Disfrutando unas vacaciones con mi tía Marta.
Disfruté de unas buenas vacaciones con mi hermosa y sensual tía Marta... y de ella también disfruté.
Me llamo Eduardo, siempre he estado muy caliente, desde muy pequeño. Recuerdo que siendo un chiquillo, cuando dormía con mi madre en su cama, me abrazaba a ella. No era por cariño, no, pegaba mi pene a su costado y subía una pierna sobre ella. Recuerdo que la subía hasta que mi rodilla llegaba a sentir la tela de sus bragas, eso me ponía muy caliente. Nunca intenté hacerle nada, aunque lo deseaba con todas mis ganas.
Al ir creciendo, mis deseos sexuales aumentaron. Desde los once años me hacía pajas utilizando la imagen de mi madre, de alguna profesora y también utilizaba a mis tías. En especial recuerdo a mi tía Marta. No era una mujer de película, pero era muy sensual, me atraía más que ninguna otra y era mi favorita en mis horas de soledad.
Casi todos los veranos pasábamos varios días con ellos en algún lugar que elegíamos entre las dos familias. He de decir que yo era hijo único. Ella tenía dos hijos Enrique y Jesús. Todos los años los pasábamos estupendamente. Pero la historia que os quiero contar ocurrió el verano en que yo tenía dieciocho años.
Quedaban apenas quince días para marcharnos a un hotel de la costa. Se habían reservado tres habitaciones, dos con camas de matrimonio para cada pareja de padres y otra con tres camas para mí y mis primos. Entonces ocurrió algo inesperado. Mi abuela, la madre de mi padre se puso mala y él y mi madre tenían que ir a otra ciudad a cuidarla. Se habló con el hotel y se pudo dejar la habitación de mis padres.
Varios días después mis primos medio se enfadaron con sus padres pues le había surgido un campamento con gente de sus clases y querían ir. En medio del jaleo del enfado familiar, a mi tío, según dijo él, por unas emergencias que ocurrieron en su trabajo, le cambiaron el mes de vacaciones y mis primos aprovecharon para conseguir ir al campamento. A una semana del viaje solamente mi tía y yo iríamos seguro. Ella se empeñó y me pidió que la acompañara pues deseaba descansar después de todo el año trabajando y no pudiendo cambiar sus vacaciones.
Así que habló con el hotel y consiguió quedarse con una habitación para nosotros dos. Yo estaba bastante emocionado. Siempre fue mi mujer deseada y pasar todo un mes con ella a solas me provocaba excitación. Compartiríamos habitación.
Y llegó el día en que los dos marchamos en su coche hacia nuestro destino de descanso. Tras varias horas de viaje y varios descansos llegamos al hotel. Cogimos las maletas y después de registrarnos en recepción, subimos a la habitación. Era una habitación amplia. Tenía un pequeño pasillo donde estaba la puerta del baño. El pasillo desembocaba en un saloncito con televisión y un sofá. A un lado estaba la puerta de la habitación. Los dos entramos con nuestras maletas en la habitación.
-¡Tita, sólo hay una cama! Le dije algo extrañado.
-No te preocupes Eduardo, cuando llamé para anular una habitación, sólo me dieron la opción de anular la que reservamos para los tres. Esta era más cara y no querían perder tanto dinero. ¿No te importará compartir cama con tu tía?
-No. Le dije y un sentimiento de alegría me invadió.
Iba a conseguir lo que tanto había soñado siempre, dormir con mi adorada tía. Estaba muy excitado por el hecho, pero debía ser cauto, no podía llegar, meterme en la cama y empezar a sobarla. Era imposible que tuviera ningún rollo con mi tía, pero me excitaba tenerla cerca cuando durmiéramos.
Deshicimos las maletas y organizamos los armarios y cosas del baño. Después nos pusimos los bañadores y decidimos ir a la piscina a tomar un baño, ya eran las una y media de la tarde. Después del baño iríamos a comer.
