Disfruté por tener poquito dinero.
Una chica en medio aprietos financieros debe ceder un poco, ser cogida por su arrendador para solucionar su situación descubre cómo es que le gusta el sexo
Cuando era estudiante universitaria en Xalapa, Veracruz rentaba un departamento relativamente cerca de mi escuela, estaba ubicado en el centro, me quedaba muy bien porque la universidad no estaba tan lejos y en el centro podía tener todo a la mano. Era una calle bonita, empedrada y por las noches, cuando hacía frío se veía preciosa cubierta de neblina y una llovizna.
El sitio donde yo vivía era una puerta blanca, aparentemente sin mucho terreno, pero una vez adentro seguías el pasillo recorriendo un edificio de 5 mini departamentos que constaban de una sola pieza, con un baño pequeño en el interior. A la entrada, cada departamento tenía una mesa con dos sillas y una cocineta, con un par de anaqueles, estufa eléctrica, dividido por una pared donde estaba una pequeña barra para el refrigerador y que además servía como dispensario) estaba la cama individual, con un buró y frente a ella un closet para colocar las pertenencias. Los mini departamentos continuaban en la plata alta de los primeros, la escalera de encontraba al fondo del pasillo; pasando la escalera había un patio pequeño rodeado de pinos y con un césped muy bien cuidado, contiguo estaba la casa del arrendador, don Anselmo, un hombre de aproximadamente 55 años, de pelo cano y corto, era moreno y tenía un de barba como de candado, totalmente blanco, parecía distinguido, siempre vestía pantalones Topeka, y dado el frío de la ciudad utilizaba una gabardina color caqui; era un tipo muy callado pero muchas veces note que a sus inquilinas las veía con cierto interés, nos miraba de arriba abajo con disimulo.
En aquél entonces era una buena estudiante, aunque me gustaba mucho la fiesta y por ello tenía muchos problemas con mi administración mensual. Mis papas estaban hartos de eso y como había repetido una materia decidieron mandarme el dinero justo para que aprendiera a administras mis gastos ¡Por supuesto no lo logre!
Los siguientes días intenté conseguir prestado de algunos compañeros de la universidad, aunque si habían colaborado conmigo la verdad es que no llegaba a cubrir todo lo necesario. Así que después de pensarlo mucho, me decidí a pedirle apoyo al arrendador. Llegando del plantel, como a eso de las 8:30pm, antes de pasar a mi departamento, camine al final del pasillo, decidida toque el timbre de don Anselmo, tardo un poco en abrir, hacía mucho frio y me ofreció pasar a su estancia, así lo hice. Era una sala pequeña antigua de cedro, con tercio pelo rojo; después podía verse un pasillo donde adiviné estaba el baño y su recámara. Comencé a contarle mi falta de administración, que no podía pagarle la renta a tiempo debido a que necesitaba unos materiales de la escuela. El me miro un poco frío, se levantó de su asiento, el sillón individual de cedro, que tenía un respaldo alto, y unos descansabrazos aterciopelados. Dio unos pasos hacía mí, cabe decir que ese día la ropa me sentaba bien, unos leggins color vino, unas botitas altas color negro y un blusón también negro, ajustado, me llegaba apenas debajito de las nalgas, se veía mi buena figura y mis abundantes pechos. Don Anselmo se puso junto a mí, y me rodeo con sus gruesas manos la cintura, poco a poco, me pego hacía él y exclamo: Si eres buena conmigo, te perdonaré la renta. Quede asustada, sin pensarlo y por salir de allí, dije “Si” con la cabeza, como pude di la media vuelta y salí corriendo de su piso. Fui a mi piso, trate de tranquilizarme, me di un regaderazo y no pensé más en lo recién ocurrido.
Más tarde, tocaron a la puerta muy temprano, era don Anselmo me pidió un café, así que lo deje pasar, se sentó en una pequeña mesa con dos sillas justo detrás de mí, tuve que darle la espalda para alistar el café. De momento sentí sus manos sobre mis nalgas, por encima del short del pijama y comenzó a sobarlas primero lentamente y luego fue subiendo de tono, como notó que no puse objeción alguna metió las manos debajo del short y prosiguió, se puso de pie y acerco su paquete a mi culo, lo restregó con un delicioso vaivén, comencé a ponerme colorada, de poco a poco, me sentí caliente, no quería detenerlo…así es que continuó y sus manos alcanzaron mi blusa, por encima toco mis senos los masajeaba en círculos pellizcaba mis pezones, acercó su boca a mi oído, introdujo su lengua y la jugueteó, humedeció cada canalito para luego susurrar: Ve a la cama .
