Disfruté de mi cuñada

Me animé y semi-abusé de mi cuñadita.

Me llamo Leonardo, tengo 32 años y estoy casado con Laura hace 3.

El motivo de esta historia es María, la hermana menor de Laura. María tiene 20 años y es el motor de todas mis fantasías. Alta, flaquita, con tetas chiquitas pero bien en punta con el pezón bien marcado, muy linda cola, durita gracias a sus diarios trotes matinales.

La familia de mi mujer vive en las afueras de la ciudad, por lo cual, María 3 o 4 veces al mes, por temas de estudio, se queda a dormir en mi apartamento.

Cada vez que se queda a dormir, fantaseo que me levanto voy a su cuarto, la despierto y la penetro hasta saciar mi hambre. Pero la realidad es que si bien siempre me levanto y voy a su cuarto, simplemente la veo y me éxito de tal manera que termino masturbándome en el baño.

El viernes pasado fue la excepción, hablé con un amigo visitador médico y le pedí que me diera unos buenos somníferos. Al preparar la cena, piqué una pastilla y media en el plato de María y otra en el de mi mujer, los serví como si nada. Comimos como todas las noches, miramos un rato de tele y María fue la primera en acusar el cansancio e irse a dormir.

Laura también se fue a dormir y yo le dije que antes de acostarme quería darme una ducha. Cuando salí fui a mi cuarto y vi que Laura estaba profundamente dormida. Me sequé, me puse un calzoncillo y me fui al cuarto de María.

Al entrar la vi con su pijamita semi abierto que casi dejaba ver su pezón derecho, inmediatamente mi pene se endureció como una estaca. Me acerqué y a más o menos un metro de distancia susurré su nombre: “María, Mary”. Nada, seguía dormidísima, me acerque al borde de la cama y la moví un poco, nada, seguía liquidada.

Yo no daba más, saque el fierro caliente que tenía entre las piernas y comencé a masturbarme a centímetros de su cara.

Lo hacía bien lento por temor a que se despertara, pero mi cuñadita estaba muy dopada como para notar mi presencia. Dejé de masturbarme y lentamente acerque mi pene a su cara, llegué a sus pómulos y los acaricié con la punta de mi glande, ya humedecido. La sensación de tener mi verga apoyada en la cara de mi cuñada casi me hace acabar. Ahí fue cuando decidí ir por todo, bien lento fui corriendo mi pija hasta llegar a la boca de María, ella ni se inmutaba por lo que lentamente la metí entre sus labios.

Comencé el mete y saca súper lento, hasta que me percaté de que ella un poco acompañaba el ritmo, en un momento se la saqué de la boca y ella 99% inconsciente y entre susurros suelta un “mmm Facu”. Facundo es el nombre de su novio, ahí me cayó la ficha de que para ella todo era una especie de sueño erótico y que esa noche podía hacer con mi cuñada lo que quisiera.

Volví a metérsela en la boca, esta vez acelerando un poco más, al mismo tiempo, metí la mano en su pijama y empecé a acariciar las tetitas coronadas por 2 pezones durísimos.

Quería cogérmela por lo que mientras se la metía en la boca, dirigí mi mano izquierda a su conchita. Que sensación por Dios, su pepita era como de terciopelo, bastante peludita, pero con una suavidad increíble. Comencé a deslizar mi dedo entre sus labios mayores, poco a poco María se iba mojando. Con mis dedos mayor e índice la seguí masturbando hasta que sentí que su excitación era suficiente.

La giré en la cama, María seguía prácticamente inconsciente, y le saqué el pantalón del pijama, apoye sus piernas en mis hombros y fui derecho a su peludo montecito.

Con 2 dedos corrí la aún infantil bombacha y me dispuse a saborear el manjar. Que pepita tan rica, tierna, cerradita, muy mojada. Primero pasé mi lengua por cada uno de sus labios mayores, estaban hinchados y húmedos, luego, separa bien su vulva y fui a la entrada de su conchita y a su clítoris. María apenas gemía y susurraba el nombre de su novio.

Luego de chupársela un rato, me incorporé y me preparé para lo mejor. Apoyé mi verga en la entrada de su concha y lentamente la fui penetrando, hasta que mis huevos chocaron contra sus blancas nalguitas.

María dejó escapar un gemido un poco más sonoro por lo que con una media que estaba en el piso le tapé la boca y empecé a bombearla. María estaba muy mojada y mi verga entraba y salía con total facilidad. Se la sacaba entera y se la volvía a meter, era un placer ver como mi pija se abría paso entre los oscuros pelitos de la cotorra de mi cuñada.

Se la saqué y corrí sus piernas de mis hombros se las dejé levantadas y juntas, así podía ver sus labios apretaditos entre sus piernas. De nuevo apoyé mi verga, sentía su conchita súper apretada pero estaba tan mojada que entró con total facilidad. Se la seguí metiendo hasta que la pendeja corrió la cabeza y dijo: “Así Facu no pares, no pares”. Era obvio que estaba por acabar, se la saqué y volví a meter la cabeza entre sus piernas. Su concha estaba empapada y riquísima, junto con la lengua le metí un dedo. Mientras con la lengua le presionaba el clítoris, movía mi dedo en círculos, la pendeja no aguantó más y llego a su orgasmo con un gemido ahogado por la media y apretando muy fuerte las piernas.

Después del orgasmo María giro y como que volvió a dormirse profundamente. Obviamente yo  no iba a quedar así. Me puse a su costado y le metí la verga de una en la boca. No quería que se atore, por lo cual no le metí ni un cuarto de verga, pero se la metía y sacaba muy rápido.

Cuando no daba más me separé un poco y comencé una increíble seguidilla de chorros de semen, algunos fueron para la boca de María, otros a la almohada y otros a su cara.

Supuse que en el correr de la noche el semen de la almohada se secaría y el de la cara se iría saliendo con las sabanas y así fue.

Al otro día nos levantamos como si nada y fuimos a desayunar los 3 juntos.

La imagen de mi cuñada con la cara llena de mi leche es y será mi mejor recuerdo.