-Cariño, voy a ponerme el bañador en el baño, aprovecha y ponte el bañador mientras tanto. Me encantaba cuando me llamaba "cariño".
Tardé nada en quitarme la ropa que llevaba y ponerme el bañador, una camiseta y las zapatillas. Ella aún no había acabado. Me senté en el salón y puse la televisión mientras esperaba a que saliera del baño. La miré cuando salió, ¡Qué bonita estaba! Era una mujer madura de cuarenta y algo de años, como dije no tenía un cuerpo de película, pero era coqueta y se cuidaba, con aquel bikini estaba preciosa. Lo que más me gustaba eran sus grandes y redondos pechos y su respingón culo de anchas caderas.
-¿Me queda bien este bikini? Me preguntó y aproveché para mirarla detenidamente. Tengo más, si no estoy bien me puedo poner otro.
-¡Estás preciosa con ese! Le comenté.
-¡Gracias cariño!
Se puso un pareo y salimos en dirección a la piscina. Llegamos, cogimos dos tumbonas y pedimos dos. Mientras venía el camarero nos metimos en el agua. Había poca gente así que disfrutamos a gusto del baño. Vimos como el camarero nos dejó las copas junto a las tumbonas nuestras. Mi tía salió del agua y me llamó para que nos tomáramos la copa. Estaba tumbada boca arriba cuando llegué a su lado. Tenía algo de barriguita, pero me resultaba más excitante aún. Ese día estaba preciosa, nunca la había visto tan radiante.
-Se está a gusto aquí ¿verdad? Me preguntó.
-¿Cuánto tiempo estaremos aquí?
-Sólo un mes
-¡Qué poco tiempo tita!
Descansamos un buen rato y cuando nuestras copas ya estaban vacías y nuestros estómagos pedían fueran llenados, subimos a la habitación. Yo me puse un pantalón corto y otra camiseta y volví a esperar a que ella se cambiara de ropa. Salió de la habitación con una falda larga y una camiseta bastante ajustada que le marcaba mucho las tetas. Se había peinado y maquillado ligeramente de forma que estaba preciosa y radiante.
-Eduardo cariño, - me hablaba mientras se sentaba a mi lado en el sofá ya que vamos a estar los dos solos aquí, llámame Marta en vez de tita o tía, será más cómodo.
-Cómo quieras, Marta. Me gustaba llamarla así.
-Además quien nos vea pensará que soy una madura que se ha liado con un jovencito gigoló. ¡Vamos a comer!
Salimos de la habitación y nos fuimos al restaurante. Después de unas horas, ya por la tarde fuimos a la playa para bañarnos y tomar el sol. Sería sobre las siete de la tarde, allí había bastante gente y muchas de las mujeres, la mayoría extranjeras, hacía topless. Me fijaba en todas ella, algunas daban gusto admirarla, sus redondas y firmes tetas daban gusto, otras, las más viejas, tenía pellejos colgando que mejor no mirar pues se le pasaba a uno cualquier excitación que pudiera tener.
-¿Estás disfrutando de la visión?
-¡Por supuesto Marta! Me daba confianza hablar con mi tía y no tenía reparo en mostrarle mis pensamientos sobre las mujeres que allí había.
-Eduardo, ¿te importaría si yo también hago topless? Me preguntó No quisiera incomodarte si expusiera mis tetas en público estando tú aquí.
-Para nada Marta, seguro que será un verdadero placer admirar tus pechos.
Casi no había acabado la frase cuando ya tenía sus hermosas, redondas y turgentes tetas al aire. Verla solamente con las bragas del bikini, con sus tetas al aire, con aquellos pezones erectos y oscuros de aureola pequeña me excitó más de lo que yo esperaba y mi pene creció bajo mi bañador formando un prominente bulto imposible de disimular. Ella se dio cuenta.
-¡Veo que te gusta ver los pechos de tu tía!