Obedecí, me recosté en la cama como me pidió, y luego, acercándose dijo: ¡Quítate la ropa! Lo hice muy lentamente, comencé por jalar de mi playera, hasta dejar salir mis senos, grandes, adornados por su areola y su pezoncito color café claro. Me di cuenta como me morboseaba, y a decir verdad me dio mucha excitación, mientras él con sus ojos llenos de lujuria me admiraba y se iba despojando de su ropa hasta quedar en calzoncillo; continué bajándome el short hasta los tobillos, deje al descubierto mi vagina, bien cuidadita, con poco bello, y sus labios morenos flanqueaban su surco, para entonces él ya estaba a un costado de la cama y me empujo violentamente al extremo de la misma, y se recostó a mi lado, me colocó justo para quedar frente a él, subió una pierna a mi cadera para acercar su paquete a mi vagina, me tomó de las nalgas para aferrarme y comenzó a tallarlo apuradamente en mi surco, con su otra mano tomo mi cabello y jaló de él para que mi cabeza se acercase a la suya, lamía mis labios con la punta de la lengua, con delicadeza. Yo estaba excitada, pero al mismo tiempo, perpleja, no podía moverme, ni siquiera abrí la boca para recibir su lengua, sólo me dejaba llevar, ahí estábamos: él restregando su paquete y lengüeteando mi boca y yo inmóvil, disfrutando en mis adentros. No puede aguantar más y comencé también a mover mis caderas para que su paquete su untara mejor, me sentí más suelta y deseosa, pude por fin abrir la boca y regalarle mi lengua, la jugueteábamos ansiosos y cuando se vio correspondido bajo un poco para lamer mis senos, los lamia muy desesperado, lamía y mordía mi pezón de una forma magistral, de arriba abajo, sin dejar pasar el pliegue, mordisqueaba los pezones, halaba de ellos, y a mí me daba una mezcla de placer con un toquecito de dolor, comencé a gemir, mientras continuaba el vaivén de nuestros sexos, don Anselmo busco de nueva cuenta mis labios, esta vez nos besamos como posesos nos comíamos las bocas, puso atención en mi labio inferior, rosado y carnoso, y lo mordió tan sutilmente que no me di cuenta, hasta que se separó, que estaba sangrando, eso me enloqueció totalmente, él se dio cuenta de lo que me ocurría; toque mis senos y sentí que estaban llenos de saliva, excitada como nunca, unimos nuestras bocas, nuestras lenguas se recorrían la una a la otra; don Anselmo interrumpió el vaivén de su paquete sobre mi vagina, yo estaba húmeda y su calzoncillo estaba mojado a causa de ello, de un solo tiro se deshizo de él.
Me pudo boca arriba y se encimó en mi cuerpo, su glande estaba rosadito y húmedo, lo untó en mi surco, delineo con él mi surco, y los labios exteriores, comenzó a subir y paso su miembro pon mi dorso, dejando un hilito de líquido sobre él, yo ya estaba gimiendo, llego a mi boca y jugo con él en mi carita, me lo ofrecía pero al momento en que iba a chuparlo lo quitaba de mí, yo le miraba con el ceño fruncido y el asomaba una risa irónica y jocosa. Acercaba su pene a mi cara, no era muy grande pero era grueso y carnoso, se veían sus venas por sobre el tronco que estaba un poco arrugado, supongo por la edad, yo tenía mis manos sobre sus velludos muslos, los cuales acariciaba, hasta que finalmente me indicó: chuparlo un poco, solo la puntita. Tomo mi cabeza y comenzó un furioso mete y saca, de repente lo metió todo a mi boca, yo arqueaba salivaba mucho, pero seguía mamandolo, lo saco violentamente, tomo de mi brazo y me acostó de ladito, se posiciono detrás mí, subió mi pierna a la suya y una vez así, me clavo su pene en mí. Me hizo gemir como nunca, sus movimientos arrebatados, me volvían una loca, comencé a moverme yo también de arriba abajo, su pene resbalaba delicioso, su respiración era, cada vez más, acelerada, jadeaba don Anselmo y al oído murmuraba un poco sofocado: Eres deliciosa, que rico es metertela nenita ¡Uff! Apenas atiné a decir entre gemidos: ¡Siga por favor don Anselmo! Se siente taaaan sabroso. Su penetración se volvía más violenta, con empujones en mis nalgas y sus manos apretando mis senos, de tal manera, que se tornaron rojos, en ocasiones, giraba mi cabeza para verlo, estaba aquel hombre concentrado dándome duro, ocasionalmente cuando se percataba de mi mirada, se acercaba a mi cara y la lamía como un perro lame un balde de agua. Sus movimientos comenzaron a ser rápidos y contundentes, mordía mi oreja, fue entonces que empezó a quejarse, iba a venirse. Así que bruscamente saco su pedazo de carne de mi interior, y me puso boca abajo, se montó sobre mi mientras se masturbaba y gritoneaba entre dientes, una de sus manos la coloco por debajo para tocar mi sexo, y con la otra comenzó a pegarme en el trasero con su pene húmedo, tuve una excitación mayor al sentir eso que comencé a venirme, mis jugos brotaron en un chorrito, mordí la almohada, el los recibía en su mano, muy controlado de su cuerpo comenzó a venirse también, estaba esperando que estalláramos juntos todo su semen se quedó en mis nalgas y en la rajita. Como pude trate de alcanzar un poco de papel que había en el cajón del buró, quise incorporarme pero aún don Anselmo estaba sobre mí, las gotitas que salían todavía de su miembro me las unto muy bien, y una vez terminado, él mismo limpió mi trasero con el papel, siendo muy cuidadoso.
Nos recostamos, uno al lado de otro, hasta quedarnos dormidos. Cuando desperté, era muy de mañana, seguía desnuda y don Anselmo ya no estaba ahí, alce las cobijas de la cama y me envolví en ellas, aun pensando en lo excitaba que me había puesto la situación. A la mañana siguiente, yo sabía que el tema de la renta estaba saldado, me di una ducha, y mientras lo hacía, me estaba tocando, pensé en don Anselmo. En mi mente surgió la idea de repetir todo. Me aliste para ir a la universidad. A lo lejos don Anselmo grito ¡Buenos días! Le respondí, ambos con un tono muy alegre, lleno de complicidad.