero pareció satisfecho. Metió los dedos dentro y los extendió a lo largo de mis labios internos, y luego llevó los dedos a mi boca y chupé mis jugos de sus dedos. Como antes mis caderas se movieron hacia delante mientras buscaba su contacto. Luego tomó mi brote y lo acarició entre dos dedos. Siguió así hasta que sentí como si tuviera miles de dedos ligeros tocándome. Entre mis piernas se extendió una calentura e inundó todo mi cuerpo; las caderas se movieron hacia delante convulsivamente y grité, gimiendo de placer.
"¿Y cómo te fue con tu primer clímax, pequeña?"
Estaba en una nube de placer y no podría responder todavía si hubiera sabido que decirle. Nunca antes había imaginado sensaciones como ésta. Luego se montó a horcajadas sobre mi cuerpo y empezó a besarme en la boca. Empujó con suavidad su miembro entre mis piernas y lo colocó en mi abertura. Embistió hacia delante humedeciendo la punta de su virilidad en mis jugos y siguió poco a poco hasta que sentí el agudo dolor de mi doncellez al ser perforada. Después avanzó dentro de mí cada vez con más fuerza y sentí que su dardo me llenaba. Otra vez disparó su chorro cálido dentro de mí, y me aferré a él mientras me embestía. Busqué de nuevo su boca para sentir sus besos, pero me evitó y se salió de mi cueva del amor. Me hizo darme la vuelta sobre el estómago y me azotó el trasero con la mano.
Dijo casi para sí mismo, "Estoy siendo demasiado suave contigo. Me has vuelto a seducir." Luego dijo con rudeza, "Ponte a cuatro patas, esclava y quédate allí."
Me puse sobre manos y rodillas mientras los pechos me colgaban por debajo con las pinzas de esmeraldas. Escuché un sonido crujiente tras de mí y me atreví a echar un vistazo. Se había puesto una bata muy similar a la que yo había llevado antes, y luego salió de la habitación. No me moví. Escuché dos juegos de pasos que volvían y se me cayó el alma a los pies.
"Pensé que querrías hacer este trabajo particular para mí, Molly."
Oh, dios, la odiosa Molly estaba otra vez en la habitación. ¿Por qué me torturaba con ella?
"Sí, milord."
Me forcé en no mirarla; no quería ver su cara sonriendo con suficiencia ante mi situación. Todavía tenía restos secos de la corrida del amo en la comisura de la boca y su húmeda corrida goteando entre mis muslos. Sabría lo que había ocurrido entre nosotros. Sentí como se movía detrás de mí, y entonces sus dos manos bastas separaron los carrillos de mi trasero. Apartó una mano y sentí algo duro y frío en la entrada de mi ojete. Apreté con temor.
"Utiliza antes el aceite, Molly. Es virgen por todas partes."
Molly apartó la otra mano, y luego las dos manos volvieron a mi trasero y empezó a extenderme aceite perfumado por toda la raja y a masajear lentamente mi agujero. Se me cortó el aliento de vergüenza y embarazo. Metió uno de sus dedos en mi interior y lo movió alrededor un poco. No me gustaba la sensación, pero podía sentir que me volvía a humedecer. Me contuve para no empujar contra su dedo. Una vez que me hubo aplicado el aceite volvió con el objeto duro y frío. Esta vez me lo clavó en el ano. Se me cortó el aliento y se rió ante mi apuro.
Lord Trevellyn... Jago, estaba colocado junto a la cama y observaba. Molly trabajó con el objeto dentro y fuera de mi agujero, y a pesar de dedicarle mis mayores esfuerzos empecé a embestir contra el objeto.
"Oh, mirad milord, le gusta. Sabía que era una furcia."
"Ya basta, Molly, ahora déjanos."
"Milord, no quiere mirarme; ved, se cree demasiado buena para las que son como yo. Haced que me mire, milord."
Seguramente no accedería a sus deseos. No era más que una criada; yo era... era... su esclava durante la noche. Le dijo que se colocara delante de mí y admirara mis joyas, y luego me ordenó abrir los ojos y mirar a Molly. Se colocó ante mí y observó mis pechos, que estaban lastrados por las pinzas de esmeralda. Abrí los ojos y la miré a la cara. Tenía todavía aquella expresión insípida y de nuevo sentí la rabia contra ella hirviendo en mi interior. Todavía tenía el objeto sobresaliendo de mi trasero donde lo había dejado ella, y ahora empezó a tirar de las pinzas de mis pezones y a azotar mis pechos hacia delante y atrás. Esperaba que Lord Trevellyn intercediera, pero no dijo ni hizo nada salvo observar divertido.
"Puedes quitárselas y llevártelas, Molly."
Avanzó las manos alegremente y me arrancó las pinzas de los pezones. Cuando la sangre regresó a ellos grité de dolor. Me los pellizcó ligeramente antes de salir de la habitación.