-Ver tantos pechos libres lo puedo soportar, pero ver las hermosas y excitantes tetas de mi tía es algo que no puedo remediar - le dije intentando no mostrar vergüenza - ¡Ya sé por que razón mi tío siempre está tan contento!
-¡Tonto! Fue lo único que me dijo y se volvió.
Creo que había conseguido ruborizarla. Se colocó boca abajo apoyada en sus brazos, en los codos, con una revista. Su torso estaba algo levantado. Podía ver de perfil la redondez de su pecho y el excitante pezón. Seguí mirando su cuerpo y miré por un rato su redondo y respingón culo. ¡Cómo me hubiera gustado ponerme encima de ella y frotar mi polla por su culo mientras mordisqueaba su cuello! Estos pensamientos impedían que mi pene pudiera descansar.
-¡Cariño! Úntame crema por la espalda.
-Ahora mismo Marta.
Me coloqué a su lado y tomé el bote de crema. Empecé a extenderla por su espalda y podía sentir su suave piel. Mientras lo hacía me fijaba bien en cada curva de su cuerpo. Otros veranos ya la vi en bikini, pero nunca había disfrutado tanto de la visión de su cuerpo como aquel día.
-¡Parece que no te cansas! Me dijo y la miré con cara de extrañeza. - ¡Tu cosita aún está de pie! - Se refería a mi erección.
-Antes lo digites tú, la gente pensará que eres una madura que se ha ligado a un jovencito. ¡Simplemente estoy en mi papel! ¡Un buen amante tiene que estar preparado para todo! Le contesté con descaro y a ella pareció divertirla.
-¿Has hecho ya el amor alguna vez? Me preguntó y ahora yo era el que se ruborizaba.
-No. Dije fríamente.
-¡Démonos un baño! Me dijo volviéndose y cogiendo el bote de crema se llenó todo el pecho y sus piernas. Se levantó y extendió una mano hacia mí. - ¡Vamos al agua!
No dije nada, agarré su mano y me dejé llevar hasta la orilla. Íbamos trotando y podía ver como sus tetas se bamboleaban. ¡Era excitante verla! El agua no estaba muy fría y poco después estábamos los dos sumergidos hasta el cuello. Mi mirada no se apartaba de las redondeces de sus tetas, me tenían hipnotizado.
-¿Te gustan?
-Nunca imaginé que tus pechos fueran tan hermosos. Le dije mirando sus ojos verdes.
-¿Quieres tocarlos? El corazón se me aceleró al escucharla. - ¡No te asustes, no muerdo!
-No me asusto, - le contesté y casi no me salía la voz es que siempre he soñado con tu cuerpo, me he - dude en seguir hablando pero después de lo que me había dicho ya nada importaba muchas veces me he masturbado pensando en ti y ahora que me ofreces tus pechos, la excitación casi me paraliza
-¡Pues trae tus manos! Agarró mis manos y las colocó sobre sus desnudas tetas.
Al entrar en el agua mi pene había menguado por la temperatura de ésta, pero el contacto de los pezones erectos de mi tía volvió a producirme una erección más intensa que antes. Yo me deleitaba en acariciar sus redondas tetas cuando sentí las manos de ella que empezaba a acariciar mi culo.
-He de confesarte que desde un tiempo acá, tu culo me encanta, tan duro, tan juvenil. Sus manos amasaban cada cachete de mi culo.
-A mí también me gusta el tuyo. Bajé mis manos por su cuerpo y comencé a acariciar su redondo culo a la vez que la atraía a mí.
Por un momento los dos nos acariciábamos y nos mirábamos a los ojos. Poco a poco, dudando aún, nuestras bocas se fueron acercando hasta que se unieron en un beso en el que nuestras lenguas pasaron de una boca a otra jugando entre ellas. Mi pene estaba al máximo y se apoyaba en su vientre. Marta subió sus brazos y me rodeo por el cuello en un abrazo que impedía que nuestras bocas se separaran. Abrió sus piernas y me rodeo con ellas por la cintura buscando con su sexo el bulto de mi pene. La agarré por la cintura y me frotaba contra ella.
-¡Sácatela! Me dijo. Mi corazón estaba más acelerado que nunca.
Entonces ella volvió a ponerse de pie y sus manos buscaron mi pene. Me bajó el bañador lo suficiente para que mi pene quedara libre. Sentí como su mano lo agarró y su cara puso expresión de sorpresa.
-¡Eduardo, es tan grande como estoy imaginando!
No podía verla bajo el agua, pero en su mano la sentía muy grande. Yo nunca había tenido sexo con nadie y la verdad es que no preocupé en compararla con ninguna otra. Sentí su mano acariciándola en toda su longitud y me masturbaba a la vez que la estaba admirando. El ver a mi tía prácticamente desnuda, sus tetas, haberla sobado como siempre soñé y sentir como ella disfrutaba acariciándome me hizo tener un orgasmo casi inmediato.
-¡Tita, me voy a correr! Le dije y mi voz mostraba todo el placer que estaba sintiendo.
-¡Hazlo cariño, córrete con la paja de tu tía!
Intensificó sus caricias y al momento mi polla lanzaba chorros de leche que se mezclaban con el agua del mar y se perdían a un metro por debajo de la superficie. Ella sonreía y disfrutaba al ver mi cara de placer. Me apoyé en ella para aguantar las descargas que me producía la eyaculación y ella seguía masturbándome y disfrutando.
-¡Para Marta! Le pedí y ella aflojó el ritmo. Ahora te toca a ti, ¿quieres que acaricie?
-No cariño, guárdate para esta noche.
Y así lo hice. Cuando me repuse un poco salimos del agua y descansamos tomando el sol. Serían las nueve y media de la tarde cuando decidimos ir a la habitación a ducharnos para luego cenar. Primero me duché yo. Pensé en invitarla a ducharse conmigo, pero aún no me sentía del todo confiado y no sabía si ella aceptaría. Me contuve e imaginé que aquella noche tendría la oportunidad de tenerla por completo.
Terminé y me vestí en la habitación mientras ella se duchaba. Una hora después salimos de la habitación y nos dirigimos al restaurante para cenar. Serían las doce de la noche cuando acabamos y al salir del restaurante oímos música que provenía de una sala a modo de discoteca que allí había. Estuvimos como otra hora tomando unas copas y bailando. Cuando pusieron una pieza lenta nos agarramos y no dijimos nada. Nos acariciábamos levemente y mi boca en su cuello la mordisqueaba haciendo que se estremeciera de placer. Entonces su boca mordió mi oreja.
-¡Vamos a la habitación cariño! Su insinuante voz me hipnotizó de forma que me convirtió en su esclavo.
Entramos en el ascensor para subir a nuestra planta. Cuando se cerró la puerta nos abrazamos y comenzamos a besarnos apasionadamente. Yo acariciaba su culo a la vez que mi lengua jugaba con la suya. Sentimos que se paraba el ascensor y nos volvimos a separar.
Abrió la habitación y entró por delante de mí. Cerré la puerta y la agarré por la cintura para empezar a mordisquear su cuello. Ella frotaba su culo contra mí pidiendo que la poseyera allí mismo. Mis manos pasaron de su cintura a sus pechos, cada una en uno, amasando aquellos redondos contornos y haciendo que sus pezones se marcaran en su vestido.
Entre caricias y besos la llevé hasta el sofá. Hice que se sentara, me coloqué de rodillas, separé sus piernas y me coloqué en medio para seguir besándola y acariciándola. Nunca había tenido sexo con una mujer y mi tía me excitaba demasiado. Al no tener ninguna experiencia en esto, recurrí a lo que había visto en revistas y películas. Entonces se me ocurrió que teniéndola allí en el sofá en la postura que estaba, lo mejor sería levantarle la falda y devolverle el favor que me hizo en la playa con mi inexperta boca.