Lord Trevellyn volvió a colocarse delante de mí, se quitó la bata y me retiró el pelo de la cara.
"Te resulta humillante que ella te vea así y manipule tu cuerpo ¿verdad? Y además... y además..." Pasó la mano entre mis piernas y notó la humedad allí. Luego se arrodilló delante de mí y volvió a meterme su miembro en la boca. Lo chupé como había hecho antes y creció y se endureció. Luego se colocó detrás de mí y, con el objeto duro todavía clavado en mi trasero, me lo metió en el otro agujero. Mientras embestía en mi interior su abdomen empujaba contra el objeto de mi ano. El efecto era que estaba siendo invadida simultáneamente por mis dos agujeros. Me apreté salvajemente contra él y alcanzamos juntos el clímax. Me derrumbé en la cama con él a mi lado.
Me quitó el objeto que tenía en el trasero. Y luego, rodando sobre su espalda, me empujó hacia él de manera que mi cuerpo se amoldara al suyo y mi cabeza descansara sobre su pecho. Me acarició el pelo y caí en un sueño satisfecho.
Cuando me desperté estaba sola. La ropa que llevé a Trevellyn Manor el día anterior, estaba perfectamente doblada en la silla, con mi vestido colgando en el armario. Me levanté rápidamente sintiéndome dolorida en sitios nuevos. Mientras me vestía, seguía esperando que Jago entrara en la habitación, pero todo estaba en silencio.
Abrí lentamente la puerta del dormitorio y me deslicé al recibidor. No había nadie por allí, ni la señora Fisk, ni, gracias a dios, Molly. Bajé por la escalera curva hasta la enorme puerta principal. De nuevo sin ver a nadie que se me acercara. Abrí la puerta, el magnífico coche con las armas de Trevellyn en el lateral estaba esperándome. Como antes el cochero me ayudó a entrar al coche sin decir ni una palabra ni mirarme. ¿Tenía yo un aspecto distinto al del día anterior? Tenía que ser así. El coche me depositó delante de la posada donde me alojaba, y, sin mirar atrás, el cochero se alejó.
Me precipité en mi habitación y estuve andando de un lado para otro sin parar. Era extraño que ni se me hubiera pasado por la cabeza dudar que Lord Trevellyn cumpliría su parte del trato, y tenía razón. Por la tarde la puerta de mi cuarto se abrió y allí estaba mi padre. Y hecho un asco pero vivo. Nos arrojamos cada uno en brazos del otro y nos abrazamos.
"Clarissa, no puedo creer que hayas hecho todo esto para ayudarme. ¿Y tu madre?"
"Está enferma, Padre. Se vino abajo tan pronto como supo de vuestro apresamiento."
"¿E hiciste esto por tu propia cuenta? No lo entiendo. El guardia me dijo que Lord Trevellyn había respondido por mi liberación. Apenas conozco a ese hombre. ¿Lo arreglaste con él?"
"N-nos conocíamos de antes, durante mis vacaciones en Londres. Le conté mis preocupaciones, y conociendo al juez Jeffreys, se ofreció para ayudarnos."
"Debemos pasar a verle para que pueda agradecérselo adecuadamente."
"¡Oh no! Ya está fuera de la ciudad; tenía que ir a Londres. No esperaría que vos se lo agradecierais, Padre. Ya se lo he agradecido bastante por nosotros dos. Es un hombre orgulloso y no necesita vuestra gratitud. Escuchó lo que vos habíais hecho por la causa realista durante el gobierno de Cromwell y pensó que esta sería una forma de devolver un favor a un compatriota. Por favor no intentéis contactar con él, Padre. No lo esperaría en absoluto; de hecho creo que le molestaría."
"Bien, quizás cuando vuelva de Londres..."
Nos quedamos en la posada el tiempo suficiente para que mi padre se aseara y se cambiara con la ropa que había traído para él. Tomamos una comida ligera en el comedor, durante la cual estuve buscando a Lord Trevellyn. Casi temía encontrarlo, y todavía... aún no había dicho adiós.
Nos subimos a nuestro coche y empezamos nuestro largo viaje hacia casa. Las calles estaban todavía abarrotadas y caóticas, y mientras miraba por la ventana a las masas localicé a Lord Trevellyn montado en un gran caballo negro. Había estado esperando que nos fuéramos, estoy segura. Miré rápidamente a mi padre, recostado en el coche con los ojos cerrados. Miré a Lord Trevellyn y me devolvió la mirada. No podía apartar mi mirada de la suya. Luego se llevó un dedo al sombrero y se inclinó, una lenta sonrisa se formó en sus labios, aquellos labios que conocía tan bien. Nuestros ojos no dejaron de mirar la cara del otro hasta que el coche dobló una esquina y desapareció de mi vista.