Así lo hice, dejé de besarla y le empecé a subir su falda. Ella me miraba mientras sus manos me ayudaban a apartar las blancas bragas de encaje que llevaba. Tenía la raja del coño de mi amada tía Marta delante de mí. No tenía ni un solo pelo, se lo depilaba completamente.
-¡Cariño, cómemelo!
Mientras una de sus manos apartaba las bragas, otra la puso sobre mi cabeza para llevarla hasta colocarla entre sus piernas. Con mis manos separé los labios de su coño como había visto hacer en muchas películas. Su interior era rosado y estaba muy mojado por los flujos que de él brotaban por la excitación que le provocaba tener sexo con su sobrino de dieciocho años.
-Eduardo, me gusta lo que me estas haciendo, - me dijo cuando mi lengua empezó a lamer su raja pero recuerda que nunca le debes comentar nada de esto a nadie, ni a tu mejor amigo, será un secreto entre tu y yo y cada vez que me necesites estaré dispuesta a satisfacerte.
-No te preocupes Marta, este siempre ha sido mi sueño y no lo compartiré con nadie.
Acabé de hablar y hundí mi lengua en su raja para lamerla de arriba abajo. Nunca había probado antes un coño y el sabor de mi tía me estaba volviendo loco. Ella gemía y se retorcía empujando mi cabeza cada vez con más fuerza contra su coño. Estaba totalmente excitada y comenzó a usar un lenguaje propio de una mujer que deseaba locamente que le hicieran de todo aquella noche.
-¡Dios, cómo me comes el coño! Decía soltando toda la lujuria que tenía - ¡Me estas volviendo loca Eduardo, méteme un dedo y mastúrbame!
Así lo hice, metí un dedo dentro de su vagina y lo movía sin saber bien que hacer. Agarré sus bragas y se las quité. Ahora estaba totalmente abierta de piernas en medio del sofá y me ofrecía su coño abriéndolo con sus manos, ofreciéndome su rosado interior y goteando mezcla de sus flujos con mi saliva. Ahora le metí dos dedos dentro y encontré su clítoris que lamí con mi lengua.
-¡Eso es, chúpame el clítoris! ¡Oh Dios que rico lo haces! ¡Chupa a tita Marta hasta que se corra!
Me afanaba en darle placer lamiendo y acariciando su coño, su raja, su clítoris. Ella gemía y se retorcía pidiéndome que la hiciera gozar de placer. No sabía que más hacerle para que se corriera, mis dedos acariciaban el interior de su vagina y mi lengua castigaba su clítoris.
-¡Sigue, sigue, no pares! ¡Me voy a correr! ¡No pares, más fuerte! ¡Ahí, sigue chupando ahí! ¡Ya está aquí! ¡Me corro! ¡Ah! ¡Ah! ¡No puedo más!
Sentí que mis dedos se mojaron aún más, ella se convulsionaba como poseída por un espíritu lujurioso y seguí lamiéndola hasta que me pidió que parase.
-¡Para, para! ¡No sigas chupándome! Me decía con la respiración muy agitada por el placer.
Levanté la cabeza de su coño y seguí acariciándola suavemente con mis dedos. Los tenía empapados de los flujos que su vagina lanzaba para ser penetrada sin problemas. Los saqué y pude ver como los flujos resbalaban por su raja hacia abajo hasta caer en lo alto del sofá, estaba mojada y lista para se follada. Me puse de pie y me quité los pantalones y los calzoncillos para liberar mi pene.
-¡Dios que maravilla! Sus ojos se abrieron de par en par al ver mi polla. ¡Qué hermosa la tienes! ¡Qué grande! Esta noche voy a satisfacer dos fantasías de una vez, una tener sexo con mi sobrino, y la otra ser follada por una polla grande.
Yo estaba de pie delante de ella, se sentó en el filo del sofá con las piernas bien abiertas. Agarró mi polla con una mano y la miraba admirando su gran tamaño. Yo siempre vi que tenía un buen tamaño, pero nunca pensé que mi tía se volvería loca al verla en plena acción. Empezó a acariciarla con deleite y después echó el pellejo para atrás para liberal mi gran glande. Sacó su lengua y la pasó por él jugando con su contorno. Era la primera vez que una mujer me hacía eso y estaba disfrutando. Se quitó la ropa que llevaba por encima de su cintura y dejó sus hermosas tetas al aire.
-¡Ven cariño! Me cogió de la mano y me llevó a la habitación. Quitó toda la ropa de la cama, se quitó la poca que le quedaba a ella y se tumbó en medio de la cama. - ¡Ven Eduardo, pon tu polla entre mis tetas!
Me quité lo que me quedaba de ropa y me subí en la cama. Allí estaba mi tía, como tantas veces la había soñado a la hora de hacerme una paja, desnuda, excitante, dispuesta para que yo disfrutara de su cuerpo y ella gozara a la vez de mi joven cuerpo. Abrí las piernas y coloqué cada una a un costado de ella para dejar mi erecta polla a la altura de sus tetas.
-Colócala aquí en medio.
Tenía agarrada cada teta con una mano y yo empujé mi polla hacia abajo para que ella la aprisionara en medio de las dos.
-Coge ese bote de aceite y echa un poco por tu polla. Muévete como si me follaras. Comencé a moverme como ella me dijo.
Veía como mi polla brillaba por el aceite y mi glande salía de entre sus tetas y casi le llegaba a la boca. Ella dobló el cuello y cuando mi glande estaba cerca, lanzaba la lengua para darle una lamida que me producía mucho placer. A veces le dejaba el glande cerca para que le diera unas cuantas chupadas. Llevé una de mis manos atrás, sin dejar de moverme para follar sus tetas, y busqué su depilado coño. Ella me lo ofrecía con sus piernas bien abiertas. Metí un dedo en su húmedo y caliente coño.
-¿Te gusta lo que te hago en tu coño?
-¡Me gusta todo! ¡Date la vuelta y hagamos un sesenta y nueve que no olvide en mi vida!
Me levanté y me giré para ponerme encima de ella. Nos acomodamos hasta que mi boca estuvo a la altura de la raja de su coño y la suya tenía mi polla delante. Sentí como mi glande era engullido por la boca de mi caliente tía. Metí mi cabeza entre las piernas de ella y comencé a lamer aquella caliente raja que me volvía loco. Sentí las manos de ella que agarraban mi culo para hacerme bajar más para que mi polla le entrara más en su boca. Me sentía en la gloria y dejé de lamerla.
-¡Cómetela toda puta mía! Al hablarle de esta manera parecía que se excitaba más y aumentaba las mamadas que me daba. - ¡Sigue que después te voy a follar como a una perra en celo! Sentí que soltaba mi polla.
-¡Ya no puedo más! ¡Háblame así pero fóllame a la vez! ¡Folla a la puta de tu tía! ¡Me siento de vedad como una perra en celo!
Me apartó de ella y se colocó a cuatro patas en medio de la cama con su hermoso y redondo culo en pompa. Con su mano se tocaba su raja y se separaba los labios para ofrecerme su entrada de par en par. Podía ver como sus flujos goteaban de su raja. Estaba lista para que la follara. Me acerqué a su culo y torpemente busqué su entrada. Sentí como su mano agarraba mi polla y la dirigía a su caliente vagina.
-¡Clávale a tu tía esa enorme polla en el coño! ¡Vamos, empuja! La agarré por la cintura con mis manos y a la vez que yo tiraba de ella mi polla la fue penetrando. - ¡Ah, siento como me llenas con tu polla! ¡Qué rico sentirte dentro de mí! Sentíamos como mi glande separaba las paredes de su vagina mientras la iba penetrando.
Poco a poco iba acelerando las penetraciones y ella gemía y se retorcía de placer. Yo disfrutaba de la visión de su hermoso y redondo culo y como mi polla se perdía en medio para hundirse en su vagina para darle todo el placer posible.
-¡Ah, ah, ah, no pares! ¡Qué buena polla! ¡Dámela toda! ¡Más adentro! ¡Lléname entera con tu polla!
Yo no decía nada, simplemente me dedicaba a follarla y darle todo el placer que podía. Por momentos sentía que tenía que correrme. El calor del interior de su coño y el roce de mi polla me daban mucho placer. Entonces ella me paró y me hizo sacarla.
-¡Cariño, túmbate que te voy a montar como a un potro salvaje!
Me colocó en medio de la cama con mi polla apuntando al techo. Abrió sus piernas y se colocó la polla en la entrada de su coño. De golpe se sentó y se la clavó hasta el fondo, intentando que la penetrara lo máximo posible. Puse mis manos en sus caderas. Empezó a moverse, primero arriba y abajo para que la polla entrara y saliera de su vagina. Desde abajo veía su cara de placer. Estaba disfrutando como la mujer lujuriosa que se sentía esa noche. Sus tetas botaban al ritmo de su cabalgada.
Agarré una de sus tetas con una mano y sentí su pezón erecto. Ella se inclino hacia mí, cambió el movimiento de su cuerpo para que la chupara mientras mi polla la seguía penetrando.
-¡Chupa a la caliente de tu tía! ¡Eduardo, mámame hijito mío!
Metí su pezón en mi boca y lo rodeé con mis labios. Mamé con todas mis fuerzas y ella gritaba de placer.
-¡Oh, Oh, me voy a correr cariño! ¡Sigue, no te pares ahora! ¡Más fuerte! ¡Ah, Oh! ¡Ya me voy!
Cerró sus ojos y entre gritos y gemidos se corrió como lo hacían las putas que había visto tantas veces en las películas pornográficas. Ella ya había tenido su orgasmo. Agarré sus caderas y me movía buscando tener yo el mío.
-¡Para cariño! Me dijo ella. Para que disfrute más quiero que te corras dentro de mí, pero no puedes hacerlo en mi coño. Te ofrezco mi culo. Nunca nadie me ha follado mi culo, serás el primero y me "desvirgaras" por ahí. ¿Quieres?
-Te haré todo lo que tú quieras y te dé placer - le dije.
Se sacó mi polla y se puso de rodillas en la cama, esperó que me levantara para dejarle el sitio a ella. Se colocó boca abajo en la cama. La podía ver desnuda en la cama con su culo redondo esperando que lo desvirgara con mi gran polla que ella amaba tanto.
-Úntame un poco de aceite en el esfínter para que me duela menos.
Así lo hice, tome un poco y lo unté por su ano, jugando con mi dedo y penetrándola un poco para que su ano se dilatara. Le había metido un dedo por completo después de un rato y parecía que le gustaba.
-¡Así cariño! ¡Me está gustando! Entonces empecé a meter dos dedos. - ¡Ah, eso duele un poco!
Poco a poco fui dilatando su ano como ella me había explicado hasta que ella parecía que empezaba a gimotear de placer. "Súbete" me ordenó. Me coloqué sobre ella y puse mi polla en su culo. Empujé y con lo mojado que estaba por su coño y su culo, mi polla se deslizó hasta penetrar de nuevo su coño.
-¡Eso es mi coño! ¡Ahí no te corras! La penetré unas cuantas veces y después la saqué para buscar su ano.
La agarré con la mano y la dirigí hacia donde supuse que estaba su ano. La apoyé y dejé caer el peso de mi cuerpo sobre ella.
-¡Aaaaaah, despacio! Ahora si follaba su culo. - ¡Parece como si me partieras en dos! ¡Me quema el culo!
-Si no te gusta paro Marta.
-¡Si te paras ahora te mato! Duele pero me gusta.
Empujé un poco más y mi glande entró por completo en su ano dilatando su ano hasta donde nunca había estado. Esperé a que su esfínter se acostumbrara al grosor de mi polla, como ella me había pedido y mientras mordisqueaba su cuello y nuca para estimularla.
-¡Qué dolor más bueno! ¡Creo que desde ahora siempre follaré con el culo! ¡Méteme más macho mío!
-¡Te la voy a clavar entera en este culo tan bueno!
Empecé de nuevo las penetraciones y en cada movimiento le metía un poco más mi polla. Ella gemía y se retorcía sintiendo como le mordisqueaba por el cuello y la nuca, mientras mi polla entraba en sus entrañas partiéndole su ano, dilatándoselo, dándole dolor y placer en una mezcla que la volvía loca. Puso su culo un poco en pompa y mi polla entró por completo dentro de ella. Ahora empecé a penetrarla como loco, buscando mi placer para tener mi orgasmo y descargar mi semen en su interior.
-¡Qué maravilla! ¡Nunca había sentido esto antes!
Mientras ella me jaleaba y animaba a que la follara, yo solamente me limitaba a jadear por el esfuerzo de follar a esa hembra de gran culo. Abrí mis piernas y las puse a cada lado de ella. Me coloqué de rodillas y podía ver como mi polla se perdía dentro del agujero de su culo, de donde salía un poco de sangre provocado por la dilatación excesiva de su esfínter. Agarré sus caderas con las manos y tiré de ella para indicarle que se pusiera a cuatro patas sin que se saliera mi polla.
Con un poco de esfuerzo conseguimos colocarnos de forma que ella tenía su pecho pegado a la cama y sus piernas levantaban su culo en pompa hasta la altura adecuada para que mi polla siguiera taladrando su hermoso agujero. Agarré con fuerza sus caderas y la penetré todo lo rápido que mis fuerzas me permitían. Mientras mi polla entraba y salía de su culo, una de sus manos acariciaba su coño y de vez en cuando me tocaba los huevos. Sus gemidos y chillidos eran tremendos, yo simplemente me concentraba en penetrarla hasta que sentí que mi polla iba descargar.
-¡Me corro, me corro! Le dije hundiendo mi polla todo lo posible en su ano para liberal mi semen en su interior.
-¡Lléname por dentro! ¡Qué bien se siente el calor de tu leche en mi interior! Me dijo cuando empecé a lanzar chorros de semen. - ¡Dámelo todo! ¡Quiero toda tu leche!
Agarrado a sus caderas, caí a un lado de la cama, arrastrándola y haciendo que se quedara recostada a mi lado con mi polla aún dentro de ella. Yo apenas tenía respiración por el esfuerzo de follarla y correrme. Ella me acariciaba. Se movió y sacó mi polla, aún un poco dura, de su culo. Se volvió y me abrazó.
-¡Te quiero Eduardo! Me dijo mientras me besaba en la boca. - ¡Nunca me habían dado tanto placer!
-¡Yo también te quiero Marta! ¡Cada vez que me necesites te amaré!
Después de un rato quedamos dormidos. Esa fue la primera vez que me follé a mi tía Marta, pero no la última. Durante el mes que estuvimos de vacaciones lo hicimos todos los días, y a veces, debido a mi calentura juvenil, hasta dos o tres veces. Ya de vuelta del viaje, había pasado más de un mes, en una reunión familiar, me comentó que aún tenía el chocho escocido de follar tanto (era una broma claro) y en cuanto pudimos nos perdimos para hacerlo, que después de un mes estaba loco por volver a tener su maduro, experimentado y caliente coño, y como no correrme dentro de su redondo culo.